Antelo Carmelo Castiñeira

Descubre el primer documento en los archivos del Ayuntamiento de Pontevedra, y lo saca a la luz, secretario de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, quien buscando objetos que tuvieran interés para el Museo de la Sociedad que fundara con su compañero Castro Sampedro y Folgar en 1894, se vió recompensado por la alegría del gran descubrimiento. Después, como es conocido, fueron apareciendo otros documentos en que el apellido Colón aparece antes del año 1405.

LA FUENTE DE LA NUEVA TEORÍA

Hace unos cuantos años -no vamos a preciar el número-vivía en Pontevedra un estudioso abagado ludense que se llamaba Carmelo Casliñcira, {*) Aficionado a leer escritos antiguos, escudriñador de archivos, aparecía muchas veces por el del Ayuntamiento. Y allí, donde Lanías cosas añejas existían, daba satisfacción a sus inclinaciones y hacíase significar por ellas entre los oficinistas (…) Cuando el escudriñador abogado apareció en aquella ocasión por el archivo, dijéronle los de la casa:

-Don Carmelo; si quiere leer documentos ahí los liene a manos llenas.

-¿Donde?

-Detrás de aquellas puerta. (La de peor condición a todas las puertas de la casa),

-¿Qué habéis dicho? ¡Malpocados!

Y Don Carmelo se lanzó intrépidamente hacia la estrecha, carcomida y nauseabunda estancia y redimió de las injurias de un clavo opresor millares de columnas de abigarradas lincas, mustias y garrapatosas, palidecidas por la edad y asendcradas por los tropiezos.

Allá en la serenidad de su despacho, Don Carmelo llamó a su vieja amiga la paciencia y con ella de la mano lanzóse a descifrar los documentos. Hubo un instante de estupor para sus ojos. Ante ellos aparedMtt dos apellidos singularizados por la historia. Eran el apellido Colón y el apellidos Foníerosa. Apareábanse en una cuenta -extendida en gallego- de pago de ciertos dineros por conducción de pescados a Compórtela. Repuesto de sa emoción, Don Carmelo enderezó sus pasos hacia el hogar de Don Casto Sampcdro.

Ya sabéis quien es Don Casto Sampedro; un erudito arqueólogo pontevedrés que esconde las radiaciones magníficas de su saber detrás de las íupidas mallas de una deplorable modestia.

Mostróle eí documento Castiñeira, y ambos sumiéronse en un mar de consideraciones históricas que tuvo flujo y reflujo, que a veces se ariscó como el auténtico océano, que creció, al fin, pujante y sonoro, y, como síntesis de lucubraciones y cabildeos, produjo esa ola de luz que corrió el mundo pregonando e! hecho de que Colón nació en los alrededores de Pontevedra.

Era entonces -y todavía lo es hoy el hogar de Don Casto Sampedro refugio de hombres de ciencia y tertulia de huidos de las vaciedades sociales. Allí departían con Sampedro los cultos de Pontevedra. Uno de estos era Don Celso García de la Riega.

Asistía Don Celso á las pláticas sobre la cuna de Colón y ponía al servicio de ellas todo el admirable poder de absorción de su expléndida inteligencia. Acopló datos, hizo deducciones, ató cabos, compulsó hechos el Sr, García de la Riega, y un día apareció en Madrid con aquella su primorosa conferencia de la Sociedad Geográfica.

Lo demás ya se sabe. Don Celso continuó solo y brillantemente la labor que la curiosidad afortunada de Don Carmelo Castiñeira comenzó detrás de la puerta de un mísero rincón de un archivo polvoriento, y que hizo idea, en la tertulia de D. Casto Sampedro, la erudición de éste, asesorada, tal-«vez, ó solo robustecida, por el asenso del saber de sus amigos.

Hoy cree ya el mundo que Colón nació en Galicia. Por si las pruebas aducidas no fuesen suficientes, acaba de publicar Lucas de Torre una exégesís histórica de la cual resulta que la famosa institución de mayorazgo –aquella en que Colón dice que nació en Genova y de ella salió– es apócrifa. Hora es ya de que los nombres de Don Casto Sampedro y de Don Carmelo Castiñeira aparezcan a la cabeza de los que sumaron sus esfuerzos en el decurso de la obra de reivindicación de la patria de Colón para España. Los García de la Riega, del Olmet, Hoita y Arribas no pueden amparar ese injusto olvido.

Dfcese entre hombres de letras que Don Casto Sampedro continuó en la soledad de su casa y en el desprecio del olvido de las gentes el trabajo que empezó delante de sus contertulios, aquel día en que Carmelo Casíiñeira le mostró los documentos desahuciados del archivo de Pontevedra. Sábese que posee otros documentos que corroboran lo que se deduce de los que él dio a García de la Riega y éste popularizó con sus escritos, Y afirma quien de ellos conoce algo substancial, que de entre las amarilleces gloriosas de uno surge la figura de un Colón arráez en un velero que recoma las cosías de Galicia. Los Colón gallegos no eran, pues, solo arrieros. ¿También eran navegantes!

Salga de su silencio el espíritu culto y preclaro de Don Casto Sampedro y tenga para la obra que él inició la última palabra», («Vida Gallega», n.» 44. Año 1913).

(*} El Sr. Castiñeira, Secretario de La Sociedad Arqueológica, falleció en 1899.

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