Galcia, tierra de mujeres ilustres

 

Galicia, tierra de mujeres ilustres.01 GALICIA, TIERRA DE MUJERES ILUSTRESHa transcurrido más de medio siglo desde que en marzo de 1931, el ilustre escritor coruñés don Manuel Amor Meilán afirmaba a través de la prensa, que Galicia es tierra de escritoras eminentísimas, y los nombres de Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán y Rosalía de Castro, parecen empequeñecer cualquier otro nombre femenino….Y, en efecto, la trilogía formada por estas tres insignes mujeres, eclipsa por completo a aquellas otras que, en tierra gallega, se destacaron en el cultivo de las letras, siendo por lo mismo, casi ignoradas. Por lo tanto, al ser la importante labor de estas tres escritoras tan sobradamente conocida, mi propósito es realzar el nombre de esas otras mujeres, un poco oscuras, pero que pasaron por el mundo “llevando en la frente una estrella y en la boca un cantar”.

Quizás la más intuitiva, pero también la más desconocida y olvidada, se llamó Nicolasa  Añón Paz, y nació en Boel (Sierra de Outes) el 28 de febrero de 1810. Esta mujer sorprendió a todos desde su más corta edad, descubriéndose como una poetisa nata, espontánea y con gracia, ya que de sus labios brotaban versos comentando el suceso más rutinario de la vida cotidiana. Hermana mayor del conocido poeta Francisco Añón, pasó toda su vida dedicada a las labores del campo, sin saber apenas leer y escribir, ni expresarse en otro idioma que en su lengua natal.

Su fama de poetisa se hizo notoria en aquella época, y atraído por ella, llegó hasta Boel en el verano de 1886, el periodista don Elisardo Barreiro, que pudo conocer a Nicolasa cuando ya contaba setenta y seis años de edad. Nicolasa recitó al viajero algunos versos que guardaba en su memoria, y entre ellos, una elegía a la muerte de su tan querido hermano Farruco.

Y fueron, precisamente, unos versos del mencionado poeta Francisco Añón los que hicieron que la memoria de otra mujer no cayese en el olvido. Fueron los que dedicó en 1875 a la poetisa gallega Emilia Calé Torres. Una mujer de fina vena poética y de gran decisión, puesto que ella fue la única representante de su sexo en aquellas famosas reuniones que en Madrid celebraba “Galicia Literaria”.

Tanto ella como Francisco Añón, tenían el anhelo de la vuelta al amado terruño. Por eso el poeta le dice así:

 

“…Ai, quen puidera cal ceibo paxaro voar ao noso querido chan…!”

 

Deseo que la fatalidad haría que nunca se cumpliese. Pero en 1848 nace en Orense Clara Corral Aller, que había de llegar a ser inspirada y sensible poetisa. Clara publicaba sus poesías en los diarios de la época, y en todas ellas hay un sentimiento profundo a la naturaleza, la vida y el amor. Esta mujer moriría a los sesenta años en La Coruña, y bien puede ser que, desde su casa de María Pita, viendo a lo lejos volar las gaviotas sobre el mar, quedaran prendidos en sus labios unos últimos versos.

Sofía Pérez de Eguía Casanova, más conocida por su último apellido, nació en Almeiras (La Coruña) el 30 de septiembre de 1862, llegando a alcanzar renombre mundial como poetisa y escritora. Pero el hecho de que abandonase su tierra al contraer matrimonio con el noble filósofo polaco Vicente Lutoslawski, fue posiblemente el injusto motivo de que no se le recuerde ni se le rindan los homenajes que tan certeramente merece en la patria donde nació.

Esas fechas, de mediados del pasado siglo, son pródigas en escritoras, ya que en 1869 nacía en La Coruña Francisca Herrera Garrido, en cuya misma ciudad habría de morir en 1950. Sus obras, que ahora comienzan a reeditarse con gran acierto, son un canto a la mujer gallega, humilde, resignada, y están escritas en una cálida belleza de expresión. Francisca Herrera siempre confesó su gran admiración por Rosalía, y, en ocasiones, se las ha llegado a equiparar.

Surge también por esta época otra importante escritora: Fanny Garrido

Fanny GarridoGonzález, esposa del inspirado músico Marcial del Adalid, que escribió varias novelas haciendo célebre el seudónimo de “Eulalia de Liáns”, nombre de la parroquia de Oleiros donde la escritora nació y falleció posteriormente, en abril de 1918. Destacó comotraductora y colaboró en periódicos y revistas. Al enviudar de Marcial del Adalid se recluyó en su pazo de Lóngora, pero posteriormente contrajo nuevomatrimonio con el químico y naturalista gallego José Rodriguez Mourelo. El nombre de Fanny Garrido es, al decir de don Manuel Amor Meilán,  “de los que honran y enaltecen a un pueblo”.

Pocos recuerdan a Avelina Valladares Núñez, cuya labor de poetisa permanece a la sombra de los trabajos novelísticos y poéticos de su hermano Marcial. Avelina nació en Vilaconsta (Pontevedra) el 23 de octubre de 1825, en donde también murió en marzo de 1902. Colaboró en “El Heraldo Gallego”, y es muy curioso su “Diálogo entre un peregrino que  se dirige a Compostela y un labriego”, puesto que el peregrino se expresa en castellano y el labriego lo hace en gallego.

Al concluir esta brevísima reseña de mujeres ilustres, nacidas en nuestra tierra, pienso que es justo recordar a la poetisa coruñesa Juana-Teresa Juega López, nacida en 1886. Siendo muy joven, Juana-Teresa escribió un libro de poemas en nuestra lengua, y ya estaba previsto cuando la obra se pondría a la venta, cuando surgió una fuerte discusión entre la poetisa y su novio, joven oficial del ejército con muy austeras costumbres, que no juzgaba  correcto que una mujer publicase un libro. Al insistir la muchacha en la publicación, su novio, obcecado, le disparó dos tiros con el arma reglamentaria, volviéndola luego contra sí y suicidándose. Juana-Teresa resultó herida gravemente, y al reponerse de las lesiones, destruyó desolada todas sus poesías. Sin embargo, aunque se dice que nunca más volvió a escribir, Eugenio Carré consiguió el que quizás es su último poema titulado “A Morte”, y que recoge la desesperación que dominaba a la infortunada poetisa.

Pero no son sólo estos nombres, Galicia es tierra fecunda de mujeres ilustres. Existen muchas más, incluso en la época actual que, de un modo u otro han contribuido a enaltecer el nombre de su patria gallega. Posiblemente, en otra ocasión, se les podrá rendir el recuerdo y el homenaje que tan certeramente merecen.

 

 Josefina López de Serantes 

 

El Ideal Gallego, 7 de Febrero de 1982

 

 

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