Eva Canel

 

Eva Canel

Siempre tratándose del patriotismo de doña Eva, afirma la escritora que gracias a la reina Isabel la Católica y su ayuda, Cristóbal Colón realizó su gran obra descubridora. Eva Canel trata el tema del descubrimiento de América en dos conferencias publicadas en 1907, «Isabel y Colón» y «La cuna de Colón». En «Isabel y Colón» afirma tajantemente que Colón fue un vivo nacido en Pontevedra

Recordando a Eva Canel

Eva Canel nació en Coaña (Asturias) el 30 de enero de 1856, sin llamarse exactamente tal como la conocemos, sino Agar Eva Infanzón Canel. Por lo que igualmente podía haberse llamado Agar Infanzón, siendo Agar nombre no menos bíblico que Eva. Su padre era el médico Pedro Infanzón y la madre, Epifanía Canel Uría; a la muerte del padre en un naufragio, la familia se traslada a Madrid, y la joven Eva se propone dedicarse al teatro, siendo a los 15 años una actriz muy prometedora. Pero como en tantos otros casos, se interfirió el amor, modificando su destino. El responsable fue Eloy Perillán Buxo, escritor de ideas republicanas muy exaltadas, director de una revista satírica rotulada «La Broma». En 1874 Perillán publica un panfleto tan inconveniente que la prudencia le aconseja exiliarse, como anteriormente personas prudentes le habían aconsejado que no publicara el libelo, y a Eva, actriz en ciernes, no le queda otro remedio que ponerse al frente de «La Broma», con tan sólo 17 años de edad; y la mantiene a flote hasta que al cabo de un año Perillán la reclama para que se reúna con él en Bolivia. De este modo, comienza la fascinante aventura americana de Eva Canel, que reúne diversas singularidades. En primer lugar, las mujeres de su época no emigraban ni se dedicaban al periodismo. Tampoco los que marchaban a las Américas lo hacían con el proyecto de ser periodistas o literatos en general, aunque hay excepciones, como Atanasio Rivero, Alfonso Camín, Constantino Cabal y Constantino Suárez y la propia Eva Canel, quien se inicia en el duro oficio porque, una vez cruzado el charco, encuentra que Perillán es director de una revista titulada «El Ferrocarril», que cuenta con un único redactor, colaborador, administrador y repartidor: el propio Perillán. De manera que no le queda más remedio que echarle una mano y, así, Eva se pierde para el teatro y nace para el periodismo y para la literatura.

La obra periodística de Eva Canel es muy amplia: abarca muchas publicaciones y muchos países. En Perú, el matrimonio funda «La Noticia» y «El Comercio Español» y colaboran en «El Comercio» y «El Perú Ilustrado». En 1882 pasan a Buenos Aires para fundar «El Petróleo». A Perillán parecen arreglársele las cosas en España, por lo que regresa, pero no encuentra ambiente para continuar sus campañas demoledoras en favor de la República, de manera que vuelve a América, dejando a Eva Canel en Barcelona, sola y con un hijo, y él muere al poco tiempo. Eva tiene que seguir emborronando cuartillas para sobrevivir, colaborando en periódicos españoles y americanos, al tiempo que publica sus primeros libros: «Cosas del otro mundo», volumen misceláneo que reúne relatos de viajes, misceláneas y cuentos; las novelas «Trapitos al sol» y «Manolín», aparecida en La Habana en 1891 y reeditada por el Ayuntamiento de Coaña en 2006; también estrena una pieza de teatro, «La mulata». Ese año 1891 Eva Canel aparece en La Habana y poco después tiene la oportunidad de ir a Chicago como corresponsal para informar sobre la Exposición Universal celebrada en aquella ciudad: allí queda su hijo, quien con el tiempo se haría ingeniero y todo un gringo, mientras la madre, instalada en La Habana, funda la revista «La Cotorra», publica la novela «Oremus», pronuncia conferencias, actúa como secretaria de la Cruz Roja y estrena en 1895 «El indiano», una comedia bastante disuasoria sobre la emigración. Eva Canel, que había observado el fenómeno de cerca y lo había padecido, figura entre sus críticos más sagaces y constantes. Al producirse la independencia de Cuba en 1898, recoge los restos de su marido para darles el reposo definitivo en Coaña, pero al año siguiente regresa a América, bien que al hemisferio sur: en Buenos Aires sigue fundando periódicos y revistas y colaborando en otras publicaciones ya fundadas, y continúa estrenando piezas teatrales y publicando obras, no sólo de ficción, sino también de planteamientos polémicos como «El divorcio ante la familia y ante la sociedad», «Las ambiciones de los sajones de América y la necesidad de unión entre los latinos del Nuevo Mundo», «Por la justicia en España», etcétera. Y así va pasando su vida, en un constante ir y venir de España a América, bien a la del Norte o a la del Sur, y de América a España. Al final de sus días recibió diversos reconocimientos, incluida la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice, otorgada por el Papa Benedicto XV: todo lo cual no le evitó morir pobre en Cuba, en el año 1932. Probablemente, ninguna otra mujer asturiana es equiparable a Eva Canel en la gran aventura de América.

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