Colón en el Congreso de los Diputados

Con el fin de dar a conocer a cuantos pueda interesar la afirmación, una vez más, del origen hispano del insigne Cristóbal Colón Fonterosa, descubridor del Nuevo Mundo, reproducimos, pues, para su difusión la notable interpelación hecha en el Congreso de los Diputados, por el bri­llante orador parlamentario D. Emiliano Iglesias; excitando al Gobierno a que miembros de la Real Academia de la Historia, se trasladen a Pontevedra, a fin de comprobar en dicha ciudad cuantos datos y referencias evidencian ser la citada ciudad gallega, cuna del gran Almirante de las Indias.

Ello nos llena de regocijo y satisfacción, en ver que la tesis del genial la Riega, será admitida universalmente dentro de poco, y a España le corresponde toda la gloria del descubrimiento de América.

RUEGO que el Diputado a Cortes por Barcelona, D. Emiliano Iglesias Ambrosio, dirigió al Gobierno para que una Comisión de Académicos practique investigación en Pontevedra acerca de la patria del inmortal navegante Cristóbal Colón.

 

Emiliano_IglesiasCon la venia del Sr. Presidente, dijo:

El Sr. Iglesias Ambrosio: Para dirigir un ruego al Gobierno, puesto que debe ser, a mi juicio, cues­tión de Gobierno el atenderlo, porque se refiere a cosa que afecta a la gloria de España.

Cuando ayer tarde oía yo las levantadas palabras del Sr. Presidente del Consejo de Ministros exci­tando a todos los nacionales para que exaltáramos el sentimiento de la Patria, pensaba en el descuido en que constantemente tienen los Gobiernos las ini­ciativas de los pueblos como si éstas no merecieran aquella atención preferente que determina el ser expresión de la voluntad de los mismos y de ese le­vantado espíritu patriótico a que hacía referencia el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

La región gallega, preferentemente la ciudad de Pontevedra, durante estos veinte años del siglo que corre, viene realizando una labor meritísima para averiguar el origen del inmortal descubridor de las Amérieas. Las dudas que sobre su nacimiento ha ha­bido siempre, originadas por testimonios irrecusa­bles de los que le trataron, como Bernáldez y el pa­dre Las Casas; por el testimonio de su propio hijo Fernando; por el examen crítico de su institución mayorazga; por el fracaso ruidoso de la genealogía colombiiana, y por otra multitud de elementos pon- derables que no son del caso exponer aquí, pero que tienen una fuerza incontrastable, han exicitádo a personas insignes, a investigadores a los que la Pa­tria debe reconocimiento, a procurar poner en claro el origen del Almirante. Y primero, el insigne pon­tevedrés investigador, don Celso García de la Riega, en un memorable libro que se titulaba “Colón, espa­ñol”; más tarde el Dr. Rodríguez, de grata memoria, y otros pensadores, como el Sr. Enrique Ma de Arribas, en el Ateneo de Madrid, abrieron brecha para que, des­pertándose en Amériaa el interés por conoicer el origen del descubridor de aquellas tierras, se vinie­ran acumulando datos y se vinieran prestando con­tribuciones históricas que permitieran en un día de­terminar, de una manera clara y concreta, que Cris­tóbal Colón era español, punto fundamental que es preciso verificar una vez descartada la hipótesis de italianidad, syempre puesta en entredicho, pero hoy eliminada por completo gracias a la labor de esos hombres y otros muchos que no cito.

Hace unos días, recientemente, se ha publicado un libro que viene a contribuir a esta obra de reivindi­cación de la nacionalidad del inmortal Almirante, y en ese libro a que me refiero, publicado por un gallego, a quien rindo desde aquí el homenaje de mi admiración, por don Prudencio Otero Sánchez, documentalmente, con pruebas que no dejan lugar, a duda, completando la labor, verdaderamente, fundamental, del ilustre Rafael Calzada, ex Di­putado por Madrid, de una manera rotunda se de­termina, como si fuera hecha con un diagnóstico di­ferencial, la eliminación de que Cristóbal Colón fue­ra italiano. Esta vindicación histórica de la Patria del insigne descubridor de América reportaría a la nuestra títulos aun más excelsos que los que tiene para aquellas tierras y para la Historia.

Pontevedra, a quien se deben todas las iniciati­vas y todas las contribuciones para fijar la naciona­lidad española de Cristóbal Colón, porque ha sido en Pontevedra en donde Riega halló la documenta­ción para su libro, y en el despacho del ilustre ar­queólogo Sr. Sampedro, en donde surgieron las pri­meras luces al descubrirse en documentos contem­poráneos el apellido Colón. Pontevedra, repito, que se ha preocupado hondamente de esta’ cuestión el año 1917, requirió el concurso de la Academia de u Historia para que ella contrastara todos los do­cumentos y formulara un juicio respecto a los ele- m en tos probatorios que se encuentran en aquella ciudad y sus contornos para afirmar la

nacionali­dad española de Colón. La Academia de la Histo­ria aceptó este cometido, y ya se ha designado una

Comisión de tres señores académicos para ir a Pon­tevedra, cuando surgió el movimiento del año 17, en el que tantas esperanzas pusimos todos, de donde han salido tantos Ministros, aunque también ha­yan salido tantos desengañados pomo nosotros, y y por aquella razón los individuos designados por la Academia de la Historia no pudieron ir a Ponte­vedra. Se hicieron nuevas gestiones con los señores académicos para que realizaran este viaje, colocan­do en Madrid los fondos necesarios, a fin de que ellos pudieran realizarlo y comprobar allí todos los elementos a que me refiero; pero se fué defiriendo hasta dejarlo en el olvido, como si no tuviera la magna importancia que denuncia la sencilla enu­meración clel problema histórico.

Mi ruego se dirige a esto y conmigo seguramen­te el de toda la Cámara, a excitar al Gobierno a fin de que éste a su vez lo haga, al celo y al patriotis­mo de estos sabios oficiales para que, concurrien­do a aquella ciudad, comprueben allí, vno por me­ros elementos escrituarios en las oficinífS, sino rea­lizando la comprobación en cada sitio, en cada lu­gar, todo este material acumulado por beneméritos patriotas y excelsos hijos de aquella ciudad insigne y maravillosa, de portentosa y mágica belleza na­tural y madre de insignes varones gloria de la Patria.

El hecho de que haga pocos días se haya publi­cado este libro a que me refiero del Sr. Otero Sán­chez, libro magnífico y de gran valor contributivo a la solución de este problema y en el cual de una manera gráfica se comprueba el origen y nacimien­to del insigne descubridor, es motivo y ocasión para que yo me levante aquí, no a excitar el celo, por­que ello ofendería su patriotismo, pero sí a notifi­car al Gobierno este suceso notable de publicidad que agudiza la necesidad de dar carácter oficial y variado a estas investigaciones que tanto dicen de nuestra cultura y de nuestro amcr a la Patria.

Yo tengo la seguridad absoluta de que el Gobier­no, recogiendo la excitación que surge del propio hecho y de la simpatía cordial de toda la Cámara, tendrá el galardón y el honor de ser el propulsor de esta magna obra, que sería la vindicación histó­rica más formidable de cuantas se tenga noticia. Bastaba para ello el enunciado, pero, además, en el banco azul hay quien siendo gallego tiene un de­ber inexcusable de enaltecer aquel país; enaltecien­do así la gran Patria española, que es la que se aso­cia de corazón, por profundo convencimiento, a es­ta obra que intentamos. Nosotros no pretendemos que se nos conceda gracia ni que se nos haga el fa­vor do declarar hijo de Pontevedra al gran almi­rante, porque ello sería necio si no fuera algo peor; lo que pedimos, y a ello tenemos derecho, es que se comprueben los documentos, las pruebas que han sido acumuladas a través de los tiempos por tantos beneméritos hijos de aquella ciudad y por otros in­vestigadores gallegos, españoles y americanos, por quienes tienen esa misión, y por eso reclamamos el concurso de la Academia de la Historia. Y esperan­do que el Gobierno recoja esta excitación y que rá­pidamente habrá de atender a la comprobación de estos extremos, que enaltecerán a España exaltando la magnífica personalidad de aquel país de ensueño, pongo término a mi ruego.

El Sr. Ministro de Gracia y Justicia (Ordóñez) : Pido la palabra.

El Sr. Presidente : La tiene S. S.

El Sr. Ministro de Gracia y Justicia (Ordóñez) : Carezco de competencia suficiente en estudios histó­ricos para poder sentar aquí, contestando al elocuen­te discurso de mi querido amigo y paisano el señor Iglesias Ambrosio, una afirmación categórica, sola­mente puedo decir que, por afición a esos estudios, he deducido de mis lecturas un íntimo convenci­miento de que es absolutamente exacto lo

que el se­ñor Iglesias manifestaba.

Y de no haber bastado esas lecturas, seguramen­te el efecto de los razonamientos persuasivos del in­signe González Besada, a quien muchas veces oí ex­poner, con aquella fastuosidad, de su palabra, to­da esa teoría del origen de Cristóbal Colón, sería su­ficiente para que en mi espíritu la convicción hu­biera arraigado con raíces hondísimas.

Por todas las razones que el Sr. Iglesias ha ex­puesto, por lo que eso significaría para la gloria de España, y en especial para la provincia de Ponte­vedra, por la obligación que por razón de origen, pe­sa sobre mí de coadyuvar a esta tendencia a que el Sr. Iglesias nos estimula, acojo con mucho gusto sus indicaciones, no puedo hacer otra cosa, y las trasmi­tiré al Gobierno, seguro de que éste, dentro de sus facultades procurará recabar de la Academia de la Historia, compuesta de hombres tan ilustres, de sa­bios tan eminentes, que haga las gestiones precisas para ver si, en la realidad, pueden tener confirma­ción las ideas tan luminosamente expuestas por mu­chos investigadores, y de las cuales se ha hecho eco esta tarde en la Cámara mi amigo particular el se­ñor Iglesias.

El Sr. Iglesias Ambrosio: Pido la palabra.

El Sr. Presidente-. La tiene S. S. para rectificar.

El Sr. Iglesias Ambrosio: Mi ilustre jefe dice que como el 90 por 100 de los que a la Cámara per­tenecemos somos gallegos, ya está ganado el pleito. (Risas.) Nosotros queremos ganar el pleito, no por sufragio, sino por comprobación científica, confor­me a los métodos más severos de la crítica histórica. (El «Sr. Ñongues: Y con costas.)

Agradezco mucho las manifestaciones de mi par­ticular amigo el Sr. Ministro de Gracia y Justicia y espero serán recogxlas por el Gobierno; para llevar a cabo, con toda clase de elementos, esta magna vin­dicación histórica.

También confío en que la Academia de la Histo­ria, compuesta de tan venerables e ilustres varones, cumplimentando el acuerdo del año 1917, y de acuerdo con el Gobierno y las Corporaciones de Pon­tevedra, enviará a aquella ciudad los individuos de su seno que sea necesario para que realicen todos los trabajos necesarios a la finalidad que perseguimos. Allí encontrarán toda clase de facilidades y de me­dios para realizar esa obra, que tanta gloria daría a nuestra Patria, al propio tiempo que a los que tu­vieran la fortuna de desgarrar el velo del origen del insigne almirante.

(Extracto de Sesiones del Congreso.—10 de Ma­yo de 1922.)

 

LA NATURALEZA ESPAÑOLA DE CRISTOBAL COLON

El Presidente del Centro Gallego, Sr. Manuel Bahamonde, en atención a que es deber de esa insti­tución el cooperar a todo cuanto pueda constituir un honor para Galicia, al enterarse de la solicitud hecha por el Diputado Sr. Emiliano Iglesias, a fin de que se realicen las investigaciones necesarias con el propósito de comprobar si es cierta la naturaleza española del descubridor de América, Cristóbal Co­lón, dispuso el envío de los siguientes cables:

“Emiliano Iglesias. Congreso Diputados, Madrid.

En nombre Centro Gallego testimonióles felicita­ción iniciativa en pro investigaciones afirmativas Co­lón nació Galicia.—Manuel Bahamonde, Presidente.”

“Presidente Consejo Ministros, Madrid.

Centro Gallego ruégale interponga oficios favor petición Diputado Emiliano Iglesias encaminada comprobar autenticidad documentos indican Colón nació Galicia. Centro dispuesto apoyar gestión tal sentido todos medios.—Manuel Bahamonde, Presi­dente.”

Colon_Congreso_de_los_diputados

 

 

imageESPAÑA RECLAMA A COLÓN
Comienza el Show para ver si el Descubridor nació en Pontevedra.
MADRID, 13 de mayo (Associated Press).
– Se está tratando de demostrar que Cristóbal Colón nació en España.

El tema volvió a ser discutido en el Congreso español cuando el diputado Emiliano Iglesias

El tema volvió a ser discutida en la tarde de ayer en el  Congreso español.

cuando el diputado Emiliano Iglesias declaró que los documentos e investigaciones en Pontevedra, Galicia, indicó que el lugar de nacimiento del descubridor de América se encuentra allí. Pidió que la Academia de la Historia se dirige a enviar representantes a Pontevedra para una investigación de la autenticidad de los documentos y otras pruebas.
Ministro de Justica  Ordoñez y García se comprometió a remitir la petición al Consejo de Ministros.

Artículo XIX y 3º de la serie «Galicia y Colón»

LA OTRA GALICIA

 

02.Artº 19.Colón.La otra GaliciaDifícil es ignorar a la Galicia hermosa y nostálgica con sus paisajes de ensueño, el aroma de sus pinares, sus ríos legendarios, sus campos siempre verdes y su morriña.

En la Galicia típica, la Galicia matriarcal; la que se ama, la que va enraizada en el alma de sus habitantes tan hondamente, y la misma que a M. Lugrís Freire le ha hecho clamar con una angustia sincera y profunda:

«Eu só quero volver

a Galicia, nada máis.

Na miña casa morrer,

e logo, si pode ser,

menterren onde meus pais».

Es el ansia, el anhelo del hombre pegado a la tierra, del labrador, del emigrante, del que dejó sus fuerzas y su sudor sobre la tierra que trabajaron sus padres y abuelos, y que, en su legítima ansia de vivir mejor, emigró a tierras lejanas abandonando su hogar y su familia.

Esa es la Galicia de Rosalía, Cabanillas, Lamas Carvajal, …

Pero existe otra Galicia distinta, fuerte y valerosa. La misma que representó la hazaña y la nobleza de un antiguo reino. Es la tierra de los hidalgos que tan ampliamente nos describió Benito Vicetto. Es la antigua Galicia cuna del Mariscal Pedro Pardo de Cela; de aquel gran hombre que, en su época, representó a toda la conciencia de un pueblo.

Pardo de Cela hablaba la misma lengua con que el Rey Sabio escribió sus cántigas a Santa María. Y Galicia era entonces respetada y hasta temida; sus hombres eran valientes y generosos; pero precisamente en aquella época comenzó a surgir el desprecio y abandono que durante largos siglos presionaría sobre esta tierra que el Apóstol Santiago supo elegir como reposo entre el tránsito de ésta a la otra vida.

Fue, sin duda, el rencor de la Reina Isabel de Castilla lo que produjo este menosprecio. Los gallegos habían apoyado la causa de su sobrina doña Juana, y la reina de Castilla no lo perdonó jamás, ya que, por su orden, el Reino de Galicia fue despojado de todos sus fueros y libertades.

Más, si es cierto que los gallegos ayudaron a la princesa desvalida doña Juana, cierto es también que esta joven había sido sumamente desgraciada. El apodo de «La Beltraneja», debido al supuesto origen ilegítimo de su nacimiento, tuvo su comienzo en la maledicencia de relevantes personajes de la corte castellana, y aunque sus padres, los reyes, juraron solemnemente que era su única hija legítima y heredera, el apodo subsistió para siempre y se le negó el derecho a reinar.

Pero el gesto de los gallegos hirió hondamente a Isabel de Castilla, y las represalias no tardaron en surgir. Conocida es la frase desdichada con que los Reyes Católicos arengaban a alguno de sus caballeros cuando lo veían indeciso, temeroso o cobarde: “¡Gallego, si no lo haces!”.

Perseguidos y menospreciados, muchos gallegos ilustres se vieron casi obligados o ocultar su origen, y es precisamente en esta época de oprobio y humillación, cuando uno de los hombres más grandes de la Historia surge ante el mundo con la incógnita de su nacimiento.

Cristóbal Colón, el descubridor de las Américas, oculta el lugar de su nacimiento con vaguedades, y aunque a veces dice que es genovés, nadie advierte en su lengua y expresión ningún acento de dialecto extranjero.

Duda no cabe de que, para conseguir la anhelada ayuda de los Reyes castellanos, tenía que ocultar el lugar de su nacimiento. Y como rúbrica a estas suposiciones existen importantísimos documentos en los que se demuestra que el apellido Colón es netamente gallego.

Con fechas entre 1428 y 1528 existen una serie de manuscritos, pertenecientes al Ayuntamiento de Pontevedra, en los que el apellido Colón aparece unido a distintos nombres propios, que más tarde se reproducen en la familia del Almirante: Domingo Colón, Juan Colón y Blanca Colón. Apareciendo unidos los apellidos de Colón y Fonterosa en el mandato de pago, relativo a un servicio especial.

¿Pueden, acaso, en Génova mostrarnos documentos tan fehacientes como los mencionados?.

En Galicia, sin embargo, hay muchos más, incluso debe tenerse en cuenta la gran propensión del Almirante al bautizar con nombres de la provincia de Pontevedra a las islas que iba descubriendo.

Puso San Salvador a la primera isla, San Salvador el Grande a la segunda, y San Salvador el Pequeño a la tercera. ¿No era ésta, entonces, la mejor partida de nacimiento de Cristóbal Colón al que, según importantes investigaciones, se le cree natural de San Salvador de Poio en la provincia de Pontevedra?.

 

Y esta Galicia grandiosa que dio al mundo un hombre como Cristóbal Colón, es la misma que nos describe Alfredo Vicenti con su oda impresionante y viril en la que clama contra la injusticia de la muerte de los héroes de la Revolución Gallega en 1846:

 

Allí cayeron con tranquila frente.

Entregando sus vidas a una,

¿Los habían vendido torpemente!

No les faltó valor, sino fortuna.                           

¡Llorad, gallegos, esa es vuestra suerte!

Más yo entretanto, sin temor mezquino,

“cobarde” llamo al que ordenó su muerte,

al que vendió sus vidas, ¡ASESINO!…

 

 

 

 

 El Ideal Gallego, 30 de Junio de 1970

 

Josefina López de Serantes

A Patria de Colón por Paulos d’Andrade – A nosa terra – 1917

A patria de Colón

 

Para os bos patriotas, Casto Sampedro, Rodrí­guez Lueso e Fernández Gastañaduy que axudan a D. Prudencio Otero Sán­chez nas indagaciós hestóricas sobre a oriundez do descubridor do Novo ‘Mundo.

ANosaTerra1917_Página_2_Imagen_0001Namentras que todol-os historiadores ase­guraron que Colón fora nado en Italia, os italianos non punieron dicir en qué pobo por non teren documentos con que probalo.

Tampouco Colón dixo cousa algunha so­bre este particular. A crítica histórica desfixo moitos erros, e nestes tempos está desfacendo tamén a grande mintira sobre a patria nativa que se lle atribuéu ao grande descubridor d’América.

Xusto E. Areal, un escritor gallego morto xa pra desgracia das nosas letras, foi o primeiro que aló pol-os anos 90 ou 95 do século derradeiro, quixo ademostrar que Galicia era a terra do nacimento de Colón. Anos mais adiante outros gallegos foron da mesma opinión.

Don Celso García de la Riega, xuntou, varios documentos, e co’eles quixo probar que aquela opinión era unha verdade. Mais, á gran parte d’aqueles papes puxéronselle algús reparos. Agora aparecen outros docu­mentos, que estudiará a Real Academia da Historia. Sexa a que queira a sorte de ditas probas, podemos dicir que hai outras que non teñen volta de folla, e que incrinan a que digamos que Cristobo Colón non podía ser mais que galego.

 

O SEU APELLIDO

O nome Colombus, que quer dicir pomba, non foi empregado endexamáis pol-o noso navegante. En Italia non hai o apellido Co­lón. Este e galego, nada mais que galego. Na provincia de Pontevedra abonda moito. Traducir por pomba a palabra colo-colon, e unha das moitas manías dos latinistas, que non ven mais que pol-o ollo do Lacio.

Na nosa fala os nornes, entre outros, co­mo cazo, mouro, touro, tolo, colo, etc., fan os derivados, no sentido de aumento, de cazón, moutón, tourón, tolón, colón.

Colón é pois unha verba soilamente gal­ega. Nos demáis idiomas non ten sentido nin sinificado.

 

HOMES DE DOUS IDIOMAS

ANosaTerra1917_Página_3_Imagen_00011Os franceses do sudeste’ falan indistinta­mente o italián e o francés, e por eso se di que son homes duas veces porque teñen dous instrumentos para tráduciren o pensamento. Un francés que conoza os dous idio­mas neolatinos con ferfeición,sin habelos estudiado, xa se sabe o lugar do seu nacemento.

O mesmo pasaba hasta o século xXVI c’os galegos, qué falaban y escribían o cástelán e portugués con toda a perfeición.

Crísfobo Colon, cando  estivo en Portugal, presentou documentos e peticíós en portugués; mais tarde fixo o mesmo en España. O castelán seu era esgrevio, e non se encontra no seu diario de navegación nin un sólo italianismo, cousa verdadeiramenté rara. O que se atopan son galeguisinos, como aquelo de decir que o sol americano tiña espeto— verba únicamente da nosa fala—e oufras mais que non ofrecen duda de donde era o autor.

Un home que no século xv conocía tan ben o eastelán e mail-o portugués, non po­día ser mais que nado en Galicia.

 

IDIOMAS MEDITERRANEOS

Os dous idiomas peninsuares de que se falou non eran mediterráneos no século xv. O  italián, o catalán, o lemosín, e unha xerga que falaban os piratas derivada de todos éles e do árábe, eran os idiomas dos navegantes do Mediterráneo.

Castela non tiña aínda dominios xeográ- ficos n-aquel mar?

¿Cómo puido Colón adeprender tan perfeitamente, sendo xenovés, o castelán e por­tugués.

A imprenta acababa d’inventarse, mais ainda non se tiña imprentado mais que un libro, a Biblia. Guttemberg morreu en 1468, e o progreso do maravilloso invento foi moi paseniñamente.

A divulgación, pois, de toda eras de conocimentos era moi difícil. Non eisistían gramáticas nin dicionarios imprentados. ¿De qué xeito milagreiro se valeu Colón pa­ra adeprender tan ben os ditos idiomas’? ¿Cantos italianos hai oxe, a pesar dos gran­des medios de que se val a cultura moderna, que poidan escribir coma escribía o Gran Almirante?

Colón non era italián; o bon sentido di­nos que era galego.

 

A CENCIA NAUTICA

Sin título-1Lisboa e Pontevedra, nos séculos XIV, XV e  XVI, eran os centros dos grandes conocimentos náuticos da Europa occidental. Ben sabido é que gran número de descubridores deron Galicia e Portugal.

No tempo de D. Xan II, toda a cencía astronómica estaba n-aquelas cibdades. O Astrolabio, foi aplicado á navegación por portugueses e galegos. Nas construcciós nava­les fixéronse grandes progresos  «e construíronse navios que pol-a sua masa reforzada podían resistir as furias do oucéano”.

Todo indica que Colón puido pensar na realidacte do seu soño, contando cos adian­tos que Galicia lograra na construcción dos navíos.

O barco qu’el mandaba, qu’era o mais grande, foi construido en Galicia, e chamá­base La Gallega.

 

PROBA INDICIARIA

A unha insua qué encontrou diante da proa dó seu navío, no mar antillano, deulle o nome de San Salvador, que é o nome da parroquia dé San Salvador de Poyo; e a primeira bahia que encontrou chmoulle Porto Santo, que é o nome da enseanada de Santa María, sendo este o segundo nome con que bautizaron a carabela La Gallega, no porto de Palos.

No segundo viaxe doulle o nome de A Gallega ó unha insúa, e no terceiro á unha punta de térra púxolle o nome de A Galea, que é en Pontevedra o nome d’un barrio preto do fondeadeiro. N-un ,dos documentos que atopou o Sr. García de la Riega, fala da Galea “que linda con terreos de Domin­go Colón».

Colón non puxo ningún nome italián as térras que descubreu; nin cando escribeu a Xénova o fixo en xenovés se non en castelán.

 

ORIXE SEMÍTICO DE COLON

O fillo de Colón, D. Fernando, dixo no seu libro “Historia del Almirante”, que seu pai quixo facer desconocidos e incertos seu orixe e patria.

Os Colós de Pontevedra eran xudíos. A Colón éralle comenente calar o seu orixe, pois n-aqueles tempos o xudio, o herexe e os mouros estaban fora das leises da humanidade.

Todo indica que Colón foi galego. Axudar e alentar a quen trate de demostralo documentalmente e de bos patriotas.

Paulos d’ANDRADE

EL GROVE FUE UNA ISLA

El Grove de hoy está vivamente representado por ese monumento tan típico, esculpido por Alfonso Villar. En él, sobre la dorna, hombre, mujer y niño, la familia que vive exclusivamente del mar y sus productos.
Es el paso hacia La Toja, la más bella de las islas gallegas, y es también la tierra del ensueño y la de la leyenda del Meco, unida siempre a la higuera, de la cual el pueblo colgó a un hombre perverso.

EL GROVE FUE UNA ISLA

 

El Grove fue, en sus primeros tiempos, una isla muy próxima a la tierra. Tan cerca que, en las horas de bajamar, se unía al vecino territorio por un istmo de arena.

Así creen muchos que fue el Paraíso Terrenal; pero, mientras éste se alejó para siempre, perdiéndose en el mar, después del primer pecado del  hombre, El Grove permaneció firme en su lugar, como un gran trozo de roca y tierra caída del cielo, que el sol acarició ya en los primeros tiempos, desde el primer trino de la alondra hasta el anochecer.

Poco a poco, el transcurso de los siglos fue dándole unidad a la tierra, y la marisma se extendió alcanzando la costa de ocho kilómetros de esa hermosa playa de La Lanzada. Y todo el año, jilgueros, verderolos y ruiseñores, alegraron con sus trinos las copas verdes de la arboleda.

El Grove y La Lanzada tienen una historia tejida de leyendas, y su belleza se prolonga perenne, tanto en el estío como en la invernada. En esta última estación se alza grandioso entre la suavidad de su clima; y en la primavera, en las tardes luminosas de marzo y abril, se muestra a lo lejos envuelto en reverberante resplandor de oro luminoso, que ciega, para luego tornarse en suave cristal de plata, mientras el cielo se vuelve azul como un zafiro y se abren suavemente las azucenas, en tanto las margaritas y las caléndulas florecen por doquier.

Habitada, en un principio, tan solo por gentes marineras que vivían exclusivamente de la venta de sus preciados peces y mariscos, era por aquel entonces tan solo, El Grove, roca, pinos, tierra y mar; y las gentes vivían en un ambiente de  humildad, pero felices.

Durante el día, el sol calentaba y olía a vida, a hierba, a algas y a mar; pero con la frescura de la noche brotaba exuberante el perfume de los pinos y las flores. El tiempo transcurrió, se vivieron guerras e invasiones, dejando su huella imborrable las centurias de Roma; pero El Grove continuó subsistiendo.

Hoy existen estadísticas clarísimas de su producción, de las subastas marisqueras efectuadas en la lonja.

 

Se podría hablar largamente del marisco, de la riqueza pródiga y alimenticia del mejillón, de sus sabrosas nécoras, cigalas, langostinos y centollos. Pero el forastero que llega hasta esta villa se extasía ante sus hermosos amaneceres, en los que el sol inunda a la tierra de alegría y de paz, mientras que las mariposas, nuestras lindas «volvoretas», revolotean desde la lila y el lirio hasta la rosa cálida, abierta y encendida. Incluso, cuando llueve y el agua vela el prado verde y la arena dorada con sus halos de irisado cristal, El Grove tiene una belleza de ensueño, extraña, casi mitológica.

“El paraíso del marisco”, se le ha dado en llamar; pero todo en él es algo mucho más bello que ese atractivo gastronómico.

Es el paso hacia La Toja, la más bella de las islas gallegas, y es también la tierra del ensueño y la de la leyenda del Meco, unida siempre a la higuera, de la cual el pueblo colgó a un hombre perverso.

Se eligió la higuera quizá recordando que fue la que escogió Judas para expiar su traición, y también porque era el árbol más corpulento del pueblo, el árbol retorcido y negruzco, feo, centenario, cuyo tronco grisáceo se enlaza con las sombras, como si bajo sus raíces opulentas se albergase la noche, la eterna oscuridad.

Pero, dejando el recuerdo del pasado, El Grove de hoy está vivamente representado por ese monumento tan típico, esculpido por Alfonso Villar. En él, sobre la dorna, hombre, mujer y niño, la familia que vive exclusivamente del mar y sus productos. La mirada del hombre es serena, atisba las aguas, parece desentrañar de entre ellas la riqueza marisquera que es su pan de cada día. Y ella, la mujer, tiene en sus ojos de piedra el ensueño de algo inalcanzable. ¿Mira, quizá, el revolotear de la azul golondrina, o mira hacia Dios? ¿Es que implora silenciosa en el mudo rezo de su expresiva mirada, la omnipotente ayuda para la diaria faena?.

El niño parece feliz, su mirada no es como la de sus padres, su rostro está inclinado y casi sonriente. ¿Con qué sueña el niño de la dorna que aún debía jugar en el prado, y, sin embargo, ya sabe empujar con su débil vigor infantil el remo de la embarcación?. Podría aún correr entre las lilas blancas y las campanillas azules, pero ha nacido para luchar con el mar, en vez de navegar en un bote encantado por un mundo de ensueño.

El niño de la dorna, pétrea estampa del niño marinero que quizá nunca esperó a los Reyes Magos, siempre ha despertado en mí un instinto de ternura, un ansia de poner entre sus manos infantiles y toscas, todos los juguetes de la tierra entre un raudal de estrellas de plata, con el sueño de un mundo distinto, donde el rezo que se lee en la mirada de la madre halle en el porvenir del niño la divina respuesta.

 

Porque El Grove, el hermoso y paradisíaco lugar, pródigo en mariscos y riquezas marineras, ese istmo que antes fue una isla, tiene entre el temblor de sus aguas y el florecer de su costa, reflejos estelares y luminosos que encierran en sí toda la belleza del Paraíso perdido.[1]

 

                                 Faro de Vigo, 20 de Septiembre de 1974

 Josefina López de Serantes

O GROVE. TERRA DO «MECO»

"El Meco", un eclesiástico cruel y lascivo que tenía atemorizada a la población con sus sádicos instintos.
A su pregunta de «¿Quén matou ó Meco?», la respuesta fue siempre la misma: «¡Matámoslle todos!».

O GROVE, “TERRA DO MECO”

Glauco, el centurión de las tropas romanas, llegó al frente de sus soldados hasta las tierras del Noroeste de Hispania. Recorrió montes y valles y siguió el curso de sus ríos cristalinos que reflejaban todas las facetas de la luz, hasta que una mañana de comienzos de otoño llegó a un lugar maravilloso, que los nativos llamaban «Terra de Gravios». El romano se sentía agotado por la larga jornada y, lo mismo que sus huestes, ansiaba el descanso.

El lugar era propicio para ello, y se le ofrecía por entero como tranquilo refugio, con la suavidad de su clima y su ambiente verde y florido.

Las sandalias de los conquistadores dejaron sus huellas en la tierra del istmo arenoso del Bao, y se solazaron con su abundante producción marisquera, sumamente deliciosa para sus paladares, que jamás habían gustado de tan gratos productos marineros. Uno de los jefes celtíberos, hombre atlético de gran fortaleza para su edad ya algo avanzada, y que regía el lugar como patriarca, advirtió al romano que, al anochecer, las aguas de la ría de Arousa subirían abrazando materialmente el lugar y convirtiéndola en una isla. Sin embargo, nadie escuchó, ni comprendió al jefe celtíbero, y cuando el centurión vio que las aguas avanzaban más y más, cercándoles por todos lados, acusó al patriarca de conspirador con los elementos y le condenó a muerte en la cruz.

A la mañana siguiente, los primeros resplandores del día que despertaba, iluminaron piadosos al hombre que agonizaba en la cruz y a las aguas que, en su bajamar, se retiraban entre un estelar fulgor de nacientes luces matutinas, mientras las flores de los magnolios mostraban sus espléndidas corolas al lado de los naranjos.

Miró por última vez el despótico y cruel romano al hermoso lugar y, alzando el brazo, dio la orden de marcha. Al compás de sus tambores se retiraron tierra adentro, mientras el mártir exhalaba su postrero suspiro. Y la hiedra y el laurel se oscurecieron entristecidos temblaron, ocultándose entre la hierba, la madreselva y el brezo; mientras el sauce se inclinaba lloroso hacía la zarzamora.

 

En una primitiva tumba de arena y ladrillos, los naturales del país enterraron a su primer mártir, y nuevamente las aguas oscurecidas e inquietas subieron al llegar la noche, mucho más de lo que habitualmente sucedía, llegando incluso hasta el lugar de la tumba recién abierta, dejando entre su níveas espumas su oración y homenaje.

Sin embargo, con el correr de los siglos, aquel istmo arenoso aumentó, y a mediados del XVI, la tierra de Gravios, denominada ya El Grove, se convirtió en una pequeña península que,  muchos años después, la destreza del  hombre la supo unir artificialmente a la bellísima isla de La Toja.

Pero si el romano partió de aquel lugar dejando triste vestigio de su crueldad y altivez, las centurias del César volvieron nuevamente para abastecerse de sus magníficos productos marisqueros.

Más no solo los romanos, sino los fenicios y griegos formaron también la historia de El Grove, estableciéndose allí y comerciando con las grandes riquezas que su mar y su tierra les ofrecía.

Hay, sin embargo, una leyenda muy posterior a estas invasiones que, por si sola, serviría para dar renombre universal a este lugar. Se trata de «El Meco«, un eclesiástico cruel y lascivo que tenía atemorizada a la población con sus sádicos instintos.

Todo El Grove le odiaba por su maldad, y una mañana su cuerpo apareció colgado de una higuera. Pero, cuando el juez comarcal, valiéndose incluso de la tortura, interrogó a todo el pueblo para alcanzar la ansia de confesión. A su pregunta de «¿Quén matou ó Meco?», la respuesta fue siempre la misma: «¡Matámoslle todos!».

Si el heroísmo de este pueblo galego no pasó a la historia con la universalidad del de Fuente Ovejuna, de características tan similares, fue porque nadie con la maestría que caracterizó a Lope de Vega, supo dar vida a la  historia de unos hombres tan obstinados como valientes, que prefirieron morir antes que revelar el nombre del que los había librado de tan cruel tiranía.

Puede aún verse en El Grove la higuera en que el malvado eclesiástico perdió su vida, y a la voz popular que convirtió al Meco en algo así como un ogro, cuyo solo nombre asustaba a los niños, comenzó a darle al lugar el nombre de «Terra do Meco», y lo mismo hizo el fallecido poeta gallego Juan Manuel Pintos, en alguno de sus versos:

… E de ver alá en Cambados,

enfrente a Terra do Meco,

cando devala marea,

tanto chan que queda en seco.

 

No es extraño el valor de estas gentes, si se tiene en cuenta que el pueblo gallego fue el último de nuestra península en rendirse a los romanos, y el primero del mundo que se reveló contra la nobleza feudal en la Edad Media. Y ya más próximo a nosotros, cuando en 1808 nuestra patria fue invadida por los franceses, Galicia sostuvo su independencia, siendo la única región que luchó sin rendirse al invasor, no cayendo bajo su dominio, pues en una campaña de seis meses venció y aniquiló al ejército enemigo. Y demostrado está que El Grove, la heroica «Terra que matou ó Meco», tuvo una parte muy importante y gloriosa en todos estos hechos históricos.

 

El Correo Gallego, 30 de Septiembre de 1973

Xosefina López de Serantes

Firmado con el seudónimo de “Penélope”

 

En torno a la tesis del Colón, gallego. por J.M. Carracido y José Alemany

Publicado en «Cultura Gallega» La Habana 1936

Todo cuanto so escriba acerca de la llamada teoría de “Colón, gallego», habrá de referirse inde­fectiblemente al Ilustre historiador D. Celso Garría de la Riega, benemérito pontevedrés que dedicó los me­jores años de su vida al esclarecimiento de tan Interesaste problema histórico. A él dedicamos esta pá­gina, y por extensión a Colón.

Don José Rodriguez Carracido, Rector que filé de la Universidad Central, en carta que dirigió al señor Ramón Marcóte con fecha 21 de Septiembre de 1920 y acusándole recibo del libro,Colón pontevedrés”, con referencia a tan sugestivo tema, le expresa concretamente, lo que sigue:

 

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En 30 de abril de 1928 se presentó en sesióu de la Real Academia de la Historia la siguiente pe­tición, que fué aceptada.

“Habiendo dado la Academia publicidad a su acuerdo de 9 de abril referente a la falta de prue­bas para poder asegurar que D. Cristóbal Colón nació en Galicia, los que suscriben piden que se hagan también público por medio del Boletín la edición que presentaron al mencionado acuerdo en la sesión del día 16, a saben “que si bien es cieto que hasta ahora no hay prueba suficiente para declarar que Colón nació en Pontevedra, también lo es que tampoco la hay de que nació en Génova”.—Ricardo Beltrán Rózpide, Julio Puyol, Rafael de Ureña, Conde de Cedillo.

He aquí el texto de la tarjeta escrita por el ilustre y sabio académico D. José Alemany:

Sr. D. Ramón Marcóte.

Muy señor mío: Recibo en esta ciudad su grata del 2 de Agosto dirigida a Madrid, y tengo el gusto de contestarle diciéndole que leída la obra de mi amigo D. R. Calzada de Buenos Aires, estoy moral­mente convencido de que Colón es espa­ñol; por eso voté con la Academia, la cual en su conclusión sólo dijo que no hay prue­bas para afirmar de modo categórico que lo fuera. Dedicado a estudios clásicos, no conozco más de lo publicado acerca de Co­lón pero sí sé, como usted me indica, que es mucho lo que en tal sentido se ha es­crito. Con este motivo se ofrece a usted su affmo. amigo y S. S.

José ALEMANY.

Cristóbal Colón, natural de Pontevedra – Son evidentes las raices gallegas del Almirante

Por R. P. Tomás Barreira

Artículo descriptivo de la Toponimia coincidente entre los lugares descubiertos en el Nuevo Mundo (América) y los mismos accidentes geográficos en Galicia. publicado en 1953 en el número especial conmemorativo del centenarios del Faro de Vigo.

COLÓN GALLEGO

La realidad y la historia del Almirante ofrecen un continuo contraste, harto mal disimu­lado en no pocas ocasiones. Consúltese la historia, y Co­lón es genovés; consúltense los hechos, y Colón es ponte­vedrés. He aquí unos cuantos datos para prueba:

Llega Colón como extranje­ro, natural de Génova, a la real corte de los soberanos de España; propone su proyecto a Fernando e Isabel, éstos lo aceptan, y entonces la reina reclama para sí la exclusiva de la empresa Fernando y Aragón se resignan a ser ex­cluidos, teniendo igual dere­cho que Castilla e Isabel. Es­te extranjerismo es inadmi­sible.

Hay una frase en su testamentó que no da lugar a ré­plica: “De Genova salí y en Génova nací,” Esta frase aparte de que contradice la conducta constante de Colón y su familia en silenciar el ori­gen del descubridor, es apó­crifa; como lo es el testamen­to en que intervienen los muer­tos como albaceas y escriba­mos,

No viene Colón de Génova viene de Tortosa. Se presen­ta a D. Fernando, su rey y na­tural señor, hombre político y no menos capacitados, tan­to él como su pueblo, para llevar adelante la empresa, co­mo la Reina y la Castilla de las doradas mieses. Aragón adelantó el dinero. No obs­tante todo lo dicho, la Reina reclamó para sí la exclusiva de la empresa y la consigue sin protesta de nadie. Sólo la Reina manda en Colón; luego Colón es súbdito de Isabel.

Fálta, además, en absoluto para el origen tortosino de Colón, el dialectismo catalán, falta la primera línea de al­gún documento que haga re­ferencia al descubridor torto- sinó y hasta- falta la relación en la crónica local del apoteósico recibimiento de Colón en Barcelona al llegar del pri­mer viaje.

El comercio hispano-americano quedó estancado en Cá­diz y Aragón se vió privado de un negocio en gran escala a pesar de que el derecho sería exclusivamente suyo si fuera tortosino. Por tanto, es inadmisible su origen tortosino.

Colón no podía ser más que de la España isabelina. ¿De qué parte? Que hablen los hechos ciertos y conocidos co­mo táles de la historia coloniana. Solo a ellos nos aten­dremos, pues son los únicos que nos pueden sacar del la­berinto.

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Las naves

Nadie sabe de dónde es el primer Almirante de la Mar Océana, pero al ver que va Océana, pero al ver que va de capitana “La  Gallega”, de­dicada a Santa María la An­tigua, con Xan da Coxa, su dueño y maestre, asaltó a to­dos el pensamiento instinti­vo de que algo tenía que ver con los gallegos.

En el segundo viaje apare­ce de nuevo “La Gallega”, dis­tinta de la anterior dejada por Colón en América para forta­leza, – y fué la primera obra castrense americana hecha con madera de las “chouzas” pontevedresas.

En el cuarto viaje va un navío, “El Gallego”, propie­dad de Cerrajero, vecino de La Coruña. (O dicho con más propiedad. “O Cerralleiro”.)

Aunque no sea nave, no es­tará démás recordar que el Almirante hace mención de la Xsola La Gallega. Gasta. ¿Dón­de: está La Tortosina, La Ge- n oves a, La Saonesa? No fal­tó La Hispaniola.

El lenguaje

A este respecto dice Me- néhdez Pidal en su obra “El Lenguaje de Colón” (Colec­ción “Austral”, 1940), que “el lenguaje de Colón es decidi­damente aportuguesado”. Con­fieso francamente crue no en­contré ningún ejemplo de los puestos por este insigne au­tor en que se advierta el dialectismo portugués. En sus cartas, diarios y demás escri­tos suyos no hay rastro de dialectismo portugués, cata­lán, italiano ni de cualquiera nación que no sea España, o de cualquiera región que no sea Galicia.

Los nombres

Supera este argumento a todos los demás: por su ex­clusivismo relativo, pero ex­cepcional y pontevedrés; por apoyarse en fuentes de la má­xima garantía, como son ma­pas, trabajos concienzudos de autores nacionales y extran­jeros, escritos sin pensar pa­ra nada en el origen de Co­lón en cuanto a los nombres que ahora nos sirven de base como puede verse en Espasa Diccionario Hisp. Amer., Navarerte, e. “Historia del Al­mirante”, por su hijo Fer­nando. Merecen especial men­ción La Riega, “Colón espa­ñol”; Luciano Rey Sánchez “España, patria infalible de Colón”, y Enrique Zas, “Ga­licia, patria de Colón”, de­fensoras de la tesis pontevedresa.

La importancia de este ar­gumento la reconocen los ad­versarios de esta tesis, por el hecho repetido de cambiar y suprimir el nombre clásico en Galicia de “San Salvador” por el de “El Divino Salvador”.

Madoz, que vió alborear la tesis gallega cuando La Rie­ga jugaba al trompo, puso en su Dicc. Geográfico catorce localidades gallegas con el nombre de San Salvador, y doce para el resto de Españá La verdad es esta, nombre más o menos: 180 San Salva­dor para Galicia, 26 para As­turias y 12 para el resto.

Desde 1887 a 1889, en vís­peras del cuarto centenario se cambió en la archidiócesis de Santiago la nomenclatura de San Salvador por El Divi­no Salvador; se decía en la diócesis de Lugo, en 1943 San Salvador; hoy se dice El Divino Salvador. Si introdu­jeron el cambio para evitar redundancias teológico-gramaticales, conste que tan pleonástico es El Divino Sal­vador como San Salvador.

El cronista Herrera cam­bió el nombre de “La Galle­ga” por el de “Santa María”; se han hecho equilibrios y se ha variado la puntuación pa­ra hacer que la Isola La Ga­llega se convirtiera en la na­ve “La Gallega”. Bien poco era.

Si sólo un nombre infun­de respeto, que será un cen­tón que verá el lector en los planos de las rías de Ponte­vedra y Vigo. Y los que que­dan todavía en la costa pontevedresa, coruñesa y lucense.

 

Exclusivismo pontevedrés

En Colón lo internacional es hispano-portugués; lo na­cional, hispano; lo regional gallego; lo provincial, pontevedrés, y lo local, de Portosanto, barrio de Pontevedra en la capital.

Isla Saona es una dedica­ción a Saona, pero sólo una y no consta que Colón pusie­ra este nombre, aunque lo mencione. Isla Montserrat trae a la memoria el célebre monasterio de este nombre en Cataluña, pero según E. Zas se llamaba “Sta. María de la Mensera, y no Montserrat, co­mo han escrito algunos”. Guadalupe, Guadalquivir son nombres. aislados, que nada local significan.

 

Valoración de los argumentos Pontevedreses

Los nombres puestos por Colón en América, ciertamente unos y exclusivamente otros, muméricamente considerados, se descomponen así: unos 60 para la costa hispano-portuguesa, 1000 para las rías de Vigo y Pontevedra y otros 100 para el resto de la costa gallega.

Los nombres comunes sin más aditamento, nada prueban a favor de una localidad sobre otra, como ocurre con los existentes en la costa hispano-portuguesa, que todos se hallan en la costa gallega pero no se verifica igualmente la inversa.

Los de la costa gallega cuadriplican holgadamente los que se hallan dispersos en el resto de la costa ibérica; bastantes son exclusivos y es inútil buscarlos en otra parte del globo. Un día puso Colón en la Isla Tortuga estos tres nombres: Pta. Pierna, Punta Aguda y Punta Lanzada. Los tres se hallan en la costa gallega en línea recta y a igual distancia entre sí como los de América, con corta diferencia.  De los tres, el primero y el último son exclusivos de la costa gallega, y el segundo, a pesar de su vulgaridad, es casi exclusivo de Galicia.

Los nombres de las mencionadas rías están tan juntos y son de accidentes tan minúsculos con exclusión de los de verdadero relieve y con total exclusión de cualquiera otra ría que no sea gallega que da lugar a formular estas preguntas, a las cuales se debe contestar con lógica razonable:

¿Cómo conocía Collón tan detalladamente estos acciden­tes, ya que ningún marino co­noce hoy día todos estos de­talles, aunque sea natural de la localidad? ¿Cómo se interesó exclusi­vamente por estos accidentes? ¿Cómo prefirió lo descono­cido a lo conocido y sobresa­liente? No dijo río Lérez, ni Miño: dijo, en cambio, el Al­ba, río del Oro, río de los Tres Ríos; omitió islas Cíes Ons, etc.; pero dijo Isla de Ratas, San Bartolomé, Este­las o Estrellas.

La respuesta única y razo­nable, en mi modesto sentir es haciendo a Colón hijo de Portosanto, dedicado a la na­vegación desde niño; bien na­cido y sagaz en extremo, pues supo dejarnos por duplicado por lo menos, su partida de nacimiento sin que nadie se percatara de ello. Bastaría que adivinaran sus intencio­nes, para que no quedara un nombre de los puestos por él Oigamos a su hijo Fernan­do a propósito de los nombres dados por su padre. Intitula el primer capítulo de la “His­toria del Almirante” dictan­do: “De la patria, origen y nombre C. Colón”. Hablando de este título, dice:

“Considerando esto, me mo­ví a creer que, así como la mayor parte de sus cosas fue­ron obradas con algún miste­rio, así aquello que toca a la variedad de tal nombre y ape­llido no ocurrió sin misterio.»

Podríamos aducir como ejem­plo muchos nombres que no sin causa oculta fueron pues­tos como indicio del efecto aue había de suceder.” Dice “muchos nombres”, “como in­dicio”, no como prueba clara “del efecto que había de su­ceder”, y que a los cuatro si­glos bien corridos vemos que está sucediendo: el descubri­miento de su origen.

Añade Don Fernando: “Si tomamos en consideración el apellido de sus mayores, di­remos que verdaderamente fué Colombo o Paloma en cuanto llevó la gracia del Es­píritu Santo a aquel Nuevo Mun­do. Para Don Fernando su padre se llamó Colombo “en cuanto llevó la gracia al N. Mundo”, no en cuanto lo heredó de sus mayores.»

“La variedad de tal… ape­llido” para mí no tiene más razonable explicación que es­ta; había en Pontevedra un apellido muy parecido al ape­llido Colón, pero mal sonan­te, como puede verse aún hoy en ciertas sepulturas de San­ta María, en la cual se con­servan recuerdos de los Co­lones, y uno expresamente del Almirante.

Si este fué su apellido pri­mitivo es obvio que tuvo que limarlo. Cierto que no se con­serva tal apellido y no es pro­bable que la desaparición se deba a cambio o supresión sino a limadura. La misma manera discreta de Don Fer­nando da a entender que al­go intrínseco encerraba y de­bía hacerse desaparecer. Co­llazo debe de venir de ese des­aparecido apellido.

En Italia no se conoce el apellido Colón y de los docu­mentos oficiales se saca aue el Almirante se apellidaba Colón y por tal quiso hacer­se pasar.

Al final va la lista de nom­bres puestos en América por Colón y con su correspon­diente, localizado en los pla­nos de las rías de Vigo y Pon­tevedra. A los nombres se añaden los monumentos de la capital pontevedresa, refuer­zo no pequeño y exclusivo de la tesis pontevedresa que ve­nimos defendiendo.

 

QUIEN FUE CRISTOBAL COLON


La producción literaria sobre el Almirante

Es sencillamente enorme, en general anticoloniana, desorientadora y de resultado ne­gativo. Colón, sin embargo considerado desde el punto de vista trascendental de su em­presa, será siempre la figu­ra más destacada entre todos los hombres que ha produci­do la estirpe de Adán de te­jas abajo y exceptuando a Cristo. Por respeto a su per­sona y al gran pueblo ameri­cano, cuya historia empieza en Colón en todos los órde­nes, siquiera sea en miniatu­ra, bien merece las máximas consideraciones de los histo­riadores.

Resultó Gil descubrimiento mucho mayor de lo que él se imaginaba, es verdad, y has­ta distinto, ya que iba bus­cando un nuevo camino, no un continente, y es probable que bajara al sepulcro en la creen­cia de que lo descubierto era el Cipango, donde reinaba el Gran Kan. para el cual lleva­ba cartas de sus soberanos: pero también es verdad que se pasó catorce años en Por­tugal y siete en España, en disputas con los hombres más sabios de las dos naciones para convencerlos de que era posible y práctico comuni­carse con Asia llevando el ca­mino de Occidente. Este mé­rito es exclusivo de Colón.

Lunares de Colón

Las mentiras de Colón, en­gañando a la ida y a la vuelta del primer viaje; dijo a la ida que andaban menos de lo real porque no se asustara la gen­te con tan largo viaje por el mar tenebroso, y a la vuelta que andaban más, para que se animaran con la aproxima­ción a tierra. Merece pláce­mes por ello.

Engañó a los indios hacién­doles creer que estaba su dios enojado contra ellos, porque a él y a su tripulación no les llevaban de comer según lo convenido. Para esto se apro­vechó de un eclipse de luna Cuando la vieron los indios de aspecto terrible conforme a lo predicho por el Almiran­te, lloraban y le rogaban que pidiera por ellos. La estra­tagema dió excelente resulta­do: los indios, temerosos cumplieron lo prometido y los españoles pudieron sostenerse sin correr ningún peligro Bien por Colón.

Tuvo un hijo natural sien­do viudo y novio, lo cual po­co significa en el siglo XV. Por qué no se casó con la cor­dobesa, no lo sabemos; pero nos consta que se acordó de ella en su testamento y es probable que se acordara tam­bién antes, y al hijo natural le trató como al otro.

La avaricia de Colón.

He aquí otro tópico contra Colón. Exigió muchos y gran­des privilegios en las capitu­laciones de Santa Fe. Es ver­dad que pidió a los Reyes va­rias veces, que reconocieran sus derechos, y éstos le com­pacieron siempre. Y es ver­dad, según Don Fernando, que no hubo avenencia entre su padre y el Rey de Portugal, porque Colón se mantuvo fir­me. Yo en esto no veo género alguno de avaricia, sino fir­meza de carácter, previsión valorización de sus derechos. Un hombre, en fin, que sabía mantenerse a la altura de las circunstancias ante los sabios y ante los reyes.

Esclavista

“Yo—dice Colón el 12-10- 92—, porgue nos tuviesen mucha amistad—los indios— porque conocí que era gente que mejor se libraría y con­vertiría a nuestra santa fe con amor que por temor, les di bonetes colorados.” Que per­severó en este propósito en el primer viajé lo demuestra el hecho de que en el segundo cuando ya habían dado muer­te a los 39 españoles que que­daron en la fortaleza levan­tada por Colón con su capi­tana «La Gallega”, los in­dios no quisieron subir a las naves españolas hasta que vieron al Almirante.

En el segundo hubo comba­tes con los indios y entonces fué cuando Colón envió 500 prisioneros de guerra para venderlos en España. Los Re­yes los pusieron a la venta pero a los cuatro días, refle­xionando sobre la licitud, de­tuvieron la venta, consulta­ron con los teólogos, éstos la declararon ilícita, y con eso se terminó todo, devolviendo los indios a su tierra. Los Re­ves, los eclesiásticos y Colón respiraban el mismo ambien­te de la época. Echar la cul­pa a Colón de haber introdu­cido la esclavitud o presen­tarle como fomentador de tan infame comercio, es hablar por no callar.

Recuerda a los Reyes el fin propuesto en esta empresa: la conversión a nuestra fe, el rescate de los Santos Lugares Consecuente con este propósito inicial, tomó unos seis o siete, indios “para lengua”, es decir, para que aprendieran el español y con esto sirvieran de intérpretes a 1 os futuros misioneros y catequizaran a sus’./hermanos. A los veinte días de llevarlos; embarcados sabían persignarse, el Ave­maria y la Salve.

Dé suerte, que: Colón fue el primer misionero -de Améri­ca; los indios de San Salva­dor, los primeros neófitos; “La Gallega”, su escuela apos­tólica, y el Almirante el pri­mer rector de aquella inci­piente cristiandad. En el pri­mer viaje no fué ningún sa­cerdote con Colón, el cual además de lo dicho, plantó en todo puerto v en todo cabo en que se detuvo, el árbol santo de la Cruz.

 

Mal gobernante

Así le tilda la historia, sin aminoramienos ni contem­placiones. Las quejas contra él fueron generales y con tinúas. ¿Con qué fundamento ? A lo más, escaso. Unos cuan­tos datos Indican de modo cla­ro la dificultad de poder go­bernar bien.

La reina fué desobedecida por los de Palos, a quienes mandó entregar dos naves pa­ra Colón: la<s. que llevó en el primer viaje fueron requisa­das por él; la gente para la empresa, reclutada en ia cár­cel; Alonso Pinzón, su segun­do. le desobedeció . descarada­mente; no permitió desagui­sados con. los indios ni que se defraudara ai fisco; fué presó y traído con grillos a España sin formación alguna de causa; el gerente general Fonseca no quería a los Colones, y los reyes hubieron de ordenarle que por su servi­cio hablara a Colón. Late en el fondo de esta cuestión otra de tipo nacional, regional y personal. Colón, con las ca­pitulaciones de Sta. Fe y el descubrimiento, había creci­do desmesuradamente. Todo esto explica de sobra la ene­miga contra él.

 

El gallego

Historia de los contrastes por no decir contradicciones es la de Colón, cuya razón su­ficiente hay que buscarla en el mismo historiador, que pierde el control al llegar a la zona gallega, cómo si sus dos potencias, intelectiva y afecti­va, sufrieran perdímiénto de la dirección normal. En esta historia es donde se ve lo que no hay y no se ve lo que hay; razones que no son razones faltas que resultan virtudes filias y fobias de las más ex­trañas, todo una gama de con­trasentidos.

Botones de muestra: genial marino sin más aprendizaje que las cardas y las cubas; aprende lo inaprensible, a sa­ber, la lengua de Cervantes repentinamente sin rastro de extranjerismo, y olvida lo in­olvidable, la lengua materna a los veintitantos años. No se ve que el Colón pontevedrés no ofrece la menor contradic­ción, sino al revés. Sin em­bargo, continúa el reparo a esta tesis.

Naciera Colón en cualquier parte fuera de Galicia, y su historia sería normal y co­rriente.

 

NOMENCLATURA PONTEVEDRESA

Va a ver ahora el lector la doble lista de nombres puestos por Colón en -América y que corresponden a los de las rías viguesa y ponteve- dresa como pueden apreciarse en los dos planos respectivos,

Ría de Vigo

1          BOCA DE LAS CARABELAS. Cuba, costa .NE/

2           PTA. AGUDA—Costa SO. de la Tortuga, al NO. de Santo Do­mingo (Haití).

3           PTA. DEL FRAILE. — Cuba, Costa NO. y SO.

4           ISLA DE PARO.—Jamaica, ex­tremo E.

5           PTO. PRINCIPE.—Cuba, costa S. y en la Española, costa N. in­terior.

6          PTA. GALERA.—Trinidad, ex­tremo NE. al NE. de Venezuela.

7          I. S. MARTIN.—Isla de las Pe­queñas Antillas.

8          Mte. Pereira.—Cuba, costa NO. Véase el n. 31.

9           PTA. PIERNA.—En la Tortuga, como en el n. 2.

10          CABO DE LA ROCA.—En la Española, costa NE.

11          “Pta. del Buey”.—Cuba, cos­ta S.

12.        PTA. S. ANTONIO.—Cuba, ex­tremo O.

13          “Pta. de Pena Negra”.—Cuba, costa S.

14          AS ESTELAS o Las Estrellas.: Española, costa SO. .

15          PTA. DEL HIERRO.—Españo­la, costa NE.

16          El Fragoso.—Cuba, óayo en la costa N.

17          Cabo de Mar.—Cuba, costa S.

18          Pta. Molino.—Pto. Rico, extre- í mo SO.

19          LOS SIETE HERMANOS. — Cuatro islas «arenosas, que bien pudieron ser las siete de refe­rencia en tiempo de Colón. Están al N. de la Española.

20          “Nuestra Señora del Alba”.— Cuba, costa N.

21          Mte. Galiñeiro.—En Honduras es la montaña llamada Grita.

22          Pta. y Ens. de S. Francisco.— Pto. Rico costa O.

23          PTA. DEL ARENAL.—I. Tri­nidad, extremo S., hoy Pta. Icacos.

24          Buena Vista.—Cuba, costa SO. y NO.

25          PTA. SANTA.—Española, cos­ta N. y Pto. Rico, costa N.

26          A LAGOA.—Cabo de la Lagu­na en la Isabela, ál N. de la Española.

21          CABO DE LÓS ENAMORA­DOS o Cabrón.—Española, cos­ta NE.

28          Pta. la Guía.—Española, costa O. interior.

29          MTE. GORDO»—Pto. Rico, cos­ta O.

30    “Pta. del Cabo Cuba, costa Norte.

31   Pta. Pereiro o Pereira.—Véase el n, 8.

32   Río y Pta. dos Porcos.—Pto. Ri­co, costa NO.

33   Pta. das Bestas.—Pto. Rico, cos­ta SE.

34   Río Seco y Pta. de Río Seco.— Cuba SE.

35   A MOA o A MUA.—Cuba, cos­ta NE.

36   RIO MOA y PTA. DA MOA.— Idem.

37    SERRA DA MOA.—Idem.

38   PUEBLO DE MOA o Moaña.— Idem. Véase Espasa, palabra “Moa”. No es indígena sino gallega. Los en “oa”, cubanos, signifi­can altura y los “Moas” de Cuba significan altos y bajos.

39   CABO ROAS —As Rodas— Las Ruedas.—Nicaragua costa E.

40   Islotillo de S. Bartolomé, hoy peninsulilla.—En P. Antillas, al E. de Pto. Rico.

41   Cabo del Con.—En Jamaica.

42   Isleta de Ratas.—Española, cos­ta N. en Bahía Acul.

43   PTO. DE STA. MARTA,—Es­pañola» costa N.

44   LA REDONDA.—Isla al SO. de Cuba, anota Navarrete.

45   “Costa de la yela”.—Colombia, costa N., al O. de la Guajira.

46   Alto de la Cruz.—Coincide con este de Pontevedra un cabo lla­mado por Colón Alto y Bajo, costa N. de la Española.

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Ría de Pontevedra

1   PTA. DE PENA RUBIA.—En la Española, costa NE.

2    “Pta. del Con”.—Jamaica.

3    PTA. AGUDA.—I. Tortuga, cos­ta S.

4    Pedra Blanca o Polveira—En I. Trinidad, costa E.

5   MTE. GORDO.—Pto. Rico, cos­ta O. y Cerro Gordo, costa N.

6   Barbadas. —Islas Barbabas en P. Antillas.

7   PEDRA LONGA.—Cayo o isla al N. de Cuba.

8   “Pta. Placeres.—Española, se­gún E. Zas, 1. c. p. 205.

9   Pta. Molino. — Pto. Rico, cos­ta S. O.

10   Tres Hermanos.—Pto. Rico, cor­dillera de los Barriles o Hermanos, Honduras, al E. Vienen los santos pontevedreses, entre- vezados con unos pocos profa­nos. No se numeran^ en el ma­pa, porque no caben.

11   S. Bartolomé. — I. en las P. Antillas.

12   Sta. Ana.—Puerto de Jamaica, costa N.

13   Nuestra Señora de la Navidad. Española, costa N. y primer fuerte americano.

14   S. Cristóbal.—Isla en P. An­tillas.

15   S. MIGUEL. — Española, cos­ta S.

16   S. ANTONIO. — Cuba, extremo Oeste.

17   S. NICOLAS.—Española, extre­mo O.

18   STA. CATALINA. — Cuba, cos­ta N.

19   STA. MARIA LA ANTIGUA.— Isla en P. Antillas.

20   Capilla de los Colones. Dice en letras góticas de piedra, descu­biertas hace poco: “ OS DO CERCO DE JUAN NETO Y JUAN DE COLON FIXERON ESTA CAPELA”.

21   Busto de Colón en la puerta principal de Sta. María, Según el coronel inglés Mansfield, guarda este busto perfecto pa­recido con el retrato de Colón que se conserva en el Museo de Londres. Véase Espasa, Apén­dice, t. 3, “Colón”.

22   SMA. TRINIDAD.—Isla Trini­dad, al NO. de Venezuela.

23   Nuestra Señora de la. O, patro- na de Pontevedra. Ésta es la única fiesta celebrada por Co­lón el 18-12-1492.

24   PURISIMA CONCEPCION. — Isla en P. Antillas, y puerto al N. de la Española.

25   CAPILLA DE LA MARGARI­TA.—Isla de la Margarita en P. Antillas.

26   NTRA. SRA. DEL PORTAL DE BELEN.—Río y puerto de Belén en Panamá costa atlántica.

27   STÁ. LUCIA.—Isla de ídem en P. Antillas.

28   S. FRANCISCO.—Pta. dé ídem en Pto. Rico, costa O.

29   STO. DOMINGO.—Isla de Sto. Domingo.

30   S. BLAiS.-Golfo de San Blas en Panamá.

31   La Peregrina.—Al E. de Pto. Rico, Bajo la Peregrina.

32   El  Alba.—Cuba, costa N. Cayo Alba.

33   Crucero de Colón. Véase Espa­sa, Apénd. t. 3, “Colón”.

34   PORTOSANTO, cuna del Al­mirante.—Cuba, costa NE.

35   a) S. SALVADOR.—Es la pri­mera isla descubierta. Hay tam­bién Río y Puerto de S. Salva­dor, costa NE. de Cuba.

35  b) Eirado de la Galea que aún se conserva. Véase La Riegan “Colón español”, p. 144.

35  c) PTA. GALEA en I. Trini­dad, extremo NE. al NE. de Ve­nezuela.

35   d) NTRA. SRA. DE LA GRA­CIA.—Tierra de Gracia es el NE. de Venezuela, y Río de Gracia al N. de la Española.

36   STA. MARIA DEL PUERTO.— Cuba, costa S., hay Bahía de Sta. María, y costa N., Pto. de San­ta María.

37   Pta. Pared.—Cuba, costa N.

38   ISLA DE RATAS. Española, en Bahía Acul, costa N.

39   O Frade, El Fraile.—En P. An­tillas, I. El Fraile.

40   LA GRANJA. — Pta . Granja, costa N. de lá Española.

41   Con del E.—En Cuba, costa S.

42   PTA. DO FERRO. — Española, costa N.

43   Pta. Faxilda, Magor, Mogor o Bruxas.—Brujo o Mogote se lla­ma una altura en Cuba.

44   PTA. LANZADA.—Costa a en lá I. Tortuga.

45   PTA. GALERA.—En el extremo ÑE. de la I., hay Pta. Galea (o Galera).

46   Documentos pontevedreses. En ellos aparecen el apellido y nombres de familia; pleitos y cargos de los colones; propie­dades que poseyeron en Ponte­vedra; PROPIEDADES EN PONTEVEDRA HEREDADAS POR LOS DUQUES DE VE­RAGUA, DE SUS ANTEPASA­DOS o sea, de D. C. Colón.

47   La tradición local, que señala la huerta y casa DO QUE DES- CUBRIU AS AMERICAS.

48   PERFECTISIMA CONCOR­DANCIA ENTRE TODOS LOS ARGUMENTOS SIN ASOMO DE CONTRADICCIO caso úni­co y exclusivo de la tesis por*- tevedresa. En las otras tesis nó sé da un paso sin tropezar con la contradicción.

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Nombres escogidos de La Coruña

ISLA TORTUGA, al O. de Aro­sa.—Idem al NO. de la Espa­ñola.

RIO DO MAR, al E. de Cabo Corrubedo.—En Cuba, costa N.

LAS POZAS, al SE, de Corru­bedo.—Idem cerca de Jamaica.

CABO VERDE o de Corrubedo, al NO. de Arosa.—C. Verde en la I. Femandina.

PTO. SAGRADO o de El Son, costa S. en ría de Muros.— Idem al N. de la Española.

Calle de la Estrella.

CALLE DE LOS OLMOS. CALLE DE LA GALERA. Estas tres calles están juntas en la capital coruñesa. Los Olmos recuerda la provincia que Méndez, íntimo de Colón, lla­mó del Orno en Cuba. Las otras ya son conocidas.

Nombres escogidos de Lugo

BOCA GRANDE (Coruña), y BOCA CHICA (Lugo), en la ría del Barquero.—América, en la I. Trinidad, costa E.

PTA. DA SERPE, límite E. en ría del Barquero. — Española, costa N.

BOCA DA SERPE, boca del & en ría del Barquero.—En Amé­rica, boca S, entre Venezuela y Trinidad.

PENEDO DO GALO, cerca de Boca da Serpe. Tierra adentro. En América está cerca, de Boca de la Serpe. Véase el n.° an­terior.

5 RIO DEL ORO, al E. y cerca de Fez.—Española, costa N.

6 OS TRES RIOS, en la con­fluencia del Miño, Sil y Deya. Española, al N.

 

Indicaciones aclaratorias sobre los nombres

  1. Se repiten en España y Amé­rica
  2. Los que van en mayúsculas son de Colón ciertamente. Los en­trecomillados dice E. Zas que los puso Colón, y los otros también lle­van el triple sello coloniano; son de accidentes minúsculos, van entreve­rados en Galicia y en América unos con otros y son muchos. De donde se deduce la paternidad del Almirante.
  3.  Hay cambios de nomenclatu­ra y sustitución total de nombres, por ejemplo: Cabo de Bicos por Pta. Pierna, A Lousa por A Moa, Cabo del Grove por Pta. Lanzada* Se dice indistintamente Tres Her­manos o Tres Hermanas. En Amé­rica, Cuba, Costa NE., no se ve aho­ra Casanova ni otro menos elegan­te, como puede verse en Dicc. Hisp* Americano, t. 6, p. 1.460, 2.a co­lumna. Sierra del Cristal en Cuba pienso que está tomado de Serra o Sierra del Gistral, equivalente a Sierra del Ginestral, derivado de la “ginesta”, que tanto abunda en el N. de Lugo, y se llama popularmente “xestá”. En Pontevedra hay el Mte. Xes- teira.
  4. Tengo la certeza de que estos nombres aumentan en número si se procede a un rigoso rebusco, para lo cual es de desear la cooperación binada de investigadores america­nos y españoles.

Véanse localizados en los dos planos de las rías, que ofrecemos

 

tomasBarreiraEl R. P. Tomás Barreira

Nació en Sta, Ma­ría de Bascuas, Lugo, el 20 de noviembre de 1883. Pasa­dos los primeros años de la infancia, ingresó en el Semi­nario de Lugo en 1889. Al terminar la carrera eclesiás­tica, entró, a los pocos me­ses, en la Compañía de Je­sús. Pasó de profesor a Amé­rica en 1917, y a su vuelta en 1921, todavía continuó su formación, hasta que en 1925 comenzó la vida ministerial en las Misiones rurales.

Desde 1950 viene defen­diendo en FARO DE VIGO, con el seudónimo de “Don Modesto”, la tesis de Colón pontevedrés. Es el segundo La Riega, pues con lo hecho por este benemérito hijo de Pontevedra, Otero Sánchez y otros ilustres escritores amantes de las glorias patrias, fue fácil dar al problema mayor actualidad, cuando parecía es­tar del todo olvidado.

Es el estilo del P. Barreira sencillo, sin polémica y sin dejar por eso de salir al paso contra cualquier tesis que contradiga la pontevedresa. Va siempre a base de razones, tomadas de los pri­mitivos autores, con la eva­cuación de las citas corres­pondientes, a fin de refor­zar la verdad para salir del embrollo a que conduce tan­ta variedad de critetios sin suficiente apoyo.

Mi voto por la teoría de “Colón, gallego” – Por Amado Nervo

 

Admiremos la paciencia franciscana. Nunca se amor­dace a los que se empolvan en archivos para indagar verdades históricas.

Loados sean.

Vivió hasta hace poco en la antiquísima Ponte­vedra, ciudad bloqueada orgullosamente de bellezas, un anciano de frente apostólica y barba fluvial. Su vejez terminó escudriñando papeles, legajos y escri­turas, ds aquellos famosos siglos del reinado dé la Gran Isabel, imagen culminante para la posteridad eterna.

 

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Supe de los hallazgos impagables obtenidos por aquel historiador de paciencia y ciencia, Celso Gar­cía de la Riega, esclavo de su alto patriotismo; y vi por mis ojos el rastro conductivo para esclarecer cuál pueblo del mundo fue primitiva cuna de Cris­tóbal Colón; punto tan ignorado como discutido.

No cabe duda alguna; el árbol genealógico de Co­lón comienza en la provincia gallega de Pontevedra. Aún no se apreció debidamente cuanto vale el archivo oficial donde las santas manos del nuy excelso anciano, García do la Riega, tropezaron con la docu­mentación que nos prueban habitantes de Santa Ma­rín de Pontevedra a Susana Fontcrosa, madre de Cristóbal, y allí nacidos también Bartolomé y Blanca Colón y Fonterosa, hermanos del arrogante mari­no que hizo célebre, el 12 de octubre, día de España y América, fiesta de la Humanidad entera.

A esos documentos reliquias, únense otros, no menos interesantes, como son los antecedentes sobre la salida de Pontevedra del Padre de Colón, llevando una carta del arzobispo de Santiago de Galicia que la recomendaba al obispo de Génova le proveyese en su oficio de navegante; la construcción en los asti­lleros pantevedreses de la nao «La Gallega» que a Colón se le antojó, con causa, elegir como bu­que de su colosal empresa, bautizándola con el sobrenombre de “Nao Santa María».

Vamos; yo pregunto: ¿qué nación o ciudad de la Tierra ha encontrado o enseña, hasta hoy, huellas parecidas a las que guarda Pontevedra española, que llevan al descubrimiento del origen patrio de Cristóbal Colón. ¡ Y el cúmulo de pruebas indiciarías acumuladas por la linterna investigadora de la Riega y de los que lo siguen, Constantino de Horta y Pardo, doctor José M. Riguera Montero, Prudencio Otero Sánchez, Jaime Solá, Martín Echegaray y José Pé­rez de Castro!

Atando cabos, se encuentran los yerros. En la leyenda colombina los cronistas que hicieron la exige sin de las fuentes, padecieron eses yerros.

Volvamos atrás. Estudiemos los acontecimientos, la historia de aquella antigua época, en los pueblos orillas del Lérez. Miremos sin pasión la ruta que nos dejó trazada el viejo patriota que habitó la casa de la calle Real, número 3, de Pontevedra;  y una asam­blea internacional de científicos en la materia, pro­clamará bienaventurado- a Celso García de la Riega,  y Galicia ocupará en la historia del Nuevo Mundo la presidencia de la gloria.

AMADO NERVO

La patria de Cristóbal Colón por Modesto Bará – revista Mundo Hispánico

Artículo años 60 en la Revista Mundo Hispánico, de Modesto Bará

 

La certeza del lugar donde nació Cristóbal Colón sigue tiendo un misterio inescrutable. No obstante las teorías sostenidas por numerosísimos investigadores históricos, y en especial las de origen italiano, que abogan por la cuna genovesa de Colón, estamos lejos de conocer la verdad. Posiblemente, el Almirante, apesadumbrado por unos antecedentes familiares o por un pasado poco airosos, logró llevar- se a la tumba su secreto, y, en cualquier caso, la empresa del Descubrimiento, totalmente española en sus medios materiales y en sus espirituales fines, tiene tan gran altura al lado del problema del naci­miento de Colón, que ei esclarecimiento definitivo del lugar de éste es realmente secundario ante aquélla. Sabemos que grupos de investigadores hispanos, deseosos, no obstante, de reivindicar para el solar español el lugar donde nació él Almirante, han trabajado durante largo tiempo, en un esfuerzo altamente meritorio, sin que se haya pronunciado aún la última palabra. Entre estos grupos se en­cuentra el que defiende, cotí gran número de datos históricos y de pruebas indicióles, a Galicia, y concretamente a la ría de Pontevedra, como la comarca donde vió la luz Cristóbal Colón. Sin pro­nunciarse, porque no es cometido suyo, MVNDO HISPANICO en un sentido o en otro, acoge en sus columnas el documentado trabajo del ilustre investigador y periodista gallego don Modesto Bara, digno sucesor de aquella escutía que con De la Riega y otros eruditos defendieron siempre la patria gallega de Colón. De entre sus innumerables escritos sobre la materia, MVNDO HISPANICO se honra en publicar éste, concebido expresamente para sus página* y escrito con amenidad y conocimiento.

 

Dos personajes diametralmente opuestos, distin­tos, son Cristoforo Colombo y Cristóbal Colón. Uno, tejedor, vinatero, descendiente y emparentado con gentes todas de oficios manuales y servi­les, que permanece en Italia al pie de los telares y de los toneles hasta los veintidós años, por lo menos, de su vida; otro, marino, descubridor, descendiente de gentes de mar, que anda en ella desde la más temprana edad, que quiso que su origen y patria permaneciesen inciertos y ocultos.

Vamos a demostrarlo con testimonios del propio Almirante y de su hijo don Fernando, así como con

los documentos de la «Raccolta di documenti», en todas las cuales, contexte y acordemente, sin excep­ción, se atribuyen a Cristoforo Colombo, supuesto Cristóbal Colón, a sus padres, a sus primos, tíos, abuelos, los oficios de cardadores, tejedores, sastres, vinateros, queseros y hasta choriceros, sin que nin­guno en absoluto figure como dedicado a los menes­teres de la mar.

Don Fernando Colón, en su Historia del Almirante, dice:

«De tal modo que, si muy apta fué su persona y adornada de todo aquello que para un hecho tan grande convenía, tanto más quiso que su patria y ori­gen fuesen menos ciertos y conocidos» (cap. I).

Refiriéndose a los progenitores de su padre, dice: «No encuentro en qué forma vivieron ni dónde ha­bitaron, a pesar de que el mismo Almirante diga en una carta que su trato y el de sus mayores fué siem­pre por mar (cap. II).

«Por lo menos, teniendo en cuenta su nombradía y su valor, los escritores que tratan de su profesión no deberían haberlo puesto entre los que ejercían artes mecánicas)) (cap. II).

«Volveré, pues, a nuestro intento, concluyendo por decir que el Almirante fué hombre de letras y de grande experiencia, y que no gastó el tiempo en co­sas manuales ni en artes mecánicas» (cap. II).

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En el capítulo IV dice: «Teniendo el Almirante conocimiento de dichas ciencias, comenzó a dedicar­se a navegar y a hacer algunos viajes por Levante y Poniente. De los cuales y de otras muchas cosas de aquellos primeros días no tengo plena noticia, puesto que él murió cuando aun jio tenía yo ni atrevimien­to ni familiaridad bastante, por el respeto filial, para osar preguntarle tales cosas.»

Cita don Fernando en este capítulo la carta que don Cristóbal escribió a los Serenísimos Reyes Cató­licos en 1501, «a ,quienes—dice don Fernando—no se habría atrevido a escribir sino lo que la verdad exigía», y de cuya carta son estas palabras: «Muy altos reyes: De muy pequeña edad entré en la mar, navegando, y lo he continuado hasta hoy…» «Ya pa­san de cuarenta años que yo soy en este uso. Todo lo que hasta hoy se navega, he andado.»

En el mismo capítulo dice que don Cristóbal, en el libro del primer viaje, afirma que empezó a navegar «de catorce años y que siempre anduvo en la mar».

Con fecha 21 de diciembre de 1492, viernes, escri­bió don Cristóbal en su diario : «Yo he andado vein­titrés años en la mar, sin salir della tiempo que se haya de contar…»

Resulta evidente que Colón y sus antepasados fue­ron sierilpre gentes de mar y no dedicadas a oficios manuales o serviles.

ModestoBara_02Veamos cuáles fueron las actividades de Cristoforo Colombo y las de los suyos, a la vista de las propias actas italianas, de las que daremos somera referencia por orden cronológico.

Acta extendida en Génova a 21 de febrero de 1429. Según ella, Giovanni Colombo de Moconesi (abuelo de Cristoforo) conviene con Guillermo de Bravante, tejedor de paños, que su hijo Domenico (padre de Cristoforo), de unos once años de edad, quede con Guillermo en calidad de mozo y discípulo «para aprender su arte» durante los seis años próximos ve­nideros.

Acta 6 septiembre 1440, extendida en Génova. En ella aparece cediéndose en arriendo a Domenico Co­lombo, tejedor de paños, hijo de Giovanni, un terre­no en el Vico del Olivella.

Acta 18 enero 1445, según la cual Giaccomo Fiescbi arrienda a Domenico Colombo, tejedor da paños de lana, un solar en Vico Dritto.

Acta 4 junio 1460, extendida en Génova. Antonio Colombo, hijo del finado Giovanni (tío de Cristofo­ro), habitante de Quinto, promete a Antonio Delle- piane, sastra de Génova, que quede el Gianetto, hijo de Antonio (primo de Cristoforo), de unos catorce años, en calidad de aprendiz de dicha arte de sastre.

Acta de 2 marzo 1470. Domenico Colombo se en­cuentra en Savona en calidad de tejedor de paños y hostelero.

Acta extendida en Génova a 31 de octubre de 1470. Según esta acta, Cristoforo Colombo, hijo de Dome­nico, mayor de diecinueve años, reconoce que debe dar y pagar a Pietro Bellesio, de Puerto Mauricio, 48 libras, 13 sueldos y seis dineros genoveses, los cua­les adeuda por un resto de vino vendido y entregado por dicho Pietro al mismo Cristoforo. (Aquí, Colom- bó, siendo mayor de diecinueve años, aparece dedi­cado a vinatero-tabernero.)

Acta hecha en Sayona el 20 marzo de 1472. Cristoforo Colombo, siendo testigo en Savona en un acta testamentaria, se declara lanero de Genova («lanerius de Ianua»).

Acta extendida en Savona en 26 agosto 1472. Do- raenico Colombo, lanero, habitante de Savona, y Cris- toforo, su hijo, también lanero, declaran deber 140 libras de moneda de Genova a Giovanni de Signorio, por venta de lana. (Aquí, el Cristoforo, supuesto Cristóbal, ya tenía, por lo menos, veintiún años cum­plidos, y en vez de figurar como hombre de mar, figura como lanero.)

Acta extendida en Savona el 7 diciembre 1474. Do- menico Colombo figura aún entre los laneros de Sa­vona. («De arte textorum pannorum en civitate Saone.»)

Acta extendida en Genova a 27 enero 1483. Dome- nico Colombo, hijo del finado Giovanni, «anterior­mente tejedor de paños», ciudadano de Genova, da en arriendo a Giovanni Battista Vila una tienda.

Acta extendida en Savona el 10 septiembre 1484. Según ella, Giaccomo Colombo, hijo de Domenico, ciudadano de Genova, se dio y colocó como mozo y discípulo de Luchino Cademartori, por veintidós me­ses, con el objeto de aprender el arte de tejedor de paños. (Este Giaccomo, que los italianos quieren identificar con Diego, es hermano de Cristoforo.)

Acta hecha en Genova el 25 agosto 1487. En ella aparece Giaccomo, supuesto Diego, como tejedor de paños de lana en Genova. («Iacobo de Columbo tex- tore pannorum lañe in Ianua.»)

Y  acta hecha en Génova el 30 septiembre 1494 (ya verificado el Descubrimiento). En ella aparece Do­menico Colombo como testigo de un testamento, y es la última en que se le cita, «como en otro tiempo tejedor de paños de lana».

ModestoBara_03De toda esta prueba documental, de primerísimo orden, resulta de forma in­controvertible, que el Cristoforo Co- lombo genovés, lanero, tejedor, taber­nero, que se encuentra en Génova, por lo menos, hasta los vintidós años de su edad, no puede ser el Cristóbal Colón descubridor, gente de mar, como sus antepasados, que entra en ella a los ca­torce años.

No lo decimos nosotros; lo dijo ya el que fué académico de la Historia y secretario de la Real Sociedad Geográ­fica don Ricardo Beltrán y Rózpide, que terminaba su trabajo Cristóbal Co­lón y Cristoforo Columbo (Madrid, 1918) con estas rotundas palabras: «El Colón de los documentos españoles no es el Columbo de los documentos italianos.» * * *

Que Colón no es de Génova lo prue­ba esa docena pasada de pueblos de Ita­lia que le disputan tal honor. Y lo con­firma la noticia, dada desde la propia Roma a la prensa de todo el mundo, en el año 1953, en la que se decía que habían aparecido documentos que pro­baban, sin lugar a dudas, que Cristóbal Colón había nacido en Casale Monfe- rrato y «en modo alguno» en Génova. Demostrando ello que la documentación genovesa, tenido como el Evangelio, no prueba lo que pretende, pues si así fuera no se hubiese lanzado tan sor­prendente noticia.

Pero tenemos nosotros, los españoles, en contra de la naturaleza genovesa, un apoyo de la máxima calidad, como que proviene de la Real Academia de la Historia. Este docto organismo, en sesión de 30 de abril de 1926, admitió, incorporó al acta y publicó en su Bo­letín una proposición, que suscribían los numerarios señores Ricardo Beltrán y Rózpide, Julio Puyol, Rafael Ureña y conde de Cedillo, que dice así: «Ha­biendo dado la Academia publicidad a su acuerdo de 9 de abril, referente a la falta de prueba para poder asegurar que don Cristóbal Colón nació en Ga­licia, los que suscriben piden que se haga también público, por medio del Boletín, la adición que presentaron al mencionado acuerdo en la sesión del 16; a saber: ”Que si bien es cierto que hasta ahora no hay prueba sufi­ciente para declarar que Colón nació en Pontevedra, tampoco la hay de que na­ció en Genova”.»

Este dato y el del nacimiento en Ca­sale Monferrato son rotundos y dan la razón a quienes vienen sosteniendo que Colón no nació en Génova. Pero ¿pudo haber nacido en otra parte de Italia? Si la «prueba» genovesa, que es la más «imponente» y «eclipsó» a la de los otros pueblos italianos, carece de valor pro­batorio, es obvio que las demás ni pue­den contar.

Aparte la diferencia de personalida­des existentes entre el Colombo lanero y el Colón marino que hemos dejado apuntada; aparte las opuestas activida­des de uno y otro, «vidas divergentes», como las calificó el académico gallego Fernández-Gil y Casal, se levantan otras dificultades insuperables para la tesis italiana, que nadie hasta ahora fué ca­paz de resolver, y estas dificultades son, entre otras, las siguientes:

Colón, italiano, jamás escribió en ita­liano, sino en español, que conocía ya muchos años antes de venir a España (afirmación de don Ramón Menéndez Pidal). En español están todos los es­critos que de él se conocen. Ni aun dirigiéndose a italianos y a institucio­nes italianas, utilizó el idioma «mater­no», ya que el embajador de Génova en España, Nicolo Oderigo, escribe en español, y el Banco de San Jorge, de Génova (de ser auténtica esta corres­pondencia), escribe igualmente en espa­ñol, y la contestación del último se hace en latín, cuando lo natural sería que ambos se expresasen en la lengua de su patria.

Otro (y con el español son los únicos) que empleó fué el latín, y «los barba- rismos de su latín—dice S. de Madaria- ga—eran simplementes hispánicos; es decir, que cuando su latín era malo, lo era a la manera española». Y Cesare Lollis, comentando lleno de confusión esta circunstancia, recoge honradamen­te ejemplos de solecismos en el latín de Colón, que—dice—«sólo se explican en una persona de habla española».

ModestoBara_04Su español era correcto, y es otra cir­cunstancia destacable que se deslizasen en él abundantes galleguismos y portu­guesismos y, en cambio, no se le fue­ran de los puntos de la pluma ni un solo italianismo, ni una sola palabra, frase o giro de la lengua italiana o de alguno de sus dialectos. ¿Que olvidó fulminan­temente el italiano, la lengua de su pa­tria, habiendo estado viviendo en ella hasta los veintidós años, por lo menos, de su vida? ¡Imposible de toda impo­sibilidad!

Colón y los suyos, como hemos de­jado demostrado, fueron siempre gen­tes de mar, y Colombo y los suyos han sido tejedores, cardadores, vinateros, sastres…

Colón dice, y confirma su hijo don Fernando, entró en la mar a la más tem­prana edad, y el Colombo figura aún a los veintidós años en Génova como te­jedor.

Colón dice en la Institución Mayo- razga que su linaje «verdadero» y el de sus antepasados es el que se llama y llamó «siempre» de Colón, y el linaje de los personajes italianos es el de Co­lombo.

¿Por qué creemos que Colón es es­pañol, gallego y pontevedrés? El Almi­rante tuvo un decidido y manifiesto em­peño (por nadie discutido) de ocultar su origen y patria. Así se explica que no se encuentre el documento definitivo que aclare dónde ha nacido, y por ello hay que valerse de la prueba indiciaría, de los actos, de los dichos, de la ma­nera de proceder del descubridor.

Si los que defendemos su origen ga­llego alegamos como motivo de haber tramado aquella ocultación el ser oriun­do de Galicia (que tan recelosa y des­pectivamente era mirada), el ser de ori­gen judío y la circunstancia de estar en aquel entonces Galicia enfrentada con los Reyes Católicos, por haberse puesto su nobleza al lado de Doña Juana la Beltraneja, en contra de Doña Isabel, no hacemos ninguna alegación infun­dada.

Y  ahí van algunos de los indicios, que estimamos como prueba plena:

Cristóbal Colón, a las tierras descu­biertas, sólo nombres hispanos impuso y ninguno italiano. Entre esos nombres figuran más de cien de Pontevedra y su ría, otros tantos de la ría viguesa y otros muchos de otros lugares gallegos. Tal conjunción de nombres no puede ser mera casualidad. Beltrán y Rózpide ya lo expresó en estas elocuentes pa­labras : «No dejó en las tierras por él descubiertas ningún nombre italiano… Toda la nomenclatura geográfica de las tierras descubiertas por Colón en sus cuatro viajes es española, siendo de no­tar que en ella se reproducen voces propias y aun exclusivas, únicas, del litoral gallego…»

Ninguno de los barcos de los cuatro viajes llevó un nombre que recordase algo italiano y, por el contrario, la capitana del primero se llamó La Galle­ga; en el segundo figuró otra nave con el mismo nombre, y en el cuarto hubo un navio llamado El Gallego. Además, a una isla le llamó «La Gallega».

El 18 de diciembre de 1492, Colón celebró en uno de los puertos del Nue­vo Mundo por él descubierto una albo­rozada fiesta, mandando engalanar las naves y disparar sendos tiros de lom­barda, en conmemoración—según dice en su diario—de la festividad de ese día, que era Nuestra Señora de la O, dándose la singular circunstancia de que Nuestra Señora de la O es la Patrona canónica de Pontevedra desde tiempo inmemorial.

En Pontevedra, antes y después del Descubrimiento, existió el apellido Co­lón. Así lo reconoció la Academia de la Historia, que en sesión de 14 de mayo de 1918 aprobó un informe, emitido por los señores Yignau, Ureña y Me­néndez Pidal, en el que se establece la afirmación de que ese apellido «está demostrado era usual en Pontevedra en los siglos xv y xvi». Lo testifican docu­mentos inmaculados, así como la ins­cripción pétrea descubierta en la igle­sia de Santa María la Mayor de Ponte­vedra y la del crucero de Porto-Santo.

En Pontevedra, y no en Italia, han vivido, tuvieron bienes, capillas, casas y cobraron rentas y foros descendientes del Descubridor. Así encontramos que en 1672 vivía en esta capital don Miguel Enríquez Flórez de Portugal y su es­posa, doña Gerónima de Vargas Machu­ca, aquél fundador del mayorazgo lla­mado de «Las Colonas», que se extin­guió en 14 de diciembre de 1860 con la muerte de doña Vicenta Gil Arias Mariño, llamada «la Aldonza», que se decía era la última descendiente de los Colones en Pontevedra, como así está comprobado.

En poder de los herederos del médico pontevedrés don Joaquín Piñeiro existe una escritura, de 26 de febrero de 1731, de foros sobre varias casas de esta ca­pital, que compra doña Catalina Colón de Portugal.

En el Registro de la Propiedad figura una inscripción de un foro, otorgado en marzo de 1775, por don Miguel Co­lón de Portugal.

Más detallada podíamos hacer esta re­lación, que cerramos destacando el he­cho de que, en 1796, el entonces duque de Veragua vende una importante finca llamada de «La Puntada», sita en Porto- Santo (Poyo), que dice le pertenece por herencia de sus finados padres.

En ese lugar de Porto-Santo existe la tradición de que en una casita que allí se conservaba años atrás había nacido «o que descubriu as illas» (el que des­cubrió las islas), tradición que fué re­cogida y comprobada en información pública abierta al efecto en el año 1917 por el entonces gobernador civil de Ja provincia y secretario de la Real So­ciedad Geográfica, don Luis Tur y Pa- lau, en colaboración con el académico Fernández-Gil.

En este mismo lugar existe un cruce­ro con la inscripción de «Juan Colón-1490», y en la fachada de la iglesia de Santa María la Mayor, construida entre fines del siglo XV o comienzos del xvi por el poderoso gremio de mareantes, existe el busto de Cristóbal Colón.

Todo este cúmulo de indicios (de­jando otros aspectos del problema de la patria del Almirante) constituyen una prueba categórica de su naturaleza es­pañola y pontevedresa. Beltrán y Róz- pide, repetidamente citado, dijo «que el descubridor de América no nació en Génova y que fué oriundo de algún lu­gar de la tierra hispánica situado entre la banda occidental de la Península, entre los cabos Ortegal y San Vicente».

Mucho es lo que se lleva aclarado so­bre la nacionalidad española de Cris­tóbal Colón, debido solamente a la ini­ciativa particular, y creemos que la tesis pudiera alcanzar la deseada meta si nuestros organismos oficiales y cultura­les quisieran entrar de lleno en ella.  Modesto BARA

Colón español, por el Marqués de Dos Fuentes 1937

 

Debe la historia nacional o, mejor dicho, la his­toria universal, este descubrimiento a la sin par diligencia de un hombre eminente, cuyo nombre es acreedor a las más altas demostraciones de es­tima. El historiador pontevedrés D. Celso García dela Riega que descubrió los documentos a que hacemos referencia. Y, en posesión del tesoro, luí aplicado a este asunto tal inteligencia, tal eru­dición, tal sagacidad que, al plantear el proble­ma, lo ha resuelto. Marqués de Dosfuentes.

 

No hay ninguna noticia cierta sobre la infancia de Cristóbal Colón, ni sobre el tiempo y lugar de su nacimiento; porque de tal manera enmara­ñaron los hechos sus comentadores, que es casi  im­posible descubrir la verdad. Washington Irving. (Norteamericano). “Vida y viajes de Cristóbal Colón» 1830.

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