La Patria de Colón de Rafaél Calzada por Pascual Santacruz

La PATRIA DE Colón, por Rafael Calzada.

El destino de los grandes hombres suele ser al par glorioso y aciago. La celebridad se paga harto cara. La Naturaleza, como los usureros, cobra un interés muy crecido por los préstamos que hace, y el vulgo por pu parte odia todo lo sobresaliente, todo lo excelso y raro que pone más de relieve su pequeñez. Así, el hombre superior se asemeja algo a Jesu­cristo, en que es combatido muchas veces antes de ser afirmado, y muere y resucita para volver a ser de nuevo puesto en la cruz y coronado de espinas. Todos los privilegios siembran envidias y cosechan odios y persecuciones. Colón, como Cervantes, como Shakespeare y como otros ha sufrido  triple pena de azotes, escarnio y olvido. Sus flaquezas, porqué Ja» tuvo a fuer de hombre que era, han sido utilizadas por la mal­querencia para hacer sombra al tesón, «el talento y la fe que le dieron renombre imperecedero. Se le ha considerado como un farsante, se re­gatearon sus méritos; abultáronse sus pecados y hasta sus huesos, sus pobres huesos, han bailado una trágica zarabanda de ultratumba. Que Colón fué codicioso y de alma dura; que estaba obsesionado por la idea de la gloría, hasta el punto de sacrificar a ella su propia integridad mo­ral y que carecía de dotes de mando, son cosas que nadie ignora, y que el (propio D. Rafael Calzada, su entusiasta panegirista, reconoce. Mas es­tas humanas miseriucas no disminuyen en un ápice la grandeza del in­signe aventurero. Colón es el genio de la constancia. Alguien ha dicho que si el Nuevo Mundo no hubiera existido, Dios debería de haberlo creado sólo para premiar la intrepidez del navegante. Como no se con­cibe a Homero sin Zoilo, no se explica un Colón sin un Bobadilla.

Menoscabar el brillo y pureza de una perla por el nimio motivo de que se nos presente envuelta en barro, es propio de espíritus liliputien­ses. Siempre será grande Alarcón a pesar de su joroba, y Bacon en me­dio de sus vicios.

Se ha calumniado a Colón y a sus protectores tíos Reyes Católicos, que más dé una vez perdonaron los yerros del almárante en gracia al genio del descubridor. La Historia no es ciencia exacta, aunque debiera serlo, si los que la escriben miraran más al hecho en sí. que a sus propios prejuicios y malas pasiones. Más que una historia severa y objetiva, copia veraz del alma del mundo, conocemos la novela de la historia: novela en la que vienen colaborando el interés o el odio, con más frecuencia que la justicia y el amor. Así pudo decir Maistre “que la historia es una conspiración contra la verdad”, y nuestro egregio Campoamor «que no creía en la historia antigua, al ver cómo escribían la moderna”. De aquí que podemos considerar a la que a ha llamado maestra de la vida, en una crisis continua; en -una revisión perpetua; nueva y desdichada Penélope, tejiendo y destejiendo la trama dé los sucesos que desfiguran a capricho el fanatismo y la traición. Don Ra­faél Calzada, espíritu honrado y culto; investigador sagaz, español en­tusiasta, inicia en este libro (ampliación documentada de una bella con­ferencia, dada (por él en el teatro de Asunción del Paraguay) la vin­dicación del almirante, y aporta datos de valía, al problema, no bien esclarecido de &u origen. Calzada ha escrito un libro al par analítico y cordial. Sus observaciones y las consecuencias que de ellas deduce so­bre la naturaleza gallega de Colón, son muy dignas de tenerse en mienta, pero lo que mis avalora la obra es el ardiente españolismo, el fervor patriótico qne satura «us páginas todas. Si Colón no fuera español, diremos recordando una frase antes citada, merecería serlo, porque en España se le comprendió; .porque España dió vida, a una idea y porque la hipótesis de su probable patria de origen, que ya lo es de adopción.

cuenta con defensores tan briosos y convencidos como D. Rafael Cal­zada.

Este no está sólo en la brecha; a su lado pelean eruditos como el se­ñor García de la Riega, como Ibarra, como Huttiugton.

Realmente, si Colón fue español nada «nás justo que poner so nombre al continente alumbrado por su esfuerzo. “Res ubicumque sit pro do­mino suo elaimt”. (Lo traduciremos para no imitar a los pedantes, que intercalan en sus libros y artículos sendos períodos en lengua extranjera, como a todos los lectores tuvieran obligación de ser políglotas.) “La cosa donde quiera que esté clama por su dueño.»

El libro de Calzada, y otros similares suyos, rae han hecho rectificar ciertos juicios precipitados que estampé en algún libro de mi primera juventud. Era yo entonces lo que loe franceses llaman un “niño terri­ble”, y los intelectuales de mi generación nombraban, tomándolo del griego, un iconoclasta o rompedor de ídolos. Ya supondrán Jos lectores que yo era incapaz de romper otra cosa que algún que otro vaso y las prendas de uso diario, Mas siempre fué imprudente la juventud y ¡poco respetuosa la ignorancia. Con pocos años y algunas lecturas de carác­ter sectario, habíame formado un concepto del mundo y de España com­pletamente fantásticos. Parecíame toda Europa un paraíso, donde flo­recía una eterna primavera de libertad, progreso y democracia. Sola­mente España era una excepción, fea y deforme entre tanta belleza; algo así como una selva poblada de monstruos, como aquélla en que se ex­travió el Dante.

Nuestros reyes eran la ferocidad hecha carne; nuestro cerebro, a modo de desván lleno de vejeces y rutinas; el clero español, un ejército de inquisidores, y la historia nacional, un tejido de hipérboles y patra­ñas. Colón era para mí un aventurero que se encontró «1 Nuevo Mundo por casualidad, como el que pone el pie sobre una moneda de oro a la vuelta de una esquina; Felipe II, un monstruo sediento de sangre; los Reyes Católicos, los representantes del absolutismo y de la ingratitud con los vasallos más ilustres; la batalla de San Quintín, una escaramuza afortunada, y “El Quijote”, un libro harto menos interesante y ameno que una novela de Eugenio Sue o de Pauil de Kok. El tiempo y la observación directa de los hechos me han enseñado que no hay zonas exclusivas para el bien ni para el mal; que mi patria, como todas las patrias, cuenta con páginas gloriosas y páginas tristes y negras; que el hombre, por serlo, es capaz de lo más sublime y de lo más abyecto, y que hay algo superior a los ridículos orgullos de estirpe, y es la com­prensión de las humanas flaquezas y la conciencia del dolor común.

No pidamos a los hombres del pasado lo que debemos exigir de los del presente. Todas las crueldades reales o supuestas del duque de Alba en Flandes, palidecen ante las horribles matanzas de la pasada guerra, ante las cobardes represalias de las modernas luchas sociales. Los es­pañoles de antaño mataban cara a cara. No se conocía el sindicalismo ni se había «levado el asesinato a la categoría de instrumento de la reforma social.

La historia, por lo demás, es imagen de la vida, y ta vida lucha por la perfección. Esta perfección es hija del esfuerzo y el esfuerzo es pa­dre del dolor. Nada más justo que ensalzar a los hombres en proporción de lo que lucharon y sufrieron.

¡ Cuántas lágrimas internas, cuántas crisis espirituales, que de amar­guras valientemente soportadas, no suponen un libro como “El Quijote” y ¡un hecho como el descubrimiento de América!

Imagináos, si podéis, la angustia del Almirante en la soledad de su cámara, frente a la noche siniestra y el mar embravecido, sintiendo zumbar en los oídos y en el cerebro el insolente murmullo de la descreída tripulación, y sin cantar con otro auxilio que el de su propia fe ni más escudo y defensa que su corazón indomable.

¿Qué valen y qué cuentan las torpezas del colonizador, la inhabilidad del gobernante y las duras represiones del caudillo, al lado de la mag­nífica entereza del nauta, de la denodada actitud del gran vidente. Así, rectificando el error y reparando la injusticia en que incurrimos, reco­bra muestro espíritu la paz. La vida para el hombre honrado es una continuada rectificación de hechos, de ideas y de estados de conciencia. Rectificamos con pena cuando la realidad maltrata nuestros idealismos generosos, y con suprema alegría cuando nos enseña que el hombre es digno alguna vez de los privilegios mentales con que le favoreció el Creador.

Y en plena rectificación nos sorprenderá ia moer! sin que después de un viaje harto más íargo qne el emprendido por Cristóbal Colón, nos haya sido dable levantar un tanto el velo que oculta ese continente mis­terioso que llaman eternidad.

Pascual Santacruz

La ciudad de la Oliva, tierra de los Celtas

La ciudad de la OlivaLA CIUDAD DE LA OLIVA, TIERRA DE LOS CELTAS

 Mucho se podría escribir sobre Vigo, la hermosa «Ciudad de la Oliva», conocida también por el merecido blasón de «Ciudad fiel, leal y valerosa». Sin embargo, sería absurdo abordar para ello deficiencias actuales, que no son peculiares solamente de la hermosa ciudad gallega, puesto que si en Vigo existen difíciles situaciones laborales, no son únicamente propias del lugar, ni tan siquiera nacionales, puesto que, hoy día, el ámbito es mundial. Por otra parte, si se intentase subsanar con un oportuno comentario alguna deficiencia urbanística o de comunicación, habría que hacerla extensiva a las demás provincias gallegas.

Yo, por mi parte, prefiero evocar a Vigo como la hermosísima ciudad que se asienta a la falda del impresionante monte Castro, junto a la espaciosa ría de su nombre que, en los amaneceres luminosos desdobla entre sus aguas todos los colores del iris, y a la cual los celtas eligieron para su descanso en su largo deambular por el mundo, cuando era tan solo un vergel de hortensias, acacias y margaritas silvestres que crecían sin concierto bajo la luz del sol y el perfume agreste de los pinos. Vigo fue de este modo, la tierra predestinada para esa raza enigmática y andariega, a la cual dotaron de su idiosincrasia y peculiaridades. Los celtas eran, indudablemente, muy superiores a las demás razas nómadas de su época; pero la verdad es que nadie sabe de dónde procedían, puesto que a las muchas suposiciones e investigaciones, siguen siendo un enigma indescifrable. Sin embargo, es indudable que las raíces del pueblo vigués están en esa raza privilegiada, de desconocido origen. Son varios los historiadores que afirman que llegaron desde la antigua y lejana Asia, cruzando infatigables los desfiladeros de los Alpes, o posiblemente por las rutas del mar. Pero también existe una leyenda en la que se cuenta que eran náufragos de la perdida y fantástica Atlántida.

No obstante, la verdad es que ellos buscaban un lugar que les recordase a su pueblo de origen, y por lo mismo se afianzaron y crearon raíces, en una tierra hermosa, verde, húmeda, tibia de niebla y de lluvia, pero también acariciada por el sol. Y fue por eso por lo que escogieron a Galicia. Y de toda Galicia, de un modo especial, a una ciudad cobijada por un monte y arrullada por el mar. Esas gentes tan distintas como superiores a todas las su época, fundaron en aquel lugar una incipiente ciudad, que más tarde llegaría a ser la Vicus Spacorum de los romanos. Pero, retornando a los celtas, es digno de recordar que el historiador Diodoro de Sicilia, nacido en el siglo I, antes de Cristo, en uno de los libros de su famosa Biblioteca de Historias, a esa raza emigrante, la define así: “Los celtas son muy humanos con los extranjeros, y en viniendo uno de otra tierra a la suya, le hospedan con tanta benignidad, que a porfía compiten con quien le ha de hacer mayor honra y regalo, y alaban y tienen por bien aventurados y amigos de los dioses, a los que eligen a los extranjeros para hospedarse en su casa”.

También el padre Martín Sarmiento, tan sabio como buen observador, en su “Método para pasear y patear todo el Reino de Galicia”, afirma que «los celtas se derramaron por todas partes», y como consecuencia de su observación, podemos afirmar que el afán andariego de esta excepcional raza, hizo que enraizaran en la ciudad marinera viguesa, que les dio cobijo entre la tierra próspera y el bravo mar. Sin embargo, cuando todavía en mi infancia, yo ignoraba todas estas investigaciones históricas, el nombre de Vigo «La Ciudad de la Oliva» quedó grabado en mi mente de un modo imperecedero, cuando mi padre me dijo en una ocasión:

“Para nosotros, los gallegos, nunca han existidos las grandes distancias”. Por aquel entonces, yo no acerté a comprender que hacía referencia a su larga experiencia de emigrante. Sin embargo sentí un inexplicable sentimiento de infantil emotividad cuando él, extendiendo su brazo en un gesto elocuente que parecía querer abarcar todo el Atlántico, añadió: “Mira… mismo frente a Vigo está Nueva York”.

 Josefina López de Serantes

 El Ideal Gallego, 14 de Febrero de 1984

C.COLÓN PUDO HABER NACIDO EN POIO

CRISTÓBAL COLÓN PUDO HABER NACIDO EN POIO

La noticia surgió hace pocos días en los diarios, pero bien puede decirse que pasó casi desapercibida. Decía así: «Jon Gangoiti afirma que luchará para que los gallegos no sean tratados en la CEE como los judíos».

Breves palabras dignas de meditación que nos hacen comprender que el ser gallego aun tiene sus lamentables consecuencias, y que también siguen proclamando ante el mundo otra injusticia de siglos, ya que, en cierto modo, parecen disculpar la discriminación hacia el pueblo de Israel. Pero lo que sí es indudable, es que bien puede ser que muchos gallegos tengamos raíces judías, ya que en nuestros pueblos y ciudades aun existen atavismos semíticos. Y muchas veces, aun hay personas que ignorándolo, conservan costumbres y rasgos de esa raza que el correr de los siglos no ha podido borrar.

Hoy día, presente aun el triste recuerdo de los horrores incalificables cometidos aun no hace tantos años con el pueblo israelita, resulta comprensible y disculpable que en la férrea época del Medievo un hombre se viese obligado a ocultar tenazmente su doble origen de gallego y judío. Investigaciones históricas a las que no se ha prestado la debida atención, pero que continúan vigentes con toda la fuerza de su veracidad, siguen pregonando este doble origen en uno de los personajes más importantes de la Historia del Mundo: Cristóbal Colón.

Pese a los grandes esfuerzos del almirante para hacer «desconocidos e inciertos su patria y origen», el origen ha comenzado a resquebrajarse desde que, a finales del pasado siglo, unos historiadores pontevedreses al investigar en los archivos se encontraron sorprendidísimos ante la aparición de unos documentos, comprendidos entre los años 1428 y 1523, en los que se leían distintos nombres identificados con la familia del Almirante y que iban unidos al apellido «de Colón».

Pero no se les prestó la atención merecida ni aun cuando el ilustre historiador don Celso García de la Riega, estudió y amplió concienzudamente las antiguas investigaciones publicando su libro «Colón español».

Cierto es, que los Centros Culturales Gallegos de Hispanoamérica acogieron con júbilo la noticia y la proclamaron por todos los medios, pero en España no fue recibida con el debido interés, tratándose incluso de acusar a de la Riega de falsario, lo cual hoy ha sido plenamente desmentido, mediante los nuevos métodos de investigación.

 El enigma de Colón

De todos estos estudios se ha llegado a la firme conclusión de que el Almirante tenía un interés tenaz en hacer un perpetuo enigma del lugar de su nacimiento, aunque no por ello debemos acusarle de renegado, ya que cierto es que con esta revelación jamás hubiese conseguido una audiencia de los Reyes Católicos.

El hecho de que se considere a Colón como genovés tiene su origen en el célebre documento de la institución del Mayorazgo, escrito en Sevilla el 22 de febrero de 1498, aunque hoy día se ha comprobado con certeza que es apócrifo, y que seguramente Colón jamás pronunció la consabida frase refiriéndose a Génova: «…de ella salí y en ella nací».

Teniendo además el citado documento una profunda diferencia con el testamento que Colón hizo poco antes de morir, el 19 de mayo de 1506. Y la falsedad de este documento, se descubre de un modo principal en el hecho de que habiendo sido fechado en febrero de 1498, se incluye en él una súplica dirigida a el Rey, a la Reina y al Príncipe don Juan, habiendo el Príncipe fallecido el 4 de octubre de 1497, y es completamente imposible que encontrándose en Sevilla, casi cinco meses después ignorase Cristóbal Colón la luctuosa noticia, tanto más que en todo el Reino se guardaron cuarenta días de luto oficial.

A esto se debe añadir que los dos hijos del Almirante, Diego y Fernando, eran pajes del malogrado príncipe, siendo evidente que el autor del documento ignoraba por completo los principales sucesos de los Reinos de Castilla y Aragón.

Este documento del Mayorazgo fue la causa de que se investigase en Italia, llegando a encontrar el acta de un notario de Génova con una minuta de haber comprado azúcar en Madeira para un comerciante genovés, un joven llamado Cristóforo Colombo, encontrándose luego algunos datos sobre un tal Domicico Colombo que tenía tres hijos: Cristóforo, Bartolomeu y Giócomo.

Pero lo que sí parece imposible de compaginar con el amor que siempre demostró el Almirante por sus hermanos, incluidos el póstumo recuerdo hacia sus padres, es el hecho comprobado de que el llamado Dominico Colombo viviese en la miseria, viejo y olvidado, mientras colón era aclamado como descubridor del Nuevo Mundo con todos los honores.

 Un discutido origen

Basándose en estas y otras causas, son muchos los historiadores que niegan el origen italiano del almirante, contándose entre éstos el enciclopedista alemán Carlos Guillermo de Humboldt, el inglés Growing, así como el famoso historiador escocés Guillermo Robertson. Y lo cierto es que Cristóbal Colón no tuvo el menor recuerdo hacia esa supuesta patria italiana cuando ponía nombres y más nombres a las tierras recién descubiertas.

Este hecho lo comentó ampliamente en 1956 el doctor historiador jesuíta P. Tomás Barreira, acabando por afirmar que la mejor partida de nacimiento del almirante la tenemos en los nombres que dedica a las primeras islas que va descubriendo. Llama a la primera San Salvador, a la segunda San Salvador el Grande y a la tercera San Salvador el Pequeño, nombres que concuerdan perfectamente con los de San Salvador de Poio, pequeña localidad pontevedresa donde se ha localizado la cuna de Colón, mediante el estudio de los antiguos documentos antedichos. Pero, por si todos estos datos no fuesen suficientes, hay que hacer constancia de que a continuación de las citadas islas, descubre el navegante otra a la que llama Nuestra Señora de la Concepción, la cual es precisamente la co‑patrona de Poio.

Para mayor abundamiento de estos hechos, sucede que el 18 de diciembre del citado año de 1492, el almirante ordena que se empavesen los palos y las vergas de las naves con banderolas, al mismo tiempo que se disparan tiros de lombardas. Los marineros se atreven a interrogarle sobre la festividad que se conmemora, y Colón les responde escuetamente que es el día de Nuestra Señora de la O.

Y lo cierto es que nadie repara en que la Virgen de la O, es desde tiempo inmemorial la patrona de Pontevedra. Este hecho lo comentó ampliamente el sacerdote historiador, don Arturo Souto Vizoso, fallecido hace casi un año. De todos estos hechos se desprende que Colón no podía, ni quería renunciar a sus orígenes en las lejanas tierras gallegas.

 Cuando hablan las piedras

En la provincia de Pontevedra existe el pequeño pueblo de San Salvador de Poio, el cual acariciado por el mar y arrullado por el susurro de sus pinares guarda un testimonio de historia y leyenda a través de una casa ruinosa que se va derrumbando poco a poco, hasta quedar tan sólo unas paredes de piedra y de un crucero secular que ostenta en su base una inscripción: «Juan Colón Rº año 1490». La Rº se interpreta como “recuerdo”, “reconstruido” o “reedificado”. Este Crucero que durante siglos ha estado ante la casa ruinosa, hoy, lamentablemente, ha sido trasladado a un próximo e inadecuado lugar, dejando un significativo vacío ante las piedras cubiertas de maleza en donde según siguen transmitiéndose los lugareños de generación en generación, que nació el descubridor de América.

Y lo mismo responde al marinero que regresa de su faena, la lavandera que se dirige hacia el río o el campesino que lleva su ganado a la feria: «esa é a casa onde naceu Colón». Y lo que sí es indudable, es que allí vivió una familia que correspondía a este  apellido.

03.Domingo 11 (4)Don Bernardino Justo Pena, un vecino del lugar, de 69 años, relata incansable y solícitoa cuantos le interrogan sobre los testimonios que sus antepasados se han transmitido unos a otros. El Crucero es para él y los suyos una preciada reliquia, y cuenta cómo muchos años atrás, los campesinos se sentaban al atardecer, descansando de sus faenas, a los pies del crucero y ante la casa milenaria. Allí hablaban largamente sobre Colón «o home que descubriu as illas». Y la historia se sigue repitiendo entre las gentes de Poio, mientras bien puede asegurarse que hoy día en ningún lugar del mundo se encuentra un testimonio tan genuino, sincero y popular.

Existe también otra impresionante aseveración de esta familia, llamada «de Colón» que se sucedió en generaciones en este lugar de Galicia; y surgió, inopinadamente, sin que nadie lo buscase o lo esperara. Fue al derrumbar un retablo completamente apolillado por el paso del tiempo, cuando en una capilla de Santa María la Mayor de Pontevedra, apareció una losa de piedra, de finales del siglo XV, con una significativa inscripción: “Os do cerco, Xoán Neto e Xoán de Co‑lón, faceron esta capella”.

En la inscripción figuraba «Xoán de Collón», pero sucedió que un clérigo juzgó obscena la palabra y suprimió una L, tal como se puede apreciar perfectamente sobre la piedra, sin detenerse a pensar que aunque se dice «capela» está escrito «capella». Y es curioso también comprobar que cuando el rey Juan de portugal escribe a Colón en 1488, comienza con las siguientes palabras: «Querido Cristóbal Collón…»

 Testimonios

Por las mismas fechas de los importantes testimonios proclamados por el P. Jesuíta Tomás Barreira, el Ayuntamiento de Lijar (Almería) hace constar en su libro de Actas, con fecha del día 14 de septiembre de 1955, el acuerdo de proclamar el origen español de Cristóbal Colón, basándose en los studios del historiador murciano donJulio Tortosa Franco, que demostró plenamente el origen gallego, y por lo tanto español, del almirante.

La citada acta me ha sido envidiada gentilmente por el actual alcalde Lijar, al cual tengo que expresar mi agradecimiento. (Adjunta a este artículo).

También el historiador de Vilagarcía Xosé Vilas Fariña me ha facilitado la copia de un importante documento sobre un trabajo inédito del Padre José Crespo Pozo, del Monasterio de San Salvador de Poio, en el que dice y confirma que una vecina de O Grove, llamada doña Ana de Pravia se casó en segundas nupcias con don Cristóbal de Colón y Toledo, llegando a ser madre de don Diego Colón y Pravia, III Duque de Veragua.

Pero el testimonio definitivo está en la pastoral pronunciada por el obispo de Tui, don Diego de Avellaneda, el cual rigió la citada diócesis desde 1526 hasta 1537, en la que, al ensalzar los méritos de Galicia, concluye diciendo que las Nuevas Tierras fueron descubiertas por el marino gallego llamado don Cristóbal de Colón.

Y para concluir este pequeño estudio dedicado al hombre que más contribuyó al progreso de la civilización y de la Historia del Mundo, voy a hacerlo con las mismas palabras que el sabido historiador don Constatntino de Horta y Pardo, pronunció a comienzos de 1920, y las cuales pese a haber transcurrido desde entonces sesenta y siete años(*), tienen por estas fechas una impresionante actualidad:

Difundid la verdad histórica

“Nos dirigimos a los historiadores, eruditos, literatos, periodistas, cronistas, escritores, publicistas, personas de cultura, paz y buena voluntad; a la Iglesia, al ejército, a la marina, a las academias y sociedades de cultura, a las escuelas y colegios, a las ibéricas y americanistas, para que removiendo cielo y tierra griten ante el mundo civilizado:

 

¡Colón nació en Galicia!

* * * * * * *

 

Palabras y terminos netamente Gallegos en sus escritos

Son tremendamente significativos los terminos y palabras empleados tantas veces por Cristóbal Colón, sin que muchos de los historiadores supieran interpretarlas. Así sorprendió la palabra con la que el almirante expresa un día de sol ardoroso en los trópicos. «El sol tenía espeto», dice simplemente Colón. Y esta palabra es traducida por la que parece más apropiada a los investigadores: «El sol tenía ímpetu». Pero nadie tuvo en cuenta de que en Galicia se decía y se dice que el sol espeta o tiene espeto, cuando sus rayos son tan fuertes que mismo parece que clavan.

También poco antes de llegar a tierra, Colón advierte un trozo de madera que flota en el mar y que, según él, tiene adheridos numerosos escaramujos. Y esta breve palabra de «escaramujos» o «escaramuxos» con la cual aun hoy día se denominan en las rías Bajas Gallegas a las «minchas» o pequeños caracoles marinos es traducida por el historiador francés Jean Descola por «babosas».

En otras ocasiones, colón explica que sus hombres pasan «fame«. Y dice «el nariz», «eses hombres» y «eses indios». Siempre eses en lugar de esos.

 Josefina López de Serantes

 El Correo Gallego, 13 de Julio de 1987

03.Domingo 11 (1)03.Domingo 11 (2)03.Domingo 11 (3)

La verdadera identidad de Colón, al fin al descubierto

ALFONSO PHILIPPOT ABELEDO – VIGO – 13-06-2010

 

Después de 50 años siguiendo la pista de Colón, 35 con investigaciones intensas, el vigués Alfonso Philippot ha recopilado sus resultados: su tesis es conocida, Colón era el gallego Pedro Madruga, y tuvo casa en Vigo.

El vigués Alfonso Philippot, en una de sus charlas sobre la identidad del Descubridor. Foto: Archivo

Hacia 1433 tuvo por amante a una joven de Porto Santo (Pontevedra), llamada Constanza Gonçálves-Soutelo y Colón, de cuya relación nació el futuro almirante de la Mar Océana. Posteriormente, y habiéndose casado Constanza con un marinero al servicio del propio Fernán Eanes (244), el infante pasó a ser tutelado por su padre biológico y rebautizado con el nombre de Pedro de Soutomaior; manifestando aquél su deseo de que el bastardo siguiera la carrera eclesiástica, bajo la dirección de su tío Fray Esteban de Soutelo. Más tarde, Constanza tuvo a Bartolomé y a Diego Gonçálves Colón (Árboles 65 y 65ª). Del matrimonio de Fernán Eanes con Leonor Messía nació un único hijo llamado Álvaro Páez, quien habiéndose casado con Maria de Ulloa, su prima segunda (Árbol 3), no tuvo descendencia.

Para salvaguardar el patrimonio familiar, don Álvaro solicitó a los Reyes poder adoptar a su medio hermano, que en lo sucesivo fue conocido como Pedro Álvarez o ‘Pedro Madruga’. No obstante, desoyendo éste la manda testamentaria de su padre, abandonó el convento de los dominicos de Tui, hacia 1446, ‘y se dio al arte de la mar’ (249), navegando por espacio de 23 años. Álvaro Páez falleció en 1468, a causa de las heridas recibidas durante la revuelta ‘Irmandiña’ (274), y Pedro Madruga regresó a Galicia para hacerse cargo de la herencia; contrayendo matrimonio posteriormente con doña Teresa de Távora (Árbol 10), pariente de la Casa Real Portuguesa.

Durante los años siguientes tomó parte en las continuas guerras promovidas por los señores feudales, y en 1476 participó en la famosa batalla de Toro, luchando al lado de los portugueses. Alfonso V, le premió con el título de conde de Camiña (278), y Madruga tuvo que refugiarse en el país vecino. A finales de 1479 se estableció en Lisboa (293), bajo el nombre de Cristóbal Colón, alojándose en la ‘Chaneca’, residencia de Pedro Correa de Acuña -primo de Teresa de Távora (Árbol 46)casado con Elena o Izeu Perestrello. Pedro Correa (1440-1497) era gobernador de la Isla Graciosa, y le facilitó valiosa información sobre los extraños ha-llazgos de las Azores, relacionados con la existencia de tierras allende el Mar Tenebroso. (Al referirnos a Izeu Perestrello –media hermana de Felipa Muñíz (Árbol 55) debemos señalar que a través de un autógrafo suyo, hallado por el célebre cronista portugués Gaspar Frutuoso, sabemos que el verdadero nombre de pila de ‘Madruga’ era Cristóbal Pedro; acerca de lo cual nos informa, asimismo, Lucio Marineo Sículo en ‘De rebus Hispaniae meorabilibus…’, al citar al gran navegante bajo el apelativo de ‘Petrum Colonum’). Ausente Pedro Madruga, los Reyes Católicos confiscaron todos sus bienes en Galicia, pero a ruegos de Teresa de Távora nombraron a su hijo Álvaro apoderado y administrador de los mismos (297). Hacia 1481, Colón viajó con Felipa Muñiz a la Isla de Porto Santo (en Madeira), de la que su padre, Bartolomé Perestrello, era el gobernador. Y al año siguiente nació su hijo Diego (segundo de este nombre) y participó en una expedición al Castillo de la Mina (299), que administraba Diego de Azambu Azambuja, primo de Teresa de Távora (Arbol 46). A su regreso a Lisboa, en 1484, presentó a Juan II su proyecto de descubrimiento (301), que fue acogido en principio con cierto interés. Según Washington Irving, la asamblea estaba formada por los cosmógrafos más brillantes del reino, y por el confesor de Juan II, Diego Ortiz de Cazadilla, obispo de Ceuta. Finalmente, la idea no satisfizo al monarca, pero hirió el orgullo nacional del almirante Pedro de Me-neses, marqués de Villareal -primo de doña Teresa de Távora (Árbol 48)que ensalzó la figura de Colón y defendió su propuesta. Madruga permaneció expectante en Lisboa hasta finales de 1485, pero informado de los cambios que había sufrido su casa en Galicia, bajo la ocupación de don Álvaro, decidió regresar a Castilla. El 10 de enero de 1486 otorgó testamento en Refojos (término de la ciudad de Oporto), y se dirigió a la Corte, que se hallaba en Alcalá de Henares con la intención de recuperar sus propiedades. En opinión de varios historiadores, fue el Cardenal Mendoza quien preparó dicha audien cia (309 – Arbol 4).

Volviendo al polémico viaje de Pedro Madruga a la Corte, señala López Ferreiro: ‘Figurándose que en Castilla, con la protección de sus parientes y amigos, como los hijos del Maestre de Calatrava, don Gutiérrez de Soutomaior y el Duque de Alba (don García), podría llegar a un arreglo con su hijo Álvaro y obtener el perdón de los Reyes, abandonó Portugal ‘ (321).

Su primera entrevista tuvo lugar el viernes 20 de Enero de 1486 en el Palacio Arzobispal (fecha que coincide con la que señala Colón en el Diario de a bordo), pero no figura en las actas oficiales que se conservan de aquellos días, probablemente debido al carácter privado de la misma. Como testigos de excepción, dos altos dignatarios de la Iglesia: el referido Pedro González de Mendoza y el Prior de Prado, Fray Hernando de Talavera . Lo que más le apremiaba a los Reyes era conocer las intenciones de su gran oponente, don Juan II, sus proyectos de expansión y el destino de la ‘Excelente Señora’, doña Juana, recluida en un convento. Respecto al futuro inmediato de Soutomaior el fallo inapelable de los Soberanos fue que renunciase a su señorío de Galicia, en favor de don Álvaro, permitiéndole a cambio residir en Castilla, pero alejado de toda actividad política. En cuanto a la viabilidad de su proyecto, debía pronunciarse una junta de sabios que se reuniría en Salamanca; quedando él, entretanto, encomendado a Fray Hernando de Talavera .

El 22 de Febrero de aquel mismo año, los Reyes emprendieron viaje a Madrid, no sin antes concederle al Conde de Camiña una segunda audiencia en la que confirmaron su decisión de nombrar a don Álvaro apoderado del estado de Soutomaior. Conocido el itinerario de Isabel y Fernando durante este año de 1486, sabemos que desde Madrid se trasladaron a Segovia. En Arévalo pasaron cuatro días (del 5 al 9 de Marzo), y desde allí se fueron a Medina donde permanecieron hasta el 4 de Abril. Pero enterados del fallecimiento de la Duquesa de Béjar, doña Leonor Pimentel, y con la intención de darle el pésame al marido, prosiguieron viaje hacia aquella ciudad, deteniéndose antes en Salamanca y Alba de Tormes.

Durante este tiempo, aconsejado por el Prior de Prado, Colón se encaminó al Monasterio de San Leonardo, donde debía aguardar por la junta que estudiaría su propuesta. ‘Advertido el Duque –don Garcíade la próxima llegada de los Reyes –señala el cronista Vasco Da Pontedíjole a don Pedro el tiempo en que habían de venir sus Altezas. Esperoles el Conde de Camiña, y venido el Rey y la Reina a Alba de Tormes, recogíose al Monasterio de los Jerónimos’. El testimonio de Vasco Da Ponte es concluyente y prueba, sin lugar a dudas, que Pedro Madruga se hallaba en aquella localidad el 11 de Abril; correspondiendo esta fecha, precisamente, a la única visita que los Soberanos hicieron a la villa ducal en el transcurso de 1486 (323). La estancia de Pedro Madruga en San Leonardo, debió prolongarse por espacio de seis meses, esto es, de primeros de Abril a finales de Octubre de 1486. Según Vasco Da Ponte, que debió hacerse eco del testimonio de Pedro Falcón, criado de don Pedro: ‘Habló el Duque al Rey, mas no pudo negociar nada, y unos dixeron que el Conde muriera allí de dos carbunclos, otros dixeron que el Alcalde Proiano entrara en el Monasterio con sus porquerones , y que le echara un garrote al pescuezo; unos dicen que fue de una manera y otros dicen que fue de otra; quizás fue de entrambas maneras…’ . Versión fantástica, y en cierto modo malintencionada, pues no ha faltado quien sugiriese la idea de un vil asesinato ordenado por los propios Reyes. Lo único cierto es que el Conde desapareció misteriosamente, sin dejar rastro; y en el peor de los casos, sin haber reclamado siquiera su familia el derecho a darle sepultura. La nebulosa que vela el destino de Pedro Madruga, a partir del relato de Vasco Da Ponte, es la misma que oculta la incógnita andadura de Cristóbal Colón. En el testamento que otorgó Diego de Muros en Ciudad Rodrigo, el 8 de Diciembre de 1491 mandó a la Iglesia de Tui cien mil maravedís de los setecientos mil que le debía el Conde de Camiña, previniendo a sus albaceas que no le entregasen a dicho Conde la fortaleza de Fornelos, mientras no pasase al Cabildo Catedralicio la cantidad que le dejaba ordenada. ‘Lo que supone –señala señala el historiador Benito Vicettoque Pedro Álvarez de Soutomaior vivía aún a finales de 1491’ (325). Durante su estancia en Salamanca, y por el parentesco que le unía con Diego de Deza (Árbol 25) Colón fue huésped del Convento de San Esteban, así como de la casa de Valcuevo, donde tuvieron lugar, entre Noviembre y Enero de 1487, las famosas Juntas en las que se discutió la viabilidad del viaje a Indias, siendo el fallo contrario a sus pretensiones.

No obstante, a partir del 5 de Mayo del año siguiente recibió por orden de la Reina distintas cantidades para su mantenimiento, correspondiendo la última al 18 de Octubre, por once mil maravedís; consignándose en el libro de cuentas del ‘limosnero’ Pedro de Toledo, como receptor o beneficiario de dicha cantidad a un ‘portugués’ cuyo nombre figura en blanco. El hecho de llamarle ‘portugués’ a Cristóbal Colón en un documento oficial, suscita nuevas reflexiones sobre su controvertida personalidad, dada la costumbre que a la sazón existía de confundir a los portugueses con los naturales del sur de Galicia (332). A finales de 1487 Colón fijó su residencia en Córdoba y se relacionó con los Enríquez de Arana, nietos de Juan Ruiz de Biedma, quien a su vez lo era de Fernán Ruiz y de su esposa, Marina Páez de Soutomaior, hija de Paio Gómez Chariño (Árbol 65b). Relación que le condujo hasta Beatriz Enríquez, ‘señora de noble alcurnia’, según aseguran, de la que tuvo por hijo a don Hernando (361).

Baiona y el descubrimiento de América

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Por ALFONSO PHILIPPOT

Domingo 7 de marzo de 1982

 

A la noble villa de Bayona, la antigua Erizana, cupo la honra de ser la primera en anunciar para asombro del mundo el descubrimiento de las Américas.

Aquí arribó al alborear, marzo y en el año de Gracia de 1793 Martín Alonso Pinzón al mando de la carabela Pinta, maltrecha la nave pero no los corazones.

 

Así reza la lápida conmemorativa de aquella jubilosa jornada, en í-el monolito: erigido en el ,año 1965 por el instituto dé Cultura Hispánica. Acto piadoso que, en cierta medida, vino a paliar la falta de ; «ambiente espiritual» a que, aludía Herminio Ramos, artífice de esta celebración..

 

‘ Por la década de los años veinte, había ya sugerido, este ilustre bayonés, la construcción dé una lápida que perpetuase el recuerdo de tan fausto suceso. Iniciativa que, lamentablemente, fue desestimada por razones de tipo económico. El natural desasosiego del señor Ramos ante este despropósito, veíase agravado por la ausencia de do­cumentos en que apoyar sus justas reivindicaciones. «En nuestro mutilado Archivo Municipal -decía en una de sus crónicas— no hemos hallado nada referente al arribo de Pinzón a esta villa».. La tra­dición habla tan sólo del lugar donde se reparó la Pinta: «… en el si­tio donde está construida la antigua casa de Pedro Colmenero…» No, obstante, la realidad de estos hechos —que refieren, entre otros, Fer­nando Colón y el padre Las Casas— es incuestionable; habiendo sido comprobados puntualmente a través del testimonio de sus protagonistas. (Vide «Pleitos Colombinos»).

Por aquél tiempo, hallábase ocupado nuestro personaje en la no­ble tarea de glosar los antiguos manuscritos relacionados con la his­toria de su pueblo. Labor qué se resume en la publicación de un libro («Crónicas.históricas de la villa de Bayona». Madrid, 1925), cuyo ‘ éxito trasciende a las altas esferas de la Patria. En 1928, le escribe el ‘ marqués de Estella, felicitándole por su trabajo. En tanto que ilustres personalidades del mundo de las letras y la investigación, le dedican extensos y elogiosos artículos (entre otros Avelino Rodríguez Elias, que es autor del Prólogo—(Fermín Bouza Brey y Domínguez Fontenla).

Pese a la complacencia que tales alabanzas le producen, el viejo el tema de La Pinta sigue obsesionándole. Y al hablar de ello, sus palabras reflejan enorme desencanto: «Solamente me queda la esperanza y -dice- que los hijos de la antigua Erizana residentes en América lleven a cabo la suscripción, y manden hacer la lápida…» Precisamente, en el cursó de estas diligencias surge la feliz solución del problema.

Su primo Antonio, notable artista afincado en Buenos Aíres —a quien había confiado el secreto de sus intimas tribulaciones— se ofre­ce, de forma desinteresada a ejecutar la obra. Y en el verano de 1928, se procede al descubrimiento de una artística lápida esculpida  en bronce, con la figura de la carabela, bajo el siguiente epígrafe:

EN ESTE SITIO SE REPARO LA PINTA A SU REGRESO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA CAPITANEADA POR : MARTIN ALONSO PINZON’ 10 DE MARZO DE 1493 .

Bayona fue el primer puerto del viejo continente en conocer este glorioso hecho.

La lógica trascendencia de este acto –presidido nada menos que por el Jefe del Gobierno; General Primo de Rivera—tuvo notable eco en los círculos intelectuales de su época. Y, consecuentemente, del gravísimo error en que incurrió el cronista —al confundir las fechas- participaron luego gran número de historiadores. (Cual es el caso de nuestro distinguido amigo, el señor Alvarez Blázquez, quien en su
obra «La ciudad y sus días» y en la página correspondiente al 11 de marzo de 1493. dice se recibe en Vigo la noticia de haber arribado ayer al puerto de Bayona la carabela Pinta, que trae al viejo mundo la primera noticia del descubrimiento de América…»)

La inscripción de la lápida promovida por Herminio Ramos no precisaba, con exactitud que La Pinta hubiera arribado a Bayona el 10 de marzo. Sino que allí le fueran reparadas las graves averías sufridas durante el temporal. Lo que podría llevarnos a la conclusión de que esta fecha es la que corresponde a la prosecución del viaje. Pero es el propio don Herminio quién reiterándose en su error disi­pa nuestras dudas: «El huracán hizo separar la nave almirante de la carabela Pinta, mandada por Martin Alonso Pinzón que se dirigió a las costas de Galicia, ENTRANDO EN EL PUERTO DE BAYO­NA EL 10 DE MARZO DE 1493…»

‘ Así las cosas, y al cabo de largas deliberaciones…, decidió el Ayuntamiento desechar la conflictiva placa, reemplazándola por el monumento que hoy campea en la plaza de Pedro de Castro. (Soste­ner que La Pinta fue la primera en divulgar la noticia del Descubri­miento —aceptando a priori la fecha de la lápida en cuestión —era caer en el mayor de los ridículos. Pues hacía ya una semana, para entonces, que Colón arribara a Lisboa).

De las indagaciones realizadas cerca de las personas que cono­cieron las vicisitudes de esta curiosa mutación, se intuye que en nin­gún momento prevaleció un criterio meramente científico, a la hora de fijar la nueva fecha. Y. aunque -obviamente— lo importante es la celebración en sí, consideramos que. en materia de tan alta significa­ción. no debiera subestimarse el rigor de la historia.

La opinión muy extendida de que Herminio Ramos disponía de secretos documentos, que respaldaban sus controvertidas conclusio­nes, nos parece tan infundada como tendenciosa; cuando él mismo mismo confiesa su impotencia para localizar.—en el desorden del mutilado Archivo que maneja— las prueba s de aquel histórico suceso, la errónea transcripción que hizo de estos papeles vendría a explicar el por qué de semejante enredo. Pues, donde decía 1.°, escribió 10 añadiendo, innecesariamente un guarismo a la fecha original del documento. Lamentablemente, para los que defienden esta descabellada hipótesis, no existen, ni existieron jamás, otras pruebas que las que se agitan en su fantástica imaginación.

 

Llegados a este punto, sería más conveniente para todos analizar  —una vez más— los pormenores de aquel accidentado tornaviaje. A la vista del testimonio inapreciable del Diario que, por fortuna nos legó el Almirante.

 

El 14 de febrero de 1493, las dos frágiles embarcaciones que habían podido regresar de aquella peligrosa expedición a los confines del Mar tenebroso, se aproximaban a Castilla. La Niña, que era capitana, iba en cabeza; y a sotavento suyo venia la Pinta, algo rezagada. Durante la noche creció el viento y el estado de la mar empeo­ró considerablemente. Al salir el sol, las olas —espantosas— rompían sobre cubierta, amenazando la seguridad de ambas naves. La Niña comenzó entonces a correr en popa —«donde el viento la llevase» y lo mismo hizo La Pinta. Su velocidad era de seis nudos y en las peores condiciones, «cuando mayor fue el viento— dice el Almirante— y la mar cruzaba más terrible» no bajaba de cinco.

                                                                                                       ‘

Hasta el amanecer, habían hecho «faroles» para no distanciarse demasiado! Pero, bien fuera por causa del temporal, o porque los rumbos divergían ligeramente, pronto dejaron de verse. Pensando, cada cual, desconsolado, que el otro se había perdido.

 

(Al decir Colón que —en las peores condiciones— la velocidad que llevaban era de,cinco nudos, se refiere a millas de 1.500 metros.

 

* Medida que —tal y como advierte el Sr. Navarrete— tenia a la sazón, idéntico valor en Portugal que en Castilla. Por tanto, actualizando aquel Valor, resulta que la velocidad real de La Niña era de cuatro nudos).

En el momento de alejarse, las dos embarcaciones se encontraban a una distancia de nuestras costas menor de ochocientas millas. La tempestad les arrastró hacia la medianía del canal, que se abre, entre las islas de Santa María y San Miguel de Azores. Y al día siguiente, esto es el 15 de febrero, se hallaba La Niña cerca de la primera; sin saber a ciencia cierta, de que tierra se trataba. Para unos1 —los más optimistas— era la Roca de Cintra, en Portugal; para otros, la isla de Madeira.

.

Al cabo de tan larga travesía, agotada la provisión de agua yy demás bastimentos de la Niña. Resolvió el almirante detenerse unos días en esta isla, por razones de seguridad. Pero la maniobra de abordar eL puerto fue muy laboriosa, «porque el mar venía muy alta del oeste.-» Y, hasta el día 18 lo pasó dando bordadas «por encavalgar la tierra…»

 

Entretanto, y sin modificar el rumbo, continuaba La Pinta su derrota hacia las costas de Galicia. Si avistó alguna isla —cosa muy probable, a pesar de la fuerte cerrazón— pudo también confundirla  con Madeira como les sucedió a los de La Niña, pero no osó detenerse en ella. Pues, en tal caso, el viento les llevaría velozmente, a su destino.         En opinión de algunos. La Pinta gobernaba mal. Lo que aprovechan en su favor para justificar la supuesta lentitud de la carabela, que —dícese— invirtió dos semanas en recorrer las setecientas millas que la separaban de Bayona. Afortunadamente —para demostrar lo; contrario—contamos hoy con juicios muy autorizados sobre el particular de tales hechos.

 

En 1969, el Director del Museo Marítimo de Barcelona, Capitán de Corbeta, don José María Martínez Hidalgo, publicó un magnifico, y bien documentado estudio acerca de las naves de Colón, del que/ por la importancia que hace al caso, extraemos los siguientes párrafos: »

«En cualidades veleras (La Pinta) estaba a la par de La Niña: pa­rece ser que LA PINTA CORRIA ALGO MAS CON VIENTOS^ LARGOS y La Niña, en cambio, le aventajaba en la ceñida». («Las^ naves de Colón». José Ma Martínez Hidalgo. Edit Cadí Barcelona, •1969, pag. 148).

Navegar con vientos largos fue lo que, precisamente hizo Martín:, Alonso, para segurar la estabilidad de su nave e imprimirle una ma­yor velocidad. Maniobra que, por el contrario rehuyó Colón; y que;: censura en su comentario, el Sr. Fernández Duro: «Conocida la situación —dice— nada más fácil que dirigirse —con sur y sudoeste-a­viento en popa, a cualquiera de los puertos del norte de España; se aproximó a Cascaes, exponiéndose a caer en sus bajos, y logró enfi­lar la barra del Tajo, pero es evidente que ni la necesidad ni el peligre» aconsejaban acometer el puerto, antes por el contrario, había en la entrada riesgo voluntariamente corrido que se evitaría marchando a buscar las Rías Gallegas».

Digamos, para concluir que si La Pinta mantuvo la velocidad mí­nima de cuatro nudos —que era la que observaba el Almirante en el momento de ponerse a navegar a lo largo— tuvo, forzosamente que’ haber arribado el viernes 22 de febrero. Opinión que comparte, así-; mismo, el Sr. Martínez Hidalgo: «La Pinta había recalado en Bayo­na, cerca de Vigo, a últimos de febrero…» Y no en I.° de marzo como reza la actual lápida patrocinada por el Instituto de Cultura – Hispánica por razones que no acertamos a explicarnos, pero que —como profesionales de la mar y fieles seguidores de la Historia nos gustaría conocer.

 

 

«LA GALLEGA». ORIGEN DE LA NACIONALIDAD DE C. COLÓN

 

“LA GALLEGA”. “LA MARIGALANTE”.  “GUANAHANI” Y “SAN SALVADOR”.

46.Colón.Montevideo 1953En estos días termino de dar fin a uno de tantos libros que suelen escribirse sobre la vida y el origen de nacionalidad del gran Almirante gallego, Cristóbal Colón.

Se dice, y esto es ya voz corriente en todos los ámbitos del universo, que cierta potencia extranjera tiene diseminadas por el mundo entero legiones de individuos dispuestos única y exclusivamente para que se encarguen de propagar sus ideologías políticas a cambio del pago de muy buenas ?????. Hay quienes inclusive han vendido su patrimonio nacional a los agentes de esa potencia ante el brillo reluciente del maldito oro. De ello hemos tenido noticias casi a diario, y ello ha suscitado grandes trastornos políticos en muchas naciones de este pícaro mundo.

Pues bien, nosotros los gallegos, y digo los gallegos más que los españoles ya que es a nosotros a quienes pertenece defender nuestro patrimonio y nuestras cosas con dientes y uñas, tenemos que terminar por pensar que alguien hay entre sombras que paga a muy buen precio a toda esa serie de historiadores y escritores que sin escrúpulos de ninguna clase pretenden bajo todas las formas, negarnos el patrimonio y la nacionalidad del gran descubridor del Nuevo Mundo.

Hace ya varios años yo conversaba detenidamente con el ilustre filántropo don Ramón Peinador, uno de los hombres que más hizo por la difusión de las obras del inmortal escritor don Celso García de la Riega.

De sus palabras supe yo recoger excelentes datos que me sirvieron en muchas oportunidades para salir como salgo hoy a la prensa en defensa de uno de los más primordiales intereses de Galicia.

Cuando Cristóbal Colón falleció, su hijo Diego reclamó en herencia los títulos, privilegios y propiedades de las Capitulaciones de Santa Fe. El Rey don Fernando se opuso a dicho pedido y fue así como se inició el famoso pleito de los Colón que se falló muchos años después, allá por el 1536, otorgándoseles a los herederos del gran Almirante los títulos nobiliarios de Duques de Veragua y Marqueses de Jamaica, con los cuales se les reconocía la propiedad de importantes tierras en el nuevo continente, además de otros reconocimientos que se les hacía  en favor de los mismos.

Extraña muchísimo que ese hijo de Colón se llamase Diego y no llevase un nombre italiano, como extraña también que en los títulos otorgados no se mencionase un arraigo de descendencia italiana o portuguesa ya que son estos pueblos a los que los señores historiadores dan la patria de Colón.

A Cristóbal Colón se le da como caminando por todos los lugares de Europa menos por Galicia, y extraña enormemente una coincidencia de las palabras surgidas del gran Almirante a una pregunta hecha por el Escribano Mayor del Reino don Luis de Santángel cuando Colón había fracasado por culpa de la incomprensión de la Junta de Sabios reunida a pedido de los Reyes Católicos para resolver en definitiva la propuesta del inmortal gallego.

Sabemos que Colón después de mucho caminar de un pueblo para otro, llegó al pequeño convento de La Rábida, y que allí fue donde encontró el camino que habría de culminar con su brillante idea. Llevado a Palacio, los Reyes propusieron que las ideas del gran navegante fueran sometidas a la consideración de una Junta de Sabios en Salamanca, quienes después de estudiarlas, las consideraron impracticables. Pero Colón no desmayó en sus intentos, contaba con el apoyo incondicional del Duque de Medinacelli, y en un momento de lucidez del entonces Escribano Mayor de Palacio, don Luis de Santángel, persona muy rica y de gran influencia, salvó la causa de Colón cuando todo parecía definitivamente perdido.

Y he aquí una gran coincidencia que los señores historiadores y escritores pretenden dejar oculta bajo todos los aspectos.

Cuando don Luis de Santángel le dijo a Colón que sus ideas iban a tener realización, entre muchas preguntas le solicitó que le dijera en qué clase de embarcación tenía pensado realizar su magna proeza. Colón, sin vacilar un solo instante, le respondió: “yo conozco una embarcación con la cual se puede ir a cualquier lugar, por sus excelentes condiciones de navegabilidad”. El señor de Santángel, que conocía muy bien la clase de barcos que había en España por aquel entonces, se sorprendió ante la respuesta clara y concisa del gran Almirante.

 “¿Qué barco es ése del que me habla”?. Y Colón respondió de inmediato: “La Gallega o la Marigalante, hermosa nave que fue construida en el puerto gallego de Pontevedra y que ha dado muestras de sus grandes condiciones de navegabilidad en muchísimas oportunidades”.

 Si Colón no había estado nunca antes en Galicia; si Colón por el capricho incomprensible de ciertos malos historiadores y escritores no nació en Galicia, ¿cómo era que conocía tan de cerca las condiciones de esa nave?.

A esto, como a otras muchas razones poderosas, deben responder quienes andan por esos mundos de Dios pretendiendo robarle a Galicia una de sus más grandes glorias.

Cristóbal Colón,  y no Cristofforo Colombo, era hijo nato de Portosanto; allí muy cerca de su hogar nativo estaba el puerto de Pontevedra, allí había crecido y allí había dado sus primeros pasos como navegante. Y fue precisamente esa hermosa embarcación que se había llamado “La Gallega” o la “Marigalante”, la que había de servirle a él como capitana de su gloriosa epopeya.

Si Colón era genovés y allí se había criado, ¿no habría en ese puerto una nave que pudiera haberle servido al gran Almirante para su glorioso viaje? ¿No habría allí hombres capaces para poder acompañarlo en su empresa? ¿Tuvo necesidad de que otros dos insignes españoles, como fueron Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón, fueran los capitanes de “La Pinta” y “La Niña”?.

Mal hijo de un pueblo tiene que ser quien en una empresa tan gloriosa se olvide de su suelo natal en todos los órdenes; pues aparte de que Colón prescindió bajo todos los aspectos de hacerse acompañar por gentes que no fueran españoles, tampoco tuvo un solo gesto de recordarse de esa Génova que le dan como patrimonio para dedicarle un solo pedazo de tierra a esa nación.

Ya sabemos lo que dicen y lo que piensan muchos de los historiadores y escritores: Colón lo dedicó todo a España porque había sido quien lo había puesto en el camino de su gran aventura. Pero, desde el Puerto de Palos de Moguer hasta el último rincón de América, Colón sólo pensó en su verdadera patria, en España, y más que en España, en su suelo natal de Galicia. Ahí están como testigos mudos pedazo por pedazo de tierra conquistado; ahí está San Salvador, primer lugar de su arribo al nuevo continente llevando el nombre de su parroquia natal, la de San Salvador de Poio, en cuyos contornos nació quien tanto se discute todavía hoy a través de los siglos.

Nada de nombres italianos ni portugueses, ni en sus conquistas ni en su familia, nada que pueda justificar todo cuanto muchos asalariados pretenden escribir para menospreciar las glorias de España.

Ni un solo hombre de su tripulación que no fuera español, ni ninguna de las naves que no fueran hechas en España; y la grandeza de una raza que no sabe de claudicaciones, “La Gallega” o la “Marigalante” hecha en puerto pontevedrés, capitana gloriosa de la magna expedición que culminó con el descubrimiento de América, con ese imperecedero día 12 de octubre que se llama “Día de la Raza”, y que se seguirá llamando pese a que alguien pretenda llamarle Columbus Day. Lo que los demás puedan decir y mucho más cuando lo dicen personas ajenas por completo a nuestros sentimientos de raza e ideología, nos tiene muy sin cuidado a todos los españoles. España es demasiado grande para que un señor pretenda querer instituir en la Historia del Mundo una nueva modalidad al “Día de la Raza”.

España fue y sigue siendo vientre fecundo que da hijos para llevar la cultura y el progreso a muchos pueblos. Sabemos muy bien los españoles por quiénes somos perseguidos, y sin saber cuáles son las causas que les conciernen a esos otros ciudadanos que no son de nuestra raza, vienen a meterse en nuestra casa, en nuestras instituciones, e inclusive pretenden muchas veces apoderarse de ellas sin darse cuenta que los españoles somos condescendientes y brindamos la hospitalidad a manos llenas, pero tenemos el suficiente valor cuando llega la oportunidad, para expresar nuestro sentir y nuestros derechos.

Cristóbal Colón fue y sigue siendo motivo de discordia por parte de los incomprensibles, pero si para ciertos obcecados Colón no había nacido en España, sepan esos señores que Colón iba acompañado por más de un centenar de españoles, y que fueron los Reyes de España quienes hicieron posible el descubrimiento del Nuevo Mundo.

¿Querrán también robarnos esos derechos algunos historiadores y escritores? Nada puede ya tomarnos de sorpresa; un día de éstos alguien nos brindará unas páginas en que nos digan que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón son nacidos en otro lugar que no era España, y que fueron llevados allí por obra de la casualidad. A España se le roban así sus privilegios y sus glorias; a España se la tilda de muchas cosas infames, sin darse cuenta esos señores que de tal la tildan, que España no es un pueblo de esclavos porque España sabe morir desangrándose en defensa de sus virtudes y de sus glorias.

Que sigan los asalariados escribiendo miles de páginas propagando a todos los vientos la incierta nacionalidad de Cristóbal Colón. Galicia, y con Galicia está España en pie dispuesta a justificar la nacionalidad del gran Almirante, que sigan ciertas potencias extranjeras ajenas al sentimiento de grandeza de España instituyendo el Columbus Day y otras cosas más pretendiendo borrar de la historia el Día de la Raza. América latina, la verdadera América sabe muy bien de la historia gloriosa de nuestro pueblo, de ese pueblo en que no hay que mezclar para nada ideologías políticas ni religiosas para sacarle grandezas; nosotros, los que hemos nacido a las orillas de las costas de las Rías Bajas gallegas, sabemos muy bien de las enormes virtudes de nuestro pueblo y de la hospitalidad generosa de los pueblos llenos de nobleza como el Uruguay, fortalecemos nuestro espíritu de lucha en procura de defender lo que otros pretenden arrebatarnos.

Que tengan muy en cuenta quienes tanto daño nos hacen, estas humildes líneas que no saben sino expresar la verdad, porque la verdad fue también la respuesta de Colón a Luis de Santángel cuando éste le preguntó en qué clase de embarcación iba a realizar su gloriosa jornada.

Cristóbal Colón había caminado mucho según los historiadores, pero Cristóbal Colón no conocía otra embarcación que reuniese las condiciones de “La Gallega” para su magna empresa. ¿No es esto una casualidad? Quizás lo sea para quienes hacen hincapié en negar a Portosanto como lugar de nacimiento del gran Almirante, pero vuelvo a repetir que los hechos nos ponen frente a la realidad.

Guanahani, primitivo lugar donde arribaron las tres gloriosas carabelas, era una isla que los primitivos llamaban así; y Colón de inmediato le cambió el nombre por el de San Salvador. ¿No tenía acaso otro nombre en su mente el ilustre navegante que no fuera ese?.

Se piensa en la patria cuanto más alejado se está de ella, y a Colón le dieron verdadera nacionalidad “La Gallega”, cuando don Luis de Santángel le hizo la pregunta en qué iba a navegar y luego más tarde el glorioso 12 de octubre de 1492, el primer pedazo de tierra del Nuevo Continente.

Serán éstas casualidades, pero la historia nos ha dejado a los españoles esas dos coincidencias que nos hablan más que de sobra y nos dicen con toda veracidad cuál era la verdadera patria de Cristóbal Colón.

Eduardo García del Río

 “Los Españoles en el Uruguay”

 Montevideo, 6 de febrero de 1953

Nueva prueba sobre el origen gallego de Colón, por Joaquín Pesqueira

Nueva-prueba-origen-colonPublicado en la revista Finesterre en  marzo de  1944.-

EL pleito relativo a la patria de Cristóbal Colón sigue y seguirá siendo una cuestión viva, palpi­tante. Cuando parece que los historiadores e in­vestigadores han olvidado el asunto se descubre de pronto un nuevo dato, un nuevo documento, y el pleito vuelve a recobrar acuciante actualidad. Tal acontece ahora con la tesis famosa de D. Celso García de la Riega relativa al probable origen gallego del des­cubridor de América. Apagada la enconada polémica que, por celillos locales, sostuvieron hace algún tiempo en la prensa regional algunos eruditos, he aquí que aparece un documento de singular y verdadera impor­tancia. Y con un simple espíritu informativo, nos vemos obligados a escribir acerca de este manoseado y discu­tido problema histórico.

Sería excesivamente lato volver a exponer con proli­jidad de detalles los antecedentes de la debatida doc­trina propugnada por primera vez en 1898 por el histo­riador pontevedrés Sr. García de la Riega y ampliada, ordenada y razonada luego, en 1913, en su célebre libro «Colón, gallego»; y, asimismo las derivaciones y críticas que tuvo y ei hallazgo de otros documentos. Todo ello es ya de sobra conocido por los estudiosos, Pero por si fuese necesario, para una mayor ilustración, para un más completo y exacto juicio, remitimos al lector cu­rioso a la consulta de otros dos libros interesantes y complementarios de aquel primero: «España, patria de Colón», de D. Prudencio Otero Sánchez (Biblioteca Nuevá-Madrid, 1922) y «La Patria de Colón», del abo­gado doctor Rafael Calzada (Buenos Aires 1920).

No obstante, por la relación que guardan con el nuevo documento aparecido, es preciso recordar que hace años, nos referimos a dos de los citados en esos libros: una escritura de foros, de 26 de Febrero de 1731; que poseía mi tío e! médico de Pontevedra Dr. Joaquín An­tonio Piñeiro Blanco, (hoy en poder de una hermana mía) y una inscripción en el Registro de la Propiedad de Pontevedra, de fecha 9 de Marzo de 1775. En la pri­mera se especifica que en aquel entonces cobraba rentas forales en Pontevedra y pleiteaba con el Monasterio de San Juan de Poyo D.íl Catalina Colón de Portugal, por tres casas en el barrio de las Corbaceiras, frente a Porto Santo, lugar en que se ha supuesto siempre que nació el almirante. El segundo documento es la inscrip­ción de otro foro que hace el representante en Ponteve­dra de D. Miguel Colón de Portugal, minero y vecino de Méjico. Está perfectamente demostrado que los Colón de Portugal son los descendientes verdaderos del des­cubridor, pues aun hoy los duques de Veragua llevan ese apellido: Colón de Portugal. Cuando en el año 1575 vacó el ducado de Veragua, por falta de varón en la sucesión directa, el título y sus vínculos—después de un largo pleito, en el que tomaron parte Colombos y Co- lumbos de Italia—le fueron concedidos a Sa parienta más cercana del almirante: otra D.a Catalina Colón de Portugal, casada con el Duque de Gelves. Más: precisa­mente, durante ese difícil pleito, visitó a Pontevedra el «Muy magnífico y Reverendísimo Señor Maestre Don Cristóbal Colón», hijo natural del adelantado Bartolo­mé de Colón, hermano de! descubridor, según consta en actas de! Gremio de Mareantes (1575 y 1576) y de la Cofradía de la Santísima Trinidad (28 de Diciembre de 1576). Y cabe naturalmente preguntar: ¿No buscaría en Pontevedra el maestre Colón antecedentes de la familia para dirimir este pleito? ¿Cómo y por qué poseían aún, casi dos siglos después, prooiedades y rentas en Ponte­vedra los Colón de Portugal?

Pensando en eso y comentándolo, nos permitimos en aquella ocasión apuntar una idea: que si se quisiera de verdad esclarecer definitivamente algún día este intere­sante asunto de la oriundez galaica de Cristóbal Colón, sería imprescindible labor futura de los eruditos la de buscar con paciencia, de un modo preferente y casi exclusivo, la ascendencia de esos Colón de Portugal del siglo XVIII. No estábamos desencaminados, por cierto, al escribirlo así. Y ¡o prueba de una manera fehaciente el importantísimo documento aparecido, y que poseen ios herederos del abogado Don Luis Gorostola.

Helo aquí:

«En Bandeira jurisdicción de Irardeza a cinco días del »mes de Mayo de mil setecientos noventa y seis, por «ante mí Escr0 y testigos que a lo último serán señala- »dos personalmente constituidos de una parte el Exce- »lentísimo señor Duque de Beragua y Dijo que desde »hoy día de la fecha y para todo de siempre jamás por »sí y sus herederos vende y da en venta Real perpetua »a Don Francisco Troitiño, que también compra y se «halla presente vecino de la feligresía de S. Bartolomé »de pereira jurisdicción de montes que también compra »para sí y los suyos y a saber lo que el primero le vende »y da en esta dicha venta Real y perpetua la heredad «llamada puntada sita en porto santo de poyo destinada »a labradío biñedo Robleda y pina! con su casa de «cuartos bodega lagar y cuadra linda Norte muro na- »cíente y medio día rio que ía separa poniente muro y »arroyo lleba en sembradura ciento diez ferrados poco »más o menos también le vende el derecho a percibir las «rentas que en dicha casa se cobra y de todo ello le »entrega las escrituras que lo contienen y le pertenecen «al Excmo. Señor Duque de Beragua por herencia de »sus finados padres todo lo relacionado vende y da en »esta dicha venta Real y perpetua al D. Francisco Troi- »íiño con todas sus entradas y salidas aguas de riego «libres de toda carga real ni otras pensiones en precio »de cuarenta y ocho mil reales de vellón que entrega en «este acto el comprador al vendedor a la presencia de »mi Escribano y testigos de ía expresada cantidad le «otorga recibo y carta de pago lisa y llana de que cer- «tifico, confesando como confiesa que las referidas he- »r-edades no valen más ni menos y en el caso de que «haya alguna mayoría le hace Gracia y donación perpe- »tua e yrrebocable todo el que tiene podía aber y tener «a lo que lleva vendido se aparta y a sus herederos y lo «cede renuncia y trasfiere en el comprador o en los «suyos como mejor le conbenga y como autoridad de «justicia pueda tomar la posesión Real y personal y se «constituye en precario poseedor y se obliga con su apersona y vienes que lo lleva vendido lo será cierto y «el comprador acepta la venta hecha a su favor y para »que mejor se cumpla dieron todo su poder a las Justi- «cias de S. M. como por si esta carta y lo en ella conte- «nido .fuese sentencia definitiva de juez competente «pasad una cosa juzgada y renuncias a todas las Leyes «de su favor y la que los prohíbe así lo dicen v otorgan «siendo testigos de presente Juan Carreira Roque do »Santo Antonio Bueno y Francisco Ferros vecinos de «esta pa y de todo ello certifico.—Yo el Duque.—Fran- «cisco Troitiño.—Ante mí Antonio Tomé».

Como se ve, el Duque de Veragua, descendiente de Colón, vende «la heredad llamada Puntada, sita en Por­to Santo, de Poyo», «que le pertenecía por herencia de sus finados padres». . Y ahí va una coincidencia asom­brosa, sensacional: Basándose en la tradición, que aun se guarda, desde que T). Celso García de la Riega co­menzó en 1898 a exponer públicamente su discutida tesis, indicó como seguro lugar del nacimiento del almi­rante, precisamente, claramente, la casa llamada de la Puntada, en Porto Santo, feligresía de San Salvador de Poyo Pequeño…

GALLEGOS ILUSTRES

GALLEGOS   ILUSTRES

                 Este año se cumple el 135 aniversario de la muerte del poeta y escritor Francisco Añón Paz, escritor del cual Xosefina tiene publicada su biografía (foto adjunta) que tanto reclamaron escritores, políticos y otros personajes de nuestra tierra. Es motivo por el cual os envío este artículo inédito, desconocido y, cómo no!, todavía actual.

                 “Hace cincuenta años, la Real Academia Galega, al conmemorar su fallecimiento, trató de trasladar sus restos mortales a Galicia, pero desgraciadamente esta laudable empresa no pudo ser coronada por el éxito. ¡Francisco Añón estaba irremediablemente perdido en el osario común de un cementerio madrileño!. Pese a esta frustración, los más importantes escritores de aquella época tuvieron para el poeta de Boel un acendrado recuerdo. Vilar Ponte lo ensalzó con frases fogosas, plenas de encomio, lamentándose de que nadie hubiese escrito su completa biografía; pero lo que ni tan siquiera pudo presentir el famoso escritor y político, era que iban a transcurrir otros cincuenta años, y que esta vez no iba a tener nuestro poeta ni tan siquiera un recuerdo.

                El 20 de abril de 1978, cuando se cumplieron los cien años de su fallecimiento en triste soledad en una de las salas del madrileño Hospital de la Princesa de Madrid, yo intenté despertar su memoria desde estas columnas de “La Voz de Galicia” pero el éxito no acompañó mis propósitos, y tan sólo Radio Popular de El Ferrol tuvo para Francisco Añón un emotivo recuerdo.

                Actualmente, hay una calle en La Coruña que lleva su nombre, pero los pocos versos que de él se conservan apenas se conocen, y sin embargo sus poesías son sumamente hermosas y vibra en todas ellas un profundo amor a Galicia que es casi una adoración. Por algo se le llamó “El Patriarca” y “El Poeta de los Himnos”, habiéndosele dado este último nombre por esas composiciones poéticas que tienen una expresión lírica inconfundible. Se dice que no era amigo de escribir sus versos y que los guardaba simplemente en su portentosa memoria, por eso, a su muerte, quedaron desperdigados y muchos se perdieron definitivamente.

                En 1888 Martínez Salazar trató de recopilarlos y los editó bajo el título de “Poesías Gallegas y Castellanas” en su Enciclopedia Gallega. Años después, en 1920, publicó Eugenio Carré una edición en “Follas Galegas”, con una selección de las poesías de Añón en nuestro idioma acompañadas de una breve biografía. Esta obra se reeditó en 1927 sin que hasta la fecha nadie haya vuelto a acordarse de dar a conocer a las actuales generaciones la obra magistral de Francisco Añón. Bien es cierto que, en el cuarto año de su celebración, se le adjudicó el Día das Letras Galegas; merecido homenaje para este gran hombre que había nacido en Boel, parroquia de Sierra de Outes, aquel ya tan lejano día del 9 de octubre de 1812.

                Siendo todavía casi un niño, ingresó en el Seminario de Santiago de Compostela, el cual abandonó ya en la adolescencia, cambiando –según dice Eugenio Carré-  los ideales de la fe por los de la libertad, añadiendo también, que “el poeta que comenzó cantando la santidad de las cosas, acabó siendo ya más que indiferente… un incrédulo”. Cuesta trabajo pensar que un hombre con la sensibilidad de Francisco Añón que rebosa amor por la naturaleza y todo lo creado, tuviese el alma vacía de fe. Yo que he leído una y otra vez sus versos, me resisto a creerlo. Pienso que Francisco Añón era de esos hombres justos y buenos que, quizás sin saberlo, llevan a Dios en su alma, muy dentro de sí mismos. Su vida de hombre sencillo, con una simpatía arrolladora, se desborda a través de sus versos. Las contrariedades de la vida no transformaron su carácter; ni la expatriación ni la miseria pudieron extinguir aquel inalterable amor y adoración al terruño… Acostumbrado a los reveses de fortuna, no demostró nunca gran aflicción por las contrariedades, y se dio el caso de que cuando en 1861 se presenta en La Coruña a los Primeros Juegos Florales con una hermosa poesía, no se sorprende que no le sea entregado el primer premio que, absurdamente, se declara desierto, mientras que se le concede un accésit a él y otro al escritor Benito Vicetto, y mientras este último no puede evitar su desengaño e incluso abandona momentáneamente a Galicia, Francisco Añón no se inmuta por ello y continúa su vida en la capital de España cada vez más difícilmente y con más penurias. Prueba de que solía tomarse la vida con cierto humorismo, lo deja plasmado en una amena composición poética, escrita cuando ya estaba gravemente enfermo de hepatitis, enfermedad que, tras una intervención quirúrgica, acabaría llevándole al sepulcro.

                Se titula la poesía “A miña enfermedá”.

 Posiblemente no es una de las mejores que ha escrito, pero hay en ella una muestra de ese carácter genuinamente galaico que el poeta conservó hasta última hora. Transcribo a continuación sólo cinco estrofas, ya que es bastante extensa:

                               “Fraco como un asubío, con tres enemigos loito,

                               enfermedá, fame e frío, e da miña vida o fío

                               vaise adelgazando moito.

                             

                               Despois de fortes dolores, tiven derrame de bilis

                               con revolvición de humores; pero os demos dos doutores

                               non teñen dado có busilis.

                              

                               Engullín homeopatía con pouca fe e esperanza,

                               máis atopei certo día a un médico de Braganza

                               que de antigo coñecía…

                               -Diaño! Cómo está de amarelo!

                               Pois… meu caro amigo eu hacho que d’esta s’escapará,

                               máis de mañá tomará raíz de carquexa macho

                               con seis chavanes do chá.

 

                               A o herbolario Garduña pedinlle: macho carquexa

                               entre dentes refunfuña e por pouco m’esgaduña

                               se non entro nunha igrexa.

 

                               De duros unha poutada poderá curarme a hepatitis

                               enfermedá conxanada cando ven acompañada

                               dunha gran sindineritis…”

                                                                                                              (Madrid, 1878)

Pocos días después Francisco Añón moría completamente solo, sin el postrer consuelo de una mano amiga que pudiese cerrar para siempre sus ojos. La numerosa colonia gallega de Madrid tardó días en enterarse de su muerte, y poco a poco la humana indiferencia fue cerniéndose sobre su tumba olvidada en un cementerio madrileño.

Francisco Anon

Yo he rememorado a Añón en los primeros días de noviembre, en el que el recuerdo de los muertos surge pujante. He releído sus versos y, ante la Cruz de los Olvidados del cementerio de mi ciudad, deposité un puñado de doradas flores de tojo y una rama de laurel a la memoria del poeta; y el perfume que entre sus hojas llevaban de los campos de Galicia, quizás pudo vagar por el infinito hasta el alma sensitiva de aquel hombre que no llegó a cumplir su último y anhelante deseo:

    “Mesmo entrar no quixera na Groria

                                                       Sin primeiro pasar por ahí… “ (Galicia/Boel)

                                                                                     Josefina López de Serantes

 

 

 

LA PERSONALIDAD DE UN COLÓN JUDÍO Y DE ORIGEN GALLEGO

02.Artº 21.(V).Colón.La personalidad...a

Al leer hace varios meses el conflictivo Caballo de Troya, de Juan José Benítez, me sentí confundida y sorprendida al enterarme de que, según el citado escritor, en una cumbre de científicos y especialistas reunidos en 1971 se había designado a un polémico militar estadounidense para realizar un viaje de retroceso en el tiempo, proponiéndose para ello tres momentos trascendentales en la historia de la humanidad.

El primero se refería a los años treinta de nuestra era, señalándose los últimos días de la pasión y muerte de Jesús de Nazareth.

En el segundo intentaban trasladarse al año 1478, estudiando la personalidad difícil, enigmática y misteriosa de Cristóbal Colón, eligiendo para ello los años que el descubridor del Nuevo Mundo vivió en la isla portuguesa de Madeira.

Finalmente, el tercer momento histórico se situaba en marzo de 1861 en América del Norte, con el objeto de conocer con exactitud los antecedentes de la Guerra de Secesión y la personalidad de Abrahán Lincoln.

Pero este último proyecto no despertó el suficiente interés, ya que, según se afirmaba, suponía un «riesgo» para los exploradores del pasado el verse inmiscuidos en aquella cruenta guerra. De este modo, se eligieron para investigar los últimos días de Jesús de Nazareth, sobre los cuales ya tanto se ha escrito y que, además, las recientes investigaciones científicas sobre la Sábana Santa habían aportado importantísimos datos.

A Cristóbal Colón se le desechó porque, al parecer, no existía exactitud en ciertas fechas, aunque es casi seguro que en 1478 residía aún en la isla de Madeira, donde, según se aventura a afirmar J.J. Benítez, «su suegra regentaba una taberna».

Esta sorprendente conclusión a la que, según el escritor, se llegó por medio de científicos estudios, me causó profunda sorpresa, puesto que, aunque no son muchos los datos que se poseen sobre la esposa de Colón, importantes investigadores históricos han coincidido al afirmar que Felipa Muñiz de Palestrello era de familia noble, precisamente por parte de madre, muy conocida, estimada y emparentado con el entonces arzobispo de Lisboa.

El padre de Felipa era el piloto de origen italiano Bernardo de Palestrello, unido por lazos familiares con los Brangança y que había llegado a ocupar el puesto de gobernador en Porto Santo, en la citada isla de Madeira, habiendo, por lo mismo, que descartar sin concesiones el asunto de la taberna.

Pero si aceptásemos la posibilidad de tan hipotéticos viajes y se escogiese a Cristóbal Colón como tema de estudio y se consiguiese retroceder en el progreso del tiempo, siguiendo en sentido inverso la trayectoria de la vida del ilustre navegante, es casi seguro que del Porto Santo portugués se iría a parar al Porto Santo de Pontevedra. Y de este modo, las ruinas de la histórica vivienda

02.Art21.Colon.La personalidad...bque, aunque mal conservadas, todavía subsisten, recobrarían vida y pujanza bajo la luz del sol, y un muchacho de alborotados cabellos rubio-rojizos y mirada azul aparecería en el umbral de aquella casa que hoy no es más que un montón de piedras ruinosas.

Si este quimérico proyecto fuese posible de realizar, se desvanecería ante el mundo el misterio de la patria de Colón, porque ahora, casi cinco siglos después del descubrimiento del Nuevo Mundo, ha llegado el momento de pregonar el origen del almirante. Y la gloria de Cristóbal Colón nunca será menor si se comprueba su ascendencia judeo-galaica, porque se comprenderán y respetarán los motivos que tuvo el insigne navegante para hacer de ello un misterio.

Actualmente, sería de sumo interés poder revisar los trabajos que en 1927 publicaron el coronel inglés Mansfield y su esposa Carlota, ya que ambos historiadores, sin que les moviese en ello ningún interés personal, se pronunciaron abiertamente por el origen gallego de Cristóbal Colón tras largos y minuciosos estudios.

Las citadas investigaciones estaban comprendidas en catorce capítulos. En los seis primeros se demostraba con toda minuciosidad que Colón, no podía ser italiano. El séptimo se dedicaba íntegramente a aprobar que Celso García de la Riega era un meritorio historiador que jamás había cometido los errores que le achacaban sus adversarios. Y en los siete últimos capítulos exponían sus investigaciones personales, que les habían llevado a la conclusión de que el gran almirante era gallego y, por lo tanto, español.

Como por aquellas fechas el diario ABC convocó un concurso para esclarecer la patria de Colón, ofreciendo un premio de cincuenta mil pesetas, se presentaron a la convocatoria dieciocho trabajos, entre ellos el de los esposos Mansfield y uno muy documentado e interesante de Luis Suárez Pumariega, de La Coruña.

Pero, habiendo pasado un año, el citado tribunal hizo público su fallo declarando el concurso desierto, puesto que no consideraban suficientes las pruebas de la nacionalidad española de Colón, aunque también reconocían que, con toda seguridad, el Cristofforus Columbus nacido en Génova nada tenía que ver con el almirante. Y como broche final de todos estos hechos, un importante diario gallego, con fecha 24 de noviembre de 1928, escribía lo siguiente bajo el título de ¡No más Colón!:

«Ya es hora de ir poniendo fin a este espectáculo de que cada día un señor le atribuya un nuevo lugar de nacimiento. Duerma en paz el almirante, que si quiso ocultar donde nació justo es que se salga con la suya».

Sin embargo, es indudable que Cristóbal Colón descansará definitivamente en paz y con gloria el día que se proclame ante el mundo esa patria que él se vio obligado a ocultar por las difíciles circunstancias políticas y religiosas de su época, puesto que nos dejó testimonios evidentes de que lo que pretendía era que, con el paso de los siglos, cuando ni a él ni a sus descendientes perjudicase su origen, éste fuese proclamado y conocido por todos. De no ser así, ¿qué otro fin podría tener el ir denominando con nombres netamente gallegos los lugares y las tierras que descubría?.

02.Artº 21.Colón.La personalidad...c

Y algunos de ellos son tan significativos como San Salvador, Porto Santo, Santiago, La Gallega, Lobeira, Santo Tomé, San Nicolás, La Lanzada, Pernas, Aguda, La Estrella, Pórtico de la Gloria, Miño, Jallas, Bao y otros muchos nombres más que tienen su homónimo en las rías gallegas, especialmente en Pontevedra.

Entonces es inevitable el preguntar, ¿qué era lo que Colón se proponía al dejar a la posteridad este inmutable e imperecedero testimonio.

 

El Ideal Gallego, 5 de Junio de 1988

Josefina López de Serantes

GALICIA Y EL MAR. por Xosefina López Serantes

02.Art 18.Colon.Galicia y el marNacida en una ciudad donde el mar se vislumbra por todas partes, asocio en mi mente desde los primeros años de mi vida, la idea de tierra y mar, y al nombrar a Galicia evocaba costas bellas y recortadas batidas por las olas. Sin embargo, fue ya en la adolescencia cuando esta idea, casi innata en mi, tomó la firmeza y consistencia que había de permanecer inalterable a través del tiempo.

Sucedió un día en el Instituto; el catedrático, fallecido ya, nos leía un trozo de un discurso pronunciado por uno de los más grandes oradores que ha tenido España. No recuerdo las frases literales, pero sí lo esencial, quizas lo más hermoso: Decía el orador, que “Dios, antes de lanzar el mundo a los espacios, lo tomó en una de sus divinas manos y se detuvo a mirarlo  amorosamente unos instantes. Entonces, surgió el primer milagro: las huellas de los dedos de Dios quedaron para siempre impresas en la tierra recién formada, dando origen a las bellísimas Rías Galegas”. Y, desde entonces, siempre que evoqué en mi mente a Galicia, incluso a través de la aridez del estudio, sentía resurgir en mí aquel hermoso y legendario origen. Transcurrieron los años pero en mi mente y en mi corazón, la imagen de Galicia y el mar perduraron  unidas,  llegando entonces a comprender esa instintiva atracción que siente todo galego hacia el mar; y no sólo me refiero a los navegantes ilustres, sino también, y de un modo especial, a esos humildes marineros, héroes ignorados que se juegan diariamente la vida por el sustento de los suyos.

Hombres  sencillos,  buenos y nobles que, desde muchas generaciones atrás despertaban la atención de las mociñas casaderas, según denota el antiguo y popular cantar:

“Mariñeiro quero, madre,

marilleiro m’han de dar;

se non me dan mariñeiro,

solteiriña hei de quedar.»

 

De esta atracción hacia el mar surge la profunda devoción a la Virgen María, bajo distintas advocaciones. Y es siempre Ella, la Madre de Dios, a la que se implora bajo el nombre de Nuestra Señora del Mar, Virxe da Barca, Nosa Señora d’o Nordés, la cual en la ladera del monte Chamorro donde se vislumbra un paisaje de maravilla desde su rústico trono de piedra, protege a los navegantes que, desde tiempo inmemorial, la saludan devotamente al entrar en el puerto. Y, de un modo especial, sobre las distintas devociones, un nombre tan nuestro, tan de Galicia: «La Virgen del Carmen», la que tiene un altar en cada capillita de aldea y en el corazón de cada familia de marineros, la que se invoca en las noches de galerna y la que pende en el escapulario sobre el pecho de los más rudos hombres de mar.

Se podría escribir tanto de ese instinto de atracción del galego hacia el mar…

A través de la historia podemos recoger múltiples ejemplos, y quizás aunque muchos la juzguen paradójica, predomina la tesis, amparada por numerosos estudios, sostenida por el Padre jesuíta Tomás Barreira, en la cual afirma que el insigne navegante Cristóbal Colón era Galego.

Cierto es que muchos menosprecian esta idea, pero la obra del ilustre jesuíta es fruto del estudio de muchos años, y continuación de la emprendida por don Celso García de la Riega. Y la verdad es que después de haber leído los convincentes argumentos del sabio historiador, no podemos menos que preguntarnos: ¿Por qué dudar de que el más grande navegante de la historia nació en Galicia? ¿No es, acaso posible que a fuerza de mirar hacia la inmensidad del océano desde su infancia, naciera en él el anhelo aventurero de lanzarse a través de sus aguas, en busca de algo imposible e incomprendido para todos los que no poseyeran su inteligencia y valor?.

Así, en esta región donde el mar y la tierra parecen unidas en unas nupcias eternas es posible el sortilegio, la leyenda y la maravilla. Es todo posible por la influencia de ese encanto inigualable que quizás tenga realmente su origen divino en esa inconfundible armonía de horizonte y mar.. mar y tierra…

 

  La Noche, 14 de Julio de 1967

Xosefina López Serantes