Critóbal colón por Manuel I. Vegas 1920

Publicado en la revista peruana – Mercurio Peruano

Manuel I. Vegas – Capitán de Fragata – 1920

EXAMEN DE ALGUNOS PUNTOS OSCUROS DE SU VIDA

  1. —EL NACIMIENTO

Comienza eí misterio de la vida del Gran Almirante (o por lo menos de la parte de su vida hasta fecha muy poco anterior a la del descubrimiento de América) en su cuna.

A taita de la partida de bautismo, no hay más que conjetu­ras respecto al lugar y fecha de su nacimiento y es curioso ob­servar, si uno se atiene a muchos de los historiadores de Colón, que se encuentran entre las fechas dadas por ellos diferencias de diez y nueve años, como por ejemplo entre Ramusio que la fi ja en 1430 y el marqués de Estaglianó en 1451.

Washington Irving, fundándose en otros autores, cree pro­bable naciera Colón entre 1431 y 1436. El bachiller Bernáldez, cura de los Palacios, secretario del Inquisidor General Fray Die­go de Deza, gran amigo de Colón, depostario de sus papeles y con quien vivió algunas veces, dice que el Almirante murió de sesenta y ocho a setenta años y por consiguiente habría na­cido entre 1436 y 1438. A Bernáldez siguen Navarrete, Hum boldt, y Napione.

Ternero fija el año de 1435, Charlevoix el 1441, Bossi el 1445, Muños el 1446, Spotorno y Robertson el 1447 y Villard el 1449. Fechas diferentes y basadas todas en conjeturas, deduc­ciones, tradiciones orales de los amigos del Almirante, etc.

Por nuestra parte, trataremos también de aproximarnos a la fecha de su nacimiento pero sin poder señalarla como exacta ni aun conjeturarla en determinado año.

En carta a la marquesa de Moya le dice Colón que comen­zó a navegar a los catorce años, y en la que desde Jamaica escri­bió a los Reyes, dice:.. .. “poco me han aprovechado veinte años de servicios” , y como esta carta lleva fecha de siete de Ju­lio de 1503 parece deducirse que sus servicios databan desde el año 1483 lo que no concuerda ccn la afirmación del mismo Al­mirante que señala la fecha del 20 de Enero de 1486 como la de su entrada al servicio de la Corte Castellana, En su diario de Navegación, Día 14 de Enero de 1493 “I han seido causa que la Corona Real de vuestras Altezas no tengan cien cuentos de renta más de la que tiene después que yo vine a les servir, que son siete años agora a 20 días de Enero este mismo mes”… , etc.

Solamente podemos concordar estas fechas suponiendo que Colón contaba como servicios los que habría prestado al duque de Medinaceli en los dos o tres años que pasó con él y como por el codiciio de deudas agregado a su testamento da a entender que hacia 1428 estaba todavía en Lisboa, resulta que entraría en España en 1483, lo que concuerda perfectamente con nuestra deducción.

La fecha del 20 de Enero de 1486, o sea la de su ingreso en la servidumbre de la Reina Isabel, está apoyada por Colon en otra carta a los Reyes en que dice: “Siete años pasé en vuestra Corte Real,” etc.

Las Casas y Fernando Colón tampoco fijan una fecha exac­ta de nacimiento a su íntimo amigo y padre, respectivamente, y se limitan a decir que el Almirante tenía el cabello completa­mente blanco a los treinta años. Esto mismo lo había expresado ya Colón en la carta de Jamaica: “Yo vine a servir de 28 años, y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano”.

¿Cómo podremos relacionar con su edad esta vaga frase? Si Colón, por lo menos en 1483 tenía 28 años, quiere decir que nació en 1455, suponiendo que al decir a los reyes “vine a ser­vir” se refería a sus servicios en España y entonces tendríamos que su hijo Diego, muerto a una edad poco mayor de cincuenta años, en el año 1526, habría nacido entre 1474 y 1476 o sea que Colón caso de edad entre diez y ocho y veintiún años. (1)

 

(1)  Bossi dice que lo de 28 años está equivocado. Sus argumentos no convencen; por lo menos en las “Cartas y testamente de Cristóbal Co­lón” publicadas en 1881 en Madrid; en la “Colección de Cartas» man­dada publicar en ¡892 por la duquesa de Alba y en ‘ Relaciones y Cartas

de Colón” publicado en 1914 se cita la carta de Jamaica del mismo modo.

Carta de fines del año 1500: “Señores: Ya son diez y siete años que yo vine a servir a estos Príncipes con la Impresa de las Indias: los ocho fui traído en disputas, etc.”.

“Libro de las profesías”—12 Setiembre de 1501”…………. Ya pasan de 40 años que yo voy en este uso. De muy pequeña edad entre en la mar navegando

Carta de Mayo de 1505 al Rey:…………. “dije milagrosamente por que fui a aportar a Portugal, donde el Rey de allí entendía en el descubrir más que otro… que en 14 años no le pude hacer entender lo que yo dije…. «

Esto no sería raro; pero lo que sigue sí.

En una carta al rey don Fernando el Católico le cuenta Co­lón cómo el rey de Nápoles, Reinier o René, Conde de Proven- za, le dió un navio con el cual debía expedicionar sobre Túnez para tomar a la galeota “Fernandina” y por dicha carta se dedu­ce que el mando del navio se le dió en Marsella. Aunque no se­ñala la fecha, podemos presumir fundadamente que fué en 1459 cuando el destronado René, ayudado por su hijo Juan de Anjou, quiso recobrar el reino de Nápoles que le habían quitado los aragoneses.

¿Cómo es posible que mandara un buque a los tres años de edad? ¿Cuál de las dos cartas es apócrifa o en cuál de ellas no se dice verdad? De la primera no se puede dudar fuese de Colón, y sólo suponiendo, como han supuesto muchos autores, que aquél tuvo interés en ocultar todo lo referente a su origen puede creer­se que a sabiendas se disminuyó la edad. Sin embargo, nosotros creemos, aunque al hacerlo tengamos que considerar mentirosa la segunda carta de Colón, que ésta es la apócrifa y para ello nos fundamos en el interés que siempre tuvo el Almirante en hacer creer que había tenido mandos de importancia en los pri­meros tiempos de su carrera, que descendía de familia noble etc., y cuyos supuestos, Harrisse con otros escritores consideran fal­sos.

Si nos atenemos a la fecha por Bernáldez, que en otros respetos parece buena, debemos suponer, teniendo en cuenta la importancia del puesto que se le habría dado en el navio pro- venzal, que Colón tendría no menos de 20 años, pues es raro en­contrar ocupando puesto de tánta importancia a jóvenes de esa edad y además de oscuro linaje, como Colón, aunque fuese un ex­celente marino.

De este modo habría tenido a su hijo Diego a los cuarenta o cuarentidós años y aunque no es ésta la edad a que general­mente se casan los hombres, bien pudo acontecer así a Colón por ser marino y pobre.

Como el hijo que tuvo en doña Beatriz Enríquez nació a fi­nes de 1487, según se desprende de la inscripción de su tumba, o a principios de 1488, según algunos historiadores; parece dedu­cirse que conociera a doña Beatriz en 1486 cuando fué por pri­mera vez el futuro Almirante a presentarse en la Corte que se ha­llaba en Córdoba. Sin embargo, Colón dice refiriéndose a su hi­jo Fernando en 1502: “y más por verle de tan nueva edad de 13 años en tánta fatiga”. Habría nacido según esto en 1489.

Este asunto de la edad del Almirante, a primera vista de poca importancia, la tiene y mucha, pues se ha prestado a escri­bir toda una novela sobre su vida anterior a su aparición en Es­paña, que él hasta cierto punto fija en el año de 1483 cuando dice que sirvió 20 años. Como veremos después, el duque de Medinaceli escribió a don Pedro González de Mendoza contándole que Colón había vivido dos años en su casa hasta que lo envió a la Corte bien recomendado.

Parece, pues, deducirse de esa caria, de las declaraciones de Colón que ya han quedado consignadas en estas páginas; que pa­só entre nueve y diez años en España antes de salir a su memo­rable viaje,

Repetimos que todo esto de la edad del Almirante no se basa más que en conjeturas, pues aunque existen las declaracio­nes que hemos visto, estas se contradicen entre sí y con hechos que son tenidos por ciertos. Y también volvemos a repetir que probablemente no se sabrá jamás cosa cierta puesto que el mismo Colón parece tuvo interés en dejar oscurecido todo lo ataña dero al origen de su persona.

  1. —LAS TEORIAS DE COLON Y SUS LIBROS FAVORITOS

Autores mejor documentados que nosotros han estudiado las teorías sustentadas por el Almirante y han seguido hasta donde ha sido posible la evolución del pensamiento del grande hombre a través de sus escritos y tratando de deducir hasta qué punto sufrió la influencia de los autores, que por haber quedado memoria de ello, figuran como favoritos del insigne marino, es­pecialmente en cuanto a la autoridad que pudieron tener para arraigar en su ánimo la convicción de que se podía navegar en dirección completamente opuesta a la que se tomaba en su tiem­po.

Del estudio antedicho se han deducido conclusiones exactas al lado de otras muy bizarras, extravagantes e infundadas.

En relación con estas teorías y los trabajos que Colón pasó en la Corte de Castilla y especialmente en el Consejo de Sala­manca, así como la incredulidad de algunas personas respecto de los argumentos en que el futuro Almirante se basaba para afir­mar que podía ir de viaje a las Indias por el Oeste; se han escri­to también muchas páginas que tienen más de poéticas que de históricas.

Sabemos que entre otros libros era favorito de Colón el “De Concordia Astronomiae veritis et narrationis historiae” obra del Cardenal Pierre d’Ailly, profesor de la Soborna. De este li­bro en que se estudian las teorías hasta entonces conocidas en el terreno de la ciencia geográfica, sacó el futuro Almirante las siguientes conclusiones:

“El Aristotel dice que este mundo es pequeño y es el agua muy poca, y que fácilmente se puede pasar de España a las In­dias, y esto confirma el Averuyz y le alega el cardenal Pedro de Aliaco, autorizando es decir, y aquél de Séneca, el cual confor­ma con estos, diciendo que Aristóteles pudo saber muchos se­cretos del mundo a causa de Alejandro Magno, y Séneca a cau­sa de César Ñero y Plinio por respecto de los romanos   ”

….. Plinio escribe que la mar e la tierra hace todo una es­fera, y pone questa mar Océana sea la mayor cantidad del agua; y está hacia el cielo, y que la tierra sea debajo y que la sostenga, y mezclado es uno con otro como el amago de la nuez con una tela gorda que va abrazado en ello…….. ”

Contaba también Aristóteles cómo ciertos buques salidos de Cádiz, fueron arojados hácia el Oeste por vientos impetuo­sos y llegaron a un lugar de! Océano cubierto de vastos campos de yerbas parecidas a islas hundidas, y entre las que vieron mul­titud de atunes.

Averroes, comentador de Aristóteles, agregaba considera­ciones sobre lo mismo y Pedro Aílaco, fundándose en Plinio, afirmaba también que había muy poca distancia entre España y la India si se iba por el Oeste.

A esto agregaba Colón, para mejor fundamentarse y basán­dose en el “Apocalipsis” de Esdras (judío que vivió en el si­glo primero) y en ciertos escritos del árabe Alfrangano: “….Y el mundo es poco: el enjuto de ello en seis partes, y la séptima solamente cubierta de agua: la experiencia ya está vista, y la escribí por otras letras y con adornamiento de la Sacra Escrip- tura, con el sitio del Paraíso terrenal, que la Santa Iglesia aprue­ba: digo que el mundo no es tan grande como dice el vulgo, y que un grado de la equinoccial está 56 millas y dos tercios: pe­ro esto se tocará con el dedo”

Se refiere también a la tragedia ‘»Medea” de Séneca, en donde dice el Coro: (Traducido por Colon,) “Vernán los tardos años del mundo ciertos tiempos en los cuales el mar Océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una grande tierra; y un nuevo marinero, como aquel que fué guía de Jason que hobo nombre Tiphis, descobrirá nuevo mundo; ya entonces no será la isla Tille la postrera de las tierras»,

Por la época en que Colón leía estos libros, y acaso por eso los leyera en busca de mayor fundamento, corrían muchos ru­mores referentes a tierras más al Oeste de las Azores lo que pa­recía confirmar las teorías de Tolomeo y otros sabios de que sien do redonda la tierra, se encontrarían el continente asiático na­vegando desde España hacia el Oeste. El mismo Colón dice que en viaje a Murcia había recibido noticias parecidas de un mari­nero llamada Pedro Velasco y también de un marinero Turto” en Huelva.

La teoría de navegar hacia el Oeste estaba bien fundada y, aunque no era propia de Colón, éste la tenía como artículo de fé. Además, los temores que existían sobre el «Mar Tenebroso’» ya habíanse disipado con el viaje de Gil Eanes, marino portu­gués, que en 1434 dobló el cabo Bojador y descubrió la Guinea.

Tanto en la Corte Castellana como en el Consejo de Sala manca hubieron personas que creían y otras que negaban la po­sibilidad de viajar hacia el continente asiático por el Oeste y en el Consejo, donde no fueron los frailes sino algunos sabios los que se opusieron a Colón, éste y los últimos erraron; pues si bien los opositores no sahían qve entre Asia y Europa existía el continente Americano, Co^n también lo ignoraba con el agre­gado de dar a los mares una dimensión muchísimo menor que la real, aun teniendo cuenta del continente americano. Los opo­sitores, con falsos fundamentos desde luego, decían que era im­posible el viaje, y aun alguien trajo a colación las rancias doc­trinas de Lactancio y San Agustín sobre la forma de la tierra; pero omitiendo ocuparnos de esto último porque no está bien probado, diremos que en aquella época no resultaban falsos los argumentos presentados si recordamos que las teorías de Tolo- meo expuestas en su célebre “Almageste” y las de otros sabios eran tenidas como dogmas y decían entre otras cosas contrarias a la posibilidad del viaje, que sería necesario navegar tres años para ir y volver de la India. Aun podemos agregar que algunos de los primeros y reducidos opositores de Colón se plegaron a su partido después de oír las explicaciones del postulante y de Fray Diego de Deza.

Acerca de este Consejo se han dicho muchas mentiras y ri­diculeces que pasarían inadvertidas si no hubiesen dañado la re­putación de la insigne Universidad donde se verificó. A este res­pecto debemos citar las palabras del parcialísimo Irving: “La su­blime concepción de Colón superaba a los mayores conocimientos y más intrépidas osadías de su tiempo, y más que concepción humana parecía inspiración divina”.

Al ocuparse del famoso Consejo parece que algunos histo­riadores quisieran dejarnos entender que la Universidad de Sala­manca fue una excepción entre las otras entidades europeas que podían ocuparse del asunto. Con justa razón podemos pregun­tarles: “¿Cuáles otras corporaciones o personalidades sabias de Europa, religiosas o seglares, aprobaron y consideraron viables los proyectos de Colón?”

Y   no se diga que sólo se presentó ante el Consejo de Sala­manca. porque antes de ir allí había estado en Portugal y se le había rechazado. ¡ En un país donde existía una Escuela Náu­tica tan famosa como la de Sagres y los hombres más doctos en Cosmografía y Navegación! Sin embargo, los historiadores ape­nas si mencionan el rechazo de Portugal y en cambio se desatan en denuestos e invectivas contra los hombres de Salamanca y de España en general.

Digamos también con don Adolfo Carrasco: “¿Cómo se con­taría ahora la historia del viaje de Colón si hubiese fracasado? La Europa entera habría escarnecido a los amigos y auxiliares del Almirante y a toda España por su simpleza y credulidad”.

Y   no acabamos de comprender, si aceptamos los conceptos de casi todos los historiadores del Consejo, cómo el’ arzobispo de Toledo, primado de España. “Tercer Rey” y todo, no pudo influir en una pronta decisión en favor de los planes del futuro Almirante, cuando, por las explicaciones de éste, estaba íntima- mente convencido de la practicabilidad del proyecto y como tal había abogado en su favor en la Corte.

Por último, no debemos olvidar que el Consejo de Salamanca se interrumpió, nó por que se hubiese agotado la discusión, sino por la salida precipitada de la Corte para Córdova y la campaña de Málaga.

Colón tropezó con el continente americano al que creyó la India, Cipango y otras tierras asiáticas, no solamente en el mo- *mento de descubrirlas sino hasta su muerte. A esto alude la ce­remonia que tuvo lugar en 1494 cuando el costeo de la Isla de Cuba: Colón estaba firmemente convencido de que ésta era el continente asiático; llamó a todos los tripulantes y les hizo de­clarar ante escribano lo que pensaba cada uno y para que des­pués no se retractasen impuso las siguientes penas: si era ofi­cial pagaría una multa de diez mil maravedises, si grumete re­cibiría cien azotes y se le cortaría la lengua.

Otra de las teorías sostenidas por Colón era que en un año podría ir y volver del continente asiático. Supongamos que no hubiese tropezado con América y calculemos el estupor que de él se hubiese apoderado al notar que más de la séptima parte del mundo son mares.

Si antes de encontrarse con la isla de Guanahaní tuvo desfa­llecimientos, según se cuenta, y fué Martín Alonzo Pinzón, me­nos instruido pero más atrevido que don Cristóbal, el que le animó repetidas veces, calculemos lo que habría pasado de alar­garse el viaje.

El mismo Colón dice de Pinzón: “Sabio en mucha manera, persona esforzada y de buen ingenio”. (Diario de Navegación del primer viaje) (Las Casas). “Martín Alonso, este gente del navio va murmurando, tiene gana de volverse, y a mí me parece lo mismo, pues que hemos andado tanto tiempo y no hallamos tierra”.)

Cuando su ánimo decaía, le decía Pinzón: “Adelante, ade­lante” y advertido por Colón de que la gente de su buque quería amotinarse le dice Pinzón: “Señor, ahorque vuestra merced me­dio docena de ellas: o écheles a la mar.

Comparando la penosa expedición de Magallanes y Elcano alrededor del mundo, acabada muchos años después del descu­brimiento de América, tocando en tantas partes, con buques me­jores y con mayores conocimientos, se comprende el absurdo que significabH un viaje desde España hasta la India en buque» como los que usó Colón y teniendo cuenta la verdadera ex tensión del Atlántico y el Pacífico y esto sin agregar la anchu­ra del continente americano por donde hubiera pasado el Almi­rante o sea por Centro América. Antes de descubrir América creía que el mundo era redon­do: “Yo siempre leí que el mundo, tierra e agua era esférica e las autoridades y experiencias que Toíomeo, y todos los otros escrebieron de este sitio….

Después del tercer viaje dice: “Agora vi tanta deformidad, como ya dije, y por esto me puse a tener esto del mundo, y fallé que no era redondo en la forma que escriben: salvo que es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón que allí tiene más alto, o como quien tiene una pe­lota muy redonda, y en lugar della fuese como una teta de mu­jer allí puesta, y que esta parte deste pezón sea la má salta o más propinca al cielo”

Como nunca ha dejado de discutirse debemos recordar tam­bién lo dicho por algunos historiadores de que Colón recibió noticias de tierras más allá de las Azores de un marinero, Alon­so Sánchez de Huelva, que murió en la casa de Colón en Fayal.

Garcilaso de la Vega cuenta este hecho en sus “Coménta­nos Reales”. Colón y Garcilaso fueron grandes amigos de Frai Bartolomé de las Casas y el peruano no dejó de hablar por cierto de esa y otras circunstancias atañaderas al descubrimiento, con el hsitoríador del Almirante. Por otra parte, va hemos dicho que el mismo Colón habló alguna vez de haber recibido noticias de nuevas tierras

Lope de Vega, .antes que Garcilaso, y en la comedia “El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón”, escrita en 1582 (cuando servía en la casa de Alba emparentada con la de Veragua) y publicada el año de 1614, alude también a la historia de Alonso Sánchez.

Por supuesto que en la referida comedia hay muchos erro res tales como la figuración del padre Boil en el primer viaje de descubrimiento, cuando este clérigo sólo fué en el segundo, lo mismo que don Bartolomé Colón que por la época del’ primer viaje estaba en Inglaterra. También figura que Colón recibe el título de duque de Veragua cuando sólo se dió al nieto don Luis de Colón, tercer Almirante y a cambio del cargo de Virrev de las Indias.

De todos modos, la historia de que tratamos es muy vaga y hasta ahora no se ha podido probar y, sobre todo, Colón no ar­gumentó apoyándose en ella ni durante el Consejo de Salamanca ni otra vez.

De paso diremos no sería raro que Colón hubiese guardado gran secreto sobre este asunto, pues bien se sabe cuán reservado y celoso era porque todo lo relacionado con el descubrimiento proviniese de él solamente, como lo prueba, entre otros casos que se verán después, el episodio de la vista de “tierra”, que la vió primero Rodrigo de Triana como consta de este trozo del diario de Navegación del Almirante: “…Y porque la carabela “Pinta” era más velera e iba adelante halló tierra y hizo la se­ñal que el Almirante había mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana”. Y sin embargo ale­gó haberla visto él antes y se adjudicó los treinta escudos de renta ofrecidos.

Si la historia de que tratamos fuera cierta, entonces tendría­mos la clave de la seguridad rayana en iluminación con que el Almirante hablaba de su viaje. Así también quedaría justifica­da la acción del gran marino al poner velas de cruz a la “Niña” que no las tenía y cuyas velas sirven principalmente para navegar en popa, circunstancia que se hace difícil suponer previera Co­lón iba a verificarse en todo el viaje de ida desde las Canarias a América. También hallaríamos la razón por qué el Almirante elijió para la vuelta y tan decididamente como quien está segu­ro de ello, una derrota mucho más al Norte de la que trajo o sea ir ciñendo, al N. hasta encontrar los vientos del Oeste. Derrota que siempre se ha seguido después, (i).

Dicen algunos historiadores,’ entre ellos Washington Ir- ving, que esta historia de Alonso Sánchez se inventó para ami­norar la gloria de Colón. Nosotros no creemos lo mismo. Ante todo, debemos ver de qué gloria se trata, porque si es la del des­cubrimiento de América debemos ir muy despacio. Colón des­cubrió América por pura casualidad, tropezándola en su viaje a la India, el que verificó debido a la fe que tuvo en las teorías de sus libros favoritos y en sus propias observaciones y deduc­ciones. Su gloria sería igual si en lugar de esos libros Alonso Sánchez le hubiera dado la certidumbre de poder navegar hacia el Oeste. Queremos decir con esto que la gloria de Colón se ba­sa pura y simplemente en la constancia inaudita que desplegó tántos años al tratar de verificar su memorable viaje, y en los resultados que tuvo porque, como escribió León XIII en 1892: “Hecho de por sí más grande y maravilloso entre los hechos hu­manos, jamás lo vió edad ninguno; y con quien lo llevó a cabo con grandeza de alma y de ingenio , pocos entre los nacidos pue­den compararse”.

(i)   Oviedo asegura, que “aquella novela con verdad ninguno la podía afirmar, que así corría por el mundo entre 1# gente vulgar, y que ¿1 la tenía por falsa”.

(2)  De la Biblia toma abundantes materiales con los que fantasea acerca de sus descubrimientos:      “porqué en verdad que todo pa­sará y no la palabra de Dios, y se cumplirá todo lo que dijo: el cual tan claro habló de estas tierras por la boca de Isaías en tantos lugares de su Escriptura, afirmando que de España les sería divulgado su Santo nom­bre    “El Abad Joaquín Calabrés dijo que había de salir de España quien había de reedificar la casa del Monte Sión”.

Cree ver en Veragua las minas del Rey Salomón, el Aureo Quin Soneso o Aurea comc el dice y para ello se funda en el judío Josefo en su crónica “Antiquitatibus”.

. . “David en su testamento dejó 3000 quintales de oro de las In­dias a Salomón para ayuda de edificar el templo y según Josefo era el destas mismas tierras”………. Cita también el Paralipómenon y el “libro de los reyes’’.

(3)  Beda, Strabon, Scotto, Nicolás de Lira.

(4)  De donde Faguet saca, probablemente, la curiosa conclusión. “C’est lui qui a donné á Christopher Colomb l’idée de chercher les In- des par Touest”.

 

Y, antes de proseguir, podemos- decir algunas palabras más a propósito de esto. Los autores sajones, que de Colón se han ocupado, son los que más enrostian a los españoles esa historia. Sin embargo, aquéllos tienen casi uniformemente, por indudable que los escandinavos llegaron a América antes que Colón y agre­gan que esto en nada aminora la gloria del Almirante. Así mis­mo, franceses como Gaffarel atribuyen el descubrimiento al francés Jean Cousin acompañado por una de los Pinzones. No­sotros repetimos que aun cuando esto fuera cierto en nada ami­noraría la gloria de Colón lo mismo que si se tratara de Alonso Sánchez; pues todos ellos dejaron perder sus descubrimientos.

Después de los libros que hemos citado, las preferencias de Colon se dividían entre los libios santos y los escritos por ju dios, especialmente hispanos.

En la comparaciones y afirmaciones del gran navegante hay muchas citas sacadas de San Agustín, San Isidoro, celebre sabio español y obispo de Sevilla en la época de los godos, San Am­brosio y San Jerónimo. (2)

También suele referirse a Alfonso el Sabio, a Mandeville (3) y mucho a Marco Polo (4). La preferencia por los libros san tos nos daría la razón de la gran amistad que Colon mantuvo siempre con los frailes, de quienes se sabe recibió eficaz protec­ción.

Es de suponerse que él o por lo menos su familia mantenían viejas relaciones con los arzobispos de Santiago de Campostela, pues un Nicolás Oderigo, cuyo nombre figura después entre los buenos amigos de Colón, lleva el mismo nombre y tiene la misma nacionalidad que otro que aparece en relaciones con el arzobispo de Santiago muchos años antes.

El arzobispo de Pisa, antes clérigo sine-cura de Santa María la Grande de Pontevedra, parece que fue su primer maestro. En Portugal frecuentaba Colón el convento de Todos los Santos en donde conoció a su esposa doña Felipa Muniz de Parestrelo que ahí vivía junto con otras damas portuguesas.

La primera que de Colón se tiene en España (al menos mu­chos autores lo afirman aunque otros como Schwartz dicen que llegó primero al puerto de Santa María en los estados deí pri­mer duque de Medinaceli) es su aparición y estadía en el con­vento de la Rábida y por rara coincidencia uno de los frailes de este convento resulta confesor de la reina Isabel la Católica co­mo si Colón hubiese llegado deliberadamente ahí trayendo re­comendaciones de algunas dignidades eclesiásticas gallegas y portuguesas y nó para solicitar pan con que alimentar a su hijo como quieren ciertos historiadores. Sin embargo, se dice tam­bién que fué a Huelva con el objeto de ver a su cuñado Mulher, Muñiz o Muliarte; pero de todos modos es de suponer fundada­mente que éste, el marinero «turto” de que habla Colon y otros conocimientos le aconsejaron ir a Palor para verse con fray Juan Pérez, sabiendo que éste tenia influencia en la Corte como lo comprobó después recomendando eficazmente a Colón ante la reina de Castilla.

Según se dice, la familia Colón habría tenido relaciones de arrendamientos y otras con los frailes del convento de San Es­teban en la vía Mulcente de Génova en cuyo convento según cuenta erróneamente Bossi, habría sido bautizado el almirante, lo que no consta en documento alguno Lo que si se sabe es que Colón habitaba el convento de San Esteban de los frailes domi­nicos cuando fué a Salamanca con la Corte y se celebró el fa­moso Consejo.

El arzobispo fray Diego de Deza, gallego de Santiego de Compostela o por lo menos de precedencia galiciana, fué tam­bién grande amigo de Colón, como lo fueron el cardenal pri- maro de España don Pedro González de Mendoza, el padre Gaspar Gorricio dei convento de las Cuevas de Sevilla, Geraldini, que después fué obispo de Santo Domingo, el cura de los Pa­lacios bachiller Bernáldez. fray Bartolomé de las Casas y Ovie­do que a su vez, estos tres últimos, escribieron la historia del Almirante.

 

  1. —SOBRE EL JUDAISMO DEL ALMIRANTE

A menos que consideremos a Cristóbal Colón como un gran farsante no se puede decir fuese judío, pues la misma preferen­cia que por los frailes tenía y acabamos de ver; sus citas de au­tores cristianos y su gran fe católica mostrada en su correspon­dencia y demás escritos son pruebas que era católico y tánto co­mo lo fueron los más fanáticos de la Edad Media. Las Casas dice que viéndole orar y practicar otras formas de la religión con tan­ta meticulosidad se hubiera creído fuese profeso de alguna or­den religiosa, y refiriendose a la muerte de Colón dice: “….el cual viéndose muy debilitado, como cristiano (cierto que era) recibió con mucha devoción todos los santos sacramentos”.

Recordemos los encargos que en su Testamento hace a sus descendientes recomendándoles defender a la Iglesia si algún cisma sobreviniese (recomendación que no cumplieron los des­cendientes, pues el cisma entrevisto por el Almirante y verifi­cado algunos años después y que tuvo a España como princi­pal campeón en favor de Roma no fué intervenido por los Colo­nes ni personalmente ni con dinero).

En una carta dirigida a losReyes, Colon dice: “Suplico hu­mildemente a Vuestra Alteza que si a Dios place de me sacar de aquí, que haya por bien mi ida a Roma y otras romerías».

En esta misma carta agrega:…. “y tan apartado de ios Sa­cramentos de la Santa Iglesia, que se olvidará de esta ánima si se parte acá del cuerpo”.

Oviedo y Bernáldez cuentan que Colón se presentó en Bur­gos, al regreso de su segundo viaje, vistiendo el tosco sayal de los franciscanos a quienes profesaba un afecto rayano en vene­ración.

Los nombres que Colón puso a muchos lugares del Nuevo Mundo, si bien recuerdan acaso los de otros donde pasaría su ninez, como lo veremos más adelante, son también nombres sa­grados.

Todos sus viajes desde el primero cuya descripción en for­ma de cuaderno de Eitácora o Diario de Navegación se conser­va todavía, los emprende en el nombre de la Santísima Trinidad y en todas sus cartas ia nombra; dice que su obra es “lumbre del Espíritu Santo» y cuando descubre algún lugar y en cualquiera otra solemnidad entona y hace entonar a su gente el “Salve Re­gina” y otras prosas, (i)

Pero así como lo dicho y más que pudiera agregarse nos muestra que Colón era cristiano, viejo o nuevo, pues esto tampoco se sabe a ciencia cierta, así también no cabe la menor duda de que procedía de familia israelita y aun quizas por las dos ramas: paterna y materna.

Los documentos de Garcí’i Riega han arrojado mucha luz sobre éste y otros puntos: ios nombres de la rama materna son todos hebreos, como Eleazar, Jacob, Benjamín. Susana, Abra- ham, etc., y en unos autos de fé celebrados en 1498 en Tarragona, figuran entre los condenados un Andrés Colón, su mujer y su suegra por haber practicado actos de judaismo.

Además del “Apocalipsis” oe Esdras a quien titula Após­tol, leía Colón el libro de viajes por todas las partes del mundo conocido hasta la China, del célebre rabino español Benjamín ben Jonah de Tudela; “las Antigüedades Judaicas” o “Historia de los Judíos» de Josefo y muchos otros de rabinos españoles a quienes cita. (2)

Uno de los personajes más empeñados en que se verificase el viaje de Colón y de los que más protegioron al insigne nave­gante, fué el judío converso Luis de Santagel, escribano de ra­ción de la Corona aragonesa.

En Córdova tuvo Colón mucha amistad con los judíos Le- ví, médico, y Bocher, comerciante, y en el primer viaje de des­cubrimiento llevó y consideró mucho al judío converso Luis de Torres. Colón vendió una cantidad de oro que trajo a la vuelta de su segundo viaje a los mercaderes bu^galeses valiéndose de Jaime Ferrer de Blanes, célebre joyero conocido por “el lapi­dario de Burgos” que tenía su tienda próxima al castillo, en las estrechas y mezquinas callejas que por la parte de San Esteban quedaban de la antigua judería. ¿Podría preguntarse si este co­nocido de Colón no era judío o por lo menos cristiano nuevo?

(1)  Según Humboldt, el fervor religioso que caracteriza a Colón, no lo adquirió en Italia, país republicano, comerciante, ávido de riquezas don­de el Almirante pasaría su infancia, sino durante su permanencia en Anda­lucía y en sus relaciones íntimas con los monjes del convento de la Rábi­da, sus más queridos y útiles amigos

Según Irving habría vivido, desde su aparición en Lisboa, en un Con­vento en donde conoció a su mujer dona Felipa Moñiz.

(2)  Como el Rabí Samuel de Israel, natural de la ciudad de Fez y Maestre Isaac Rabí de la Sinagoga de Marruecos.

En Lisboa es indudable que tuvo relaciones con Josef, el mé­dico judío de don Juan II, y que era además muy versado en Cosmografía.

Por último, en su testamento manda que entregue el valor de un marco de plata a un judío “que moraba a la puerta de la judería de Lisboa o a quien mandare un sacerdote”. Alguien ha dicho, creo que el señor La Riega, si no sería este judío un pa­riente del Almirante.

El retrato que de éste hicieron sus contemporáneos parece tener todos los rasgos distintivos de la raza judía. Las Casas lo pinta así: Colón era cariluengo, la nariz aguileña, pecoso y algo colorado, de pómulos salientes, de venerable aspecto, y sobrio y moderado en el comer, beber, vestir y calzar”. López de Goma­ra agrega que era “enojadizo, crudo, disimulado y sufrido en los trabajos”. Oviedo le llama “bien hablado, cauto, de grande ingenio y buen latino”, y, aunque no contemporáneos, don Emi­lio Castelar y Humboldt deducen: “Colón era avaro, porfiado, interesado, y pleiteante como un litigante”, etc. Humboldt: “la circunspección y la desconfianza constituían los rasgos más ge- noveses de su carácter” a lo que se puede agregar que esos ras­gos son también distintivos de la raza judía, (i)

Respecto del oro, dice Washington Irving que lo conside­raba como uno de los tesoros místicos y sagrados de la tierra, deseaba introducir entre los españoles la idea supersticiosa que los indios tenían de él y los exhortaba a purificarse para buscar las minas con ayunos, castidad y oraciones. El mismo Colón di­ce en una de sus cartas a la reina Isabel: (2).

(1)   Su estilo es salmódico, tiene una extraordinaria confianza en sí mismo, se cree elegido para la empresa, es tenaz, desconfiado, calcu­lador, intensamente religioso, aficionado a la poesía, odia y ama con energía, especialmente su amor a l,a familia es judío, su fuerza espiri­tual en general es intensísima. Habla como iluminado y si, como parece dudoso, no tuvo noticias relacionadas con el Nuevo Mundo, debe­mos recordar que en los siglos 12, 13 y 14 hubieron muchos imposto­res que se decían príncipes de 1,1 casa de David, destinados a restaurar la gloria de Sión.

(2) Del otro que yo dejo de decir, ya digo por qué me encerré: no digo así, ni que yo me afirme en el tres doble en todo lo que yo haya jamás dicho ni escrito, y que yo esté a la fuente, genoveses, venecianos y toda gente que tenga perlas, piedras preciosas y otras cosas de valor, todos las llevan hasta el cabo del mundo para las trocar, convertir en oro: el oro es excelentísimo: del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al paraíso               Los señores de aquellas tierras de la comarca de Ve­ragua cuando mueren entierran el ero que tienen con el cuerpo, así lo dicen: a Salomón llevaron de un camino 666 quintales de oro, allende lo que llevaron los mercaderes y marineros, y allende lo que se pagó en Arabia”……. “Nuestro señor se aderece, por su piedad, que halle este oro, dijo su mina, que hartos tengo aquí que dicen que la saben”.

(1)  “Este Maestre Bernal se di¿ que fué al comienzo de la traición: fué preso y acusado de otros muchos casos, que por cada una de ellos merecía ser fecho cuartos”…. “Diz que allá mató dos hombres con medicinas por venganza de menos de tres fabás”.

(2)  En la carta escrita al Rey en 1505 dice, refiriéndose al nau­fragio y muerte de Bobadilla: “             Grande tiempo ha que Dios Nues­tro Señor no mostró milagro tan público: que el que lo hizo le puso con todoü los que le fueron en ayuda a este”.

(3)  ‘»Que el dicho Contreras trabaje mucho con él, e tenga manera que Caonaba vaya a hablar con vos, porqué más seguramente se haga su prisión; eporque él anda desnudo e sería malo de detenerle, e si una vez se soltase e se fuyese no se podría así haber a las manos por la dispo­sición de la tierra, estando en vistas con él, hacedle dar una camisa y vestírsela luego, y un capas, y ceñille un cinto, y ponelle una toca, por donde le podéis tener e no se vos suelte. E también debeis prender ,a los hermanos suyos que con él irán         .

(4) “Y porque este camino que yo hice a Cambas acaeció que algún indio hurtó algo, si hallárades que algunos de ellos furten, castigadlos también cortándoles las narices y las orejas, porque son miembros que no podrán esconder     ”

(5)  “Hierusalem y el munte Sión ha de ser reedificado por mano de cristianos quien ha de ser, Dios por boca del Profeta en el décimo cuarto Salmo lo dice. El Abad Joaquín dijo que este había de salir de España. S^n Jerónimo a la Santa mujer le mostró el camino para ello. El emperador de Catayo ha días que mandó sabios que le enseñen en la fé de Cristo ¿Quién será que se ofrezca a esto? Si nuestro Señor me lleva a España, yo me obligo de llevarle con el nombre de Dios, en salivo”

De su carta de 7 de Julio de 1503 son estas frases:…….. “allí dicen que hay infinito oro, y que traen corales en las cabezas, manillas a los pies y a los brazos de ello, y bien gordas.; y dél, si­llas, arcas y mesas las guarnecen y enforran. En esto que yo digo, la gente toda de estos lugares conciertan en ello, y dicen tánto, que yo sería contento con el diezmo”.

“En Cigaure usan tratar en ferias y mercaderías: esta gente así lo cuentan, y me mostraban del modo y forma que tienen en la barata”.

“Yo vine a servir de 28 años, y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo, y gastado cuan­to me quedó de aquellos, y me fué tomado y vendido”.

“La restitución de mi honra y daños, y el castigo en quien lo hizo, hará sonar su Real nobleza; y otro tanto en quien me robó las perlas, y de quien ha hecho tanto daño en el Almirantado”.

De su médico, maese Bernal, dice a don Diego Colón, su hi­jo: (1)

Algunos de estos ejemplos y otros que se han citado y cita­rán, muestran además esa dureza que muchas veces manifestó el Almirante y que también es rasgo distintivo de la raza ju­día. (2)

Cuando mandó a España dos naos cargadas de esclavos, re­comendó a su hermano Bartolomé tuviese gran cuidado con la “mercancía” y llevase justa cuenta en lo que correspondiese a cada uno “pues hay que mirar en todo el cargo de la conciencia, porque no hay otro bien, salvo servir a Dios, que todas las cosas de este mundo son- nada y el otro es para siempre”.

Propuso la venta de indios hasta que diesen una renta de cuarenta millones, con qué libertar el Santo Sepulcro. Las Casas, entre otros que tratan de disculpar a Colón, dice: “         y ten­go yo por cierto que aqueste demasiado cuidado por querer servir a los Reyes y con oro y riquezas querer agradalles, y también la mucha ignorancia que tuvo, fué la potísima causa de haber en

todo lo que hizo contra estas gentes errado”………

La Instrucción fechada por el Almirante en 9 de Abril de 1494 y enderezada a aconsejar a Mosen Pedro Margarit del mo­do y orden en que debía acabar la conquista de la isla de Santo Domingo y coger a traición al belicoso indio Caonabo, dice: (3) (4).

En carta a los Reyes Católicos les dice: (5)

Dice Colón en su Diario que al henchirse las aguas del Océa­no el día, 25 de Septiembre de 1492, pareció decreto de la Provi­dencia para acallar el clamor de la gente y lo compara con el que milagrosamente ayudó a Moisés cuando la huida de Egipto acau­dillando al pueblo judío.

Describe así su sueño de Jamaica: “Fatigado y suspirando, caí en un ligero sueño, cuando oí una piadosa voz que me decía ¡Oh estulto y tardo en servir a tu Dios, Dios de todos!…

¿Qué más hizo él por Moisés o por David su siervo? Desque na­ciste siempre él tuvo de tí muy grande cargo. Cuando te vido en edad de que él £ué contento, maravillosamente hizo sonar tu nombre en la tierra….. ¿Qué bizo más por el pueblo de Israel cuando le sacó de Egipto? ¿Ni por David a quien de pastor hizo Rey?…… Tu edad no será impedimento para ninguna grande empresa. Abraham tenía más de cien años cuando engendró a Isaac. ¿Ni era Sara moza?…. Todas estas tribulaciones que yo paso están escritas en piedra marmol y no sin causa”.

En la misma carta dice: ¿Quién nació sin quitar a Job que no muriera desesperado?”, (i)

Dos de las cláusulas de su contrato con los Reyes son tam­bién notables a este respecto:

“3;.‘ Desea tener una ganancia, del diez por ciento, sobre las entradas netas de toda clase de mercadería, ya sean perlas, jo­yas u otra clase de objetos, que puedan hallarse, ganarse, com prarse o exportarse de los países que él pueda descubrir.”

“4? Desea, en su calidad de Almirante, que se le haga único juez de todas las cuestiones mercantiles que pudieran ocasionar disputas en los países que él pueda descubrir”.

Estando próximo a su muerte en la que le asisten, ademas de otras personas, siete criados, dice a su hijo Diego: “Mucho sentimiento tengo del gobernador. Todos me aseguran que tengo ahí mil y ciento o mil y doscientos castellanos y yo no he reci­bido un cuarto. … o se bien que desde mi partida debe él haber recibido más de cinco mil castellanos. Nada recibo yo de la ren­ta que se me debe, vivo de prestado. ’

 

(1) ……. “Yo no quise robar la tierra por no escandalizarla, por­qué la razón quiere que se pueble, y entonces se habrá todo el oro a la

mano sin escándalo…….

Se refiere en esa carta ,a lo que ya había dicho a los Reyes:……………..

“El oro que tiene el Quibian de Veragua y los otros de la Comarca, bien que según información él sea mucho, no me pareció bien ni servicio de vuestras Altezas de se lo tomar por vía de robo: la buen orden evitará el escándalo y mala fama, y hará que todo ello venga al tesoro, que no quede un grano. . .

Se ha dicho que estas cuestiones sobre el oro las tociba Colón a menudo, primero porque de Castilla se le exigía mucho y segundo por- que él quería procurárselo para fines religiosos. Nosotros no tenemos intención ni derecho a negar esto; pero ¿como relacionarlo con las repetidas quejas que sobre pobrera hace el Almirante? ¿No le im portaba ésta?

Y    antes había dicho a los Reyes: “Porque, mi dicha, poco me han aprovechado veinte años de servicio que yo he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy día no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo el mesón o ta­berna, y las más de las vecesfalta para pagar el escote”.

En el temporal no tengo solamente una blanca para la ofer­ta”.

Por lo apuntado se puede ver que Colón tenía mucha afini­dad con los judíos y aun cuando él no lo fué de religión, su fa­milia sí era isrealita y él nc podía sustraerse a esa influencia, tanto en su educación como en ciertas creencias que aparecen en sus escritos como una confusa mezcla de ardiente cristianismo y judaismo a la vez. Especialmente en su tendencia a considerar todo por la parte comercial se puede repetir con Cervantes: “La pluma es lengua del alma”.

Ya hemos de ver cómo esa procedencia de su familia parece haber influido en el ánimo del Almirante para hacerle ocultar el lugar de su nacimiento.

 

  1. —FALSAS INTERPRETACIONES EN QUE HAN INCURRIDO LOS HISTORIADORES DE COLON

En un libro reciente de Julián Juderías se leen las siguien­tes palabras:

‘Los organizadores del Congreso de Psicología que se reu­nió en Gottinga hicieron a costa de los mismos congresistas, que eran profesores de indiscutible mérito, un experimento de gran valor científico, no solamente para la especial disciplina a que iban a consagrarse los trabajos de la asamblea, sino para otras muchas ciencias. Celebrábase a corta distancia del lugar donde se hallaba reunido el Congreso una fiesta popular. De repente, abrióse la puerta del salón de sesiones y entró en él un payaso perseguido por un negro que le amenazaba con un revólver. En medio del’ salón cayó a tierra el payaso y el negro le disparó un tiro. Inmediatamente huyeron el perseguidor y el perseguido. Cuando el docto concurso se repuso del asombro que aquella es­cena le causara, rogó el Presidente a los congresistas que sin pérdida de tiempo redactase cada uno un relato de lo acaecido por si acaso la justicia había menester de esclarecimientos. Cua­renta fueron los relatos que se le entregaron y de ellos diez eran falsos en su totalidad; veinticuatro contenían detalles inventa­dos y sólo seis se ajustaban a la realidad. Ocurrió esto en un Congreso de Psicolojía, y eran autores de los trabajos en que se faltaba tan descaradamente a la verdad, hombres dedicados al es­tudio, de moralidad indudable y que no tenían el menor interés en alterar la verdad de los sucesos de que habían sido testigos”.

“Este hecho es profundamente desconsolador para los afi­cionados a la Historia. En efecto, sur je inmediatamente la pre­gunta: ¿si esto acaeció en un Congreso de Psicología, entre per­sonas de completa buena fe, ¿qué no habrá sucedido con los re­latos de los grandes acontecimientos históricos, de las grandes empresas que tranformaron el mundo y con los retratos de in­signes personajes que han llegado hasta nosotros a través de los documentos más diversos y de los libros más distintos por su tendencia y por el carácter de sus autores? ¿Cuántas serán las falsedades que contengan y los errores de que se hagan eco?

“Van Gennep advierte que los retratos que se hacen de los personajes históricos no responden en modo alguno a lo que de­muestran los documentos fehacientes que se refieren a los mis­mos y que estas deformaciones tienen origen literario. Le Bon, en su Psicología de las Muchedumbres hace notar que en tiempo de los Borbones fué Napoleón algo parecido a un personaje idí­lico. Treinta años después Napoleón fué un déspota sanguinario.

Y   añade que dentro de diez siglos los historiadores, en vista de juicios tan opuestos, dudarán quizá de la existencia real de tan discutido personaje

El gran historiador inglés Froude en su estudio “The di- vorce of Catherine oí Aragón” dice: El manifiesto del príncipe de Orange era un libelo contra Felipe II pero el Felipe II cJe tradición protestante es la personificación del intolerante espí­ritu de la Europa Católica que es improcedente perturbar aho­ra            Y del infame monarca Enrque VIII de Inglaterra dice que la leyenda que le es favorable debe conservarse a todo tran­ce por la razón sencilla de que es protestante”.

Con estas opiniones y hechos entremos a la parte que si gue de nuestro examen.

Comenzaremos aclarando las palabras de Colón referentes al tempo que pasó, como postulante en la Corte de Castilla y las cuales se han interpretado maliciosamente.

“Siete años pasé en vuestra corte Real” dice Colon y en otra carta afirma que entró a servir entre los criados de la reina Isabel en 20 de Enero de 1486.

Según parece, a su salida de Portugal que por lo visto ya, podemos conjeturar fué en 1483, se dirigió a Huelva o estuvo primero en los estados del Duque de Medinaceli.

Agrega Colón en la primera de las cartas antedichas que to­dos negaban practicabilidad a su proyecto de viaje y “decidie­ron que todo era vano, sólo en vuestras Altezas hubo fé y cons­tancia”.

Con sólo esto sería suficiente para destruir las falsas afirma­ciones que se han hecho sobre negativa de los Reyes, hostilidad deí rey Fernando etc., y aún Colón, vago como siempre en sus escritos, queda mal en lo de afirmar que todos decidieron la va nidad de su proyecto.

Prosigamos: Se dirije fray Juan Perez (el primero de los protectores de Colón y quien en esa fecha creía ya en el proyec­to del futuro Almirante) a Córdoba y obtiene audiencia de los reyes para oir a Colón. O bien es el Duque de Medinaceli el que lo envía bien recomendado a su reina; pero sea como fuere, en 20 de Enero de 1486 está Colón en Córdoba. Desde entonces, a costa de los Reyes y otros poderosos amigos y con muy pocas excepciones, acompaña a la Corte.

Esta se trasladó para asistir al sitio de Loja en la primave­ra de 1486. En 12 de Agosto del mismo año estaban sitiando Moclin.

Cuando volvían a Córdoba para celebrar la victoria tuvieron que partir a Galicia para debelar la sublevación del Conde de Le- mos. Durante el invierno de 1487 pasaron a Salamanca en donde ordenaron la celebración del histórico y tántas veces zarandea­do Consejo.

En la primavera del mismo año salió la Corte para Córdo­ba y de ahí a las campañas de Vélez-Málaga y Málaga que se rindió el 18 de Agosto. En 15 de Septiembre del mismo año es­taban todavía en Málaga.

A fines de 1487 y el año de 1488 estuvieron los reyes en Cór­doba de donde tuvieron que salir a causa de la peste. Fueron a Zaragoza y después a tierras moriscas de Murcia para asuntos internos de gran importancia y sólo en el invierno regresaron a Valladolid.

En febrero de 1489 o sea en el invierno todavía, pasaron a Medina del Campo para recibir a los embajadores de Inglaterra y celebrar la alianza con Enrique VII. Vino después el sitio de Baza que duró seis meses y terminó con la rendición en 22 de diciembre. Después sitiaron y tomaron Almería y Guadix.

En febrero de 1490 llegaron los reyes a Sevilla y en el tiem­po transcurrido hasta Abril tuvieron lugar las negociaciones pa­ra el casamiento de la princesa Isabel.

A principios de 1491 salieron los reyes a sitiar definitiva­mente a Granada. El sitio terminó con la caída del gran baluar­te moro el 2 de Enero de 1492 y “en el mismo mes de Enero man­daron Vuestras Altezas a mí que con Armada suficiente me fuese a dichas partidas de India, y para ello me hicieron grandes mer­cedes y me ennoblecieron”     Partí yo de la ciudad de Gra­nada a 12 días del mes de Mayo de 1492, en sábado…. y armé yo tres navios muy aptos para semejante fecho y partí con muy abastecido de muy buenos mantenimientos y de mucha gente de la mar a 3 de Agosto de dicho año”.

Antes de proseguir, recuérdese, en medio de tántas guerras, disturbios internos, cuidados de familia, alianzas, administración de justicia, aplicación de leyes diferentes en cada región, etc., la lentitud cen que por esa época viajaba una Corte Real y más en tierra como la ibérica, montañosa y dura, recién conquistada, al menos Andalucía, a los moros.

¿Por qué, pues, se ha de dudar de la palabra del Almirante y de los hechos que consignamos y escribir una romántica histo­ria que abarca todo el tiempo que Colón llevaba en España y los siete meses transcurridos entre la rendición de Granada y la partida de Palos?

Si es permitido dudar de la palabra de Colón, cuando dicen que dijo en su testamento que había nacido en Génova, por ra­zones que expondremos después; y aun de otras afirmaciones que en el curso de su vida hizo el insigne marino: no se puede dudar en el caso de que tratamos, pues el Almirante no se que­dó corto precisamente ni omitió circunstancia alguna en lo de quejarse, aun injustamente: de tal modo que no es creíble silen­ciara los trabajos que pasó, especialmente en esos siete últimos meses. Además, Colón afirmó lo anterior en su Diario de Nave­gación, documento destinado a los Reyes, y el cual debe suponerse puso todo empeño en escribirlo exacto.

En cuanto al tiempo anterior al sitio de Granada, si Colón pasó o no pasó penurias, si hubieron algunas personas que de él se burlaron, etc., a nadie hay que culpar sino es a la época di­ficilísima en que le cupo llegar a España y aun, repetimos, el Al mirante exagera bastante sus quejas como veremos al tratar de los amigos y enemigos que tuvo y los dineros que recibió junto con toda clase de atenciones.

En lo que a los reyes se refiere, la frase de Colón “sólo en Vuestras Altezas hubo fé y constancia” aunque demasiado res­tringida, pues en otros hubo también, no se compagina con aque­llos supuestos trabajos.

Según los historiadores y según el mismo Colón, en carta al rey Fernando, recibió varias cartas favorables del rey de In­glaterra y una de don Juan de Portugal ¿Por qué no se fué donde ellos? Es claro que por la muy sencilla razón de que nunca se decidió que todo era vano, nunca se le desahució y también porque los Reyes “le habían hecho muchas mercedes y acrecentado” como él mismo dice en su tes­tamento y en cartas a su hijo Diego: aunque más bien por ese tiempo influyeran, acaso, sus amores con la Enriquez.

Ni faltan historiaoores como Lumnis («Exploradores Es­pañoles del siglo XVI”) que tratan a Colón de malagradecido por estar ya en 1488 en negociaciones con Portugal mientras vi­vía en la Corte castellana y era mantenido por ella en condicio­nes, si bien merecidas por sus cualidades morales y particular simpatía, muy superiores a su condición social.

¡Un hombre cuya idea fija y ambición es el viaje a las In­dias por el Oeste, sufre trabajos sin cuento; no halla más que impugnadores de su proyecto, vive en la mayor pobreza y priva­ción y a pesar de las llamadas y proposiciones halagüeñas de los reyes de Portugal e Inglaterra, las rehúsa!

Eso y mucho más dan por cierto algunos historiadores. Ir- ving, que tuvo buenos consultores, consagra, tan sólo a las histo­rietas de los siete meses transcurridos entre la rendición de Gra­nada y la partida de Palos, un gran espacio en su libro Y lo más extraño es que el historiador citado, tan crédulo de la pa­labra del Almirante y teniendo a la mano el Diario de Bitácora de éste y que en largos párrafos cita literalmente, no se fijara en la grandísima contradicción que iba a notarse entre el prólogo de ese Diario y su historieta.

Condensando lo que dicen los historiadores citados, tendre­mos las fechas siguientes: Un mes entre la llegada de Colón a la Rábida y su nueva llamada a la Corte, de cuyo mes empleó fray Juan Perez, catorce días en ir y volver donde los Reyes para ins­tarles a que no abandonasen la empresa ¡ Catorce días caminando en muía desde Palos a Granada, entre duras sierras y por cami­nos recién conquistados a los moros e infestados de gente ma­leante !

El día de la toma de Granada estaba Colón presente otra vez según su propio testimonio. Se rechazan sus demandas. A prin­cipios de Febrero sale otra vez de Granada. Se le llama de nue­vo. El 17 de Abril se firman las capitulaciones. El 30 se ennoble­ce a Colón y el mismo día se expide la Real Orden para el ar­mamento de las carabelas y escriben los Reyes aquella famosa carta al Gran Khan. El 8 de Mayo se hace a don Diego paje del príncipe D. Juan, honor tan sólo concedido a los hijos de los más encumbrados personajes. Entre el 8 y el 12 de Mayo San- tángel entrega 1.140.000 maravedises “cuya suma él dá para pa­gar las carabelas que sus Altezas ordenaron ir en Armada a las Indias, y para pagar a Cristóbal Colón, que va en la dicha Ar­mada”, según reza del libro de cuentas proveniente del obispado de Palencia. El 12 sale Colón para Palos y llega el 23. El 20 de Junio, nuevas órdenes de los Reyes para el armamento de las carabelas y por último el 3 de Agosto sale la Armada con rum­bo a Canarias.

Durante el tiempo transcurrido entre la toma de Granada y su salida para Palos es muy posible que Colón, ya seguro de su viaje, fuese a Córdoba a despedirse de su amante.

En cuanto a los trabajos pasados desde el 23 de Mayo hasta que salió de Palos, o sean en total setenta y tres días, ¿porqué ad­mirarnos que pobres gentes del pueblo no quisiesen acompañar al gran marino, si tántas doctas y no sin fundamento, dados los tiempos, consideraban la empresa como una solemne temeridad, según dicen también los historiadores? ¡Es seguro que el viaje se presentó a la imaginación de esos pobres marineros como si ahora se propusiera a alguien ir a la luna en aereoplano y quién sabe si más!

Llamamos también la atención hacia el número de dificulta­des que se encontraría al hacer los respectivos contratos de suel­dos. alquiler del tercer buque, etc., aunque en lo que respecta a los sueldos eran buenos, pues se daba los mismos que en la ma­rina de Guerra, más cuatro meses adelantados. Por último, diga­mos. para justo orgullo de los marinos andaluces, que debido a Pinzón fué que pudo salir la Armada, pues aparte de la influen­cia que interpuso entre sus compatricios (x) y el haber dado el ejemplo embarcándose con sus dos hermanos, debemos recordar que Colón tan celoso de adquirir títulos, mandos, rentas y ho­nores no tuvo a última hora con qué pagar la octava parte de los gastos que a él’ correspondían además de una de las carabelas y Pinzón dió el dinero y no se sabe seguro si le fué devuelto (2).

(1)  “Amigos les dijo, andad acá, que andáis misereando; idos con no­sotros esta jornada, que según fama debemos de fallar las casas con las te­jas de oro, e todos vendréis ricos e de buena ventura”.

También dice Irving, que los marineros de Palos no tenían confianza en el Almirante porque era extranjero, que no querían ir de viaje y que aun en el curso de éste argumentaban, que pues era extranjero y sin amigos en la Corte no se le oiría cuando fue­se a quejarse por haberle impuesto el regreso. Irving tomó de Oviedo lo que antecede; pero no por eso lo creemos más cierto, pues ¿por qué habrían de argumentar así esos pobres hombres de un poblacho distante de la Corte, ignorantes de la vida pasada por Colón en Ella, que apenas había conocido al reservado ma­rino pocos días antes de emprender el viaje y aun así muy de lejos y por último que veían a ese mismo extranjero, antes po­bre y desconocido y ahora elevado a la dignidad de Almirante, ennoblecido y con una autoridad que le acababa de servir preci­samente para reclutar a muchos de ellos a la fuerza? Ya habla­remos de esto otra vez.

Comparemos también la importancia de aquella extraordi­naria empresa con viajes como los que ahora se hacen y cuyos preparativos, por ejemplo en los de vuelta al mundo, no es raro duren dos meses y más. Citemos el caso del almirante Anson cuando en 1740 expedicionó sobre nuestras costas.

Recordemos que ya por esa época era Inglaterra potencia naval, merced a la afición que sus hijos venían manifestando por las empresas marítimas y que la expedición se verificó dos siglos y medio después que la de Colón.

El 18 de Noviembre de 1739 toma Anson el mando de la Es­cuadra. El 10 de Enero de 1740 se le ordena prepararse para ex- pedicionar sobre las costas americanas del Pacífico. El 28 de Ju­nio recibe de manos del duque de NewcastJ’e las instrucciones de la Corona fechadas el 31 de Enero de 1739 y ese mismo día se le entregan las instrucciones adicionales del ministerio de Justicia.

 

(2) Tampoco queremos decir que Colón se quedara con él; pero desde luego no lo devolvió a Martín Alonso porque éste murió cinco días des­pués de regresar a España

Las Casas dice: ‘‘Cosa es verosímil y cercana de la verdad, que el di­cho Martín Alonso, según yo tengo entendido, prestó sólo al Cristóbal Colón el medio cuento (de maravedís), o él y sus hermanos”.

Y es un hecho también que los hermanos Penjón guardaron silencio sobre este préstamo hasta el año 1508 cuando el pleito de Dn. Diego Colón contra la Corona. Esto deja entender que Colón habría pagado ese dinero

Como faltaran trescientos marineros, fué informado Anson por el primer Lord del Almirantazgo, Sir Carlos Wager. de que esa importante oficina había ordenado que el Almirante Norris le entregara la gente necesaria. Fué a Portsmouth y se encon­tró Anson con que Norris le negaba auxilio alegando que el tam­bién necesitaba gente. Al fin en Julio y cuando el Almirante Bal- chen sucedió en el mando a Norris se le dieron 170 hombres, entre ellos 32 enfermos sacados expresamente del hospital’. El 5 de Agosto recibió a bordo, en lugar de 500 hombres de desem­barco que también había pedido. 259 solamente, pues de esa gen­te, enferma en su totalidad, los que pudieron mover los pies de­sertaron en número de 241.

Por último, el 18 de Septiembre de 17AO recién salió de In­glaterra A esto debemos agregar que, los desastres sufridos en el cabo de Hornos, el conocimiento que de la salida de la expe­dición tuvo anticipadamente el gobierno español y por consi­guiente el casi fracaso de aquélla se debió totalmente a las dila­ciones que hemos reseñado.

Luego, pues, es un tejido de errores o embustes, desmenti­dos algunas veces por el mismo Colón, todo lo dicho acerca de que, después de la rendición de Granada (acto, sucedido el cual y por conducto de fray Fernando de Talavera le habían ofreci­do los Reyes ocuparse de su asunto) se tratase de rechazarle, que los Reves le despidieran o dieran muy pocas esperanzas y por último que en Febrero de 1492 saliera para Córdoba con la in­tención de dirigirse después a Francia Esto último sí lo dice Colón; pero es permitido dudar si tuvo firmemente ese propósi­to porque de las fechas se deduce lo contrario.

Ni es más cierta su segunda salida de Granada v el alcance que se le da en el puente de Vos Pinos a dos leguas de esa ciu­dad poraue ¿cómo conciliar tan contrarias variaciones en ánimo de la reina Isabel, aue unas veces, en nocas semanas y aun en el mismo día niega a Colón todas sus peticiones y otras llega hasta el extremo de darle todas las facilidades, ennoblecerlo, col­mar de favores a su hiio, etc.? ¿Y cuando a lo que debiéramos de­ducir por los continuos rechazos, si fueron ciertos, la Corte no creía en el Descubrimiento y éste, sobre todo no era más que un proyecto?

Más verosímil y coincidente con la palabra empeñada por los Reyes mucho anees del sitio de Granada y con la “£é y cons­tancia” que siempre tuvieron ellos, que, una vez de acuerdo pa­ra el viaje, fuese a Córdoba, como antes dijimos, a despedirse de doña Beatriz Enríquez y de sus hijos, a quienes no veía hacía mucho tiempo.

También es posible que en el momento de tratar de los sub­sidios se presentaran dificultades a una Corte tan empobrecida como la española; pero que ya nada tenían que ver con el pacto hecho y que, después de todo, se resolvieron en una conversación de horas entre la reina Isabel y el tesorero Santángel.

La reina manifestó sin duda mayor entusiasmo que su espo­so en estas negociaciones con el futuro Almirante; pero de esto a lo dicho por los historiadores de que don Fernando se opuso a ellas y que hizo daño a Colon, hay mucha diferencia. Sea con el conocimiento de don Fernando o sin él, es un hecho que los gastos del Descubrimiento en lo que correspondía a la Corona fueron hechos por el remo de Aragón; aunque Irving se encar­ga de decirnos que el rey Fernando se aprovecho de esta cir­cunstancia para cobrar del primer oro traído del Nuevo Mundo la cantidad conque hizo dorai los techos y bóvedas del Real es­trado del alcázar de Zaragoza lo cual no es cierto pues lo que se doró fué el retablo de la Cartuja de Miraflores en Castilla y por disposición de la reina Isabel, (i)

Colón saltó de simple marinero sin blanca a la dignidad de Al­mirante con cuyo grado y preeminencias se igualaba al infante don Fadrique Enríquez, tío del Rey, Las otras capitulaciones no pueden ser más generosas, pues se le ennoblece, se colma de otros favores a él y a sus hijos; concédensele enormes ganancias etc. Irving cita como prueba del desvío de don Fernando el he­cho de que la reina Isabel no permitiera fueran más que castella­nos al Nuevo Mundo en los primeros tiempos. Nosotros no hemos podido comprender si en realidad se expidió tal orden; pe­ro sabemos que muchos de los expedicionarios no fueron caste­llanos y ni siquiera españoles. Hubieron gentes del señorío de Viscaya, gallegos, italianos, un austríaco y mosén Pedro Marga- rit era genuino aragonés. Por lo demás, no es extraño estuvieran en mayoría los castellanos, extremeños, andaluces y levantinos del Sur como que el Descubrimiento se planeó en Castilla y casi todas las expediciones salieron por los puertos meridionales de la Península.

(i)                    Dice Colón en su Relación del 3er. viaje: “Y vuestras Altezas me respondió con aquel corazón que se sabe en todo el mundo que tie­nen, y me dijo que no curase nada de eso, porque su voluntad era de pro­seguir la empresa y sostenerla aunque no fuese sino piedras y peñas, y aquel gasto que en ello se hacía que lo tenía en nada, que en otras cosas no tan grandes gastaba mucho más, y que lo tenían todo por muy bien gasíado lo del pasado y lo que se gastase en adelante, porque creían que nuestra santa fé sería acrecentada y su real señorío ensanchado, y que no eran amigos de su Real Estado aquellos que les maldecían de es­ta empresa:        ”

 

En lo referente a la prisión de Colón, la mayoría de los his­toriadores cargan la pintura en contra de España. En primer lugar esto es una falsedad. No bien llegó el Almirante a Sevilla cuando los Reyes ordenaron ponerle en absoluta libertad, le col­maron de atenciones, le reafirmaron en sus preeminencias y fa­cultades y por último la reina derramó lágrimas al recibir y oír a Colón apesar de que éste declaró que había cometido yerros en el gobierno y colonización de la isla Española. (2)

Que en esto fracasó tristemente no se puede poner en duda y tampoco que un sentimiento distinto de la envidia aun cuando ésta existiese también, movió en contra del Almirante y esto siempre hasta su muerte, a la mayoría de las gentes que cayeron bajo su mando. ¿Dureza ¿Extralimitación de funciones? ¿Anti­patía? No nos atrevemos a decir qué; pero el sentimiento exis­tió.

 

(2)  En la carta e Instrucciones que para el último viaje dirigieron los Reyes a Colón y fechadas en Valencia de la Torre en 14 de Marzo de 1502, hay este pasaje:… y tened por cierto que vuestr.a prisión nos pesó mucho, e bien lo vistes vos é lo conocieron todos claramente, pues que luego que lo supimos lo mandamos remediar, y sabéis el favor con­que os habernos mandado tratar siempre, y agora estamos mucho mas en vos honrar e tratar muy bien.”

 

Lo cierto es que se interpusieron repetidas quejas en su con­tra y al fin los Reyes se decidieron, no sin repugnancia, recuér­dese bien, a nombrar a Bobadilla como Juez e Interventor de los asuntos de La Española. Que el nombrado era persona reco­mendable no puede dudarse puesto que el mismo parcialísimu Las Casas d:ce era persona de “rectitud”, lo mismo que repite Lamar­tine cuya historia de Colón merece más el nombre de novela his­tórica. Llega pues Bobadilla a Isabela y todos los colones acusan al Almirante. ¿Qué hacer? Remitirlo preso a España conforme y nada más que conforme a la dura justicia de su época.

Oue durante la prisión no se le guardaron miramientos, pue­de ser cierto: pero nó cuando navegó hacia la Península, pues consta que Vallejo, hechura de Fonseca, y Martín, capitán de la carabela, le trataron con toda consideración y ouisieron quitar­le los grillos y él no lo consintió, (i)

(i) No debemos olvidar que Colón y su hermano Diego se resis­tieron a reconocer los poderes otorgados por los Reyes a Bobadilla, .ale­gando que los del Almirante eran superiores*.

Las Casas dice que el Almirante, al saber lo que Bobadilla había comenzado a hacer en Sto. Domingo, por sospechar que sus poderes fue­ran otra invención como la de Ojeda, mandó a los Caciques y Señores Indios que tuviesen apercibida gente de gueria para cuando él los lla­mase, porque de los cristianos cuanto a la mayor parte poco conñaba Esto probaría que su administración no era popular entre los co­lonos españoles.

En la carta a doña Juana de la Torra se nota el odio a Bobadilla a quien trata con grandísima dureza, acumulando contra él no sólo acusa­ciones, sino también sosoechas infamantes.

En esa carta dice que todo estaba en paz y sosiego en la Isla cuando llegó el Comendador, pero es cierto que en la semana inmediatamente anterior habían sido ahorcados 7 españoles; 5 más estaban en la fortaleza.

Sto. Domingo esperando el cumplimiento de igual pena y don Bartolomé Colón tenía otros 17 metidos en un pozo destinados a sufrir la misma suerte.

En cuanto a su impopularidad el mismo la confiesa: “porque mi fama es tal, que aunque yo faga iglesias y hospitales, siempre serán dichas espeluncas para ladrones”. (Carta a Dña. Juana de la Torre).

Después de todo, no debemos admirarnos tanto de este inci­dente que no tuvo mayores consecuencias y podemos recordar los insultos, indignos de figurar en un libro, que Augereau diri­gió a Napoleón cuando se encontraron después de la primera abdicación de éste y eso que el mariscal le debía su carrera.

Entiéndase bien que con éste y otros ejemplos y compa­raciones que hacemos, no queremos cohonestar los daños que Colón haya sufrido, sino que recordamos sólo que cosas pare­cidas suceden en todas partes y entre todos los hombres.

Lo que en resolución sucedió con el Almirante fué lo que ha sucedido, como dice Lumnis, con el popular “marino en tie­rra”: no servía para otros oficios y especialmente para el difícil y complejo arte de gobernar a los hombres.

En cuanto al cargo de Virrey, nosotros opinamos con los autores que dicen no puede negarse la gran cautela y diplomacia conque procedió don Fernando al quitárselo, después del ruidoso fracaso de la colonización de La Española. También se tiene en cuenta la enormidad de los territorios que hubiesen caído bajo la autoridad de los Colonos si se hubiesen cumplido Ips capitulacio­nes al respecto. Por lo demás, el Rey se fundó para quitárselo, en la Real Orden expedida en Toledo en 1480, previniendo que ningún oficio que envuelva la administración de justicia se pue­de dar a perpetuidad.

Sin tener en cuenta estas y otras razones, libros hay muy recientes, como el de un autor peruano que dice: “Colón murió asqueado de ver tanta miseria y bajeza”. El monumento que en 1914 se inauguró >?n Rapallo (Italia) lleva una inscripción alu­siva a lo miF-mo y por último léase el notable discurso pronuncia­do en el año de 1917. por el diputado Mr. Hulbert en su cámara en EE. UU. Parece que se leyera a Robertson o a Irving o a La­martine.

Estas manifestaciones no concuerdan con las expresiones de cariño, reverencia y gratitud que el Almirante prodiga al Rey Fernando en carta a don Diego Colón. Del referido rey es está frase de una carta dirigida desde Nápoles a don Diego: “Hame pesado que allá no se lia fecho bien con vos”, (i)

Colón no posej?ó riquezas en la cantidad que ambicionaba, sencillamente porque el Nuevo Mundo no dió ese dinero mien­tras vivió el Almirante, como él mismo lo dice en su testamen­to: “Porque hasta agora no se ha habido renta de las dichas In­dias”. Posteriormente ha podido decir Prescott a este respecto: “El Nuevo Mundo fué una lotería, con premios tan escasos que las probabilidades estaban casi todas en contra del jugador”.

A propósito de esa conocida ambición del Almirante, Ir- ving con otros historiadores repiten con sospechosa frecuencia el estribillo de aue Colón no ambicionaba dinero para sí y que sólo trataba de juntarlo por satisfacer la insaciable sed que de ese metal tenían sus compañeros y la Corte de Castilla. Las Casas dice también algo parecido que va consignamos anterior­mente.

Preguntémonos ¿de qué raza nació o ha nacido el hombre que en final de cuentas no haya ambicionado el dinero? Mas omi­tiendo a Colón, ocupémonos de los españoles. Muchos historia­dores, entre ellos Cesar Cantú dice que los españoles, por su género de vida durante los ocho siglos de lucha con los moros y de contiendas intestinas, conocían la guerra; pero nó el co­mercio eran más aptos e inclinados a las expediciones aventu­reras y a arrostrar peligros que a las pacíficas ocupaciones de la agricultura y de la industria”.

Esto es cierto y como tal puede deducirse que más les gus­taba procurarse el oro por medios violentos que nó por un tra­bajo paciente: pero es cierto también que ningún puebio como el español, en los siglos XV y XVI, fué más generoso ni estuvo más templado que él por una fe religiosa más profunda.

La mayoría de ios españoles, y en esto estamos de acuerdo con Humboldt, Prescott y el mismo Irving, vinieron a América, más que por el oro, por el espíritu sencillamente aventurero pro­pio de nuestra raza y que creció durante la Reconquista. ¡Los bra­zos que habían quedado ociosos después de la pacificación y unidad de la Península, reclamaban nuevas y más grandes empresas en donde a semejanza de la que tan gloriosamente habían rema­tado. hubiesen hombres que convertir a la verdadera fe. peligros que afrontar, tierras que poblar y razas que civilizar!

(i) Y además, apesar de que se habla desposeído a los Colonos en virtud de esa Real Orden, el Rey aceptó pleitear con el hijo del Almi­rante y perdió el pleito porque le^almente tenían derecho al Cargo por las Capitulaciones de 1492. Sólo que los fracasos del Almirante y la enormi­dad de las posesiones que ya se preveía iban a quedar bajo el mando casi absoluto de una sola persona obligaron al Rey a buscar una razón en apariencia legal para desposeerlo del Cargo.

En cambio ¿qué nos cuenta la verdadera historia de otras razas? ¡ Ojalá hubieran vivido Irving, Prescott y otros para presenciar, en su propia Patria, en California y en Australia las innumerables y bochornosas escenas originadas por esa mis­ma sed de oro inseparable del hombre en todas las edades y la­titudes. ¡Hubiesen vivido también para contemplar las horribles matanzas de indios en Norte América y en el Indostán cuando la rebelión de los Cipayos!

Aristóteles dice que eran de oro y plata las anclas, herra­mientas y vasijas de las naves fenicias y cartajinesas y que has­ta de lastre les servían esos metales adquiridos por conquista a España. ¿A qué se debió sino al inhumano trabajo en las minas los levantamientos que culminaron con el sitio de Sagunto en esa época y el de Numancia después?

Recordemos también el famoso Sir Walter Raleigh que co­metió tropelías sin cuento por la ambición del oro: a Drake cu yo nombre se venera con justicia en Inglaterra y de quien se hacen lenguas los historiadores ingleses por los dividendos que sus hechos dieron a la compañía formada en Inglaterra y patro­cinada por “la buena reina Isabel” para saquear, incendiar y ma­tar en las colonias españolas y por último léase la «Vuelta al mundo” escrita por el Almirante Anson con la minuciosa des­cripción del saqueo e incendio de la indefensa Paita Y perdó­nesenos tan larga digresión.

Finalmente, comparemos los supuestos trabajos de Colón con los de un inventor o descubridor moderno como, por ejem­plo, el conde de Zeppelin, que era ya un militar famoso y noble de nacimiento cuando emprendió la resolución del’ problema de los dirigibles. Tenía 52 años de edad. La gente le creía loco. Gastó en ensayos poco menos de dos millones de marcos de su fortuna particular y en 1894 la comisión de peritos nombrada por el emperador para examinar cu nro’-ecto declaró que éste era “inaplicable en la práctica”.

Solo, motejado siempre de loco y arruinado, solicitó del mul­timillonario yanqui Gordon Bennett cien mil dólares prometién­dole ceder la mitad de todos los ingresos que pudiera obtener en el porvenir el inventor. El vanaui contestó: ‘No he tratado todavía en mi vida con inventores locos y pienso proceder así también en adelante”.

Por último, cuando Zeppelin logró volar hasta Suiza en un dirigible de su invención o sea diez años después de verdadera y tremenda lucha contra todos los obstáculos que puede encon­trar el hombre, obtuvo la protección y simpatía del gobierno y pueblo alemanes.

Colón era un oscuro marino que. dada la época, presentó un proyecto tanto o más fantástico que el de Zeppelin y sin embargo pidió derechos exorbitantes y lo más admirable es que los ob­tuvo. Sólo que los historiadores no miran las cosas desde este punto de vista y consideran poco todo lo que se le dió. ¿Fun­dándose en qué? En la curiosa manera de historiar de su tiem­po, unos; otros en su ignorancia, y los más llevándose de conje­turas y opiniones de segunda mano.

Por eao hace poco que un historiador ha podido decir “Co­lón entaba casi desequilibrado y parecía olvidar que sus descu­brimientos eran sólo una esperanza y nó un hecho positivo”. Te­nía, sin duda, valor y perseverancia; pero en aquella ocasión hu­biéramos querido verle más modesto”.

Se me va a perdonar extenderme algo más Colón era de la categoría de los inventores o descubridores que solicitan auxi­lio precisamente para inventar o descubrir y, repetimos, a pesar de esto obtuvo todo el auxilio que pedía, más los honores, títu­los, favores a su familia etc., que ningún hombre antes de descu­brir y muchos aun después no han obtenido.

Veamos qué pasó a unos cuantos inventores, no como Zeppelín que trataba de inventar, sino que ya habían inventado o descubierto.

Harvey, que, según los sajones, descubrió la circulación de la sangre, tuvo en contra de su descubrimiento a todos los mé­dicos de Inglaterra. Así lo dice su historiador Aubrey.

Hargreaves inventor de la máquina de hilar fué considerado como un enemigo por todos los hilanderos de Inglaterra y tuvo que emigrar de uno a otro condado. Arkwringht inventor de la manufactura de telas de algodón por medio de maquinas tuvo que soportar una tremenda lucha contra los manufactureros de Man- chester y nadie quería tampoco trabajar en la fábrica que ins taló Hasta las Cortes de Justicia sentenciaron en su contra.

Cuando Stephenson, después de inventar y usar su locomo­tora para mover los carros en las minas, trató de obtener el re­conocimiento del Parlamento inglés; el público, al saber que era posible que el Parlamento aprobara una ley en favor del nuevo invento, se opuso abiertamente. Se escribieron folletos en contra y las opiniones que aparecieron en los periódicos fueron notables, según ellas: el aire envenenado que echaban las locomotoras ma­taría a los pájaros, las casas se incendiarían con las chispas es capadas de la chimenea, las calderas podrían volar y reducir a átomos a los pasajeros y por último se decía aue felizmente para todos el gran peso de la máquina le impediría moverse.

Murdock introdujo la iluminación por gas en las calles y ca­sas. Sin embargo en Londres se decía: que el nuevo agente era sucio, de mal olor, productor de dolores de cabeza, etc. Los en cendedores de faroles en las calles se declararon en huelga y las autoridades parroquiales depararon su intención de destruir los postes y cañerías que pasaran por las calles de sus respectivas jurisdicciones. Y por último el gran químico Sir Humphrey Da- vy preguntaba sarcásticamente porque no se usaba como depósi­to de gas el domo de la Catedral de San Pablo.

El “Gas Hilarante” descubierto por el mismo Davy en 18×0 y el cual sugirió al célebre químico la idea de usarlo como anes­tésico sólo llegó a aplicarse en 1844.

Jacquard el famoso inventor de la máquina para tejer seda fué perseguido durante mucho tiempo y el prefecto de Lyon le envió preso a París junto con su invento.

Hill el creador del sistema de correos a baio precio fué considerado como un loco. Lord Litchfield, director General de Correos dijo de su sistema en la cámara de los Lores: “De todos los proyectos visionarios y disparatados de aue tengo conoci­miento éste es el más extravagante”.

Morse inventó el telégrafo antes de 1837. En ese año fué re­chazado por el parlamento yanqui y en 1838 por los gobiernos de Europa a donde se había dirigido en busca de ayuda Sólo en 1834 se le protegió.

Goodyear el inventor del procedimiento para fabricai artí­culos de caucho estuvo durante un período de 10 años, preso fre­cuentemente por deudas. Se le consideraba un loco y por último preguntando una vez a un amigo de Goodyear cómo se le podría reconocer, contestó: “Si veis a un hombre con una levita de caucho, unos zapatos de caucho, una gorra de caucho y en su bolsillo una bolsa de caucho sin un céntimo, ese es Goodyear”1 No menos sufrieron las burlas, las persecuciones o por lo me­nos la Indiferencia de bus contemporáneos ci inventor de la má­quina de coser, el del submarino Holland, el del teléfono, inven­to calificado de juguete eléctrico.

Lejos, pues, de censurar a España como lo han hecho parecíales historiadores, envidiosos de las glorias que ganó, o como, por desgracia, lo aceptan todavía muchos españoles y más hispanoamericanos; debamos tener en cuenta la época, escribiendo historia comparada, con lo que nos libraremos de caer en el pe­ligro de agregar por nuestra cuenta lo que la fantasía nos dic­te. Entonces no podremos menos que alabar y poner por las nu­bes a una nación que tuvo reyes y personajes tales como para proteger, animar y por último aceptar a un hombre cuyo pro­yecto, dígase lo que se quiera en su favor, no pasaba de ser un3 fantástica aventura, dados los conocimientos e ideas contempo­ráneos.

Y   ya que después trataremos de algunos errores encontra­dos a Lumnis, plácenos citarlo en lo que acierta: ‘ Un genovés (?) es cierto, fué el descubridor de América; pero vino en ca­lidad de español; vino de España por obra de la fe y del dinero de españoles; en buques españoles y con marineros españoles, y de las tierras descubiertas tomó posesión en nombre de Espa ña”.

Irving, a quien venimos citando especialmente, tuvo a ma­no para escribir su “Historia de Colón” los libros de Navarre- te, Muñoz, Charlevoix, Herrera, Las Casas, Oviedo, Bernáldez, Fernando Colón, Bossi, Spotorne, Giustiniani, Bofri, Bellorov Robertson. Pedro Martire. los papeles del infante don Fran­cisco de Borbón y el archivo del duque de Veragua.

Dice que Colón salió de Isabela para dar la batalla de la Vega Real el 27 de Marzo de 1495 y por tanto que la batalla se libró el 29. Rodolfo Cronau en su libro “América” dice que la batalla se libró el 25 y otros historiadores el 24. Siguiendo a Navarrete da el nombre de Juan Pérez de Marchena al guardián del’ convento de la Rábida ; pero hasta antes de 1802 no estaban acordes las biografías ni sobre el verdadero nombre de ese sa­cerdote ni sobre sus funciones en el convento, hasta que don Jo­sé María Asencio probó, en su libro sobre Colón, que eran dos frailes: Juan Pérez y Antonio de Marrhena. astrólgo este úl­timo.

Dice también Irving y con él muchos otros historiadores, que Colón estudió en la universidad de Pavía, lo cual no está probado y más bien hay razones en contra de ese supuesto. Por rtra parte no hay necesidad de suponer que estudió en Paví# para comprobar porqué era tan instruido. Su familiaridad con autores judíos a quienes cita frecuentemente en sus escritos, no le vino desde luego por estudios en tal o cual universidad y es más natural suponer los leyera y conservara en la memoria por afición de raza; aunque podría decirse a la vez, que Irving ni los autores anteriores a él, tuvieron porqué hacerse esa suposición, desde que ignoraban los estudios posteriores. Teniendo en cuen­ta su mucha afición al estudio y la inclinación que por la Náu­tica manifestó desde niño, podemos deducir que sus conocimien­tos geográficos le provinieron de sus largos viajes, de su intimi­dad y convivencia con hombres como el’ cosmógrafo Martín Be- haim, el médico y geógrafo García Fernández, el astrólogo An­tonio de Marchena, los Pinzones, Toscanelli (si no es apócrifa la correspondencia entre ambos, como se viene diciendo) (i) y, por último, con los miembros marinos de su familia como Pedro Correa y otros. Tuvo también en su poder los papeles de su sue­gro el buen navegante y cosmógrofo Bartolomé Parestrello. Ya dijimos que el mismo Colón habló de sus conversaciones con viejos marinos españoles. También sabemos que no era tan prác­tico como teórico en la Náutica en que le aventajaba el mayor de los Pinzones, según propia confesión del Almirante. (2).

El latín pudo aprenderlo de su frecuente trato con hom­bres doctos entre los que ya hemos dicho contábanse frailes, a quienes hizo frecuentes y largas visitas en sus conventos y de­más residencias. También dicen que se lo enseñó el clérigo sine­cura de Santa María de Pontevedra que fué después arzobispo de Pisa. Ni sería el primer hombre notable que aprendiese así ese idioma, pues el peruano Garcilasso de la Vega lo aprendió en el Cuzco de un maestro fraile que no era profesor de Univer­sidad.

Nada, pues, autoriza a decir que el grande hombre se educó en la de Pavía cuando no hay pruebas al respecto y antes pode­mos agregar que la indigencia de su familia no era parte, por cierto, a poder enviar a Cristóbal  a ese Estudio y a edad muy tierna puerto que éste dijo que empezó a navegar a los cator­ce años.

Por otra, el mismo Irving declara: “Los[1] comentadores de Colón enmarañaron de tal modo los hechos que es imposible des­cubrir en muchos casos la verdad”.

Navarrete, Irving y después el padre Cappa en sus “Estu­dios Críticos acerca de la dominación Española en América”— Tomo I—señalan a Ojeda como defensor del fuerte de Santo Tomás cuando lo sitió el cacique Caonabo con sus diez mil in­dios que Rodolfo Cronau, no sabemos con que fundamento, ele­va a cien mil en su citado libro. Oviedo señala como defensor del fuerte a Pedro Margarit y en esta opinión le siguen Fer­nández Duro y el padre Mir que a su vez atribuye a Irving la opinión de que la defensa fué hecha por Bartolomé Colón, cuan­do en realidad la atribuye a Ojeda y cita la opinión de Oviedo en la página 101 de la edición española de 1854 por Gaspar y Roig. Nosotros creemos más propios del carácter heroico de Ojeda algunos de los episodios que tuvieron lugar durante ese asedio.

Con referencia a los dueños de la “Pinta” trae Irving otro error al señalar a Gómez Rascón y Cristóbal Quinteros, cuando en realidad fueron Cristóbal y Juan Quintero, hermanos.

Exagera Irving en contra de Martín Alonso Pinzón, lleva­do sin duda por su cariño a la figura del Almirante e influido también por el Diario de éste y llega a tratar al célebre marino andaluz .de criminal, falso, infiel, desertor, cobarde, ingrato, en­vidioso y desleal. Y entre los hechos dignos de nota, practica­dos por éste, no incluye, o por lo menos no exalta como se debe, el haber convencido al Almirante para que cambiara de rumbo pues con el que traían hubiesen arribado a las costas de la Amé­rica Setentrional habitadas por tribus muy diferentes a las de las Antillas donde tocaron las carabelas y. entonces hubiesen terminado desastrosamente el viaje, ateniéndose a que los expedi­cionarios no iban preparados ni por su número ni por su arma­mento, a sostener una lucha con aquellas feroces gentes.

En la “Provisión Real” cuyo original se halla en el archivo del duque de Veragua y dada el 30 de Abril de 1492, se mencio­na “pólvora y pertrechos” entre lo que debían llevar los buques y consta también que la “Pinta” hizo disparos con una bombarda para anunciar la vista de “Tierra” y después Colón hizo dispa­rar ia artillería ae uno de los buques y los indios se aterrori­zaron.

El escritor militar don Francisco Barado dice, sin embargo, que la expedición de Colón no tuvo carácter militar, puesto que la gente aventurera, la que podía considerarse como gente de a*– mas o personas de guerra, era muy escasa en número. Esto es cierto y se nota con sólo leer los nombres y profesiones de los ciento veinte hombres que tripularon las carabelas y además por­que la expedición era de descubrimiento de un camino y nó de conquista de tierras y llevaban cartas de amistad para el imagi­nario Gran Khan.

No cabe duda que el ausentarse Pinzón durante unos días cuando estaban en Cuba, fué una falta si vió las señales que Co­lon le hizo; pero, a nuestro modo de ver, no tan grave como quie­re Irving. (i).

La separación de Jos buques durante el temporal que so­portaron a la vuelta y narrada por el Almirante como una nueva desobediencia de Pinzón, no la creemos tal o por lo menos de­ja lugar a duda i porque ya estaban desavenidos y Colón es cribió bajo esa influencia y luego porque en un temporal, con buques de arboladura tan baja, separados considerablemente, 2n la noche y haciéndose señas por medio de los faroles de la épo­ca es muy dudoso viera Pinzón las que su jefe le hizo, aunque Colón, como se verá mas abajo, asegura lo contrario. Y aun asi debe tenerse en cuenta que la “Pinta” estaba en mal estado, con su mesana inutilizado y sin poder largar mucha vela. (2) No sería extraño, pues, que el experto Martín Alonso no creyese conveniente aguantar a la capa el temporal como lo hizo horas después Colón y siendo mucho más atrevido que éste, corrió en popa y llegó primero a España tomando puerto en Bayona de Galicia, bahía colindante con Portugal, en pleno Atlántico y no en el Cantábrico, como también erróneamente dice Irving; o que hubiese arribado junto con él el f?lmir antena Lisboa como dice Schwartz o despues que Colón, como dice Lamartine. (3)

En lo que sí tiene razón y con él muchos otros historiado­res es cuando censura a Pinzón por haber escrito a los Reyes y querer presentarse a ellos para darles cuenta de “Su descubri­miento”, creyendo muerto a Colón Por lo demás, esta falta la pagó con su vida el pundonoroso marino. Y debemos recordar también que ambos se mostraron desconfiados en sus relaciones, con la ventaja para Pinzón de que él dió todo lo que puede dar un hombre al Almirante y éste nada le dió. (4)

Por último, ya que se traía de Irving, consignaremos un hecho significativo con referencia a los documentos García Rie ga: aquel autor dice que Colón tenía una cunada casada con Pedro Correa y en esos documentos figura una Constanza Co­rrea mujer de Esteban Foníerrosa, es decir, que habrían Correas emparentados con )a familia Colon Fonterrosa.

Apesar de los errores expuestos y otros que no es del caso citar, Pablo de Rousiers, en su “Vida en la América del Norte», dice que la obra de Irving sobre el Descubrimiento se recomien­da por la exactitud de los hechos. Puede ser que de las escritas en inglés y aun en francés, sin contar por cierto las de Harrisse y Vignaud, sea la más exacta; porque la de que nos vamos a ocupar así como la de Robertson son tan novelescas como la de Lamartine quien parece hubiera copiado litera’mente a Robert­son en todo lo que se refiere al terror de las tripulaciones, el su­puesto plazo de tres días que Colón daría a éstas, etc. Además Robertson, entre otros errores de nota, trae el de que Colón, si­guiendo el ejemplo de los navegantes portugueses desvió su primtivo rumbo hacia el Sudoeste al notar el vuelo de los pája­ros, cuando Irving lo atribuye, como es cierto y se desprende del Diario del Almirante, a la opinión de Pinzón el Mayor, (i)

“The Life oí Columbus” de Sir. A. Helps es tan parecida a ia de Irving que se diría ser una copia, sin el encanto que la exu­berante fantasía del yankee presta a su libro.

Entre otras bizarrías, nos cuenta Helps que no podían faltar ingleses en una expedición marítima y tan atrevida como la de Colón; peí o consta que tanto el inglés como el irlandés fueron sacados de presidio y embarcados a la fuerza. A no ser que Helps lo supiera y quisiera dejarnos en la certidumbre de que esos hombres fueron voluntarios, manifestando así un espíritu de em­presa que precisamente no habían desarrollado aun los ingleses; pues aunque el señor Barado dice que esos extranjeros junto con Tristán de San Jorge eran bombardeados o artilleros, Don Cesá­reo Fernández Duro, más documentado, no los cita así en su estudio relativo a la tripulación de la nao “Santa María” y de las carabelas “Pinta” y “Nina”.

(3)  “Esperaba muchas veces a la carabela “Pinta”, porque andaba mal de la bolina, porque se ayudaba poco de ia mezana por el mastel no ser bueno”; “Diario de Navegación” día Miércoles 23 de Enero.

Jueves 14 de Febrero.—Crecía mucho la mar y el viento; y viendo el peligro grande, comenzó a correr a popa donde el viento lo llevase, porque no había ctro remedio. Entonces comenzó a correr tam­bién la carabela ‘ Pinta”, en que iba Martín Alonso, y desapareció, aun­que toda la noche hizo faroles el Almirante y el otro le respondía; “hasta que parece que no pudo más por la fuerza de la tormenta, y porque se hallaba muy fuera del camino del Almirante».

(4)  En el diario de Navegación—Lunes 6 de Agosto, dice: “alguna pena perdía con saber que Martín Alonso era persona esforzada y de buen ingenio”.

Trae el libro de Helps algunas conjeturas y fantasías real­mente candorosas sí no fueran las salidas que muchos autores sa­jones acostumbran cuando de su raza se trata Así, por ejemplo, a ese autor no le cabe duda de la muy dudosa noticia que dan ‘Las Sagas” de que ios norsos descubrieron el Nuevo Mundo. (2)

Otro error de Helps y a la vez de Lamartine, es el aserto de que Colón ofreció su proyecto, primero que a España, a Genova y a Venecia, sin que exista ningún testimonio que acredite este supuesto de autores italianos que no saben como apuntalar el úni­co comprobante (testamento) que muestra en cierto modo la na­cionalidad de Colón. Ya se dirá después porqué salió de Portu­gal en donde es probable germinara en su cerebro la idea del fa moso viaje y único país al cual ofreció su empresa antes que a España, y cómo pasó a ésta probablemente huyendo de la justi­cia.

Siguiendo a otros autores, principalmente italianos, Irving, Helps y Lamartine tratan del testamento o Codicilo Militar que se dice escribió Colón en las páginas de un breviario que le re­galó ei papa Alejandro Borgia y cuyo testamento creen esos autores auténtico. La firma de Colón no es igual a la que aparece en ese documento apócrifo, ni la letra del texlo, aunque pudiera ser que el reumatismo a las manos de que padecía el Almirante por esa época fuera parte a impedirle escribir como antes, pues- io que él mismo dice, en carta a su hijo Diego, en 15 de Noviem­bre de 1505: “mi mal no consiente que escriba, saívo de noche, porque ei día me priva la fuerza de las manos.” Nada autoriza a creer, sin embargo, que Colón, viviendo corno vivía en una ciu­dad en donde habían escribanos y testigos, apelase a un proce dimiento semejante y el hecho de decir en ese escrito que tenía bienes en Italia es una razón poderosísima en contra de su au­tenticidad pues en ei verdadero testamento que hizo días des­pués del en que se ñja como fecha del anterior, deja ver clara mente que no existían tales bienes.

(1)   En realidad, los autores citados copiaron de la dudosa historia escrita por don Fernando Colón

(2)  Y esto no es extraño pues la variación de la aguja que fué ob­servada por primera vez por Colón se atribuye a Sebastián Caboí, o Crignon, piloto de Dieppe (Fontenelle y Feijóo) y Furnier la atribuye a Cabot y a Oviedo.

Salvo que sea el que escribió (pero nó en breviario) de- su puño y letra, como lo certifica el escribano. Hinojedo, ante quien otorgo la confirmación y agregados a su anterior Testamento o Institución de Mayorazgo de 19 de Mayo de 1506. Sea como fue­re, el del breviario y el de que acabamos de ocuparnos son dis­tintos en muchos respectos.

Navarrete en su “Colección de viajes y descubrimientos por mar de los Españoles» dice que de la partida dejada en el fuerte de 1a Navidad formaban parte ei irlandés Guillermo Ires y el in­glés Tallarte de Lajes. Helps dice: Guillermo Heries o Rice y Arturo Lake. Barado: Guillermo Ivés, natural de Galvez en Ir­landa en lugar de decir “Galney”. Aunque para un español sea fácil confundir nombres ingleses, esta es una nueva prueba de cómo han cambiado los nomores de personas y lugares los histo­riadores del Descubrimiento. Y se nota mucho más en el libro dudoso de don Fernando Colón que, debido a las traducciones, ha llegado hasta nosotros lleno de errores de esa clase y otros y por lo cual Harrisse lo considera apócrifo.

A Lumnis («Exploradores Españoles del siglo XVI”) tan- poco le cabe duda del descubrimiento de América por los escan­dinavos y afirma con gran soltura que quien duda de esta verdad manifiesta no haber leído “Las Sagas”. Pero de todos rnodos en ‘5Las Sagas” se cuenta los viajes hechos por los escandinavos a tierras que algunos autores suponen que forman parte de Nor­te América. Siendo ciertos o nó aquellos viajes, lo que más bien podríamos preguntarnos es si Colón, que se dice estuvo en Is- landia, recibiría noticias de elle y de ahí sacara ¡a creencia de poder navegar hacia el Oeste. Esto nada tiene de inverosímil.

Si a los historiadores de hace un siglo, y en general a los que escribieron antes de 1892, se les puede pasar que confundan en uno solo a ios padres Pérez y Marchena, no sucede lo mismo con Lumnis. que escribió su libro en 1911 o sea diez y nueve años des­pués de ios estudios de Asencio.

Duda Lumnis de la existencia de don Fernando Colón, atri huye la Historia del Almirante al hijo legítimo Diego y dice que de las cartas de Colón se deduce tuvo varios hijos.

Luis Bossi, Sportono, y en general todos los autores italianos, no son más exactos; porque además de que toman sus noticias de ios autores españoles, agregan de su cosecha suposiciones y con­jeturas sin base,

Por ejemplo, ellos son los que suponen que el Almirante estuvo al servicio del rey Luis XI de Francia, en el año 1474. La mayoría de los historiadores suponen a Colón residiendo en Lis­boa desde 1470 y el único que se separa de esta creencia es Harrisse que da la fecha entre 1474 y 75. De todos modos, estaba en Lisboa en la época señalada por los autores italianos. Además, es casi seguro que su hijo mayor nació entre 1474 y 75. Sin em­bargo, pudiera ser que se hubiese ausentado temporalmente de Portugal como en otras ocasiones; pero en resumen nada hay de cierto al respecto.

(1)   Y aun nay autores como Dn. Cesáreo Fernández Duro que de­fienden abiertamente a P’nzón y viüpan al Almirante, pues dice que “siendo de noche resolvió Colon volver al punto de partida por haber refrescido mucho el viento, y lo puso por obra, colocando en los palos faroles que indicaran el cambio de rumbo. En la Pinta que ba delante ra, no se vieron las luces; continuó, por consiguiente, la marcha, y que dó separada de las otras naves. Causante de la dispersión fué el Almi­rante, por aquella decisión repentina adoptada sin aviso previo».

(a) Colón, comentando este hecho, dice: “otras muchas me tiene hecho y dicho”.


[1] En el Congreso Internacional de Ciencias Históricas celebra­do en Roma <*n 1903 el profesor GaUois defend’ó la anten*ic;daH de correspondencia.

(a) “Trato e conversación he tenido con gente sabia eclesiásticos y «eglares, latinos y priegos, judío? y moros, y con otros muchos de otras sectas».

Del «Libro de la* Profecías». C. Colón.

 

 

Antes dijimos que la Historia de Colón por Lamartine me­recía más bien el título de novela histórica. La edición que noso­tros poseemos es la de 1864, hecha en la casa de Hachette de Pa­rís, en francés y con la correspondiente traducción española por don Pascual Hernández.

Se nota, desde luego, la influencia de Robertson e Irving; pe­ro como Lamartine era un gran poeta, es difícil extraer la verdad verdadera de su libro.

Todos los errores de los historiadores citados se encuentran en éste. La historieta del plazo de tres días que se supone dió Colón a sus tripulaciones y, en general, todas las supuestas peri­pecias de viaje tan prosaico como el primero de Colón, sus visi­tas de buque en buque en alta mar, sus discursos y sermones son obra de la fantasía del autor.

Según él: sólo dos Pinzones acompañaron a Colón, Américo Vespucci viajó con el Almirante y después de la conquista de Granada se reunió otro Consejo en Sevilla para deliberar sobre los proyectos del gran marino.

A la reina Isabel le faltó poco para ser la amante de Colón, tales son los secretos, simpatías, ternuras, etc., que Lamartine nos cuenta. Sus juicios sobre la vida del marino inmediatamente des­pués de la rendición de Granada; la actitud de los duques de Me­dina Sidonia y Medinaceli son muy poéticos pero históricamente falsos. Afirma que Pinzón llegó a España después que el Almi­rante y aprovecha esta oportunidad para denostar, como en otras partes de su novela, al generoso andaluz.

(1)  Véase el No. 33 de “Mercurio Peruano”.

 

El negocio de esclavos quiere atibuírlo a los españoles y nó a su fantástico héroe, cuando siempre se supo que éste fué su autor (i).

Por último, atribuye sólo a Ojeda la mala acción de apresar al indio Caonabo, desconociendo que Colón dió las respecti­vas instrucciones escritas a Pedro Margarit, como ya hemos di­cho, para que se cogiera a traición al referido indio y además, se llenó de alegría por la hazaña de Ojeda, que hazaña fué mez­clada con perfidia. (2)

El traductor de la obra de Lamartine tampoco se ciñó a la verdad al traducirla, y citaremos un ejemplo de esto. Lamartine dice: “abusant de la simplicité de ce chef indien” y Hernández abusando, indignamente, de la sencillez del jefe indio”.

Podó (“Motivos de Proteo”) poetiza también sobre las iras de la tripulación de las carabelas.

Otros grandes errores de los historiadores antedichos, como ser los servicios en galeras genovesas, combates, naufragio en la costa de Portugal, etc. ya son cosas pasadas de moda y por con­siguiente ningún historiador moderno los comete. No parece fue­ra de lugar este párrafo de Prescott: “Los primeros años de la vida de los hombres que se hicieron famosos por hechos efectua­dos a edad avanzada se asemejan a los primeros años de la vida de las naciones: proporcionan un fructífero campo a la fantasía de los historiadores”.

 

 

SOBRE LA NACIONALIDAD DE DON CRISTOBAL COLON

Llegamos a la parte más delicada de nuestro examen: la de­batida cuestión de la nacionalidad del primer almirante del Mar Océano y virrey de las Indias. Los documentos descubiertos pjr el polígrafo gallego don Celso García de la Riega, que se pueden leer al final de este estudio, son indudablemente de gran valor pro­batorio, han dado mucha luz en la difícil solución del problema y en ellos descansa, verdaderamente, el fundamento de la probable nacionalidad española de Colón. Si bien, como hemos visto y ve­remos y se desprende de esos documentos parece fuera de toda duda que la familia era hispano-judía; acaso no se llegue a saber nunca el sitio preciso en que nació don Cristóbal, pues sería nece­sario tener la partida de bautismo u otro documento que, sin las dudas que levanta el testamento del Almirante, la reemplaze. To­do lo que en adelante digamos a este respecto no serán más que conjeturas encaminadas, a nuestro modo de ver, hacia la solución de tan difícil problema   ‘

En cuanto a su raza y familia, nos preguntamos cómo, desde ios autores más antiguos y contemporáneos de don Cristóbal, ya figuran Domingo Colón o Colombo y Susana Fonterosa o Fonta- narosa como padres del Almirante? ¿por qué coinciden tan exac­tamente estos nombres con los de García Riega? ¿o son falsos los documentos de éste erudito?

Que en algo se fundaban los historiadores, no cabe duda. ¿Pe­ro de dónde salió la noticia? De Génova o de España? Esto es un misterio; mas, apoyados en los antedichos documentos, pueden hacerse las siguientes conjeturas: Muchos años antes de la apa­rición de Colón en España—nos referimos a la época en que se dice apareció,—se perseguía a los judíos y en Galicia se sucedían desórdenes precursores del gran levantamiento en favor de la “Beltraneja” que tenía gran partido en Galicia y Portugal como que el rey don Alfonso la defendía. Puede, pues, conjeturarse si los Colones no serían también sus partidarios. La familia Co­lón, al menos por la línea materna, era judía y Domingo, deses­perado con esos sucesos, quemó su casa y emigró a Génova con los suyos, porque, además de las relaciones que existían entre los marinos de Galicia y los de esa poderosa república, los Co­lones tenían amistad con el arzobispo de Pisa, clérigo sinecura de la iglesia de Santa María la Grande de Pontevedra, quien re­cibía, como tributo, un quiñón de sardinas de los marcantes de esta villa. Conocían» además, a una familia Oderigo, cuyo miem­bro antepasado, genovés, en relaciones con el arzobispo de San­tiago de Campostela, había recibido diez mil maravedises, paga­dos de rentas propias que dicho arzobispo tenía en Ponteve­dra. Otra perplejidad deja el hecho de que, a pesar de la enorme sensación que causó en Europa la noticia del descubrimiento, na­da se sabe de haberse celebrado en Génova, en donde a la sazón vivía Domenico Colombo, padre del Almirante, según los italia- nistas, y quien habría recibido, sin duda, la noticia, por su pro­pio hijo.

Los documentos La Riega parecen ser verdaderos. Nada ha ce presumir que no lo sean y desde 1898 en que fueron publi­cados, hasta ahora que ya han pasado diez y nueve años, han podido descubrir muy bien su falsedad los numerosos investiga­dores de la vida de Colón. Por el contrario, el papel, los carac­teres, la ortografía y, en general, todos los elementos indispon sables para la autenticidad, concuerdan admirablemente con el estilo de la época. El catedrático, señor Serrano y Sanz, -descu­brió que en los documentos citados habían algunas palabras avi­vadas con tinta y de ahí se han tomado algunos, para dudar de su autenticidad; pero, aparte desque se sabe lo hizo García de la Rie­ga para llamar la atención, den Prudencio Otero y don Casto San Pedro han aportado otras escrituras de tanto valor como las de García de la Riega, y aun se han descubierto más, en Ponte­vedra.

Siendo, pues, verdaderos, sería una extrañísima coinciden­cia el que vinieran unidas tantas razones de familia, de nombres propios, etc.

Como parece muy raro que Domingo Colón y su mujer emi­graran tan pronto como se casaron y siendo Cristóbal el mayor de los hermanos, puede conjeturarse si no habría nacido ya el futuro Descubridor cuando llegaron a Génova sus padres.

Según lo que venimos conjeturando, Colón y sus herma­nos habrían vuelto a Portugal y acaso a Pontevedra—pues, a par­te de que el historiador Almeida dice que don Cristóbal conocía, perfectamente, las rías gallegas y portuguesas, lo cual supone haber navegado mucho por ellas,—nos fundamos, también, en la aparición casi simultánea de todos los hermanos en España, o mejor dicho, en Castilla, de donde suponemos que estaban muy cerca unos de otros.

En cuanto al supuesto cambio de apellido, diremos que el único fundamento lo dá la historia que se atribuye a don Fer­nando Colón y dice que transformó su apellido porque no se confundiesen sus descendientes con los de las ramas colatera­les de la familia.

Esta razón no nos convence. Veamos por qué: el Almirante se llamaba o se llamó “Colón” desde su llegada a España, o sea mucho antes de fundar el Mayorazgo, que es cuando pudo darle el deseo de que no hubiese confusión de familias; antes nó. ¿Qué más le daba al pobre marino que sus descendientes se llamasen de “Colón” o “Colombo”? Además, él que tan celoso era de sus preeminencias, honores, etc., mejor estaba llamándose Colombo que Colón, pues, en su familia (la familia Colombo) ya había existido un Almirante, como lo dijo alguna vez el Descubridor. Sólo que ambos supuestos son falsos. A no ser que lo que quisie­ra ocultar fuera su abolengo judío y nacionalidad gallega.

Muchos escritores, entre ellos el documentado yanqui En­rique Harisse, consideran apócrifa la historia escrita por don Fernando, y por lo menos, si no apócrifa, está muy adulterada; el original castellano se perdió y, supuestamente o nó, traducida al italiano se vertió de nuevo a aquel idioma por Alonso de Ulloa. ¿Qué sucedió en este proceso? Nadie lo sabe a ciencia cierta; pero el hecho de haber tantas contradicciones y puntos oscuros en ese libro, induce a creer una de estas tres cosas: que no lo escribió don Fernando; que lo escribió y lo alteraron los traductores o que don Fernando, bien fuese por desmemoria, por ignorancia o a sabiendas, lo escribió tal como ha llegado hasta nosotros.

De ser cierto el cambio de apellido, resultaría Colón el úni­co italiano al servicio de España, que hubiese españolizado el suyo. Ni Alberoni, ni Spínola, los Dorias, Gravina, Colonna, ni los Geraldini, ni tantos otros italianos lo cambiaron. “Colones” han existido en España, Francia, Inglaterra y aun en Alema­nia. En Italia, nunca, aunque el apellido se deriva del latin Colonus. En Italia, sólo hay Colombos y Colonnas. (3)

Recuérdese, también, que la familia Colón no tenía ascen­dientes, ni descendientes en Génova, pues han fracasado siem­pre las investigaciones que en esa ciudad y en todo el norte de Italia se han hecho para encontrarle parientes. Mientras tanto, en Pontevedra existieron Colones y Fonterrosas, desde el año de 1413, hasta el de 1528 (siempre según los documentos de Gar­cía Riega).

El viaje que don Fernando Colón realizó a la Lombardía, la Liguria y el Piamonte, no tuvo el resultado que esperaba y, como él mismo dice, encontró dos Colombos, de más de cien años de edad, que no supieron darle razón de la familia del Al­mirante. Más adelante veremos, al tratar del testamento, que Colón deja entrever la inexistencia de parientes en Italia.

Baltazar Colombo de Cuccaro, que hizo viaje expreso a Es­paña y pleiteó contra la Corona de Castilla por la herencia de Colón y después por la manda que éste deió m su testamento para los parientes pobres, también fracasó por taita de pruebas.

Dice Colón, en su testamento: “Y si a nuestro Señor plu­guiese que después de haber pasado algún tiempo este Mayoraz­go en uno de los dichos sucesores, viniese a prescribir herederos hombres legítimos, haya el dicho Mayorazgo y le suceda y here­de el pariente más llegado a la persona que heredado lo tenía, en cuyo poder prescribió, siendo hombre legítimo que se llame y se haya llamado siempre de su padre y antecesores, llamados de los “de Colón”. El cual Mayorazgo en ninguna manera lo here­de mujer ninguna, salvo si aquí ni en otro cabo del mundo no se hallase hombre de mi linaje verdadero que se hubiese llamado y llamase él y sus antecesores “de Colón”,

Ahora bien, en los documentos de García Riega, figuran los “de Colón”. Así también lo deja entrever el Almirante en esta parte de su testamento. No señala a Génova ni lugar alguno de Italia donde pudiese haber un “de Colón”. Esto lo sabía él muy bien y se prueba por el’ fracaso que sufrió el hijo Fernando, al buscarlos en Italia, no porque su padre se lo hubiese encargado, sino deduciendo que, pues el Almirante se decía genovés, allá debería tener parientes.

También se puede argumentar así: Colón consideró, desde la institución de su Mayorazgo, cortada toda relación con sus antecesores y, en consecuencia, sólo aceptaba por herederos a los sucesores que de él llevasen el apellido españolizado de “Colón”, como quiere la historia, cierta o nó, de don Fernando Colón En- riquez. O bien, como dice García de la Riega, la familia Colón se habría apellidado a sí misma “Colombo” cuando llegó a la Li­guria y con el objeto de evitar confusiones que nosotros, desde luego, no acabamos de comprender cómo se evitaban, usando un apellido tan común en Italia. Mas bien pudiera ser con el ob­jeto de despistar acerca del orijen de la familia, como ya diji­mos.

Ni don Fernando, ni su hermano mayor Don Diego, igno­raron, ciertamente, el testamento de su padre y sin embargo, no veladamente, sino bien claro, dice don Fernando que su padre tuvo empeño en que fuese menos conocido y cierto su origen y patria a medida que fué creciendo su fama. Reconoce también el genovesismo de su padre, pero bajo la palabra de éste. ¿Cómo dudar de ella? Pero, al mismo tiempo, ¿cómo relacionar ambas afirmaciones? Solamente considerando apócrifo el libro.

Ordena el testamento que el Mayorazgo sirva a la ciudad de Génova, no siendo en deservicio de los reyes de España, ni de la “Santa Madre Iglesia”.

“Que tenga y sostenga siempre en la ciudad de Génova una persona de nuestro linaje que tenga ahí casa y mujer; y le or­dene renta con que pueda vivir ahí honestamente; como persona tan llegada a nuestro linaje; y haga pié y raiz en la dicha ciudad como natural de ella; porque podrá haber en la dicha ciudad ayu­da y favor en las cosas del menester suyo, pues que de ella salí y en ella nací”. (4)

….. “A los más necesitados de mi linaje que estuvieren

aquí o en cualquiera otra parte: y pesquisaran del los haber con mucha diligencia y sobre cargo de sus ánimas”.

“Que siendo yo nacido en Génova les vine a servir aquí en Castilla”.

“Ordeno al dicho heredero que vaya poniendo dinero en el banco de San Jorge en unas compras que llaman “Legos”, los cuales ahora rentan seis por ciento y son dineros muy seguros”..

Otorgó el documento de que tratamos en Sevilla el 22 de Febrero de T498, como dicen algunos autores (5) o en 1502, como

dice Colón, al otorgar su testamente el 19 de Mayo de 1506 (se­gún se desprende de documentos que posee la casa de Veragua). De todos modos, la época en que esto sucedió, fué posterior a la en que el rey Fernando comenzó a preocuparse de los exce­sivos favores dispensados al Almirante y algunos de los cuales envolvían, según aquél’, grandes contradicciones con leyes ex­presas vigentes en su reino.

Estas circunstancias, unidas a la preocupación innegable que Colón tuvo respecto de su linaje, nobleza, preeminencias, rentas, etc., ha servido y sirve para argumentar en contra de su declaración de que era genovés. Sin embargo, parece fuera de duda, por la carta de Pedro Martire, que después veremos, que Colón se decía de Génova o de Liguria en general, desde antes de salir para su primer viaje. Creo que soy el primero que hace notar esto, porque todos los contrarios a la nacionalidad g’rno- vesa de Colón, dicen que sólo en su testamento consignó que era nacido en Génova, lo que puede ser cierto; pero es cierto tam­bién que no encontramos razón a Pedro Martire para decir la na­cionalidad de Colón de quien era tan amigo, a menos que se lo hubiese dicho el interesado.

También en su carta de Jamaica, posterior desde luego a la Institución de Mayorazgo en la que por primera vez señala el lugar de su nacimiento, dice: “¿quién creerá que un pobre ex­tranjero se hubiese de alzar en tal lugar contra V. A. A. sin cau­sa. ni sin brazo de otro Príncipe?”

Ahora bien, si suponemos un ardid del Almirante el hecho de considerarse genovés, podría explicarse que escogiera a Gé­nova y no otra ciudad por el gran cariño que a ella le tuvo la familia como que ahí habrían hallado tranquilidad y medios con que vivir después de los azarosos días pasados en Pontevedra (si este último fuera cierto como parece); también por la fama que tenían entonces los marinos genoveses y por último, porque siendo fuerte la república ligur, quizo tener él y que la tuvieran sus descendientes, una poderosa arma contra los reyes Ca­tólicos, lo cual también deja entrever Colón, en su testamento.

Irving, apoyado en otros autores, hemos dicho ya que cuen­ta cómo tuvo que luchar Colón por no creerse en sus proyectos y teorías y que se le miraba con antipatía, ante todo porque era extranjero. Antes dijimos que lo primero no era cierto y ahora vamos a suponerlo: El hecho de que en Palos se le mirara como extranjero (otros dicen que se le trató de gallego) a nadie que conozca Andalucía puede admirar pues ahora, después de 425 años, se considera a los gallegos casi como extranjeros, tan di­ferente es el carácter de unos y otros. Y aun en Castilla sucede algo de esto y más aun sucedería en una época tan próxima, co­mo aquella, a la pérdida de las libertades gallegas que equivalió a una verdadera conquista de país extranjero. Galicia tenía mu­cha mayor afinidad y relaciones con Portugal que con Castilla y el resto de España, aunque había algún comercio desde las rías gallegas a los puertos andaluces.

Lo de la antipatía no pasa de ser una gran invención (aca­so fundada solamente en las repetidas quejas del’ Almirante, la mayoría injustas, como hemos visto y veremos). Colón encon­tró muchos más amigos que enemigos y de éstos tuvo infinita­mente menos de los que tienen siempre los hombres notables e innovadores

En cuanto a lo del extranjerismo, como causa de ese senti­miento adverso a Colón, no somos nosotros los primeros que decimos haber observado que la calidad de extranjero sirve a ma­ravilla para llevar a cabo infinidad de empresas, cuanto más cuando se quiere ocultar erigen, religión, familia, etc.

 

Ni sería la última razón que pudiéramos conjeturar tuvo el Almirante para ñnjirse extranjero, el hecho de ser gallego. Se ha puesto por ejemplo los casos de Canalejas y de Dato que se dice negaban haber nacido en Galicia y el autor de este examen no tendría más que afirmar estos casos, con otros muchos ob­servados aquí y en España. Que allá, y principalmente si el su­jeto no es persona notable, se hace burla del gallego y se le tie­ne en poco, no cabe duda y esta es la causa por qué el gallego a poco que puede fingir su peculiar acento, finje también su pro­cedencia.

En España se tenía idea sobre la existencia de otras tierras al oeste de las Azores; lo sabemos por las declaraciones de los testigos en el pleito de don Diego Colón contra la Corona Es­pañola y también por el mismo Almirante don Cristóbal que dijo haber recibido interesantes noticias de algunos pilotos es­pañoles (6) y por último es posible, como ya dijimos, que Colón hubiese recibido también noticias parecidas cuando estuvo en Islandia. El camino para ir a las tierras de las Especies era bus­cado también, de modo que no es absurdo presumir que los oyentes de Colón en el convento de la Rábida o en las posesio­nes del duque de Medinaceli, y muy especialmente Ion Pinzones, que eran afamados pilotos y conocían toda Europa, le hicieran comprender la forma en que se tomaban en España proyectos como el suyo y por tanto, le aconsejaban o bien le naciera a él la idea de fingirse extranjero para mejor aderezar sus narracio­nes y teorías, sin el’ temor de que se conociera su humilde procedencia. El rechazo que acababa de sufrir en Portugal sería también otro fundamento a estas conjeturas y no es la menos fundada la que de paso hice antes: Colón procedente de raza ju­día, cuya expulsión estaba tan cerca, y gallego de nacionali­dad, no quiso presentarse como tal ante una reina que había sido combatida por sus paisanos y acaso muy particularmente por los Colones.

De una de las cláusulas del testamento que hemos leído se deduce la inexistencia de parientes del Almirante en Genova y los que debían ir allá, según el item referido, tampoco tenían que ver con esa ciudad pues aconseja se naturalizen en ella y expresamente le ordena con el objeto de dejar a su familia la protección de la poderosa República.

Lo del banco de San Jorge, que es una de las declaracio­nes en que se apoyan los partidarios del supuesto nacimiento de Colón en Génova, se explica por el texto mismo de la manda pues esos “Legos” a que se refiere “rentan ahora el cinco por ciento y son dineros muy seguros” (7) y si no existiesen estas ra­zones, hay otra: los primeros bancos que se fundaron en el mun­do, fueron en las siguientes fechas y ciudades: La Taula di Cam- bi en 1401 en Barcelona, el Banco de San Jorge en 1409 en Gé­nova, el Banco del Rialto en 1587 en Venecia, el Banco de In­glaterra en 1649 en Londres.

De modo que, los dos únicos bancos existentes en vida de Colón, eran los primeros nombrados. La Taula no es posible la conociera el Almirante en los pocos días que estuviera en Bar­celona con la imaginación llena de maravillas que había descu­bierto y de las fiestas dadas en su honor y además nos consta que conoció Barcelona después de hecha su institución de Ma­yorazgo, en donde seguramente fue que puso el item a que nos venimos refiriendo antes de agregarle a su testamento. Queda, pues el banco, de San Jorge, en el cual, a falta de otro, ordenaba Colón se pusiese el dinero.

Ya hemos visto cómo la historia atribuida a don Fernando Colón, niega hasta cierto ¡v..mo por lo   la nacionalidad de su padre, y al mismo tiempo éste afirma haber nacido en Génova.

¿Pueden conciliarse ambas aserciones? Hemos dicho tam­bién que sólo considerando apócrifo aquel libro. Pero si es auténtico, entonces éi sabía cuál era la cuna de su padre, no la decía porque el interés de éste así lo exijía y lo advirtió el Al­mirante a su hijo o bien Colón tuvo a sus hijos en la ignoran­cia más grande a este respecto. Como quiera que sea esto últi­mo, para que no resulte contradictorio debemos conjeturar lo siguiente: Don Cristóbal era Judío o de procedencia judaica, su familia de humilde origen y éi, celoso de su flamante noble­za; Pontevedra o cualquiera de las otras pobres villas donde acaso nació, muy poca cosa era para cuna de hombre como él; los gallegos tenidos muy a menos y al mismo tiempo demasiado débiles y sojuzgados para apoyar en caso necesario unos dere chos que tan difícilmente se le habían concedido y que en su clarovidente cerebro y por signos contemporáneos bien marca­dos, adivinaba le serían negados. A este iespecto diremos que por la época del último viaje del Almirante, aumentaron los rumores de que, despechado por habérsele suspendido del cargo de Virrey, andaba en tratos para entregar las islas des­cubiertas a Génova, y a esto alude Colón en carta a los Reyes y que acabamos de citar.

De Portugal no podía finjirse por la circunstancia de estar muy cerca de España y poderse averiguar el engaño.

Si aceptaramos los argumentos propios y ajenos presenta­dos en el curso de este examen, tendríamos que suponer menti­roso al Almirante. Nosotros nos resistimos a calificarlo de tal y dejamos que cada uno opine como quiera; pero desgraciada­mente muchos escritos y afirmaciones que del grande hombre han quedado justifican el atrevimiento con que a este respecto lo han juzgado muchos escritores notables. Colón fué muy afi­cionado al engaño, a presentar misteriosamente las cosas y«era extremadamente reservado. En estas condiciones es absoluta­mente difícil que el hombre más ecuánime se sustraiga a la men­tira y después de todo no tenemos porque extrañarnos ni temer que disminuya la grandiosidad de la figura del insigne marino cuando desde San Pedro hasta el último hombre hemos menti­do alguna vez en nuestra vida. Y David, de quien tanto gus­taba hablar Colón, dijo ya en uno de sus salmos que todo hom bre es mentiroso.

Al menos así lo dicen todos los historiadores y nosotros no nos atrevemos a negarlo aunque vacilemos por la siguiente car­ta que en 18 de Enero de 1506 escribió Colón a su hijo Diego: …Si el Sr. Obispo de Palencia es venido o viene, dile cuanto me ha placido de su prosperidad y que si yo voy allá, que he de posar con su merced aunque él non quiera, y que habernos de volver al primera amor fraterno, y que non le poderá negar porque mi servicio le fará que sea ansí…….

Quiere decir que Colón y Fonseca habían mantenido “amor fraterno” y que tres meses antes de morir el Almirante quería volver a ese cariño suspendido a causa de la estancia de Fonseca en Flandes. ¿O bien querrá significar que estaban reñidos?

“Siete años pasé en vuestra Corte Real disputando el caso con personas de mucha autoridad y doctas en las artes y al fin decidieron que todo era vano”.

Colón se refiere, en lo anterior, a personas sin citarlas. En el Consejo de Salamanca está probado que los frailes estuvie­ron de su parte, no así algunos sabios que por lo visto antes dis­minuyeron en el curso de las discusiones y al fin nada llegaron a decidir por la interrupción del Consejo. Pero en qué otro lu­gar y qué personas rechazaron a Colón? Debieran citarse sus nombres. Los únicos enemigos que se le señalan son: el fraile Talavera asistente al Consejo antedicho y que dicen negaba au­toridad a Colón. Si Talavera, por otra parte, fué su enemigo, ¿qué interpretación debemos dar a la carta que a ese prelado escribió Pedro Martire de Anghiera desde Barcelona en Sep­tiembre de 1493? Dice así un pasaje de ella: “Escuchad un nuevo descubrimiento. Os acordáis de Colón el Ligurio, nombrado en el campo por nuestros soberanos, para buscar un nuevo he­misferio de tierra en las antípodas occidentales? Deberéis acor­daros, por haber tenido alguna agencia en esta transacción: “ni la empresa, según pienso, se hubiera emprendido sin vuestro consejo.”               ~C

Ctro de los enemigos a quienes se cita frecuentemente es al’ Obispo Fonseca y éste parece fuera de duda que sí lo fué. En la “Relación” de su tercer viaje dice también Colón: “A dos frai­les deben los Reyes Católicos el descubrimiento de las Indias. Todos a una mano lo tenían a burla, salvo dos frailes que siem­pre fueron constantes”. Pero esto nada tiene que ver con la de­claración de Colón que estamos comentando, pues sus relacio­nes fueron posteriores al Descubrimiento y Colón se refiere a los siete años que pasó en la Corte antes de salir para su primer viaje. También se citan otras personas inferiores, hechuras de Fonseca, como Jimeno y a quienes se aplica la consideración anterior. Por último, al rey Fernando de cuya pretendida hos­tilidad ya hemos hablado. Y aun estos y otros enemigos, des­pués del Descubrimiento como Margarit, Boil, Aguado y otros, enemigos no tan gratuitos como quieren los historiadores, pare­ce fueron impotentes contra Colón, puesto que sólo en 1500 se nombró a Bobadilla para examinar los cargos contra el Almiran­te y éste, antes de esa fecha y aun después de ella, era recibido, atendido y premiado por los Reyes como si no se hubiesen en­terado de las acusaciones. Recordemos que, además de las cartas de los reyes que muestran sus deferencias hacia Colón y los asertos de éste mismo; después del primer viaje y en diferen­tes épocas se le hizo Capitán General, Adelantado a su herma­no Bartolomé, se ofreció una dignidad eclesiástica a don Die­go; después de la muerte del’ príncipe heredero se dió el cargo de pajes de la princesa Isabel a los dos hijos del Almirante y por último se le ofreció una gran heredad en España y el tí­tulo de duque o marqués.

,Es verdad que Colón, en una de sus cartas a su hijo Die­go, sólo cita como sus amigos y protectores a los padres Deza y Pérez; mas esto no pasa de ser otra razón que agregar a las omi­siones intencionales o sorprendentes faltas de memoria como quiera ñamárselas (8), con q’ vienen acompañados los escritos q’ del Almirante nos han quedado y además de no ser cierto esto que decimos, resulta una ingratitud decir que sólo esos dos sa­cerdotes fueron los únicos que le alentaron en su época de pos­tulante (9).

Mucho antes de su aparición en Castilla, al menos de su aparición oficial, es evidente que en ella tenía amigos o por lo menos conocidos. Su cuñado o concuñado Muliarte en Huelva; judíos en Córdoba, en donde parece que tenía también relacio­nes su hermano Bartolomé y la facilidad conque se amancebó, tan pronto, con dama tan principal como doña Beatriz Enriquez, son pruebas de esto. Pero podría decirse que ninguna de las an­teriores eran personas capaces de proteger a Colón. Entonces prosigamos contando el número de sus amigos y protectores an­tes del Descubrimiento. Estos fueron: doña Isabel la Católica; la marquesa de Moya, camarera mayor de la reina y dama muy influyente en la Corte; Juan Cabrero, favorito del Rey; Luis de Santangel, tesorero o racionero de la Corona de Aragón; Alonso de Quintamlla, contador Mayor de Castilla; Frai Die­go de Deza, Confesor del Rey y más tarde Inquisidor General; el cardenal don Pedro González de Mendoza, “tercer rey de Es­paña”; los frailes Juan Pérez y Antonio de- Marchena: el pri­mero confesor de la reina y el segundo astrólogo de la Corte; doña Juana de la Torre, ama del príncipe heredero; los duques de Medinaceli y Medinasidonia; los Geraldini, maestro de los príncipes uno y nuncio del Papa ante la Corte de Castilla el otro; Pedro Martire de Anghiera, maestro de los príncipes: el médi­co y cosmógrafo García Fernández; los Pinzones; Micer Nico­lás Oderigo, embajador de Génova, el cura Bernaldez y, por úl­timo, el piloto de Palos, Sebastián Rodríguez, que pur su pro­fesión fué muy oído en la Corte.

t’olón recibió hospitalidad de los amigos citidob es decir alojamiento y mesa y también recibió dinero de cas*. todos ellos.

En carta escrita por don Luis de la Cerda al Cardenal Men­doza, aquel duque de Medinaceli le cuenta, que Colón pasó des años mantenido en su casa y estados; que le gustaba él proyec­to del marino; pero que considerándolo demasiado grande para un vasallo como él, había remitido a Colón a la Corte con reco’ mendaciones especiales y eficaces para los Reyes y personas in­fluyentes. Ahí probablemente conoció Colón a Alonso de Oje- da, que fué criado o familiar del de Medinaceli.

Hemos dicho antes, que Martín Alonso Pinzón sufragó la octava parte de los gastos del primer viaje de Descubrimiento y que desgraciadamente no se sabe si el Almirante, llamado a su­fragarla, se la retribuyese. Sin embargo, Colón ha dicho en una de sus cartas: “y para irlas a descubrir allende de poner el aviso y mi persona Sus Altezas no gastaron ni quisieron gastar para ello, salvo un cuento de maravedís, y a mí me fué necesario de gastar el resto”. También le costeó Pinzón los gastos de viaje cuando fué a su feliz contrato con los Reyes (10).

Existen varias Reales Ordenes en que se manda proveer alojamientos para Colón y su “comitiva”; sus dos hijos tenían buena paga como pajes del príncipe heredero, y las sumas de dinero que se sabe positivamente recibió, sin contar lo que se le dió para armamento de buques, etc., son las siguientes:

. Según cuentas de Francisco González, tesorero de los Re­yes en Sevilla, en 5 de Mayo de 1487 le entregó 3000 maravedi­ses. En el mismo año recibió 8000. En Junio de 1488, 3000, en Marzo de 1492, 20,000 maravedises (11).

La cadena de oro que trajo a la vuelta de su segundo viaje, con muchas otras piezas del mismo metal, valía 881.220 marave­dises y aunque no se sabe tampoco si la cadena fué para los Re­yes, el resto fué para Colón, quien, por intermedio de Jaime Fe- rrer de Blanes, lo vendió a varios mercaderes de Burgos.

En Noviembre de 1500 se le dieron de sus ganancias 786,000 maravedises.

Tenía además, los 10,000 maravedises de pensión anual que se adjudicó por haber visto el primero “tierra” cuando el pri­mer viaje.

También, aunque no está probado, se dice que regaló a Gé­nova una fuerte suma de dinero para rebajar los derechos del trigo-

En una carta a su hijo Diego le habla de 5.000 castellanos de oro que Obando le tiene en la isla Española.

Tampoco se sabe a cuanto ascendió el oro que su hermano Diego trajo a España por cuenta del’ Almirante y que fué dete nido por Fonseca hasta que los Reyes, enterados del caso, orde­naron su devolución.

Dice Irving: “Después que se le libertó los Reyes dispusie­ron que Obando examinase todas sus cuentas, sin pagarlas él mismo. Debía averiguar las pérdidas que había sufrido por su pri­sión, confiscación de bienes e interrupción de funciones. Toda la propiedad confiscada por Bobadilla debía devolvérsele, y si estaba vendida, recompensársela. Si se había empleado en el servicio real, debía quedar Colón indemnizado por el’ Tesoro, si Bobadilla se la había apropiado, debía responder de ella con sus bienes particulares. También se tomaron providencias para indemnizar a sus hermanos, etc.”

“En la primavera de 1497 se le eximió de pagar el octavo del costo de las expediciones, menos de la primera: pero tam­poco debía recibir nada de las ganancias.” En total recibió pues, que sepamos, Lp. 23.6.00 referidas al año de 1829 en que to­do era más barato que ahora. Luego, si Colón no mantuvo a sus hijos durante los 12 o 14 años que fueron pages en la Corte, él fué mantenido muchas veces y por último no estamos ciertos que hubiese recibido más dinero que el,consignado aquí, ¿qué hizo, pues, de esas 236,00 libras si era “sobrio y moderado en el co­mer, beber, vestir y calzar”; teniendo cuenta además, que nun­ca pagó las cuentas que en Lisboa había dejado, pues en su tes­tamento encarga pagarlas y que de los veinte años que pasó al servicio de España, estuvo ocho y medio entre América y el Océano en donde no gastó mucho seguramente?

Aparte de otras consideraciones que ya hemos hecho, Colón sabía los apuros de la Corte en materia de dinero; sabía que pa­ra sufragar los gastos de su tercer viaje de descubrimiento, la reina Isabel tomó fondos de la dote destinada para su hija do­ña Isabel apalabrada con don Manuel de Portugal y a pesar tam­bién de que siempre iba acompañado de varios criados se queja de pobreza. Estas quejas las repite hasta muy cerca de su muer­te y en su testamento, aparecen las firmas de siete criados suyos.

Nuestro insigne paisano, Garcilaso de la Vega, cuenta que “dejó el servicio del ejército tan pobre y lleno de deudas que no le quedaron ganas de presentarse más en la Corte; y se vió obligado a retirarse a una oscura soledad”. Esta fué la ciudad de Córdoba y al morir dejó una fuerte suma para misas en des­cargo de su alma “mostrando, dice Prescott, que sus quejas so­bre pobrezi no se deben tomar literalmente” (12).

Lo mismo creemos nosotros de la pretendida pobreza de Colón, y para no tomar sus afirmaciones a este respecto como una nueva muestra de su insinceridad, diremos que era una po­breza muy relativa. Quiere decir que tenía para todas sus ne­cesidades y mas; pero era insaciable en punto a poseer rique­zas, y a la vez los historiadores han desfigurado, en éste como en otros puntos, la verdad.

….“Y sobre todo esto, me doblaba el dolor la representa­ción de mis dos hijos que había dejado en Córdoba, en el es­tudio, destituidos de socorro en tierra extraña, sin haber sa­bido que’ hubiese hecho servicio por el cual creyese que VV. AA. tuvieran memoria de ellos.”

Este párrafo de una carta escrita por Colón, cuando la tem pestad que le sorprendió a su vuelta del primer viaje de Descu­brimiento, es una nueva muestra de su desagradecimiento y una falta colosal de memoria cuando nó una manifiesta falsedad. Es­cribióla casi un año después que se hizo page del príncipe here­dero a su hijo mayor con renta proporcionada al cargo. Véase cómo no estaba destituido de socorro. Los jóvenes que habían quedado en Córdoba, uno de los cuales era nacido ahí y con ma­dre y parientes al cuidado de él y del otro niño, no estaban en tierra extraña (13).

Dijo Colón alguna vez que él no era el único Almirante de su familia. Si la afirmación no es falsa, por lo menos no está pro­bada, y antes parece lo contrario, a juzgar por los documentos de García de la Riega, en que se vé eran los Co’ones humildes trabajadores y algunos simples mareantes, en todo lo que coin­ciden también los autores Harlsse y Vignaud.

En una de las cartas de Colón a los Reyes cuenta cómo va­riando la “punta de la brújula” engañó a la gente de su buque y así se encontraron en las proximidades de cabo San Antonio cer­ca de Cartagena cuando los marineros creían regresar a Mar­sella.

En su primer viaje de descubrimiento llevó dos diarios de Bitácora para engañar también a gente. Uno de aquellos, ocul­to. en que consignaba el andar verdadero de las carabelas y otro para la gente, en que ioa disminuyendo este andar.

A la vuelta del primer viaje, Vicente Yañez Pinzón y los pilotos Ruiz y Roldan no pudieron convenirse sobre la distan­cia que les faltaba para llegar a España. Entonces Colón los dejó sumirse en sus errores y aun atizó sus disputas para au mentar su incertidumbre, con el objeto de que sólo retuviesen una idea confusa del viaje.

En carta escrita a Colón, el 5 de Noviembre de 1493, se queja la Reina de que el “Libro del Almirante (se refiere al dia­rio de bitácora) deja en blanco los grados en los que se encuen­tran situadas las nuevas tierras y los grados por donde ha pasa­do para llegar a ellas. Le pide “una carta de navegación muy cumplida”, que contenga todos los nombres y añade “ y si vos pareciese que no la debemos mostrar nos lo escribid”.

En 16 de Agosto de 1494 y en carta que contiene, según Humboldt, los más honrosos centimientos de afecto y estima­ción, pide, rwevamente, la Reina al Almirante que le escriba cuántas islas ha descubierto, qué nombres ha dado p. c¿da una de ellas, y i qué distancia se encuentran unas de otras

Pero lo más notable es que, en el mismo diario de bitácora, en el prólogo, dice:

……. “También señores Príncipes, allende describir cada

noche lo que el’ día pasaré, y el día lo que la noche navegare, tengo propósito de hacer carta nueva de navegar, en la cual si­tuaré toda la mar y tierras del mar Océano en sus propios lu­gares debajo sus vientos; y más componer un libro, y poner todo por el semejante por pintura, “por latitud del equinoc­cial; y longitud del Occidente”

Es decir, que además de manifestar esa desconfianza y ce­los que venimos tratando no cumplió con lo prometido al escri­bir el diario de bitácora para sus soberanos. Cuando compara­mos la vida de postulante de Napoleón, que ya era un general famoso en una época mucho más adelantada; sus penurias sin cuento, su hambre que le arrastraba a las peores fondas de Pa­rís y el inmenso favor que parece se le hacía admitiéndole en las tertulias de la cortesana Tallien en donde se encontraban las gentes del más dudoso origen y género de vida y por úki- mo recordamos también que debido a la recomendación de esa cortesana obtuvo el mando del ejército de Italia, base de su por­tentosa carrera: no podemos menos que considerar feliz a Colón, pobre marino, propositor, dada la época, de empresas fantásti­cas a una Corte empobrecida y a la vez que admirar el sublime espíritu de esa Corte nos tienta el deseo de agregar a Colón, al de falso, los calificativos de malagradecido y soberbio que le dan muchos autores.

Lummis dice que era muy orgulloso y que le faltaba, como a Hernán Cortés, aquella modestia que constituye la grandeza verdaderamente grande.

Irving consigna a su vez respecto del dinero y preminen­cias (que son las causas de casi todas las injustas quejas que en­contramos en los escritos de Colón) que su mando y sueldos eran magníficos.

Las razones en que tanto nos hemos extendido y otras que omitimos están en contra del Almirante y permiten dudar de sus escritos. Ningún hombre ha sido perfecto y éste insigne que tantas grandes cualidades tuvo, también adoleció de gra­ves defectos Para proseguí^ nuestro examen, diremos, con Pas­cal: “El hombre no es ángel ni bestia y el que quisiera hacer de él un ángel, lo convertiría en bestia”. Los partidarios de Géno­va, dicen, tambiéh, que el Almirante envió copias de todos sus contratos, privilegios, títulos, etc., al banco de San Jorge de esa ciudad.

Los mismos argumentos, empleados antes, pueden aplicar­se aquí para demostrar que este acto, si se realizó, no implica que el Almirante hubiese nacido en Génova. Pero existen razo nes para creer una superchería lo de estas copias. Colón, en una de sus cartas a Nicolás Oderigo, se queja de que “no le contes­tan de allá”. Se dice que tardaron mucho en contestarle los ma­gistrados de Génova y que la carta de estos estaba encabezado así: “Amantísimos Concivis”.

La historia de esos papeles es muy curiosa: temiendo Co­lón la hostilidad de los Reyes contra él o contra sus descen­dientes, mandó hacer cuatro copias de lo dicho antes y envió dos de ellas por conducto de otros tantos amigos al antiguo em­bajador de Génova en España, Micer Nicolás Oderigo, para que éste entregara una de las que recibiese al banco de San Jorge. Sigue la historia contando que las copias permanecieron desco­nocidas en poder de la familia Oderigo hasta el año de 1670 o sea más de siglo y medio. De lo dicho se deduce que el ex-emba- jador nunca entregó esos papeles a los destinatarios, sino que» se los guardó para él. ¿Con qué objeto? ¿Conocimiento de los em­bustes que esos papeles contenían? No se sabe. Pero prosiga­mos: Lorenza Oderigo los regaló al gobierno genovés. En las luchas intestinas posteriores desapareció una de las cooias y la otra fué llevada a París. En 1816 aparece ésta en la biblioteca del senador genovés, conde Cambiase, La adquirió el rey de Cer- deña y la reintegró a Génova en 1821.

Al decir de los que afirman esta historia. Irving entre ellos, la copia estaría encerrada en una urna que forma parte de un monumento rematado por el busto de Colón.

Toda esta historia—sin importancia mayor, puesto que se refiere a copias que han pasado por tantas viscisitudes, y no a documentos originales—descansa en la autoridad de Juan Bau­tista Spotorno, en su “Memoria Histórica sobre Colón”. Ni es el único error o invención que podemos encontrar en ese libro, pues además de las inverosímiles historietas sobre la* vida de Co­lón, anterior a su ida a España, habla también ese escritor de que el Almirante “tenía un hermano Diego que casó con la hija

de un cacique indio”, confundiendo al hermano con el indio a quien se bautizó con su mismo nombre ,

Dicen, también, que la circunstancia de haberse casado Co­lón con la hija del genovés Bartolomé Parestrello, influyó, aca­so, en su ánimo al escoger su imaginaria nacionalidad.

Referente a ésta, vamos a citar las opiniones de varios au­tores, comenzando por los que fueron amigos del Almirante:

Trivigliano dice: “Según se cree, Cristóbal Colón, geno­vés, etc.” Geraldini, en su obra; “Ytinerario para las regiones subequinocciales” dice: “Cristóbal Colón era italiano según de­cían”. Bernaldez dice: “era de la provincia de Milán, según unos, y de Génova, según otros”.

En las cartas que otro amigo de Colón, el lombardo Pedro Martire de Anghiera, escribió el i? de Mayo de 1493 a Carlos Borromeo; en Septiembre del mismo año al conde de Tendilla, a Fernando de Talavera y a Ascanio Sforza; llama-a Colón “el Ligurio”. Oviedo dice: “Cristóbal Colón, según yo he sabido de hombres de su nación, fué natural de la provincia de Liguria, que es en Italia, en la cual cae la ciudad de Génova; y por más ciertos se tiene que fué natural de un lugar dicho Cugureo, cer­ca de la misma cibdad de Génova”.

González, tesorero de los Reyes Católicos en Sevilla, dice: “En dicho día di a Cristóbal Colón, extranjero, tres mil’ mara­vedises, que está aquí haciendo algunas cosas cumplideras al servicio de Sus Altezas”.

Posteriormente a la época de Colón, don Martín Fernández de Navarrete dice que Colón nació en Cugureo y también en Nerví.

Los italianos como Peragallo, Guistiniani, etc., no hacen más qua copiar lo dicho por los primeros historiadores españo­les y algunos de aquellos tienen a Don Bartolomé Colón por nacido en Portugal. Esto se basa también en que don Bartolo­mé se decía de Terrarubra. Pero falta saber si lo dijo en caste- lano o en latín que usaba y sabía tanto como su hermano Cris­tóbal.

Se cuenta que en la inscripción latina de un mapa que re- jaló al rey Enrique VII de Inglaterra decía que era de Terra­rubra. Don Fernando Colón, sobrino de Bartolomé, dice también que éste era de Terrarubra.

Como el supuesto libro de don Fernando se tradujo al italiano y de esta traducción se sacó la española que nos ha queda­do, faltaría saber si el en original o en la traducción italiana de­cía Terrarubra o Terraresa. Pues, en el primer caso, la palabras latina y también castellana, gallega o portuguesa y en el se­Gundo, italiana. Podemos agregar que en España no hay pueblo al lugar alguno que se llame Terrarubra. Sólo en la provincia de Huelva existe el pueblo de Cabezas Rubias que se llamaba Rubra en tiempo de los romanos. En Italia y precisamente en la provincia de Génova existe el pueblo de Terraresa.

En la información para expediente de pruebas de nobleza de don Diego Colón, Pedro Arana, hermano de doña Beatriz Enriquez, la amante de Colón, dice que éste era de Saona.

Diego Mendez, compañero del Almirante y uno de sus más fieles y queridos amigos, dice también que era de Saona.

Ya sabemos que en la historia atribuida a don Fernando dice: “quiso hacer desconocidos e inciertos su orijen y Patria.” Enrique Vignaud, que ha estudiado durante treinta años la vida de Colón, dice: “el Descubridor de América, no era de fami­lia noble, sino humilde y avergonzado de ello se hacía pasar co­mo descendiente de notables navegantes. No tenía parentesco alguno con los marinos Colombos de Italia y no era genovés.” Enrique Harisse en su obra “Christophe Colomb, son ori­gine, sa vie” dice que Colón no nació en Génova ni en Saona.

Lope de Vega, en su comedia precitada, le llama genovés. El abate Perotti de Casanova, dice que Colón era corso y por consiguiente español, pues Córcega pertenecía a España al’ tiem­po de nacer Colón. A Perotti, sigue con la misma opinión el catedrático de Santander don Juan Llopis Galvez y en contra del primero está Harisse.

El prusiano Von Otto, lo cree portugués y por último, lo más curioso es que, los italianos, sin hacer caso de la declara­ción expresa que Colón hace en su testamento, lo consideran nacido en diez diferentes lugares. En esto vemos nosotros una prueba más de la debilidad de los argumentos presentados poi los partidarios de Génova. .

En cuanto a los que creen que era gallego el Almirante, for­man hoy una numerosa lejión, después de los descubrimientos de don Celso García de la Riega. Y esa lejión no se compone de e;ente cualquiera, sino de hombres sabios también. Podemos ci­tar, entre ellos, a Martín Hume, Hellis, Kelly, Van Sneider y otros historiadores y literatos ingleses. En América, Mr. Hun- tington, el conocido hispanista, y el rector de la universidad de Chile, don Valentín Letelier, y. por último, Teófilo Braga, en Portugal.

Belloro dice que Colón bautizó una isla del Nuevo Munt con el nombre de Saona en honor de su ciudad natal. La isla qu^ se dice así bautizada está cerca de otra que los naturales llama ban “Amona” y Colón “Mona”. Es posible, pues, que Saona fue­se también nombre indio aunque se dice que éstos la llamaban «Adamanci” (14).

Sólo en el tecer viaje de descubrimiento o sea cuando ya había consignado en el documento de Institución de Mayoraz­go, que había nacido en Génova; llevó Colón al genovés Anto­nio Colombo, capitán de una carabela y quien se dice era parien­te suyo (15). En el cuarto viaje llevó también como capitán de carabela a Bartolomé Fieschi, genovés, el mismo que citan al­gunos autores con el nombre de Fiesco y en el testamento del Almirante aparece como Fresco. Por esa época habían en Espa­la y Portugal muchos marinos genoveses y éstos eran muy afa­nados y debemos notar también que a los marinos italianos en general y aun a los levantinos se les llamaba genoveses. Que Colón tuvo muchas relaciones con ellos, se prueba leyendo su testamento de 1505, pues, aparte de un judio, las otras mandas que hace son para genoveses pero residentes en Lisboa. Además, esto no se puede aducir como prueba de la nacionalidad del Al­mirante, puesto que el hecho de estar casado con la hija de un genovés en Lisboa, y, por otra parte, la condición de comercian tes de aquellos a quienes se refieren las mandas, explicaría, per­fectamente. esas relaciones.

Examinemos, ahora, el lado español de la nacionalidad pro­bable de Colón. Fúndase, desde luego, en los documentos de Gre­cia, de la P.iega que, tanto por su descubridor, como por muchos otros, han sido ya examinados y, además, en otras razones que en diferentes partes de este examen he incorporado. Ahora, trataré de algunas deducciones y conjeturas españolistas.

La primera es que Colón jamás recordó a Génova al bauti­zar los lugares que fué descubriendo en América. El Almirante conocía Extremadura, Viscaya, Andalucía, Castilla, La Montaña, Murcia, Valencia y Cataluña, regiones españolas, por donde él mismo consigna que viajó al hacer comparaciones entre lu­gares situados en esas regiones y los que iba descubriendo, o bien porque se sabe ciertanicrü; que estuvo en ellos; pero no existe relación oficial que diga si viajó durante su estadía en España, antes del Descubrimiento, por esa hermosa Galicia de donde tan*formidablcmente ¿e le reclama; aunque se puede de­ducir la conociera, ya que no hubiese nacido ahí, por el hecho de haber bautizado a muchos puntos del Nuevo Mundo, con nom­bres de lugares cerca de Pontevedra, de cofradías de marineros, que existían por la época probable de su nacimiento; de Igle­sias de la jurisdicción eclesiástica de esa ciudad, etc. Y toda­vía no hay pruebas si se quedó en Córdoba o acompañó a la Cor­te como siempre lo hizo y en donde él se encontraba por la épo­ca en que los Reyes fueron a sofocar la rebelión del conde de Lemos.

Por todo lo dicho pudiera creerse que al ir al descubrimien­to y en sus viajes posteriores tuviese más frescos en la memo­ria los lugares de España que los de Italia. Pero no sucede así: la mayoría de las comparaciones que hizo se refieren a España; pero cita muchas veces a lugares de Italia. Dice que Ci- guare con respecto a Veragua tiene la misma posición que Fuen- terrabía con respecto a Tortosa y Pisa con Venecia. Las mon­tañas de Cuba le recuerdan las de Sicilia. Habla también del vol­cán Etna, de la isla de Xió (Chio) Grecia.

Acaso también comparara con lugares españoles porque el Diario de bitácora estaba destinado a los Reyes Católicos que conocían perfectamente toda España y nada de Italia; pero, co­mo decimos antes, recordó también a este país, menos a Génova ni a sus alrededores. Parece pues, que hay algo de sentimiento patriótico en el procedimiento de Colón y aun más, debemos admirarnos del orden en que bautiza las tierras: primero los nombres sagrados; después los de sus soberanos y por último los de España y principalmente de Pontevedra y aun los nom­bres sagrados como San Salvador, San Miguel, Porto Santo, Santa María, etc., recuerdan a la ciudad gallega como se des­prende de los documentos de García de la Riega (16).

En cuanto a nombres italianos o que parecen tales sólo dio los siguientes: Tramontana y Portobello, que pueden ser tam­bién gallegos o portugueses y Savona o Saona de que ya nos ocupamos, y podemos añadir que la ciudad italiana se llama Savona y no Saona que es, sin duda ninguna, nombre indígena de la isla Española pues en una de las tres lenguas que ahí se hablaban hay muchas palabras parecidas y una de ellas Caona que significa oro bien pudiera haber sido la^ausa de confusión. Precisamente en Galicia existe un lugar en los límites de la provincia de Lugo a lo largo de la carretera de Madrid a la Coruña que se llama así.

De lo que no cabe la menor duda, repetimos, es que el’ Al­mirante jamás recordó a Génova ni a sus alrededores. Arguyen algunos que este olvido se debió a que Colón salió de allá a los catorce años. Recordó a Génova, como hemos visto, sólo en el supuesto testamento de 1498 y es muy difícil que un niño de la edad dicha olvide a su tierra natal. Habla Colón, además, de Cerdeña, de Nápoles y de Ancona, de Génova nunca. Pero lo más curioso es que los que quieren cohonestar este olvido dicen, sin embargo, que Colón ofreció su empresa a Génova, que rega­ló dinero a esta ciudad, etc.

Las Casas y Herrera nos cuentan la gran afición a las citas literarias y a los versos que Colón tenía y debe notarse que tam­poco cita autores italianos a pesar de que en su tiempo era ya tan abundante y buena la literatura de ese país. Ya hemos dicho cuales eran sus libros favoritos y llamamos la atención hacia el hecho de que, exeptuando el del cardenal Aliaco, los de San Agustín y San Ambrosio, los demás son de autores hispanos: ju­díos, árabes o godos.

Tampoco existe un solo documento escrito por Colón en Italiano. La mayoría los escribió en castellano y algunos en la­tín; pero con la particularidad de que, siendo genovés como quieren la mayoría de los historiadores, empleó el castellano para dirijirse a sus amigos italianos como Oderigo, Tescanel’li, etc. El mismo argumento empleado para cohonestar el olvido de Génova emplean los genovesistas para decir que olvidó el idio­ma italiano.

Los que afirman la españolidad del Almirante se fundan en todo lo dicho y en el conocimiento que del castellano tenía; sin embargo, Colón pudo nacer de padres españoles en cualquiera otra nación o bien en país de lengua latina y más particularmen­te en Italia o Portugal y al mismo tiempo hablar y sobre todo escribir correctamente el castellano de su tiempo, porque si te­nía o nó acento extranjero nadie lo ha dicho. Suponiéndolo, pues, latino de liabla o bien judío, pero de familia establecida muchos años antes en país latino; ecepcionahnente ilustrado pa­ra su época, habiendo viajado mucho, pudo aprender el castella­no, pues por la última razón que acabamos de decir, se sabe có­mo aprenden fácilmente otros idiomas los marinos que en el intercambio natural de su profesión tienen muchas oportunida­des de tratar con hombres de todas las naciones. El mismo he­cho de andar tan relacionados por esas épocas los marinos ita­lianos y españoles, sería otra razón en favor de’ lo que decimos. Luego, si Colón vivió y sirvió en Portugal por espacio de ca­torce o quince años y estuvo casado con portuguesa, es natural suponer que hubiera aprendido este idioma del cual resulta muy fácil el castellano y sobre todo el del siglo XV. Además, Colón, que sabía perfectamente el latín, estaba capacitado para apren­der prontamente cualquiera de los ’diomas que en él se basan.

Pero existe el poderoso argumento de que Colón llamó su­yo al idioma castellano. En el prólogo de su Diario de Bitácora

dice…… “Y de un príncipe que es llamado el Gran Khan, que

quiere decir en “nuestro romance Rey de Reyes”. Sin embargo, no sería raro que Colón se hubiese referido a las lenguas roma­nas en general, por oposición a la de ese Rey bárbaro. Colón conocía bien el castellano, como se desprende de la lectura de su correspondencia, su libro de “Las Profecías”, su Diario de Bitácora y por último, de las anotaciones a sus libros favori­tos, a más del acertó del padre Las Casas y pues hablamos de este amigo de Colón, diremos que cuenta también que éste co­nocía perfectamente el latín y no menciona el italiano; aunque se puede creer holgaba decirlo desde que señala su nacionali­dad.

No vemos tampoco el fundamento de los galleguistas cuan­do refieren la historia de la frase ,!e mais si” que es genuina- mente gallega desde luego,

Cuentan ellos, porque no aparece en ninguna de las histo­rias sobre Colón, que al mirar de lejos el extremo oriental de Cuba y al cual había puesto en su primer viaje el nombre de «Al­fa y Omega”, un marinero gritó “Tierra” a lo que Colón res­pondió “e mais si”. También dicen que el mayordomo de Colón, Diego Salcedo, fué quien pronunció la frase. En este último ca­so puede ser cierto porque Salcedo era gallego.

Nosotros conjeturamos que la palabra es indígena de Amé­rica y para ello nos fundamos, sin salimos del Diario de Bitá­cora de Colón, en la profusión de nombres indios y especial­mente de lugares, terminados en “i” como si ellos fueran tan comunes como otras palabras en diferentes idiomas, como, por ejemplo: Esquiví, Turei, Maroní, Adamancí, Higueí, Quirivirí, Cariarí, Haití, Guacanagarí, Bayatiquirí, Guanahaní, Camí, etc. Se dice que el nombre que daban los naturales a la punta Maisí era el de Bayatiquirí. Alguien ha dicho que está probado que el nombre Maisí no es indígena; pero nosotros persistimos en nues­tra opinión mientras no conozcamos la prueba. Además, si se si- guiera’el procedimiento de los galleguistas, los italianos podrían argumentar que el río Catiba o Catibe en Costa Rica fué llama­do “Cattive” por el Almirante en recuerdo de la mala impresión que a su vista tuvieron los descubridores. Habría que ver si, en efecto, aquella palabra se usó también en el castellano, porque los gallegos hasta ahora la usan y aun Colón la usa en una de sus cartas, así.. .. “Cativo cor 3 estaba en cama”; pero, a su vez, aunque no tenemos a la mano algo que nos dé seguridad de esta palabra, creemos recordar haberla oído en Galicia, en el mismo sentido que la usa Colón.

Mas bien podría decirse que el nombre de “Santiago” que dió Colón a la isla de Jamaica fuese en recuerdo del gran san tuario gallego y también en honor de arzobispos de esa arquidió- cesis que tuvieron relaciones con la familia de! Almirante, pues aquellos eran señores de Pontevedra y tenían ahí un palacio. Y lo que es más notable todavía en favor de Galicia; el Almirante puso a una isla “La Gallega” como se desprende de esta parte de su carta escrita a les Reyes desde Jamaica el 7 de Junio de

1503: ….. “El navio “Sospechoso” había echado a la mar por

escapar, fasta la isola “La Gallega”; perdió la barca y todos gran parte de los bastimentos”…. etc.

También puso a un promontorio el nombre de “La Galea” o “Galera” que es el de una ensenada en la ría de Pontevedra; aunque varios autores, entre ellos Irving, a quien frecuentemen­te hemos citado, dicen que el nombre lo puso por tener el pro­montorio la forma de una galera. Padecen equivocación, porque,

en la “Relación del 3er. viaje”, dice, claramente, Colón: “…….

y volví hacia la tierra, adonde yo llegué ahora de completas a un cabo a que dije “de la Galea”.

Dicen, también, los galleguistas, que Colón, al describir un día caluroso pasado en el Ecuador, dice: “el sol tenía espeto” y que los autores castellanos, no sabiendo el significado de la palabra, tradujeron diciendo que el sol tenía “ímpetu”. Esto, des­de luego, en cuanto a seguir lo que dicen los galleguistas, pues no todos los castellanos tradujeron “ímpetu”. También hay lo si­guiente, que dice Navarrete: “Espete, en lo anti’guo, es lo mismo que asador. Aquí lo’usa el Almirante, por calor. En eí texto de Volafan, effeto, por efecto. Era el de 1493: “impeto, por ímpetu

En la carta a Luis de Santangel, dice Colón: “En estas is­las fasta aquí, no he hallado hombres instruidos, como muchos pensaban; mas, antes, es toda gente de muy lindo acatamiento, ni son negros como en Guinea, salvo con sus cabellos corren- dios y no se crían adonde hay espeto demasiado de los rayos so- solares     ”

Se puede decir también que empleando la palabra “espeto” podía ser italiano Colón, pues habiendo vivido en Portugal y navegado entre este país y Galicia habría aprendido esta y otras locuciones como sucede frecuentemente a los marinos. Ahora bien, no puede negarse tampoco que empleaba palabras italianas como isola, suavelidad, veloce, Agostin, populatíssima, estábi­les, Lisbona, oscurana, inestimábile y otras cuyo uso, si acep­tamos que no era genovés, sólo puede atribuirse a esta misma condición de marino. Pero a su vez dice: espirenzia, intinzion, Cecili( por Sicilia), Belfpado (nombre dado por él) turbiada (por turbonada), fexoes (por frijoles) etc- También pueden si­estas palabras del castellano mtiguo tan parecido ai gallego.

A la vez debemos recordar que Colón usaba de las millas italianas en sus calculas de navegación, aunque esto fuera apren­dido de los navegantes fenicios tan peritos en aquella épocá.

Lo que podría estudiarse es si la forma de exoresión y un número de palabras mayor que las dos citadas corresponden al dialecto galiciano, como dicen algunos pero sin probarlo, aun­que nos parece que Colón escribió como la generalidad de los hombres de su tiempo en lo que respecta al castellano propia­mente dicho. En algunos de sus escritos es hasta elocuente aun­que en otros su estilo es asmático y bastante confuso. Si bien esto sea distintivo dél carácter salmódico que antes atribuimos a su estilo. Como ejemplo citemos, además de los anteriores, estos trozos de sus cartas: …. .“nueve días anduve perdido sin esperanza de vida: ojos nunca vieron la mar tan alta, fea y he­cha espuma. El viento no era para ir adelante, ni daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar hecha sangre, hirviendo como caldera por gran fuego. El cielo nunca fué visto tan espantoso: un día con la noche ardió como horno;

y así echaba la llama con los rayos, que cada vez miraba yo si me había llevado los mástiles y velas, venían con tanta furia espantables que todos creiamos que me habían de hundir los na­vios. En todo este tiempo jamás cesó agua del cielo, y no para decir que llovía, salvo que resegundaba otro diluvio. La gente estaba ya tan molida que deseaba la muerte para salir de tantos martirios (17).

También se ha dicho que frai Diego Deza sabía, baje secreto., de confesión, que Coleto era gallego. No sabemos con qué fun­damento.

Y como hemos hecho ya muchas conjeturas no importa que hagamos la última y es sino estaría en Pontevedra el Almirante cuando se rebeló esta ciudad en 1479 (o sea muy pocos años an­tes de la aparición oficial de Colón en España) y tuvo que so­portar un largo sitio, defendida tenazmente por el conde Cami- ña contra el Arzobispo de Santiago que al fin la tomó. ¿No ha­bría sido esta la causa de la ida de Colón a Portugal y después a Castilla, aunque Colón da a entender que llegó a Portugal en 1469?

Por último, se ha dicho que Colón, español, quiso dar a su Patria la gloria y los provechos del proyectado viaje y que por esta razón permaneció tanto tiempo en España, a pesar del mal tratamiento que se le habría dado.

Antes que en su españolidad debemos ver el motivo como sigue: ofreció primero su proyecto a ^ortugal debido al auge en que se hallaban las empresas marítimas en ese país; a su asien­to en Lisboa desde que se casó etc. Muerta su mujer, rechazado completamente por el monarca lusitane, y aun viendo que se quería hacer el viaje sin su intervención, ya nada le ligaba a Portugal y por último, perseguido por deudas, es natural se pasara al país’ vecino en donde encontró un segundo amor, ami­gos poderosos y sinceros que jamás le desampararon; la protec­ción de los Reyes o por lo menos la de la Reina, etc.

Como inteligente y observador que era, notó, sin duda, que más bien las causas del retardo en sus negocios se debían a los continuos y árduos cuidados de la Corte, a la pobreza del Era­rio y a sus exajeradas pretensionés. Quedóse, pues, hasta que, vencidas esas dificultades, pudo dar cima a su gran anhelo.

 

(1)     Ya hemos dicho algo de esto, y tahora agregaremos más. En carta a Luis de Santangel le dice Colón, refiriéndose a lo que los Reyes podrían aprovechar de las Indias: “…………………………………….. y esclavos cuan­to mandaren cargar, e serán de los idólatras”.

Y a los Reyes Católicos: “De acá se pueden, con el nombre de la Santísima Trinidad, enviar todos los esclavos que se pudiesen vender, de los cuales, si la información que yo tengo es cierta, me dicen que se podrán vender 4.000, y que, a poco valer, valdrán 20 cuentos”.

……… “Que agora los maestres y marineros van todos ricos y con

intención de volver luego y llevar los esclavos a 1.500 maravedís de pie­za. … y bien que mueran agora, así no será siempre de esta manera….”

(2)    ……… “acá queda otro que llaman Hojeda, criado del Duque de Medinaceli, muy discreto mozo y de muy gran recabdo”…. Memo­rial de 30 de Enero de 1494 (a los Reyes).

(3)          —3e dice también que Colón viene del céltico Calumban—Colum­ba—santus irlandeses que figuraron en el siglo 6? después de J., y noso­tros apuntamos que Galicia fué poblada como la mayor parte de Portugal por raza céltica. (Ga/-icia; Portuga/; Ga/-es; Ga/-ia).

(4)                 —Sepus,  en su estudio; L’Origen de Christophe Colomb”, refuta ta a PeragalJo. cuando este dice que Fernando Colón no estaba obligado a saber, exactamente, en donde había nacido su padre.

Esta declaración no es para Peragallo, sino un “piccolo incidente”.

—Colón  también lo dice; pero hay confusión en esto, a no ser aue otorgara tres testamentos. En cuanto al de 1502, Colón declara que lo dejó al padre Gaspar Torrico de la Cartuja de las Cuevas, en Sevilla, El de 1498 se llama “Institución de Mayorazgo”, pero es casi igual al testamento de Mayo de 1506 y se presentó por primera vez cuando el pleito con la corona.

Se sabe que muchos han afirmado no ser de Colón, entre ellos, Navarrete, que dice no haber encontrado ningún original de letra del Al­mirante o firmado por él, o una copia legalizada en toda forma. En cam­bio, Harrison dice que existe autentico en el archivo de Simancas, lo cual es completamente falso.

El príncipe don Juan murió el 4 de Setiembre de 1497, y sin embargo en aquel documento que tiene fecha de 22 de Febrero de 1498 figura to­davía vivo y se le hacen súplicas y también se hace referencia ja un Almi­rante don Enrique, cuando el almirante de Castilla se llamaba don Fadrique Enriquez.

Por último, ¡“instituye como persona de ánimo y seguridad” a su hijo don Fernando, quien, por aquella fecha no llegaba a los once anos!

(6)  —En la carta a Santangel dice Colón además:       . porque aun­ que de estas tierras hayan poblado otros, todo va por conjeturas sin ale­gar de vista. . . .

(7)       —Y agrega Colón: “Porqué allá en San Jorge está cualquier di­nero muy seguro y Génova es ciudad noble y poderosa por la mar”. .t , 

(8)        —Es  indudable que tenía muy poca memoria A parte de hechos que ya han quedado incorporados en este examen y de los que se deduce eso, podemos citar el caso de la carta que en castellano escribió a San- tangel y en latín a don Rafael Sánchez, tesorero real y cuya carta o cartas fechadas en 15 de Febrero de 1493” dicen: “en la carabela sobre las Islas de Canaria etc.” cuando en realidad estaba sobre las Azores a más de mil millas de las Canarias.

(9)        —En la carta de los Reyes, ya citada, dicen: “A lo que nos su­plicáis que hayamos por bien que lleveís con vos este viaje a don Fer­nando vuestro hijo, y que la ración que se le dá a don Diego vuestro hi^’o, a Nos place dello”.

(10)        —En             22 de Octubre de 1501, el tesorero Alonso de Morales le hizo un préstamo de xoo castellanos de oro que, según recibo de Colón, ce le descontaror de otra suma mayor recibida de los Reyes como ayu­da de costas.

(11)               —Citemos           las palabras de Colón: “Don Fernando llevó de aquí 150 ducados a su albedrío: él habrá de gastar de ellos: lo que él tuviese te los dará. También lleva una- carta de dineros pira esos mercade­res. Ved que es mucho menester de poner buena guardia en ellos que allá habe yo enojo con ese Gobernador, porque todos me decían que yo tenía allí ix ó 1200 <nstellanos y non habe sino cuatro”.

. ,Ya dije la razón que hay para templar el gasto. . . .

…. Si Agostin Italian y Francisco de Grimaldo no te quisieren dar los dineros que hobieredes menester, búsquense allí otros que los den; que yo, en llegando acá tu firma, yo los pagaré todo lo que hobié- redes recibido, á la mesma hora; que acá non hay agoni persona con quien yo te pueda enviar moneda. . . .

…. También te dije que yo he gastado para tnaer esta gente a Castilla 1200 castellanos, los cuales me debe su Alteza la mayor parte de ellos, y por esto le escribí que me mfandase a tomar la cuenta. (Cartas a Don Diego Colón—año de 1505).

(12)          —De Bolívar han repetido los más sesudos historiadores que no dejó camisa con que enterrarlo, mientras que las modernas investigacio­nes fajan probado que dejó lo siguiente: 677 onzas de oro amonedado; tres vajillas de oro macizo, platino y plata, respectivamente, con un total de 333 piezas, un baúl lleno de medallas de oro y plata, de joyas, de espa­das de oro con pedrería y, por ultimo, 16 baúles con ropa y cerca de 20 manteles.

(13)        —“A Beatriz Enriquez haga ella de tí 10.000 maravedís cada año, allende de las otras que tiene en las carnicerías de Córdoba—Carta a D. Diego Colón al emprender el 4V viaje,

(14)       —El señor Rómulo Cuneo Vidal dice que este nombre se puso porque Miguel Cuneo de Saonn, amigo del Almirante, y su compañero en :1 2? viaje, descubrió esa isla cuando al mando de su buque propio reco- aocía al Sur de Cuba. No conocemos el fundamento de esta afirma­ción.

(15)         —Las Casas dice en el ciap. 130 de su Historia de Indias que Juan Antonio Colombo a quien conoció y trató, era deudo del Almi­rante .

(16)         —Sin embargo, en cuanto a San Salvador, dice el Almiran­te: … . “A la primera tierra que yo hallé puse nombre “San Salva­dor”, a conmemoración de Su Alteza Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los indios la llaman Guarna-hani.—(Carta a Luis de Santangel—15 de Febrero de 1493)-

(17)      —Cuando llegué allí luego me enviaron dos muchachas muy ataviadas: la más vieja no sería de once años y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura que no serían más que unas putas: tnaían polvos de hechizos escondidos. . . .” (Carta a los Reyes—Isla de Jamaica).

 

Manuel I. VEGAS.

Capitán de Fragata

Lima. 1920.

APENDICE

DOCUMENTOS DE GARCIA de la RIEGA

Después de 30 años de pacientes investigaciones llevadas a cabo, a raíz del descubrimiento de un manuscrito de familia, y en todos los archivos del antiguo reino de Galicia; presentó, en 1898 y a la Sociedad Geográfica de Madrid, el señor Don Cel­so García de la Riega los siguientes documentos que se ha pro­bado ser auténticos después de estudiarse la clase de papel, el’ carácter de letra, la redacción, la lengua, etc.

Documento N° 1.—Año 1528

Escritura de cartas de pago, dada a Inés de Mereles por Constanza Correa, mujer de Esteban Fonterosa. Fecha 22 de Julio.

Documento N° 2.—Año 1525

Escritura de aforamiento por el Consejo de Pontevedra, en 6 de Noviembre, a Bartolomé Sueiro, el mozo, mercader y a su mujer María Fonterosa, folio 6 vuelto de un cartulario de 58 hojas de pergamino.

Documento AT? j.—Año 1512

Ejecutoria de sentencia de pleito ante la Audiencia de la Coruña, entre el Monasterio de Poyo y don Melchor de Figue- roa y Cienfuegos vecino y Alcalde de Pontevedra, sobre foro de la heredad de Andurique, en cuyo texto se incluye por copia

 

la escritura de aforamiento de dicha heredad, hecho por el ex­presado monasterio a Juan de Colón mareante de aquella villa y a su mujer Constanza de Colón, en 13 de Octubre,

Documento N? 4.—Año 14Q6

Escritura de aforamiento por el Consejo de Pontevedra, en 14 de Octubre, a María Alonso, de un terreno cercano a la puer­ta de Santa María, señalando como uno de sus límites, la here­dad de Cristóbal Colón, folio 20 vuelto de dicho cartulario de 58 hojas en pergamino.

Documento N? 5.—Año 1454

Acuerdo del Consejo de Pontevedra, sin señalar el día ni el mes, nombrando fieles cogedores de las rentas del mismo año, entre ellos, a Gómez de la Senra y a Jacob Fonterosa para las alcabalas de hierro. Folio 66 del libro de Consejo que empieza el 1437 y termina en 1463 con 78 hojas.

Documento iV? 6.—Año 1444

Folio 48 del mismo libro, acuerdo del Consejo fecha 1° de Enero en que se da cuenta de la carta de fieldades del Arzobis­po de Santiago, nombrando fieles cogedores de las rentas de la villa en dicho año, entre ellos a López Muñiz y a Benjamín Fon­terosa, para las alcabalas de las grasas.

Documento N’ 7.—Año 1440

Minutario Notarial, folio 4 vuelto, Escritura de 4 de Agos­to, por una parte del terreno de la Rúa de don Gonzalo de Pon­tevedra, a favor de don Juan Osorio, picapedrero y de su mu­jer María de Colón.

Documento N? 8.—Año 1437

En el mencionado libro del Consejo, folio 26, acuerdo de Pedro Falcón, juez, Lorenzo Yañez, alcalde y Fernán Pérez, jurado, en 29 de Julio, mandando a pagar a Domingo de Colón y Benjamín Fonterosa, 24 maravedises viejos por el’ alquiler de dos acémilas que llevaron con pescado al Arzobispo de San­tiago.

Documento N° g.—Año 1436

Minutario notarial. Escritura de aforamiento en 31 de Mar­zo, hecho por Fernán Estevez de Tuy, Alvaro Alfón, de una vi­ña en la feligresía de Moldes en Pontevedra, señalando como uno de sus límites otra viña del alferante que labra Jacob Fon­terosa el viejo,

N‘ Documento N? 10.—Año 1453

Minutario Notarial. Escritura de 25 de Diciembre, en la que Alfon Ean Jacob, afora la mitad de una viña a Ruy Fernández y a su mujer Elvira Columba.

Documento N° 11.—Año 1434

Minutario Notarial que empieza en 28 de Diciembre de 1433 y termina el 20 de Marzo de 1435, 98 hojas, folio 85, vuelto. Es­critura de 29 de Setiembre de 1434 de compra de casas y terre­no hasta la casa de Domingo Colón, el viejo, por Payo Gómez de Sotomayor y su mujer doña Mayor de Mendoza.

Documento N? 12.—Año 1431

El mismo minutario, folio 80. En 11 de Agosto de 1431, es­critura de venta de la mitad de un terreno que fué casa de la Rúa de las Ovejas por María Ems a Juan de Viana el viejo, y a su mujer María de Colón, moradores de Pontevedra.

Documento N? 13.—Año 1434

Minutario Notarial. Escritura de venta, de Enero, en que González Fariña, hijo de Ñuño Mouriño y de Catalina Columba, difuríta, hace donación de una casa cita en la Rúa de don Gon­zalo de Pontevedra.

Documeríto N? 14.—Años 1434 y 1435

Minutario Notarial, folio 6 vuelta y 7. Dos escrituras corre’ lativas, fecha 19 de Enero de. 1434, en que el Abad del Monas terio de Poyo se obliga a pagar, respectivamente, 274 marave­dises de moneda vieja a Blanca Soutelo, heredera de Blanca Co­lón, difunta mujer que fué de Alfonso Soutelo y 550 maravedi­ses de la misma’moneda a Juan García, heredero de dicho Al fonso Soutelo y su mujer Blanca Colón.

Documento N? 15.—Año 1428

Minutario Notarial, cuaderno de 17 hojas, folio 2, En 2& de Noviembre, escritura de censo hecha por María Gutiérrez, a favor de la Cofradía de “San Juan” de Pontevedra, en pre­sencia de los procuradores de la misma, Bartolomé de Colón y Alvaro de Nova.

Documento N? 16.—Años 1470 a 1480

En un cuaderno de cuentas y visitas de la cofradía de ma­rineros llamada de “San Miguel” en Pontevedra, entre los años 1470 y 1480, figura un Alfonso Colón pagando el impuesto o ar­bitrio de viajes de su buque, de Pontevedra al puerto de Avei- ro en Portugal.

Documento Nv 17.—Año 1489

Pedro González, hijo naturai Ce Bartolomé Colón, gallego, otorga testamento en Córdoba.

Documento N° 18.—Año 1413

Cédula del Arzobispo de Santiago, señor de Pontevedra, mandando al Consejo, en 15 de Marzo, que entregue a maese Nicolás Oderigo de Janua 15,000 maravedises de moneda vieja, blanca en tres dineros.

Documento N? ig.—Año 1454

Entre otras cosas dice textualmente “diant das casas que queimou domingos de colon o mozo” o sea en castellano “de­lante de las casas que quemó Domingo de Colón el Mozo”.

Documento N? 20.—Año 1489

Contrato de fletamento otorgado ante notario o fedatario en 15 de Julio, entre un mercader de Aveiro y un mareante o piloto de Pontevedra, en cuyo contrato aparecen como testigos un tal Foronda y otro señor apellidado García Ruiz. El contra­to se refiere a la nave “Santa María” o la “Gallega” construida en Pontevedra.     

Documento N? 21.

Contrato de arriendo o fletamento de naves en que figuran “Juan Ferrs-agulla e Juan de la Ca, lopo Montenegro mas de Pontevedra e outros”. Este documento, aunque no tan claro co­mo los anteriores, induce a creer que el “Juan de la Ca, sea Juan da la Cosa, que también seguía embarcado en la “Gallega” y era su dueño cuando se armó la expedición de Descubrimiento en Palos en 1492.

Documento N? 22.—Año 1510

1

Existía una heredad a medio kilometro de Pontevedra, pro­piedad de Juan de Colón, que lindaba con la ensenada de Por­to Santo, lugar de marineros en la Parroquia de San Salvador.

Documento N? 23.

Figura un terreno hasta la casa de Domingo Colón, con sa­lida al eirado de la puerta de la Galea.

FIN.

Manuel I. Vegas – Capitán de Fragata – 1920

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