Cristóbal Colón quiso que el mundo supiera que era Galego

 

COLÓN QUISO QUE EL MISTERIO DE SU PATRIA FUESE DESCUBIERTO

11.Colón.1988 (1)

Transcurrieron los siglos sin que se opusiesen grandes objeciones a la confusa nacionalidad genovesa de Cristóbal Colón. Sin embargo, el mundo se conmocionó cuando el célebre historiador Celso García de la Riega demostró documentalmente que, en los años anteriores y posteriores al descubrimiento de América, existieron en la provincia de Pontevedra familias que

11.Colón.1988 (2)llevaban el apellido «de Colón».

Pero la obra del ilustre investigador provocó un estampido de controversia, entre las cuales se confundían la admiración con la calumnia y la envidia.

Yo, que siempre he defendido la tesis del origen gallego del Almirante, el diario vespertino «La Noche», publicaba una felicitación dirigida al Ayuntamiento de Líjar (Almería), por proclamar el origen gallego de Colón, basándose en los profundos estudios del excelso  11.Colón.1988 (4) historiador murciano Julio Tortosa Franco. Pero sucedió, que mi intención inmediata de comunicarme con el citado Ayuntamiento, la fui relegando durante muchos años. Y, cuando, al fin, me dirigí a la citada Alcaldía, pese a su buena voluntad, la localización del señor Tortosa resultó imposible. Sin embargo, en estos últimos meses, el joven arqueólogo Pablo Novoa Álvarez, con un tesón y un empeño digno del mayor encomio, recorrió las tierras del sur con el propósito de llegar hasta el ilustre murciano.Y, en 11.Colon.1988 (3)efecto, logró localizarlo, aunque ya en muy avanzada edad y gravemente enfermo. Novoa Álvarez tuvo la gentileza de entregarme tres ejemplares con los valiosos trabajos que el señor Tortosa publicó en 1955 en la revista «Cumbre», en los cuales demuestra el origen galaico de Colón, incluyendo también un importantísimo croquis de una Carta Marina, trazada por Bartolomé Colón, de la cual bien puede afirmarse que es casi desconocida. En el citado gráfico existe un testimonio tan importante como excepcional, que consiste que al señalar a España, se sitúa en la provincia de Pontevedra al cabo de San Vicentio; y teniendo en cuenta que este pequeño accidente geográfico de la península de El Grove, apenas figura en los atlas actuales, resulta difícil imaginar cómo Bartolomé Colón, si fuera genovés, podría tener un interés personal por ese cabo gallego. Sin embargo, hay que tener en cuenta ese misterio de los primeros nombres impuestos por Colón a las tierras que descubría. Y así surgen el de San Salvador y Santa María de la Concepción, ambos patronos de la localidad pontevedresa de San Salvador de Poio. Aconteciendo luego ese conflictivo homenaje a Nuestra Señora de la O, en su festividad, ordenando incluso que se empavesen con banderas y gallardetes los palos de las carabelas, sin explicar a nadie que bajo esa invocación se había honrado a la patrona de Pontevedra desde tiempo inmemorial. Y surgen también como un recuerdo amoroso de tiempos pasados, esos significativos nombre como La Punta de la Lanzada, la de la Serpe, la de Lapa, San Miguel, San Blás, Ferro, Gorda, Aguda, Seca, La Lagoa, Pierna, Can, Pinos, Muros, etc. Bautizando también a numerosas islas con nombres como los de Santo Tomé, San Jorge, San Juan Bautista, San Martín, San Vicente, Santa Marta, Santa Margarita, La Peregrina, y los islotes de Redondo y Trinidad. Aunque también utiliza las significativas denominaciones de Punta y Pueblo de la Galea, de tan profundo arraigo pontevedrés. 11.Colón.1988 (5)

Sobre algunos de estos nombres existen confusiones que se han profundizado a través de los siglos. No existen dudas, por ejemplo, de que al encontrarse el Almirante ante una pequeña y hermosa isla, plena de exuberante verdor, tenga el atrevimiento de denominarla «La Gallega», nombre que incluso utiliza al dirigirse a los Reyes, y lo cual sería un hecho insólito en un marino genovés. Pero también al arribar a una isla de Jamaica donde los ríos surgen entre flores en un derroche de colores paradisíaco, el Almirante de da el nombre de Pórtico de la Gloria, aunque posteriormente numerosos historiadores acabaron por citarla como «Puerto de la Gloria». Y quizás este nombre dedicado tan espontáneamente por Cristóbal Colón, ha sido el aliciente para que el padre jesuita José Rubinos Ramos, nacido en La Coruña en 1898, y fallecido en Miami en 1963, escribiese una hermosa leyenda versificada bajo el título de «A xesta de como a América nasceu da melodía«, y en ella relata la historia de cómo un muchachito gallego llega al Puerto de la Rábida y se enrola como grumete en la nave capitana de Cristóbal Colón. Y aquel chiquillo lleva como único equipaje una típica gaita gallega traída de su lejana tierra. Pero en los largos días de navegación, cuando surge impetuosa la tempestad atemorizando a los marineros más avezados, el niño gallego comienza a hacer sonar los acordes melodiosos de su gaita. Y, entonces, como al influjo de un extraño conjuro, el viento cede y amaina el temporal. Pero luego se suceden los días de calma exasperada en los que las naves permanecen sin avanzar. Y nuevamente, el niño coge su gaita, se sienta en la proa y hace sonar su cadenciosa melodía. Al instante, sin nadie saber cómo ni por dónde, el viento surge y las naves vuelven a navegar. Así llega un amanecer en el que el niño gaiteiro vuelve a tocar. Y esta vez lo hace con más sentimiento, con más fascinante belleza, perdiéndose sus últimos acordes en el grito estentóreo y gozoso de un marinero que anuncia ¡¡Tierra!! Al fin, las chalupas cargadas de hombres se echan al agua y llegan por primera vez a aquel Nuevo Mundo desconocido. Entonces, Colón busca ansiosamente al pequeño músico, pero no lo encuentra por parte alguna, ni nadie puede darle la menor noticia sobre él. Su desaparición obsesiona al Almirante, hasta que, de un modo repentino, surge en su mente la rememoración de los ángeles del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, y comprueba que uno de ellos que semeja hacer sonar una trompa, tiene la misma mirada  e idéntico semblante al pequeño músico marinero que le acompañó en la larga travesía. Y, a propósito de esta hermosa leyenda, resulta oportuno mencionar que, recientemente, durante la proclamación del «Segundo Cuaderno de Música en Compostela»,  Sverre Jensen, que tanto colaboró en él, afirmó con convicción profunda que «las esculturas del Pórtico de la Gloria son tan realistas y detalladas, que bien podría creerse que el Maestro Mateo pensó en explicarles a las generaciones venideras los instrumentos de su tiempo a través de las esculturas». Y, por lo mismo, también tendría una lógica inmensa el pensar que Cristóbal Colón nos quiso dejar a las generaciones que habríamos de sucederle, un certificado imperecedero del misterioso lugar de su nacimiento, a través de los nombres netamente gallegos que iba imponiendo a muchas de las tierras que descubría.[1]

 

 

Josefina López de Serantes

La Noche, 9 de Octubre de 1988


[1]Publicado en “A Nosa Voz” el 12 de Abril de 1989

ARTIGO NA NOSA FALA SOBRE C. COLÓN GALEGO

 

A terra Galega garda no seu seo o testemuño da patria de Colón

A TERRA GALEGA GARDA NO SEU SEO

O TESTEMUÑO DA PATRIA DE COLÓN

E costume o dicir que o home non é dono de sí mesmo, e que polo tanto non pode escoller o seu destino; pero Cristóbal Colón soubo encontrar o seu. Chegou a conseguir os seus propósitos a forza do seu tesón e alteza de folgos, poñéndose a camiñar ó longo dos vieiros de Portugal e Castela. Costoulle angurias e penalidades de anos, pero… o consiguiu.

A entereza deste home excepcional para acadar a realidade dos seus soños son o testumuño de toda unha raza tenaz e emprendedora. Pero o certo é que él non quixo xamáis descubrir o lugar do seu nacemento.

A verdade é que hoxe está probada a súa orixe xudea, e si a isto xuntamos a ascendencia galega, temos que pensar que xamáis os Reises Católicos lle concederían audiencia, xa que a pior tarxeta de presentación á Raíña Sabela, era o nomear a nosa terra, aínda que son tantos e tantos os testemuños que Galicia garda no seu seo encol a Cristóbal Colón. Polo mesmo, é de xusticia o proclamar unha vez máis, que foi o excelso historiador pontevedrés, don Celso García de la Riega, o que espertou a expectación do mundo ó publicar o seu meritorio libro «Colón español», tan enchido de datas históricas encol as orixes do Almirante.

Estas sorprendentes novas do investigador chegaron moi lonxe, e os descendentes dos galegos que séculos atrás afincaran no Novo Mundo, levando a nosa linguaxe, anosa historia, e o noso carácter étnico, fixeron xuntamente ós milleiros de novos emigrantes, que se acollera con gran entusiasmo a causa do señor de la Riega, mais coma sempre sucede cunha grande obra, xurdiron prestos a difamación e a envexa. E incluso houbo persoaxes ilustres con pertencia á Real Academia Galega, que negaron a autenticidade de máis de vinte documentos dos séculos XV e XVI atopados nos Arquivos de Pontevedra, e que dan constancia de familias chamadas «de Colón».

Deste xeito, o académico Oviedo y Arce, emprendeu a tarefa de anular a orixe galega do Almirante, chegando incluso a negar a antigüidade do histórico Cruceiro de Portosanto, que levaba máis de catro séculos afianzado diante dunhas ruinas, ás que as xentes do pobo aínda chaman hoxe «A casa de Colón». E o certo é que estas persoas simples e sinceras nunca minten, e tan só repiten de xeración en xeración o que escoitaron ós seus devanceiros.

Este Cruceiro no su basamento ten unha antiga inscripción que hoxe difíclmente pode lerse, por estar tapada ca terra e cemento, e que discubriu don Prudencio Otero, e descifrouna ós comenzos deste século o arqueólogo don Luis Gorostola. E dí así: «Juan Colón Rº año 1490».

Incripción investigada incluso por eruditos extranxeiros, na que a Rº, interprétase coma Recuerdo o Reconstruido. O Cruceiro foi lamentablemente apartado do seu orixinal lugar e incluso derrubado por un coche, e non obstante, no seu tramo máis longo, aínda pódense ver os sinos da Paixón, nos que algúns investigadores creron ver dibuxos de «peces», que por certo ademáis de formar parte da nosa liturxia, ben poderían ser emblemas de mariñeiros. Pero dun xeito incomprensible, o señor Oviedo y Arce negou a autenticidade do Cruceiro, coa absurda explicación de que na súa base decía: «Juan D´Outeiro Año 1870».

Pero, curiosamente, Xan D´Outeiro foi un escritor festivo daquelas datas que nada ten que ver con Portosanto.

Tamén afirmou Oviedo y Arce que polo ano 1490 non existían Cruceiros en Galicia. Pero Castelao, na súa famosa obra «Cruces de Pedra», afirma que os cruceiros son tan propios da nosa terra, que xurden do mesmo «menhir», e que ó longo dos séculos transformáronse en Cruces. E para máis abondo, temos na Terra Chá Lucense, no antiquísimo Santuario de Bascuas, nunhas das súas ermidas, unha estrana Cruz de Pedra que, ó parecer, data do século XII.

E moi recentemente, hai pouco máis dun mes, o arqueólogo Pablo Novoa Alvárez, confirmoume persoalmente o seu criterio encol á antigüidade do Cruceiro de Portosanto, onde tanto as xentes do lugar coma as árboles e as flores dos campos, o mesmo que os paixariños que levan no seu pico unha semente florida, ben saben que coma líricamente dixo Cabanillas,un varal florecido púxose en pé, estendeu os brazos e se fixo Cruceiro”.

Pero xunto a este testemuño pétreo, o mesmo co que encóntrase na igrexa de Santa María de Pontevedra, temos que axuntar o que nos deixou o propio Colón, dando nomes da terra galega as illas, ríos, montes, portos e bahías que ía descubrindo. Cousa moi difícil de ter esplicación xa que as imperfectas Cartas Naúticas daqueles tempos, ben malamente poderían sinalizar con tanta municiosidade as costas de Galicia. E aínda que así foxe, nada dirían para un marino italian, mallorquín, catalán o da Alcarria, xa que tan só un nativo das nosas terras, podería impresionarse ante unha pequena illa, descubrida na segunda viaxe, que coa súa fermosura, chea de piñeiros e exuberante e verde vexetación, fixo exclamar ó Almirante: «¡Chamarémoslle La gallega

 

Sin pensalo, Cristobal Colón acababa de mostrar ó mundo a súa mellor partida de nacemento…

 

El Ideal Gallego, 10 de Novembro de 1986

 

Josefina López de Serantes