Colón Gallego. La crónica de Francesillo de Zúñiga,

 Colón Gallego. La crónica de Francesillo de Zúñiga.

Casi cinco siglos antes de que Celso García de la Riega presentara sus trabajos sobre el posible origen pontevedrés de Cristóbal Colón, Marcelo Gaya nos describiera al Colón Gallego, Enrique Zas metiera en el asunto a Cristóbal de Sotomayor y Philippot hablara de su teoría, que sostiene que el descubridor y Pedro Madruga eran una misma persona, ya circulaba en la corte un texto que mantenía exactamente las mismas tesis.

A principios del siglo XVI, pocos años después de la muerte del almirante, Carlos V recibió como regalo un manuscrito satírico realizado por Francesillo de Zúñiga, su bufón. Se trataba de una crónica burlesca sobre los personajes de la corte y en general de la nobleza española, en la que se aireaban los trapos sucios de muchos de ellos y se hacían ‘afortunadas’ comparaciones entre personas y animales u objetos.
Los bufones eran generalmente plebeyos y su trabajo consistía en entretener al rey y a sus cortesanos. En realidad estaban muy lejos de la imagen estereotipada que tenemos de ellos. Nada de gorritos con cascabeles ni juegos malabares. Eran simplemente tipos ingeniosos que ponían su talento al servicio del señor a quien servían. Para ello contaban con licencia para decir las verdades que otros no podían decir, siempre que lo hicieran con gracia. Los problemas para Francesillo comenzaron a raíz de la obra que nos ocupa, pues muchos de los aludidos, lógicamente, no veían con buenos ojos saberse ridiculizados ante el rey por un bufón.

Francesillo murió asesinado, según todas las fuentes, por orden de algún noble que no pudo perdonar que hubiera puesto por escrito información inconveniente.

Con el tiempo la crónica fue pasando de moda y las copias del explosivo manuscrito quedaron dormidas hasta el año 1855, en que el afamado editor Ribadeneyra incluyó el texto en un tomo recopilatorio titulado ‘Curiosidades Bibliográficas’.

Entre otras referencias a la familia Sotomayor destaca el siguiente párrafo:

«Iba también con su majestad monsieur de Laxao, e contábale como don Diego de Sotomayor é el clavero de Alcántara e Rodrigo Manrique no tenían justicia para pedirle la encomienda mayor de la dicha Orden, que él era aficionado a ser de ella, y más si le daban la encomienda mayor. Decíale también que don Diego de Sotomayor parecía hijo bastardo de Colón el almirante de Indias, é solicitador de la mejorada (…)»

Es preciso aclarar que el Diego de Sotomayor de quien se dice «parece hijo bastardo de Colón» era en realidad hijo de Pedro Madruga, y hermano de Cristóbal de Sotomayor, lo que como mínimo demuestra que Francesillo y nosotros, con cinco siglos de diferencia sostenemos que Colón y Pedro Madruga eran una misma persona. También resulta sorprendente que Colón fuera el «solicitador de la mejorada«, es decir, que era quien en vida había intermediado para que se le concediera a Diego de Sotomayor un ascenso, pues ¿qué hacía Colón ocupándose de un hijo de Pedro Madruga? Algunos han tratado de interpretar la expresión «solicitador de la mejorada» como una alusión al «Memorial de La Mejorada«, documento que la propia Consuelo Varela, quien se ocupó de recopilar todos los textos escritos por Colón considera apócrifo. Pero aparte de eso, la figura del «solicitador», surgió a finales de la Edad Media como la persona que, por sus buenas relaciones o situación en la Corte, se ocupaba de gestionar asuntos pendientes o intereses de terceros, como precisamente el nombramiento de cargos. Así, queda claro que al referirse a Colón como «solicitador de la mejorada», Francesillo dice exactamente lo que hemos interpretado: el Almirante de Indias había solicitado en su día una «mejorada (ascenso)» para quien parece su hijo. Como innecesario argumento de refuerzo debemos decir que el editor que publicó la obra de Francesillo en 1855, Ribadeneyra, era especialmente cuidadoso con cada letra que publicaba, y que contó con varias copias manuscritas. En notas a pie, señala cada diferencia que encuentra entre los distintos manuscritos. Pues bien, en todos ellos aparece «la mejorada» así con minúsculas, lo que hace imposible que se refiera al Memorial de La Mejorada, que hace alusión al monasterio del mismo nombre. Como debe ser, Ribadeneyra imprime todos los nombres propios correctamente empezando con mayúscula. Así pues, Colón, padre de Diego de Sotomayor, solicitara un ascenso para su hijo.Aunque los más escépticos puedan pensar que el testimonio de Francesillo puede ser resultado de una bufonada, deben tener en cuenta que toda la información que proporciona la obra sobre hechos y personas se ajusta a la realidad. Así, cuando afirma en otros casos que alguien «parece» hijo bastardo de alguien las genealogías confirman que realmente lo era. En el caso concreto de Diego de Sotomayor, el juego es doble, pues Diego de Sotomayor jamás podría ser reconocido públicamente como hijo por Colón. También todos los hechos que se narran son ciertos, en algunos casos llegando a detalles que se escapaban a los cronistas oficiales. La intención de Francesillo al escribir su obra no era la de informar al rey sobre personas o circunstancias que el rey desconocía. El rey sabía de sobra quién era cada quién y lo que había hecho cada cuál. Lo que Francesillo hizo fue contar con humor la realidad pues a fin de cuentas se trata de una crónica, aunque el tono sea burlesco. Y poca gracia hubiera tenido para Carlos V leer hechos inciertos.Pero hay más. El noble real del bufón era Francés de Navarra. El apellido Zúñiga lo había tomado del duque de Béjar, Álvaro de Zúñiga y Guzmán Sotomayor, a cuyo servicio había estado hasta ser reclamado por el rey. Y este Sotomayor era el protector de Diego de Sotomayor y pariente cercano de Pedro Madruga, y además los Sotomayor habían gobernado desde tiempo inmemorial la Orden de Alcántara, la misma en la que Diego de Sotomayor aspiraba a una encomienda, por lo que la información además de llegarle al cronista por su presencia constante junto a Carlos V, la obtiene de su cercanía a la familia Sotomayor. En otros puntos de su crónica ya demuestra Francesillo un conocimiento exhaustivo y detallado sobre la familia de Pedro Madruga. Francesillo, que se mantuvo varios años junto a Carlos V y durante toda su vida a la sombra del duque de Béjar, uno de los hombres más poderosos de su tiempo, conocía con detalle a todos y cada uno de los personajes de la Corte, y estaba presente incluso en declaraciones de guerra entre estados. Conoce a la perfección a cada una de las personas a las que cita y a sus linajes, y prueba en su texto que además también conoce las particularidades y los secretos de toda la nobleza, y las puede contar en su crónica porque, repetimos, no es una crónica escrita para ser publicada. De hecho no se publicó hasta pasados tres siglos, cuando su contenido ya no presentaba peligro alguno para la Corona ni para los aludidos y los secretos que se revelaban, como el que nos habla del hijo de Pedro Madruga como hijo de Colón, se habían vuelto inocuos.Y finalizaremos señalando que la teoría del Colón Gallego no se basa en este texto, pues la crónica de Francesillo y su referencia al hijo de Colón-Madruga ha sido uno de los últimos elementos que se han incorporado, simplemente porque nadie lo había leído como parte del contexto del Colón Gallego. El texto referido, en realidad, hubiera sido un buen punto de partida para la tesis del Colón Gallego, pero lo cierto es que cuando realizaba la investigación para mi libro «Colón, Pontevedra, Caminha«, al encontrar éste y otros pasajes de Francesillo que aluden a Colón como Pedro Madruga, me pareció increíble que nadie hubiera reparado en ellos. Con Francesillo consigue la tesis del Colón Gallego dos cosas: un gran paso hacia adelante en el refuerzo de la tesis y un gran salto hacia atrás en el tiempo, ya que gracias a Francesillo, podemos decir que el Colón Gallego no tiene sus orígenes en el S. XIX con García de la Riega. En realidad, el Colón Gallego, hoy lo sabemos, siempre ha estado ahí. Desde el principio.Este texto fue publicado en «Diario de Pontevedra» hace un par de años, en su suplemento cultural. Ha sido posteriormente reproducido en varios medios. Le he hecho alguna modificación, o más bien he recurrido al borrador original que tuve que recortar en su día por problemas de espacio. Me considero obligado a advertir del autoplagio, pero como autor me veo en derecho de hacerlo. No es, por tanto, un texto del todo inédito, pero su publicación en Glub responde a la petición de un aguerrido coloniano, Fernando Alonso Conchouso, quien me hizo ver que hasta hoy no había dedicado aquí ninguna entrada a la crónica de Francesillo, considerada por algunos, no sé si con razón, como mi mayor aportación al asunto del Colón Gallego.La imagen, Carlos V, destinatario del texto de Francesillo, ¡visto por Nestlé! La música «Miña Terra Galega«, de Siniestro Total.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://cristobal-colon.com/wp-content/uploads/2012/05/images.jpg[/author_image] [author_info]Por Rodrigo Cota http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/ http://escritorcorrector.com/http://www.amazon.es/[/author_info] [/author]

Cristóbal Colón y el Comendador Diego de Sotomayor

Hace algo más de un año, tuve la inmensa fortuna de toparme con un texto de Francesillo de Zúñiga, una crónica en la que se mencionaba a Diego de Sotomayor, hijo de Pedro Madruga, como hijo de Cristóbal Colón. La sorpresa fue doble, en primer lugar porque el texto, escrito en el primer tercio del S. XVI y publicado por vez primera a mediados del S. XIX, refrendaba la tesis de Pedro Madruga como verdadera identidad de Colón…………..

Si, como asegura Francesillo, Diego de Sotomayor era hijo de Colón, entonces Colón es Pedro Madruga. En segundo lugar, me sorprendió que el texto hubiera pasado desapercibido durante todo este tiempo a los ojos de todos aquellos que dedican su vida al estudio de Cristóbal Colón.

La autoridad de Francesillo de Zúñiga como cronista queda fuera de toda duda por varios motivos, y más aun en lo que se refiere a la familia Sotomayor, de la que habla con gran conocimiento. Había estado durante años al servicio del duque de Béjar, íntimamente ligado a los Sotomayor y a la Orden de Alcántara, a la que pertenecía Diego de Sotomayor, residente en Extremadura en tierras vecinas a las de su pariente, el propio duque de Béjar. Por otra parte, un análisis exhaustivo del texto de Francesillo no deja lugar a dudas sobre el carácter escrupuloso que imprimía a cada dato que consignaba, aunque se tratara de una obra satírica escrita para solaz de Carlos V, o precisamente por estar dedicada al Emperador. Es imposible encontrar en la “Crónica del Emperador Carlos V” una inexactitud en lo que se refiere a hechos que narra, nombres, parentescos que refleja o fechas. Además, Francesillo tuvo la libertad de escribir sobre todos aquellos asuntos que estaban vetados a los cronistas oficiales por una simple razón: su crónica no fue escrita para ser publicada, y de hecho no se imprimió hasta tres siglos después. Eso permitía al autor bromear sobre asuntos muy serios de los que el rey, destinatario del texto, tenía un amplio conocimiento. Dice Francesillo que Diego de Sotomayor “parece hijo bastardo de Colón, el Almirante de Indias”. Ese “parece” lo utiliza habitualmente para referirse a los que en realidad eran hijos bastardos. En el caso de Diego de Sotomayor tiene un doble sentido, pues Colón no reconocía, obviamente, a los hijos que había tenido con su anterior identidad. Dice luego que el mismo Diego “parece heredero del ladrón que desesperó”. Y en otra parte del texto deja bien claro que el “ladrón que desesperó” es Pedro Madruga, cuyos bienes realmente heredó Diego tras serle confiscados a su sobrino Pedro. Dice también que Diego de Sotomayor aspiraba al maestrazgo de la Orden de Alcántara y se refiere a Colón como solicitador de aquel ascenso. De ser así, esa solicitud tuvo que hacerse años antes, pues Colón murió en 1506. Era habitual que ese tipo de cargos se solicitasen con años de anticipación. Todo encaja en el testimonio de Francesillo con la tesis Colón-Madruga.

Y ya saliéndonos del texto de Francesillo de Zúñiga, la investigación sobre el Comendador Diego de Sotomayor da mucho más de sí, y sospecho que irá a mayores a medida que se vayan conociendo nuevos datos. Hace unos meses tuve la feliz idea de enviar a don António Pedro Sottomayor una copia del libro “El Castillo del Marqués de Mos en Sotomayor”, escrito por la marquesa de Ayerbe. El libro me había llegado a través de Fernando Alonso Conchouso. Así, entre el mayor investigador que existe hoy sobre la tesis Colón-Madruga, que es el Sr. Sottomayor, y el mayor bibliófilo y divulgador, que es el Sr. Alonso, tenemos dos minas que pronto arrojaron sus frutos. A los pocos días me escribía António Pedro y, en su elegante portugués (eso no es mérito suyo, el pueblo portugués escribe con mayor elegancia que nosotros) me hacía ver un dato que a mí se me hubiera escapado de todas todas, y eso sí es mérito suyo. En uno de los apéndices del libro de la marquesa de Ayerbe se reproduce la solicitud de ingreso de Diego de Sotomayor en la Orden de Alcántara. Uno de los testigos que declara en ella es Juan de Estrada, procedente de Vila Real (Portugal). Pedro Madruga tenía una amante en Vila Real, Francisca de Estrada, de la que tuvo un hijo llamado Juan de Estrada, que servía al marqués de Vila Real. Éste puede ser el testigo que declaró a favor de Diego de Sotomayor, ya que es el único de ese nombre que tenemos documentado, aunque no se puede descartar la posibilidad de que existiera otro Juan de Estrada en Vila Real, que en todo caso sería pariente muy cercano de Francisca, la amante de Madruga, ya que la única rama de apellido Estrada que había por aquella época en Vila Real era aquella a la que pertenecía Francisca, y por tanto el testigo Juan de Estrada.  De lo que no hay duda es de que un Juan de Estrada, hijo de Pedro Madruga y Francisca de Estrada, sirvió durante toda su vida al marqués de Vila Real, eso queda claro por abundante documentación. La relación de Madruga con el marqués de Vila Real iba mucho más allá de una simple amistad. Por poner un ejemplo, cuando Pedro Madruga secuestró al obispo de Tui, Diego de Muros, los 700.000 maravedíes del rescate fueron entregados al marqués de Vila Real, lo que nos demuestra que Pedro Madruga tenía una confianza ciega en el marqués.

Todo ello no nos llevaría a ningún lado si Pedro de Meneses, que así se llamaba el marqués de Vila Real no tuviera relación alguna con Colón. Pero el caso es que fue Pedro de Meneses, en una encendida discusión con el obispo de Ceuta quien intentó convencer al rey de Portugal de que patrocinara el viaje de Colón. ¿Defendía el marqués de Vila Real a un Colón cualquiera, jugándose su prestigio y su influencia en la corte portuguesa? Evidentemente, no. El marqués de Vila Real defendía a su amigo y hombre de confianza, Pedro Madruga.

Rodrigo Cota González.

Pedro Madruga, Cavaleiro de São João de Rhodes ( III ) – o tempo de Cristóvão Colón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[button link=»https://cristobal-colon.com/pedro-madruga-cavaleiro-de-sao-joao-de-rhodes/»] Pedro Madruga  I[/button]

[button link=»https://cristobal-colon.com/pedro-madruga-cavaleiro-de-sao-joao-de-rhodes-ii/» color=»lightblue»] Pedro Madruga  II[/button]

[button link=»https://cristobal-colon.com/pedro-madruga-cavaleiro-de-sao-joao-de-rhodes-iii/»  color=»purple»] Pedro Madruga III[/button]

 

 

 

Manuel da Maia foi Tabelião em Abrantes. A pedido do Juiz de Fora André de Matos Almada, dará provimento, em Junho de 1596 e Novembro de 1598, a dois documentos, um requerido por Sebastião de Valadares Soutomaior, e o outro por Fernão Soares Galhardo, fidalgos daquela vila. …

Coincidiam aqueles instrumentos legais, ao tratar do parentesco entre ambos os requerentes e um outro familiar comum que fora Alcaide-Mor da vila de Seda, tudo devidamente atestado por várias testemunhas presentes.

Como antepassado comum, apresentavam o Fidalgo da Casa Real Diogo Ribeiro de Soutomaior, filho de Fernando Anes de Soutomaior, fidalgo morador em Arruda-dos-Vinhos, e neto de D. Cristóvão de Soutomaior.

O primeiro genealogista a fazer uso destas fontes foi Bernardo Pimenta do Avelar Portocarreiro, entre 1713 e 1722, no seu manuscrito Das Gerações Nobres deste Reino de Portugal, logo seguido por Jacinto Leitão Manso de Lima, um dos mais notáveis genealogistas do século XVIII, autor de 56 volumes manuscritos sob o nome de Famílias de Portugal. Ambos os tratados fazem parte do catálogo das “genealogias manuscritas” do Arquivo Nacional da Torre do Tombo, em Lisboa.

Conhecedores do seu ofício, ambos identificaram aquele D. Cristóvão com o único possível, referido nos documentos coevos: o benjamim do casamento de D. Pedro Álvares de Soutomaior, Conde de Caminha, com D. Teresa de Távora, que foi “secretário de Filipe II e morreu na Conquista das Índias Ocidentais”. Não se lhe conhecendo casamento algum, aquele Fernando Anes teria inevitavelmente de ser seu filho natural, mesmo que cronologicamente, a hipótese carregasse em si mesma, um erro de cerca de meio século, correspondente, no mínimo a duas gerações.

Um simples exercício matemático de recuo no tempo, tomando como ponto de partida três descendentes de linhas diferentes, bem datados e documentados, que viveram na segunda metade do século XVI, demonstra-o sem grande dificuldade: o pai daquele Fernando de Soutomaior teria inevitavelmente nascido nos anos 30 do século XV, e nunca à roda de 1480, como o Cristóvão, filho de Pedro Madruga, o tal que morreu nas Índias de Colón!

Senão vejamos: considere-se como valor médio para a idade casadoura de um varão naquele tempo, os 27 anos, dois anos após a maioridade legal de então. Esse número base deverá ser multiplicado pelo número de gerações desde a personagem que pretendemos datar. Seguidamente subtrairemos o valor obtido às três datas de nascimento documentadas. Obteremos um ano aproximado para o nascimento do referido progenitor daquele Fernando de Soutomaior.

O primeiro descendente documentado é Cristóvão de Valadares Soutomaior, nascido em 1543, terceiro neto de D. Cristóvão; 27 anos x 4 gerações = 108 anos; 1543 – 108 = 1435.

Segue-se Isabel Fradessa do Avelar, nascida em 1547, também 3ª neta de D. Cristóvão; 27 x 4 = 108; 1547 – 108 = 1439.

Finalmente, para Cristóvão do Avelar Soutomaior, nascido em 1571, 4º neto de D. Cristóvão; 27 x 5 = 135; 1571 – 135 = 1436.

Recorrendo ao absurdo para resolver a questão, tomemos o primeiro exemplo, e consideremos uma menos do que provável hipótese de uma diferença de apenas 15 anos entre gerações: 15 anos x 4 gerações = 60 anos; 1543 – 60 = 1483. Esta era a única forma de podermos ter Fernando Anes de Soutomaior como filho natural daquele D. Cristóvão morto nas Índias Ocidentais.

Deste modo, e perante as evidências documentais, uma conclusão deve ser extraída: o pai deste Fernando tinha de ser contemporâneo de Pedro Álvares de Soutomaior, e nunca de seu filho mais novo.

Posto o enigma, só existem duas respostas, elas próprias impossíveis de esclarecer com base na documentação hoje existente: ou os intervenientes no processo mentiram em bloco ao jurarem a sua ascendência perante o tabelião Manuel da Maia em 1596 e 1598… e então este artigo termina aqui; ou o que disseram era a verdade distorcida pela distância de um século a mediar os factos… e então podemos genuinamente perguntar-nos se aquele D. Cristóvão de Soutomaior não seria uma confusa simbiose entre D. Cristóvão Colón e D. Pedro Alvares de Soutomaior.

A ser assim, poderemos estar perante um outro filho natural do cónego de Tui, quiçá o primeiro rebento da vasta prole de Pedro Álvares, e daí ter recebido o nome do avô, clássica actuação na linhagem dos Soutomaior de Tui. Diz-nos o investigador Suso Vila Pérez, na página 479 da sua já mencionada obra sobre Tui, que naquela sede de bispado os eclesiásticos tinham uma importante influencia enquanto cidadãos, “a través dos seus fillos – a maioria declarados – mancebas, criados, e outros parentes”.

O nascimento de Fernando Anes de Soutomaior só faz sentido entre a segunda metade dos anos 50 e os primeiros anos da década de 70 do século XV. É igualmente admissível que se tenha criado com sua mãe em Tui até contrair matrimónio, por negociação paterna, com uma senhora de varonia d’o Ribeiro e linhagem de Valadares, atendendo aos apelidos que tiveram os filhos Diogo, Gaspar e Brás. Neste ponto, é interessante citar Alfonso Philippot, que documenta o padrasto de Pedro Álvares de Soutomaior com o dito apelido d’o Ribeiro; também José Armas Castro em Pontevedra en los siglos XII a XV, refere um Juan do Ribeiro, mercador e alcaide de Pontevedra em 1487 e 1493; bem assim como José Garcia Oro que amiúde refere nas suas obras que tanto os Montenegro como os Valadares foram escudeiros dos Soutomaior, até à cisão provocada pela Guerra da Sucessão ao trono de Castela depois da morte de Enrique IV.

Sabendo dos interesses comerciais dos Soutomaior no tráfego marítimo de Pontevedra, não será de estranhar que nos anos 70 e 80, o período de maior influência de Pedro Álvares de Soutomaior em Portugal, este seu filho fosse “transferido” para o país vizinho, e se implantasse numa região afamada pela produção de vinhos que então se escoavam pelo rio Tejo via Lisboa, não só para consumo interno, como para exportação. Sobre este assunto, o acima citado José Armas Castro, afirma que “(…) llegaban a Pontevedra los vinos portugueses de Monção y, sobre todo, de la ria de Lisboa, traídos en ocasiones por los própios mercaderes portugueses y, más frecuentemente, cargados por los barcos pontevedreses (…)”.

Pela ordem de ideias que vamos seguindo, este Fernando Anes seria meio-irmão de D. Cristóvão de Soutomaior, e mais velho que ele entre cerca de um quarto de século e uma década; foi pai de 3 filhos.

Presumimos que o primogénito fosse Diogo Ribeiro de Soutomaior, e a ele cabe a sequência desta análise. Diogo casou nos anos 90 na vila de Abrantes, com uma das filhas de Vasco Gomes, o então Alcaide-Mor do castelo de Alegrete, uma das fortalezas da raia do alto-alentejo que defendia a fronteira com a região castelhana de Alcântara, na posse da Ordem do mesmo nome, onde os Soutomaior detinham então enorme influência. Este matrimónio revela como a Ordem de São João do Hospital, ainda se mantinha na esfera de influência da família de Pedro Madruga, alguns anos após a alardeada morte do Conde de Caminha! O facto é que a noiva escolhida para Diogo era irmã de um Cavaleiro daquela Ordem e o tio materno de ambos era Fernão Cabreira, Alcaide-Mor do Crato e Amieira, castelos que pertenciam aos Hospitalários, sendo este último, juntamente com o de Belver atalaia de vigia sobre o rio Tejo, a montante de Abrantes, e apoio dos peregrinos a caminho do Santuário de Guadalupe em terras alcantarinas.

A rota de Guadalupe, aliás, deve ter sido seguida com alguma frequência por estas linhagens, pois D. Inês de Soutomaior, filha de D. Nuno que vimos na parte II deste artigo, casou em Cabeza del Buey com um fidalgo de Trujillo, e duas das cunhadas de Diogo Ribeiro de Soutomaior também casaram em Trujillo, na linhagem dos Chaves, muito enlaçada com os descendentes do Mestre da Ordem de Alcântara, D. Gutierre de Sotomayor. Neste particular, é interessante notar a devoção que Cristóvão Colón também dedicava à Virgem de Guadalupe, e também o próprio Rei Enrique IV que no seu tempo considerava aquele santuário como “el mas notable de mios regnos”.

Na vila de Abrantes se enraizou então a prole de Diogo Ribeiro de Soutomaior. A mesma vila que era cabeça de condado dos Almeidas, linhagem a que pertencia D. Diogo Fernandes, o então Prior do Crato, homem da máxima confiança do Rei D. João II, e que estava presente ao lado do soberano em Vale do Paraíso, no encontro com Cristóvão Colón no seu regresso da primeira viagem em 1493. Confiando nas palavras do cronista Rui de Pina, o Prior do Crato foi o anfitrião nos três dias que Colón passou naquelas paragens portuguesas do Ribatejo. A razão parece óbvia à luz de tudo o que acima foi ficando dito: para além da confiança nele depositada, quem melhor que o Prior da única Ordem em que Pedro Álvares de Soutomaior teve entrada e foi cavaleiro, para garantir o seu bem-estar e segurança num momento tão delicado da sua relação com Portugal?

Quase que apetece reproduzir na íntegra, a questão retórica deixada por Manuel Rosa, no seu Colombo Português: “Que segredos terão o Almirante e o Prior, membro da Junta, partilhado ao longo daquelas três noites?” E a manceba do Prior, Leonor Cabreira, tia da mulher do Alcaide do Alegrete, tê-los-á acompanhado nalgum momento, falando de coisas mais triviais, como o consórcio matrimonial de sua sobrinha Inês com Diogo Ribeiro de Soutomaior? Ou será que Diogo enviuvara bem cedo e os dois acertaram novo matrimónio, desta feita na casa dos Fernandes de Almeida, de Abrantes, familiares do Prior, como os genealogistas informam?

Desasseis anos depois deste encontro, morto já o Almirante Colón, D. Cristóvão de Soutomaior deixou a região alcantarina onde vivia, e partiu para as Índias Ocidentais. Morreu, dois anos mais tarde, numa revolta local. A notícia atravessou um Oceano, esfumou-se durante oito longas décadas num Portugal que sempre teimou em rejeitar o Almirante, e acabou registada no dito tabelião de Abrantes!

Não será lícito suspeitar? Não seria aquele Cristóvão, na verdade, Pedro Madruga? E o Soutomaior… Colón?

Dibujos de Celso García de la Riega

Creo que para un mejor conocimiento del personaje he decidido poner en conocimiento su obra. Don Celso es más conocido por su obra de «Colón Gallego» que por otros estudios y obras que pueden ayudar a conocer un poco mejor al personaje y darse cuenta de su capacidad intelectual.
Hoy voy a dar a conocer algunos de  sus dibujos realizados a principios del siglo XX, es posible que ciudadanos de Pontevedra los conozcan, pero es muy posible que no las identifiquen con el personaje. Mi idea es rehabilitar al personaje independientemente que en algunos aspectos de su obra pueda tener razón o no, esto queda a criterio de cada uno, pero me parece interesante que los ciudadanos conozcan realmente la capacidad intelectual del personaje.
Los dibujos que voy a incluir son dibujos realizados por D. Celso para la Sociedad Arqueológica de Pontevedra,  fundada a finales del siglo XIX por D. Casto Sampedro Folgar. Estos dibujos fueron realizados con motivo de una exposición de la muralla de Pontevedra. Aunque D. Celso en algunos de ellos haya dado una interpretación libre de la muralla no dejan de ser un testimonio de com podía ser Pontevedra en la edad media hasta que desapareció la muralla.

Fonte dos Tornos. Aguatinta sobre papel
Fonte dos Tornos. Aguatinta sobre papel

 

torre-da-ponte. Aguatinta sobre papel
Torre-da-ponte. Aguatinta sobre papel

 

Porta e torre-de-trabancas. Aguatinta sobre papel
Porta e torre-de-trabancas. Aguatinta sobre papel

 

porta-e-torre-da-galera. Aguatinta sobre papel
Porta-e-torre-da-galera. Aguatinta sobre papel

 

Torre-dos-Abades. Aguatinta sobre papel
Torre-dos-Abades. Aguatinta sobre papel

 

Torres arzobispais. Oleo sobre lienzo
Torres arzobispais. Oleo sobre lienzo

 

San-Bartolomé o vello. Oleo sobre tela
San-Bartolomé o vello. Oleo sobre tela

 

 

Pedro Madruga, Cavaleiro de São João de Rhodes (II) – o tempo dos navegantes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[button link=»https://cristobal-colon.com/pedro-madruga-cavaleiro-de-sao-joao-de-rhodes/»] Pedro Madruga  I[/button]

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[button link=»https://cristobal-colon.com/pedro-madruga-cavaleiro-de-sao-joao-de-rhodes-iii/»  color=»purple»] Pedro Madruga III[/button]

 

 

Vimos já que em meados da década de cinquenta do século XV, Pedro Álvares de Soutomaior era cónego e pertencia ao cabido da Sé de Tui…..

Atingira a maioridade (25 anos), e tinha o apoio do irmão que então já expulsara o Bispo D. Luís Pimentel e era o “generoso Senhor” que guardava a cidade “com gente de armas poderosos”, conforme cita Suso Vila n’ A cidade de Tui durante a Baixa Idade Media. Seria, por certo, o homem de confiança de Álvaro de Soutomaior, no seio do Cabido tudense e, como tal, encarregue dos negócios de importância para o bispado, nomeadamente com o norte de Portugal e o Arcebispado de Braga. Existem numerosos factos que aqui não cabem, relacionando Pedro Álvares com os vários arcebispos bracarenses do seu tempo.

Hoje relativamente bem conhecida é já a instrução do Rei Enrique IV, passada em 1465, em que o soberano manifesta a sua vontade de entregar o Arcebispado de Santiago ao bastardo dos Soutomaior, documento publicado pela primeira vez em 1904 pela Marquesa de Ayerbe no seu livro de apontamentos históricos acerca do Castillo del Marques de Mos en Sotomayor.

O que acima se escreve, aliado ao facto de Pedro Madruga ter casado em Portugal, na ressaca da revolta irmandiña de 1467 – decerto após a confirmação da sua legitimação por Enrique IV em 6 de Agosto do ano seguinte –, permite concluir que até 1468 actuou publicamente como eclesiástico. Quebrou votos, para casar com Teresa de Távora, e assumir os destinos de Soutomaior; teria então 36 anos de idade.

Entre 1634 e 1635, o Arcebispo de Braga D. Rodrigo da Cunha, refere na sua magistral História Eclesiástica dos Arcebispos de Braga, um D. João de Soutomaior, casado com uma irmã do Cardeal de Alpedrinha, chamada Isabel Gonçalves da Costa. Segundo o prelado, D. João era filho natural do Conde de Caminha. Os genealogistas portugueses do século XVII ao XIX, dizem que tivera a alcunha de “galego”, mas desconhecem-lhe geração. Mencionam um outro filho natural, D. Nuno de Soutomaior, também alcunhado de “galego”, casado com uma Isabel de que desconhecem apelido, este sim com descendência conhecida tanto em Portugal, como em Castela. Manuel Felgueiras Gaio, talvez o mais conhecido genealogista português de sempre, escrevia em princípios do século XIX, no seu Nobiliário de Famílias de Portugal, que a mãe de D. Nuno se chamava Constança Pereira e que “o Conde de Caminha a tirou do Convento quando andava em Portugal”.

Perante o que atrás se analisa, existem forte probabilidades de D. João e D. Nuno serem a mesma pessoa, e que o seu nascimento tenha ocorrido na década de sessenta do século XV, sendo seu pai eclesiástico, o que não era novidade para a época! Facilmente o cónego Pedro de Soutomaior tinha acesso às casas religiosas, e as donas nobres por ali obrigadas ao recato, muitas vezes almejavam motivo para deixar a forçada vida de claustro.

Consultando o processo de habilitação para o Santo Ofício de João José de Vasconcelos Bitancour Sá Machado, datado de 1751-52, existente na Torre do Tombo em Lisboa, pode ler-se a dado passo que uma “(…) D. Inez de Soutomaior foi irmã de D. Pedro de Soutomaior, Cavaleiro de Malta e Comendador de Torres Novas, ambos naturais da Terra da Feira, e filhos de D. Nuno de Soutomaior e de sua mulher D. Isabel, naturais da mesma Terra, o qual D. Nuno foi filho natural de D. Pedro Alvares de Soutomaior que neste Reino foi Conde de Caminha por mercê de D. Afonso V.”

Ficamos deste modo a saber que ao deixar o convento, D. Constança Pereira passou a viver na actual região de Santa Maria da Feira, cerca de trinta quilómetros a sul da cidade do Porto, território que então estava afecto à linhagem dos Pereira, à qual deveria pertencer a mãe de Constança, uma vez que o pai – sabê-mo-lo pelos genealogistas – , era Pedro Coelho, da casa dos senhores de Felgueiras que a teve de relação ilícita. A recente morte do pai no malogrado assalto a Tãnger de 1463, decerto precipitara a entrada de Constança na clausura; o amparo da família materna chegou com a desonra da ilícita maternidade.

Quebrado que foi o voto de castidade do cónego de Tui, reencontra-se a sua trajectória convergente com a Ordem de São João do Hospital que em Portugal assumia o título de Ordem do Crato, por se ter instalado o Grão-Priorado de Portugal no Convento da Flor da Rosa, perto da vila do Crato no nordeste alentejano.

Os Pereira, senhores da terra de Santa Maria da Feira, eram sobrinhos-netos do Condestável D. Nuno Álvares, o grande estratega de Aljubarrota, nascido e criado no Crato, onde seu pai era Grão-Prior, sucedendo-lhe o filho D. Pedro Álvares Pereira. Quando Nuno de Soutomaior nasceu, a linhagem ainda mantinha alguns dos seus membros como cavaleiros ou comendadores da Ordem de São João do Crato.

Pedro Coelho, por seu turno, vira um dos seus irmãos tornar-se cavaleiro hospitalário e receber a Comenda de Leça depois de combater bravamente na Ilha de Rhodes, no ano de 1444. Inspirados no exemplo do tio, João e Nuno Coelho, meio-irmãos paternos de Constança, também entraram na Ordem do Crato, sobressaindo frei João enquanto Chanceler-Mor de Rhodes e Grão-Prior do Crato, cargos que acumulou com o de Conselheiro do Rei D. Manuel I, até à sua morte, em 1515. Retiram-se estas informações de D. António Prior do Crato e outros cavaleiros da Ordem do Hospital de São João de Jerusalém, artigo publicado em 1996-97, na revista “Filermo” 5-6, por Luiz de Mello Vaz de São Payo.

Garcia Coelho, o irmão mais velho destes, morreu em combate, na derrota de Toro de 1476. Pedro Álvares de Soutomaior conhecia-o, como decerto aos outros Coelhos de Felgueiras, fosse pela sua relação com Constança, fosse pela ligação à Ordem de São João. Seguindo esta linha de pensamento, naturalmente conheceria bem Nicolau Coelho, outro dos irmãos que se viria a revelar experiente nauta, perito em navegação astronómica, um dos capitães da armada de Vasco da Gama na viagem inaugural do caminho marítimo para a Índia, e o primeiro a entrar na barra do Tejo nesse regresso triunfal.

Isabel Coelho era tia paterna de Constança. Casara com Diogo Martins Cão e no ano de 1472 viviam em São Mamede de Vila Verde, na terra de Felgueiras. A documentação que chegou até aos nossos dias, é rica em informação pontual e dispersa, referenciando pessoas de sobrenome “Cão”. Porém, salvaguardando o caso de duas linhagens, uma em Évora e Vila Viçosa, e outra em Vila Real, não permite estabelecer linhas de parentesco entre os deste apelido.

Sublinhem-se contudo, três insinuantes coincidências: Fernão Pereira, senhor da Terra da Feira era, naqueles tempos, alcaide-mor de Vila Viçosa; um homem chamado Diogo Cão celebrizou-se enquanto “descobridor do Congo”, navegando as costas de África em busca da passagem para oriente, a mando do Rei D. João II; esse homem teve um filho chamado Pedro Cão que rondaria os 18 anos quando a 1 de Agosto de 1476 um Pedro Cão, “escudeiro do Conde de Caminha”, recebia uma Carta de Perdão do Rei D. Afonso V, existente no arquivo das chancelarias régias, na Torre do Tombo em Lisboa.

Estas fontes de informação permitem identificar, sem risco de maior erro, a forte possibilidade do Diogo Cão navegador, ser parente próximo do Diogo Martins Cão, e que o escudeiro Pedro Cão fosse seu irmão, ou mesmo aquele seu filho. A ser assim, seria de relevar uma estreita relação entre Nicolau Coelho e Diogo Cão, e entre os dois e Pedro Álvares de Soutomaior.

Socorremo-nos de novo do texto de Luiz de Mello Vaz de São Payo, para uma nova aproximação aos hospitalários. Segundo hipótese apresentada com algum fundamento, Diogo Cão seria filho de Álvaro Gonçalves Cão, fidalgo da Casa de D. Afonso V, e neto de um Gonçalo Anes Cão, legitimado em 1374, filho natural de João Fernandes, escudeiro do Condestável Álvares Pereira, e Comendador da Flor da Rosa na Ordem de São João do Hospital de Jerusalém!

Tendo em atenção o que acima se equaciona, há ainda lugar a outra possível ligação do futuro Pedro Madruga, a um homem que se irá também tornar navegador, ao serviço do plano das descobertas portuguesas do século XV: Álvaro Caminha. Uma vez mais, os genealogistas portugueses não conseguiram documentar os deste apelido numa linhagem entroncada. Surgem desse modo algumas personagens dispersas que permitem intuir que na centúria de 1400 coexistiram duas linhas de Caminhas em Portugal: os Vaz de Caminha, e os Álvares de Caminha. A primeira aburguesou-se na cidade do Porto, exercendo o prestigioso cargo de Mestres da Casa da Balança da Moeda, e outros lugares de escrivania. Quanto aos segundos, parece terem surgido em Portugal no reinado de D. Afonso V, estima-se que fugidos às lutas irmandiñas dos anos sessenta.

Um facto é no entanto indesmentível: em 1453, um Álvaro Camiña era documentado num tombo do Hospital dos Pobres de Tui, como escudeiro de Álvaro de Soutomaior, conforme se pode atestar no estudo já citado de Xulián Maure Rivas. Não será risco demasiado, supor que como escudeiro dos Soutomaior, terá ficado ao serviço de Pedro Álvares quando aquele sucedeu ao irmão, morto em 1468. Em virtude da esteita relação existente com D. Afonso V, nada obsta a que Álvaro Camiña possa ter entrado ao serviço da Casa Real portuguesa, “participando em várias expedições portuguesas à costa africana”, conforme se diz na História de Portugal – Dicionário de Personalidades, obra editada em 2004 pela QUIDNOVI e coordenada pelo professor José Hermano Saraiva. O cronista português Rui de Pina, na Chrónica de El-Rei D. João II, acrescenta ainda que o soberano português “(…) ordenou mandar a Inglaterra com uma caravela bem armada Álvaro de Caminha (…) para com engano ou dissimulação, prender o dito conde [ de Penamacor ] e o trazer a estes reinos ou matá-lo (…)”, missão que prova o alto nível de confiança nele depositado. A mesma confiança que tivera o Conde de Caminha, até ao seu desaparecimento em 1486.

Finalmente, é o cronista Garcia de Resende que assinala a última missão de Álvaro de Caminha, registando que “no ano de quatrocentos e noventa e três em Torres Vedras deu el Rei a Álvaro de Caminha, cavaleiro de sua casa, a Capitania da Ilha de São Tomé de juro e herdade com cem mil reis de renda cada ano, pagos na casa da Mina.” Fazendo-se acompanhar de degredados, escravos negros, jovens cristão-novos e agricultores da Madeira, a ele se ficou a dever o início do povoamento e colonização da ilha. Morreu velho, em 1499, na enganada convicção de lhe vir a suceder o sobrinho, Pedro Álvares de Caminha.

Faço notar que a ser a mesma pessoa, regulando a idade de Álvaro de Soutomaior a quem servira de escudeiro, teria morrido em São Tomé entre os 65 e os 70 anos, e que alguns investigadores durante os séculos que desde então decorreram, o confundiram inclusive com o filho primogénito do Conde de Caminha, chamando-lhe D. Álvaro de Caminha e Soutomaior! Parece este, um caso para aplicação do ditado popular que reza “nunca haver fumo sem fogo”!

Mitos sobre Cristóbal Colón

Existe documentación y argumentos contundentes sobre el origen gallego de Cristóbal Colón, pero los mitos y falsedades que existen alrededor del Almirante han logrado crear una gran confusión, a lo largo de los años se fueron destruyendo sistemáticamente los originales  de documentos, registros o legajos, así como centenares de expedientes con millares de protocolos de la correspondencia de Colón y de sus hermanos, sustituyéndolos por copias adulteradas, dando lugar a varias falsedades y mitos, entre los más comunes tenemos:

 

Contrario a lo que se cree comúnmente el Almirante nunca tuvo que demostrar que la tierra era redonda, antes y durante la edad media nadie creía ni afirmaba que la tierra era plana, desde el s. III a. de C., salvo contadas excepciones, ninguna persona educada pensaba que la tierra era plana, el que daría inicio al mito de que en la edad media se creía que la tierra era plana fue el norteamericano Washington Irving, en una obra que escribió sobre Cristóbal Colón, en 1860. Filósofos, científicos y teólogos anteriores como Aristóteles, Ptolomeo, San Agustín, San Isidoro de Sevilla o Santo Tomás, algunos de los más influyentes en el período medieval, ya habían vaticinado que la tierra era esférica. No existe ningún comentario en ningún texto de Cristóbal Colón que aludiera a que hubiera tenido que convencer a nadie de que la Tierra era redonda.

 

Con este ejemplo se puede ver lo fácil que arraiga un mito o una falsedad, la historia de Colón se ha manipulado, está llena de mitos y falsedades, su origen genovés es otro ejemplo, Colón nunca dijo que fuera genovés, no hablaba genovés, italiano, ni ningún otro dialecto usado en la región, tampoco lo sabía escribir, Colón hablaba y escribía en castellano con giros o palabras gallegas, como se hablaba y escribía en Galicia, las fechas no concuerdan si nació en Génova en 1451 y hasta 1974  no salió de allí, no pudo estar navegando los 23 años que dijo el Almirante que navego, ni tampoco corresponde el tiempo que vivió en Portugal con lo que escribió el propio Colón, tampoco hay documentos que certifiquen que era genovés solo aparece una referencia en la «Institución de Mayorazgo” de 1498, un documento a todas luces falsificado que apareció 80 años después de la muerte de Colón, que ya en su día fue rechazado, su edad tampoco concuerda tenía alrededor de los 70 años al morir, como quedo demostrado en el reciente estudio de su ADN, si fuera genovés o extranjero se le debía exigir  que se naturalizara para recibir los títulos que le concedieron algo que no tuvo que hacer por ser natural de los reinos de Castilla.

 

La reina Isabel no tuvo que empeñar sus joyas, pese a lo que se cree los reyes católicos casi no aportaron dinero, la expedición no supuso un alto costo a la Corona, el retraso de la expedición se debió a la dificultad política que se resume a las relaciones con Portugal, tampoco fue un obstáculo la junta que nombraron los reyes para el estudio del proyecto, esta junta dictaría sentencia negativa contra el proyecto, y que además tenían razón los cálculos de Colón estaban equivocados, la junta no solo estaba compuesta por cosmógrafos, sino que además altos diplomáticos jurídico-políticos como el presidente, fray Hernando de Talavera que fue el que llevo a cabo las negociaciones  de paz con Portugal en el tratado de Alcazobas, lo que demuestra los tintes políticos que se analizaron, las relaciones en 1485 entre Castilla y Portugal eran tensas, llenas de amenazas y agravios por parte de las dos cortes.

 

Contrario de la opinión mal fundada no murió ni en la miseria ni nada por el estilo, murió con una cantidad de dinero bastante respetable, como lo demuestra en su testamento, conservando sus privilegios reales, existen muchos más mitos sin fundamentos que se han enquistado en la opinión general, que fomentan la confusión, con los cuales nos extenderíamos demasiado. Lo cierto y demostrable es su origen gallego.

Autor:  Manuel Doval

Las imágenes de Colón…

Colón siempre mantuvo que su apellido era así: “Colón”, o bien  “de Colón”. Bien, pues así es también como aparece en los documentos hallados en Pontevedra pertenecientes al siglo XV. De hecho es el único lugar del mundo donde aparecen documentos con ese nombre. Pero son otros siempre los que -después del descubrimiento- cambian su nombre (Colom, Colombus, Colombo…) y lo hacen conforme a su pronunciación o derivación lingüística particular. En Portugal se le denomina Colom, lo que los catalanes aprovecharon para atribuírselo. Pero es una falsa atribución.

En latín, idioma habitual en la época, se le denominaba Colombus… Total, que su nombre se deforma al ritmo que crece su fama. Visto esto, Colón llega incluso a decir: “Pongame, pues, el nombre que quisieren…”

Sin embargo, en las Capitulaciones de Santa Fe, el descubridor deja -una vez más- muy claro su nombre y firma como Cristóbal Colón; el Papa en las bulas Alejandrinas le llama Christóforum Colón, y en el primer folleto alemán sobre el descubrimiento que hay en la Biblioteca de Múnich se dice “Cristóforo Colón de España”, lo que sin duda es una latinización del nombre, pero no así del apellido que permanece idéntico, y tal como era junto a la referencia a su origen español, no italiano.

¿A qué viene esto? Pues a que recientemente, se han abierto los archivos secretos del Vaticano (http://www.luxinarcana.org/documenti/), mostrándonos imágenes de la bula papal en la que se ve claramente escrito el nombre de Colón, tal como lo conocemos, y tal como aparece también en los documentos y monumentos pontevedreses: COLON. Sólo por esta prueba  del verdadero apellido del descubridor, ya se  invalida la tesis del lanero genovés «Colombo», y de paso también la  tesis catalano-balear o la portuguesa del «Colom».

Otro de los mitos sobre el Almirante es que nació en 1951 y que con veintisiete años se fue a Portugal. Falso. De ser así, habría sabido hablar italiano y no tendrá que recurrir a un intérprete para cartearse con el italiano Toscanelli. De ser ése el caso, habría descubierto América con 41 años, cuando en realidad lo hizo con 60 años!

Bien, en 1506, con 74 años muere en Valladolid, y como dice el bachiller Bernáldez (que estaba allí presente): “en senectude bona alrededor de 70 años”. En la imagen del Retablo de la Virgen del Buen Aire, o Virgen de los Mareantes de  1535, pintada por Alejo Fernández que se halla en el Real Alcázar de Sevilla, en la Sala de Audiencias, y que en su día fue dependencia de la Casa de Contratación se halla una imagen contemporánea de Colón, y si la ampliamos, a la izda, veremos su cara, con su calva, su barba y su pelo cano. Y también su nariz aguileña, tal como lo describe su hijo que era. Evidentemente no podía tener 41 años…

 

No quiero dejar este breve artículo de pruebas mediante imágenes, sin recordar un dato interesante que suele pasar desapercibido también en Pontevedra: la efigie de Colón que se haya labrada en la fachada principal de la Basílica de Sta. María la Mayor de Pontevedra, una maravilla arquitectónica de estilo plateresco, financiada por el gremio de mareantes de la ciudad y construída durante el s. XVI.

Se trata de una de las joyas de la arquitectura gótica gallega, que fue finalizada durante el reinado de Carlos I por las cofradías marineras de la rica ciudad pontevedresa (la segunda del Atlántico, tras Lisboa, en siglo XV). Esta fachada oeste, es obra de Cornielles de Holanda y Joao Nobre, realizada a modo gran retablo de piedra, con tres cuerpos de profusa decoración. Es obvio que en Pontevedra tenían muy clara la procedencia del descubridor, hasta el punto de incluirlo en la fachada principal de su basílica…

En el cuadrado blanco, vemos una ampliación de la imagen dedicada a Cristóbal Colón, que está mirando para la dormición de la Virgen. Sería muy interesante bucear entre los documentos sobre el origen de la basílica, para conocer más al respecto. Algún día quizá alguien lo haga… En todo caso, allí se colocó la imagen de Colón, como recuerdo de su gran descubrimiento, realizado con la nao “La Gallega”, construida en los astilleros pontevedreses de la Moureira, y que fue rebautizada en honor a esta parroquia y a esta basílica como  la “Santa María” la Mayor, de Pontevedra. La misma a la que Colón dedicó las salvas de disparos en las Indias recién descubiertas, aquel 18 de Diciembre de 1492 …en honor a la patrona de su ciudad: Pontevedra, la cual se celebra el mismo día.

Evidentemente hay muchas más pruebas, estas son sólo un aperitivo para recordar algunas imágenes que demuestran claramente que Colón era el gallego Pedro Álvarez de Soutomaior IV o Pedro Madruga.

Pero de eso nos ocuparemos en futuras ocasiones…

Carlos de Vilanova

 

Pedro Madruga, Cavaleiro de São João de Rhodes (I) – o tempo de provar nobreza

Numa quinta dos arredores de Braga, o velho morgado Francisco Bernardo de Sá Sottomayor, regalava-se em juntar os netos ao seu redor, contando-lhes histórias do seu viver de Tenente de Cavalaria em luta contra os franceses, ou de legitimista combatendo os constitucionais do futuro Imperador do Brasil. Por vezes, no auge do relato, evocava a coragem e o sangue guerreiro que lhe corria nas veias, herança do seu antepassado Pedro Madruga! E os miúdos sonhavam, e “guerreavam-se” a brincar, em nome daquelas memórias distantes.

Agostinho Barbosa de Sottomayor, meu bisavô, tinha sete anos quando o Morgado se finou. Nunca esqueceu as aventuras do avô e, já velho, a doença levava-o a “águas” ao Balneário de Mondariz, no sul da Galiza. Ali, voltou a ouvir falar de Madruga, personagem lendária que ainda nos princípios do século XX encantava os bosques da região.

Relatou-o ao filho mais novo, António de Sequeira Sottomayor, e aquele tornou-se o genealogista de serviço da família durante as seis décadas que viveu. Nenhum dos filhos se despediu dele, sem também conhecer os “feitos” do Conde de Caminha… e as “barbáries” também, mas essas, “eram frutos dos tempos de antanho”!
Meu pai, Agostinho Neuparth de Sottomayor, levou-me aos 18 anos ao castelo do Madruga. Nunca alguém da família ali tinha voltado nas centúrias mais recentes. Não era então o monumento que hoje podemos apreciar; estava decrépito e ameaçava ruína interior. Pairava no ar, suspenso do restolho e silvados em seu redor… místico, mas ainda e assim mesmo, imponente.

Há um quarto de século que me dedico à história e genealogia dos Sotomayor, e isso diz bem da impressão que me causou aquela visita em Setembro de 1983. As minhas filhas, já jogaram “à apanhada” no castelo… e começam hoje também, a conhecer o avoengo Pedro Madruga!

Certo dia, Alfonso Philippot publicou La Identidad de Cristobal Cólon, afirmando que o Conde de Caminha e o Almirante do Mar Oceano, Colón, eram a mesma pessoa. Ri-me, mas quis saber do que se falava. Afinal… a tese fazia sentido, mas só parcialmente. Tudo o que se relacionava com a época declinante de Pedro Alvares de Soutomaior apontava, de facto, para uma possível transmutação de um no outro, em 1486. O estudo para clérigo também fazia sentido, tal como a frota dos Sotomayor em Pontevedra, e a sua ligação à cabotagem e à rota mercante do Levante. O parentesco de Frei Esteban de Soutelo, seu tutor, parecia um achado surpreendente, e pleno de consistência… contudo, e embora sem certezas, os documentos antigos referiam quase sempre a mãe de Pedro Madruga, como pertencente à casa de Monterrey, ou seja, como uma Zúñiga, e não uma Soutelo-Colón, de Poio.

Se nas suas últimas vontades, ditadas em 1440, o pai de Madruga omitiu o nome da sua amásia, acreditamos que o terá igualmente escamoteado o mais possível, enquanto viveu. Sabê-lo-iam de facto frei Esteban, o escudeiro Alfonso Garcia, os parentes próximos da incógnita, e o próprio Pedro Alvares que quando passou a dono e senhor de Soutomaior, em 1469, fez acrescentar na entrada do senhorio, o escudo de armas de Zúnigas, de sua pretensa mãe, em vez de Távoras, como se esperaria pelo seu casamento, numa clara atitude do que hoje em dia poderia ser considerado, “marketing publicitário”!

Porque mentia Madruga? Perguntei-o a Philippot, cuja resposta não me satisfez. Desse modo, pouco convencido, passei o Colón-Madruga à gaveta das recordações.
Volvido ano e meio, Rodrigo Cota apresentou a crónica burlesca de Francesillo. Reabri a “gaveta”; voltei a querer saber o que se passava: afinal, um achado de princípios do século XVI, não poderia ser ignorado. A leitura que então fiz, cimentou o que já aceitara em Philippot, mas a questão de base mantinha-se em aberto; também a coloquei a Rodrigo Cota. Respondeu-me como é seu apanágio: claro, sucinto e pleno de lógica. Madruga mentia para apresentar uma linhagem de nobreza!

As grandes ideias, são quase sempre “ovos de Colombo”, e desse modo pude reequacionar toda a teoria de Philippot acerca do nascimento de Pedro Alvares de Soutomaior, para mim até então, o grande “calcanhar de Aquiles” de todo o conceito. Como chave-mestra, a Ordem de São João de Jerusalém, também chamada Ordem do Hospital de São João, ou mais geralmente, de Rodes ou de Malta.

Gaspar Massó no seu Pedro Madruga de Soutomayor, caudillo feudal, afirma na página 25, a propósito da confirmação dos títulos de Visconde de Tui e Mariscal de Baiona, que o Conde de Caminha pertencia àquela Ordem militar e religiosa; o investigador português Luiz de Mello Vaz de São Payo, recentemente falecido e até então colaborador activo na revista “Filermo” – publicação oficial da Assembleia dos Cavaleiros Portugueses da Ordem Soberana de Malta – , instituição a que pertencia, não estranhou a afirmação de Massó, acrescentando até que os referidos títulos lhe tinham sido reconhecidos quando Madruga “já era cavaleiro do Hospital de São João de Jerusalém (Rodes)”, como se pode ler na página 77 de Sottomayor Mui Nobre, editado em 1999.

Sabemos também, graças a Suso Vila Pérez e ao seu estudo sobre A cidade de Tui durante a Baixa Idade Media, vencedor do segundo prémio História Medieval de Galiza e Portugal em 2008, que à referida Ordem militar, pertenciam nos séculos XIV-XV as comendas de Toroño e Mourentán, no bispado de Tui, cujas fronteiras provocaram conflitos jurisdicionais entre a Ordem de São João e o Bispado, prontamente resolvidos em 1460, com vantagem para o Cabido tudense, entre Álvaro Paes de Soutomaior – o encomendeiro irmão de Pedro Alvares – e o comendador Frei Sueiro de Nogueirol.

Galindo Romeo já esclarecera antes, em 1923, com Tuy en la baja Edad Media que Toroño designava “toda a terra do bispado de Tui não submetida ao senhorio episcopal”, e pela Nobleza gallega que José Garcia Oro deu à estampa em 1981, sabíamos que Paio Sorredea de Soutomaior fora Meirinho daqueles territórios até ao seu falecimento que Suso Vila situa em 1425, sucedendo-lhe o genro, Garcia Sarmiento, senhor de Sobroso, futuro alvo político-militar de Pedro Madruga.
O historial da Ordem de São João revela que em cada lugar onde se instalavam, os Hospitalários começavam por fundar um hospital, logo seguido por um hospício, e só depois se preocupavam com a sua defesa ou fortificação. Segundo Adrián Arcaz Pozo, tratando da Implantación y desarrollo territorial de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén en Galicia (siglos XII-XV), as rotas da peregrinação jacobea foram o cerne aglutinador das comendas e instituições hospitalárias, “facultando ao peregrino hospedagem e assistência nos seus hospitais e albergarias que se encontravam espalhadas, tanto nas desoladas e ásperas montanhas, como dentro das povoações”. No século XV, existiam pelo menos em Tui, o Hospital de São João (dos Gafos), e o Hospital de Pobres e Peregrinos, o que indicia também a presença continuada na região, dos cavaleiros hospitalários.

É precisamente tratando de um aforamento relativo a esta última instituição que a 15 de Fevereiro de 1458 se testemunha, na Edición e estudo escriptolóxico do Tombo do Hospital dos Pobres de Tui que Xulián Maure Rivas publicou, a presença de Pedro Álvares de Soutomaior no claustro da Catedral tudense, ao lado do alcaide da cidade, notários e outras testemunhas. Chama-se-lhe então “discreto varom”, o que prova a sua actuação enquanto representante do Cabido catedralício. Outros documentos apresentados por Suso Vila Pérez em 2008, provam que entre 1460 e 1463, Pedro Álvares era cónego e pertencia ao Cabido tudense, embora segundo aquele investigador, “Pedro não se interessasse muito pelo Cabido”, fazendo-se representar amiúde pelo criado Pêro de Sevilla, de família imigrante da capital andaluza, onde Colón viverá os anos mais relevantes da sua vida.

Extintos os Templários, reza a história que os Hospitalários lhes herdaram senhorios e comendas, um pouco por todo o mundo conhecido. Em Portugal, assim não foi. Dinis, o Rei Lavrador, “tirou da cartola” a Ordem de Cristo, e os cavaleiros de São João perderam poder até ao reinado do “Africano” Afonso V que os relançou e muito beneficiou. Se acaso ainda o não era enquanto serviu o irmão e o Cabido de Tui, por certo Pedro Madruga cavalgou nas hostes das milícias do hospital, ao cair nas graças daquele rei português, de quem teve sempre o maior apoio e amizade.
Qualquer que tenha sido o percurso do futuro Conde de Caminha entre os anos 50 e 60 do século XV, teve de fazer prova da nobreza “a foro de Espanha” dos seus quatro costados, para poder ingressar como cavaleiro secular na referida Ordem, conforme bem esclarece Fernando Gonzalez-Doria no Diccionario Heráldico y Nobiliário, tratando da “Orden Militar de San Juan de Jerusalén”. Os Soutelo dificilmente cumpriam os requisitos, e os Colón eram essencialmente carpinteiros e mareantes.
Um acordo de linhagem pode bem ter sido o ponto de apoio desta mentira tão fundamental. Álvaro Paes, o último herdeiro legítimo e representante da estirpe dos Alvares de Soutomaior, de Toroño, que senhoreavam, ainda e sempre, o solar de onde brotou a casta, conviveu largo tempo na sua infância e adolescência, com seu parente Alfonso, o filho favorito do Mestre de Alcântara D. Gutierre de Sotomayor. Seriam bem próximas as suas idades, e ambos cresceram na Corte, enquanto donzéis de João II de Castela. É o professor universitário de Córdoba Emílio Cabrera Muñoz quem afirma, na página 180 do seu estudo El Condado de Belalcázar (1444-1518), que durante os anos 50, época do seu estratégico enlace com D. Elvira de Zúñiga, Alfonso se passou a apelidar “Alvares” de Sotomayor, facto que o académico atribuía a uma homenagem de Alfonso ao sogro, D. Álvaro de Zúñiga, Conde de Plasencia.
Outra leitura dos factos, permite entrever uma procura de paridade na legitimidade dos Sotomayor da Extremadura, face aos seus homónimos da Galiza. Como moeda de troca, reforçavam-se os Soutomaior de Tui, conseguindo para o seu bastardo Pedro Álvares, a entrada na Ordem de São João, validada num parentesco próximo, tacitamente aceite entre ambas as linhagens, mas sempre envolto em confusa neblina, como o próprio Vasco de Aponte nos transmite na sua Relación dalgunhas casas e linãxes do reino de Galiza, na página 120 da edição de 2008 de Clodio González Pérez, relatando o que sobre esse assunto se conhecia na época, da seguinte maneira: “(…) Pedro Alvarez de Soutomaior era bastardo natural que o tivera seu pai Fernán Eáns dunha irmã, curmá ou sobriña da condesa de Ribadavia, a que morreu a lanzadas”.
José Garcia Oro na obra supra-citada, revela, por acréscimo, que entre os Soutomaior e os Zúñiga existia uma relação de parentesco muito próximo, documentando nas páginas 95 e 222, respectivamente, que Álvaro de Soutomaior se dirigia a D. Pedro e a D. Juan de Zúñiga, de Monterrey, com o tratamento de “mi Señor tio”. Por maioria de razão, deve concluir-se que da mesma forma consideraria a condessa de Santa Marta (Vasco de Aponte chama-lhe erradamente “de Ribadavia”), D. Teresa, irmã destes. Esta situação prova, por si só, que a Pedro Madruga, irmão de Álvaro, bastava ser filho de Fernánd Yáñez de Soutomayor, para também ser visto na sua época como sobrinho da Condessa de Santa Marta. Não precisava de ser filho bastardo de uma qualquer “Zúñiga”, não documentada nas genealogias, como muito bem anota Salazar y Castro à margem do testamento do primogénito do Madruga, também chamado Álvaro, documento datado de 1491, em que o testador menciona o sepulcro de sua suposta avó, na igreja do Convento de São Domingos de Tui: “(…) de dicho Monesterio de S. Domingo onde está enterrada la dicha D.a Constanza de Zúñiga mi abuela”. Equivocava-se Álvaro, ou enganara-o seu pai, bem como aos outros seus irmãos. No mosteiro em que Pedro Madruga se criou e que tão bem conhecia, está de facto sepultada uma dama, ao lado da arca tumular de um Soutomaior: só que se chamava Inês Álvares e foi mãe do segundo João Fernandes de Soutomaior, Bispo de Tui, conforme opinião de Suso Vila, no livro já citado, páginas 351 a 353.
A propósito ainda da suposta mãe do bastardo Pedro Álvares de Soutomaior, cabe nestas linhas a opinião de Rodrigo Cota, baseado na seguinte passagem do testamento de Fernánd Yáñez: “Yten mando q den ala madre del dicho Pedro mi fizo bastardo por el cargo q della tengo docientos frolines de oro y dela dicha ley y cuño de Aragon.” Baseado na equivalência do florin de ouro em relação ao maravedi, moedas correntes no tempo de Enrique IV, o autor de Colón, Pontevedra, Caminha, estima o valor legado, em 14 000 maravedis, magra quantia para um Soutomaior doar a uma Zúñiga, à laia de dote; “más bien parece la cantidad que se entrega como ayuda a una mujer sin linaje alguno ni gran fortuna”. Tomemos como ponto de comparação que o dote de uma nobre casadoura por essas datas, valia cerca de cinquenta vezes mais, como se deduz do contrato de casamento de Mecia Sarmiento com seu primo Francisco, filho dos Condes de Santa Marta.

Estreita era a relação entre os dois ramos dos Zúñigas: o de Monterrey e o de Plasencia. Após a referida morte prematura da condessa viúva de Santa Marta, em 1470, ficou órfão o pequeno Bernardino, cuja tutela, segundo Garcia Oro (página 105) logo foi atribuída ao Conde de Plasencia D. Álvaro de Zúñiga, sogro, como acima se viu, de Alfonso “Alvares” de Sotomayor. Informa Emílio Cabrera Muñoz no já mencionado estudo sobre o Condado de Belalcázar, páginas 182 a 186, que este Alfonso, por sua vez, também morreu cedo, em 1464, cabendo a tutela dos seus filhos à mulher, Elvira, e ao irmão desta, também chamado Álvaro de Zúñiga, Prior da Ordem de São João do Hospital em Castela.

Admita-se pois, à guisa de conclusão, que a este Álvaro poderá ter ficado a dever o então ainda eclesiástico Pedro Álvares de Soutomaior, a sua ascensão a cavaleiro da Ordem de São João do Hospital, após o necessário processo de admissão, devidamente sancionado pelos testemunhos dos Zúñiga de Monterrey e Plasencia, jurando um nebuloso parentesco capaz de garantir ao futuro Conde de Caminha, nobreza dos quatro costados.

O Xadrez de Tordesilhas: Colón, “Alpedrinha”, Caminha – Parte 3 – O “Almirante”

O xadrez de TordesilasD. Jorge da Costa começou a sua carreira eclesiástica em 1463, eleito Bispo de Évora. No ano seguinte, deixava a prelatura do Alentejo e assumia o Arcebispado de Lisboa, cargo a que renunciaria apenas em 1500, a favor do seu irmão D. Martinho da Costa.

Poderá nesse início de carreira ter conhecido o cónego Pedro de Sotomayor quando aquele, já trintão, como se de um Deão se tratasse acorria por terra ou mar aos assuntos de maior peso referentes ao Cabido do bispado de Tui que seu irmão Álvaro mantinha em sede vacante e inacessível pela força da imposta “encomienda”, ao legítimo Bispo D. Luís Pimentel?

Será que no encontro dos soberanos ibéricos ocorrido no Mosteiro estremenho de Guadalupe em 64, no qual se negociaram casamentos de estado, houve D. Jorge da Costa notícia de que ao mesmo Pedro de Sotomayor, o rei Enrique IV pretendia elevar a titular da sede de Santiago, conforme documento apresentado por Gaspar Massó em Pedro Madruga de Soutomayor, caudillo feudal ?

E nos meandros da Corte portuguesa, nos anos setenta, quando Pedro de Sotomayor trocara já o celibato pelo casamento na casa de Távora, senhoriando o sul da Galiza por Portugal, quantas vezes se terão estes dois homens cruzado?

Inclusive na campanha de Toro, em meados desses mesmos anos, sabendo-se pela crónica de Damião de Goes que estiveram juntos ao lado de D. Afonso V, pois “(…) fez ElRey alardo da gente, que comsigo tinha, que com a que veyo (…) com D. Jorge da Costa Arcebispo de Lisboa (…)” e mais adiante, vendo o rei português o estandarte real pelo chão “(…) como desesperado se quizera lançar no meyo dos inimigos desejozo mais de achar quem o matasse, que de viver com desgosto (…)” acção suicida que foi evitada por conselho de uns poucos cavaleiros “(…) e D. Pedralvares de Soutomayor Conde de Caminha, que nesta peleja o sempre acompanharão (…)”.

Que provas poderemos encontrar do conhecimento e eventual amizade destes dois homens, para além de que ambos admiravam e faziam parte do estreito círculo de amigos de D. Afonso V de Portugal? Documentalmente, apenas uma: quando em 1635 D. Rodrigo da Cunha publica em Braga a sua Historia Ecclesiastica dos Arcebispos de Braga, e dos Santos, e Varoens illustres, que florecerão neste Arcebispado, afirmando a dado passo que uma das irmãs do Cardeal, D. Isabel Gonçalves da Costa, se casara com D. João de Sotomayor, filho natural do Conde de Caminha.

Sobre este, deixámos já noutro artigo publicado sob o título Pedro Madruga, Cavaleiro de São João de Rhodes. O tempo dos Navegantes, as razões da nossa convicção de que se chamara efectivamente D. Nuno de Sotomayor, e fora por sua mãe sobrinho do navegador e astrónomo Nicolau Coelho e parente próximo de Diogo Cão, o descobridor do Congo. É tempo de acrescentar novos dados que fortalecem essa hipótese.

Cerca de um ano após Tordesilhas, morreu o rei em Alvor. Sucedeu-lhe no trono o primo D. Manuel e não o filho bastardo D. Jorge, como D. João II tanto queria e talvez a única causa de peso que a vida lhe negou depois da morte prematura do Príncipe D. Afonso nas margens do Tejo. No concreto, negara-lho em Roma o “Cardeal de Alpedrinha”, por não ver nessa vontade o gosto da rainha D. Leonor, nem benefícios de maior para o reino. Assim, grosso modo, a D. Jorge da Costa devia o novo rei de Portugal a sua entronização. O genealogista Alão de Morais conta na sua Pedatura Lusitana de 1670 um curioso episódio revelador deste facto: D. Martinho da Costa “(…) sendo Arcebispo de Lxª acompanhou a ElRei D. M.el de Sacavém pª Lxª e porfiando no caminho sobre as terças das Igreijas q o Arcebpo, lhe não queria largar nem os outros Prelados, E dizendo lhe ElRei, cõ paixão / Não sei quem vos fez Arcebpo. / E elle lhe respondeu / Isso direi a vA. Fez me a mi Arcebpº quem a V.A. fez Rei / (…) E a resposta do Arcebispo não respondeo ElRei nada”.

Manuela Mendonça estabelece que “(…) é impossível falar de confiança mútua ou sequer relações cordiais(…)” entre o rei e o cardeal, sendo que este último lhe não reconhecia a autoridade de monarca, antes lhe exigindo “(…) uma atitude de gratidão permanente pelo trono que lhe oferecera”.

 

Poderemos assim encarar no âmbito de uma troca de favores, o cargo de Mestre-Sala de D. Manuel, eventualmente obtido para aquele Nuno de Sotomayor por intermédio de seu tio, o Cardeal. Veja-se um exemplo muito similar, citado no Nobiliário de Famílias de Portugal da autoria do genealogista Felgueiras Gaio, respeitante a D. Álvaro da Costa que aquele autor diz ser sobrinho do mesmo prelado e “(…) por respeito dele aumentado (…)”, tendo entrado “(…) Moço no serviço do Sr. Rey D. Manoel q nele pos os olhos e lhe deu o Dom e o fez seu Camareiro, e Armeiro e Provizor e Vedor da Fazenda da Rainha D. Leonor”.

A preocupação com a situação de familiares e amigos foi, aliás, uma das características mais notáveis de D. Jorge, o qual dos inúmeros cargos e benesses que foi acumulando, quase todos distribuiu, “(…) sobretudo na última fase da sua vida, por parentes e criados.”

Um exemplo disso é a sua relação de amizade com os Lucena, tendo patrocinado os estudos de Diogo de Lucena em Bolonha e de Álvaro de Freitas em Perusa, ambos sobrinhos do Dr. Vasco Fernandes de Lucena, Conselheiro de D. Afonso V e embaixador a Roma juntamente com D. Pedro de Noronha e Rui de Pina, na obediência de D. João II ao Papa Inocêncio VIII, em 1485. Espante-se, ou não, nesse tempo Fernão Vasques de Lucena, primo dos anteriores e um dos filhos deste Embaixador, pertencia em Castela ao Conselho dos Reis Católicos! Desconhecemos se com actuação pró ou contra Portugal!

Compreende-se deste modo que no seio estritamente familiar, rapidamente D. Jorge da Costa se tornasse o patriarca dos Costas de Alpedrinha, por quem passariam a grande maioria, senão a totalidade, das decisões e responsabilidades. Matrimónios incluídos, ou não tivesse sido já esse prelado encarregue da política de alianças do reino no tempo do rei Africano!

O ramo de Alpedrinha está no entanto ainda pouco estudado, quiçá por não haver suficiente documentação. A maior parte dos autores antigos, referem três casamentos ao pai do Cardeal e lhe dão vários irmãos e irmãs nascidos entre meados dos anos 20 e finais dos anos 60. Um deles, seu homónimo, nasceu em 1459 e veio a ser Arcebispo de Braga; porém, Manuela Mendonça demonstra documentalmente que esse era sobrinho e não irmão do “Cardeal de Alpedrinha”. Em condições semelhantes devemos considerar aquelas que levaram o patronímico “Gonçalves da Costa”, como D. Isabel, casada com o filho natural do Conde de Caminha, facto que coloca a cronologia do seu nascimento em finais da década de 50, princípios da seguinte, sendo Martim Vaz, o suposto pai de toda esta vasta prole quase septuagenário! Não sendo impossível, tende contudo a suscitar a dúvida.

Irmã de facto, ou sobrinha hipotética, o certo é que foi D. Jorge quem lhe tratou do matrimónio, o qual teve lugar entre Julho de 1476 e Junho de 1480, datas que marcam a concessão do Condado de Caminha a Pedro Alvarez de Sotomayor e a chegada de D. Jorge da Costa à Santa Sé. Deduz-se desta aliança não só a amizade e interesses que ligavam estes dois homens em finais dos anos 70, como também se prova a estreita relação de compadrio que desde então os uniu e se revelou elo fundamental no negócio de Tordesilhas de que vimos falando.

Resta-nos à guisa de conclusão, levantar um outro facto paralelo, infelizmente ainda não documentado que permite levar um pouco mais longe e com algum risco da nossa parte, a atribuição da identidade do Almirante Cristóbal Colón, ao Conde de Caminha. Refere-se ao casamento que o Cardeal conseguiu em Castela para outra das suas irmãs ou sobrinhas, D. Luísa Gonçalves da Costa que supomos um pouco mais nova que a já referida Isabel e portanto, nascida durante os anos 60 do século XV. Segundo todos os genealogistas portugueses, o marido escolhido terá sido um fidalgo castelhano chamado Cristóbal de Cardenas. A informação que deixam é seca e não adianta mais do que isto. Pertenceria este homem à linhagem dos Cardenas de Andujar? Seria por isso, de alguma forma parente próximo do Comendador-Mor de León na Ordem de Santiago D. Gutierre de Cardenas, protector de Colón, fiel servidor de Isabel, a Católica e outro dos subscritores por Castela do texto de Tordesilhas?

Não o documentam as genealogias e disso nos podemos hoje lamentar, pois da mesma forma se inviabiliza a sua hipotética identificação com um outro Cristóbal de Cardenas seu contemporâneo, residente em Sevilla, grande amigo e colaborador do notável pintor andaluz Alejo Fernández (c.1475-1545), autor do tema central de um retábulo conhecido como “Virgen de los Navegantes”, originalmente concebido para a Sala de Audiências da Casa de Contratación de Sevilla e hoje conservado na Sala dos Almirantes do Real Alcazar da mesma cidade.

O retábulo apresenta a Virgem elevada sobre o mar, cobrindo com o seu manto protector figuras eminentes da conquista do continente americano que se supõe serem os Reis Católicos, o Imperador Carlos V, Vespucio, Pinzón e Juan de La Cosa, entre outros. Ao nobre representado de perfil em primeiro plano à direita da Virgem tem sido atribuída a identificação de Cristóbal Colón e fazendo fé nas palavras de Manuel Rosa “(…) é o único retrato oficial de Colón sancionado pelo estado”. Estampa-se de facto, na descrição física que o filho lhe traça na Historia del Almirante Don Cristobal Colón, apresentando-o como “(…) hombre de bien formada y más que mediana estatura, la cara larga, las mejillas un poco altas, sin declinar á gordo ó macilento, la nariz aguileña, los ojos blancos, y de blanco de color encendido; en su mocedad tuvo el cabello blondo, pero de treinta años ya le tenía blanco”.

Assim o terão conhecido também em Córdova ou Sevilla, Fernandez e Cardenas, representando-o mais tarde conforme dele se lembravam, quiçá este último bem mais que o seu mestre, se o indocumentavel acaso o fizera cunhado de D. Nuno de Sotomayor!

Descrita que ficou a aparência do Almirante, não resistimos à opinião de dois homens de quinhentos referindo certas qualidades de duas personalidades aparentemente tão díspares como Colón e Madruga. Fernando Colón dá o mote: “(…) en el comer y beber y en el adorno de su persona era muy modesto y continente(…)”; glosa em seguida Vasco da Ponte, cronista galego, “(…) que nin daría un cornado por durmir fóra no inverno, nin en casa cuberta onde non atopase roupa, sabía durmir enriba dunha talla”; volta o primeiro a afirmar “(…) que era afable en la conversación con los extraños, y con los de casa muy agradable(…)”; remata por fim o cronista: “(…) era moi franco, trataba ben aos seus, pero era moi cruel cos seus inimigos(…)”.

Date Caesari quae sunt Caesaris.

Colón Gallego. Algunos documentos.

Todos caemos en el error de pensar, cuando vemos la imagen superior por primera vez, que lo destacable son las tres elegantes personas que con admirable naturalidad nos sonríen. La fotografía, sin embargo, lo que pretende mostrarnos es el cruceiro. Se encontraba frente a la que, decimos, es la casa natal de Colón en Porto Santo, Poio (Pontevedra). Si ampliamos la imagen podremos ver la inscripción, reproducida abajo. Hoy el crucero se ha trasladado unos metros desde su emplazamiento original. Ya no podemos leer en él las letras porque alguien, hace ya años, tuvo la mala idea de borrarlas, precisamente para imposibilitar su lectura. Esta imagen y todas las que siguen, pertenecen a la obra de Prudencio Otero, autor de «España, Patria de Colón».Reproducción de la inscripción anterior y transcripción del texto que presentaba hasta que el malnacido la cinceló para borrarla. Hoy arde en los infiernos con todo merecimiento. Era, sin duda, un seguidor de Ángel Altolaguirre, el mayor detractor del Colón Gallego. Hace ya varias décadas que se publicaron las pruebas de que Altolaguirre, que arde en los infiernos con el maldito cincelador, fue la persona contratada por Mussolini para desacreditar las tesis del Colón Gallego. Afortunadamente ya «casi» nadie hace caso a las obrillas de Altolaguirre. Digo «casi» porque unos blogueros portugueses intentan rescatarlo de su hoguera para atacar a los defensores del Colón Portugués, tan cercano al nuestro como ya hemos dicho. Solamente se me ocurren dos motivos por los que pueden hacerlo: uno, que no tienen ni la más remota idea de quién era Altolaguirre, por lo que van con décadas de retraso; dos, que saben perfectamente quién era Altolaguirre y están encantados de conocerlo.

Arriba, partida de defunción de María Benita Bargas y Colón, una de las muchas (y muchos) descendientes de Colón afincados en Pontevedra. La señora murió en 1773 y el documento pertenece al archivo de la Parroquia de San Bartolomé. Existen muchos otros documentos referidos a la descendencia de Colón en Pontevedra, aunque hoy nos limitamos a utilizar los presentados en la obra de Don Prudencio.

Miguel Colón de Portugal, residente en México, a quien se le otorga un foro sobre media casa en Pontevedra. Otro de los descendientes del descubridor.

1731. Joaquín Piñeiro, propietario del documento superior, compra a Catalina Colón de Portugal, los foros sobre tres casas en Pontevedra, dos de ellas en As Corbaceiras, frente al lugar de Porto Santo.

Juan de Colón y su mujer, Constanza de Colón. 1519. Finca en Andurique, San Salvador de Poio. El documento es propiedad de los descendientes del granCelso García de la Riega, padre de la teoría del Colón Gallego. Es uno de los papeles que se salvó de la criba a la que fueron sometidos los documentos de Don Celso. En este caso, no hubo excusa para invalidar.

Uno de los documentos que demuestran que los Colón de Pontevedra eran navegantes. Antonio, o Alfonso, o Alonso de Colón, miembro de la Cofradía de San Miguel. Cartulario que cubre las fechas entre 1480-1490, y por tanto, anterior al descubrimiento de América. Era propiedad de la Sociedad Arqueológica que presidía Don Casto Sampedro, otro pontevedrés del que deberíamos hablar algún día.

Otro papel, en éste caso importantísimo. Visita del «Muy Magnífico y Reverendísimo Señor Maestro Cristóbal Colón» a la Cofradía de la Santísima Trinidad. Este tío era descendiente directo de Colón, con total probabilidad nieto. Diego Colón, hijo del descubridor y heredero de sus títulos tuvo tres hijos llamados Cristóbal Colón, de tres mujeres distintas. Este sería uno de ellos, parido por una tal Isabel Samba. Los tratamientos de «Maestro» y «Reverendísimo» nos revelan que pertenecía a alguna orden religiosa-militar.

A propósito de este asunto, nos escribe una persona que se dedicó en algún momento a investigar al Colón Gallego. Nos hace ver que Isabel Samba es citada en algunos textos como Isabel Gamboa. Le pedimos fuentes y va y nos las proporciona. Sostiene que la transformación del apellido Gamboa en Samba puede deberse a algún error de transcripción de algún documento original, pues las grafías son parecidas. Así pues, donde dice Isabel Samba, habremos de leer Isabel Samba o Gamboa. Y gracias a nuestro/a erudito/a comunicante anónimo/a.

Otra visita del mismo personaje, en esta ocasión realizada al Gremio de Mareantes.

Y otra, también al Gremio de Mareantes, en 1575. ¿Qué hace un nieto de Colón, establecido en Pontevedra durante varios meses, visitanto cofradías de navegantes? Lo explicaremos en otro momento.

Juan de Colón, cuyo nombre aparece también grabado en piedra en la Basílica de Santa María (visita recomendable, para leer con nuestros propios ojos la inscripción). Es uno de los personajes más documentados.

El mismo Juan de Colón se metió en algún lío del que lo tuvieron que sacar sus colegas, Juan Nieto (socio suyo además en un cerco de pesca, y cuyo nombre aparece también unido al de este Colón en la inscripción en piedra de Santa María), y Juan de Padrón, quienes tuvieron el gesto de pagarle la fianza para que hoy, cinco siglos después, podamos leer este papel.

Hagamos constar que todos los documentos aquí presentados suponen una pequeña parte de los existentes. Y resaltemos que ni uno sólo de todos estos papeles han sido jamás cuestionados ni invalidados. Existe la creencia de que la tesis del Colón Gallego estaba sustentada, en su origen, en unos pocos documentos retocados o adulterados. Algún día explicaremos los porqués de tan grave desinformación. Lo cierto es que apenas una pequeñísima parte de toda esa documentación fue en su día parcialmente invalidada. Todos los demás documentos, como los aquí reproducidos, son absolutamente auténticos, inmaculados, validados, certificados… y así lo han reconocido cuantos expertos los han visto y estudiado, sin excepción.

Autor: Rodrigo Cota