La Academia Gallega y el Colón gallego

La Academia Gallega

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La Habana, 20 de julio de 1927. por José M. Riguera Montero

“La Idea Moderna”, de Lugo. En su número del 28 de mayo último, publicó una nota oficiosa de la Real Academia Gallega, nota que ningún periódico coru­ñés quiso insertar, por entender que es una vergüenza para la región y un baldón insigne para aquella entidad que vive a expensas de los gallegos residentes en la Habana, engañados por los académicos que dirigen y mangonean la llamada cueva céltica. En esa nota se hacía público el acuerdo adoptado por dicha Corporación de salir al paso de los defensores de la idea de que Colón fue gallego; para im­pugnarla por todos los medios, porque ella—la Academia—no puede tolerar que se propale tal descubrimiento.

Es decir: que la Academia Gallega, pre­sidida por don Manuel Martínez Murguia, de quien no cabe afirmar siquiera que es gallego, porque ni en gallego es­cribe ni por Galicia ha hecho nada si no recoger la pecunia que le libran religiosa­mente de la Habana y de las provincias de la región, no es capaz, de depurar nuestra lengua y ni saca a flote el Diccionario ni la Gramática; pero, en cambio, dedica su esfuerzo a negar glorias reconocidas por los de fuera y admitidas como gallegas por doctas entidades con las que en vano tratará de competir.

Y confieso mi pecado: he sido hasta ahora académico, pero me consideré en el caso de lanzarme voluntariamente fue­ra de ella después de la sesión ridícula y antipatriótica por aquel centro celebrada y en la cual se acordó solemnemente, asis­tiendo los 4  mangoneadores que ayudan a Murguía a disfrutar de la prebenda que le dispensan los gallegos de Cuba, em­prender una propaganda activísima para demostrar (mucho demostrar sería) que Colón ni fue natural ni siquiera oriundo de Galicia.

Empecemos por sentar la proposición previa de que la Academia Gallega, que es de la Ijcngua y no de la Historia, no es. no puede ser. la llamada a ventilar este asunto que se aparta de su jurisdicción. Murguía sigue cabalgando, en brioso ala­zán, asistiendo al combate de Clavijo, del cual no pasará su Historia que tantos mi­les de pesetas lleva costado a Galicia; el Diccionario y la Gramática aparecerán pa­ra las calendas griegas; y gracias que los buenos hablistas usan las lecciones del sabio Saco Arce; pero, en cambio, no pue­de soportar la doctísima Corporación que Galicia tenga una gloria más. Es cosa que le enfada, le enoja, le molesta, le exci­ta, le exalta, le exaspera.

Y la explicación es bien sencilla. Mur­guía odió mortalmente a Celso García de la Riega, le odió como odia a todo hom­bre que vale, porque él quiere ser el úni­co valor literario de esta región, sin ad­vertir que este valor va muy en mengua, porque cada cual sabe el secreto de todas estas cosas.

Cuando Celso García de la Riega, en­fermo de cuerpo, pero sano, muy sano, de intelecto, escribía desde el lecho de do­lor,  aquellas diatribas que hicieron a Murguía morder el polvo del mayor ridículo y del fracaso más señalado, el Presidente de la Real Academia Gallega, guardó un estudiado silencio que fue comentadísimo, porque a través de él, se veía al derrota­do Murguía, estilista brillante, acaso, no es historiador, ni gramático, ni siquiera hombre erudito, capaz de contender con un escritor del fuste de la Riega.

Murió éste para desventura de Galicia; la región perdió un sabio que soñaba con las glorias de su país, al cual consagra­ba todo su valer incalculable.

Y entonces, Murguía, que no pudo lu­char con García de la Riega, vivo y en ple­nitud de facultades intelectuales, pensó vengarse después de muerto aquel ilustre escritor y publicista. La pluma gallarda, el estilete penetrante habían sido rotas por la muerte y ya nada tenía que temer el Presidente de la Real Academia Gallega.

Derechamente va a ello, y arrastra a la manada de ovejas que le siguen y ayudan a gozar de las pesetas de los paisanos que en Cuba residen para lanzar urbi et orbi que Colón n0 fue gallego ni de aquí origi­nario, que todo eso es una patraña y que Galicia, unida por lazos espirituales y de cariño a América, no quiere llamarse ma­dre del hombre ilustre que descubrió aquel país de nuestros afectos.

La labor 110 puede ser más antipatrióti­ca y a atajarla debemos dedicarnos los gallegos amantes de las glorias de nues­tra región, desenmascarando a los farsan­tes que tratan de restarlas y poniendo al desnudo ante el mundo entero a esos en­diosados pigmeos que no son gallegos en sentimientos ni merecen ser llamados así, porque realizan obra contra Galicia.

Es preciso que se sepa en todas partes que esta región nada tiene que ver con cuatro mentecatos dispuestos a halagar solo a quienes le suministran el condumio, aunque para ello sea preciso llevar a cabo todas las humillaciones, pero que no son capaces de ninguna labor noble, lle­gando hasta negar a su propia patria.

Que el sacrificio que hacen los gallegos por sostener esta mal llamada Academia no continúe; que se descubra quien es Murguía el litiputiense de cuerpo y de alma, que no tiene corazón para sentir ni entendimiento para dar a Galicia lo que han sabido darle hombres de la talla de Celso García de la Riega.

Un Coruñés,

Ex-académico de la Gallega.

(el que escribe es José M. Riguera Montero)

Los editores de Eco de Galicia, responden en el número siguiente, al revuelo que el artículo de Riguera Montero le dedicó al LITIPUTIENSE ANTIPATRIOTA, Murguía.-  en la Habana, 10 de agosto de 1917:

La Academia Gallega y la Patria de Colón 

revista08_Página_01Revuelo y grande ha causado entre algunos elementos de la colonia gallega el artículo que sobre el señor Murguía y la patria de Colón, hemos publicado en el número antepasado y que firmaba “Un Coruñés ex-académico.”

Y antes de dedicarle nuestros comentarios, nos parece bueno advertir que el citado trabajo era de colaboración, y que, por lo tanto, esta revista no se hacía, por el hecho de haberlo publica­do, solidaria decidida de los ataques, más o menos duros, con que fustiga su au­tor al ilustre presidente de la Real Aca­demia.

Lo mismo el señor Murguía que el se­ñor Riguera Montero, a quien algunos atribuyen la paternidad de aquel artícu­lo, nos merecen todo género de respetos y consideraciones. Ambos son gallegos meritísimos. Y esta publicación, consecuente con su credo de no zaherir repu­taciones y menos de la talla mental de Murguía y Riguera Montero, no puede sino lamentar profundamente el que, entre personalidades de honorabilidad cien veces probada, se den motivos pa­ra discusiones que siempre han de resul­tar enojosas e improcedentes.

Es verdad que la Academia Gallega tiene en la misma región y sobre todo en La Coruña, detractores irreconcilia­bles que no pueden disimular evidentes despechos e inconfesadas inquinas; originario todo, según el decir de algunos, a que en la docta corporación domina una especie de “trust’’ donde se coti­zan y expenden mercenariamente paten­tes de intelecto más o menos efectivo. Y hasta hace poco, la Academia padecía, además, el mal de la inercia. Es innega­ble que la Academia no halló la ayuda eficaz que debía esperar de los centros oficiales; pero nos parece de una candi­dez supina creer que estas entidades han de vivir de las dádivas o limosnas del Estado. Hasta ahora, que sepamos, los dirigentes de la Academia no han rea­lizado nada tendente a acrecentar sus re­cursos entre los particulares, a fin de re­forzar la acción económica de los galle­gos de América. Y ello acusa una negli­gencia censurable e incomprensible.

Ahora bien. ¿Es el señor Riguera Mon­tero el inspirador o autor del trabajo contra el venerable señor Murguía? Si lo es, ¿es producto de sus simpatías ha­cia la obra de Celso García de la Riega, su trabajo? Venga en buena hora la vin­dicación del malogrado difundidor de la verdadera patria de Colón, si es así. Pe­ro si, por el contrario, el señor Riguera Montero obra a impulsos de ocultos y antiguos resabios contra el presidente de La Academia, es inadmisible la forma de ataque al señor Murguía por el punto de vista que sostiene, quizás con honra­dez.

Por nuestra parte, entendemos que cualquiera, menos el Presidente de la Real Academia Gallega, puede invitar­nos a dejar por absurdas las conclusio­nes obtenidas tras largos años de estu­dios profundamente pacientísimos del di­funto García de la Riega, acerca de la verdadera patria de Colón. Y si el ilus­tre historiador de Galicia era enemigo de La Riega, peor que peor.

Sin embargo, a nosotros nos parece duro e injusto el calificativo aplicado al señor Murguía por “Un coruñés ex- académico” de antipatriota. Cuando más, puede acusarse al venerable presi­dente de la Academia, de indiscreto, ya que su obstinación en presentar los tra­bajos de García de la Riega como pro­ducto de una imaginación anormal, tiene necesariamente que herir en lo más hondo, a cuantos desde hace tiempo venimos siguiendo y admirando la labor realiza­da por el pontevedrés preclaro y sus continuadores.

Nosotros, que miramos con simpatía la labor de la Sociedad Iniciadora y Protectora de la Real Academia Gallega, y que a su sostenimiento contribuimos como cuadra a nuestras limitadas fuer­zas, queremos hacer constar que ningún empeño temimos en restarle prestigios, que dicho sea de paso, los tiene ganados en buenas y honrosas lides.

Amamos la Academia Gallega como el que más; por eso, precisamente, nos duele que los que la dirigen allá, en la tierra, la pongan en evidencia con de­claraciones que pugnan lastimosamente con la sagrada misión que se les tiene confiada.

ACERCA DE UNA RECTIFICACIÓN HISTORICA

revista46_Página_01Habana 19 de mayo de 1918

El pleito de la verdadera patria de Cristóbal Colón continúa siendo objeto de fuertes discusiones, de controversias más o menos apasionadas, lo cual no tiene ciertamente nada de ex­traño, tratándose de asunto de tanta monta co­mo lo es una rectificación histórica.

Ahora bien: si en el hecho de investigar, desmenuzar los detalles, someter al examen de la crítica la prueba documental e indiciaría que se señala a Pontevedra como la verdadera cuna del esclarecido navegante, no hay nada de censurable, lo hay, en cambio, en ese afán de combatir, en ese rencor que dura más allá de la muerte, en juicio crítico donde no asoma por ningún la­do la imparcialidad necesaria en tal clase de trabajos.

Y lo más lamentable del caso es que, culpable de ese delito, sea un organismo con fines pa­trióticos fundado, un centro docente, cuya misión es fomentar el idioma, el dulce idioma de Galicia; proteger y encauzar las artes y las ciencias  y desvanecer las nieblas misteriosas que envuelven la gloria del pasado, la Real Academia Gallega, en fin, quetantas esperanzas había des­pertado a raíz de su fundación.

Pudo haberse equivocado García de la Riega en  su afirmación bien reforzada está con datos que no es posible rechazar; pero en fin, si existe error, combátese este; señálense los pun­tos inciertos con argumentos razonados; pero no se espera a la muerte de un hombre que que era un sabio y una gloria de Galicia, para escarnecerle vituperarle y lanzar sobre su tumba la terrible acusación de falsificador, de la cual desde luego protestamos.

¿Porqué en vida de García de la Riega guardó silencio la Academía? ¿Es lógico que ahora, cuando han trancurrido algunos años de su muerte, se haya descubierto el error o la alteración de los documentos que dieron origen al resurgir de la verdad histórica?

Hacemos estos comentarios dolorosos por la penosa impresión que en nosotros produjo el número del boletín de la Aaademía correspondiente a Octubre pasado, en el cual se inserta el informe rendirlo por el Académico, por cierto ya en la actualidad fallecido, señor Oviedo y Arce, Boletín que los miembros de la Sociedad Protectora de la Academía han de ver con natural asombro y desagrado.

Nosotros reconocemos en la leal Academia gallega, organismo que preside el prestigio res­petado del patriarca de nuestras letras, señor Murguía, autoridad en estos asuntos; pero no escatimamos nuestras censuras para el hecho de que el rencor, el recuerdo de pasadas discordias, de lejanas querellas, desnaturalicen la misión de la Academia que debe ser ante todo, por sobre todo, imparcial y justa.

¿Que dice a esto el doctor Horta, uno de los más entusiastas defensores de la nacionalidad gallega de Colón, e inteligentísimo apologista de la misma?

La Academia de la Historia de Madrid a cuyo fallo ha sido sometido el pleito que se ventila, no ha hecho conocer aun su opinión; pero sea esta la que sea favorable o adversaria a la cuna pontevedresa del gran Almirante, nosotros con­vencidos estamos de que dicha gloria cabe a la bella ciudad del Lérez, porque los datos aducidos en su abono son irrefutables.

Mercedes Vieito Bouza

Castro Sampedro  puesto al descubierto por Don Prudencio Otero Sánchez:

Prudencio Otero

CARTA ABIERTA Progreso 07/07/1917

A MI AMIGO CASTO SAMPEDRO

Mi querido amigo: Acabo de leer el comunicado que V dirigió e insertaron hoy el “Progreso” y “Faro de Vigo”, con lo cual, según V. manifiesta a los Directores de esos diarios, pretende contribuir a evitar los errores y conclusiones en que sigue envuelta la investigación sobrela patria y origen del gran navegante.

Creame, mi querido amigo que lo he leído con vivísimo interés buscando en el algo que nos trajese la luz en asunto de tal importancia para España, ya para, afirmar la tesis sostenida por García de la Riega o ya para desecharla por haber encontrado V. la clave de la verdadera cuna del gran Almirante.

Pero por más que he buscado en su escrito algo nuevo, no lo he encontrado y veo que él se concreta única y exclusivamente a manifestar que son auténticos los documentos cuyas fotografías he presentado a la Comisión pro-colón, y que en consecuencia es falsa la aseveración que hizo el Sr Oviedo en su artículo reinserto en el “Boletín de la Academia de la Historia” y al cual, aludí en mi telegrama al presidente de esta Corporación.

Para esclarecer esto hace V. la aclaración de que ha sido V. quien ha encontrado los documentos, y ha tenido que ir a leerlos en los archivos; esto mismo lo he manifestado yo bajo mi firma y se ha publicado en la prensa de casi todas las regiones de España y aun en América, y yo he dicho más, he dicho “que el único que en esta capital había registrado todos los archivos de ella ha sido V., que gracias a V., que se puede volver sobre la tesis de García de la Riega; por haber dado con generosidad increíble los documentos a que alude; he dicho en fin todo lo que es verdad, que V sabio arqueólogo, paleógrafo, historiador y no he dicho que era miembro de la Academia de la Historia y de la Real Academia Gallega de la Lengua Gallega porque no lo sabia”, y aun deje de decir muchas otras cosas que lo enaltecen a V. por que espero ha de llegar el momento oportuno de hacerlo.

Pero V. parece que tiene empeño en llevar este asunto por otro camino buscando recaiga la nota ridícula sobre mi pequeña personalidad, y sin fijarse en que con esto quien desea dar gusto a la galería es V.primeramente sacando a relucir el Crucero de Porto Santo en su voto particular ante la Comisión provincial y ahora llamándome irónicamente paleógrafo, epigrafista e historiógrafo.

Yo le emplazo V. aque busque en mis escritos algo que pueda mortificar V. ni a nadie: a este terreno acuden solo los que no tienen o no encuentran otros elementos para emitir sus pensamientos, los verdaderos sabios como usted, cuando tienen algo que censurar, lo hacen ilustrando, y esto es lo que yo esperaba encontrar y aun espero en sus escritos; y es por esto que me voy a permitir manifestar a V. mi opinión, no mi consejo ( entiéndalo bien) y es que cuando V. quiera censurar lo que yo escriba, lo haga rebatiendo los errores que contenga, ilustrándome, pero no haciéndolo con la ironía ni el ridículo, por que quiero serle a V. franco y noble, en este terreno lleva V. mucha desventaja, por que yo he tenido y aun conservo algo de gracia y sal ática y V. es muy serio para poder contender conmigo en este terreno.

A mi me han instado a que contestase a su voto particular y no quise hacerlo por que creo que el asunto cuyo esclarecimiento se busca, no deben envenenarlo pequeñas pasiones, ni cuentos ni chismes de vecindad, sino que sostenga cada uno sus ideas sin entrar en el terreno a que han llegado V. y el finado García de la Riega,merced a chismes de amigos oficiosos que han envenenado esa amistad de hombres eruditos y que tanta gloria hubieran dado a su patria y a este rinconcito de Galicia que tanto amamos, si hubieran marchado de consuno, de común acuerdo.

Respecto a la defensa que V. hace de su amigo Oviedo, a quien tengo el gusto de no conocer, no debo decirle más que lo siguiente: al manifestar en mi telegrama al señor presidente de la Academia de la Historia “que sentía que llevasen las bajas pasiones más allá de la tumba” era refiriéndome a quien me había llamado falsificador; pero V. se lo aplica a si mismo: usted sabrá por qué.

Esa defensa que V. hace de ese señor Oviedo, guárdela para los Tribunales, cuando llegue la oportunidad, pues yo no soy abogado y no puedo defenderme ante ellos: allí demostrará V. que no es verdad que haya dicho que los documentos presentados por mí son falsos.

Concluyo rogándole que con esta primera y última carta terminemos esta cuestión, pues yo ya le he dicho a su simpático hijo Ricardo, a sus sobrinos y a todos los que quieren oirme, que pienso tener una conferencia con V. pues deseo mantener la buena amistad que hemos sostenido tantos años, sin dar gusto a la galería, a la que yo no busco, y si en este asunto he recurrido y necesitado de la publicidad es para hacer revivir una idea grande para la patria, porque sinceramente creo que Colón es español, como supongo que V. sinceramente cree que es genovés.

Téngame siempre por suyo afectísimo amigo.

Prudencio Otero Sánchez

FARO DE VIGO Sábado 29 de Diciembre de 1928

Una Carta

La Nacionalidad de Colón

Señor Director de el Faro de Vigo.

Muy señor mío: Acabo de leer en su número de día de hoy (28/12/1928) una carta del señor Casto Sampedro, en que me alude y según me aseguran ya lo hizo en números anteriores.

Ruego a V. que haga el obsequio de insertar la contestación, que una sola vez tengo de darle a aquel señor, pues necesito mi tiempo para emplearlo en asuntos particulares y en algo de más importancia que las cuestiones de amor propio de si fue él, o el señor García de la Riega o el señor Castiñeiras; el primero que sustentó y planteó la idea de si Colón fué genovés o español.

Muy agradecido de antemano por la inserción que solicito de V. salúdole con la consideración más distinguida su afectísimo

Prudencio Otero Sánchez

Sr D. Casto Sampedro.

Mi antiguo amigo y ex-compañero: Ya hace bastantes días que me dicen que está usted empeñado en que los lectores del Faro de Vigo se enteren de que fué usted el primero en concebir la idea de que el Gran Almirante Cristóbal Colón podía ser natural de Pontevedra y para ello acota V. con lo que manifiesto en mi libro “España Patria de Colón”.

Así lo creía y por lo tanto me creo con el derecho a hacer a V. una sola pregunta.

¿ Adquirió V. esa idea, al ver documentos impolutos, sin mácula alguna, con los apellidos Colón y Fonterosa, o con los documentos que están en su poder y que envió a la Real Academia, según propia afirmación de V. burdamente alterados, calcados, enmendados, raspados, etc?Espero de su caballerosidad la pública contestación.

Suyo afectísimo

Prudencio Otero Sánchez

El Sr. Álvarez Limeses intercede en la refriega:

FARO DE VIGO Domingo 30 de Diciembre de 1928

Un Asunto en Litigio

Los Documentos de Colón

Al leer la carta de D. Casto Sampedro publicada en el Faro de Vigo el 28 de Diciembre nuestro asombro no ha tenido límites, pudiéramos poner otra palabra más fuerte, pera acudimos a la serenidad, pensando que es el atributo que hace al hombre imponer su razón.

El señor Sampedro no se ha dado cuenta sin duda, de la gravedad de sus palabras, ni de la situación más grave aún en que se ha colocado, al acusar terminantemente a García de la Riega -entre otras personas- de hacer alteraciones gravísimas en documentos ajenos que en confianza se le habían prestado.

Nosotros tenemos que hacerle ver a Don Casto la seria transcendencia de su hecho y la delicada situación en que se ha puesto. Para ello debemos empezar por repetir sus mismas expresiones:

“En cuanto se va a decir, queremos y pedimos, que se tengan por salvados toods los respetos debidos a Don Casto. Si algo, parece que se sale de este marco, póngase a la cuenta del señor Sampedro que nos obliga a ello.”

En el Libro de D. Celso García de la Riega”Colón español” se han publicado fotografías de 13 documentos. De estos están en poder del hijo de D. Celso, los siguientes:

1 Nicolás Oderigo

2 Bartolomé de Colón

3 Domingo de Colón “el Mozo”

4 Blanca de Colón

5 Domingo de Colón 2el Viejo”

6 María de Colón

9 Cristovo de Colón

10 Juan de Colón y Constanza de colón

11 Abrahan Fonterosa y su hijo

En poder del Señor Sampedro:

7 Domingo de Colón y Benjamin Fonterosa

8 Antonio de Colón

12 Benjamin Fonterosa

13 Jacob Fonterosa

De todos los documentos han sido declarados indubitables por el señor Serrano Sanz – en vista de los fotograbados- el 9 y el 10, en poder de García de la Riega, y el 8, que tiene D. Casto

De todos los documentos -excepto tres- habló D. Celso en su conferencia de 1898, Sociedad Geográfica, que fué publicada en folleto, y de los no reseñados entonces, los números 11 y 8 proceden de D. Casto y el 3 del señor Nuñez.

De manera que ya conocía el señor Sampedro en 1898 todos los documentos, que fotograbados, figuran en el libro “Colón español”, publicado en 1914, y no solo los conocía sino que además, el señor Sampedro facilitó los principales; según propia manifestación hecha en su carta publicada el 26 de Enero 1914, ratificada hace pocos días.

El señor Sampedro acusa ahora a la Riega de alterar esos principales documentos que él le dío; y que se diga esto, es monstruosos, inconcebible y no puede pasar sin la más enérgica repulsa.

¿Se puede creer que el señor la Riega fuese a alterar esos importantes documentos que iba hallando y le facilitaba el señor Sampedro?.

¿es comprensible que el señor Sampedro callase hasta el momento, hecho tan grave?

¿Cabe en cabeza humana que el señor la Riega fuese a estropear esos documentos importantes, perjudicando su misma obra?

¿Cómo se explica D. Casto, que al publicarse la conferencia de 1898, y más tarde fotografias de muchos de los documentos, y de todos ellos en 1914, no hizo público que estaban alterados?

¿ Cómo se explica también, que los documentos que están en su poder -que no permitió que saliesen de su despacho, y tuvo que ir allí el fotógrafo señor Pintos, para poder obtener de ellos las fotos que luego figuraron en el libro “Colón español”- resulta precisamente ahora, que están alterados hasta el extremo que nos cuenta, sin que él antes hubiese dicho nada y los dejase fotografiar y publicar tranquilamente?

¿A qué obedece que estos documentos custodiados por el señor Sampedro con tanto celo -como vemos por el párrafo anterior- sean los que últimamente a la Academia- y que según el Debate tienen raspaduras, manchas, retoques, empleo de tintas diferentes, etc- y en cambio otros que tiene D. Casto en su poder perfectamente inmaculados no los haya enviado -que nosotros sepamos- a examen de la docta Corporación?

¿Por qué extraña coincidencia, el señor la Riega fué a insertar en su libro documentos facilitados por D. Casto, que ahora tienen reparo, y este tenía y tiene, otros sin la menor mácula; el del Cristóbal Colón visitador, del que nos habló hace pocos días, por ejemplo?

¿A qué raro suceso se debe el que los documentos en poder del hijo de D. Celso, hayan sido examinados por un técnico como Mansfield, y los considere avivados- no todos- pero buenos y diciendo lo que decían en su primitivo estado?.

Hay que pensar con todo esto, que D. Casto no ha procedido con la seriedad y rectitud que correspondía a un hombre de su cultura, y que además, le ha cegado una pasión contra García de la Riega que se descubre a través de todos sus escritos, y que le arrastra a hacer y decir, cosas que no corresponden a un hombre de su predicamento.

Su última acusación hemos aclarado que es improcedente, injusta y altamente depresiva para el que la hace.

D. Celso era incapaz de hacer lo que se le acusa y máximo sabiendo que así estropea toda una larga labor de desvelos y trabajos.El origen de las alteraciones

El origen de las alteraciones que ahora se descubren, será probablemente un misterio más en la vida. Nosotros no quisiéramos nunca llegar a descubrirlo.

Lo interesante es que la tesis triunfa; va arriba y nadie ni nada, puede ya contenerla.

Estos momentos de los más rudos golpes contra García de la Riega, son precisamente los del mayor triunfo de su tesis.

Cristofforus Columbo, de Génova, hijo de Domenicus, según el fallo del tribunal internacional de “ABC” no tienen nada que ver con el descubridor del Nuevo Mundo. Ha caído, pues, definitivamente, la genealogía genovesa, de que tan enamorado estaba don Casto, y que queda viva la pontevedresa -aunque no completa- esperando que hombres de valor y mérito, que trabajan con fe e investigan con entusiasmo, encuentren la prueba definitiva que nos dé la gloria de ser Galicia y España la patria del gran nauta.

Para todos sería un día de inmensa alegría y más para nosotros, por constituir el mejor homenaje que pudiéramos hacer a la memoria del historiador García de la Riega, tan duramente y con tanta injusticia combatido

José Álvarez Limeses

Cartas entre Victor Said Armesto y Murguía sobre Celso García de la Riega

 Historia de una canallada IV

Conferencia Maria Del Carmen Hidalgo -Jefa del Servicio de Patrimonio Documental del IPCE-

Un comentario en «La Academia Gallega y el Colón gallego»

  1. Qué interesante tristeza!. Desde luego el «liliputiense ilustrado» era un tanto retorcido; según J.L. de Serantes, es muy cierto que «no soportaba a nadie que pudiese hacerle sombra», y así la tomó con Benito Vicetto y su «Historia de Galcia» y con «Los Hidalgos de Monforte», al cual llegó a amargar hasta el punto de hacerle abandonar su tierra y marchar para Madrid.
    En cuanto al tema de los documentos… qué «sospechoso» que sean precisamente aquellos que manosearon don Casto y don Oviedo los que, valga le repetición, son más «sospechosos».

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