Baiona y el descubrimiento de América

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Por ALFONSO PHILIPPOT

Domingo 7 de marzo de 1982

 

A la noble villa de Bayona, la antigua Erizana, cupo la honra de ser la primera en anunciar para asombro del mundo el descubrimiento de las Américas.

Aquí arribó al alborear, marzo y en el año de Gracia de 1793 Martín Alonso Pinzón al mando de la carabela Pinta, maltrecha la nave pero no los corazones.

 

Así reza la lápida conmemorativa de aquella jubilosa jornada, en í-el monolito: erigido en el ,año 1965 por el instituto dé Cultura Hispánica. Acto piadoso que, en cierta medida, vino a paliar la falta de ; «ambiente espiritual» a que, aludía Herminio Ramos, artífice de esta celebración..

 

‘ Por la década de los años veinte, había ya sugerido, este ilustre bayonés, la construcción dé una lápida que perpetuase el recuerdo de tan fausto suceso. Iniciativa que, lamentablemente, fue desestimada por razones de tipo económico. El natural desasosiego del señor Ramos ante este despropósito, veíase agravado por la ausencia de do­cumentos en que apoyar sus justas reivindicaciones. «En nuestro mutilado Archivo Municipal -decía en una de sus crónicas— no hemos hallado nada referente al arribo de Pinzón a esta villa».. La tra­dición habla tan sólo del lugar donde se reparó la Pinta: «… en el si­tio donde está construida la antigua casa de Pedro Colmenero…» No, obstante, la realidad de estos hechos —que refieren, entre otros, Fer­nando Colón y el padre Las Casas— es incuestionable; habiendo sido comprobados puntualmente a través del testimonio de sus protagonistas. (Vide «Pleitos Colombinos»).

Por aquél tiempo, hallábase ocupado nuestro personaje en la no­ble tarea de glosar los antiguos manuscritos relacionados con la his­toria de su pueblo. Labor qué se resume en la publicación de un libro («Crónicas.históricas de la villa de Bayona». Madrid, 1925), cuyo ‘ éxito trasciende a las altas esferas de la Patria. En 1928, le escribe el ‘ marqués de Estella, felicitándole por su trabajo. En tanto que ilustres personalidades del mundo de las letras y la investigación, le dedican extensos y elogiosos artículos (entre otros Avelino Rodríguez Elias, que es autor del Prólogo—(Fermín Bouza Brey y Domínguez Fontenla).

Pese a la complacencia que tales alabanzas le producen, el viejo el tema de La Pinta sigue obsesionándole. Y al hablar de ello, sus palabras reflejan enorme desencanto: «Solamente me queda la esperanza y -dice- que los hijos de la antigua Erizana residentes en América lleven a cabo la suscripción, y manden hacer la lápida…» Precisamente, en el cursó de estas diligencias surge la feliz solución del problema.

Su primo Antonio, notable artista afincado en Buenos Aíres —a quien había confiado el secreto de sus intimas tribulaciones— se ofre­ce, de forma desinteresada a ejecutar la obra. Y en el verano de 1928, se procede al descubrimiento de una artística lápida esculpida  en bronce, con la figura de la carabela, bajo el siguiente epígrafe:

EN ESTE SITIO SE REPARO LA PINTA A SU REGRESO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA CAPITANEADA POR : MARTIN ALONSO PINZON’ 10 DE MARZO DE 1493 .

Bayona fue el primer puerto del viejo continente en conocer este glorioso hecho.

La lógica trascendencia de este acto –presidido nada menos que por el Jefe del Gobierno; General Primo de Rivera—tuvo notable eco en los círculos intelectuales de su época. Y, consecuentemente, del gravísimo error en que incurrió el cronista —al confundir las fechas- participaron luego gran número de historiadores. (Cual es el caso de nuestro distinguido amigo, el señor Alvarez Blázquez, quien en su
obra «La ciudad y sus días» y en la página correspondiente al 11 de marzo de 1493. dice se recibe en Vigo la noticia de haber arribado ayer al puerto de Bayona la carabela Pinta, que trae al viejo mundo la primera noticia del descubrimiento de América…»)

La inscripción de la lápida promovida por Herminio Ramos no precisaba, con exactitud que La Pinta hubiera arribado a Bayona el 10 de marzo. Sino que allí le fueran reparadas las graves averías sufridas durante el temporal. Lo que podría llevarnos a la conclusión de que esta fecha es la que corresponde a la prosecución del viaje. Pero es el propio don Herminio quién reiterándose en su error disi­pa nuestras dudas: «El huracán hizo separar la nave almirante de la carabela Pinta, mandada por Martin Alonso Pinzón que se dirigió a las costas de Galicia, ENTRANDO EN EL PUERTO DE BAYO­NA EL 10 DE MARZO DE 1493…»

‘ Así las cosas, y al cabo de largas deliberaciones…, decidió el Ayuntamiento desechar la conflictiva placa, reemplazándola por el monumento que hoy campea en la plaza de Pedro de Castro. (Soste­ner que La Pinta fue la primera en divulgar la noticia del Descubri­miento —aceptando a priori la fecha de la lápida en cuestión —era caer en el mayor de los ridículos. Pues hacía ya una semana, para entonces, que Colón arribara a Lisboa).

De las indagaciones realizadas cerca de las personas que cono­cieron las vicisitudes de esta curiosa mutación, se intuye que en nin­gún momento prevaleció un criterio meramente científico, a la hora de fijar la nueva fecha. Y. aunque -obviamente— lo importante es la celebración en sí, consideramos que. en materia de tan alta significa­ción. no debiera subestimarse el rigor de la historia.

La opinión muy extendida de que Herminio Ramos disponía de secretos documentos, que respaldaban sus controvertidas conclusio­nes, nos parece tan infundada como tendenciosa; cuando él mismo mismo confiesa su impotencia para localizar.—en el desorden del mutilado Archivo que maneja— las prueba s de aquel histórico suceso, la errónea transcripción que hizo de estos papeles vendría a explicar el por qué de semejante enredo. Pues, donde decía 1.°, escribió 10 añadiendo, innecesariamente un guarismo a la fecha original del documento. Lamentablemente, para los que defienden esta descabellada hipótesis, no existen, ni existieron jamás, otras pruebas que las que se agitan en su fantástica imaginación.

 

Llegados a este punto, sería más conveniente para todos analizar  —una vez más— los pormenores de aquel accidentado tornaviaje. A la vista del testimonio inapreciable del Diario que, por fortuna nos legó el Almirante.

 

El 14 de febrero de 1493, las dos frágiles embarcaciones que habían podido regresar de aquella peligrosa expedición a los confines del Mar tenebroso, se aproximaban a Castilla. La Niña, que era capitana, iba en cabeza; y a sotavento suyo venia la Pinta, algo rezagada. Durante la noche creció el viento y el estado de la mar empeo­ró considerablemente. Al salir el sol, las olas —espantosas— rompían sobre cubierta, amenazando la seguridad de ambas naves. La Niña comenzó entonces a correr en popa —«donde el viento la llevase» y lo mismo hizo La Pinta. Su velocidad era de seis nudos y en las peores condiciones, «cuando mayor fue el viento— dice el Almirante— y la mar cruzaba más terrible» no bajaba de cinco.

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Hasta el amanecer, habían hecho «faroles» para no distanciarse demasiado! Pero, bien fuera por causa del temporal, o porque los rumbos divergían ligeramente, pronto dejaron de verse. Pensando, cada cual, desconsolado, que el otro se había perdido.

 

(Al decir Colón que —en las peores condiciones— la velocidad que llevaban era de,cinco nudos, se refiere a millas de 1.500 metros.

 

* Medida que —tal y como advierte el Sr. Navarrete— tenia a la sazón, idéntico valor en Portugal que en Castilla. Por tanto, actualizando aquel Valor, resulta que la velocidad real de La Niña era de cuatro nudos).

En el momento de alejarse, las dos embarcaciones se encontraban a una distancia de nuestras costas menor de ochocientas millas. La tempestad les arrastró hacia la medianía del canal, que se abre, entre las islas de Santa María y San Miguel de Azores. Y al día siguiente, esto es el 15 de febrero, se hallaba La Niña cerca de la primera; sin saber a ciencia cierta, de que tierra se trataba. Para unos1 —los más optimistas— era la Roca de Cintra, en Portugal; para otros, la isla de Madeira.

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Al cabo de tan larga travesía, agotada la provisión de agua yy demás bastimentos de la Niña. Resolvió el almirante detenerse unos días en esta isla, por razones de seguridad. Pero la maniobra de abordar eL puerto fue muy laboriosa, «porque el mar venía muy alta del oeste.-» Y, hasta el día 18 lo pasó dando bordadas «por encavalgar la tierra…»

 

Entretanto, y sin modificar el rumbo, continuaba La Pinta su derrota hacia las costas de Galicia. Si avistó alguna isla —cosa muy probable, a pesar de la fuerte cerrazón— pudo también confundirla  con Madeira como les sucedió a los de La Niña, pero no osó detenerse en ella. Pues, en tal caso, el viento les llevaría velozmente, a su destino.         En opinión de algunos. La Pinta gobernaba mal. Lo que aprovechan en su favor para justificar la supuesta lentitud de la carabela, que —dícese— invirtió dos semanas en recorrer las setecientas millas que la separaban de Bayona. Afortunadamente —para demostrar lo; contrario—contamos hoy con juicios muy autorizados sobre el particular de tales hechos.

 

En 1969, el Director del Museo Marítimo de Barcelona, Capitán de Corbeta, don José María Martínez Hidalgo, publicó un magnifico, y bien documentado estudio acerca de las naves de Colón, del que/ por la importancia que hace al caso, extraemos los siguientes párrafos: »

«En cualidades veleras (La Pinta) estaba a la par de La Niña: pa­rece ser que LA PINTA CORRIA ALGO MAS CON VIENTOS^ LARGOS y La Niña, en cambio, le aventajaba en la ceñida». («Las^ naves de Colón». José Ma Martínez Hidalgo. Edit Cadí Barcelona, •1969, pag. 148).

Navegar con vientos largos fue lo que, precisamente hizo Martín:, Alonso, para segurar la estabilidad de su nave e imprimirle una ma­yor velocidad. Maniobra que, por el contrario rehuyó Colón; y que;: censura en su comentario, el Sr. Fernández Duro: «Conocida la situación —dice— nada más fácil que dirigirse —con sur y sudoeste-a­viento en popa, a cualquiera de los puertos del norte de España; se aproximó a Cascaes, exponiéndose a caer en sus bajos, y logró enfi­lar la barra del Tajo, pero es evidente que ni la necesidad ni el peligre» aconsejaban acometer el puerto, antes por el contrario, había en la entrada riesgo voluntariamente corrido que se evitaría marchando a buscar las Rías Gallegas».

Digamos, para concluir que si La Pinta mantuvo la velocidad mí­nima de cuatro nudos —que era la que observaba el Almirante en el momento de ponerse a navegar a lo largo— tuvo, forzosamente que’ haber arribado el viernes 22 de febrero. Opinión que comparte, así-; mismo, el Sr. Martínez Hidalgo: «La Pinta había recalado en Bayo­na, cerca de Vigo, a últimos de febrero…» Y no en I.° de marzo como reza la actual lápida patrocinada por el Instituto de Cultura – Hispánica por razones que no acertamos a explicarnos, pero que —como profesionales de la mar y fieles seguidores de la Historia nos gustaría conocer.

 

 

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