Rafael Ferrer González

[Publicado en ABC de Sevilla el 27 de diciembre de 1973]
ESPAÑA, PATRIA DE COLON

No hace mucho tiempo que se han publicado en A B C de Sevilla y suscrito por diversas personas varios escritos referentes a la verdadera patria de Colón. La cuestión es ardua, toda vez, que el mismo descubridor tuvo gran interés en borrar cuantas huellas existiesen de su momo origen, así como de su pasado. Actitud que tomó ante el temor de poner en peligro el éxito de la empresa que con tanto anhelo buscaba y deseaba lograr.

El auténtico extranjerismo que manifestaba al hablar, según algunos contemporáneos suyos, era totalmente aportuguesado, como ampliamente lo demostró en sus escritos. de ello ya don Ramón Menéndez Pidal trató extensamente en su conocida obra «LA LENGUA DE CRISTÓBAL COLÓN». Esta influencia del Portugués en la escritura del almirante, v seguramente en su forma de hablar, está llenamente justificada ante el largo tiempo que permaneció en la nación hermana. No caben dudas, pues, do que el empleo continuo de una lengua extraña forzosamente habría de producir ecos en la suya propia, es 1o corriente en casos análogos, de ahí la verdad del tono extraño que tenía al expresarse en castellano e incluso del olvido a desconocimiento de algunas expresiones por falta del uso de ellas, Ahora bien, lo que no se ha demostrado es que hablase en genovés o en italiano, aunque si se sabe que el conocimiento QUE tenia de esta última lengua era muy deficiente. Nadie ha podido aclarar este enigma. Ello constituye un misterio, y al mismo tiempo, el golpe más fuerte que han recibido los partidarios de la italianidad de Colón, ya que nadie puede admitir que, después de estar hasta los veintitantos años en su propio país e incluso navegando por sus aguas, ignoré u olvide la lengua de su patria.

Este absurdo sólo tiene una explicación:

Que Cristóbal Colón no fue italiano.

Entonces, ¿por que dijo que era genovés? Lo hizo por necesidad. El que Colón muchas veces no dijera la verdad es cuestión reconocida por todos los que de el se han ocupado, sus biógrafos así lo admiten v saben que cuando tuvo que llegar a este extremo, no dudó en hacerlo.

Con astucia buscó rodearse de la buena fama que por aquel entonces tenían los marinos genoveses ya que ello sería para él como una carta de garantía ante cualquier suspicacia, sobre sus conocimientos en los asuntos del mar. Es indudable que debió haber tenido con anterioridad contactos con mentes de esta República en Lisboa o en Sevilla, seguramente de tipo comercial, pero en lengua castellana o portuguesa, e incluso en un italiano macarrónico.

Por otra parte, ni los portugueses ni los gallegos podían ser vistos con simpatía en la Corte de los monarcas católicos, ya que en días no muy lejanos en aquella época, éstos habían apoyado abiertamente a los partidarios de la Beltraneja contra las aspiraciones, al trono de Castilla por la Reina Isabel. Esta cuestión podía aclarar el motivo de no presentarse como gallego, pero ¿hasta que punto fueron importantes sus familiares en la guerra civil?

¿Fue Colón sobre este asunto ciertamente aconsejado por aquellos frailes de La Rábida, que con tanto agrado e interés le acorrieron? Ellos conocían muy bien el ambiente de aquella Corte de los Reyes Católicos. Lo que se habló en este, o estás entrevistas en dicho monasterio yace en eterno silencio, pero seguramente fue decisivo pa el descubrimiento del Nuevo Mundo. Sabemos que Colón después de su fracaso ante el Rey de Portugal, vino a Huelva, tal vez para dejar a su hijo Diego al cuidado do sus cuñados los Muliarte. No está aclarado si éstos le llevaron a La Rábida o si los frailes en contacto siempre con los hombres del mar, al enterarse de sus propósitos, le llamaron con ánimo de ayudarle. Lo cierto es que la providencia puso en el camino, del navegante a estos buenos frailes que eran Juan Peres y Antonio de Marchena, ambos doctos y hombres de influencias especialmente con el duque de Medina Sidonia, gran benefactor del monasterio.

Las circunstancias de la suegra contra los moros andaluces no aconsejaban otras empresas y Colón tuvo que asegurar pacientemente su hora, recibiendo ayudas y menosprecios de unos y otros, pero también la inquebrantable fé de una gran Reina, que supo como todos los seres superiores, ver el glorioso porvenir que le esperaban a su religión y a su patria. Sin embargo, se encontró con la lógica oposición del rey Fernando, que como gran hombre de estado, no podía exponer os intereses de su Corona en un acto de azar. Por otra parte, el erario y la economía del país no estaban para tetras aventuras, y finalmente, los intereses de la Corona de Aragón apuntaban en otra dirección: el Mare Nostrum aclarando de paso con esto el extraño alejamiento de Cataluña en la gloriosa empresa, la cual quedó desde el principio en manos de la austera Castilla. De esta manera el heroísmo del Descubrimiento y conquista de aquellas lejanas tierras quedó reservado en su inmensa mayoría para andaluces y extremeños, hombres duros v sufridos e injustamente olvidados, y para una selecta minoría de castellanos y vascos.

Ya se han dicho los supuestos motivos que el almirante tuvo para ocultar su origen, pero aún nos quedan por examinar las causas que nos inclinan a creerle natural de Pontevedra.

Ya hemos dicho que Colón no fue italiano.

También hay que considerar que no fué sefardita, así al menos lo dan a entender Menéndez Pidal y el judío alemán Jacob Wassermann, biógrafo del descubridor. El primero al no encontrar en los escritos del almirante nada que pudiese justificar esta creencia sostenida por algunos escritores y el segundo manifestó que no halló en él ninguno de los caracteres propios de los hombres de su raza.

Respecto a otras teorías, tales como que fuese mallorquín como dijo Lanas de Niubó, o gascón, como lo afirma Del Valle Lersundi, no nos lo confirman ni los caracteres de sus escritos, donde no se observan otras influencias que las del idioma portugués, ni ninguna otra acción que nos hiciese sospechar la existencia de algún camino que nos condujera a la realidad de alguna de estas dos suposiciones.

Ahora sólo nos queda estudiarlo como gallego. Esta teoría en sus principios tuvo desgracia debido a una acción totalmente errónea de su patrocinador, don Celso García de la Riega, al avivar la palabra “Colon” que aparecía en varios documentos casi ilegibles. Estos actos fueron considerados como alteración de documentos. El señor don Prudencio Otero Sánchez, totalmente convencido de la verdad defendida por el señor De la Riega prosiguió manteniendo esta idea, v publicó un libro en el que después de hacer historia de dicha teoría y de defenderla en todos sus detalles aportó al mismo varios fotograbados de algunos de ellos están relacionados con descendientes de Cristóbal Colón, que vivieron en Pontevedra o que tuvieron intereses en dicha ciudad. Uno de ellos es una compra de foros sobre tres casas que cobraba, doña Catalina Colón de Portugal; otro es un foro otorgado por el representante de don Miquel Colón de Portugal, vecino de Méjico: ambos documentos son del siglo XVIII. Este don Miguel Colón debió ser descendiente del 28 virrey de Méjico, don Pedro Nuño Colón de Portugal, duque de Veragua, descendiente a su vez de Cristóbal Colón. que tuvo el mando de Nueva España en el año 1643. La existencia de estas personas y de sus intereses en Pontevedra nos hacen sospechar que sea cierta la idea de que Colón fuera gallego.

También se ha observado que uno de los más más curiosos detalles del almirante fue la toponimia que él empleó en sus descubrimientos. Agrupados los nombres con que fue señalando los variados accidentes geográficos que iba descubriendo en sus distintos viajes a las Indias, nos encontramos con diversos grupos, y así vemos aquellos que se refieren a la familia real, tales como la Isla Isabela, la isla Juana, la isla Fernandina, etcétera.

Otros mencionan el santo del día o su víspera, como el puerto de la Concepción, el muerto de San Nicolás, el puerto de la mar de Santo Tomás, etc., y así llegamos a ese grupo de nombres en que Colón va recordando su tierra en distintas etapas.

El 14 de diciembre de 1492 da el nombre de “Punta Lanzada” a un cabo, en su tercer viaje el día 31 de julio a otro cabo le da el nombre de «Cabo de la Galea», Ambos accidentes geográficos análogos son igualmente nominados desde tiempos muy antiguos, a la entrada de la ría de Pontevedresa, el día 1 de diciembre de 1492 se encontraba con tiempo muy lluvioso en un puerto natural, al que dio el nombre de “Puerto Santo”, nombre que coincide con el lugar de Pontevedra donde se supone naciera el almirante. También es curioso que el primer nombre que diera a la primera tierra que vio, el 12 de octubre de 1492, le diese el nombre de “San Salvador”, vocablo este netamente galaico, ya que lo correcto hubiera sido “El salvador”. Dentro de este grupo podemos incluir también otros más, tales como “Isla gallega”, “Santiago”, etc.

Los partidarios de la italianidad de Colón soslayan estos detalles, pero todos sabemos la gran importancia que tienen, puesto que desde tiempo inmemorial siempre fue costumbre de los descubridores dar nombres que se relacionasen con algo a los lugares que ellos descubrían. Ciertamente que Colón no se acordó de Genova para nada.

Resumiendo, diremos: Si Cristóbal Colón no fue judío sefardita, como lo dio a entender el gran filólogo don Ramón Menéndez Pidal: si después de veintitantos años de recorrer comerciando por tierras v aguas de Italia no conocía el idioma italiano: si sus descendientes tienen raíces e intereses en Pontevedra: si la toponimia que empleó en sus descubrimientos apuntan hacia Galicia, y, finalmente, si años antes de venir a España, se sabe que conocía el castellano, entonces, no hay dudas de que el almirante, era gallego, era español.
Rafael FERRER GONZÁLEZ

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