La discutida nacionalidad de Cristóbal Colón – ABC 1926

concurso_ABC_colonLa Prensa de Italia y va­rias Asociaciones culturales de dicho país se ocupan ac­tualmente de la nacionali­dad del descubridor del Nuevo Mundo, con el íin de demostrar que Cristóbal Co­lón es el Cristófforus Columbo nacido en Génova, en donde vivió hasta su ma­yor edad.

Varios escritores italia­nos fundamentan sus argu­mentos en lo que dicen al­gunos españoles, que, en la duda sobre el origen de Co­lón, no han vacilado en afir­mar la nacionalidad italiana del mismo. ¡ i Asi se hace Patria!!

Con el fin de que quede esclarecido de una vez para siempre el lugar del naci­miento del gran navegante, ha abierto A B C el concur­so cuyas bases publicamos a continuación, ya que ja­más se habría podido deter­minar la nacionalidad de Colón en una polémica pe­riodística, aun pudiendo probarse documentalmente que Colón nunca nombró a la carabela en que realizó su glorioso viaje la Santa Ma­ría, y sí la GALLEGA, en recuerdo, por lo visto, de haber nacido en Génova.

Próximo a cumplirse el plazo en que se na de reunir el Tribunal internacional —Abril de 1927—. espera­mos, confiados, que ante éste quedarán demostrados todos los hechos que han formado el convencimiento de cuantos creen, como cree ABC, que no sólo se debe al valor y al genio de la raza hispana la conquista y la ci­vilización de América, sino que. Cristóbal Colón era tan español como los Reyes Ca­tólicos.

Bases del concurso

Primera. El diario espa­ñol ABC premiará con 50.000 pesetas (cincuenta mil pesetas) el escrito que, a jui­cio de un Tribunal arbitral internacional, demuestre la nacionalidad española de Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo.

Segunda. Este Tribunal $erá elegido entre eminentes personalidades españolas y extranjeras, bajo los auspi­cios del Gobierno español.

Tercera. Los trabajos de­berán presentarse en cuarti­llas escritas a máquina por una sola cara, firmados por el autor, con su nombre y apellidos e indicación de su residencia, acompañando al ejemplar en español, uno en italiano y otro en inglés.

Cuarta. Sin derecho a premio—pues éste queda re­servado para recompensar el trabajo que demuestre la na­cionalidad española de Co­lón—se admitirán y entre­garán al Tribunal arbitral los escritos que impugnen la citada nacionalidad, siempre que su autor cumpla lo que queda establecido en la base tercera.

Quinta. El Tribunal arbi­tral internacional podrá ejer­cer todos los derechos que estime pertinentes para es­clarecer y fallar sobre los dos únicos temas que se somete­rán a su estudio, y que son:

a)       ¿Puede afirmarse que Cristóbal Colón, el descubri­dor del Nuevo Mundo, era español ?

b)       ¿Puede afirmarse que Cristófforus Columbo, nacido en Génova, e hijo de Domini- cus, fué el descubridor del Nuevo Mundo?

Sexta. Los escritos serán recibidos, hasta el día i.° de Abril de 1927, en la casa so­cial de A R C, Serranof 55, Madrid.

Séptima. El autor del tra­bajo premiado disfrutará, respecto al mismo, de todos los derechos de propiedad li­teraria, pero se entenderá que cede a favor de A B C la facultad de editarlo o pu­blicarlo, si lo considera opor­tuno, total o parcialmente, o en extracto, en cualquiera de los idiomas citados. En inglés, por ser, con el español, los que se hablan en América. En italiano, por el interés que para Italia tiene la naciona­lidad de Colón.—En Madrid, año de 1926.—Torcuato Luca de Tena, director de A B C

Revista Blanco y negro – L. Antón de Olmet – 1912

blancoynegro_1 blancoynegro_2 Blancoynegro_3Rugía el mar lleno de rabia, como un titán á quien violaran, á quien ultrajasen, claman­do por sus mil bocas el bárbaro alarido, retor­ciéndose, arrojando la espuma de su rencor des­esperado y bestial. Las aguas corrían furiosas, chocaban, tenían desperezos hercúleos, rezon­gaban sordamente, parecían sufrir hambre y sed. El Océano, aquel Océano tenebroso y bra­vio, indómito y libre, cuya pavura fuera siem­pre arredro inveterado para el fenicio, para el cartaginés, para el aventurado hijo de Génova, para el atezado argonauta de Lisboa, para el audaz velero de Cádiz, sentíase atropellado como en un desfloramiento supremo, amanci­llada su virginidad… El mar se debatía, gritaba enloquecido, protestaba siniestro contra aquel gran estupro… La carabela, impasible, alada, seguía su ruta. Colón, en el puente, escrutador, atisban- dc> la escena formidable, dejaba parolar á un ma­rinero :
—Vos digo, almirante, que mentís. Tan celta sois como yo mesmo. ¡ Si vos tuve de niño en­tre mis brazos!

El almirante volvió sus ojos hacia el mari­nero. Era viejo y alegre, y de su oreja izquierda pendia un zarcillo áureo. Sus dientes, en la pe­numbra del crepúsculo, blanqueaban como los de un zorro, astutos y firmes. Los brazos, mem­brudos y morenos, estaban al aire, y el mechón de cabellos hirsutos que asomaba sobre su ester­nón, era blanco. El marinero, al sentirse avizora­do, habíale dado suelta á su risa:

—Rapaciño erais vos cuando yo navegaba por las costas inglesas. Al tornar, vuestro pa­dre, aquel judío pontevedrés á quien vos neásteis muchas veces, mostróme á Cristóbal, o vos cogí entre mis manos y vos bendije. Te­níais ojos de lucero. Parecíais nacido para gran­des hazañas. Cristóbal Colón y Fonterosa, no sois genovés, que sois judío y gallego.

El grito había sonado á guisa de imprecación socarrona, entre jocunda y despiadada. Colón revolvióse iracundo, sujetó violentamente al marinero, asiéndolo de un brazo, y retorció lleno de saña repentina y terrible:

—¡ Calla, miserable, impostor, calla!

Pero el viejo tornó á reir. Su risa en las ti­nieblas del mar embravecido tuvo un eco de una jocundidad siniestra:

—Cristóbal Colón y Fonterosa, judío por la san­gre, gallego por la cuna, sois un genio, pero sois un farsante.

Y    aquella risa tenaz, obcecada y tremenda, res­talló de nuevo. Y en el mar, en aquel mar tene­broso y bárbaro, pareció repercutir la risotada entre alaridos.

El viejo prosiguió hablando:

—Conozco á vuestros padres, á vuestros her­manos, sé toda vuestra historia… ¿Gustáis de que os la cuente, almirante?

Parecía descaecer la furia oceánica, y allá en lo remoto, brotaba la tenue luz mañanera. La Pinta y la Niña habíanse perdido en la lonta­nanza, pero el rumor de sus sirenas hablaban de salvación y de seguridad. La faz del aventurero dejó traslucir un júbilo íntimo, recóndito y fuerte.

—De buena escapamos, Salcedo… ¡Salcedo el bribón! ¡ Tienes gana de zumba en plena desespe­ranza ! ¡ Eres grande!

Salcedo, impasible á la chanza, volvió á su tema:

—¿Queréis oír vuestra historia, gentil almi­rante ?

—Bkn, habla, truhán.

Colón tomó asiento sobre un rollo de soga y se dispuso á oir. Afectaba estar sereno, como si las travesuras de aquel viejo amigo le agradasen. Salcedo echóse como 1111 perro, á sus pies. Y dijo:

—Nacisteis en Pontevedra, de una familia ju­día que fué perseguida hartas veces y de la cual, acaso con razón, os avergonzáis. Desde rapazuelo sentisteis la seducción del mar. Yo mesmo pude veros luengas veces asido al remo, calafateando, izando la vela, tendiendo las redes, mirando con ojos de gaviota las remotas lindes oceánicas. Vues­tros bucles bermejos, vuestra pecosa tez, vues­tra nariz de gancho, se han movido tantas veces ante mis ojos, que le ha sido imposible al tiempo y al engaño borrar su recuerdo.

El mar azuleaba ya piadosamente, y el sol, un sol joven, insólito, americano, tendía sobre las aguas una pátina de oro y de luz. La Gallega, ca­rabela que ostentaba insignia de almirantazgo, y que fué consagrada á Santa María en Palos de Moguer, seguía su ruta, ligera y audaz, tendidas las velas al aire propicio, hacia las tierras vírge­nes. Colón le dio con el pie á Salcedo:

-—Eres un bribón; pero de ingenio andas más que sobrado. Prosigue, prosigue, galopín…

Salcedo gruñó jovialmente, como un viejo can á quien acariciaran, y continúo relatando aquel cuento…

—Cuando teníais veinte años, el afán de aven­turas vos condujo á Italia. ¡Lo que allí aprendis­teis ! Tan escasa es mi ciencia que se pierde, que naufraga en vuestra sabiduría… Allí supisteis que la tierra es redonda, que se puede navegar por aqueste mar tenebroso, que hay continentes nuevos, países en los que nunca hombre blanco puso la planta. Allí soñásteis aquesta noble aven­tura, de la que Dios pluguiera sacarnos con salud.

El almirante ya no sonreía. Había palidecido y escrutaba los ojos de Salcedo, pretendiendo leer en su cerúlea umbría el secreto de aquellas pa­labras. Luego, impaciente, tornó á golpearle:

—Sigue, perillán, que distraes mi cansancio con tus bellaquerías. Sigue, perillán.

El viejo rió como un borracho jovial y cínico ante la jarra llena:

—Y soñásteis la gran aventura y volvisteis á España, y vos propusisteis allegar dineros y apare­jar carabelas. ¡Y negásteis vuestra raza y vuestra cuna! ¡ Hicisteis bien, almirante!

Salcedo se quedó un instante pensativo, como si rumiara sus ideas confusas. La brisa retozaba en las jarcias, haciéndolas crujir, como si riesen. Una olita, suave, se acercó á la carabela y estalló contra su proa, como un beso.

El anciano siguió platicando consigo mismo:

—Hicisteis bien, almirante. ¡Judío! ¡Gallego! ¿Vos hubieran escuchado, siquiera? La verdad era muerte en vuestra boca. Judío, lejos de creer en la ciencia del soñador, hubiéranlo despachado con desdén, como á un bigardo, hijo de mala cas­ta; como á un endemoniado, quizá… Gallego, se hubieran mofado del zafio, del bruto…  A nos­otros, los hijos de la vieja y noble Galicia, como somos humildes y sufridos, confúndenos la nece­dad. Tiénennos por hombres de ruin meollo, cuando tal vez seamos el amparo de la holganza ibera… En Castilla, ser judío es un crimen, y ser gallego, una vileza… ¡Hicisteis bien, almirante!

Colón palpitaba ya, absorbido por el vértigo de aquella charla sincera y noble, que sonaba como un arrullo en sus oídos. La visión de la tierra na­tiva se alzaba en su alma irremediable y fuerte, acuciada por la voz solemne del viejo. Era como un vestido luminoso en el que su espíritu recio y nostálgico se arropara lejos de la patria, sumido en la aventura, liberado por el prestigio del ins­tante. El día era ya pleno y triunfal. Por doquier, agua, agua, agua mansa y verde, que aprisionaba, como divina tapadera, el cielo azul.

—Sigue, Salcedo, sigue.

Y prosiguió, dócil, sumiso, el anciano:

Hicisteis bien , almirante! Genovés, i qué gran aureola de prodigio la vuestra! Siempre fué la extranjería condición fasta. Siempre se tuvo por docto al hombre de lejanos países. Hicisteis bien, almirante. Ahora resta sólo que vuestros engaños sean felices, y que tan redomada menti­ra vos lleve y nos conduzca en provecho. Gallego y judío, arrastraríais vuestra ciencia como un por­diosero. Genovés, haréis quizá más grande á Es­paña. ¡ Bendito á veces el embuste, almirante, glo­rioso almirante!

Calló. El mar tenía una dulzura casta, llena de promesas felices. Los marineros iban y venían por la carabela, mitigado en sus rostros el temor á fe­necer lejos de la patria, sumidos en la vesania de un hecho absurdo. Algunas aves misteriosas, pin­tarrajeadas, lanzaban en redor del navio chillidos enigmáticos, como un saludo. Todo se ofrecía so­lemne y luminoso, con albores de anunciación. Y el aventurero se irguió inflamado, lleno de júbilo, entusiasta, orgulloso de sí:

—Eres un picaro harto donoso para enojarme, Salcedo. Perdonadas sean todas tus locuras. Pero, dime, ¿no barruntas que las costas se hallan cer­canas? Parece como si el sueño fuera realidad…

Salcedo abrió sus ojos, su boca, su nariz, sus poros, y exclamó alborozado:

—Sí, almirante.

Hubo una larga pausa, durante la que durmie­ron las aguas y las quimeras. El bajel corría como llevado por el sino. Luego fué un grito _ bestial, que resonó en lo alto, aullado por el vigía, un grito lleno de locura y de anhelo:

—¡Tierra! ¿Tierra!

Hubo un instante en que nadie osó moverse, absorto, cohibido por la sorpresa, atenazado por la victoria, que ya parecía llegar demasiado au­gusta para ser exacta. Hubo un instante de irre­solución, en el que se miraron atónitos aquellos colosos. Por fin, el almirante, ávido, asomóse á la borda… Miró… Sus manos estaban crispadas, su tez enlividecida, todo su cuerpo atosigado. Era la realidad que llegaba, era el triunfo, eran las tie­rras vírgenes que se ofrecían á su genio, palpitan­tes de amor. Miró, miró ávido, enloquecido… Lq, tripulación permanecía suspensa. Y de pronto, Colón volvióse convulso, los puños en alto, trans­figurada la faz, arrasados los ojos en lágrimas, y gritó:

—i E mais, sí!…

Salcedo se le acercó, lloriqueando también:

—; E mais, sí! j Eres gallego! ¡ Eres gallego! Colón rodó hasta los brazos del viejo lobo.

—¡ Sí! ¡ Cuando habla el corazón, habla sin en­gaños! ¡E mais, sí! ¿Cómo hubiera dicho “Es verdad” ? ¡ Esto no lo lia traducido la ambición ni el miedo!

Lloraron un instante juntos. Después^ el almirante, recobrando su máscara, separó heladamen­te al hermano:

—De lo que oiste, si quieres vivir, silencio.

Dió luego unas órdenes. Desembarcó después. La tierra era joven, plena de lujuria y de fecun­didad. El sol palpitaba de asombro ante aquella heroica y fuerte hazaña. Los chacales huían des­pavoridos, consternados. Gentecillas desnudas y salvajes corrían absortas. Y Cristóbal Colón, el insigne gallego fementido, ante el asombro de un mundo nuevo, hincó en tierra el morado pendón de Castilla.

Luis ANTON DEL OLMET,

Dibujos de Méndez Brínga

 

La nacionalidad de Colón: por Mariano Canals y Alemany

ABC Sábado 31 de octubre de 1959 por:

Mariano CANALS Y ALEMANY

Sabido es que en Nueva York se viene celebrando anualmente el Día del descubrimiento de América, que allí llamantambién “Columbus day”, cuya fiesta, que debiera ser genuinamente española, nos “pisaron”* los ‘italianos residentes en dicho país, que superan en número a los existentes en la propia Italia, siéndoles por tanto fácil, hallándose repartidos por todos los ámbitos de aquella gran ciudad, atraer al público neoyorquino a la “visión” del desfile organizado por ellos. Con astucia, no ofrece dificultad presentar desvirtuada la Historia a quienes no profundizan en ella, “sirviéndose” dicho desfile a los norteamericanos como conmemoración de algo netamente .italiano, con exclusión casi absoluta de España.

Nuestro país, afortunadamente no tiene necesidad, como tampoco la tienen Italia o los italianos de América, de apropiarse gestas de otras naciones, puesto que cuenta con la gloria de las suyas propias. Poseyendo España un pasado de auténtica grandeza, está por encima de pueriles tergiversaciones. No obstante, .nuestros representantes oficiales han de cuidar cada año de puntualizar el verdadero sentido de la fiesta de la Hispanidad, sabiendo  que un pueblo como el norteamericano, ingenuo  a pesar de su preponderancia, está confundido por efecto de propagandas arraigadas, que siempre conviene desvirtuar.

Hace algunos años coincidió dicha conmemoración con el viaje a Norte-américa de los duques de Veragua, quienes asistieron a una fiesta celebrada en su honor por los Caballeros de Colón, quienes en número de 800 escucharon las palabras del descendiente directo de quien da nombre a dicha Orden, el cual, además de llamarse Cristóbal Colón, como su ilustre antepasado, es ur: caballero español en toda la acepción de la palabra. Refiriéndose en tal ocasión al Conquistador de América, les dijo: “Que era ya Almirante español, cuando mandando naves españolas, llegó al  Nuevo Mundo y tomó posesión, en nombre de los; Reyes de España, de las tierras, descubiertas”, circunstancias estas que los italianos, al organizar fiestas colombinas, no acostumbran recordar debidamente.

Aparte, de que la empresa de descubrir América fue exclusivamente española, no ha llegado nunca a determinarse concretamenteel origen de Colón, quien, por la causa que fuese, no dejó de ello ningún indicio fehaciente.

Hace algunos años publiqué en “Co­rreo de Mallorca” un artículo en el cual exponía la idea fundada en razones compartidas por investigadores competentes de que no por ser genovés había necesariamente de haber nacido Colón en ítalia, ya que existen en España dos lugares que se llaman y llamaban ya Génova en la época del Gran Almiran­te: uno, en Tortosa, de Cataluña, y otro en Mallorca, en cuya isla se encuentra, desde los tiempos más antiguos, el apellido Colom,’ que bien podría haberse escrito con ene en su origen, ya que suena casi lo mismo, sin tener en cuenta la ortografía catalana. Por otra parte, no hay un solo escrito de Colón redactado en italiano ni testimonios de haberlo oído hablar tal idioma.

Ahora, en la revista “América”. ha  aparecido un artículo del escritor don Julián Amich, quen de manera docu­mentada  sustenta igualmente dicha teoría de la nacionalidad española de ‘ Cristóbal Colón, cosa que después de todo no quita ni añadeTnada al hecho concreto de que él mismo, como AImi-. rante español, y en nombre-de los Re­yes Católicos, que financiaron la gran empresa, tomó posesión del  Nuevo Mundo.

ABC Sábado 31 de octubre de 1959 por:

Mariano CANALS Y ALEMANY

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Historia Universal – Juan Carrascal

Juan_Carrascal

 

Página 195:

Obsérvese que tanto el nombre de la madre, Susana, como el de otros familiares, como Jacobo, eran nombres sospechosos de Judaísmo.

2) Dice el hijo de Colón que su padre renovó en España el apellido de familia llamándose no Colombo, sino Colón. Luego éste fue el primitivo. Ahorabien, no hay documentos italianos que hable de Colón, sino de Colombos.

3) Tampoco vale decir que se llamó colón para españolizar el de Colombo, pues en Galicia y León se daban nombres como Santa Colomba. El cambio, pues, de Colón en Colombo lo haría al salir al extranjero y en España renovó el que siempre tuo, esto es, Colón.

4) El personaje de que hablan los cocumentos de Génova no es Cristóbal Colón, sino Cristóforo Colombo, lanero de Génova y no navegante, como el de Pontevedra. Ambos personajes no pueden ser el mismo, pero dan pie a explicar ambas procedencias.

5) Pontevedra se aviene con las aficiones marítimas como Génova, sobre todo con el paso de Colón a Portugal, donde florecían los estudios náuticos como hemos visto.

6) El carácter de Colón está también de acuerdo con el carácter gallego, algo receloso, prevenido y litigante. Son conocidos los embrollos en que envolvió su nombre, que llegó a escribir de cinco maneras: Colón, de Colón, Colom, Colomo y Colombo.

7) Las fechas que se dan para el Cristóforo de Génova y para el Cristóbal de Pontevedra no permiten suponer que ambos personajes sean el mismo; la edad del descubridor de América está de acuerdo con las fechas del Cristóbal de Pontevedra. Argumentos negativos: Vienen a refutar el argumento principal, y casi único de la sentencia favorable a Colón genovés:

– Colón al afirmarlo pudo mentir, como de hecho mintió en otras ocasiones. Una vez emitida la mentira trataría de sostenerla.

– Le convenía mentir porque su familia aparecería sospechosa de judaísmo, cosa que en la España de entonces era sumamente desfavorable.

– con otros hechos desmintió colón su afirmación: a) Se nota en los descubrimientos de nuevas tierras un amor especial a Galicia y en concreto a Pontevedra, de suerte que en los nombres que va dando a las tierras descubiertas parece que va volcando la geografía de Pontevedra.

b) Colón parece no saber italiano. Escribiendo a Italia, y a quien no sabía español, le escribe en español,  y encarga a otro que le sirva de intérprete. En cambio la pluma de Colón corre con toda naturalidad y soltura con el español. Los portuguesismos que algunos quieren hallar ¿no serían más bien auténticos galleguismos? Si era italiano, ¿como no sabía italiano? ¿Y como sabía tan bien el español? ¿Donde lo aprendió? ¿Mientras cardó lanas en Génova? ¿Cuando residió en Lisboa?.

c) Al presentarse a Fray Juan Pérez de la Rábida, antes de ocurrírsele lo de Génova, lo hace «como natural de estos reinos», en los cuales jamás se naturalizó, como lo hizo Magallanes, Vespucio y otros.

d) En fin, su mismo hijo Fernando Colón, en la vida del Almirante su padre, dice que unos le hacen de una parte y otros de otra; y otros. queriendo exaltar su linaje, dicen que era de Saona y otros de Génova. El, sin embargo, su hijo, deja la cuestión sin resolver; cosa rara siendo su hijo.

Los héroes – Colón, gallego

En ContraPortada:

Demostración plena, documentada, irrebatible de que Colón era gallego.

SELECCIÓN, de lo que sobre este asunto han escrito sus reconocidos defensores; Celso García de la Riega, Rafael Calzada, Ricardo Beltrán y Rózpide, J.M. Riguera Montero, Prudencio Otero Sánchez, y otros. ¡Loor a ellos!

Finales años 20 principios del 30

Gran Enciclopedia Galega

Artículo sobre Cristóbal Colón basado en la Tesis de Emilia Rodríguez Solano

Emilia Rodríguez-Solano Pastrana
Emilia Rodríguez-Solano Pastrana

COLOMBO, COLÓN, Cristóbal. Na última década do século XIX encontráronse no arquivo municipal de Pontevedra uns documen­tos datados no século XV e principios do XVI, referidos a xentes do mar apelidadas De Colón. Durante máis de vinte anos e baixo os auspicios da Sociedade Arqueolóxica de Pontevedra, estívose re­alizando unha serie de estudios encami- ñados a buscar unha posible relación fa­miliar entre estas persoas e Cristóbal Co­lón. Este labor culminou coa obra de Cel­so García de la Riega, Colón español, na que desenvolve unha tese segundo a cal o navegante puido nacer en Pontevedra, aínda que nos citados documentos non había ningún tipo de referencia a tal posibilidade de parentesco entre Cristóbal Colón e as devanditas persoas. Valíanse dé que nesta cidade existisen os nomes de Domingo, Bartolomé e Cristóbal e de que só en Pontevedra aparecesen xentes da época do descubrimento de América que levaran o apelido do descubridor. Tamén resultaba curioso que o apelido destes homónimos de Colón tivesen an­teposta a preposición de, xa que no testa­mento de 1498 o navegante fai constar que só son de liñaxe verdadeira os que se chaman De Colón, e ñas capitulacións de Santa Fe comparece como Cristóbal de Colón.

García de la Riega faleceu en 1914, cinco semanas despois da publicación da súa obra, e, dous meses máis tarde, o cronista Serrano Sanz publicaba un tra- ballo no que denunciaba como falsos a maior parte dos documentos proporcio­nados por De la Riega. En 1917, Oviedo Arce emitiu un ampio e documentado informe no que, recollendo o sentir da Real Academia Galega, da que era membro, confirmaba que a documenta­ción pontevedresa fora manipulada e aconsellaba silencia-la campaña de Gar­cía de la Riega. Sen embargo, a tese pontevedresa seguía contando con moita aceptación, principalmente entre a colo­nia galega de América. En 1929 a Real Academia da Historia fixo pública unha resolución pola que, facendo seu o informe de Oviedo Arce, se pronunciaba en contra da autenticidade dos tan discu­tidos documentos. A pesar deste infor­me, algúns autores galegos volveron so­bre o tema co fin de defende-la tese pon­tevedresa, aínda que as súas teorías xa se parecían moi pouco á exposta inicial­mente. Destaca a publicación España, patria infalible de Colón, de Luciano Rey Sánchez, na que rexeita as críticas de Astrana Marín sobre a tese ponteve­dresa e analiza, moi autorizadamente pola súa condición de notario, os testemuños do almirante e outros documen­tos civís, dubidando da súa autenticida­de nuns casos, e negándollela rotunda­mente noutros. Antonio Fernández e Fernández publicou entre 1956 e 1958 unha serie de catorce fascículos nos que, baseándose nunha ampia información bibliográfica, realiza un detallado estu­dio da vida de Cristóbal Colón e confec­ciona unha lista de feitos incompatibles coa tese tradicional xenovesa e que, sen embargo, se adaptan perfectamente á hi- pótese pontevedresa. José Mosqueixa Manso, capitán mercante e gran coñece- dor do Caribe, publicou en Bos Aires a obra La cuna gallega de Cristóbal Co­lón, na que, tras un minucioso estudio das rutas que seguiu Colón ñas súas via- xes, ofrece unha longa lista de nomes eos que bautizou as costas americanas, que teñen os seus homónimos na costa pontevedresa. F. Romero Lema, en La lengua de Cristóbal Colón, recolle un gran número de galeguismos que di ter atopado en diferentes escritos de Colón e que lie permiten afirmar que os dialec­talismos que Menéndez Pidal cualificou de lusismos son auténticos galeguismos. Á parte doutros traballos análogos, foi moi frecuente a publicación de artigos de prensa que se ocuparon deste tema. A documentación proporcionada por Gar­cía de la Riega foi obxecto dun exhaus­tivo estudio posterior, coa aplicación de modernas técnicas fotográficas, análise de tintas e emprego de luz negra. A raíz desta investigación atopáronse grandes erros na crítica documental que no seu día realizaron Serrano Sanz, Oviedo Ar­ce e a Real Academia da Historia. A in­terpretación de Serrano Sanz sobre un suposto adorno ou til contracción non é válida, xa que se trata do trazo inferior do y correspondente ó nome Lyonor, que figura inmediatamente encima; como mostra pódense ver ata dezasete letras iguais terminadas interiormente con idéntico trazo. A súa aseveración de que Cristo se escribía daquela baixo a forma Xpo e que, polo tanto, Cristóbal e Cristobo deberían escribirse Xpobal e Xpobo, é certa, pero esqueceu sinalar que Cristo tamén se escribía Xo, resultando inadmisible que non o tivera en conside­ración cando o que destaca entre as es- trañas grafías é precisamente Xo. En con­secuencia, as formas X°bal e X°bo son tan dignas de ter en conta coma Xpobal e Xpobo. Precisamente, no documento denominado por García de la Riega “Bartolomeu de Colón” figura o nome de Xesucristo baixo a forma ihu x°, de onde a forma Xpo non pode considerar­se exclusiva. Tampouco se pode admiti- -la afirmación de Oviedo Arce de que García de la Riega fora o causante das alteracións de orde química que se ob­servan nalgúns documentos; é moi sig­nificativo que só os que se conservan no Museo Provincial de Pontevedra, que son os que Oviedo Arce lies entregou ós analistas para examínalos, presenten es­ta singular alteración, mentres que os que se atopan en poder da familia de García de la Riega carecen dos efectos de calquera manipulación deste tipo. Por outra parte, as descoloracións que se ob­servan, tirando a castaño avermellado, corresponden ó método de identifica­ción das tintas ferrotanogálicas empre- gadas naquela época mediante a aplica­ción dunha solución de hidrato sódico. A razón desta proba era descubrir se os nomes que aínda se len na escritura de fondo, baixo os trazos recalcados, foran escritos con tinta diferente á do resto. Engade Oviedo Arce que, segundo o dictame dos analistas que estudiaron a documentación, se aplicou unha solu­ción amoniacal de ácido oxálico para dadle á tinta unha cor da palla avellenta- da; e para luxa-lo pergamiño, empregouse unha solución acuosa do mesmo áci­do. Sen embargo, non se sabe de ninguén que vise, tal díctame nin que os analistas puidfesen dicir tal cousa, xa que resulta improbable ter un ácido en solu­ción alcalina e, ademais, non se podería mancha-lo papel ou o pergamiño cunha solución acuosa de ácido oxálico, pois en vez de luxar o que faría sería borrar, debido á formación dun complexo de fe­rro, soluble e incoloro.

Polo que respecta ó informe da Real Academia da Historia, convén sinalar que a comisión designada para o estudio da documentación só puido dispoñer de cinco dos trece documentos citados por García de la Riega, xa que os oito restan­tes se atopaban en poder dos seus fami­liares e non puideron ser examinados po­los seus detractores. Da análise do docu­mento designado por De la Riega “Cristobo de Colón”, a comisión considera que as tres primeiras grafías d, xe ó están manipuladas a base de riscar parte das le­tras xenuínas coa intención de aproveitar algúns dos seus trazos para forma-las que se escribiron despois. O texto, antes de ser alterado, dicía: outra herdad de [un nome] de Colón. Sen embargo, unha vez examinado o documento baixo os efectos da luz negra, a escritura da emenda apa­rece en cor negra uniforme e sen que se observe nada que permita supoñe-Ia pre­sencia de dúas tintas diferentes. As pe­queñas manchas próximas ó x confún­dense agora coa fluorescencia do perga­miño, polo que hai que descarta-lo suposto de que sexan restos de anteriores grafías. Deste exame dedúcese que a emenda se fixo no momento de crea-lo documento, que o x suplantou o e da pre­posición de, que a grafía que segue ó x está alterada por algúns trazos da mesma tinta supeipostos á grafía primitiva (esta alteración parece afectarlle só á parte que está sobre a chave que a corta) e que o o que figura por riba parece totalmente xe- nuíno. Se se eliminan os supostos de que este o unido ó gancho do y de Lyonor for­mara un estraño til de abreviatura e que a emenda fora recente, o problema queda reducido á interpretación da segunda gra­fía que podería responder a un (p, de onde resultaría Xo Ferens de Colón, forma coa que habitualmente asinaba o almirante.

Sen embargo, aínda que García de la Riega non tivera que ver coa emenda das grafías que anteceden o apelido De Co­lón nin coas manipulacións de orde quí­mica, existen outras alteracións das que si é responsable, como o feito de que a maior parte dos documentos que pasaron polas súas mans aparece ostensiblemente sobrescrita. Os seus continuadores alega­ron que García de la Riega tivera a infe­liz idea de reavívalos para que ñas repro- duccións saíran claros os nomes que inte­resaban, pero sen que resultase alterada ningunha outra palabra. O certo é que non fixeron nada para probalo, mentres que Serrano Sanz, Oviedo Arce e a Reál Academia da Historia sostiveron que os nomes que figuraban orixinariamente fo- ran substituidos, previo riscado, polos que agora se len; sendo esta acusación a que prevaleceu.

García de la Riega expuxo por primei- ra vez a súa tese en 1898, nunha confe­rencia pronunciada na Sociedade Xeo- gráfica de Madrid, empregando máis ou menos os mesmos documentos e seguin- do as mesmas liñas que as que seguiu, dezaseis anos despois, no libro Colón español. Resulta estraño que, se os do­cumentos que presentou (eran os orixi- nais) estaban xa alterados, os membros da Sociedade Xeográfica non o notasen e, sen embargo, Serrano Sanz o vise tan claro a través duns fotogravados defi­cientes e reproducidos a dous tercios do seu tamaño. Ademais, Ballesteros Beret- ta, que máis tarde sería un dos asinantes do informe da Real Academia da Histo­ria, di: Algúns negáronlles autenticida- de, pero non están no certo; eu exami­nemos por dúas veces, unha no mesmo Arquivo de Pontevedra. […] Agora ben, debemos advertir que os documentos sa- íron en préstamo do Arquivo e estiveron no poder de particulares. De aquí dedú­cese que, en época anterior ó seu estudio da comisión da que el mesmo formaría parte, a documentación aínda non fora alterada. Gracias ó testemuño do ponte- vedrés Joaquín Pintos, que foi o autor das primeiras reproduccións para o libro de García de la Riega, coñécese o autor material da operación. Di o mencionado fotógrafo que só existe o recalcado na parte pouco lexible, labor que foi reali­zado por Nicanor García. Tendo en conta que este naceu en 1889, non puido efectua-lo recalcado antes de 1898, ano no que foron exhibidos na Sociedade Xeográfica, posto que daquela tiña nove anos.

As probas mediante fotografía ó infra- vermello amosan cómo as grafías que constitúen o recalcado destacan sobre a escritura de fondo, debido a que a tinta é de materia máis reflectida, respecto das radiacións infravermellas, que a empre- gada na escritura orixinal de fondo. Me­diante esta proba técnica conseguiron demostrar que non houbo suplantación de nomes; que os que se len agora eran os mesmos que os que se lían antes do reavivado e que este non tivo outra fina- lidade que darlles máis vigor ás grafías correspondentes ós nomes que interesa­ban para que saíran máis claros ñas re­produccións fotográficas, segundo ex­plica o autor en Colón español. Pero o propósito resultou errado, xa que a foto­grafía con placa corrente non distingue matices e as dúas imaxes fúndense nu­nha soa.

Descendentes de Colón documenta­dos en Pontevedra nos séculos XVII, xvm e XIX. Sobriño Buhigas realizou un estudio sobre unha xenealoxía des­prendida da rama principal dos descen­dentes de Colón, que se establece en Pontevedra a mediados do século XVII, onde reside, ata que se extingue no sécu­lo XIX. Esta análise adquire grande im­portancia ó revela-la existencia dun mor- gado ó que están vinculados os bens afectos a esta xenealoxía que, debida­mente situados sobre un plano de Ponte­vedra, aparecen próximos ós que nos sé- culos XV e XVI posuían nesta vila os De Colón.

Traía exposición destes feitos, pódese concluir que non existe falsificación nos documentos de Pontevedra, aínda que al­gúns certamente aparecen recalcados, pe­ro son os que menos importancia teñen, mentres que os que realmente importan están libres de manipulación. Así mes­mo, unha vez saneada a proba documen­tal, existen bases precisas para estructu­rar unha hipótese que lies dá satisfacción ás pretensións pontevedresas.

E para finalizar, compre ter en conta que, conforme foi declinando a obra de García de la Riega ata ser anulada como consecuencia dos ataques dos que foi ob-
xecto e que tanto ían beneficia-la tese tra­dicional xenovesa, tampouco esta puido escapar ós ataques que tanto De la Riega coma os seus seguidores lie asestaran na parte destructiva das súas alegacións, a cal non caeu no descrédito no que inco- rreu a súa parte constructiva. Polo tanto, as reivindicacións de Galicia como patria de Colón continúan en pé. (Emilia Rodríguez- Solano Pastrana)