Próspero Pichardo Arredondo

Habana. Cuba, Octubre de 1936

12 DE. OCTUBRE DÍA DE ESPAÑA» EL 12 de Octubre de 1492 señala un cambio, de proporciones y posibilidades extraordinarias, tan radical en la Historia del Mundo y para la idea que del último se tenía formada la humanidad estudiosa, que por sólo ese hecho, de no contar con otros muchos que le dan derecho a la consideración y respeto de todos los pueblos civilizados, seria España inmor. tal. En aquella fecha memorable cual ninguna otra, se deshizo, el encanto y se disipó el misterio que envolvía al Mar Tene¬broso, como llamaban los hijos del medioevo al Océano Atlán¬tico, con el resultado del viaje que a través de aquél reali¬zara Cristóbal Colón, dando cima a la más alta empresa que la Historia registra en sus anales. América, nombre derivado del de Américo Vespucio, italiano al servicio de España, sólo a Colón y a España que puso a su disposición toda, clase de recursos para la consumación de su empresa, debe su descubrimiento. Por esa y otras múl¬tiples razones, si Objetivamente no es para nosotros más que una entidad geográfica ya definida/ subjetiva e histórica¬mente tiene más hondos motivos de interés y simpatía, por lo que nos afecta cuanto a ella se refiera. Lio primero, por¬que si bien en ramas nuevas del viejo tronco ibérico, en el Nuevo Mundo florecieron los primeros retoños del almendro de nuestros amores; y lo segundo, porque América es el tes. timonio vivo de lo que es capaz un pueblo, en este caso sin¬gular el español, puesto al servicio de una causa, no importa que a veces algo enturbiada por las humanas pasiones, ya que siendo ellas parte integrante señaladísima de nuestra constitución interna y social, siempre hemos tenido el valor de reconocerlas, por lo que su existencia resulta menos acreedora a la censura. A este respecto, pop fortuna, las mentes más claras y rectas de América afirman cada día más conscientemente la gran¬deza de la obra realizada por España en esta parte del Mun¬do. Y todo ello gracias a la labofr depuradora: y comprensiva –que se viene efectuando para rendir a la verdad el tributo que le deben todos los hombres honrados. No siendo España un país habitado por dioses buenos, ya que los hay malos, juzgada la obra de aquélla con ánimo inteligentemente com¬prensivo, no debe sorprender fundamentalmente a nadie que hubiese errores, y hasta crímenes, y algunos monstruosos. Ne¬garlo, sería ignorancia; pero ocultar, negar, o desvirtuar la verdad de los hechos representados por la obra maravillosamente gigantesca, cultural, misionera y heroica, mente esforzada, —que referida concretamente a lo aludido, sí parece más de seres superiores que de vulgares mortales—, es maldad manifiesta, y cobarde; como lo es el odio que, maliciosa y mal¬intencionadamente, cultivan algunos historiadorci-llos de segunda o tercera mano, incapaces e impo¬tentes culturalmente para acercarse a las fuentes puras, cristalinas, ungidas por el polvo de los si¬glos, donde se guarda, pero no se oculta, la ver¬dad documental; y que ahí está para cantar eter¬namente el generoso esfuerzo y la buena voluntad puestas de relieve por los gobernantes que fueron de España. Y a quienes nos repitan la cantilena de que los Virreyes y demás representantes de la autoridad real no siempre fueron fieles cumplido¬res y ejecutores de la justicia que por aquélla era mandado hacer, les diremos que tienen en muchos casos razón, sí; pero, es que el grado de adelanto cultural, moral y en muchos casos material tam. bien, logrado por la América que fue nnestr, ¿es en algo comparable, teniendo presentes las circunstan. cías modificativas de tiempo y espacio, al alcanzado por las colonias de otros países europeos? ¿Podrá negarse, utilizando armas nobles, el hecho real, evidente, efectivo, indiscutible, de que* con cuantos defectos quiera imputársenos, España, quizás me¬jor hijos de España, realizaron lo que el gran poeta Salvador Rueda llamó «El milagro de Amé¬rica», de aprender la casi •totalidad de las lenguas de este Continente, como para no traicionarse, traduciéndose, que diría Unamuno, y hacer, así, más íntima y cordial la compenetración entre con¬quistadores y conquistados? Y lo de la instalación de la ‘magnífica invención de Gutenberg en Mé¬jico, casi un siglo antes dé que Inglaterra, «la sa¬bia», pusiese la primer imprenta en los hoy Esta¬dos de la Unión Americana, ¿quién lo hizo sino España? Y los numerosos Colegios de casi todas las Facultades, y Universidades magníficas insta¬ladas en diversos países del vasta Continente ame. ricano, ¿fueron acaso los naturales de por acá. quienes realizaron esa maravilla? Mal se puede tapar el sol con un dedo, como pretenden algunos. Y- aún hay algo mucho más grande, pop cuanto significa de falta, si queréis de escrúpulos, pero también de prejuicios, que no antes sólo, sino aho¬ra todavía, tienen algunos pueblos ante quienes, necesitando siempre un amo, se inclinan reveren¬tes muchas gentes de América; nos referimos a co¬mo el español puso los cimientos biológicos para, la que José Vasconcelos llamara la Raza Cósmica de América; raza que si ahonda lo conveniente y necesario para justificar el derecho de permanen- cia en la Historia, mucho puede laborar en el) sen¬tido de hacer del Nuevo Mundo el inmenso refu¬gio donde acogerse todo el sobrante humano de Oíros puntos del planeta, siendo de advertir, para conocimiento de algunos suspicaces, que rara vez emigran los débiles, que no podrían afrontar las visicitudes inherentes a todo viaje de continente a continente. ¿Para qué seguir? Siendo! infinito el número de puntos dignos de se¬ñalarse, cuya sola indicación redundaría en ma_ yor honija para nuestra Patria, es por lo que en¬tendemos que los Españoles de hoy no debemos te¬mer en absoluto a la justicia—entiéndase bien: justicia—histórica, porque cuanto mejor sea cono¬cida aquélla, su veredicto nos elevará aún más en el concepto de la humanidad. Por todo etlo, cuanto tienda a deslindar y puri-ficaí la verdad histórica, bienvenido sea; y para todos los Zoilos que, como los hongos, se dan en todas partes, nuestro desdén, arma mucho más terrible que las que matan, pues hiere mortalmen-te a la dignidad del ofensor, sin matar la envol¬tura carnal del mismo. Y esto, porque España puede decirles a sus gra. tuitos detractores, parodiando las palabras de Je¬sús a sus enemigos, que pedía que, donde no cre¬yesen en sus palabras, creyesen en sus obras; así, pu.es, lo menos a que tiene perfecto derecho es a que, aunque la nieguen a ella, reconozcan) la gran¬deza de su obra.

COLÓN

Por la fe de la Reina Castellana

fue Colón otro Dios ante la Historia:

dio un Mundo nuevo a la Nación Hispana

y remontó su nombre hasta la gloria.

Cuando pisó la selva americana

llevó, con el laurel de su victoria,

idioma, religión, sangre espartana,

de Iberia la brillante ejecutoria.

Pasaron siglos y surgió el agravio;

pero no hay rencor, que una caricia

llevó besos de amor, de labio a labio.

Y hoy el Mundo, nimbado de justicia,

pregona que el marino augusto y sabio,

tuvo su cuna en la viril Galicia.

Próspero Pichardo Arredondo (cubano)

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