Biografía de Cristóbal de Sotomayor.

escudo-puerto-ricoRecibo una carta de Barack Obama, quien se identifica como presidente de losEEUU, casado, dos hijas. Dice así:

Querido Rodrigo:
Siento curiosidad por la figura de Cristóbal de Sotomayor, hijo del conde de Camiña y primer conquistador de Puerto Rico. ¿Podrías, please, escribir y publicar su biografía si no quieres que toda tu familia sea asesinada por mis servicios secretos? Mi esposa Michelle y yo estaríamos encantados bla, bla, bla.
Así, he decidido publicar el capítulo dedicado a Cristóbal de Sotomayor en mi libro «Colón, Pontevedra, Caminha«. Creo que es, hasta la fecha, el primer intento de reconstruir la vida de este caballero pontevedrés, y creo que es un buen punto de partida para posteriores estudios biográficos.
Ahí va.
 
Capítulo IV: 
Un hijo de Pedro Madruga: Cristóbal “Colón” de Sotomayor, el favorito de los reyes.
Hasta ahora teníamos noticia de la amistad entre Hernando Colón, el hijo menor del descubridor y Cristóbal de Sotomayor, hijo de Pedro Madruga, a través de una anotación hecha por el propio Hernando en su ejemplar del libro “Sedacina Totius”:
“Diómelo con la “Suma” de Geber, don Xristóbal de Sotomayor hijo de la condesa de Camiña…”
En aquellos tiempos un libro era una posesión rara y valiosísima. Existían “bibliotecas” que no pasaban de una docena de ejemplares, y raras eran las que superaban esa cantidad que no se encontraran en un monasterio. Pero para Hernando Colón, el mayor bibliófilo de su época, quien dedicó la mayor parte de su vida y su dinero a fundar la “Biblioteca Fernandina”, luego llamada “Colombina”, debió significar un gran gesto de amistad recibir nada menos que dos ejemplares de obras significativas del hijo de Pedro Madruga, y así lo hizo constar. Y Cristóbal de Sotomayor debía tener poderosos motivos para desprenderse de tan preciada mercancía.
Pero hoy podemos demostrar además que la amistad entre estos dos personajes se extendía también a otro hijo de Colón, Diego Colón, quien sucedió a su padre en el título de almirante.
Este Cristóbal de Sotomayor fue un protegido de la reina Isabel prácticamente desde su infancia. No deja de sorprendernos que la reina mostrase tanto interés por el hijo menor de Pedro Madruga, quien en tiempos fuera uno de sus más feroces enemigos. Téngase en cuenta que el benjamín de un señor nombrado en Portugal conde de primera generación tampoco era tan importante en comparación con muchos otros nobles de mucho mayor linaje que no recibieron ni por asomo tantas atenciones por parte de los reyes como Cristóbal de Sotomayor.
Y más sorprendente aún es el seguimiento que la corona hace de este personaje hasta después de su muerte, que, como veremos, causó conmoción al rey Fernando. Ya no sería tan sorprendente, sin embargo, si Pedro Madruga y Colón fueran una misma persona, pues ese trato privilegiado a Cristóbal Sotomayor se entendería como una graciosa concesión de los reyes al descubridor.
El primer documento que hace referencia a este personaje lo encontramos en los archivos del Patronato Real una carta fechada en octubre de 1498 con la siguiente descripción:
“Carta de los Reyes Católicos al Doctor Puebla recomendando a Cristóbal de Sotomayor, hijo de la Condesa de Camiña, enviado a Inglaterra para servir al Príncipe de Gales”
En 1498 Cristóbal de Sotomayor tendría 12 años, por lo que su función junto al príncipe de Gales, futuro yerno de Isabel la Católica, sería con toda probabilidad la de servir como paje, un honor solamente reservado a niños de la nobleza cuyo futuro, en realidad, se pretende asegurar. La carta al doctor Puebla, embajador en Londres nos demuestra el interés de los reyes Isabel y Fernando.
Poco tiempo después, en mayo de 1501, tenemos de nuevo a la corona española, en este caso solamente a la reina, ocupándose del pequeño Cristóbal:
“A Alonso de Morales, tesorero, que libre a Cristóbal de Sotomayor, hijo del conde de Camiña, 50.000 mrs para ayuda de mantenimiento”
Sirva el subrayado para resaltar lo que consideramos una inusual anomalía: generalmente cuando se trata de identificar a un hidalgo a través de su linaje se cita siempre al pariente vivo. Así, supuestamente en esa fecha, ya “fallecido” quien ostenta el título, lo normal hubiera sido referirse a Cristóbal de Sotomayor como “hijo de la condesa de Camiña”, tal como se hace habitualmente.
Desconocemos cuánto tiempo permanece en Londres el hijo de Pedro Madruga, pero sabemos por distintas fuentes que posteriormente ejerce como secretario de Felipe el Hermoso. El efímero reinado del marido de Juana la Loca debe dejar descolocado a Cristóbal de Sotomayor y, tras su corto período como Secretario Real, en 1509 se decide su viaje a América.
La isla de Puerto Rico, aún despoblada, parecía un buen destino, y muchos se pelearon por él. Pero el rey Fernando en persona decide adjudicárselo a Cristóbal de Sotomayor. Nos lo cuenta José Ferrer de Couto en su “Historia de la Marina Real Española” que trata de lo acontecido “desde el descubrimiento de las Américas hasta el combate de Trafalgar”, edición de 1856:
“Las nuevas que de la isla de San Juan (de Puerto Rico) se habían tenido en España…despertaron las ambiciones, siempre exigentes de parciales y favoritos; y por estas, antes de conocer bien a fondo la importancia de la dicha isla, si no era por las anteriores negociaciones y asientos hechos con Vicente Yáñes Pinzón y por los informes del primer almirante, el rey hubo de conceder licencia para ir a poblar en ella a un don Cristóbal de Sotomayor, hijo de la condesa de Camiña…”
O sea que a pesar de los insistentes y “exigentes” ruegos de “parciales y favoritos” el Rey se decanta por “un don Cristóbal de Sotomayor”. El autor del texto parece, como nosotros, sorprendido ante la decisión del monarca, que da la vacante a “un” hidalgo que no es, a priori, favorito.
Y un desfile de cédulas reales firmadas el 9 de enero pretenden garantizar que su estancia allí sea lo más cómoda posible, asignándole un papel destacado en la colonización de Puerto Rico. Veamos el resultado:
“Real Cédula a los oficiales de la Casa de la Contratación para que dejen pasar dos caballos y dos yeguas a la Española a don Cristóbal de Sotomayor”
El uso de caballos estaba reservado a las familias de la nobleza, pero además este caso sugiere que la intención de Cristóbal de Sotomayor es la de criarlos, con lo que se asegura una fuente de ingresos. 
“Real Cédula a don Diego Colón, gobernador de Indias, recomendando a don Cristóbal de Sotomayor.”
Esta cédula sobraba, pues Diego Colón  trató siempre con deferencia al hijo de Pedro Madruga. Juan Castellanos es un cronista a quien se hace poco caso por haberse tomado la molestia de escribir en verso su crónica “Elegías de Varones Ilustres de Indias”. Aún por encima. Nos cuenta así la llegada del hijo de Pedro Madruga a Puerto Rico:
“El don Diego Colón trae consigo
Un Sotomayor, hombre generoso;
Don Diego se le daba por amigo,
Por ser hijo de Conde Valeroso,
Y el rey a éste por hacer bienes
Dió la gobernación de Boriquenes.”
Aparte de que este cronista nos confirma la amistad entre Diego Colón y Cristóbal de Sotomayor, es ambiguo a la hora de definir cuál de los dos es el “hijo de Conde Valeroso”. Por otra parte, es preciso afirmar que Diego Colón conocía a todos los hijos de condes valerosos que había en el reino, y no por eso era amigo de todos ellos.
Durante siglos se ha especulado con la posibilidad de que en principio el destino de Cristóbal de Sotomayor fuera el de gobernador de la isla de San Juan de Puerto Rico. Algunos cronistas así lo refieren, y cuentan que Diego Colón se negó a ratificar tal responsabilidad a Sotomayor por considerarlo una intromisión en sus privilegios, que incluían el nombramiento de cargos. Pero no encontramos ningún documento que avale tal teoría, y si los siguientes que demuestran, entre otras cosas, que el gobierno de la isla ya estaba asignado.
“Real Cédula al gobernador de la isla de San Juan recomendándole a don Cristóbal de Sotomayor y a los oficiales que lleva con él para levantar la casa de fundición en esa isla”
Otro negocio, y en este caso importante. A medida que los descubrimientos de nuevas tierras revelaban los recursos que en ellas había se hacía necesario poner los medios para extraerlos y procesarlos, ése era, en definitiva, el propósito del primer viaje de Colón: la búsqueda de riqueza para sí mismo y para los reyes, y la gestión de una casa de fundición era uno de los mayores negocios que se podían proporcionar.
“Real Cédula al gobernador de la Isla de San Juan para que den vecindad a las personas que acompañaren a don Cristóbal de Sotomayor”
Pretende el rey asegurar que el séquito de Cristóbal de Sotomayor se instale sin problemas en la isla.
“Real Cédula a don Cristóbal de Sotomayor para que pueda poblar en la isla de San Juan, tomando los indios y tierras que necesitare.”
La escasez de indios, ya en esa época, se había convertido en un serio problema. Vicente Murga, en “El Concejo o Cabildo de la ciudad de San Juan de Puerto Rico (1527-1550)” nos da cifras:
“… la población india no era tan grande como muchos historiadores han escrito, porque Cristóbal de Sotomayor, a quien se le había asignado «el principal de los caciques», o sea Agüeybaná, sólo tenía seiscientos indios”
Por otra parte, tenemos los datos de la isla facilitados por la “Revista de Indias, 2002, vol. LXII, núm. 225” sobre la población aborigen de Puerto Rico:
“Otro documento considerado como un hito en este debate es el censo que el gobernador Francisco Manuel de Lando realizó en 1530. Este presentaba una población amerindia entre 1.148, de acuerdo a la interpretación de Brau, y 1.043, de acuerdo a Damiani Cósimi”
Si en 1530, dos décadas después de la llegada del hijo de Pedro Madruga a Puerto Rico el censo total se cifraba en torno a 1.100 indios, por mucho que hubiera descendido la población en ese periodo debemos admitir que la posesión de 600 indios era enorme, máxime si tenemos en cuenta que ni siquiera Ponce de León, capitán de Cristóbal de Sotomayor tenía tantos indios como su subalterno. Volvemos a la Revista de Indias:
“Lo más significativo es, que de acuerdo a ambas interpretaciones, con la excepción de la Corona, y quizás Sotomayor, nadie recibió más de doscientos indios, y la mayoría recibieron muchos menos. O sea que, a pesar de cualquier posible irregularidad, ningún colono obtuvo una cantidad enorme de hombres.”
Salvo el hijo Pedro Madruga, conde de Camiña, que obtuvo 600, tres veces más que los elegidos que recibían 200, “y la mayoría recibieron muchos menos”.
Ni el Propio Luis Colón, sucesor del descubridor y almirante de Indias tenía años más tarde, en 1557, las facilidades que tuvo el hijo de Pedro Madruga:
“Real Cédula a los oficiales reales de la isla Española y a los de Tierra Firme; que se ha hecho merced a Don Luis Colon almirante de las Indias y duque de la Vega de darle licencia para que… pueda pasar a las Indias …cuatrocientos esclavos negros, la tercia parte hembras, libres de derechos por cuanto se obligó de pagar los 3.600 ducados que montan dichos derechos a razón de nueve ducados cada esclavo en tres anualidades… Que tengan especial cuidado de cobrar para el 23 de noviembre de este año y de los dos siguientes los respectivos tercios de a 1.200 ducados descontándoles de la renta del dicho almirante y enviarlos registrados en nombre de S.M. a la Casa de la Contratación”
A este almirante se le conceden solamente 400 esclavos, 200 menos que a Sotomayor, pero ha de pagar por ellos una cifra nada desdeñable y la corona insiste en que se ponga especial celo en el cobro, condiciones que no se aplicaron a Cristóbal de Sotomayor.
Y la facultad que se le confiere a Cristóbal de tomar cuantas tierras e indios “necesitare”, es decir, aquellos recursos y mano de obra que quiera coger, suponen un privilegio del que, como se ve, no disfrutaba nadie. Una vez más debemos preguntarnos qué compromiso unía a la Corona con este hijo de Pedro Madruga para concederle mercedes de las que no gozaban otros. A mediados del mismo año, ya don Cristóbal instalado en San Juan se emite un nuevo documento:
“Real Cédula concediendo permiso a don Cristóbal de Sotomayor para que tenga dos carabelas en la isla de San Juan para llevar indios de las islas comarcanas.”
El control que ejercía el estado sobre el tráfico de mercancías impedía a cualquiera tener carabelas sin licencia real. Para ello necesitaban un permiso como este que se concede al hijo de Pedro Madruga. Pero además lo habilitan tácitamente para tomar esclavos de otras islas, ya que debió toparse a su llegada con la carestía de nativos antes explicada.
“Real Cédula a los oficiales de la Casa de la Contratación para que dejen llevar a don Cristóbal de Sotomayor dos carabelas a la isla de San Juan.”
Esta cédula se emite dos meses después de la anterior, por lo que debe hacer referencia a las mismas dos carabelas.
Debió tener el personaje algún problema burocrático con la posesión de esclavos, pues en febrero de 1511 se emite una nueva cédula que confirma sus derechos:
“Real Cédula a Juan Ponce de León, capitán de la isla de San Juan, para que no se le quiten a don Cristóbal de Sotomayor, que reside en esa isla, el cacique e indios que se le dieron no habiendo motivos por los que deba perderlos.”
La “posesión” de un cacique era valiosa, pues con él se aseguraba, en principio, la obediencia del resto de los indios que estaban bajo su mando. Esa fue, quizás la causa de la muerte de don Cristóbal, como explicaremos más adelante.
Esclavos, carabelas, caballos y yeguas, casa de fundición, recursos, todo se le da y se le otorga al hijo de Pedro Madruga, hasta el punto de ocuparse el rey en persona de eliminar trabas administrativas para facilitarle las cosas hasta extremos que podrían parecer insultantes a otros que no contaban con tal “enchufe”.
Durante su estancia en Puerto Rico, Cristóbal de Sotomayor funda primero la villa de Távora, en honor a su madre, Teresa de Távora. Poco después este pueblo es abandonado por las difíciles condiciones que ofrece y una nueva villa, llamada Sotomayor, surge en el sitio de Aguada. Así nos lo cuenta Juan de Castellanos:
“…Fundólo don Cristóbal do decimos
Que es el Sotomayor que referimos.
Mas donde manifiestan mis escritos
No comportó la gente ser poblada,
Por ser tanta la copia de mosquitos
Que nunca se vió plaga tan pesada;
Y ansí, vencido ya de tantos gritos,
La pasó don Cristóbal al Aguada,
Que es al oeste norueste desta vía
Con nombre del renombre que él tenía.”
La elección de este lugar se suma a las “casualidades” que nos acompañan desde el principio, pues “Aguada de Colón” era el primer lugar descubierto por Colón en Puerto Rico, y era llamado así porque allí se había detenido el almirante para cargar agua para su flota. El rebautizar precisamente ese lugar como Sotomayor parece un doble homenaje a Pedro Madruga. En ese lugar, hoy simplemente llamado Aguada, se refieren aún actualmente a Cristóbal de Sotomayor como “Cristóbal Colón de Sotomayor”. Reproducimos a continuación la información oficial que ofrece el municipio de la Aguada:
“En 1493 Cristobal Colón desembarcó en Puerto Rico por una bahía en el noreste y tomó posesión de la isla. Acampó dos días y se aprovisionó de agua en los manantiales que encontró cerca de la orilla y se le llamó más tarde como Pozos Colombinos, y al lugar de la bahía La Aguada de Colón en Puerto Rico.
En los años 1508-1510, Ponce de León ordenó a su lugarteniente, Don Cristóbal Colón de Sotomayor, fundar la segunda población de la isla en la región de el Puerto de los Pozos de la Aguada de Colón. 
Sotomayor levantó el primer poblado en el 1510 con el nombre de La Villade Sotomayor.”
Es decir, Cristóbal “Colón” de Sotomayor eligió un lugar llamado “Aguada de Colón” para fundar un pueblo llamado “Villa de Sotomayor”. Y lo hizo “con nombre del renombre que él tenía”.
Y según el investigador Lino Gómez Canedo, durante una visita efectuada al Archivo Nacional de Puerto Rico, existía allí en 1960 una copia de la Cartaenviada por Juan Cerón al rey en que da cuenta de la muerte de Cristóbal refiriéndose a él con ese mismo apellido Colón. “Cristóbal Colón de Sotomayor”. Y Juan Cerón, alcalde mayor de San Juan conoció personalmente a Cristóbal Colón y a Cristóbal de Sotomayor, por lo que no parece un error gratuito. Lo cierto es que la información oficial que ofrece aún hoy el ayuntamiento de Aguada, como hemos visto, también utiliza el apellido Colón para nombrar al hijo de Pedro Madruga. Otra impactante “casualidad”. Pero sigamos con las preocupaciones del rey Fernando:
“Real Cédula a don Diego Colón, almirante y gobernador de las Indias, para que deje sacar de la isla Española para la de San Juan ciertas yeguas, vestidos y otras cosas que dejó allí don Cristóbal de Sotomayor”
Este documento prueba que el hijo de Pedro Madruga tenía línea directa con el rey, y nuevamente tenemos a la corona ocupándose de un asunto menor en defensa de su protegido. Probablemente Cristóbal tuvo otra vez algún impedimento formal para trasladar sus “yeguas, vestidos y otras cosas” y el rey en persona toma cartas en el asunto ordenando directamente a Diego Colón, que tampoco perdía su tiempo en estas bagatelas, que se encargue del asunto.
Durante su corta estancia en Puerto Rico, este Cristóbal “Colón” de Sotomayor se enamoró de una hermana del cacique de su propiedad, con quien llegó a tener un hijo llamado Pedro. Este cacique, quien seguramente con toda razón estaba harto del colonizador de sus tierras, y humillado por la relación que mantenía con su hermana, le tiende una celada en la que son asesinados el propio Cristóbal “Colón” de Sotomayor, un sobrino suyo y la hermana del cacique.
La muerte del hijo de Pedro Madruga causa una nueva remesa de cédulas. Llegando ya al año 1511, casi dos décadas después del primer viaje de Colón en 1492, no era el hijo de Pedro Madruga el primer hidalgo que moría en América. Y si contamos las muertes producidas en otros territorios de los reinos de Fernando el Católico y la poca importancia que el rey daba a los asuntos del nuevo mundo, sorprende una vez más la conmoción que causa el asesinato de Cristóbal “Colón” de Sotomayor. En octubre de 1511, al poco de la muerte del hijo de Pedro Madruga, el rey se preocupa por su herencia:
“Real Cédula a don Diego Colón, almirante,  virrey y gobernador de Indias, y a otras justicias de la isla Española y de San Juan para que acudan a don Diego de Sotomayor o a la persona que tenga su poder, con todos los bienes que su hermano don Cristóbal de Sotomayor dejó cuando le mataron los indios de la isla de San Juan, si no están embargados por deudas, y asimismo le acudan con una carabela que don Cristóbal dio al piloto Martín Núñez, vecino de Palos, para que se la llevase a la isla de San Juan.”
Poco después, el 13 de Diciembre de 1511 Fernando el Católico escribe a su nieto el príncipe Carlos (futuro emperador Carlos V) dando cuenta de la muerte de Cristóbal de Sotomayor
“…quen la Isla de Sant Xoan, todos los más de los yndios quen ella estaban, mataron a trayción e alevosamente a Don Crystobal de Sotomayor, Lugar-Thyniente de Nuestro Capitan de la dicha Isla, e a Don Diego de Sotomayor, su sobrino, e a otros muchos crystianos quen la dicha Isla estaban, e ellos pidieron a voces los matar, e abrasaron un lugar de la dicha Isla, de dos quen ella abia, e matando todos los crysthianos que tomaron, dempues se alzaron e rrebelaron contra Nuestro servycio, e a thernido forma como todos los otros yndios que quedaban en la dicha Isla de Sant Xoan se rrebelaban como lo están rrebelados, faciendo guerra a los crysthianos…”
Éste documento, reproducido en 1915 por  Cayetano Coll y Toste en, “Boletín histórico de Puerto Rico, tomo II”, prueba la preocupación ya no solamente institucional, también personal, que siente la corona por la muerte de tan querido vasallo. Y saltándose una orden previa, dada seguramente en América por algún capitán o gobernador, el rey Fernando se ocupa de vengar el asesinato:
“Real Cédula a Juan Cerón, alcalde mayor de la fortaleza de San Juan y a Miguel Díaz, alguacil mayor de la misma, para que no obstante el mandamiento que se les dio para enviar a la Española los indios que tomasen a la fuerza de los que estaban rebelados por la muerte de don Cristóbal de Sotomayor, los tengan ahí aherrojados y en las minas de Su Majestad para que los que los vean tomen ejemplo.”
Ciertamente, da la impresión que el rey no tenga otros asuntos de los que ocuparse. El interés que pone en Cristóbal de Sotomayor es inusual de todo punto. Cientos de cortesanos, de nobles, llaman a diario a las puertas de palacio para pedir favores para sí o sus hijos. Y el rey desplaza sus atenciones a un hidalgo que se encuentra al otro lado del Atlántico, y que no tiene más galones que exhibir que los de ser el hijo pequeño del mayor enemigo que tuvo el rey en otros tiempos. Repetimos, solamente entendiendo que Pedro Madruga y Colón sean una misma persona podemos explicar este desmesurado interés por Cristóbal “Colón” Sotomayor.
Pero todavía el rey hacia el fin de su vida se sigue ocupando de la familia, esta vez del hijo que Cristóbal tuvo con la hermana del cacique. Así, en 1515, dicta una nueva cédula:
“Real Cédula al Adelantado Juan Ponce de León y al licenciado Velásquez, repartidores de indios de la isla de San Juan, para que encomienden a D. Pedro de Sotomayor los indios que tenía su padre D. Cristóbal de Sotomayor, difunto, como merced por los servicios de éste, y entretanto llega D. Pedro a la isla, tenga los indios el contador Antonio Sedeño.”
Este Pedro debía contar apenas cinco o seis años de edad, por lo que difícilmente podría ocuparse de “sus” indios, pero el rey pretende asegurar el futuro del niño, como ya hiciera con su padre. Cristóbal nunca llegó a casarse con la india, por lo que el tratamiento de “don” otorgado al niño bastardo sugiere que fue legitimado, seguramente a petición de su tío Diego de Sotomayor,  otro hijo de Pedro Madruga, a quien se hace referencia en el documento anterior, y que residía en Extremadura ocupando un cargo en la Orden de Alcántara y a quien dedicamos capítulo aparte.
Desconocemos si Pedro de Sotomayor, el hijo de Cristóbal “Colón” Sotomayor llegó finalmente a Puerto Rico, pero encontramos aún otro documento, ya fechado en 1528, en que tenemos una clara referencia a la amistad entre los Colón y los Sotomayor, también difícil de explicar:
“Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de La Española, para que hagan justicia a Juan de Espinosa, sobre cien indios que tenía encomendados por fray Nicolás de Ovando y dice que le quitó el Almirante Don Diego Colón injustamente para dárselos a un tal Sotomayor, su criado, y de cuyas pérdidas, aunque prometió descargarle, como vino a España y murió no lo llegó a hacer, con lo cual sufre gran agravio.”
Tenemos aquí a Diego Colón apoderándose de nada menos que un centenar de esclavos, que tanto escaseaban, en beneficio de un Sotomayor que ya tenía seiscientos. Casualidad. Advirtamos que, en aquellos tiempos, “criado” era todo aquel que estaba al servicio de otra persona, fuera cual fuese el cargo que ocupara. Así, por ejemplo, el propio Colón, almirante, virrey y gobernador, era criado de los reyes.
Pero volviendo al documento anterior, no conocemos la fecha del robo de los cien esclavos. Únicamente nos dicen que, tras esperar en vano la compensación prometida y viendo que el almirante Diego Colón ha fallecido, el bueno de Juan de Espinosa pide justicia. No teniendo noticia de otros Sotomayor en América por esas fechas (que en todo caso serían también familiares de Pedro Madruga, pues todas las personas que llevaban y llevan el apellido Sotomayor proceden de un único tronco familiar) sólo podemos suponer que se refiere al propio Cristóbal “Colón” Sotomayor cuando aún vivía. De cualquier forma tenemos aquí otra “casualidad” para sumar a todas las anteriores y a las que están por venir, que no son pocas. Ese favoritismo que muestra Diego Colón hacia un Sotomayor se parece sospechosamente a la posición que adoptaban los reyes cuando se trataba de beneficiar al hijo de Pedro Madruga en detrimento de otros con más derechos.
Tampoco acaban aquí, ni mucho menos, las relaciones entre miembros de ambas familias. En realidad, esto es solamente el principio de una larga amistad que duró siglos.

Colón Gallego. Cristóbal Colón de Sotomayor.

 

Cristóbal de Sotomayor era hijo de Pedro Madruga, nuestro Cristóbal Colón. Bajo las órdenes de Ponce de León fue el primer colonizador de Puerto Rico, y el mayor propietario de la isla. Gozó de más privilegios y posesiones que su propio Capitán. Allí fundó dos villas, bautizadas una como Távora (en honor de su madre, Teresa de Távora, condesa de Caminha, o Camiña) y comoSotomayor la otra. Allí vivió además una historia de amor, la primera documentada entre un caballero de Castilla y una indígena. Murieron asesinados los enamorados por el hermano de la indígena, un cacique receloso (con razón receloso).

Escudo_Poio escudo-puerto-rico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A este Cristóbal de Sotomayor se le conoce aún hoy en Puerto Rico como Cristóbal «Colón» de Sotomayor, como podemos comprobar si nos detenemos unos segundos en la lectura de la web oficial del Gobierno Municipal de la Aguada, nombre actual de la antigua Villa de Sotomayor:

«En los años 1508-1510, Ponce de León ordenó a su lugarteniente, Don Cristobal Colón de Sotomayor, fundar la segunda población de la isla en la región de el Puerto de los Pozos de la Aguada de Colón.»

Los motivos por los que a un hijo de Pedro Álvarez de Sotomayor se le da el apellido Colón son obvios para quienes sostenemos que el tal Pedro Álvarez y Colón eran una misma persona. A fin de cuentas, de otro hijo de Pedro Madruga, llamado Diego de Sotomayor, dijo Francesillo de Zúñiga a principios del siglo XVI: «Parece hijo bastardo de Colón, el Almirante de Indias». Por tanto, tenemos ya a dos hijos de Pedro Madruga de quienes se sostiene que eran hijos de Colón.

Sabemos que los Colón pontevedreses eran de Poio, y sabemos, tal como demostró Don Celso García de la Riega en los orígenes de la tesis del Colón Gallego, que la familia Sotomayor era propietaria de una finca colindante con la de la familia Colón.

Para los curiosos, ofrecemos arriba el escudo de Poio. Bajo éste, el de Puerto Rico, primer escudo de América, que data de los años en que la isla fue colonizada por Cristóbal «Colón» de Sotomayor. Apreciemos las semejanzas.

Para los incrédulos, ahí va el enlace de la página oficial del Municipio de Aguada, lugar llamado originalmente Villa de Sotomayor. Si buscamos el apartado titulado «Otros Datos», leeremos con nuestros propios ojos cómo al hijo de Pedro Madruga le dan el apellido del descubridor de América.

http://areciboweb.50megs.com/pr/aguada.html

Por cierto, y ya que últimamente tratamos de ocuparnos de vez en cuando en rescatar del olvido a pontevedreses ilustres, resaltemos que Cristóbal de Sotomayor, además de colonizador de Puerto Rico, ejerció de paje, junto a los hijos de Colón, del Príncipe Juan de Castilla, hijo de los Reyes Católicos. Pasó luego al servicio del Príncipe de Gales. Participó en la Armada de Flandes y ocupó el cargo de secretario personal de Felipe el Hermoso. Todo eso lo hizo antes de dirigirse a América. Tristemente, nadie se acuerda hoy enPontevedra de Cristóbal «Colón» de Sotomayor.

También he ofrecido en esta otra entrada una biografía completa (creo que la más completa escrita hasta hoy) de Cristóbal Colón de Sotomayor.

Ponemos banda sonora. «Hai un galego na lúa».

Eduardo Pondal y el Colón gallego

Eduardo PondalA finales de los años 80, una activa Asociación Cultural Cristóbal Colón, con sede en Porto Santo (Poio),  en las mismas inmediaciones de la Casa Natal de Colón mantenía una actividad frenética en el desarrollo y divulgación de la teoría del Colón Gallego. Entre sus funciones, la publicación de una revista de la que apenas se llegaron a editar unos números, pero cuyo contenido nos desvela el alto nivel de quienes firmaban sus artículos, comoXosé Lois Vila Fariña, José Ramón Fontán o Ulisis Figueroa. Algún día deberíamos averiguar los motivos por los que aquella Asociación se disolvió de manera abrupta y prematura. Los números de aquella revista contienen verdaderas joyas de la investigación coloniana que conviene recuparar, y en algunos casos como el que nos ocupa, trascienden al propio Colón de Poio para, a través de él, acercarnos a los mayores exponentes de la cultura gallega de todos los tiempos. Así, encontramos un artículo firmado por Ulisis Figueroa que nos reproduce un cruce de cartas entre Constantino Horta y PardoEduardo Pondal. Horta y Pardo acababa de publicar  “La verdadera Cuna de Cristóbal Colón” y Pondal se encontraba en proceso de creación de su poema épico “Os Eoas”, dedicado al mismo tema. Para no perder ninguna de las fuentes, digamos que Figueroa cita a Modesto Bará, que a su vez publicara un trabajo sobre el asunto en “Pueblo Gallego”. Modesto recuperó las cartas en 1953, Ulisis las reprodujo en 1988 y, una vez olvidadas de nuevo, Vidavedra vuelve a ellas. De la primera de las cartas, dirigida por Pondal a Horta, no tenemos el contenido, pero sabemos de su existencia porque la segunda, de Horta a Pondal, fechada en La Habana a 2 de febrero de 1913, empieza así: “Ilustre y venerado bardo: Oportunamente fue en mi poder su atenta y galiciana carta en la que me dedica halagadoras frases y cariñosos elogios que no merezco, con motivo de mi libro de difusión y propaganda mundial sobre la cuna galiciana del ilustre descubridor de América…” Tras una larga y decidida defensa de la teoría del Colón Gallego y una exposición de los éxitos que el tema alcanzaba en todo el mundo, Horta se atreve a hacer una petición a Pondal, en un lenguaje propio del estilo de la época, siempre sobrecargado de adjetivos y garigolos literarios: “Con tal motivo, a Vd., Doctor Pondal, que es el Poeta de las virilidades celtas, y el más valiente y glorioso de nuestros bardos; a Vd. que es el mágico cantor de “A campana de Allóns”, y de las glorias y tradiciones de nuestra sufrida y expoliada tierra; a Vd. que es la encarnación de la gran familia celta y que, sin claudicaciones ni debilidades cívicas, enarboló la bandera de las reivindicaciones de nuestra Patria, la dulce y amorosa Galicia; a Vd. Acudo en nombre de medio millón de galicianos de origen celta, por América dispersos, en este mundo por el Colón descubierto y cuyas viriles energías Vd. siente, para que, en una de sus valientes estrofas de su grandioso poema “Os Eoas”, insinúe la naturaleza o nacionalidad galiciana del descubridor (…)” Aparte de la extraña preocupación que sentía Horta por la virilidad galiciana, sorprende ese atrevimiento con que pide a Pondal que incluya al Colón de Porto Santo en su poema, máxime cuando el poema precisamente trataba ese asunto como eje argumental. Poco después, el 15 de marzo del mismo 1913, Pondal responde a Horta desde A Coruña: “Amigo muy distinguido: Contestando a su muy atenta y deferente carta última, tengo la satisfacción de manisfestarle que, en mi poema “Os Eoas” presento a Cristóbal Colón como hijo de nuestra amada Galicia; y desde luego puede Vd. Comunicar eso mismo a toda esa numerosa cuanto denodada colonia gallega de la grande Antilla, para que vea cumplo como puedo sus ideales, que son también los de este su admirador.” El poema “Os Eoas” permaneció inédito hasta hace muy poco tiempo, en que fue finalmente editado, si bien con nula difusión. Es casi imposible encontrarlo hoy, y es una desgracia, por cuanto Eduardo Pondal tenía todas sus esperanzas depositadas en lo que consideraba se convertiría no sólo en su mejor obra, sino en una referencia intelectual para la cultura gallega y paraa la construcción de Galicia como nación. Así es la vida.

RODRIGO COTA

Cristóbal Colón, Castelao, Valle-Inclán, y el invento del cine en color

Dibujo de Castelao“(Ojo) Nota para Don Prudencio. Aquí deben venir las palabras donde Fernando Colón cita las diferentes ciudades de las cuales se supuso natural a su padre Don Cristóbal. Yo no tengo aquí el libro. Calzada hace esa cita. Ahí puedes verla y transcribirla….” El don Prudencio a quien se refiere el texto anterior era Prudencio Otero Sánchez, y el autor de la nota, Valle-Inclán. Estaba incluida en el prólogo que don Ramón escribió para la obra de don Prudencio, titulada “España, Patria de Colón” y publicada en 1922. Finalmente, el prólogo no llegó a formar parte de la edición. Hemos conocido algunas versiones que tratan de explicar los motivos, aunque ninguna de ellas cita la fuente. Las más extendidas afirman que Valle-Inclán se retrasó en la entrega. Otras sostienen que, en realidad el texto llegó justo a tiempo al despacho del editor, pero precisamente por culpa de la nota reproducida, éste consideró que el prólogo estaba inacabado y, no teniendo tiempo de localizar a Prudencio Otero para completar los datos solicitados por el prologuista, optó por eliminar el trabajo entero. Y fue una pena y una mala decisión, pues se perdió una oportunidad única de aunar en un proyecto a los dos más grandes iconos de la intelectualidad gallega de todos los tiempos: Valle-Inclán y Castelao. Éste último envió un dibujo que sí llegó a tiempo, y que nos ayuda a ilustrar el presente artículo. Ambos, Castelao y Valle-Inclán, eran fervientes seguidores de las tesis del Colón Pontevedrés, iniciadas en 1898 por don Celso García de la Riega.

 

 

El prólogo de Valle-Inclán permaneció inédito hasta que fue rescatado y reproducido años después por Rafael Landín y finalmente, en 2002, los herederos del autor lo incluyeron en la primera edición de su “Obra Completa”. Y así conocimos algunos de los motivos que empujaban a Valle a sostener a Galicia como patria de Colón:

Lo indudable, es el alma gallega que lleva en su almario, el Almirante: era solapado y tenaz: Amigo del dinero, y cruel en el mando: Receloso y envidioso. ¡Y tan desconfiado, que dondequiera sospecha traiciones! Su iluminismo práctico, parece de entre Miño y Sil. El Almirante Don Cristóbal Colón es el alcaloide del espíritu gallego…”

Parece débil razón para defender una teoría, pero lo cierto es que Valle-Inclán, que se declara “lego en estos achaques de erudición”, tenía en realidad, como Castelao, un amplio conocimiento de la tesis del Colón gallego y sus argumentos, como demuestra su cita a Rafael Calzada, autor de “La patria de Colón” publicada dos años antes de ver la luz la obra de Prudencio Otero. Y es que, por aquellos tiempos, el Colón gallego gozó de un admirable soporte intelectual que debemos recuperar, y en ello estamos. No fueron Castelao y Valle-Inclán los únicos defensores de la tesis. Eduardo Pondal, autor de la letra del himno gallego, dedicó al Colón Pontevedrés buena parte de su poema “Os Eoas”, un trabajo desgraciadamente poco divulgado. Pondal defendía la idea de que Galicia debía tener una obra épica como Portugal tenía “Os Lusíadas” de Camões, y se puso él mismo a escribirla. A continuación, un fragmento de “Os Eoas”, de Pondal. El que habla es Colón:

«Ti es a miña patria (Galicia). A bora Liguria non me dou, como dicen, nacemento; Fora certo esto, túa e miña injuria, e grande erroer e grave nocumento, que n´é de Breogán a raza espuria p´ra non honrar o noso forte intenro: Oh, que dicha, s´a boa Galicia amada fora, por ser meu berce, celebrada!”

Y hablando de Portugal, tenemos allí a varios potentes literatos también apoyando la teoría. Teófilo Braga, escritor y político, presidente de la nación, pronunció un discurso muy famoso en su día en el que dijo:

Los portugueses experimentan inmensa alegría de que Galicia, hermana gemela de Portugal, fuera la patria del descubridor del nuevo mundo, compañero de los navegantes y descubridores lusitanos.”

Y tenemos en Pessoa a otro intelectual muy cercano, que por su parte escribió lo que sigue:

Faz um a casa onde outro pon a pedra. O gallego Colón, de Pontevedra, Seguiu-nos para onde nós não fomos. Não vimos da nossa arbore esses pomos. Um imperio ganhou para Castella Para si gloria merecida-aquella De um grande longe aos mares conquistado. Mas não ganhou o tel-o começado.”

Wenceslao Fernández Flórez, autor de “El bosque animado”, formó parte como miembro de honor del primer comité pro-patria Colón. Vicente Blasco Ibáñez dedicó al Colón Gallego uno de los capítulos de su obra “Los Argonautas”. También Emilia Pardo Bazán fue una firme defensora de la teoría, como lo fueron Ramón Cabanillas o Suárez Picallo, uno de los principales impulsores del primer Estatuto de Autonomía de Galicia.

 

La fuerza del Colón gallego era tal que dio lugar a más de cincuenta libros dedicados en exclusiva al tema, aunque muchos de ellos ni siquiera llegaron a distribuirse en Galicia. Publicados en lugares tan remotos como Buenos Aires, La Habana, México o Manila, en ocasiones con tiradas de apenas unos centenares de ejemplares, han sido siempre desconocidos por el público. Los autores de éste artículo hemos tenido la inmensa fortuna de acceder a la mayor parte de todo ese material, que debidamente recopilado, aparecerá próximamente en un libro ya en preparación. Cientos de artículos periodísticos, obras de teatro, poemas, han sido inspirados por el Colón Gallego. Y el asunto sirvió de excusa también para la primera película en color presentada en España, y una de las primeras del mundo, obra del fotógrafo Enrique Barreiro. Durante los primeros años del siglo pasado, algunos estudios, principalmente en París, experimentaban con técnicas de coloreado de películas, con resultados generalmente poco satisfactorios. En Pontevedra, Enrique Barreiro, que fundaría junto a su hermano Ramón la productora cinematográfica “Folk”, creó una de las primeras técnicas de coloreado, patentada con el nombre de “Cinecromo”. El resultado fue espectacular. Según Luis M. Quiroga Valcarce, que se ocupó de investigar la historia de la productora “Folk”, la película, titulada “Pontevedra, cuna de Colón” fue estrenada en 1927 en el Teatro Principal de Pontevedra. Así lo refirió la prensa al día siguiente, tal como nos cuenta el citado Quiroga Valcarce:

Con ser la materia de la película interesante y atrayente de suyo, no fue esto lo que motivó la expectación y la admiración del público; sino el hecho de que la película es una resolución cabal del problema de la impresión cinematográfica en los colores naturales. (…) Porque con ser sorprendente la fidelidad con que en la película se reproducen los colores de los vestidos y las diversas tonalidades de los edificios por ejemplo, esto no llama tanto la atención ni sorprende tanto como el color perfecto de la carne humana en unos chicos desnudos que se presentan al público, como el color del mar en los distintos pasajes de la cinta, como el de unos eucaliptos que dan plena sensación de realidad y sobre todo como el del cielo y en él los detalles de las nubes tan reales (…)”

Desgraciadamente, aquella copia en color desapareció, o bien el coloreado y las malas condiciones de conservación no resistieron el paso del tiempo. Hoy podemos ver una copia en blanco y negro aquí: http://www.cgai.org/index.php?seccion=prestamo_video.php&id_seccion=5&id_pelicula=1014&pagina= Aunque tampoco la digitalización es de buena calidad, garantizamos a quienes se molesten en verla una idea cabal de cómo estaba formulada la tesis del Colón Gallego en su origen y, desde luego, unas deliciosas imágenes de una Pontevedra de hace ya casi cien años. Como vemos, fueron muchos los que se posicionaron a favor de la tesis del Colón Gallego. Y, curiosamente, el Colón Gallego sirvió durante décadas difíciles como nexo de unión entre republicanos y monárquicos, entre demócratas y franquistas, entre exiliados y exiliadores. Entre centralistas, independentistas, galleguistas, carlistas, liberales, socialistas, comunistas, a derecha e izquierda, Colón era precisamente el único tema en el que todos estaban de acuerdo. Y aunque la visión de Castelao difería mucho de la de Valle-Inclán o Pondal, lo que se discutía era si Colón fue un asesino imperialista nacido en Poio o un héroe nacional nacido en Poio. Pero siempre nacido en Poio. Lamentamos que todo aquel bagaje cultural se haya ido perdiendo con el tiempo, desapareciendo de la memoria popular e institucional gallega. Parece que hoy nos cuesta decir lo que decían sin ningún esfuerzo, con toda naturalidad y firmeza, Castelao y Valle-Inclán: Simplemente, Colón Pontevedrés.

RODRIGO COTA

Cuando Pontevedra inventó el cine en color

 

Enrique Barreiro se anticipó al tecnicolor con una novedosa técnica que estrenó en 1927 en el Teatro Principal

enrique barreiro
Enrique Barreiro – primera película en color

A principios de los años veinte todos los grandes estudios compiten por un aparato que logre la ilusión del cine en color. El pontevedrés Enrique Barreiro desarrolla en esa época el Cinecromo, una técnica pionera de coloreado que estrena en 1927 con la película «Pontevedra, cuna de Colón». La noticia dio la vuelta al mundo (el asombrado público jamás había visto imágenes «con tal colorido natural», como recogen las crónicas de la época) y vuelve ahora a la actualidad: el filme restaurado será una de las joyas de la Casa de Colón que abre sus puertas en el municipio de Poio y con la que se reivindica la teoría del Colón gallego.

 

SUSANA REGUEIRA – PONTEVEDRA La vida es una calle de una sola dirección: somos lo que hemos sido pero, sobre todo, somos lo que soñamos ser. Lo sabía el viejo Ramón Barreiro Barcala en aquel 1910 en el que abre un flamante estudio de fotografía en plena plaza de A Ferrería, en el mismo local que había ocupado el mítico fotógrafo Francisco Zagala, un hermoso caserón desde el que olvidar el éxito en México de sólo unos años antes, su sueño americano truncado por la revolución tras un periplo por Estados Unidos, México, Cuba…
Pero eso era lo que había sido. Ahora era un fotógrafo recién retornado y casi sin competencia en la ciudad, con una larga experiencia y padre de cuatro hijos (Juan Enrique, Carmen, Ramón y Laureano) que había tenido de su matrimonio con la vallisoletana Feliciana Vázquez.
En los siguientes años, Ramón Barreiro firma con Joaquín Pintos (su único rival en el incipiente mercado de principios del siglo XX) varios de los mejores testimonios gráficos de la historia de la ciudad, mientras transmite a sus hijos el amor por la fotografía y el instinto pionero que lo había hecho salir de A Estrada décadas atrás.
Los mejores reflejos de este carácter serán Ramón y, especialmente, Enrique, que desde muy joven no para de desarrollar ingenios: alrededor de 1918 le interesa la difusión, cómo aplicar la fotografía a los medios de comunicación masivos y se emplea en el desarrollo del fotograbado.
Después eclosionará su interés por el cine y, muy especialmente, por las imágenes en color: al arrancar la década de los veinte desarrolla dos patentes; es todo un especialista en percepción que decide inventar un camino particular hacia el futuro cine en color.
Apoyado por el empresariado local, el cineasta se interesa por la teoría del Colón gallego y decide dedicarle el que será su primera película con la nueva técnica, el Cinecromo.
Partiendo de las teorías de expertos como Celso de García de la Riega o Enrique Zas, va desgranando los argumentos que apuntalan la teoría, a la cabeza la más que singular ¿coincidencia? de que el almirante Cristóbal Colón bautice los nuevos lugares americanos a los que va llegando en su viaje con nombres de la ría de Pontevedra.
Ilustran el documental las primeras vistas de Pontevedra que el público podría contemplar en color; también imágenes «con increíble colorido natural» del monasterio de Poio, de la iglesia de San Bartolomé, la que se considera casa natal del almirante Cristóbal Colón, de la ría de Vigo, los antiguos puentes de A Barca…
La mansión del magnate Casimiro Gómez (de los pocos, excepción hecha de los cines, que contaba con proyector en la provincia) fue escenario del pase previo de la película.
Enrique Barreiro se esperaba el aplauso del público. Dos años antes había realizado las primeras pruebas de su invento y hasta la prensa de Madrid se había hecho eco.
Historiadores como Carlos Aurelio López y Xosé Enrique Acuña han recopilado en sus investigaciones decenas de testimonios como el del cronista de El Pueblo Gallego: «Fuimos al teatro un poco predispuestos en contra del invento… Pero al ver la pantalla nos sentimos tan optimistas como entusiasmados. El color azul del cielo, el verde aplomado del mar, los diferentes verdes de nuestra campiña, el colorido natural de los rostros… Que no pudimos menos que considerar que el invento es un hecho y un triunfo rotundo».
Y como esperaba el cineasta, el estreno de «Pontevedra, cuna de Colón» tuvo aún más éxito. Fue el 2 de mayo de 1927 y en la platea del Teatro Principal no cabía un sólo espectador más para asombrarse. Las crónicas de la época hablan de Enrique Barreiro como una futura «gloria más para Galicia».
Tal fue la repercusión del Cinecromo, que el invento dio el salto a América, en buena medida gracias a la colonia mexicana. El hijo del pionero del cine, el arquitecto pontevedrés Enrique Barreiro, explica que «el salto de la película a América se produce efectivamente por el interés que suscita entre los gallegos la teoría del Colón pontevedrés pero, muy especialmente, porque era una película en color, un hecho insólito en la época».
Enrique Barreiro, apoyado siempre por su hermano Ramón, acababa de anticiparse en años al tecnicolor y la copia original del filme será ahora una de las joyas de la Casa de Colón que abre sus puertas en Portosanto.
Curiosamente, su hijo ha sido el encargado del proyecto de recuperación de ese edificio, como si los Barreiro hubiesen sabido (o soñado) desde hace un siglo lo que esa casa debía ser.

 

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Bartolomé Colón, la verdadera identidad

BARTOLOMÉ COLÓN

BartolomeColon[1]Todas las teorías que proponen una identidad a Cristóbal Colón esquivan con mayor o menor elegancia la exigencia de hacer lo mismo con sus hermanos, Bartolomé Colón y Diego Colón. Basta decir «Colón era tal persona» para que tengamos que dar por sentado que esa tal persona tenía dos hermanos, ya que Colón los tenía. No se considera necesaria prueba alguna a ese respecto, ya que es la figura del Almirante la que es motivo de estudio. A Bartolomé Colón y Diego Colón debemos suponerlos o imaginarlos.

Pero sucede que no, que quien quiera demostrar quién era Colón, inexcusablemente debe ligarlo a sus hermanos. Cualquier candidato a Colón que no presente dos hermanos que respondan a los perfiles, bien distintos uno del otro,  de Bartolomé Colón y Diego Colón, debe ser descartado por no reunir una de las mínimas condiciones exigibles.

Hasta hoy, la tesis gallega formulada en 1898 por Don Celso García de la Riega fallaba en ese punto. Ni los mejores investigadores de la tesis, como Prudencio Otero, Constantino Horta, Rafael Calzada o Enrique Zas, por citar a algunos de ellos, ni Philippot, quien propuso a Pedro Madruga como Cristóbal Colón, daban un respuesta satisfactoria, al menos en cuanto a la verdadera identidad de Bartolomé Colón. Philippot asegura que Colón-Madruga es hijo de las relaciones adulterinas mantenidas entre Fernán Yáñez de Sotomayor y una vecina de Porto Santo, Constanza Gonçalvez Colón, punto en el que coincidimos. En cuanto a Bartolomé y Diego, sostiene que ambos son hijos de esa misma mujer y su legítimo esposo, con quien contraería matrimonio algunos años después, llamado Juan Gonçalves de Ribeiro. Si bien en lo referido al hermano menor, Diego, no hemos de poner objeciones por el momento, no parece que Bartolomé Colón responda a la figura de un hijo de humilde familia. Veamos por qué:

Uno de los principales motivos que nos llevan a aceptar a Colón como Pedro Álvarez de Sotomayor, aparte de abrumadoras pruebas, es el perfil del descubridor. Por sus conocimientos, por sus aptitudes, por sus relaciones, por la educación recibida y por mil motivos más, Colón era sin duda un miembro de la nobleza, y en esa dirección apuntan desde hace décadas todas las teorías alternativas a la genovesa. Pero ocurre que, si bien de su hermano Diego no podemos decir lo mismo, del otro, Bartolomé Colón, sí, pues presenta un perfil en muchos aspectos similar al de Cristóbal Colón. Bartolomé, por poner un ejemplo, negociaba con reyes de Inglaterra o Francia. Los reyes europeos no negociaban nada con simples plebeyos hijos de nadie. Por esos motivos y muchos más cuya explicación sería muy larga para este espacio, debemos descartar que Bartolomé Colón, siempre en el contexto de la tesis gallega, sea el que propone Philippot.

No encontrando en Galicia a ningún otro hermano de Pedro Madruga que pudiese responder a la identidad de Bartolomé Colón, trasladé la cuestión a António Pedro de Sottomayor, investigador portugués de quien conozco sus cualidades y que viene trabajando en la tesis gallega desde hace algunos años con resultados sorprendentes.

Y sorprendente fue su respuesta: Pedro Álvarez de Sotomayor tenía un hermano residiendo en Portugal, hijo ilegítimo también de Fernán Yáñez. El sujeto respondía al nombre de João Gonçalves de Sotomayor. Ese apellido Gonçalves encajaría con el de la misma madre que ropone Philippot para Pedro Madruga, Constanza Gonçalves Colón, por lo que serían hermanos por parte de padre y madre. El personaje, referenciado en diferentes genealogías y documentos, fue escudero del Duque Fernando de Bragança (o Braganza en España). Ocupando tal cargo es lógico suponer como señala António Pedro de Sottomayor, que tuviese alguna participación en los hechos más destacables que protagonizó el reino de Portugal en su época:

«Ao ser escudeiro do Duque de Bragança (penso que o terá sido depois da batalha de Alfarrobeira em 1449), por certo participou nos acontecimentos em que se viram envolvidos os titulares da Casa: a expedição de 1458 a Alcacer-Ceguer; a de 1463 a Tânger; a regência do reino durante a campanha de Arzila em 1471; e a guarda de D. Juana «a Beltraneja» durante a guerra de sucessão peninsular em 1476.»

Coincidimos con el investigador, pero fuera como fuese, el hermano de Pedro Madruga, como el propio Madruga y como tantos otros, desaparece entre los convulsos acontecimientos que se vivieron en Portugal tras la subida al trono de João II y las subsiguientes conjuras contra la Corona organizadas por los más destacados miembros de la nobleza. En 1483, el Duque de Braganza es ejecutado en Évora acusado de alta traición. Probablemente, siguiendo el ejemplo de otros nobles leales a Fernando de Braganza, João Gonçalves de Sotomayor se unió a Diego, Duque de Viseu, quien asumió el liderazgo de la conjura. Pero Viseu es asesinado personalmente por el rey de Portugal. Los restantes nobles son apresados o escapan, quizás el más destacado de entre ellos, el Conde de Penamacor, Lopo de Albuquerque, quien tras una estancia en Londres se refugia en Sevilla, en principio bajo un nombre falso, como pudo haber hecho el mismo Bartolomé Colón.

Sucede que la familia Sotomayor tenía grandes lazos con todos los conjurados. Un hermano de Pedro Madruga, como acabamos de ver, era escudero de Fernando de Braganza. El único hijo de Diego de Viseu era fruto de su relación con una Sotomayor; el Conde de Penamacor era por su parte pariente de los Sotomayor. En esas condiciones, lo óptimo para el hermano de Pedro Madruga era desaparecer. Se sabe que Bartolomé Colón permaneció en Londres en las mismas fechas en que el Conde de Penamacor se ocultó allí, así como que ambos recalan en Sevilla. Se da la circunstancia añadida de que uno de los mayores hombres de confianza de Cristóbal Colón fue su secretario Diego Méndez de Segura, quien era hijo adoptivo del Conde de Penamacor.

Lo cierto es que el hermano de Pedro Madruga ya no da desde entonces señales de vida en Portugal, como lo prueba el hecho de que el matrimonio de su hija Guiomar fuese concertado por los hermanos de Guiomar hacia 1485, lo que demuestra que su padre se encontraba ya ausente, sin que por otra parte se haya encontrado prueba alguna de su muerte, lo que nos permite suponerlo vivo y entre el grupo de los escapados.

Por todo lo antedicho y otros datos más engorrosos o transversales que harían demasiado pesado este texto aproximativo, podemos atrevernos a proponer a João Gonçalves de Sotomayor como verdadera identidad de Bartlomé Colón. Cuenta con la primera de las condiciones necesarias: haber existido, algo que sólo podemos suponer en el caso del Bartolomé Colón propuesto por Philippot, cuya existencia no se encuentra documentada. Reúne a su vez otra condición inexcusable para quienes creemos en la tesis Colón-Madruga: ser hermano de Pedro Madruga y por tanto hermano de Cristóbal Colón; y por si eso fuera poco, cuenta con un perfil coincidente con el de Bartolomé Colón, por su experiencia de mando, por su pasada actividad militar, por su formación y educación y por su condición de miembro de la nobleza gallega ligada al Reino de Portugal, ninguna característica que siquiera podamos suponerle al Bartolomé de Philippot, una figura esta última simplemente conjetural cuya existencia ni se ha probado ni se probará.

Quedamos, lógicamente, a la espera de nuevos datos que nos permitan reforzar o descartar esta propuesta, pero con lo que tenemos hasta el momento, y tras haber efectuado todas las comprobaciones posibles sobre el personaje, creemos poseer elementos suficientes como para sostener que nuestro candidato es Bartolomé Colón.

http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2011/07/la-verdadera-identidad-de-bartolome.html

Colón Gallego. Breve resumen de la tesis.

http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2009/10/colon-gallego-breve-resumen-de-la-tesis.html

Hemos recibido algunos correos a lo largo de los últimos meses en las que se nos piden datos o se nos plantean ciertas dudas sobre el Colón Gallego. La última que ha llegado viene firmada por Agustín Lara, veracruzano, compositor e intérprete de canción melódica, difunto, de edad imposible de determinar (en la dimensión en la que vive, dice, no existe el concepto tiempo. Todo lo miden en galones), astuto y tremendamente persuasivo.

Dice Agustín que escribimos sobre el Colón Gallego, y particularmente sobre elColón-Madruga, como si el lector tuviese que estar previamente iniciado, y tiene razón. Exige explicaciones sobre los siguientes puntos:
– ¿Cómo sabemos que Colón no es genovés?
– ¿De dónde sacamos que Colón es gallego?
– ¿Por qué creemos tener más razón que quienes sostienen que Colón es catalán, francés, mallorquín, portugués o de cualquier otro lugar?
– ¿Quién fue Pedro Madruga y por qué afirmamos que Colón es Pedro Madruga?

También nos plantea Lara otra pregunta a la que no sabemos responder. Desconocemos, querido Agustín, si las cabras comen papel de aluminio, aunque creemos que no. En cuanto a las otras cuestiones, hemos decidido elaborar un resumen para que tú y aquellas personas que tengan interés en la teoría del Colón Gallego puedan en adelante saber de qué hablamos cuando escribimos sobre el asunto. Allá vamos.

Hace muchos años, a finales del S. XIX, un historiador pontevedrés llamadoCelso García de la Riega leyó un libro escrito por un pariente suyo en el que se daba cuenta de un documento que mencionaba a una persona apellidada Colón. El documento databa del S. XV. García de la Riega se preguntó si ese Colón podría tener alguna relación con el descubridor de América y con ayuda de varios investigadores, se puso a la búsqueda de más documentos que le permitieran conocer si existían más personas que en tiempos próximos a Colón llevaran ese apellido en Pontevedra. Para su sorpresa encontró unos cuantos.

El siguiente paso fue el de estudiar a fondo los textos y la documentación que existía sobre Colón. Necesitaba saber todo lo que se sabía entonces sobre Colón y se puso a trabajar. Entonces todo comenzó a chirriar. Los documentos que se referían a Cristóbal Colón como un humilde genovés apellidado Colombo eran confusos, inconclusos y contradictorios entre sí; hacían al descubridor residiendo en Génova en una época en la que hay constancia de que ya se encontraba en Portugal; existían varias ciudades italianas que se disputaban la cuna de Colón, cada una con su propio Colombo, formando un batiburrillo de Colombos italianos y descubridores de América todos y cada uno de ellos; ninguno de los candidatos italianos tenía relación alguna con actividades marítimas, siendo alguno cardador de lana, el otro vinatero, otro quesero, un hostelero, un tabernero…

Colón no hablaba ni escribía en italiano ni en ninguna de las lenguas o dialectos que se hablaban por aquellos tiempos en Italia. Cuando escribía una carta dirigida a un italiano lo hacía en un castellano plagado de giros gallegos. Incluso en sus cartas a sus hermanos, supuestamente italianos como él, utilizaba invariablemente ese castellano sospechosamente gallego. Se da el curioso caso de una carta enviada a Italia en la que sugiere al destinatario un intérprete para que le traduzca . Y aún por encima, Colón se apellidaba Colón y no Colombo. A pesar de que su apellido se escribía de infinitas formas (algo muy común en la época, por la costumbre de adaptar y traducir nombres y apellidos), lo importante era establecer cuál de aquellos era el correcto. Y García de la Riega descubrió que Colón era el nombre utilizado en las capitulaciones de Sante Fe, Colón el apellido con el que se dirigía a sus hijos y hermanos, Colón en su “Libro de las Profecías”, Colón en las cédulas reales y todos los documentos oficiales redactados por él o dirigidos a él. Colón le llamaban los Reyes Católicos, hasta el Papa, (y no es una frase hecha). Nunca, jamás, en una sola ocasión, Colombo, ni de ninguna otra manera. En los documentos oficiales en los que el apellido había de escribirse de la única manera correcta, esa era siempre la misma: Colón.

Hay a la regla una excepción, como siempre: en una carta dirigida al navegante por João I de Portugal, el Rey le llama de dos maneras diferentes: Colón en una y Collon en otra. Las dos formas que se utilizaban para nombrar a los Colón de Galicia.

No había entonces un único motivo que llevara a García de la Riega a creer que Cristóbal fuera realmente genovés. ¿De dónde salía entonces que Colón era italiano? Encontró el historiador la respuesta o más bien las diferentes respuestas, que en líneas generales pasamos a exponer:

Por un lado, el descubridor se cuidó mucho de no revelar su verdadero origen. Su propio hijo Hernando, en la biografía que escribió sobre su padre, deja muy claro que todo lo referente a su pasado debía permanecer en la oscuridad por expreso deseo del mismo Colón.

Por otro, el deseo y la conveniencia o necesidad de sus herederos de cumplir esa norma. Y en tercer lugar un fenómeno bautizado por La Riega como el “Dogma Petrificado”, que puede ser descrito de la siguiente manera: alguien hace una afirmación basada en una suposición errónea, otro la escucha y la repite y otro y otro más. El tiempo va pasando, los autores repiten el error consciente o inconscientemente hasta que la afirmación errónea se convierte en dogma. El dogma se va asentando hasta petrificarse y convertirse en una falsa verdad universalmente aceptada.

Contra un dogma petrificado solamente puede contraponerse una prueba incuestionable que demuestre una realidad alternativa, y eso es lo que hizo García de la Riega. Es necesario resaltar que todos los que en adelante han propuesto una teoría diferente a la del Colón italiano empiezan por repetir los argumentos de don Celso, aunque casi nadie se molesta en citarlo. Hay incluso quien se atreve, hoy, en pleno año 2009, a afirmar que acaba de descubrir que Cristóbal Colón no es italiano, y basa su jactanciosa pretensión en repetir como un loro aquello que señaló nuestro historiador hace más de cien años largos.

Seguimos. Una vez adquirida la certeza de que aquellos Colombos italianos no tenían absolutamente nada que ver con el descubridor de América, García de la Riega acometió una siguiente etapa. Ya que Colón no era italiano, ¿de dónde era? El apellido no existía (insistimos, en su forma correcta), en ningún otro lugar del mundo. Solamente en Galicia, y expresamente en un lugar de Poio (Pontevedra), llamado Porto Santo. Allí vivían en el S. XV varios miembros de una pequeña familia que mantenía una residencia estable a lo largo de varias generaciones. No era en absoluto descabellado entonces pensar que a esa familia perteneciera Cristóbal Colón. Era una familia de navegantes. Aquello explicaría esas palabras y expresiones gallegas con las que el descubridor trufaba su castellano. Y a todo ello se sumaba un anterior trabajo realizado por el propio García de la Riega en el que demostraba (y eso es hoy comúnmente aceptado) que la nao “Santa María” se llamaba originalmente “La Gallega” y había sido construida en los astilleros de Pontevedra. Siguiendo con sus investigaciones, don Celso encontró otro sorprendente hecho que reforzaría su convicción: algunos de los nombres utilizados por Colón para bautizar lugares descubiertos por él en América coincidían con lugares relacionados con los Colón de Galicia y con las costas de las Rías Baixas gallegas.

Con todo ello, Celso García de la Riega acudió a Madrid. Y allí pronunció, en sede de la Sociedad Geográfica, una conferencia en la que expuso sus conclusiones. Estamos en diciembre de 1898.

Años después, en 1914, publicó su libro titulado “Colón Español”.

Los trabajos de don Celso causaron gran impacto y controversia en todo el mundo. Y pronto surgieron los detractores, algunos de los cuales se embarcaron en un combate contra el Colón Gallego en el que emplearon una saña desmedida. Afirmaron que algunos de los documentos aportados desde Pontevedra habían sufrido retoques o adulteraciones e invalidaron toda la tesis. Nada importó que los supuestos retoques no afectaban en ningún caso al apellido Colón, ni que no todos los documentos los sufrían, pues hubo varios que fueron declarados totalmente válidos por los mismos que atacaban a La Riega (por cierto, recién fallecido). Nada importó la toponimia, ni el lenguaje gallego de Colón, ni la constatación de que la existencia del apellido en Pontevedra quedara sobradamente acreditada con los documentos que se salvaron de la criba. Colón no podía ser gallego porque ALGUNOS de los papeles de don Celso presentaban dudas. Y ya que no tenían elementos para desacreditar la investigación de La Riega, optaron por desacreditar al propio La Riega. Pero por suerte para nosotros, no sólo habían sido incapaces de anular todos los documentos, sino que la teoría tenía otros pilares, como el de la toponimia, que no había manera de tumbar.

La teoría del Colón Gallego de Celso García de la Riega provocó una consecuencia inesperada, que fue el surgimiento de decenas de tesis alternativas basadas en la premisa de que, no siendo Colón italiano y puesta en duda la tesis gallega, el descubridor podría ser de cualquier otro lugar. Y así fueron naciendo las más disparatadas teorías que hasta hoy siguen apareciendo por doquier y que, simplemente, están basadas en casi nada, cuando no en nada de nada. No obstante, creemos (entre otras cosas porque lo hemos sufrido), que el trabajo consiste en que cada uno trate de probar su tesis, no en desacreditar las ajenas, principalmente por un motivo: demostrando al Colón Gallego, las otras alternativas se caen por sí solas.

Y, contra lo que hoy se cree, tras la muerte de don Celso, el Colón Gallego vivió sus mayores años de esplendor. Decenas de autores recogieron el testigo y ampliaron las investigaciones. Poco a poco se iban acrecentando las listas de vocablos exclusivamente propios de la lengua gallega utilizados por Colón, así como las de la toponimia. La lista de nombres impuestos por Colón aumentaba en progresión geométrica, y aun hoy sigue dando sus frutos. Porto Santo (Poio), en honor a su lugar de nacimiento, San Juan (Poio), San Salvador (Poio), Lanzada…, hasta alcanzar una lista de cien nombres, todos ellos situados en un radio de 40 ó 50 kilómetros alrededor de Pontevedra. También estaban reflejados los nombres de todas las cofradías de navegantes de Pontevedra, de sus iglesias. Algunos de esos cien nombres pertenecen además a lugares de las costas gallegas que ni siquiera eran conocidos popularmente, pues son propios de accidentes solamente conocidos por los marineros y que fueron llegando gracias al estudio de antiguos derroteros marítimos. ¿Cómo alguien que no conocía las costas gallegas podía utilizar cien de sus nombres para bautizar otros tantos lugares en América?. Se da la circunstancia además de que esos nombres figuran en los diarios de a bordo del propio Colón, transcritos por Bartolomé de las Casas, en las relaciones de otros viajes redactadas por el propio descubridor que bautizaba esos lugares, en cartas también redactadas de puño y letra por Colón, y por tanto, constituyen prueba de valor absoluto.

Se supo también, por textos y documentos de la época que dos naves más, utilizadas por Colón en su segundo y en su cuarto viaje, se llamaban también “La Gallega”, nombre impuesto igualmente a una isla. Los argumentos eran cada vez mas sólidos y libros publicados en lugares tan dispares como La Habana, Manila, Buenos Aires, Madrid o México exponían con mayor o menor fortuna la teoría del Colón Gallego, contribuyendo a su difusión.

Pero era indispensable avanzar en dos frentes: por un lado, buscar más documentos y nuevas pruebas que despejaran cualquier atisbo de duda y que pudieran soportan los más estrictos análisis. No por que los documentos declarados válidos de entre los aportados por don Celso no sirvieran ya de demostración, sino para acallar de una vez las impertinentes voces que seguían armando ruido sobre los documentos parcialmente invalidados. De eso se encargó don Prudencio Otero, quien presentó en su día una nueva relación de papeles que no generaron ni la menor sombra de duda y fueron aceptados por los expertos más exigentes.

Por otro lado, se hacía necesario dar un nuevo paso. La teoría, tal como estaba formulada en origen, presentaba ciertas lagunas, carencias y errores, algo que sucede con todas las teorías. Todas necesitan evolucionar y la propia Teoría de la Evolución evoluciona cada día. Por otra parte, el propio García de la Riega reconocía en su libro que su precaria salud le impedía avanzar más.

De ese trabajo se encargaron varios autores, pero el más determinante de todos fue el insigne historiador don Enrique Zas, una eminencia en su época. Limpió, por decirlo de alguna manera, la tesis del Colón Gallego y la consolidó con rigor y eficacia, aportando nuevos elementos demostrativos y, sobre todo, mucho sentido común. Revisó la genealogía propuesta por La Riega, eliminando de la ecuación a los judíos Fonterrosa, nombró por primera vez a Cristóbal de Sotomayor relacionándolo directamente con Colón (aunque cometió el error de suponerlo hijo de García Sarmiento de Sotomayor, y no de Pedro Madruga), presentó los planos del sorprendente parecido entre las bahías de Cambados (Galicia) y Acul (actual Haití), ambos lugares llamados Santo Tomé. Y, sobre todo ello, dotó al Colón Gallego de una coherencia argumental aplastante. En mi opinión, Enrique Zas, Prudencio Otero y el propio García de la Riega conformaron los tres pilares básicos en los que se apoya el Colón Gallego. Ningún otro autor ha alcanzado, ni de lejos, a ninguno de éstos.

El asunto fue tomando forma y políticos, artistas, literatos, en todo el mundo, se sumaron con entusiasmo al Colón Gallego, que comenzó a tener tal fuerza que llegó a preocupar en Italia hasta el punto de que el propio Mussolini tomó cartas en el asunto contratando a un historiador, Ángel Altolaguirre, para intentar contrarrestar el impulso de la teoría.

Hacia los años 50 del S. XX, sin motivo conocido, el dogma petrificado del Colombo italiano fue recuperando posiciones en detrimento del Colón Gallego. Ello no se debió en absoluto a motivos académicos o históricos, ni a nuevos elementos que afianzaran al Colón genovés. Simplemente, la falta de apoyo institucional y la desidia intelectual hicieron que poco a poco aquella inercia se fuera perdiendo, hasta caer casi en el olvido.

Y durante el período subsiguiente, principalmente fuera de España, comenzó a surgir una corriente de investigación que, más que aclarar la nacionalidad de Colón, buscaba conocer al personaje, sobre el que seguía existiendo un profundo desconocimiento. Se trataba de responder a una serie de preguntas que hasta entonces nadie se había planteado: ¿quién era en realidad Colón?, ¿por qué su obsesión por ocultar su origen?, ¿cuál era su pasado y por qué esa necesidad enfermiza de esconderlo?, ¿quiénes eran sus amigos y sus enemigos? Para resolver estas y otras cuestiones se hacía necesario partir de cero e investigar al personaje desde ópticas diferentes. La idea era conocer al Colón oculto, al de antes del descubrimiento, a ese que había decidido esconder su pasado.

Así fue surgiendo un perfil de Cristóbal Colón hasta entonces desconocido. Y fueron saliendo a la luz sorprendentes obviedades en las que nadie había reparado. ¿Cómo era posible que antes de descubrir América, Colón tuviera acceso casi ilimitado a los palacios de los reyes más poderosos de la tierra?, ¿por qué se carteaba con el Rey de Portugal?, ¿por qué era amigo de cardenales, condes, duques y marqueses? Solamente cabía una respuesta: Colón era a su vez un noble, pues de otra manera ese acceso al poder le hubiera estado vetado. Nadie que no fuera noble en el siglo XV se sentaba a comer a la mesa de un conde. Los nobles solamente se codeaban con nobles. Y éste no era más que el primero de los datos obtenidos para el nuevo perfil deseado, pues pronto fueron llegando en cascada otros muchos. Su conocimiento del latín y de las Sagradas Escrituras y otros textos religiosos y teológicos sólo se podían haber conseguido con una sólida formación religiosa, que solamente se podía obtener en un monasterio; tenía que haber cambiado su identidad anterior, pues sabemos que nadie llamado Cristóbal Colón respondía a ese perfil, por lo que es obligado pensar que anteriormente había utilizado otro nombre. Además se supo, por declaraciones del propio Colón, que había tenido un pasado como hombre de armas (condición que poseían casi todos los miembros de la nobleza). Y a todo ello había que sumar su experiencia naval.

A esa persona era a la que había que buscar y ninguna persona que no reuniese todas y cada una de esas condiciones podía ser el descubridor de América.

Con esos datos se caía para siempre el Colón de extracción humilde, y con él la mayoría de los candidatos, y ello planteaba un serio problema a la tesis gallega, como a las demás, pues los Colón de Poio eran marinos, alguno de ellos con una posición económica acomodada, pero en ningún caso nobles.

La criba era obligada, y muchos, no encontrando a nadie que respondiera a ese perfil, comenzaron a tirar por el camino más corto, la invención de personajes. El rey Fernando de Aragón podría haber tenido un nieto secreto, y ese nieto sería Colón.

-Demuestre usted que ese nieto existió.
-No. Demuestre usted lo contrario.

Podría ser Colón un hijo secreto del Papa.

-Demuestre usted que el Papa tuvo ese hijo.
-No, demuestre usted que no lo tuvo.

Podría ser un hijo secreto de un infante portugués.

-Demuestre usted que el infante tuvo un hijo.
-No quiero. Demuestre usted que ese hijo no existió.

Así, decenas de personajes que (estamos hartos de decirlo) no reunían ni la elemental condición de haber existido, pasaron a engrosar la lista de candidatos. Personajes ficticios. El motivo de esa profusión de Colones imaginarios era claro: nadie encontraba a un personaje real que reuniera las condiciones exigidas.

Así llegamos al último tercio del S. XX. Dos investigadores, el Sr. Xosé Lois Vila Fariña, cronista oficial de Vilanova (Pontevedra) y Philippot llegan a una arriesgada e innovadora conclusión: Colón era en realidad Pedro Álvarez de Sotomayor, conde de Camiña (Portugal), conocido como Pedro Madruga. El trabajo de Vila Fariña pasa casi desapercibido, mientras el de Philippot alcanza cierta difusión. En su obra “La identidad de Cristóbal Colón”, afirma que Colón era Pedro Madruga basándose en una serie de datos que pasaremos a exponer tras detenernos unos minutos a contar quién era ese señor.

El conde de Camiña (Caminha en portugués) era hijo bastardo del Señor de Sotomayor, Fernán Yáñez de Sotomayor. Fue el más famoso y poderoso miembro de la nobleza gallega de su tiempo, mantuvo un enfrentamiento directo con los Reyes Católicos al apoyar a Juana la Beltraneja en sus aspiraciones a la corona de Castilla y se alió con Portugal en la Guerra de Sucesión. Está perfectamente demostrada su educación eclesiástica (fue canónigo en Tui y aspiró al arzobispado de Santiago), su experiencia militar, su experiencia naval. Era amigo personal de dos reyes portugueses, Afonso V, quien lo hizo conde y JoãoI y estaba emparentado con todos los nobles castellanos y portugueses que apoyaron a Colón.

En realidad, la familia Sotomayor estaba revoloteando alrededor del Colón Gallego desde el origen de la teoría, pues ya García de la Riega demostrara la vecindad de un miembro de los Sotomayor con los Colón de Pontevedra, yEnrique Zas había ya marcado el paso al sugerir una relación directa entre Cristóbal de Sotomayor (hijo de Pedro Madruga) y Colón. Pedro Madruga había sido criado por su madre, Constanza Colón, hasta que, en su testamento, Fernán Yáñez, el padre, dispone integrarlo como miembro de la familia, con lo que adopta el apellido Sotomayor y se desprende del Colón, que retomaría años después.

Resultó que Pedro Madruga encajaba perfectamente en el nuevo perfil del descubridor y, además, toda su vida coincidía cronológicamente con los pocos datos conocidos sobre la etapa oscura de Colón. Pedro Madruga se da por desaparecido en el mismo lugar y en la misma fecha en que Colón tiene su primera entrevista con los Reyes Católicos y la enigmática firma del Almirante de Indias, compuesta por una serie de siglas, coincide exactamente con las letras que conforman el árbol genealógico de Pedro Madruga. Y los motivos por los que, tanto Colón como los Reyes habían decidido ocultar su anterior identidad estaban claros. Los reyes no podían nombrar Almirante y virrey a su mayor enemigo, pero por otro lado, sólo él, Pedro Madruga, estaba en condiciones de ofrecerles el descubrimiento, pues contaba con planos e información procedentes de Portugal, el verdadero país de los descubrimientos (con intervención de destacados gallegos) en aquellas fechas.

Hasta ahí, en líneas generales, se había llegado cuando yo decidí, convencido de todos (o casi) los argumentos expuestos por las decenas de investigadores, en su mayoría olvidados, desde García de la Riega hasta nuestros días, emprender mi propia investigación. No encontrando nada nuevo en las bibliografías y la documentación que se vienen manejando sobre el asunto, decidí recurrir a fuentes alternativas. Encontré, por ejemplo, que Alessandro Geraldini, amigo personal de Colón, afirma que el decubridor había estado en Galicia. Encontré el texto de Francesillo de Zúñiga en el que se afirma que Diego de Sotomayor (otro hijo de Pedro Madruga) “parece hijo bastardo de Colón”. Encontré documentos en los que se demuestra la estrecha relación entre Diego Colón y el antes mencionado Cristóbal de Sotomayor. Encontré que aquellos monasterios tan frecuentados y queridos por Colón, como el de Las Cuevas o el de Guadalupe, estaban bajo la influencia directa de la familia Sotomayor. En realidad, por donde busqué, encontré siempre una relación directa entre Colón y Pedro Madruga. Publiqué mis conclusiones en la obra “Colón, Pontevedra, Caminha”.

Y la cosa no para ahí. En estos momentos, varias investigaciones se encuentran en curso, y otras pendientes. Destacaría el trabajo de Fernando Alonso Conchouso (quien nos facilita la imagen de arriba) sobre la relación entre pedro Madruga y el corsario Coullon, citado como pariente por Hernando Colón, o el descubrimiento de una serie de documentos en los archivos pontevedreses aún sin investigar conocidos como “Lista Arbolí” en honor a su descubridor, el Sr. Arbolí Cervera-Mercadillo.

Y pronto saldrán a la luz nuevas y sorprendentes conclusiones fruto de una minuciosa investigación que lleva a cabo en Portugal un descendiente del propio Pedro Madruga y cuyo avance estaríamos encantados de publicar si no fuera porque los datos pertenecen a quien los encuentra y debe ser el propio investigador (créanme, es un genio meticuloso al que pronto conocerán) quien administre la información obtenida.
Y con eso esperamos, amigo Agustín Lara, haber saciado tu curiosidad. Un abrazo.

La tesis de Marcelo Gaya y Delrue

Como todo en esta vida, la tesis del Colón Gallego y su vertiente Colón Madruga, tiene precedentes, aunque a veces y por diferentes motivos, unos y otros prefiramos ignorarlos. En 1953, Marcelo Gaya y Delrue formulaba una teoría que refutaba en parte la de García de la Riega. Sólo en parte porque también se apoyaba en ella en aquellos elementos que consideraba válidos. El caso es que este señor nos da las claves precisas para llegar a Pedro Madruga. Analizando la vida conocida de Cristóbal Colón, su lenguaje, la toponimia del descubrimiento, y los apuntes biográficos que el propio descubridor había ido dejando en sus escritos, llega a la siguiente conclusión:

¿Quien era este hombre? Por ahora, todavía no lo sabemos. Por su lenguaje, ya lo vimos, debía ser un galaico-portugués de la región de Tuy. Circunscribiendo aún más el problema y para basarnos en sus porpias afirmaciones, es problable que fuese oriundo de uno de los pueblos que, cuando la rectificación de fonteras, cambió de nacionalidad a consecuencia del Tratado de Trujillo, en 1479, fin de la guerra de sucesión de Castilla, entre este país y Portugal. Que naciese en un lugar anexionado entonces a Castilla, no mentía al decirse «extranjero», puesto que en el momento de su nacimiento, se había cedido a Portugal, tampoco mentía, puesto que, aunque nacido castellano, se había convertido en «extranjero».

 

Si analizamos a la luz de los conocimientos que en 1953 se tenían sobre el asunto el texto de Marcelo Gaya, descubriremos que solamente le faltó poner un nombre al descubridor: Pedro Álvarez de Sotomayor, nuestro Pedro Madruga, conde de Camiña. Pedro Madruga, además de conde de Camiña, fue tituladovizconde de Tuy. Allí se formó como clérigo, llegando a ejercer al menos formalmente como tal. Conquistó la ciudad varias veces, algunas de ellas bajo bandera portuguesa. Era en la práctica el propietario de la frontera entre Galicia y Portugal, pues además de las villas de Tuy y Camiña, llegó a controlar por diferentes períodos, las de Pontevedra, Vigo y Baiona. Nacido en Galicia, educado en Tuy, Señor de Sotomayor (Galicia) vizconde de Tuy (Galicia), conde de Caminha (Portugal), casado con la portuguesa Teresa de Távora, pasó la mayor parte de su vida en Portugal. Por tanto, la descripción que hace Marcelo Gaya es la de Pedro Madruga, aunque no haya acertado a ponerle el nombre, quizás porque ni lo conocía. Y lo hace en 1953, allanando así el camino a quienes vendrían décadas después. Mérito suyo y de nadie más.

Debemos unas cañas y mucho más a Fernando Alonso Conchouso, gran bibliófilo y recopilador de textos, quien nos hace llegar la obra de Marcelo Gaya.

Por Rodrigo Cota González

Mussolini contra el Colón Gallego. La compra de Ángel Altolaguirre.

No es la primera vez que se publica el documento de arriba. Lo hizo en el año1987 la revista «Cristóbal Colón» que dirigía don Xosé Lois Vila Fariña, a quien hoy nadie se molesta en mencionar. Diría incluso que hay quien se molesta en que no sea mencionado, vaya usted a saber por qué. También lo reprodujo Philippot, algo después. Y anteriormente, el Sr. Modesto Bará había ya dado cuenta de la existencia del papelote, tan molesto para los genovistas. El documento tiene su propia historia, que trataremos de resumir.
Tras la publicación de la obra del gran Celso García de la Riega, «Colón Español», Génova se puso muy nerviosa. La teoría que hablaba de un Colón Gallego no gustaba en Italia y se expandía por el mundo de manera imparable. La cuestión trató de desactivarse tachando de falsa la documentación aportada por García de la Riega. No se consiguió del todo, pues varios de los documentos fueron declarados totalmente válidos, pero la duda estaba sembrada. En Galiciase siguió trabajando. Aparecieron nuevos documentos, que serían publicados pordon Prudencio Otero, y que demostraban de una manera simplemente irrebatible la existencia del apellido Colón en Pontevedra en tiempos del descubridor. Eso ya era demasiado para Génova. La cuna de su Colombo se desplazaba hacia Galicia y, sencillamente, no lo podían consentir. Decidieron comprar a la Academia de la Historia española, que era la encargada de dirimir estos asuntos. En 1922 escribieron, desde la ciudad de Génova, esta carta, dirigida al agregado militar en la embajada de Italia en Madrid. En ella, entre otras cosas, se dice:»(…) las pretendidas reivindicaciones del origen español de C. Colombo defendidas ahora por Prudencio Otero Sánchez valen desde el punto de vista científico los mismo que las de García de la Riega, las cuales fueron ya demostradas como completamente infundadas.«Lo cierto era que los documentos que estaba a punto de publicar Prudencio Otero valían mucho. Muchísimo, y en Italia se sabía. De ahí la mussoliniana necesidad de desactivarlos. La carta continúa:

«Tal falta de fundamento no es sin embargo apreciada por el gran público, y de ahí que sea muy oportuna la obra que se propone desarrollar S.V. Ilustrísima

¿Qué «obra» se proponía desarrollar el agregado de la embajada de Italia en Madrid por encargo de Génova en realación a los documentos sobre el Colón Gallego? Dejemos por un momento la pregunta en el aire, y pasemos a explicar, también por el aire, quien era Ángel Altolaguirre y Duval.

Altolaguirre era uno de esos académicos que había de determinar el alcance de los documentos gallegos. Presidía una comisión que debía trasladarse a Galicia para el estudio, no sólo de los documentos sino de otras pruebas como la famosa inscripción de la Basílica de Santa María. Pero, coincidiendo con la carta de la ciudad de Génova al agregado militar, acérrimo fascista, Altolaguirre no solamente se negó a desplazarse a Pontevedra con las excusas más peregrinas. Además, se dedicó a atacar con una virulencia indigna de un académico, de un historiador, y hasta de un mamífero, a la tesis gallega. Publicaba informes negando la veracidad de los documentos que no estudiaba y haciendo gala de una parcialidad y una subjetividad indecentes, insultaba rabiosamente a cualquiera que osara afirmar que acaso Colón era gallego. Y todo eso, sin renunciar a la presidencia de la comisión encargada del asunto.

Bien. En los años 50, felizmente muerto Ángel Altolaguirre, esperamos que tras larga y dolorosa agonía, sus descendientes decidieron vender su biblioteca. Un señor catalán, interesado en la figura de Colón, adquirió un lote de libros provenientes de la colección de Altolaguirre y entre las páginas de uno de ellos, encontró varios documentos. Eran las cartas dirigidas por Prudencio Otero a  Ángel Altolaguirre, en las que le pedía insistentemente que procediera a realizar, como presidente de la comisión académica, el viaje prometido a Pontevedra para analizar las pruebas sobre el Colón Gallego. Junto a las cartas de Prudencio Otero, el documento que vemos arriba. El señor catalán, un bibliófilo llamadoJaume Colomer i Montset ató cabos rápidamente y contactó con Modesto Bará, periodista e investigador que mucho aportó al Colón Gallego, dando cuenta de su extraño hallazgo. La carta de Colomer dice que la embajada italiana se encargaba de buscar:

«(…) que alguien estudiara el problema del origen de Cristóbal Colón, a fin de oponerse a la argumentación de la tesis gallega. Todo hace pensar que el encargado de llevar a cabo esta campaña había confiado el asunto al Sr. Altolaguirre. El hecho de que poseyera él la carta del Ayuntamiento de Génova lo hace así presumir.


Vd. que conocerá los pormenores de los incidentes tenidos entre la comisión de académicos que se tenía que trasladar a Pontevedra y la comisión que allí aguardó inútilmente su llegada, sabrá encajar esta carta genovesa que explicaría muchas cosas, pero que aparte de la polémica surgida demuestra que alguien había «tomado su partido» antes de examinar los documentos de Vds»

Así se supo el porqué de la inquina remunerada de Altolaguirre contra el Colón de Pontevedra, y así se supo cuál era la obra encargada por Mussolini, a través de la ciudad de Génova, a su agegrado militar en Madrid. ¿Por qué una carta de la Ciudad de Génova a su agregado militar, en la que se muestra la preocupación italiana ante los documentos de Pontevedra, acaba en poder de Altolaguirre, la persona encargada de analizar esas pruebas pontevedresas? ¿Por qué precisamente Altolaguirre guarda esa carta junto a las de Prudencio Otero? ¿Cuántos académicos más fueron comprados por Génova? ¿Cuántas cartas como la que aquí reproducimos fueron escritas desde Italia? ¿Cuántos altolaguirristas caben en un Fiat Cinquecento?

Es conocida la furia con la que Mussolini defendió a su Colombo contra el empuje del Colón Gallego, ¿hasta dónde llegó esa furia? La carta que nos ocupa nos llegó de una manera imprevista y casual. En realidad, nunca nos debió haber llegado, y si podemos hoy leerla es porque el burro de Altolaguirreolvidó destruirla y la dejó perdida entre las páginas de un libro. Eso nos permite sospechar que estamos ante la punta de un iceberg.

Hay quienes citan las obrillas que escribió Altolaguirre con la misma veneración con que verían una aparición de Mussolini. Sepan que todo lo que haya escrito Altolaguirre en relación a Cristóbal Colón, al menos a partir de la fecha de esta carta,  ha de ponerse en cuarentena, y tras citar a Altolaguirre, lávense la boca con detergente. Y lean a Enrique Zas, que demostró punto por punto que Altolaguirre sólo escribía bobadas.Y aún por encima, pagadas por Mussolini.

A quien piense que soy desconsiderado con Altolaguirre, le pediré que busque las perlas que Altolaguirre y algún que otro académico dedicaban a García de la Riega, por aquel entonces recién fallecido. No seré yo quien las reproduzca por respeto a don Celso, respeto que no merecen ni Altolaguirre ni sus entusiatas cachorrillos.

Colón Gallego. Prueba irrefutable.

La imagen de abajo, nos muestra el mar de Cambados (Galicia). Este mar ha sido conocido siempre y lo es aún hoy como «Santo Tomé del Mar», como podemos comprobar haciendo una rápida búsqueda en Google. Colón utilizó mucho la toponimia de esa zona para bautizar lugares descubiertos por él en América, pero el caso que presentamos hoy es llamativo, sorprendente e irrefutable. Sucede que en el actual Haití existe un lugar llamado «Bahía de Acul» (si lo buscamos en Google escribámoslo así, entrecomillado, porque de otra manera el buscador se empeña en que no queremos buscar Acul sino Azul, vaya usted a saber por qué). Ese mar fue bautizado por Colón como «Mar de Santo Tomé». Si nos fijamos en la configuración de ambos mares y sus costas, habremos de coincidir, siempre que tengamos dos dedos de frente, que quien bautizó el lugar representado en el mapa inferior, por fuerza tenía que conocer el superior, pues son exactamente iguales, calcados. Podríamos haber utilizado imágenes de GoogleMaps, pero hemos decidido ser fieles al gran historiadorEnrique Zas, que fue quien nos mostró, allá por 1924, esta enorme «coincidencia». Otros han publicado estos mismos planos, posteriormente, sin molestarse en citar a Enrique Zas. Y eso no se hace. A Enrique lo que es de Enrique.

Así pues, arriba «Santo Tomé» (Galicia), y abajo «Santo Tomé» (América). Hasta la mente más obtusa entenderá que las semejanzas entre ambas costas algo tendrán que ver en el nombre utilizado por Colón para bautizar el Santo Tomé de América.