El entorno hispánico de Cristóbal Colón

El entorno hispánico de Cristóbal Colón1

Miguel Ángel Ladero Quesada

Los itinerarios españoles de Cristóbal Colón fueron varios, desde que llegó a Castilla a mediados de 1485 hasta que murió en Valladolid, en mayo de 1506, pero el escenario habitual de sus trabajos y sus triunfos fue la España del Sur, Andalucía, en especial los reinos de Sevilla y Córdoba. Allí vivió los «años decisivos» (1485-1492) en que su proyecto acabó transformándose en realidad, y allí regresó para organizar sus siguientes viajes al Nuevo Mundo2. En Andalucía encontró los medios materiales y técnicos necesarios para su empresa, los marinos y los mercaderes, los amigos y los protectores, el consejo de los frailes franciscanos, el amor de una cordobesa y el apoyo, tras larga espera, de los reyes.

La vida de Colón ha sido analizada e investigada con tanta minuciosidad y desde tantos puntos de vista que, al parecer, casi nada nuevo podría averiguarse ya3. Pero cada hombre ha de ser biografiado y conocido en sus circunstancias, y la circunstancia andaluza de Colón aparece a menudo como un fondo borroso al que se presta poco interés. Mi intención es hacer que pase, por unos minutos, a la nitidez del primer plano, y eso no por un afán de exaltación nacionalista, que estaría fuera de lugar y sería anacrónico en la historiografía de nuestro tiempo, sino simplemente porque, a fin de cuentas, Andalucía fue la tierra de Colón durante los últimos veinte años de su existencia, los años de madurez, de las realizaciones y de los triunfos.

Entre las muchas cuestiones que podría haber abordado la lección inaugural del XVII Congreso Internacional de Ciencias Históricas, nos ha parecido que ésta podía ser oportuna, por su proximidad a los intereses del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, que requiere inevitablemente la atención de muchos historiadores.

Pero, más allá de esta circunstancia coyuntural, la cuestión tiene su importancia, porque la exploración, conquista y colonización de las indias se hizo desde Andalucía, y entre la tercera parte y la mitad de los españoles que pasaron a América en el siglo XVI fueron andaluces, muchos de ellos de Sevilla y su reino, de modo que en la configuración que tomaba el Nuevo Mundo tuvieron un peso muy grande las estructuras sociales, económicas e institucionales, las formas de vida, las costumbres y los valores de la sociedad andaluza, tal como se habían ido elaborando en los últimos siglos medievales4. Aunque no me referiré a todos los aspectos, confío en que podré exponer a su atención los que tuvieron una influencia más directa sobre la empresa de Colón.

Andalucía ofrecía en el siglo XV la imagen de una tierra en la que la nueva fase de crecimiento económico había comenzado de manera precoz, varios decenios antes que en otras partes del Occidente europeo, e incluso de la Península Ibérica, dicho en términos generales. Llama la atención el creciente peso poblacional y económico de la región: en el plano tributario, por ejemplo, pasa de proporcionar el 20 por 100 de los ingresos ordinarios de la Corona hacia 1420, al 35 por 100 a fines de siglo5. El progreso del sector agrario, que incluye nuevos fenómenos de repoblación, y el auge de las ciudades son evidentes, y, hasta cierto punto, mensurables.

Se alcanza entonces, también, la plenitud del sistema de relaciones sociales y de poder organizado en torno a las aristocracias. La monarquía, consciente de ello, respeta este predominio y contribuye a su consolidación, aunque limitándolo, después de la restauración del poder regio en 1480 y, de nuevo, en 1508. Por entonces, casi la mitad de la Andalucía bética era tierra de señoríos, en sus zonas rurales y marítimas.

Pero hay, también, otros sucesos del siglo XV que dejaron profunda huella en Andalucía: así, el problema de los judeoconversos y las actuaciones de la Inquisición desde 1481, que son hechos en buena medida andaluces. Y la apertura del «Atlántico medio» (Chaunu), que se suma al auge mercantil de la Baja Andalucía en la segunda mitad del siglo, de modo que la región pasa a ser centro de una amplia red de relaciones marítimas y comerciales en vísperas del descubrimiento de América. Y, sobre todo, la conquista y rápida repoblación de Granada, que supuso el fin de la frontera medieval y el logro de la plenitud territorial de Andalucía, aunque sobrevivieran diferencias, porque los moriscos granadinos formaron una comunidad importante hasta 1571.

Las dimensiones

La Andalucía bética o del Guadalquivir, incorporada a la Corona de Castilla y León en la primera mitad del siglo XIII, se extendía sobre unos 60.000 Km2, de los que la mitad correspondían al reino de Sevilla (sobre las actuales provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz), y la otra mitad se repartía en partes casi iguales entre los reinos de Córdoba y Jaén. Entre Sierra Morena al N., las costas atlánticas al S. y S.O., y la frontera con el reino musulmán de Granada al S. y S.E., esta Andalucía medieval tenía una personalidad regional cada vez mejor perfilada, a consecuencia de la plena repoblación llevada a cabo por los castellanos en el siglo XIII, y de las circunstancias de todo tipo que fueron ocurriendo en la Baja Edad Media.

Posiblemente, aquella Andalucía tocó el fondo de la depresión demográfica del siglo XIV entre 1383 y 1393. Se estima que, en ese momento, no tendría más de 350.000 pobladores. Un siglo después tenía en torno a 750.000, de los que unos 400.000 en el reino de Sevilla. No faltan los indicadores del crecimiento de población, en forma de padrones para Sevilla y los 12.000 Km2 de la tierra que dependía jurisdiccionalmente de ella, de noticias sobre nuevas poblaciones -más de 30 en aquel siglo-, de testimonios sobre aparición y crecimiento de arrabales urbanos, aumento de tierras cultivadas y, en fin, de rápida colonización de la antigua frontera con Granada y de las principales plazas de este reino después de su conquista.

En este panorama, el crecimiento de la población urbana merece atención especial, puesto que el auge y triunfo de las ciudades proporcionó respuesta a la crisis y motor a la expansión que vino a sucederla. Hubo un crecimiento de la población urbanizada a lo largo del siglo XV, hasta situarse por encima del 20 por 100 del total, lo que es mucho en términos de aquella época.

Ahora bien, en Andalucía se daban las mayores aglomeraciones urbanas, pero también la máxima concentración del poblamiento rural, de modo que, en núcleos de menos de 5.000 h. lo agrario suele desplazar a lo específicamente urbano. Sevilla era la gran metrópoli, y pasa de 2.600 vecinos en 1384 a 7.000 hacia 1485 y 9.000 hacia 1515-1530, es decir, de unas 15.000 a unas 50.000 personas, más población flotante: era la mayor ciudad de la Corona de Castilla. Córdoba era una ciudad de primer orden, seguramente con unos 25.000 h., y había otras cinco importantes situadas entre los 11.000 y los 18.000 (Jaén, Úbeda y Baeza, Écija, Jerez de la Frontera). Por debajo de los 10.000 se situaba una decena de ciudades de tipo intermedio (Carmona y Marchena, por ejemplo), y por debajo de los 5.000 la mayoría de los puertos de mar importantes (Huelva, Lepe, Sanlúcar de Barrameda, Puerto de Santa María, Cádiz…).

Retengamos, en conclusión, la imagen de un país donde las ciudades formaban una red densa y suficiente, con la población y la fuerza necesarias para dirigir el conjunto de la actividad económica en los comienzos del primer capitalismo mercantil6.

El crecimiento económico

 

1. Las producciones

En un sistema económico basado en el sector primario hay que aludir primero, aunque sea lo menos conocido, a la evolución y crecimiento de las producciones agrícolas y ganaderas.

Los análisis del diezmo eclesiástico de trigo y cebada, cultivados en la proporción teórica de dos a uno o, como entonces se decía, «pan terciado», nos permiten afirmar que hubo un notable aumento de la producción global en la segunda mitad del siglo XV: los datos de los tres primeros decenios indican un promedio de producción anual en el arzobispado sevillano de en torno a 700.000 fanegas (una fanega = 55,5 litros), los del segundo tercio en torno a 1,2-1,5 millones y los del tercio final oscilan entre 1,6 y dos millones. A finales de siglo, la producción cerealista de Andalucía oscilaba entre 1,5 y 1,65 millones de Qm., de los que algo más de la mitad correspondían al reino de Sevilla7.

La presión para aumentar la producción de cereal no provenía sólo del incremento del consumo interior, sino también de los intereses que muchos cosecheros tenían en la exportación: desde el año 1320 los de la Baja Andalucía podían exportar libremente un tercio de las cosechas, una vez garantizado el consumo interno. Y, sin duda, esta posibilidad era un estímulo, pero produjo peligros de desabastecimiento.

Hubo también un crecimiento de la producción vitícola, como lo demuestra el auge tanto de los mercados urbanos de consumo como de las cargazones o exportaciones por vía marítima. Lo sabemos a través de noticias cada vez más abundantes y precisas a medida que avanza el siglo, por ejemplo las que nos ilustran sobre el interés de los grandes aristócratas andaluces por fomentar la plantación de viñedos en sus plazas de Lepe y Ayamonte, Gibraleón, Huelva, Niebla, Rota, Chipiona, El Puerto de Santa María, además de ser muchas de estas localidades señoriales los puntos principales de concentración y embarque de vinos, rumbo al Cantábrico castellano, a Flandes y a Inglaterra.

De todas maneras, el mercado interior absorbería la mayor parte de la producción, estimada entre los 200.000 y los 280.000 Hl/año en el arzobispado de Sevilla a finales de siglo. Así lo demuestra el mismo reparto geográfico de las áreas vitícolas, porque junto a algunas predominantemente exportadoras como eran las del condado de Niebla y Jerez de la Frontera, que producían un 50 por 100, había un «cinturón vitícola» en la Campiña, en torno a Sevilla, que producía el 25 por 100 del total del arzobispado, y otro tanto procedía de las sierras del N., de las que hoy ha desaparecido prácticamente la vid8.

La única gran zona olivarera en la Andalucía bajomedieval fue el Aljarafe sevillano. Los olivares eran extremadamente rentables, su propiedad estaba en manos de la aristocracia y las instituciones eclesiásticas de Sevilla, y era frecuente la gestión directa por el propietario, mientras que en otros tipos de cultivo predominaban las cesiones de usufructo en arrendamiento o censo enfitéutico. También era normal que miembros del patriciado urbano hispalense intervinieran en el almacenamiento y comercialización del aceite, tanto para el mercado interior como para la exportación, controlada a menudo por mercaderes genoveses, hacia los centros textiles de Flandes o Inglaterra, hacia Génova misma o hacia la isla de Chíos, donde los genoveses poseían grandes fábricas de jabón, aunque también las había en la misma Sevilla.

Pues bien, los datos de producción indican que, en los años 1429 a 1448, el promedio era de 20.000 quintales en los «años llenos (en torno a 25.000 Hl.), mientras que en el último cuarto de siglo se ha pasado a 55.000. La consecuencia parece clara: de nuevo existe un fenómeno de crecimiento estimulado por el auge del consumo, de la actividad mercantil, y por la inversión de capitales en aquel tipo de cultivo.

Apenas es posible extender a otros campos estos breves comentarios sobre las estructuras del sector primario y el crecimiento de su producto en el siglo XV. Hay que recordar, no obstante, la importancia en aumento de la ganadería en una región donde las zonas incultas dedicadas a pastizal eran abundantísimas. Así, la exportación de cueros era un gran negocio en todo el reino de Sevilla, y la capital concentraba también los procedentes del resto de Andalucía y de la cuenca del Guadiana, e incluso del N. de África, de modo que hay noticias sobre los «cueros de Sevilla» en todos los mercados europeos de la época, desde Génova y Marsella hasta Amberes.

La producción de lana en las zonas serranas norteñas era elevada, y alimentaba una manufactura textil de calidad y en evidente crecimiento, tanto en Córdoba como en Baeza. Además, Córdoba y Sevilla eran centros de contratación de la lana merina extremeña y andaluza, comprada anticipadamente por mercaderes italianos y, en el último tercio del siglo XV, por los burgaleses, cada vez más numerosos. Se exportaba por medio de carretas y barcazas fluviales hasta Sevilla, y desde allí por vía marítima.

Si los negocios de la lana y los cueros interesaron a muchos aristócratas y mercaderes de Sevilla y Córdoba, el de la carne para consumo urbano parece que afectó sobre todo, igual que el de la venta de paños al por menor, a sectores acomodados de las clases medias urbanas, que encontraron en ellos un medio de promoción en aquella época de crecimiento poblacional.

Y, por último, antes de abandonar la descripción de estos elementos productivos, hay que aludir a un tipo de pesquería costera muy especializado y rentable. Se trata de las almadrabas del atún, efectuadas en muchos puntos de la costa atlántica andaluza durante los meses de mayo y junio, incluyendo el troceado, salazón y envase de los atunes en las mismas playas. Era un negocio en manos de la alta aristocracia dueña de los puertos costeros -Guzmán, Ponce de León, La Cerda-, que solía concertar anticipadamente la venta a mercaderes extranjeros, en especial italianos. El mantenimiento de esta lucrativa actividad estaba asegurado, casi sin más límite que el propio agotamiento de los atunes, y es un ejemplo singular de vinculación con los mercados exteriores9.

2. Los intercambios

El incremento de las producciones agrarias, la revalorización de la tierra -cuyo precio sube sin cesar en el siglo XV-, la inversión en su compra por los poderosos, con el consiguiente aumento de la gran propiedad, son fenómenos que están en relación con el auge de la actividad comercial, tanto en los mercados internos regionales, peor conocidos, como hacia los mercados exteriores, en un proceso controlado por gentes que residían en las ciudades andaluzas o contaban en ellas con sus factores y corresponsales10.

La apertura al Atlántico y, a través de sus rutas, el gran comercio europeo fue uno de los mayores legados del medievo andaluz a la identidad de la región, y pesó mucho en la que ya entonces adquirió. La utilización habitual de la ruta marítima entre Italia y Flandes coincidió con la organización de la Andalucía castellana y produjo el nacimiento de un importante centro de actividad mercantil en Sevilla desde los últimos decenios del siglo XIII. Vino a añadirse, desde el segundo tercio del XIV, otro acicate promovido por la exploración del Atlántico medio, la conquista de las Canarias y el desarrollo de las pesquerías de altura, ya en el XV. Y, durante toda la Baja Edad Media, tuvieron también un peso apreciable las relaciones comerciales con Berbería (el Magreb occidental).

Aquellos estímulos impulsaron al desarrollo de una marina autóctona y la relación con otras peninsulares (hay una presencia frecuente de marinos catalanes y baleares, valencianos más adelante, portugueses y, sobre todo, gallegos, cántabros y vascos) y europeas que dio lugar a asentamientos de nuevos vecinos en las plazas costeras y en Sevilla, en especial entre los que procedían de la costa N. de la propia Corona de Castilla. En Sevilla estableció Alfonso X las atarazanas reales y el Almirantazgo desde 1254, pero a la larga fue más importante el desarrollo de la marina mercante y pesquera, privada, que no aquel establecimiento de la marina regia11.

El gran comercio tuvo incidencia en muchos otros aspectos de la realidad histórica de la baja Andalucía. La presencia de colonias de mercaderes extranjeros, en especial la genovesa, generó unos vínculos exteriores que enriquecieron especialmente a Sevilla. Los andaluces se habituaron a una relación frecuente con el exterior, en especial con Italia, Inglaterra y Flandes, que se intensificó en el siglo XV12.

Por entonces Sevilla era ya una plaza financiera importante -la mayor de Castilla junto con Burgos- y un mercado muy activo de metales preciosos. No tenemos noticia sobre el establecimiento de grandes casas de banca hasta el primer decenio del siglo XVI pero, en cambio, la ceca o casa de moneda de la Corona en Sevilla era la más activa e importante de las castellanas en el siglo XV13.

El gran comercio contribuyó, ya lo he indicado, a potenciar la economía y las producciones agrarias andaluzas y por eso, indirectamente, a consolidar las estructuras sociales de tipo aristocrático-señorial, en lugar de fomentar un cambio social «burgués» que es todavía ajeno y extraño a la época, aunque es cierto que crecieron las clases medias urbanas y comenzó a haber modelos de comportamiento burgués -«versus» aristocracia- entre algunos mercaderes.

Los aspectos cualitativos de aquellos tráficos son bastante bien conocidos. Se refieren a la exportación de productos agrarios y materias primas, «bizcocho» y cerámica contra importaciones de paños, manufacturas, sedas y tintes, hierro y madera, azúcar y productos agrarios del N. de África. Al aprovechamiento de una situación excepcional en la ruta Italia-Flandes y en la cabecera de las rutas hacia África. A la relación con plazas mercantiles que se escalonan desde Flandes, Inglaterra, Normandía y Bretaña hasta Berbería, el Mediterráneo occidental y las ciudades italianas. A los tipos de mercaderes: genoveses, sobre todo, pero también otros italianos, burgaleses y también andaluces, aunque sujetos éstos a un control exterior de los grandes capitales mercantiles y de las directrices del comercio. A los transportistas por vía marítima: barcos andaluces de pequeño calado en abundancia, en especial carabelas, naos y otros buques de la costa cantábrica, además de las galeras, naos y carracas de mercaderes extranjeros, siempre presentes a pesar de las «actas de navegación» dictadas por los reyes de Castilla en 1398 y, de nuevo, en 1500.

Se ha escrito a veces sobre el carácter «colonial» de aquellos tráficos, pero conviene hacer una reflexión elemental a este respecto: los términos de relación entre dueños de la tierra y sus productos y dueños de los negocios y manufacturas son radicalmente distintos en una economía agraria tradicional y en una economía industrial capitalista. Se puede afirmar, incluso, que las situaciones de predominio se producen a favor de los primeros entonces, y no de los segundos, y que, por lo tanto, la posición mercantil de Andalucía -como de casi toda Castilla- en el siglo XV, no implicaba subdesarrollo, periferización o sujeción colonial, a mi modo de ver.

Se trataba, por el contrario, de una opción, tal vez la más fructífera en aquel momento -sin duda, la más conservadora desde el punto de vista social-, entre las que ofrecían aquellos regímenes de economía agraria y sociedad aristocrática o «feudal» bien desarrollados. Y, desde luego, era la opción más segura: los grupos sociales dirigentes, cuya renta se basaba en la tierra y en sus productos convenientemente comercializados, estaban mucho menos sujetos a las consecuencias de crisis coyunturales o bélicas que no aquellos otros cuya potencia se basaba en el control de rutas y capitales mercantiles. Por ejemplo, una guerra civil, entre 1462 y 1472, pudo arruinar el comercio catalán, pero quince años de disturbios, entre 1464 y 1479, apenas modificaron las condiciones del castellano y andaluz.

Es cosa distinta afirmar que la evolución futura alteraría aquel estado de cosas, con el desarrollo del capitalismo mercantil atlántico, o, más adelante, con las revoluciones industriales. Pero esto no era así en el siglo XV, ni todavía en la primera mitad del XVI, y sería imposible comprender el auge demográfico, la prosperidad económica, el crecimiento urbano o los mismos fenómenos de consolidación de toda una estructura social en Andalucía, si se aplicaran anacrónicamente criterios de interpretación socioeconómica actuales sin matizarlos y contrastarlos ante una realidad histórica muy diferente, como era la de Andalucía hacia 1492, después de varios decenios de crecimiento económico, con Sevilla como centro cosmopolita de un comercio importantísimo, en la vanguardia de las nuevas tendencias y corrientes mercantiles que nacían en el Atlántico medio.

3. La apertura al Atlántico

Sevilla era siempre el centro organizador de los tráficos mercantiles y del régimen aduanero anejo o almojarifazgo mayor, pero a menudo, desde finales del siglo XIV, los barcos no llegaron a ella sino que se detenían en los puertos costeros, que actuaban como lugares de depósito de mercancías y reparación de navíos. La consecuencia fue que algunos alcanzaron cierta independencia fiscal, en especial Sanlúcar de Barrameda, que tenía almojarifazgo propio, y Cádiz, que obtuvo el monopolio de la «contratación» con Berbería en 1493, después de regresar a la jurisdicción realenga14.

Precisamente, este comercio con las costas africanas y el desarrollo de la navegación en el Atlántico medio han de retener nuestra atención, porque fueron uno de los escenarios inmediatos que Cristóbal Colón conoció, y del que tomaría colaboradores y experiencia15.

En los tráficos con Berbería interesaba, ante todo, el «fabuloso comercio del oro», muy difícil de cuantificar, aunque las cifras que se conocen son impresionantes (¿54.000 liras de oro genovesas, sólo a esta república, en 1377? ¿40.000 ducados a Florencia en 1466? ¿El equivalente a 200.000 ducados importados por vía de Cádiz en 1518?). Los esclavos guineos del África negra y azanegas saharianos constituían otro renglón fundamental, y se adquirían en los puertos del Marruecos atlántico, sin contar con los que proporcionaban las «cabalgadas» que los andaluces dirigían contra los emiratos de Fez y Tremecén16.

El tráfico, en uno u otro sentido de cereales, y el intercambio de productos agrarios y materias primas africanas por manufacturas redistribuidas por los puertos andaluces -en especial pañería- no nos ha de entretener ahora, salvo para señalar su relación con un fenómeno muy importante: el progresivo conocimiento que los marinos andaluces tuvieron de las rutas del Atlántico medio, y el desarrollo paralelo de las pesquerías de altura.

Según A. Rumeu de Armas, los caladeros africanos frecuentados por los pescadores llegaron a estar muy al S. del cabo Bojador, hasta Senegal, Gambia y Guinea ya en la segunda mitad del siglo XV, pero los andaluces pescaban sobre todo entre los cabos Aguer y Bojador y hasta Río de Oro, y siguieron haciéndolo a pesar de las limitaciones establecidas por los tratados luso-castellanos de Alcaçovas (1480), Tordesillas (1494) y Sintra (1509), que coincidían en afirmar el monopolio portugués. En 1509, el tratado de Sintra reconocía el derecho castellano «a pescar y saltear y contrastar en tierra de moros por dicha costa… de la manera que hasta aquí lo podían y acostumbraban hacer» 17.

Así, los pesqueros en El Puerto de Santa María, Palos, Huelva, Moguer, Ayamonte y otras plazas se encontraban en las zonas del cabo Espartel, río Lukus y Sebú, cabos de Aguer y Bojador, e incluso al S. de éste, y así la pesca se convirtió en alimento corriente de los andaluces. Recordemos que las dos carabelas de Palos que participaron en el primer viaje de Colón, lo hicieron para sufragar una pena impuesta por la Corona para infracciones en materia pesquera18.

Por mucha que fuera la importancia del comercio, lo que más llamaba la atención y la conciencia de los contemporáneos era el señuelo de la guerra contra el infiel y los proyectos de conquista en su territorio. También Colón lo incluía como resultado final de su viaje por la ruta de Occidente. Pero en el Magreb atlántico las conquistas estaban reservadas a los portugueses. No obstante, era frecuente en el último tercio del siglo XV y a comienzos del XVI que marinos andaluces atacaran las costas de Berbería, tanto las de Fez como las de Tremecén, mediante «cabalgadas» que reportaban cautivos y botín, y de las que a menudo tenemos noticia por el cobro del «quinto real» sobre su producto o por el testimonio de alguna relación contemporánea19.

Aquellas acciones de «barrajar» en las costas, aduares y poblados del N. de África -replicadas por los musulmanes en la medida de sus fuerzas- eran a la vez «arriesgadas y lucrativas». Junto con el trato comercial o «rescate», crean un hábito que algunos marinos y exploradores andaluces no abandonarán al otro lado del Atlántico, y tienen una consecuencia que también en él sería importante: aumentar el conocimiento detallado de las costas y contar con «adalides» o expertos útiles para la preparación y guía de expediciones en tierras desconocidas u hostiles.

La expansión territorial

Las empresas de conquista y colonización no eran algo lejano en la Andalucía de 1492 porque, sobre la base de las experiencias obtenidas en los siglos XI al XIII, se acababan de realizar dos de singular importancia, que renovaban aquella herencia histórica medieval, y con ello la preparación de los andaluces para aquel tipo de actividades. Por una parte, la conquista del reino musulmán de Granada (1482-1492), que Colón conoció bien porque estuvo en algunos campamentos del ejército cristiano (Málaga, Santa Fe), y, por otra, la de las islas Canarias (1478-1496), algunos de cuyos financiadores lo serían también del descubridor genovés.

En las Islas Canarias tomó la Corona el relevo de una empresa que había comenzado en 1402 por iniciativa señorial, protagonizada por varios linajes del patriciado urbano de Sevilla -Las Casas, Peraza, Martel, Herrera-, ante la necesidad de detener el peligro de intervención portuguesa, que se manifestó todavía durante la guerra con este reino entre 1475 y 1479. En aquel momento había ya cuatro islas bajo dominio señorial -Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera, El Hierro- pero las tres islas mayores, Gran Canaria, La Palma y Tenerife, continuaban sin conquistar e integrar en Castilla, y los reyes asumieron la tarea para sí, pero la conquista se realizó por capitanes que capitulaban con los reyes las condiciones de la operación.

Ésta fue discontinua y difícil a veces: Gran Canaria en 1480, La Palma en 1492, Tenerife en 1496. Además, generó un tipo de repoblación y organización del territorio peculiar, pues era preciso combinar los intereses de la Corona con los de los conquistadores y sus socios, y con los de quienes habían contribuido a financiar la empresa, en especial florentinos y genoveses afincados en Sevilla y Cádiz (Juanoto Berardi, Francisco de Riberol, Mateo Viña, Francisco Palmaro o Palomar…). Paralelamente, el sentido misional que había tenido la conquista e intervención castellana en las islas, favorecido por bulas pontificias y por la acción de los franciscanos, imponía algunos límites a la lucha contra la población aborigen, que de otro modo habría sido totalmente esclavizada.

Así sucedió que, en algunos aspectos, las Islas Canarias eran hacia 1492 una prolongación de intereses y proyectos andaluces, y un banco de pruebas o experiencias que a veces sirvieron para las primeras colonizaciones en el Caribe, sobre todo en lo que se refiere a la agricultura para exportación -caña de azúcar- y al movimiento de capital mercantil en las islas, controlado por genoveses. Por el contrario, la colonización de poblamiento fue mucho más rápida y densa, y las instituciones administrativas estuvieron sujetas al Consejo Real y a la Audiencia de Granada, de modo que Canarias fue un reino según el modelo castellano, y la misma cercanía de las Islas facilitó el que fueran ya entonces un finis terrae europeo y no una primera tierra indiana20.

La conquista de Granada fue una empresa en la que la Corona y la sociedad castellanas se emplearon a fondo durante un decenio, poniendo en juego todos sus recursos militares, financieros e institucionales, porque se consideró como la culminación de un proceso secular de reconquista contra los musulmanes, en el que se recuperaba la totalidad del espacio peninsular mediante la desaparición del último poder político islámico. Más acá de esta consideración ideológica, se trataba de acabar con la frontera que durante dos siglos y medio habían mantenido los emires de Granada frente a la Andalucía castellana, de evitar posibles peligros militares en un momento de expansión turca en el Mediterráneo, y, también, de enviar muchos pobladores cristianos: en 1530 la mitad al menos de la población del reino -unos 200.000 h. en total- eran nuevos pobladores o sus inmediatos descendientes.

La administración del reino de Granada se organizó según los modelos empleados en el resto de la Corona de Castilla pero, al igual que en Canarias, sin el lastre de una evolución pasada, lo que permitió acentuar el ejercicio de la autoridad regia. Tanto en Granada como en Canarias la organización eclesiástica se efectuó, desde el principio, en régimen de Patronato Real por concesión pontificia. En estos aspectos político-administrativos, pues, ambos territorios anticiparon la mayor facilidad y pureza con que la Corona implantó en América algunas formas características del «Estado moderno». Pero es de suponer que Colón, cuyos criterios sobre el poder político eran muy distintos, no obtuvo provecho de aquellas experiencias21.

Los ejemplos tan próximos de conquista y colonización sí que estarían presentes, en cambio, en la mente de muchos andaluces, y también las cuestiones tocantes al contacto con los indígenas, a la guerra y a la misión, pero tampoco hay que exagerar el paralelismo: entre la conquista y la población de Granada y las americanas hay grandes diferencias, y bien sabían los conquistadores que los indios en poco se parecían a los musulmanes, a pesar de las invocaciones a Santiago en las batallas, o de llamar a veces «mezquitas» a los templos indígenas.

A decir verdad, los procesos de evangelización fueron muy distintos: el éxito acompañó a los misioneros en Canarias y América, entre unos paganos que veían en la conversión una garantía de supervivencia, y que aceptaron sus consecuencias religiosas y culturales. Por el contrario, los musulmanes de Granada, aunque bautizados entre 1500 y 1502, permanecieron siempre ajenos al mundo religioso y cultural hispano-cristiano, hasta que Felipe II expulsó de aquellas tierras a sus descendientes moriscos en 1571.

El entorno social del descubridor

Hemos de preguntarnos ahora sobre la estructura y las jerarquías sociales andaluzas, en especial aquellos aspectos que más influyeron en la vida de Colón durante sus años andaluces y en su percepción de la realidad hispana.

Los caracteres propios de la sociedad andaluza bajomedieval nacieron en un doble proceso, hoy bien conocido, de éxodo y desaparición casi total de la anterior población musulmana, y de repoblación y nueva organización del territorio en todos los aspectos por los colonos cristianos, entre 1230 y 1280, aproximadamente22.

Las repoblaciones reprodujeron las estructuras sociales e institucionales vigentes en otras regiones de Castilla, aunque simplificándolas y adaptándolas a los intereses y proyectos del poder monárquico, tal como lo concebía Alfonso X (1252-1284). Todos los nuevos pobladores fueron jurídicamente libres, y la cuantía de los bienes raíces rústicos o urbanos que recibieron varió según sus obligaciones militares fueran combatir a pie (peones) o a caballo (caballeros). Entre estos últimos se distinguió especialmente a los que tenían condición noble. Además, se repartieron tierras y otros bienes a grandes oficiales de la Corona, miembros de la alta nobleza castellana y leonesa, iglesias, monasterios y Órdenes Militares, que constituyeron los primeros señoríos en la región, sobre todo cerca de la frontera con la Granada islámica. Se cuidó especialmente la población de los núcleos urbanos, donde hubo grupos a veces importantes de judíos y, en Sevilla, de mercaderes extranjeros: los primeros privilegios a los genoveses datan de 1251.

La situación de la Baja Edad Media, las crisis y cambios económicos, y las luchas políticas, modificaron en muchos aspectos esta situación originaria, aunque respetaron sus rasgos fundamentales. Ante todo, Andalucía vivió durante dos siglos y medio como tierra de frontera, lo que exigió el mantenimiento de un fuerte dispositivo militar, propició la promoción nobiliaria, el aumento del número de señoríos, y la vigencia de aspectos de la mentalidad caballeresca, que apoyan ideológicamente el predominio aristocrático, al explicarlo por medio de justificaciones inmediatas -el papel militar y protector de los aristócratas- y magnificarlo como tema literario, de lo que son buena muestra los romances fronterizos del siglo XV. Por otra parte, las posibilidades de conquista y colonización fomentaban, a veces, alguna flexibilización transitoria de la estructura social y estimulaban la movilidad en su interior.

La crisis del siglo XIV, el hecho de que Andalucía era un país relativamente poco poblado, y la vinculación de las producciones agrarias al comercio favorecieron los procesos de concentración de propiedad de la tierra, en beneficio de familias de la pequeña aristocracia urbana y de linajes de la gran nobleza que se fue formando en la región.

1. El predominio aristocrático

Sin embargo, los fundamentos del predominio y auge de las aristocracias son más variados y complejos. En el crecimiento del poder aristocrático, a la vez económico y social, político y cultural, cabe distinguir dos períodos: el primero hasta 1360-1380, caracterizado aún por la inestabilidad de la clase aristocrática y de sus medios de perpetuación, como lo demuestra la extinción de muchas familias de alta y baja nobleza. El segundo, de 1370-1380 en adelante, presencia el definitivo auge y la consolidación de linajes y patrimonios aristocráticos que perdurarían en los siglos siguientes23.

Por otra parte, es necesario distinguir también entre alta y baja aristocracia, integrante esta última de los diversos «patriciados urbanos», pero advirtiendo que los modelos de organización social y de poder eran propuestos por la alta, y que la baja aristocracia andaluza los aceptó sin presentar nunca alternativas, a diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos europeos. Esto contribuye a explicar, también, la facilidad con que los grandes aristócratas dominan el gobierno de las ciudades, o la falta de asimilación de los valores económicos y sociales burgueses propios del capitalismo incipiente, aunque se obtengan beneficios de la actividad mercantil24.

Las formas de participación en el poder político son varias. Ocurrió, ante todo, un aumento del número e importancia de los señoríos en los que diversos linajes de la alta nobleza ejercían su jurisdicción. Los señoríos andaluces, todos en zonas rurales, eran un 27 por 100 del territorio hacia 1300 y un 48 por 100 en época de los Reyes Católicos, pero mientras que los de instituciones eclesiásticas y Órdenes Militares permanecen estables o disminuyen, los de la nobleza seglar pasan de un 3 por 100 en torno a 1300 a un 35,4 por 100 hacia 148025.

Además, los aristócratas dominaban la mayor parte de los órganos de poder en el territorio de realengo, o sea, sujeto directamente a la jurisdicción regia. Los cargos de la administración territorial de la monarquía, o bien son ocupados por aristócratas andaluces, o bien dan lugar a que nobles de otras regiones acaben formando linajes en Andalucía.

Más continuo e importante para el conjunto del grupo aristocrático era el dominio de los municipios de realengo, organizados en régimen de ciudad y tierra, a modo de señorío colectivo. En Sevilla y Córdoba, los puestos de alcaldes mayores y alguacil mayor estaban siempre en manos de grandes nobles, mientras que la asamblea o cabildo de regidores estaba integrada por miembros de los linajes de baja aristocracia urbana. Las «clases medias» urbanas sólo tenían una participación menor y subalterna en aquel tipo de poder municipal, en el que se integraban las relaciones políticas de los diversos niveles de aristocracia mediante lazos de clientela, formación de bandos o parcialidades, y enlaces familiares26.

Aquella polivalencia de medios de poder político y económico permitió a la aristocracia andaluza mantener y aumentar sus niveles de renta, sobre todo en el siglo XV: propiedades agrarias, derechos de la jurisdicción señorial, sueldos, mercedes y participaciones en las rentas de la fiscalidad monárquica, y también de la eclesiástica, intereses en los mercados urbanos y en el gran comercio exterior… éstos son los componentes principales de una renta aristocrática diversificada y modernizada, que tienen poco que ver con los modelos propios de la «edad feudal clásica». A finales del siglo XV, los ingresos brutos de grandes nobles como el duque de Medina Sidonia, el duque de Arcos o el de Medinaceli, alcanzaban los 40.000 ducados anuales27.

En el mantenimiento de aquel modelo aristocrático de dominio social jugó un papel fundamental la organización familiar en linajes, la solidaridad de sangre, los enlaces entre unos y otros. En el interior de aquellos círculos familiares se promovían unos valores culturales bien determinados: puede decirse que en la Andalucía bajomedieval predomina el tipo social del caballero, y es muy escasa, la figura del burgués, más o menos ennoblecido, que no haya buscado conscientemente asimilarse a los valores aristocrático-caballerescos, utilizando para ello los signos externos más relevantes: el empleo de cabalgaduras y armas, las formas adecuadas de vestido, adorno y comida, la adopción de un tren de vida caracterizado por el ocio noble en algunos aspectos, y por la presencia de criados e incluso esclavos para los diversos trabajos de servicio.

Hubo también una religiosidad pro-aristocrática o, al menos, unas formas de religiosidad que, de hecho, beneficiaban el mantenimiento de los intereses del grupo, formas protegidas por la misma aristocracia a través de fundaciones pías que, además de su valor como signo de fe, estaban cargadas de contenido social. Así sucede con los patronatos sobre monasterios y conventos establecidos por los grandes linajes, que fijaban en ellos su enterramiento, o por las capellanías, enterramientos y aniversarios que las familias de la aristocracia urbana dotaban en diversas iglesias y conventos como manera de revalidar «post mortem» las jerarquías y valores sociales y, además, como procedimiento para mostrar la coherencia del linaje en torno a su cabeza o pariente mayor, con motivo de las ceremonias funerarias o recordatorias.

Es muy conocida la influencia de aquellos modelos sociales y culturales andaluces en los procesos de conquista y colonización americana. ¿Hasta qué punto los asimiló o quiso integrarse en ellos Colón, después de haberlos conocido, en su carrera de ascensión política y social tras el Descubrimiento?

Durante los años anteriores, en su búsqueda de protectores que acogieran su proyecto, Colón había acudido a dos altos nobles andaluces, Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, por motivos muy comprensibles. Ambos tenían en sus señoríos puertos costeros cuya actividad mercantil y pesquera era de gran importancia: Sanlúcar de Barrameda, Huelva, una parte de Palos y, por vía de una rama colateral, Lepe y Ayamonte, eran del duque de Medina Sidonia, que además se había interesado en la empresa de Canarias y en el comercio y «rescates» en la costa atlántica africana, mientras que El Puerto de Santa María era del duque de Medinaceli quien, en marzo de 1493, recordaba su protección a Colón para intentar, infructuosamente, que los reyes le concedieran parte en el negocio que se preveía con las nuevas tierras, al menos que «el cargo y descargo» de los buques fuera en El Puerto. Pero la voluntad de la monarquía fue siempre que la alta nobleza, a título institucional y señorial, permaneciera al margen de lo que fue ocurriendo en el Nuevo Mundo, aunque el papel que jugaron los marinos y barcos de los lugares costeros de señorío fue tan importante en los años que siguieron a 1492: baste recordar el de los Pinzón, de Palos, o los Niño de Moguer, en el primer viaje colombino28.

2. La sociedad urbana

Colón vivió buena parte de su tiempo entre 1485 y 1492 en Córdoba, o en relación con Sevilla, de modo que su contacto con aquellas sociedades urbanas es otro elemento muy importante a tener en cuenta.

Las «clases medias» mercantiles y artesanas eran bastante fuertes en número de individuos pero más bien débiles en peso social dentro de las ciudades andaluzas, debido a su escasa participación en el poder urbano y a la falta de proyección, sobre el conjunto, de sus ideales de vida productiva y mesurada, puesto que sus elementos más destacados tendían a fundirse con la aristocracia ciudadana, y por debajo sólo tenían un amplio proletariado urbano cuyo horizonte era la simple supervivencia cotidiana. No obstante, algunos elementos de la manera «mesocrática» de concebir el orden social, contrarios a la inutilidad y el carácter depredador que se atribuían al modelo señorial-aristocrático, saldrían a la luz durante la expansión ultramarina en los escritos de autores, como Fr. Bartolomé de Las Casas, que procedían de la zona de contacto entre aristocracia y clases medias urbanas29.

Conocemos de éstas su tipología socio-profesional y, hasta cierto punto, los marcos de organización gremial que maduran a lo largo del siglo XV, pero que nunca produjeron una participación en los gobiernos locales a partir del encuadramiento profesional. Los padrones de vecindario de la ciudad de Sevilla han permitido esclarecer su realidad social desde tres ángulos: el reparto por profesiones, la situación ante el impuesto directo -privilegiados, francos o exentos, pecheros-, y los niveles de riqueza imponible, lo que contribuye a perfilar el concepto de «pobreza fiscal» y a conocer mejor la estratificación económica de la sociedad hispalense: hacia 1480, el 70 por 100 del vecindario era pobre desde el punto de vista fiscal, o sólo disponía de los recursos derivados de su trabajo, otro 25 por 100 vivía en lo que podemos llamar niveles medios, y sólo un 5 por 100 disponía de bienes por una cuantía fiscal de 50.000 maravedís (133 ducados) o más, esto es, la cifra mínima para ingresar en la caballería de cuantía, casas y ajuares aparte30.

Pues bien, estos medianos -así se les llamaba entonces-, a los que se distingue con claridad de los de pequeña manera, tenían algunos medios de participación en el poder, o de hacerse notar ante él, sobre todo si accedían a la caballería de cuantía, a pesar de la degradación que ésta sufrió en Andalucía desde la segunda mitad del siglo XIV31. Otra vía era la elección o el acceso a los cargos de jurado del concejo pero muchos de ellos estaban ya en manos de la aristocracia urbana. Y, en fin, el intento de los Reyes Católicos para implantar unos personeros del común en los concejos castellanos terminó en fracaso. Cerradas aquellas posibilidades, los medianos perdieron también cualquier otra que pudieran tener de modificar o matizar las circunstancias del sistema social.

Además, esta merma de posibilidades se vio acentuada en las sociedades urbanas andaluzas de la segunda mitad del siglo XV por la presencia del problema de los judeoconversos, y por su evolución. Al ser los conversos y sus descendientes, en su mayoría, «clases medias urbanas», la marginación y las persecuciones a que se les sometió y, desde 1481, las actuaciones de la Inquisición, aparte de frustrar muchas promociones individuales, imposibilitó cualquier evolución del sistema social en la que ellos tuvieran protagonismo o, al menos, parte activa, como tal grupo32.

Otra cosa es que algunos conversos pudieran integrarse en las filas del patriciado urbano, o en las del alto y medio clero33. Pero, en definitiva, la condición de su supervivencia o, al menos, de su tranquilidad, pasaba por disolver en el conjunto social lo más posible, si les dejaban, su antigua identidad socio-religiosa. Colón vivió en Andalucía los años más duros de la Inquisición, y siempre es un interrogante a responder cómo incidió en él aquella realidad, y qué contactos tuvo con conversos, aunque nada permite suponer que fueran más intensos o trascendentes que los mantenidos con otros sectores de la sociedad urbana.

3. Los genoveses en Andalucía

La situación de los grupos de mercaderes, financieros y artesanos foráneos en aquellas ciudades era peculiar. Unas veces procedían de otras partes del reino -burgaleses a fines del siglo XV-, pero casi siempre eran extranjeros que residían en Sevilla, Jerez, Puerto de Santa María, Cádiz, e incluso Córdoba. Prestaban todos ellos unos servicios y desarrollaban unas actividades que les convertían en un apoyo valioso del orden social vigente.

Conocemos bastante bien el caso de los genoveses: protagonizan y financian parte del comercio exterior, se benefician de él en sus aspectos lícitos y también en los irregulares –saca de oro y plata-: ¿qué interés o deseo podían tener de influir en un cambio social cuando su «simbiosis» con los poderosos les resultaba tan provechosa? Todo lo contrario, los que llegan a naturalizarse castellanos, o bien se integran en los patriciados urbanos de Jerez, Cádiz o Sevilla, o bien reproducen en las ciudades de Andalucía la condición de artesanos, marinos o pequeños comerciantes, sujetos al poder de una república aristocrática, que ya tenía en su tierra ligur de origen34.

Las relaciones de Colón con sus compatriotas no se dirigen hacia aquéllos ya naturalizados en Sevilla, Jerez o Cádiz, e integrados en las aristocracias urbanas, como los Villavicencio-Zacarías, Bocanegra, Cataño, Adorno o Spínola. Sus interlocutores más próximos son los mercaderes estantes, vinculados a los negocios y la economía andaluza, cuyo número aumentó mucho en la segunda mitad del siglo, y aumentaría más después del Descubrimiento, hasta el punto de escribir el embajador veneciano Marco Dandolo en 1503 que «un tercio de Génova se encontraba entonces en España, donde negociaban más de trescientas compañías mercantiles genovesas».

Pero los mercaderes y financieros más importantes no se interesaron por la empresa indiana hasta que hubo seguridad de beneficios. Antes, en los años difíciles, Colón sólo contó con apoyos procedentes de gentes más modestas, procedentes a menudo de alberghi genoveses de creación relativamente reciente, que ya conocían el negocio colonizador en Canarias, y disponían de medios para participar en la exploración atlántica pero no para protagonizar el gran comercio internacional35.

Ejemplos: los Sopranis, los Riberol, los Pinelli. Francisco Pinelo, afincado en Sevilla, en cuya aristocracia local llegó a integrarse, contribuyó a financiar el primero y el segundo viajes colombinos; su pariente, más poderoso, Martín Centurión, el tercero, en el marco de otros préstamos que hacía a la Corona. Riberol, Francesco Doria, Francesco Castagno y Gaspare Spínola intervienen en la financiación del cuarto viaje. No siempre eran genoveses, sin embargo: entre los apoyos más firmes con que contó Colón en su empresa se cuenta el del florentino Gianotto Berardi, cuyo nombre he mencionado ya en relación con la conquista de La Palma36.

Es probable que también en Córdoba haya mantenido contactos semejantes Colón, pues allí operaban otros Spínola, gestores de la bula de cruzada, y había bastantes artesanos originarios de Génova y de Florencia, ya naturalizados y con nombres castellanos a menudo. Su nivel profesional -son tintoreros, perailes, operarios del textil- y su origen social debían ser en muchos casos semejantes al del futuro descubridor de América37.

Los objetivos políticos de la Monarquía

Las relaciones entre los Reyes Católicos y Colón se comprenden mejor si tenemos presentes el estado político de Andalucía y los objetivos del gobierno monárquico allí y en otras partes de la Corona de Castilla, tal como se realizaban desde 1475.

El reinado conjunto de Isabel y Fernando se caracterizó por un notable y rápido fortalecimiento del poder monárquico, que llevó a su culminación muchos elementos anteriores constitutivos del «Estado moderno» en su versión hispánica. Fue una época de pacificación social en la que se respetaron los privilegios y el predominio aristocrático, pero sujetando bien, al mismo tiempo, sus ámbitos de poder -los señoríos, el control oligárquico de las ciudades- a los intereses y líneas políticas de conjunto trazadas por la Corona. Los reyes pudieron así ejercer como verdaderos protagonistas del poder, recuperar aspectos y parcelas de éste perdidos en tiempos anteriores, llevar a cabo empresas de guerra, conquista y relación diplomática como cabeza de un cuerpo político cuyas instituciones de gobierno, sin cambiar apenas, eran mucho más eficaces. La unión dinástica entre las Coronas de Castilla y Aragón, que ellos efectuaron, potencia muchos de estos aspectos, aunque aquí los refiramos al ámbito andaluz38.

La época inmediatamente anterior, desde 1464, había sido pródiga en guerras internas, debido a la dejación de poder por el rey Enrique IV ante las presiones de la alta nobleza, y a los enfrentamientos entre unos y otros linajes de ésta por el dominio en la Corte, o en ámbitos regionales. En el reino de Sevilla las protagonizaron los Guzmán, duques de Medina Sidonia, y los Ponce de León, condes de Arcos, al frente de sendos bandos, entre 1471 y 1474, y en Córdoba las varias fracciones del linaje Fernández de Córdoba, desde 1465.

El viaje de los reyes Isabel y Fernando a Andalucía en 1477-1478, prácticamente vencedores ya en la guerra de sucesión, modificó totalmente la situación. Los grandes nobles reafirmaron su obediencia, abandonaron sus intervenciones políticas en las ciudades, pero conservaron incólumes su poder señorial, su fuerza económica y su predominio social pues los reyes se limitaron a comprar Palos (1492) y a restablecer la jurisdicción de la Corona en Cádiz (1493) y en Gibraltar (1502), por entender que se habían enajenado indebidamente unos decenios atrás. Las aristocracias urbanas recobraron el protagonismo dentro de la parcela que se les asignaba -la administración de las ciudades de «realengo» y sus «tierras»-, pero bajo el control de los corregidores nombrados por los reyes, que implantaron también la nueva Hermandad, en la que participaban todas las ciudades castellanas, para la persecución de la delincuencia en zonas rurales.

También puede considerarse, en cierto modo, como una medida de restablecimiento de la autoridad política -que estaba entonces basada en la legitimidad religiosa principalmente- el establecimiento de la Inquisición, proyectado en 1478 y en Sevilla, porque puso fin a las revueltas urbanas contra los judeoconversos y encauzó hacia la vía jurisdiccional el problema religioso, pero también político, de la apostasía de algunos de ellos.

En aquella situación de disponibilidad ante el poder monárquico vivió Andalucía la conquista de Granada, y los enormes esfuerzos humanos y económicos que exigió. En ella, no obstante, pudieron los grandes nobles recuperar el papel de primeros colaboradores de la Corona, y alzarse alguno de ellos -el marqués de Cádiz y conde de Arcos, Rodrigo Ponce de León- con un protagonismo caballeresco y militar, que sería la última manifestación de un modo de estar en la vida política y bélica andaluza llamado a desaparecer después de 1492. Para el conjunto de los andaluces, la mayor compensación era la desaparición misma de la frontera, de sus peligros y cautiverios, con la posibilidad de explotar mucho mejor la amplia banda morisca próxima a ella y de enviar colonos al territorio granadino, de modo que la guerra, fue a la vez una apoteosis del poder regio y una empresa bien aceptada y secundada por la sociedad andaluza39.

En tales condiciones de plena autoridad, restaurada y en ejercicio, ¿cómo interpretar las Capitulaciones de Santa Fe -17 de abril de 1492- que parecen en muchos aspectos cesiones exorbitantes de poder a favor de Cristóbal Colón?40.

Las capitulaciones, asientos y conciertos que los reyes hicieron durante la guerra de Granada con los musulmanes vencidos, para poner fin a la contienda, adoptaban la forma de privilegio real. Sólo en algunos aspectos formales son comparables a la colombina, que, según diversos autores, merece «la calificación jurídica de contrato», aunque sobre un negocio a realizar con escaso gasto económico y que muchos «no tenían… por muy çierto», lo que puede contribuir a explicar la mayor largueza de los reyes, no porque pensaran modificarla en el futuro, pero sí por su convicción de que, en caso políticamente necesario, su autoridad y preeminencia regias, que se concebían como soberanas y absolutas, podrían alterar lo capitulado. No obstante, Colón -que era un hombre procedente del mundo urbano y mercantil bajomedieval- no estaría en condiciones de entender tales aspectos de la doctrina política monárquica castellana41.

Por lo demás, los reyes otorgaron a Colón atribuciones delegadas de su propio poder según los usos ya establecidos en Castilla. Como Almirante, recibe las que tenían los Almirantes de Castilla, aunque algo modificadas: el derecho de «despacho», es decir, de cargar un octavo en cualquier barco, pagando el flete -el Almirante de Castilla podía cargar hasta un tercio, en los barcos sujetos a su jurisdicción-. Una participación de un diezmo sobre el botín o «ganancia» obtenido por las expediciones (el almirante castellano llevaba un tercio, más el quinto real). Y capacidad judicial pertinente a su cargo. En definitiva, los derechos del Almirante castellano eran mayores, lo que sucede es que estaban fijados en cantidades equivalentes establecidas desde hacía mucho tiempo, y arrendados, mientras que Colón pretendía hacer efectivos la totalidad de los suyos42.

Como Virrey y Gobernador, recibía las atribuciones que tenían estos cargos en la Castilla del momento. Por ejemplo, los desarrollados por don Pedro Fernández de Velasco en distintos momentos, desde 1478, pero con dos claras ventajas: el cargo sería vitalicio y hereditario. Y, además, Colón podía presentar ternas para que los reyes efectuaran sobre ellas el nombramiento de todos los cargos públicos.

Es decir: el Descubridor era elevado a las categorías máximas de la aristocracia castellana y se le confería un fuerte poder político vitalicio y hereditario, pero como representante de los reyes. No hay cesión jurisdiccional ni creación de señorío. En el plano doctrinal no existe, pues, contradicción entre los objetivos políticos de la monarquía y lo capitulado para aquella situación peculiar e irrepetible, cuyos efectos habían de ocurrir en ámbitos muy lejanos al territorio de la Corona de Castilla, lo que era otro motivo para admitir condiciones especiales, como seguramente recordarían a los reyes más de una vez, entre 1485 y 1492, los cortesanos que en uno u otro momento parecen haber apoyado a Colón: el secretario Alonso de Quintanilla, los obispos fr. Hernando de Talavera y fr. Diego de Deza, el franciscano fr. Antonio de Marchena, el escribano de ración Luis de Santángel, etc.

La Rábida como símbolo

El convento de franciscanos observantes de La Rábida, cerca de Huelva, ha sido considerado siempre como un símbolo del Descubrimiento, mudo testigo de la partida de los tres barcos hacia lo desconocido, el 3 de agosto de 1492, y residencia humilde de los frailes que devolvieron la confianza a Colón en los momentos más difíciles de 1491, cuando todo parecía haber fracasado. Allí encontró a fr. Juan Pérez, antiguo confesor de la reina Isabel, que consiguió la reanudación de las conversaciones, y al «frayle astrólogo» con el que departió sobre su proyecto, y muy cerca, en Palos y en Moguer, al «físico» García Hernández, al viejo piloto Pedro Vázquez de la Frontera, a Martín Alonso Pinzón, y a tantos otros que hicieron posible, en torno a Cristóbal Colón, el viaje descubridor43.

Pero el simbolismo de La Rábida nos atrae ahora por otros motivos, porque llama nuestra atención sobre lo que los franciscanos y el franciscanismo significaban tanto para el descubridor como en la Andalucía de su tiempo.

Es bien sabido que Colón y su «mentalidad mesiánica» encajaron perfectamente «en el ambiente franciscanista español»44. Su devoción a San Francisco le llevaría a ser enterrado en hábito de terciario franciscano, y su afecto a la Orden no sufrió merma ni siquiera en sus últimos años, cuando algunos frailes franciscanos contribuyeron, con sus declaraciones sobre la situación en La Española, a mermar su crédito político, aunque es cierto también que desde 1498 su «verdadero padre espiritual» fue Gaspar Gorricio de Novara, fraile cartujo autor de un Carro de las dos vidas, es a saber, de vida activa y vida contemplativa (Sevilla, 1500), y que su sepultura estuvo en la Cartuja de Las Cuevas, sevillana.

Si los cartujos, como los jerónimos, significaban la vida religiosa contemplativa, y de ahí su buena fama y capacidad de atracción social, los franciscanos eran protagonistas de vida activa, exploradora y misionera en aquella época de la historia del cristianismo, precisamente los dos aspectos más próximos al ideal mesiánico colombino45.

Los franciscanos observantes de la custodia de Andalucía estaban presentes en la «misión» o evangelización de Canarias desde principios del siglo XV: en 1403 se erigió la diócesis de Rubicón, en Lanzarote, y en 1414, franciscanos de La Rábida fundaban el convento de San Buenaventura de Betancuria. En 1434, la bula Regimini gregis, de Eugenio IV, proclamaba la libertad de los indígenas, como seres humanos, y la prelación que habían de tener las acciones evangelizadoras. No fue así, a menudo, pero se estaban creando los fundamentos de un nuevo modo de contacto con poblaciones paganas, y los franciscanos andaluces eran protagonistas del fenómeno. Funcionó incluso, entre 1472 y 1480, una nunciatura para Guinea, encomendada por Sixto IV a fr. Alonso de Bolaños, fraile de La Rábida, que amplió durante unos años la acción de los «conventos franciscanos de la misión de Canarias»46.

La experiencia franciscana era de distinto tipo, pero aún más antigua, en los intentos misionales dirigidos hacia el Islam granadino y norteafricano. No tuvieron éxito, pero conviene recordar que un fraile de la Orden solía ser obispo de Marruecos, con residencia en Sevilla47.

La Rábida materializa así un elemento ideal -la misión- que compartía Colón, a la vez descubridor y visionario, con los andaluces de su tiempo, y que es inseparable del afán de negocio o lucro y del deseo de conquista. Del mismo modo, la devoción a María venía a coronar el edificio religioso de aquella época, bajo Dios Padre y Cristo: era Nuestra Señora del Amparo, bajo ésta u otras vocaciones, venerada en diversos santuarios andaluces, a los que acudían los marinos en agradecimiento por haber salvado la vida, y, sobre todo, en Guadalupe: allí viajaría Colón en 1493, después de su recibimiento triunfal en Barcelona y a Guadalupe también enviarían su ofrenda los navegantes portugueses, tras descubrir la ruta del Cabo de Buena Esperanza y llegar a Calicut, pocos años más tarde.

Conclusión

Otros puntos de España recorrió y conoció el Descubridor, casi siempre en pos de la Corte, desde Alcalá de Henares y Salamanca, durante los primeros tiempos de su búsqueda de protección regia, pasando por Barcelona en el regreso triunfal del primer viaje, hasta Segovia y Valladolid, al final de su vida, cuando intentaba en vano recuperar el favor regio y los privilegios y poderes que había perdido. Pero los años andaluces son los que dejan la huella hispánica en su personalidad y en sus afectos porque, además del entorno que acabamos de describir y que tanta influencia ejerció en diversos aspectos, en Córdoba conoció Colón a Beatriz Enríquez de Arana, y con ella tuvo a su hijo Hernando que, andando los años, sería biógrafo de su padre e historiador de sus viajes, de modo que en Andalucía forjó el Descubridor el arma más formidable para perpetuar su fama, si otras hubieran fallado: su primogénito, Diego, heredó los títulos, y los pleitos, pero el hijo cordobés, Hernando, se quedó con la memoria48.

Concluiré con la reflexión de un eminente historiador que, al exponer cómo el proyecto de Colón fue rechazado en Lisboa, y conocido en otras Cortes europeas, añade que el Descubridor habría llegado a Portugal con cincuenta años de retraso, y que pensó en Inglaterra o Francia con medio siglo de anticipación49. Algo de esto hubo, desde luego: llegar en el momento preciso. Espero que mi brevísimo análisis de la realidad de Andalucía haya ayudado a comprenderlo, al margen de cualquier interpretación determinista del pasado.

Había allí el adecuado soporte humano y técnico, el impulso renovador de un sistema económico que se mantenía, sin embargo, en sus términos tradicionales, como cimiento de un predominio social aristocrático compatible con el desarrollo de empresas mercantiles y con los primeros esbozos de acumulación capitalista. El poder político de la Corona era ya fuerte, sin que ello significara el aniquilamiento de otras formas de poder cuyo uso fue indispensable en los primeros tiempos de la exploración americana. Había, en fin, un ímpetu expansivo y colonizador, teñido todavía por los ideales y mitos de la cruzada, y puesto a prueba por aquellos mismos años. La chispa de la iniciativa colombina vino a caer sobre esta mezcla de factores, compleja pero bien estructurada, y así dio comienzo uno de los hechos de descubrimiento y conquista, de contacto y encuentro más destacados y extraordinarios de la Historia, que desde entonces comenzó a ser realmente de toda la Humanidad.

Cuál es, entre las Lucayas, la isla que denominó Colón de San Salvador

  

 

Cuál es, entre las Lucayas, la isla que denominó Colón de San Salvador

Cesáreo Fernández-Duro

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Desde que empezó á profundizarse en el estudio de la historia americana la identificación de la primera tierra que miraron absortos Cristóbal Colón y sus compañeros en el descubrimiento, al abrir la aurora el memorable día 12 de Octubre de 1492, ha sido objeto preferente de consideración y controversia, reconocidas las dificultades que para la resolución del problema ofrecen los extractos del Diario del Almirante transmitidas por el P. Las Casas, y la vaguedad de indicaciones del diario mismo tratando de lugares vistos á la ligera, sin nombres propios y con accidentes de fácil transformación en el transcurso del tiempo.

Los rumbos, las distancias recorridas, la graduación y la variación de las agujas, hasta la apreciación de las medidas de que hablan las relaciones del viaje, son otras tantas incógnitas que imposibilitan la solución matemática. La hipótesis aplicada á cualquiera de ellas complica la indeterminación, por lo cual personas de tan gran autoridad como Humboldt, Wallienaer, Prescott, Irving, Robertson, han dudado al señalar por correspondencia de la isla que se dice nombraban los naturales Guanahaní, y   —362→   á la que denominó de San Salvador el jefe de los nuevos argonautas españoles, alguna de las que forman el grupo de las Bahamas.

Sin entrar en el pormenor de las opiniones variantes; limitando la referencia á los historiadores españoles, mientras D. Martín Fernández de Navarrete, fiado en la derrota que encargó á don Miguel Moreno, daba por equivalencia á isla Turca, D. Juan Bautista Muñoz determinadamente la fijaba en la que ahora se llama Watling. Esta misma indicó como probable el Derrotero de las Antillas formado en nuestra Dirección de Hidrografía, y como al acercarse el cuarto centenario del descubrimiento, se estimulara en Cuba el laudable deseo de salir de dudas, hubo polémica en que con mucha laboriosidad tomaron parte hombres de ciencia y letras, produciendo, entre varios, dos estudios notables; de don Juan Ignacio de Armas, el uno; de D. Herminio C. Leyva, el otro, conformes en la identificación de la isla Guanahaní con la de Watling.

Antes que estos, por iniciativa del centro hidrográfico de los Estados-Unidos de América, emprendieron algunos oficiales de su marina y de la de Inglaterra, reconocimientos en las islas Lucayas; con preferencia en las nombradas Turk, Mariguana, Cat ó San Salvador, Watling, Salnaná ó Altwood (que son las que han dividido los pareceres), uniendo el examen pericial práctico al de las memorias escritas, y dieron á luz por resultado monografías muy interesantes.

Resumen ó condensación de todas ellas puede considerarse un opúsculo de M. Clements R. Markham, que con el título de Sul punto d’approdo di Cristoforo Colombo apareció traducido del inglés en Roma1, pues más que de original discurso es de crítica y comparación de los anteriores, de Muñoz, Navarrete, Kettel, Gibbs, Major, Irving, Humboldt, Slidell, Mackencie, Varnhagen, Fox, Becher, Peschel y Murdoch. En conclusión considera el autor demostrada ya la coincidencia de Watling con Guanahaní, y juzga que se debe á D. Juan Bautista Muñoz la identificación   —363→   del lugar de recalada de Colón; á M. Major la situación del punto en que las carabelas anclaron, y á M. Murdoch la derrota que desde allí siguieron hasta Cuba.

Sin embargo, en lucha todavía la evidencia con la desconfianza, D. José María Asensio, que acaba de dar á la estampa una historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón2, sea por el respeto que la opinión de Washington Irving generalmente le merece, sea porque la semejanza de nombre le seduzca, se pronuncia por la isla actual de San Salvador al buscar identidad con la que San Salvador denominó el Almirante, y la señala en el mapa con la derrota de las carabelas, que ilustra su dicha obra.

En los Estados-Unidos de América tampoco han admitido llanamente las últimas deducciones, por grande que sea la competencia y responsabilidad de los oficiales de marina que las han hecho. La empresa del periódico el Herald, de Chicago, ha querido comprobarlas, y emulando con la de Nueva York del mismo nombre en el hecho de comisionar á M. H. M. Stanley para la exploración del África Central, ha costeado una expedición con objeto exclusivo de volver á reconocer una por una las islas Lucayas, examinando de paso los datos que sirvan al fin de determinar fijamente la situación de la problemática.

Da cuenta de la misión reciente la Gaceta de las islas Turcas3, diciendo que después de organizarse en la de Nueva Providencia, capital del archipiélago, embarcó en el vapor Nassau el 10 de Junio último, dirigiéndola M. Walter Wellman, secundado por el artista M. Charles Lederer. Empezaron el reconocimiento por la isla del Gato y costearon las otras con el Diario de Colón en la mano, haciendo las marcaciones y enfilaciones indicadas en el precioso documento. Llegados á Watling, impresionados desde luego favorablemente, volvieron á alta mar y buscaron la situación en que debían estar las carabelas al avistar la tierra. Desde allí se fueron aproximando con atención á la vista de las puntas, escollos, eminencias y cualquier otro objeto notable, por ver si   —364→   coincidían con las que marcó el descubridor. Guiados por el Diario desembarcaron en las inmediaciones de un altozano, en puerto situado 4,50 millas al Sur de Graham’s Harbour, y desde el que se descubre la colina de Dixon donde se eleva el faro. Como el seno con playa de arena respondía completamente á la descripción escrita, estimaron los expedicionarios que allí plantó Colón el estandarte de Castilla, y que terminada la ceremonia de la posesión subiría al altozano, distante unos 200 m., para gozar del panorama y descubrir en el interior la laguna y hacia la mar la isla cubierta de verdura de que habla.

Compulsados los rumbos y distancias de la derrota seguida por Colón desde la primera isla á las otras, adquirieron los comisionados el convencimiento de estar definitivamente resuelto el problema de la recalada, como se ha creído, y volviendo al altozano, asentaron un monumento sencillo que abordo llevaban dispuesto por sostén de lápida ó inscripción en que se declara ser aquel el sitio en que el gran navegante y descubridor de las Indias Occidentales desembarcó el venturoso día de su arribo.

Al tiempo mismo que la Gaceta de la noticia, ha llegado aquí otro impreso peregrino, obra de D. F. Rivas Puigcerver, de México4, que al lugar de llegada del Almirante también se refiere. Cuenta el articulista, con propósito de probarlo pronto, que en las carabelas de Palos iban no pocos judíos y moriscos, cristianos nuevos, forzados por los decretos de expulsión de los Reyes Católicos. Uno de ellos hacía guardia á proa la noche del 11 de Octubre de 1492, y no queriendo aventurar la impresión de sus ojos, dijo por lo bajo en hebreo:

í, í (¡tierra! ¡tierra!). Otro de su misma raza que al lado se hallaba preguntó:

weana (¿y hacia dónde?).

  —365→  

hen-i (¡hé ahí tierra!) respondió Rodrigo de Triana, primero que había hablado.

waana-hen-i (¡y hacia allá, hé ahí tierra!) afirmó el compañero con profunda convicción. Un cañonazo de la Pinta anunció entonces á todos el feliz descubrimiento.

haleluyah, exclamaron los judaizantes.

alhamdo lil-lah, dijeron los moriscos: ¡alabado sea Dios! los cristianos. Eran las dos de la mañana.

Contempló admirado Colón lo que ignoraba fuera un Nuevo Mundo, y al desembarcar, preguntando al intérprete judío como llamaban los naturales á la isla, Luis de Torres, que no los entendía, dijo: Guanahaní. (Honni soit qui mal y pense.)

Acaba el Sr. Rivas Puigcerver asegurando que de vuelta en España fué adjudicada á Colón injustamente la pensión ofrecida al que primero viera tierra; y Rodrigo de Triana, el judío converso cuya voz la anunció, viendo que se le arrancaba el merecido premio, pasó el Estrecho renunciando religión y patria. En Berbería contó á los hebreos esta fidedigna historia, por la cual Guanahaní, esto es, waana-hen-i, dará siempre testimonio de la influencia ejercida por los judíos en los cabos del Universo.

Bueno fuera que en vez de ofrecer á plazo diera al contado el autor las pruebas de su historia fidedigna.

Cristóbal Colón español, como nacido en territorio perteneciente al Reino de Aragón

Cristóbal Colón español, como nacido en territorio perteneciente al Reino de Aragón

Luis Franco y López

  —240→  

De las últimas investigaciones del abate Casanova resulta que no nació en Génova Cristóbal Colón, como generalmente se creido, sino en Calvi, ciudad fuerte de la isla de Córcega; y de ahí que, según dice el Temps de Paris, hayan empezado activamente en aquella ciudad los preparativos de las fiestas para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de las Américas. Y como consecuencia del resultado de las investigaciones indicadas, los Estados -Unidos, no sólo se proponen tomar parte especial en esta solemnidad, sino que se asegura, según se lee en algunos periódicos, que por un decreto del Presidente serán declarados ciudadanos de la república americana los habitantes de aquella isla.

Este importante descubrimiento del abate Casanova, que viene á confirmar el que en la primera mitad del presente siglo hizo M. Guibega, prefecto de Córcega1, demuestra que no es Italia   —241→   sino España, la que puede envanecerse de ser patria del que la dió un Nuevo Mundo. Y la razón es sencillísima. Cuando nació Colón, bien se coloque la fecha de este nacimiento en el año 1430, como quieren algunos, ó en el 1435 ó 36 como asegura uno de sus contemporáneos é íntimos amigos, la isla de Córcega formaba parte de la corona de Aragón. Sabido es que fué cedida en 1297 al rey D. Jaime II por el pontífice Bonifacio VIII; y aun cuando fuera cierto que los genoveses se apoderasen de aquella isla en 1481, cosa que hasta entonces, según dicen algunos historiadores, no habían podido conseguir á pesar de sus reiteradas tentativas, y aun cuando lo fuera, como dicen otros, que en el 1440 la hubiera conquistado por su propia cuenta la familia de los genoveses Campo Fregosa, siempre sería el resultado el que, habiendo estado hasta entonces instalados en ella los aragoneses, á quienes de derecho pertenecía, era aragonés Cristóbal Colón cuando nació; con tanto mayor motivo, cuanto que según refiere Zurita en el lib. VIII, cap. 28 de sus Anales, D. Pedro IV de Aragón en 1348, agradecido á la fidelidad y constancia que en los acontecimientos de aquella época manifestaron algunas compañías de corsos, que estuvieron en la defensa de Sácer (Cerdeña), todo el tiempo que los barones de Oria la tuvieron cercada, mandó que de allí adelante todos los corsos que estuviesen y morasen en cualquier ciudad y pueblo de Cerdeña fuesen tratados como catalanes y aragoneses.

No es necesario referir la multitud de hechos con que los reyes de Aragón manifestaron en aquellos siglos el ejercicio de la soberanía que tenían en Córcega, tales como el nombramiento de los   —242→   gobernadores que habían de regir la isla, según Zurita, lib. VI, cap. 56; lo que el mismo refiere en el lib. V, cap. 60, acerca del legado que mandó el Papa en el año 1303 á los prelados, condes y barones de Cerdeña y Córcega, para que reconociesen y obedeciesen por rey al de Aragón, y lo que asimismo dice en el lib. X, cap. 78, de que «en el año 1404, Vicentelo de Istria, sobrino del Conde Arrigo de la Roca, que era muy poderoso en Córcega, imitando á su tío que fué muy fiel á la corona de Aragón, juntando las gentes que eran de su parcialidad con mano armada y con diversos medios, hizo de manera que la mayor parte de la isla se pusiese en la obediencia del rey, habiéndose enviado para que se defendiese aquella parte de Vicentelo y se fuese ganando lo restante algunas galeras y gente con las que pasó este á la isla, yendo por capitán García de Latras, que se puso en el castillo de Cinerca, etc.» Tampoco hay gran necesidad de recordar lo que dice otro de nuestros historiadores2 acerca de la armada que juntó D. Alfonso V para pasar personalmente con ella á los reinos de Sicilia y Cerdeña, y asegurarlos en su obediencia; y que después de haber acabado de sujetar al segundo de ellos, juntamente con el estado de tierras del juzgado de Arboréa, pasó á Córcega para asistir á los condes de Istria sus vasallos, y rindió á Calvi (patria de Colón) y la principal fuerza de la isla en la ciudad de Bonifacio. Ni hay tampoco para qué detenerse en sacar las consecuencias que podrían deducirse (atendidas las circunstancias de que frecuentemente corrían la misma suerte esta isla y la de Cerdeña, y de haber venido á pasar la de Córcega á poder de Génova) de lo que el mismo Zurita refiere en los capítulos 15 y 36 del libro XX de sus Anales, y Mariana en los 5, 11 y 18 del libro XX de su Historia de España. Y no hay para qué ocuparse de ello, por la razón de que, aun cuando fuera cierto que de hecho hubieran dejado de poseer aquella isla los aragoneses en 1481 y aun en 1440, continuaron considérandose soberanos de derecho, y lo fueron efectivamente, por lo menos hasta el tiempo de Felipe II, puesto que el mismo Zurita refiere en el lib. XIII, cap. 8,   —243→   fué entonces cuando se aseguró á Génova en el señorío de la isla, aunque debajo de la protección y amparo de aquel rey. Y tanto es así, que, en el juramento que con arreglo á los fueros de Aragón prestó el mismo rey en La Seo de Zaragoza el año 1563, comprometiéndose, en cumplimiento del estatuto y ordenación hecha por el rey D. Jaime, á conservar unidos perpetuamente y bajo un solo cetro los reinos y condados que componían la corona de Aragón, dijo entre otras cosas á este propósito: «Ita quod quicumque sit Rex Aragonum idem etiam sit Rex Regnorum Valentiae, Maioricarum, Sardiniae et Corsicae, ac Comes Barcinonae Rossilionis et Ceritaniae» ( Murillo, trat. 2, cap. 8).

Por consiguiente, con idéntica razón, con el mismo derecho que sostiene Francia que fué francés Napoleón I por haber nacido en un territorio que solo desde pocos meses antes pertenecía á aquella nación3, con el mismo, y aun con mayor si cabe, puede sostener España que fué español, como nacido dentro de los estados de Aragón el descubridor del Nuevo Mundo.

El que en el documento de 22 de Febrero de 1498 en que fundó Colón su mayorazgo, dijera de «la cual ciudad de Génova he salido y en la cual he nacido,» y el que contestando el tribunal de San Jorge en 8 de Diciembre de 1502 á una carta suya, le llamase «amatissimus concivis» y á Génova «originaria patria de vestra claritudine,» que son las principales razones con que hasta ahora había aquella ciudad combatido á las muchas que le disputaban este honor (Cogoleto, Bugiasco, Finale, Quinto, Nervi sobre la Rivera, Savona, Pavestrella, Arbizoli cerca de Savona, Cosseria entre Millesimo y Carease, Val de Oneglia, Castel de Cucaro entre Alejandría y Casales, Placencia y Pradello en el Placentino)4, no son motivos suficientes á destruir lo que de las investigaciones del abate Casanova, según parece, resulta;   —244→   pues independientemente de que por haberse criado, según dicen algunos, en Génova, sería tenido por sus contemporáneos como natural de aquella ciudad, y de que en la época en que se escribieron tales documentos se habían apoderado los genoveses, según parece, de Córcega, por lo que considerarían como conciudadanos suyos los nacidos en aquella isla, es de creer que no se opondría á este concepto, porque su vanidad quedaría más lisonjeada con aparecer hijo de una ciudad tan ilustre y esclarecida, y que tan importante papel representó en los acontecimientos de aquellos siglos, que con serlo de una isla de poca valía, que no tenía existencia independiente, sino que por el contrario, iba pasando de unas manos á otras de los que tan frecuentemente se la disputaban5.

IV. Colón en España, por D. Tomás Rodríguez Pinilla.-Madrid, 1884

IV. Colón en España, por D. Tomás Rodríguez Pinilla.-Madrid, 1884

Manuel Colmeiro

Con este título publicó el Sr. Rodríguez Pinilla un estudio histórico-crítico acerca de la vida y hechos del descubridor del Nuevo Mundo, personas, doctrinas y sucesos que contribuyeron al descubrimiento; libro remitido á nuestra Academia por la Dirección general de Instrucción pública á los efectos de la Real orden de 23 de Junio de 1876.

Empieza el autor investigando la patria de Cristóbal Colón, la época de su nacimiento, su modesta cuna, sus aventuras de marino y la temprana afición á las expediciones más osadas y temerarias que le hizo concebir el proyecto de buscar un nuevo camino para la India, navegando por mares desconocidos puesta la proa al Occidente.

Expone las dudas y desconfianzas que suscitó en la corte de los Reyes Católicos la empresa del marino genovés, calificada de imposible por la mayor parte de los teólogos, letrados y cosmógrafos de su tiempo, y cita uno por uno los generosos protectores del hombre de la capa raída y pobre.

Discurre largamente sobre el favor que halló Colón en el guardián de la Rábida, y sus desmayos y esperanzas mientras siguió la corte, hasta que llegó el ansiado momento de armar tres carabelas y lanzarse á los peligros del mar tenebroso.

El autor se jacta de llevar la luz de la crítica á los parajes más oscuros de la historia del futuro Almirante de las Indias; pero es lo cierto que no publica un solo documento desconocido, y que, sobre todo, desde el capítulo X en adelante, este libro nada contiene que sea nuevo y pueda satisfacer la pasión de los curiosos.

La erudición del Sr. Rodríguez Pinilla es vasta, su ingenio sutil, su amor á la verdad sincero, su paciencia ejemplar, y solo peca contra la claridad por falta de arte en la composición del libro sometido al examen de nuestra Academia.

Como muestra del espíritu analítico del Sr. Rodríguez Pinilla, merecen ser citados dos ó tres puntos que trata muy despacio

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en su obra. Sea el primero el empeño en demostrar que el guardián de la Rábida Fr. Juan Pérez fué un personaje distinto de Fr. Antonio de Marchena, con quien se le confundió hasta el extremo de mezclar sus nombres y formar el de Juan Pérez de Marchena; y sin embargo (dice el autor), aquel era seguramente un humilde franciscano, y este probablemente un religioso de la misma Orden; aquel confesor de la Reina, y este un sabio modesto ó buen astrólogo según la carta de los Reyes Católicos á Colón en 5 de Setiembre de 1493; aquel falleció en su convento antes del año 1513, y este pasó á las Indias en compañía de Colón en su segundo viaje. Todas son conjeturas más ó menos verosímiles, pero sin llegar al grado de certidumbre que convence al lector.

Otro punto investiga el Sr. Rodríguez Pinilla y dilucida no menos curioso é interesante, del cual debe tener noticia la Academia. Es cosa que corre acreditada entre el vulgo, siguiendo la corriente de varios escritores extranjeros y algunos regnícolas, que los maestros y doctores de la Universidad de Salamanca, consultados por los Reyes Católicos en claustro general, declararon que las promesas de Cristóbal Colón eran imposibles, vanas y dignas de toda repulsa. De aquí tantas acerbas invectivas contra los hombres más doctos de España en ciencias y letras.

El autor del libro que motiva este informe prueba que los Reyes Católicos dieron comisión á Fr. Hernando de Talavera, prior del Prado, para convocar una Junta de letrados y marinos, la cual diese su parecer sobre el proyecto de Colón; que esta Junta, reunida en Córdoba al principio del año 1486, dijo que el plan sometido á su examen era quimérico é impracticable; que pesó mucho en el ánimo de los concurrentes la opinión de Fr. Hernando de Talavera opuesto á toda empresa que distrajese las armas de Castilla de la guerra de Granada, y que en vista del informe desfavorable los Reyes despidieron á Colón, aunque no le quitaron del todo la esperanza de volver á la materia.

Entonces tomó la mano en defensa del proyecto de Colón Fray Diego de Deza, y propuso á los Reyes abrir las famosas Conferencias que se celebraron por su iniciativa en la sala capitular del convento dominicano de San Esteban de Salamanca, en las

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cuales Cristóbal Colón ganó su causa. El efecto inmediato de las Conferencias fué que entró á servir á los Reyes Católicos; es decir, que el futuro decubridor del Nuevo Mundo se hizo vasallo de la corona de Castilla.

Nota el autor del libro presente la confusión en que cayeron los historiadores por no haber acertado á distinguir la Junta de Córdoba del Congreso de Salamanca, ni esta de la Universidad, y advierte el error que cometieron al atribuir á los maestros y doctores de aquella escuela insigne el voto adverso de los letrados y marinos obedientes á Fr. Hernando de Talavera. Lo cierto es que no hay prueba alguna, ni el más leve indicio, de que la Universidad de Salamanca fuese consultada acerca de la empresa de Colón, y que todo cuanto se dijo y propaló en su menosprecio carece de fundamento.

Por innecesario hubiera prescindido el Sr. Rodríguez Pinilla de investigar si el hijo que Cristóbal Colón tuvo de Doña Beatriz Enríquez fué natural ó legítimo, á no excitarle el conde Rosselly de Lorgues, obstinado en sostener que su héroe contrajo con dicha señora un segundo matrimonio in facie Ecclesiæ. El conde discurre así subordinando la crítica al empeño de persuadir que Cristóbal Colón murió en olor de santidad, y promover el expediente de su canonización; pero el Sr. Rodríguez Pinilla, que no es tan devoto, prueba la bastardía de D. Fernando con el testamento de su padre, otorgado en Valladolid el año 1506.

Por lo demás, es sabido que siempre interesan las circunstancias, por mínimas que sean, relativas á la vida de los grandes hombres que llenaron el mundo con su fama, y Cristóbal Colón es uno de aquellos cuyo nombre va unido con el siglo en que florecieron.

El asunto del libro del Sr. Rodríguez Pinilla, aunque tratado por muchos y doctos historiadores, así nacionales como extranjeros, es inagotable. Todo escritor que se sienta con fuerzas para ilustrarlo será bien venido; y su obra merecerá, como ésta, la protección que el Gobierno suele dispensar á las ya publicadas, originales y de utilidad reconocida para las bibliotecas.

Madrid 27 de Abril de 1888.

Manuel Colmeiro

Colón en Canarias

Colón en Canarias

Santiago de Vandewalle

Resulta del diario de Colón, que el jueves 9 de Agosto de 1492, entró en el puerto de las Isletas de Gran Canaria, con objeto de adobar el buque La Pinta, componer el timón y cambiar de velamen, y si encontraba otra embarcación mejor, cambiarla por la de Pinzón.

Sin duda no halló buque que cambiar, puesto que después de dejar La Pinta en el puerto (tal vez varada en las arenas) se trasladó con La Santa María á la Gomera, adonde llegó el 12 del mismo mes de Agosto, regresando á la Gran Canaria, donde se terminó la composición de La Pinta, «con mucho trabajo y diligencias del almirante de Marina Alonso y de los demás.»

Terminada la composición del buque, se dirigió Colón nuevamente á la Gomera, con toda la escuadrilla, fondeando en aquel puerto el 2 de Septiembre, de donde salió el 6 en demanda de las Indias.

En los sucesivos viajes siempre hizo escala Colón en Las Palmas, unas veces, y en la Gomera otras, llevando al Nuevo Mundo colonos y plantas de caña dulce y plátanos de aquellas islas, apareciendo una de sus cartas fechada en Canaria1.

Desde la fundación del Real de Las Palmas, hasta que Colón arribó á esta ciudad, solo habían transcurrido nueve años. De los primitivos y poquísimos edificios construídos hasta entonces, en el sitio llamado San Antonio Abad (primera población), solo se conserva la única casa de un piso alto donde habitaba el gobernador de la isla, Francisco Maldonado, pues la que sirvió de Audiencia, y que era de planta baja, ha sido derribada en nuestros   —53→   días y construída de nuevo, y la iglesia donde se estableció la catedral, al ser trasladada de Lanzarote, si bien algunos muros interiores de ella son primitivos, el edificio, en general, es relativamente moderno.

Al llegar Colón á Las Palmas, se encontraba allí Alonso de Lugo preparando su expedición para conquistar la isla de la Palma, por lo que se hallaba el puerto lleno de soldados, armas y víveres, siendo probable que ese considerable número de personas durmiera á bordo de los buques por falta de edificios en que albergarse.

Dada la importancia del cometido de Colón, la de él mismo y la necesidad de pedir auxilios á la primera autoridad de la isla para componer el buque y cambiarlo, en su caso, en un país en que nueve años antes ni aun se conocía el hierro, es más que probable que el insigne marino exhibiera su comisión al gobernador y que éste no le dejara comer ni dormir en el campo, sino que le alojara en su casa, creencia confirmada por la tradición y por el nombre de Colón que lleva la calle donde está la casa referida, cuyo frontis se conserva perfectamente cuidado y revocado por su dueño, á pesar de haber reconstruído el edificio en su interior, hará veinte años2. Como el Ayuntamiento de Las Palmas y su archivo fueron presa de las llamas el año de 1812, y los documentos más antiguos que se conservan en las parroquias no alcanzan fechas anteriores á 1515, de aquí que solo por tradición inmemorial y por la lógica de los hechos se pueda justificar hoy que Colón habitó la casa del gobernador Maldonado.

Es probable que en el archivo de los Sres. Duques de Medina-Sidonia se encuentren documentos justificativos y referentes al asunto, porque Alonso de Lugo se entendía por entonces con dicha casa, que le proporcionó buques, soldados y recursos para la conquista de la Palma y Tenerife, no pareciendo natural que acontecimiento tan extraordinario pasara desapercibido al adelantado   —54→   Lugo, máxime cuando personalmente conoció y no pudo menos de tratar á Colón.

Por lo expuesto se comprende que la omisión en el Real decreto de 1888, de la ciudad de Las Palmas, en lo referente al centenario de Colón, debiera corregirse, acordando que en esta población, y aun en la Gomera, se perpetúe la memoria del insigne marino, con algún recuerdo del Gobierno de S. M.

Madrid 12 de Diciembre de 1890.

Barros precolombianos del Ecuador

Barros precolombianos del Ecuador

César Alfonso Pastor

  —484→  

SEÑORES ACADÉMICOS:

Al agradecer vuestra amable y honrosa invitación, hágoos presente mi profundo reconocimiento por las gentilezas con que me habéis recibido entre vosotros. Soy únicamente un aficionado, un asiduo coleccionador de objetos antiguos que, mediante su estudio comparativo, arrojarán luz sobre la prehistoria de mi patria. Comprendo perfectamente que todos estos trabajos previos requieren mucha paciencia y mucho tiempo. En esta virtud me circunscribiré á hablar de los vasos ó piezas que tenéis á la vista y que los he encontrado en distintas ocasiones en Maichinguí, pequeño pueblo al norte de la capital del Ecuador, en los años de 1914 y 1915. Esta vajilla forma parte de una colección más numerosa y más variada. En conjunto, difiere poco de los tipos y muestras que tenéis delante.

Los estudios de la prehistoria se hallan en su comienzo, en lo que respecta al Ecuador; muchas piezas han salido al extranjero y contadas son las personas que en mi país se han dedicado á investigaciones escrupulosas, pudiendo recordar al Ilmo. señor F. González Suárez y al Sr. Jacinto Jijón y Caamaño, quizá los únicos.

Entre los extranjeros debo citar al Dr. Rivet, que acompañó á la Comisión geodésica francesa encargada de completar los estudios sobre el meridiano terrestre, y al Sr. Soville, inglés, que ha estudiado la provincia de Esmeraldas. Cuanto pudiéramos encontrar en los historiadores ó cronistas, tanto castellanos como criollos, no alcanza á revelarnos nada ni á sentar una ligera delineación general fundamentada y comprobada. La leyenda aun se ufana, en la mayor parte de los acontecimientos, de la conquista. En este sentido, al querer iniciar un estudio serio y sistemático, es indispensable empezar por la monografía, por la paciente   —485→   y seca descripción de lo encontrado, por la sospecha de lo que pudiera encontrarse más tarde, dejando, para cuando ya sean las colecciones numerosas, para cuando se puedan comparar con colecciones peruanas y colombianas, el sacar conclusiones ó tomar puntos de vista que nos consientan ampliar nuestras apreciaciones y teorías arqueológicas.

Como es de todos vosotros sabido, el Ecuador presenta en su aspecto geográfico una de las secciones más interesantes del Globo. Los Andes, al atravesarle de norte á sur, ponen de relieve una topografía lo más caprichosa y sorprendente, y es que la acción volcánica de tiempo en tiempo altera las antiguas formas, substituyéndolas por otras nuevas, y así tenemos que el problema geológico se halla unido al arqueológico, como en ningún otro país. La sección que nos interesa conocer es la comprendida en las provincias de Imbabura y Pichincha, porque en éstas se hallan los más numerosos nacimientos de restos de civilizaciones pasadas. Entre la cordillera oriental y la occidental hállase, como un peldaño, el Mojanda, al decir de Wolf volcán extinguido, y que sus estratificaciones dividen los valles de la provincia de Pichincha y de Imbabura en dos regiones bien distintas: así tenemos dos altiplanicies en las que los ríos formados por los deshielos de las cumbres van, á su vez, á subdividirlos. De esta acción conjunta de volcanes y de ríos resulta la estrujada y violenta topografía que fué asiento de la civilización de los aborígenes quitus.

La provincia de Pichincha está dividida en dos zonas por el río Guaillabamba: la correspondiente á las faldas occidentales de la cordillera oriental y la correspondiente á las faldas orientales de la cordillera occidental. Las primeras constituyen tres hermosos y fecundos valles, y son de norte á sur: el valle de Cayambe, el de Puembo, comprendiendo el Quinche y Pifo, y el de los Chillos; la otra zona forma el valle de Machache, Turubamba é Iñaquito. En estas dos zonas sólo la primera conserva tolas y sitios que la tradición ha consagrado como tesoro de los incas, siendo muy particular, además, el que en estos lugares aun perduran parcialidades indígenas que conservan caracteres propios   —486→   y peculiares que impiden el que se los confunda con los demás de la región. Como una cuña quedan las faldas del Mojanda entre estas dos zonas. En el valle formado por el declive occidental de los contrafuertes de la montaña tenemos el pueblo de Malchinguí y el de Toacachi, ambos nada explorados y, sin embargo, muy ricos en barros antiguos y en vajilla de la prehistoria. Entre estos dos pueblos hay una hacienda denominada Cochasquí, y en donde se hallan tres tolas en formas de T, comúnmente conocidas con el nombre de las Cruces de Cochasquí. Además, la tradición señala este punto como el campamento adonde se replegó Cacha al ser vencido por los incas, sesenta ú ochenta años antes de la conquista y descubrimiento del reino de Quito. Si las faldas meridionales del Mojanda han guardado tal abundancia de vasos que los campos se ven sembrados de restos pedaceados por el arado, ¿qué no se podrá encontrar en los valles de Cayambe y los Chillos, donde hay gran número de tolas?

Las faldas septentrionales del Mojanda se van hacia Ibarra, la capital de Imbabura, y allí tenemos dos pueblos que guardan mucho de las parcialidades aborígenes, San Pablo y Otavalo. Esta región ha sido estudiada por el Ilmo. Sr. González Suárez, Correspondiente, que ha muerto el año pasado, en su libro titulado Aborígenes de Imbabura y del Carchí, y el Sr. Jijón y Caamaño, también Académico correspondiente, en la primera parte de la obra últimamente publicada aquí en Madrid, cuyo título es Contribución al conocimiento de los aborígenes de la Provincia de Imbabura.

Como se desprende de lo dicho, existe una gran zona de investigación, en la cual se han verificado algunas exploraciones, pero que aun está por hacerse la obra verdadera de unificación y explicación de cuanto se relaciona con las parcialidades aborígenes, en sus relaciones con los incas y, finalmente, con los españoles. El tiempo y la dominación no pasa como una sombra sobre la laguna; deja un rastro, un influjo, más ó menos detalles en el modo de ser, usos y costumbres, sin los cuales no podríamos aventurarnos a interpretar los restos encontrados. Y aquí está, precisamente, el valor de la prehistoria, en poder, como un   —487→   artista, señalar en el lienzo de la Historia los diversos planos, localizando en cada uno de ellos las figuras más salientes ó las notas más propias de todo el conjunto. Entre tanto, en el valle propiamente de Quito, poco ó nada se ha encontrado en estos parajes, más ó menos distantes: podemos decir que nos están invitando á estudiarlos, á quererlos, para revelarnos los secretos que ha tantos años guardan en sus entrañas.

Circunscribiéndonos á lo que tenéis á la vista diremos que son hallazgos de 1914 en Malchinguí, que completan los datos ó conclusiones á que han llegado el Sr. González Suárez y el Sr. Jijón, y que sintetizan un conjunto de caracteres cerámicos distintos á los del sur y norte, es decir, á los de los incas y de los chibchas, dándoles, pues, un carácter regional, y que por muchos otros conceptos tenemos que aceptar una civilización propia y originaria de la que hoy se conoce con el nombre de República del Ecuador y, en tiempo de la Colonia, con el de Reino de Quito. Siendo la cerámica uno de los factores ó elementos de estudio, se deduce que no seremos tan poco iniciados para creer que por sólo estos datos, con exclusión de la antropología, la etnografía, la lingüística, etc., podamos sacar conclusiones exactas ó de valor incontrastable. Volvamos á repetir que en historia debemos empezar por las buenas monografías para poder llegar á conceptos de algún valor.

Hallados tres vasos, uno de ellos, el marcado con el núm. 1, en una tempestad que me sorprendió en una de tantas excursiones que hice al Mojanda, arrastrado en el torrente de agua que descendía por delante de donde me había refugiado; no pude menos de explorar dichos contornos, los cuales me dieron ocho piezas bastante grandes y que las conservo en mi colección. Este primer hallazgo fué acicate para averiguar y tomar datos entre los del lugar, para recoger de propiedades particulares muchas piezas que, halladas unas veces al excavar los cimientos de varias construcciones, ya como otras veces las había yo hallado, recogidas de en medio de las aguas de lluvias que descendían desde los altos, ó ya al remover la tierra para las siembras, etc., las conservaban con esa indiferencia propia de quien está acostumbrado   —488→   á ver cosas de ningún valor, y que cualquier día puede conseguir muchos de los ejemplares que posee, ó más ó menos parecidos. El hecho es, pues, que en Malchinguí y en Toacachí, todos tenían uno ó varios ejemplares, que se deshacían de ellos fácilmente ó con la insistencia de una buena remuneración. Así, por ejemplo, las señaladas aquí con los números 2, 3, 4, 5 y 6 son piezas recogidas de entre los moradores de la región. Las señaladas con los números 7, 8, 9 y otras más, las recogí en diferentes excavaciones verificadas en el mismo pueblo, al abrir aljibes ó cimientos. Algunas de mi colección fueron encontradas con restos humanos, pero éstos en tan malas condiciones que no los pude conservar. Los señalados con los números 10, 11, 12, 13, 14, 15 y 16 fueron hallados en una de las quiebras que forman los contrafuertes occidentales del Mojanda, algo distante de Malchinguí y denominado Conrogal, con la particularidad de que en días anteriores encontraron los trabajadores dos yacimientos de barros, predominando las figuras del tipo núm. 10, A.

Las piedras hachas han sido recogidas de propiedades particulares y en Toacachí.

Los barros señalados con los números 17, 18, 19 y 20 fueron encontrados por un hermano mío al abrir los cimientos de una parte de la casa parroquial en Malchinguí.

La pesquisa no me ha sido difícil, y hubiera alcanzado grandes resultados si, disponiendo de recursos, me hubiera dedicado á una investigación paciente. Pero, como varias veces he repetido, estos vasos se hallan en el valle, en las faldas del cerro, y no guardan ordenación alguna. Y la explicación es clara: en invierno es el Mojanda una zona constante de lluvias; las aguas siempre están arrastrando de arriba abajo una capa de terreno más ó menos gruesa, y así como yo he visto y recogido durante las lluvias varios vasos, así y de la misma manera lo han hecho muchas otras personas; y como Malchinguí es un pueblo relativamente nuevo, que no tiene más de un siglo, se explica cómo el vajío esté lleno de objetos incásicos, cómo se los encuentra en algunos sitios a flor de tierra, y se conservan muy bien por la calidad del terreno, que es arenoso, terreno de aluvión, en el que   —489-490→   hay partes que á dos y tres metros no se halla suelo firme.

[Pág. 489]

El campo de investigación es bastante extenso, y tengo el íntimo convencimiento de que, mediante una persistente y sabia labor, se podría encontrar mucho que iluminase toda aquella parte de la prehistoria ecuatoriana comprendida entre la dominación de los incas y la llegada de los conquistadores españoles. Espero con el tiempo completar la colección que poseo, y luego de compararla con algunos ejemplares típicos del Perú y de Colombia, marcar sus caracteres fundamentales y primarios. Delimitados en estos extremos, tendríamos que investigar las provincias de león, Tungurahua y Chimborazo, el centro de la República menos conocido, casi completamente ignorado, y que conserva también parcialidades indígenas que tienen caracteres muy marcados: por ejemplo, para no citar sino uno, las de Alhaques y Pansaleos, entre las que aun perdura la alfarería, no sólo como una necesidad, sino como una industria y un negocio que lo han extendido en el interior de la República. Toda delimitación es una definición, una clasificación lógica, con géneros y diferencias, con propios y accidentes. En la colección que ha estudiado, y de su propiedad, el Sr. Jijón, no indica ni una sola de Malchinguí; cita algunas de Toacachi y Cochasquí; por lo general coinciden las formas y las variedades, no sólo los de estas regiones, sino de Cayambe y el Quinche. El idolillo que tenéis á la vista, hallado en Conrogal, es semejante á los encontrados en Urcuquí: la urna ó jarrón antropomórfico, de igual manera: las diferencias son insignificantes en las variaciones antropomórficas. Las ollas deben clasificarse aún según su inclinación; es curioso ver cómo la vertical es sustituída en uno de los lados por una curva más ó menos pronunciada, que simula el pecho de un ave (núm. 3). Algunas (le éstas tienen en el cuello un dibujo ( núm. 13) ó una cara poco acentuada. En las ollas trípodes hay correlación casi absoluta entre lo largo de los pies y la forma del cuerpo de las ollas. Creo que dicha variación en la forma obedece á un comienzo de representaciones zoomorfas, pues muchas sugieren el perfil de aves ó animales.

Además, en vasijas y ollas es necesario que os fijéis en el predominio   —491-492→   á darles, sobre todo cuando son pequeñas como éstas, la forma triangular ó cuadrangular (núm. 4). Las compoteras son de variadas clases, ya por la amplitud del plato, los dibujos (número 17 ) y ornamentaciones, y el soporte más ó menos alto ó adornado por relieves ó figuras que semejan dibujos geométricos ó perfiles extraños de animales. Estos vasos, por lo general, están pintados con un color ó barniz café obscuro, ó en combinación con un ocre muy intenso. Los platos ó pucos (núm. 12) son de sumo interés por la inmensa variedad en formas y tamaños. Si la forma puede explicarse fácilmente, no sucede lo mismo con el tamaño. Hay en los objetos de Malchinguí un predominio en ollas, platos, vasijas, urnas ó ánforas á la miniatura, que es un rasgo saliente: de 100 piezas, podemos decir que, por lo menos, 50 son pequeñitas, propias para niños, y como no cabe la explicación de ser juguetes, es muy probable que sean para los sepulcros ó enterramientos.

[Pág. 491]

Las vasijas ú ollas con asientos (núm. 20) tienen una gran variabilidad de formas por la forma del asiento y del cuello ó gollete; además, la presencia ó ausencia de asas y la sustitución de éstas por modelados antropomórficos ó zoomórficos (números 3, 1 y 20). La calidad del barro con que están fabricados nos permiten clasificar en dos clases los que hemos recogido: unos de color ladrillo más ó menos obscuro, de superficies lisas, muy bien pulimentadas; otros, obscuros, como si el barro no fuera cocido, ó completamente negros, debido á un barniz especial mate, sin brillo. Los pitos forman una colección interesante, siendo de advertir que, por lo general, como el idolillo, todos tienen figuras ó son representaciones de seres vivientes: El que tenemos aquí (núm. 18), según algunos, representando testículos, es, por su sencillez y su forma diminuta, un verdadero ejemplar tipo. Conforme aumenten las colecciones será más fácil la clasificación, que ahora es arbitraria.

Las hachas que hemos presentado (números 21 y 22) son recogidas entre los moradores de Toacachi. No puedo de ellas afirmar el que sean del lugar ó traídas de los alrededores. Muchas veces, al ir á la labranza en las haciendas inmediatas, ó más ó   —493-494→   menos distantes, sobre todo en tiempo de cosecha, los campesinos regresan de su trabajo con una pieza que encontraron ó en el camino ó al realizar su tarea. Estas hachas son semejantes á otras de colecciones particulares y de formas muy comunes. Los aretes ó cabezas de estólica (números 23, 24 y 25) son semejantes á los encontrados en Cayambe por el Sr. Jijón. Aquí tenéis á la vista unos cuantos ejemplares muy interesantes. Estos lembetas son comunes á las parcialidades ecuatorianas de norte á sur. Son piezas muy difíciles de clasificar, no conociendo de una manera precisa el sitio de su hallazgo: ni de completar sus datos objetivos con los suministrados por las demás piezas y la calidad de las mismas.

[Pág. 493]

A la primera conclusión á que se llega es que muchos objetos y barros de los aborígenes no se hallan en tolas. Pues varias y muy famosas por tradición no han dado nada al ser excavadas, y sitios donde son poco numerosas ó no existen dichas tolas son ricos en vajillas incásicas; esto se advierte en lugares contiguos. El valle de Cayambe encierra muchas tolas, y son reducidos los hallazgos. Malchinguí no tiene tolas, y da mucho con sólo cavar unos metros. Como dijimos, al abrir los cimientos ó al hacer algún pozo, por lo general se encuentran, si no enteros, fragmentados y en cantidad á veces.

En cuanto á las relaciones etnográficas, podemos decir que los habitantes primitivos de Malchinguí pertenecen por sus vajillas á la misma sección que Cayambe y Otavalo. Ahora bien: si es verdad que casi todos los autores se hallan conformes con la distribución étnica de la República, no creo que sea exacta. El relieve del terreno no parece marcar ninguna diferencia entre los Imbaburas y los Quitus, máxime que lo inverso es más posible: en una misma provincia se pueden hallar dos tribus bien distintas: por ejemplo, los Caranquis y Otavalos. Este es, pues, el punto al que deben converger todas las investigaciones arqueológicas: á confirmar ó modificar lo que hasta hoy se ha repetido por tradición alterada al través de los tiempos. Todos los problemas planteados por las consiguientes modalidades de vida de todo pueblo, usos y costumbres, religión, relaciones comerciales,   —495→   invasión más ó menos pacífica, etc., son, pues, puntos que requieren muy amplias investigaciones y que á los objetos materiales unamos el estudio del idioma y de su manifestación escrita, que hasta hoy no hemos podido comparar en monumentos originales. ¡Queda tan poco de aquellos tiempos! Es necesario que el interés y la buena fortuna nos proporcionen mejores y más concretos datos que unas cuantas piezas, de las cuales, si no desconocemos su importancia, no las creemos definitivas para concluir en uno ó en otro sentido respecto á su origen.

Al obsequiar á la Academia con estas pocas muestras; al querer que mi donativo se guarde en el Museo de esta Real Institución, mi principal objeto ha sido que se tenga en este Centro un núcleo, por decirlo así, una muestra que oriente y precise los conceptos é ideas que irán sugiriendo en vosotros las producciones y estudios de personas que en mi patria se dedican de un modo especial á estos estudios, y que puedan todos los que se ocupan de estos asuntos reproducirlos mediante fotografías para su comparación con otros nuevos que se encuentren. No me ha dolido fragmentar mi colección para que por la comunión de ideas y de trabajos se haga práctico el intercambio de cultura hispanoamericana. Sea ésta la ocasión de manifestaros el afán que va surgiendo en la juventud ecuatoriana por cuanto tiene relación con sus tradiciones, con su historia: es decir, que va preocupándose de conocerse para ser mejor.

Madrid, Abril de 1918.

La patria de Colón según los documentos militares

La Patria de Colon

por
^. Francisco R. de
Uhagcn

 

‘e

 

 

McKEW PARK COLLECTION

 

 

 

MAGELLAN

and the AGE of DISCOVERY

 

5^ nax J^j

 

PRESENTED TO

BRANDEIS UNIVERSITY • 1961

 

 

LA PATRIA DE COLON SEGUN LOS DOCUMENTOS DE LAS ÓRDENES MILITARES

 

D. FRANCISCO R. DE UHAGON

Mhiisiro del Tribunal y Consejo de las Ordenes y Caballero
Profeso de la de Calatrava.

 

 

 

1

 

LIBRERIA DE FERNANDO FÉ

MADRID: MDCCCXCI I

 

ÉTRANGER

 

c^-

 

V

 

LA PATRIA DE COLON

 

LA PATRIA DE COLON

 

SKGUN

 

LOS DOCUMENTOS DE LAS ORDENES MTLTTARES

 

D. TRANCISCO R. DE UHAGON

Ministro del Tribunal y Consejo de las Ordenes y Caballero
Pro fé so de In de Calatra^ui.

 

4

 

%|p

 

LIBRERIA DE FERNANDO FÉ
MADRID: MDCCCXCII

 

RS PROPIEDAD

 

MADRID; Tipografia de Ricardo Fé, calle del Olmo, 4.

 

Al Excmo. Senor

U. FRANCISCO ROMEKO Y ROBLEDO

MINISTRO DE ULTRAMAR, ETC, ETC, ETC,

en ìwmenaje de veconocida amistad y
sìncero afecto^

Francisco R. de Uhagon

 

I S?i{>7

 

ARGA controversia, animada polémica
*» y empenado pleito, aùn no fallado por
sentencia firme, vienen sosteniendo
los historiadores de Colon acerca del lugar pre-
ciso de su nacimiento, ya que los mas estàn con-
textes en que nació en la Repùblica de Genova.
Muchos son los pueblos de està hermosa provin-
cia, sin exceptuar la capital, que se disputan
con noble emulación y honrosa porfia la gloria
de haber sido la cuna donde viera la luz prime-
ra el inmortai navegante. La cita de un docu-
mento, la interpretación mas ó menos gratuita
de otro, y las lucubraciones ingeniosas, pero
mas quiméricas y fantasticas que reales y funda-
das, con que los eruditos y los sabios pretenden
haber resuelto este problema histórico, aumen-

 

8 La patria de Colon

tan cada dia el nùmero de patrias que a Colon
se atribuyen, sin que después de cuatro siglos
de conquista sepamos en definitiva el pueblo dò
naciera el primer almirante de las Indias.

Si de contar se tratara el nùmero de libros y
de opùsculos que de la patria de Colon se han
ocupado, formarla n desde luego extensa y larga
bibliografia; que ya fué achaque de los historia-
dores primitivos de Indias corno Fernàndez de
Oviedo, el Padre Las Casas, Lopez de Goma-
ra, Herrera en sus Décadas, el Inca Garcilaso
en sus Coiìientarios, incluyendo a los cronistas
de los Reyes Católicos, dejar envueltos en som-
bras y misterios los origenes del nacimiento del
conquistador del Nuevo Mundo, comenzando
por su propio hijo é historiador de su vida don
Fernando, que los callo ó no los dijo.

Una ojeada acerca de lo que los escritores
de mas autoridad y mas respeto han dicho so-
bre este punto, pondrà del todo en relieve el
extremo de confusión y de anarquia a que he-
mos Uegado con el tiempo, que si es aclarador
deverdades, en este caso concreto conduce sólo
a aumentar el desconcierto y la duda.

 

seguii las Ordenes Militarcs.

 

GENOVA

Los historiadores antiguos de Italia, Gallo,
Giustiniani y Foglieta, del siglo XYI, le dieron
por patria a Genova.

Giustiniani escribió: «Christophorus et Bar-
tholomeus, Genuoe, prebeis orti parentibus, car-
minatores lance fuerunt.»

Cafp^ARO, en sus Aiuiales Geìuiueìisis (t. vj,
pag. 260) dice que los Colones residian en Ge-
nova y se contaban entre las familias nobles de
la repùblica desde tiempo inmemorial y que en
1 140 fueron creados «quattro consoli de Placiti,
e che in isto consulato Guglielmo de Columba,
scrivaniis^ iìitravit. »

Casoni: Annali della Repùblica di Genova
(Genova, [708), pàg. 27 a 31, pretende enccn-
trar la familia de Colon entre las antiguas de
dicha ciudad.

Barros. — Asia. — Década j., libr. iij. cap. xi.

«Segundo todos affirmam Christovam Coloni
era genoes de nagao.»

 

IO La patria de Colon

Spotorno: Della origine e della patria di
Cristoforo Colombo. Genova, 1819. Dice lo
mismo.

MuNOZ: Historia del Nuevo Mtindo, libro se-
gando, pag. 42. «Nació en la ciudad de Ge-
nova por los anos 1446. Su padre Domingo,
aunque ciudadano de aquella capital, tenia fà-
brica y tienda de tejidos de lana, no alcanzan-
do a la honrada subsistencia de su casa las po-
sesiones que le habian dejado sus mayores en
el Piacentino.»

Lafuente: Historia general de Espafìa, par-
te ij, libro jv, cap. IX. «Este personaje, oscuro
y desconocido entonces, ilustre y célèbre des-
pués, era naturai de Genova, hijo de un carda-
dor de lana, industria no reputada por innoble
en aquella repùblica y en aquella epoca.»

Harrise: Christophe Colonib, son origine, sa
vie, ses voyages, etc. Paris, 1884. «Hay unani-
midad en los historiadores en decir que fué ge-
novés. »

Prospero PeragaelO: Cristoforo Colombo
e la sua famiglia^ eie, Lisboa 1888. «Dimostrare
che l’ammiraglio nacque in Genova sarebbe

 

scgùn las Onìcncs Miliiarcs. 1 1

oggi mai pare un opperà più inutile di chi pro-
vasse du due e due fanno quattro.»

El ilustre académico Sr. FernàNDEZ Duro
en su interesantisimo libro Nebulosa de Colon,
Madrid, 1890, § III, pàg. 82. Patria de Colon.
«La debatida cuestión del pueblo en que vino
al mundo Cristóbal Colon està juzgada en Es-
paiìa desde su principio por fé cumplida en la
declaración de quien mejor podia resolver las
dudas: «Siendo yo nacido en Genova, dijo, vine
à servir agni en Castilla. » « De Genova, noble
ciudad y poderosa por mar… de ella sali y en
ella Itaci. >^

Clàiisnla del te stame nto de D. FERNANDO
Colon: i^Hijo de D. Christobal Colon, genovés,
prÌ7nero Almirante que descubriò las Indias.y>

El erudito Sr. ASENSIO en el monumento
que a la memoria de Colon ha levantado con
su libro Cristóbal Colon, su vida, sns viajes, sus
descubriniientos, Barcelona, sin aiìo (1891), afir-
ma categòricamente que nació en Genova en el
ano 1436.

Elconde Roselly de Lorgues tampoco expre-
sa vacilación ni duda sobre su origen genovés.

 

12 La patria de Co lofi

 

CUCCARO

P. Ippolito DoneSMONDI: Istoria ecclesias-
tica di Mantova. Mantova, 1816, part. ij, li-
bro vj, pag. 80.

-Di questo stesso anno (1492) mori Papa In-
nocenzo ottavo, succedendoli Alessandro VI,
spagnolo, di casa Borgia, mentre Cristoforo Co-
lombo, nato nel castello de Cùccaro, sul Mont-
ferrato, benché molti ingannati lo scrivono ge-
novese, con maraviglioso ardire si diede a scuo-
prire, per la perizia sua nella navigazione, la In-
dia occidentale.»

Guido Antonio Malabaila, de los condes
del Canal: Compendio istoriale della citta d’ Asti.
Roma, 1638. «Cristoforo Colombo, la cui fami-
glia era di Cuccaro…»

Alfonso Lopez: Genealogia del Colombo.
Cita entre sus parientes al Obispo titular de
Bettelemme, un Apollonio Coloni (Apollonio
de Columbis ex nobilibus Cuccari) primo hcr-
mano de Cristóbal y consenor de Cùccaro, el

 

Si’oiui /as Orde f ICS Militarcs. 13

cual en 1490 caso dos liijas, una de ellas con ci
marqués Saluzzo. Dice que los Colones poseian
el castillo de Cùccaro, con otros de la misma
comarca, desde 1220, corno feudatario de los
marqueses del Montferrato.

Carlo Denina: Rivoluzioni d Italia, toni, ij,
libr. XV, cap. IX. -Ci conviene avvertire, che
oltre alla maggior popolazione, che trovavasi
allora probabilmente nella riviera di Genova,
andavano a pigliar soldo e ad esercitarse sopra
é legni d’genovesi, cosi la marineria, come la
mercatura, molti uomini di tutte le parte della
Liguria, cioè delle Langhe, delle provincic del
Mondovì e del Monferrato. Certamente non
mancano forti ragioni da credere che Christofo-
ro Colombo, creduto comunemente genovese,
perché comincio ad apprendere ed esercitarse
la marineria fra genovesi, fosse di Monferrato,
di un castello chiamato Cuccaro, dove ancora
sussiste una nobile famiglia discendente da un
Francesco Colombo, zio paterno di quel famo-
sissimo navigatore.»

GlANFRANCESCO GaLEANI NaPIONE DI CoC-
CONATO PasseranO: Disscrtaziouc sulla patria

 

14 La patria de Colon

del Colombo, leida el i6 de febrero de 1805 en
la Imperiale Accademia delle Scienze^ de Fio-
rencia, publicada en las Memorie di Letterature
e belle arti y reproducida en la Revue litteraire
de Paris, le da por cuna a Cùccaro.

Francesco Cancellieri: Dissertazioni epis-
tolari bibliografiche sopra Cristoforo Colombo di
Cliccar nel Mo7if errato, decopritore deW Ame-
rica, Roma, 1809. Sopra la patria del Colom-
bo, §§ del 6.0 al 13, pàgs. 12 a 27.

Cancellieri dice (§ 13, pàg. 27) que en el
Arbol gejtea lògico de los Colone s, que se impri-
mió con los autos del pleito con otros docu-
mentos, quedó fuera de duda que Colon era
originario de Cùccaro, y no de Genova ó Sao-
na ó Nervi, en la ribera de Levante, ni del Pra-
dello en el valle de Nuza de Piacienza.

Ignacio di Giovanie, canonico di Casale:
Lettera sopra la patria del Colombo (25 diciem-
bre 1801): «che la patria del Colombo non do-
vea cercarsi ne in Piacenza, ne in Genova, ma
solo in Cùccaro.»

Cancellieri no cree resueltamente que Co-
lon naciera en Cùccaro, sino que su familia prò-

 

segùn las Ordenes Militarcs. i 5

cedi’a de aquel castillo y estaba emparentada
en la rama que alli quedó. «Quantunque po-
tesse provarsi che fosse nato alttrove, siccome
da ognun si conviene, cJie la nascita accidentale
non muta la patria; casi essendosi dimostrato
che gU antenati e il genitor di Colombo furono
Monferrini, risulta ad evidenza, ch’egli ancora
debba tenersi é chiamarsi del Monferrato.» Dis-
sertazione (§11, pag. 23). Otra vez defiende
mas adelante està tesis y dice: «che la nascita
del Colombo sia accidentalmente seguita nello
stato Genovese, poiché da tutti si ammette che
la nascita casuale non muta patria. ^^ Idem id.
(§ 13, pag. 27).

 

SAONA

JULIO Salinerio, jurisconsulto. Annotatio-
nes ad Corneliuni Tacitimi (Genuoe, ex typis
Pavoniana, 1603) se esforzó en probar que Co-
lon habia nacido en Saona ignobili parenti. Sa-
linerio fué el primero que acusó a Colon de ha-
ber ejercido la piraterìa.

 

i6 La patria de Colòìi

Fernàndez de Oviedo: «Segùn yo he sa-
bido de hombres de su nación, fué naturai de
la provincia de Liguria. .. unos dicen que de
Saona, otros que de Nervi…»

Fernàndez Duro: «Fernando Colon desva-
neció las pretensiones de Saona, Nervi, Bugias-
co, Plasencia… <(.Dios quiso, dijo, que su patria
y origenfuesen desconocidosy> Nebulosa, pàg. Zj .
«Documentos notariales que acreditan la fami-
lia de un Dominico Colon (en Saona), tejedor
de lana, con tres hijos nombrados Cristóbal,
Bartolomé y Diego Colon, ausentes en Espana»;
Nebulosa, ‘^’k^g. lOi.

Ya en el siguiente parrafo consigna una ob-
servación este sabio investigador muy digna de
tenerse en cuenta.

«Bien se sabe que tuvo el Almirante niarine-
ros, contramaestres, criados, agentes y corres-
ponsales genoveses, sin que aparezca un solo
corso; que puso a una isla el nombre de Saona,
que conserva, y no bautizó ninguna con los de
Cyrno, Cesia, Balagna ó cualquier otro que re-
cordara la patria del abate (Casanova) investi-
gador»; Nebulosa, pàg. 102.

 

srgùn las Ordenes Militarcs, ly

 

NERVI

Solares nobles de Castilla, Aragòn, Galicia^
y otras parie s, de D. Alonso de Santa Cruz,
D. Fedro de Azcàrraga, el conde de Lemos y
otros. Sala de Manus evito s de la Biblioteca Na-
donai, Z. 38, fol. 20. «Duque de Veragua, Ai-
mirante de las Indias, descendiente de Cristóbal
Colon, que descubrió el Nuevo Mundo, mar-
qués de Xamaica; su apellido Colon. Renta,
20.000 ducados. Fué Colon italiano, naturai de
Nervi. Sonsus armas, etc.» FernàNDEZ Duro:
Nebulosa, pàg. 16.

 

CUGUREO ó COGOLETO

Lorenzo Gambara: De navigatione Chris-
tophori Columbi [^o&m3),Rom?i, 1585. «Colum-
bus, natus Cugureo, quod Castrum est in terri-
torio Genuensi, tam insigne factum effecit. »

Felice IsNARDI: Dissertazione ond» cJiia

 

i8 La patria de Colon

rito il luogo preciso della Liguria Marittima
Occidentale ove ìiacque Cristoforo Colombo. Pe-
nirolo, 1838.

Gerolamo Bocardo: Nuova enciclopedia
Italiana, tomo V, pàg. 1249. «Nacque secondo
i più, a Cogoleto.»

 

PLASENCIA

Campi: Discorso istorico circa la patria del
Colombo. Tomo ij de su Storia ìiniversale di
Piacenza, Piacenza, 1659.

T1RABOSCHI: Storia letteraria d’Italia, lo
creyó naturai «de Piacenza, con l’autorità del
Campi.»

Cesar Canti): Storia Universale, epoca XIX
cap. IV: «de una familia noble de Plasencia em-
pobrecida por las guerras de Lombardia. f>

En la nota dice Cantù que se discuten la
cuna de Colon, Genova, Cogoleto, Bogliasco,
Finale, Quinto, Nervi, Saona, Palestrella, Albi-
zoli, Cosseria, Vald’Oneglia, Castel di Cùccaro,
Piacienza y Pradello.

 

s rotini las Or (iene s Militares.

 

ALBIZOLA

Paulo Jovio en los Elogia, Gonzalo Argote de
Molina y Rivarola y Pineda, asignaban està pa-
tria al descubridor, en cuya opinion asiente mo-
dernamente Giuseppe Garbarini Cenni storice
intorno al borgo di Albi zo la Maì’ina, patria di
Cristoforo Colombo. Genova, 1886.

 

VALLE D’ONEGLIA

MoNSENOR Francesco Agostino della
Chiesa, vescovo di Salnzo: Historia Chronolo-
gica Angusto Tanrinormn; Turin, 1646, pagi-
na 376. Dice que en 1465 era obispo titular de
Bettelemme Gio. Giacomo Colombo de’signori
di Cùccaro, fratello di Domenico, padre del gran
Crisforo « ex quo patet celebrein Colunibmn non
ligurem, sed Pedemontaniun fiiisse.y>

Coro7ia reale di Savoja ó sia relazione della
Provincie e titoli ad essa appei’tenenti: Cuneo,
1655, tomo ij.

 

20 La patria de Colon

 

CALVI

Sobre la supercheria de los franceses que se
lo quisieron apropiar, véase a Fernandez DU-
RO, Nebulosa, pàg. 85. El Sr. Fernandez Duro
cita:

1793. — Recueil de reseignements et exirait
des Histoires compilèes par Simeon de BuocJi-
herger stir lefameiix navigaieiir Chrisi. Colonib.

1826. — Savelli sobre el libro inèdito de P.
Dionisio de Coste, donde se dice: Calvii naiiun
ColuDibiLVi.

1840. — El magistrado Guibega dice poseer
documentos sobre el nacimiento de Colon, que
no publica.

1840. — La Revue de Paris pidió que Francia
levantara en Calvi un monumento a Colon.

1841 (17 agosto). — La Gaceta de Madrid re-
produjo la noticia.

1888. — Paul Coreani: Christophe Colomb,
corse (Paris).

1888. — L’abbÉ J. Peretti: Christophe Co-
lomba fraugais, corse et calvais (Bastia, 1888).

 

scgiin las Ordoics Militarcs. 2 1

i88i. — L’abbé Martin de Casanova di
PloGGIOLA: La veritè sur V origine et la patrie
de Christophe Coloni (Bastia, i88i).

Y a los alarclcs de todos estos pucblos recla-
mando para si timbre de gloria por ser la pa-
tria de Colon, podria agregar los alegatos de
Finale, Cosseria, Chiavari, Bogliasco, Quinto,
Modena y otros varios.

Recientemente el Capitan Isidoro G. Baroni
dice que gana terreno la creencia de haber na-
cido D. Cristóbal en Pradello (Cristoforo Co-
lombo ed il quarto centenario della scoperta
deir America).

Francisco Ferrucio Pasini, pretende demos-
trar que vino al mundo Colon en Terra Rossa
(Revista de la Academia literaria del Uruguay,
Montevideo, 1891).

Y por la colección de documentos oficiales
de Venecia (Venetian State Papers) que publi-
có Mr. Rawdon Brown, deduce Mr. Eugene
Lawvence en su opùsculo Tlie mystery of Co-
lumbus, que el gran Almirante era griego y no
italiano.

 

22 La patria de Colon

Ante està confusión y opinion tanta, dignas
todas del mayor respeto, pero sin otro resulta-
do pràctico que el de dejarnos sumidos en la
incertidumbre y en la duda, hube yo de notar
que nunca habia leido ni visto citado documen-
to alguno que a Colon se refiriese y que hu-
biere salido del histórico y rico archivo de nues-
tras Ordenes Militar es. Pensé que en està vene-
randa institución caballeresca por donde ha des-
filado en lucida y admirada coliorte cuanto ha
habido en Espana de ilustre y de glorioso en
el abolengo y en la alcurnia, en las armas y las
letras, en las ciencias y las artes, no podia fal-
tar la luminosa estela que el descubridor del
Nuevo Mundo ha dejado tras si; y a esos archi-
vos hube de dirigir mis investigaciones alen-
tado por la esperanza y confiado en la indole
de las informaciones de las Ordenes, que por
sus Estatutos y Definiciones depuran la ver-
dad, y que por hacerse con intervención direc-
ta de la persona y de su familia son mas segu-
ra garantia de fé y testimonio mas firme de ser
cierto lo en ellas contenido.

Mi primera impresión tuvo que ser, lo con-

 

scgitn !(is Orde /ICS Militarcs. 23

fieso, de desaliento y de pena. I^^l abandono for-
zado a que en calamitosos tiempos se vieron
obligados los papeles y legajos, bulas y docu-
mentos de los archivos de Uclés, Calatrava y
Alcantara, las injurias de los siglos, y las ma-
las condiciones de sótanos y desvanes donde
se almacenaron, depredaciones, extravios y pér-
didas Oliando a Madrid se trajeron, han dismi-
nuido por modo miiy sensible las antiguas ri-
quezas de este archivo. Unase a estas tristezas
las que nos refiere D. Luis de Salazar cn el ex-
pediente mandado formar por orden de los Se-
lìores del Consejo el aiìo de 1702 en averigua-
ción de comò se quemaron varios cajones de
antiguas escrituras en el Convento de Uclés, a
cuyo panteon se trasladaron «corno lugar mas
seguro para que no padeciesen con el temido
bombardeo de los alemanes, » y en cuyo expe-
diente nos cuenta que el panteon fué en efecto
su sepulcro por hallarse en él cumpliendo pena
un fraile a quien suponian poseido del demo-
nio, y que luego resultò loco del todo, comò lo
demostró pegando fuego a los cajones, que se
quemaron y convirtieron en ceniza, y claro es

 

24 La patria de Colon

que dudé de si el éxito corresponderia a mis
deseos y propósitos.

Tras detenida busca en los papeles de Alcan-
tara, di con un expediente lacrado en cuya cu-
bierta lei con vivo regocijo: « Cajon /, tP np j6.
CaiiP Alcaiitara 15^0. D. XptJ Colon. Ap,^ en
6 de ytdio.y> Dentro de està cubierta bay otra
que contiene la información y dice asi: «htfoi’-
maciòn de don xpioval colon para el abito de Al-
cant»»» Desp»^»» eìi 6 de Jidio de 5^0.» Y dentro
de està doble envoltura està la

 

Información de don Xpoual Colon hijo del
A Unir ante de las Indias.

t

«Información de don Xpoual Colon para le
dar el abito de Alcantara.

»En la villa de Madrid a seis dias del mes de
Jullio de quinientos e cuarenta afios por comy-
sion de los Sefiores del Consejo fueron reque-
ridos los testigos de yuso contenydos para sa-

 

segùn las r dette s Militares. 25

ber si don Xpoual Colon es hermano de don
Diego Colon hijos legitimos del almyrante e vi-
rreyna de las Indias e se recibió por testigos al
obispo de Tierra-firme y al Licenciado Prado y
a Fedro de Prado su hijo vezinos de Santo Do-
mingo los quales juraron en forma de derecho
e dijeron e depusyeron lo siguiente:

«El dicho don frey Tomàs de Berlanga obispo
de Tierra-firme Uamada la Castilla del oro ha-
biendo jurado en forma de derecho e syendo
preguntado por el tenor del interrogatorio dijo e
depuso lo siguiente: a la primera pregunta dijo,
que conosce a don Xpoual de Colon que es hijo
de don Diego Colon almyrante que fué de las
Indias y de dona Maria de Toledo e que el di-
cho don Xpoual Colon es hermano de don Die-
go Colon cavallero de la horden de Santiago y
que entre ambos son hijos de los dichos almy-
rante e de dona Maria de Toledo y que los co-
nosce desde que nacieron porque se hallo don-
de nacieron que fue en la cibdad de Santo Do-
mingo en la ysla Espaiìola e que ansi es pùblico
e notorio ser hermanos los dichos don Xpoual
Colon e don Diego Colon e por tales son avi-

 

26 La patria de Colon

dos e tenidos y que el dicho don Xpoual sera
de hedad de diez y siete anos poco mas ó me-
nos e que es mayor de dias que el dicho don
Diego e lo firmo de su nombre. — El obispo de
Tierra-firme (su rubrica).

»E1 Licenciado Fernando de Prado vezino de
la cibdad de Santo Domingo de la ysla espano-
la aviendo jurado en forma de derecho e syen-
do preguntado por el tenor del dicho pedimen-
to dijo que sabe que el dicho don Xpoual Colon
e don Diego Colon son hermanos de padre y
madre porque son hijos de don Diego Colon
almyrante que fué de las Indias e de dona Ma-
ria de Toledo su mujer preguntado que corno
lo sabe dijo que porque syenpre los ha visto
en casa de la dicha virreyna y la dicha virrey-
na les a llamado hijos y por tales hijos de los
suso dichos y hermanos son avidos y tenidos y
porque este testigo se acuerda averlo oido de-
cir a los padres de los dichos don Diego e don
Xpoual Colon e sabe que durante el matrimo-
nyo del dicho almirante e virreyna nascieron los
suso dichos e por tales son avidos e tenydos e
comunmente reputados en todas las Indias islas

 

segùn las Ordaies Militarcs. 27

del mar Oceano donde dellos se tiene noticia y
ansi es publico e notorio e la verdad para el ju-
ramento que hizo e lo firmò de su nombre. —
EI licenciado Prado (su rubrica).

»E1 dicho Fedro de Prado vezino de la cibdad
de Santo Domingo abiendo jurado en forma
debida de derecho e syendo preguntado por el
tenor del dicho pedimento dijo que conosce a
los dichos don Xpoual Colon e don Diego Co-
lon e la virreyna de las Indias e que sabe que
los dichos don Xpoual Colon e don Diego Co-
lon son hermanos hijos de la dicha virreyna de
las Indias e de don Diego Colon almyrante que
fue de las Indias e ansy es publico e notorio en
la dicha cibdad de Santo Domingo e que por
tales hermanos legitimos este testigo los tiene
por que si otra cosa fuera este testigo lo oblerà
visto e sabido e que ansi es publico e notorio e
la verdad que los dichos don Diego Colon e
don Xpoual son hermanos legitimos abidos de
legitimo matrimonio del dicho almyrante e vi-
rreyna de las Indias e que està es la verdad
para el juramento que hizo e lo firmo de su
nombre. — Pedro de Prado (rubrica).»

 

28 La patria de Colon

El hallazgo, si apreciable y curioso por tra-
tarse de un documento desconocido y que por
modo tan intimo y directo se relacionaba con
la próxima familia del descubridor de America,
nada probaba ni decia de la patria de Colon;
ni tenia por qué decirlo, toda vez que se limi-
taba al ùnico punto demostrable al objeto de
està información y probanza, el declarar que
D. Cristóbal era hijo legitimo habido en legiti-
mo matrimonio y por lo tanto legitimo herma-
no de D. Diego, que habia vestido ya el hàbito
de Santiago; y comò al cruzarse éste hubo de
haber demostrado cumplidamente su ascenden-
cia, legitimidad, cristiandad y nobleza, no tenia
D. Cristóbal que probar lo ya probado, ni du-
plicar instrumentos de prueba. No falfaba, pues,
comò yo presentia, la gloriosa huella de Colon
en nuestras Ordenes; ni los Reyes comò Gran-
des Maestres de ellas dejarian de honrar con
alguna de sus ricas y pingiies Encomiendas a
los sucesores de quien se habia visto colmado
de honores, mercedes, privilegios y dàdivas en
justa recompensa a su inmortai hazana. Abona
està opinion la edad temprana en que los dos

 

segùn las Ordenes Militares. 29

hermanos vistieron el hàbito, edaci en que sólo
solian recibirlo los Monarcas de Castilla, Prin-
cipes de Sangre Real ó persona] es de altura
agraciados con la Encomienda antes a veces de
llevar la cruz.

De todos modos algo nos enseiìaba la des-
conocida información; nos daba el dato de ha-
ber sido D. Diego caballero de Santiago: y
corno ahora por escrito, y antes in voce, cada
pretendiente presenta, y entonces juraba su ge-
nealogia a fin de que los caballeros informantes
pudieran verificar su exacta comprobación, me
apresuré a registrar el <.<I?idicc de los caballeros
que Jian vestido el hàbito de Santiago con sus
genealogias coiTespondie?ites;> que en ocho grue-
sos volùmenes in folio se conservan en nuestro
archivo secreto. Principia el primer tomo el ano
de 1 500, y al folio 46 encontré la anotación que
transcribo:

 

30 La patria de Colon

ANO 1535

Genealogìa de don Diego Colon ^ naturai de
Santo Domingo,

PADRES

D. Diego Colon, virrey de las Indias del mar
Oceano, y dona Maria de Toledo.

ABUELOS PATERNOS

Christobal Colon, naturai de Saona cerca de
Genova, y dona Felipa Moniz naturai de Lisboa.

ABUELOS MATERNOS

D. Remando de Toledo, hermano del Duque
de Alva, y dona Maria Roxas, hermana del se-
nor de Cabra y de Monzón.

Esto era ya mas que un dato, era una de-
mostración clara y sencilla, sin violentas sutile-
zas, sin dudosas interpretaciones. En una ge-
nealogia hecha en vida de los nietos de Colon,
de su nuera la virreyna, y al efecto de cruzarse,
no cabe suponer ignorancia ni falsia. ìQué in-

 

se gli n las Ordenes Militarcs. 31

terés podia entonces haber en atribuir al Almi-
rante una patria que no fu era la suya? ^Podia
presentirse el litigio, el verdadero concurso de
patrias que se disputaran mas tarde la oriundez
de D. Cristóbal? Faltaba, sin embargo, la prue-
ba piena, y està nos la habia de dar el expe-
diente originai de D. Diego, si por acaso exis-
tia. Las informaciones de pruebas de la Orden
de Santiago de los siglos xvi y xvii paraban
en Uclés; de alli vinieron al Archivo Histórico.
A él acudi y tuve la dicha de que existiese en
perfecto estado de conservación el anhelado
proceso, cuya transcripción fìdelisima y exac-
ta (i) es comò sigue:

 

(l) No fiando a mis modestos y escasos conocimientos
paleogràficos la interpretación y lectura de las abreviaturas
de esie proceso, y no queriendo que me cupiesen dudas, he
de consignar aqui mi reconocimiento al Geloso é inteligen-
te oficial del Cuerpo de Archiveros Sr. Navarro Sanlin que
la verificò con bondadosa complacencia.

 

3 2 La patria de Colóri

 

t

 

«En Madrid a ocho de Margo de MDXXXV
anos.

Informacion de don Diego Colon.

» Diego Mendez vezino de la gibdad de Santo
Domingo ques la ysla Espanola estante al pre-
sente en està corte testigo presentado para la
dicha ynformacion aviendo jurado en forma de
derecho e syendo preguntado por el tenor de
ynterrogatorio dixo y depuso lo syguiente: A
la primera pregunta dixo que conoce al dicho
don Diego de Colon e que es naturai de la di-
cha gibdad de Santo Domingo e que sabe que
es hijo legitimo de don Diego Colon su padre
ya difunto viRey e almirante e gouernador que
fue de las Indias del mar Oceano y de dona
Maria de Toledo su muger viReyna de las di-
chas Indias a los cuales este dicho testigo co-
nogio e conoge de treynta anos a està parte
poco mas o menos e quel dicho viRey hera na-

 

seo;ini Icìs Ordenes Miliiares.

 

33

 

turai de la gibdad de Lisboa ques cn el Reyno
de Portugal e que la dicha viReyna es naturai
de la villa de Alva fue preguntado si conocio o
conoce al padre o a la madre del dicho viRey
don Diego Colon padre del dicho don Diego
Colon que pide el abito y al padre y a la ma-
dre de la dicha viReyna dona Maria de Toledo
su muger dixo que si los conogio e que son ya
fallescidos e que los conogio comò dicho es de
quarenta e cinco aiìos a està parte e que el pa-
dre del dicho viRey se llamava don Christoual
Colon ginoves e que hera naturai de la Saoìia
ques una villa cerca de Genova e que la madre
del dicho viRey muger del dicho don Christoual
se llamava dona Felipa Monyz Perestrelo e que
era naturai de la dicha gibdad de Lisboa e quel
padre de la dicha viReyna dona Maria de To-
ledo se llamava don Hernando de Toledo her-
mano del duque de Alva e que la madre de la
dicha viReyna muger del dicho don Hernando
de Toledo se llamava dona Maria de Rojas hija
de Sancho de Rojas y hermana de Diego de
Rojas sefior de Cavra e Mongon y Poza e que
heran naturales destos Reynos

3

 

34 La patria de Colon

{2.^ plana),

de Castilla pero que no sabe de que parte sal-
vo que tìenen su casa en la cibdad de Burgos
A la segunda pregunta dixo que sabe quel di-
che don Diego Colon viRey padre del dicho
don Diego Colon que pide el abito y el dicho
don Christoual Colon su padre y la dicha dona
Felipa Monyz su muger avuelos del dicho don
Diego Colon que pide el abito e cada uno de-
llos fueron avidos e tenydos e comunmente re-
putados por personas hijosdalgo segund cos-
tumbre e fuero d’ Espana e que no les toca raga
de Judio ni converso ni de moro ni de villano
e que son de generagion noble e que por tales
fueron e son avidos e tenydos entre todas las
personas que los conoscieron e que sy alguna
de las dichas ragas les tocaran este testigo lo
supiera o oviera oydo dezir por aver tanto tieni-
po que los conoce corno dicho es e que esto
sabe desta pregunta A la tercera pregunta dixo
que sabe y es muy publico e notorio que la di-
cha viRejma dona Maria de Toledo madre del
dicho don Diego Colon y el dicho don Reman-
do de Toledo padre de la dicha viReyna y la

 

seguii las Ordenes Militares. 3 5

dicha dona Maria de Rojas su muger avuelos
del dicho don Diego Colon e cada vno dellos
fueron e son avidos e tenidos por christianos
viejos e de noble generacion muy antigua en
estos Reynos sin les tocar raga alguna de con-
verso ni judio ni moro corno dicho es e que si
otra cosa fueran este testigo lo supiera o oviera
oydo decir A la quarta pregunta dixo que la
sabe corno en ella se contiene e quel dicho don
Diego Colon tiene cavallo e cavallos y los pue-
de tener e lo vee andar a cavallo cada dia en
està corte

(S^^^ plana).

A la quinta pregunta dixo que no la sabe e que
cree quel dicho don Diego no avia sydo rieta-
do porque es nyiìo de hedad de bonze aiìos
poco mas o menos e que està es la verdad de
lo que sabe por el juramento que hizo e firmo-
lo de su nombre Diego Mendez (rubrica).

» Fedro de Arana vezino de la cibdad de Cor-
dova estante en està corte testigo presentado
para la dicha ynformacion e aviendo jurado en
forma de derecho dixo lo syguiente A la pri-
mera pregunta dixo que conoce al dicho don

 

36 La patria de Colon

Diego Colon que pide el abito e que es naturai
de la cibdad de Santo Domingo que es en la
ysla Espaiiola a donde nacio e que sabe que es
hijo legitimo de don Diego Colon su padre ya
difunto viRey e almirante e gouernador que fue
de las Indias del mar Ogeano e de dona Maria
de Toledo su muger viReyna de las dichas In-
dias a los quales este dicho testigo conocio e co-
noce de mas de veynte e cinco aiìos a està par-
te e que no sabe de donde hera vezino e naturai
el dicho viRey salvo que ha oydo dezir que hera
naturai del Reyno de Portugal e que asy mismo
no sabe de donde es vezina e naturai la dicha
viReyna porque no la conocio hasta que caso
con el dicho viRey fue preguntado sy conocio
e conoce al padre e a la madre del dicho viRey
don Diego Colon padre del dicho don Diego
Colon que pide el abito y al padre e a la madre
de la dicha viReyna dona Maria de Toledo su
muger dixo que conocio al padre del dicho vi-
Rey que es ya difunto e que se llamava don
Christoual Colon e oyo dezir que hera ginoves
pero que no sabe dondes naturai e que a su
muger del dicho don Christoual Colon madre

 

srgi’tn las Ordencs Militarcs. ^y

del dicho viRey este testigo no la conocio pero
que ha oydo dezir que era naturai del dicho
Reyno de Portugal e que no sabe corno se lla-
mava salvo que oyo dezir a ciertas personas
que no se acucrda que hera del linaje de los
Munyzes e que al padre y a la madre de la di-
cha viReyna madre del que pide el abito. . . .

(4.^ plana).

este testigo no los conocio porque ha mucho
tiempo que fallecieron e que ha oido dezir quel
padre de la dicha viReyna se llamava don Her-
nando de Toledo comendador mayor de Leon
hermano del duque de Alva e que no sabe ny
ha oydo dezir corno se llamava la madre de la
dicha viReyna muger del dicho don Hernando
ni sabe donde heran naturales A la segunda
pregunta dixo este testigo que ha oydo dezir a
muchas personas de cuyos nonbres no se acuer-
da quel dicho viRey padre del dicho don Diego
Colon que pide el abito y el dicho don Chris-
toual Colon su padre a quien este testigo co-
nocio y la dicha su madre muger del dicho don
Christoual Colon a quien este testigo no cono-
cio y cada vno dellos fueron e son avidos e te-

 

38 La patria de Colon

nydos e comunmente reputados por personas
hijosdalgo segund costumbre y fuero d’Espana
e que asy mismo ha oydo dezir que no les toca
raga de judio ni converso ni de moro ni de vi-
llano e que a los que conocio este testigo en
tal reputacion los tuvo e vido que heran tenidos
y en lo demas lo ha oydo dezir corno dicho es
e que sy otra cosa fuera este testigo lo supiera
o oviera oydo dezir A la tercera pregunta dixo
que ha oydo dezir a muchas personas que la
dicha viReyna a quien este testigo conocio y el
dicho don Hernando de Toledo su padre y la
dicha su muger madre de la dicha viReyna a
quien este testigo no conocio comò dicho es
que heran nobles e cavalleros christianos viejos
sin les tocar raga alguna de judio ni converso
ni moro corno dicho es pero que este testigo
no los conocio ni sabe si les toca alguna de las
dichas ragas salvo oydo dezir lo que dicho tie-
ne que esto sabe desta pregunta A la quarta
pregunta dixo que la sabe comò en ella se con-
tiene porque ha visto al dicho don Diego Colon
andar a cavallo e que en su persona ha conpra-
do e tiene cavallos A la quinta pregunta dixo

 

segùn las Ordenes Militarcs, 39

que no la sabe e que cree que no ha sydo rieta-
do por que es muy nino e que no es pariente e
que sera de hedad de treynta e ocho o quarenta
anos e que està es la verdad para el juramento
que hizo e firmolo de su nonbre Fedro de Arana
(su rubrica).

t

(S.^ plana).

»E1 licenciado Rodrigo Barreda vecino de la
cibdad de Mexico ques en la Nueva Espaiìa
testigo rogado para la dicha ynformacion avien-
do jurado segun forma de derecho seyendo pre-
guntado por las preguntas del ynterrogatorio
dixo e depuso lo siguiente A la primera pre-
gunta dixo que conosce al dicho D. Diego de
Colon que pide el abito e nacio en la cibdad de
Santo Domingo en la ysla Espanola e que sabe
ques avido e tenydo por hijo legitimo de don
Diego Colon ya difunto almyrante que fue de
las Indias e de la virreyna dona Marya de To-
ledo su muger a los quales este testigo a conos-
ce fue preguntado sy conoscio al padre e a la
madre del dicho almirante don Diego Colon

 

40 La patria de Colon

dixo que al padre conoscio e le vido e que se
llamava don Christoval Colon almirante que
fue de las dichas Indias e que a la madre no la
conoscio pero que la oyo decir muchas veces
que se llamava Fulana Munyz naturai de Por-
tvgal fue preguntado sy conoscio al padre e a
la madre de la dicha viReyna dona Maria de
Toledo dixo que no los conogio pero que ha
oydo decir ques muy publico e notorio ques hija
de don Hernando de Toledo comendador ma-
yor que fue de Leon y de dona Marya de Rojas
su muger fue preguntado de que hedad es dixo
que es de mas hedad de treynta anos e que no
es pariente de ninguno de los susodichos A la
segunda pregunta dixo que los dichos don Die-
go Colon padre del dicho don Diego que pide
el abito e don Christoval Colon su abuelo e la
dicha Fulana Munyz su abuela a quienes este
testigo no conocio fueron avidos e tenydos en
las dichas Indias e es publico e notorio hcran
personas muy linpias e nobles e hijosdalgo sin
les tocar raga alguna de Judio ni converso ny
de moro e que nunca oyo que fuesen villanos e
asy cs publico e notorio e este testigo los tuvo

 

segua las Or dette s Militares. 41

en tal posisyon e que el don Christoval de Co-
lon sienpre

(6,^ plana).

oyo decir que era de la senioria de Getiova de
la cibdad de Saona e a todos los ginoves ques-
te testigo converso que fueron muchos oido que
todos le tenyan por naturai genoves

» A la tercera pregunta dixo que es cosa muy
publica e notoria que la dicha viReyna y el di-
che don Hernando de Toledo su padre e la di-
cha dona Maria de Rojas su madre heran e son
personas hijos dalgo de linpia sangre syn les
tocar raga alguna de Judio converso ni moro ni
de villano y este testigo los tiene por tales e son
avidos e tenydos A la quarta pregunta dixo
que tiene cavallo e que no ha sido retado ni
tiene hedad para elio por que agora puede ser
de doze anos poco mas o menos e que esto es
verdad para el juramento que hizo e lo firmo
de su nonbre Licenciado Barreda.» (Rubricado).

 

Ante documento de tal importancia y tal va-
lla, de autenticidad indiscutible y de fé cierta y

 

42 La patria de Colon

segura, en el cual testigos corno su companero
de navegación Diego Méndez, senalan de modo
tan concreto y solemne la patria del ilustre na-
vegante y distinguen claramente que era Geno-
vés nacido en la villa de Saona^ y otro anade
Genovès pero sin saber el punto de su nacimien-
to, no debe discutirse mas en este asunto; la ma-
teria està agotada, el problema histórico resuel-
to. Al Cesar lo que es del Cesar; demos pues a
Saona la gloria toda que de derecho le corres-
ponde por haber sido la cuna del descubridor,
quien, comò hace notar muy bien el Sr. Duro,
tuvo para ella recuerdo de amor, gratitud de
hijo, dando a una de las islas que descubriera
el nombre de su patria querida y no otro de
los que aspiran a este honor. Digamos con la
autoridad de cosa ya juzgada: Colon nació en
Saona.

 

APÉNDICES

 

A iitulo de curiosidad van cn ap endice las ge-
nealogias de todos los Colon qiie han vesiido el
hàbito de las Ordenes.

La varonia del apellido Colon se perdio pron-
to, y los Colon de Poringal, Duques de Vera-
o-uas. y los Colon de Larreategui lo ostentan por
linea de hevibra.

 

ORDEN DE SANTIAGO

 

D. Diego Colon de Porhigal.

(Ano 1624).

Por Real Cédula fechada en Madrid a 4 de
Enero de 1624 se concedió merced de hàbito
en la Orden Militar de Santiago a D. Diego Co-
lon de Portugal, y se le despachó el hàbito en
30 de Marzo del propio ano.

La genealogia dice asi:

«Genealogia de don diego colon de portugal
a quien Su Magestad ha hecho merced de un
auito de la orden y caualleria de Santiago.

»E1 dicho don diego es naturai desta villa de
madrid por auer nacido en ella, y hijo legitimo

 

48 Apé7tdices.

de don diego colon de portugal y de dona guio-
mar colon de Toledo su niiiger.

»E1 dicho don diego colon de portugal fue na
turai de la ciudad de Seuilla, y fue hijo legitimo
de don Jorge de portugal y de dona ginebra
Cotti su muger que ambos fueron vecinos y na-
cieron en la ciudad de Seuilla.

»La dicha Doiìa Guiomar Colon de Toledo
madre del dicho don diego colon de portugal
nacio en Panama en las yndias y fue hija del
Licenciado diego de ortegon oydor que fue en
la ysla de santo domingo, Panama, y quito, na-
turai de la villa de Medina del campo, y de do-
na francisca colon de Toledo su muger naturai
de la ysla de santo domingo donde nacio.»

 

D. Juan y D. Francisco Colon de
Larreategui.

(Ano 1672).

Por Real Cédula firmada por la Reina gober-
nadora en Madrid a 5 de Abril de 1672 se hizo
merced del hàbito de Santiago a D. Juan Colon

 

Apéndices. 49

de Larreategui, y en el Conscjo de 31 de Agos-
to del propio ano se le puso el «despachese
titulo.»

A su hermano D. Francisco Colon de Larrea-
tegui se le hizo igual merced en 27 de dichos
mes y ano, y en el mismo Consejo de 31 de
Agosto el «despachese titulo.»

Las genealogias presentadas dicen asi:

«Genealogia de Don Juan Colon y Larreate-
gui naturai de Madrid pretendiente del auito del
Sefior Santiago.

PADRES

»Don Martin de Larriategui Cauallero de la
orden del S. Santiago del Consejo de su Mages-
tad naturai de Heibar en la prouincia de Guipuz-
coa, y Dona Josepha de Paz naturai de Madrid.

ABUELOS PATERNOS

» Fedro Garcia de Larriategui naturai de Hei-
bar en dicha prouincia, y Doiìa Marina de Itur-
be naturai del orrio en el seiìorio de vizcaia.

 

50 Apèndices.

ABUELOS MATERNOS

»Don Francisco de Paz naturai de Carrion,
y Dona Josepha Colon naturai de Madrid=fir-
mado=D. Juan Colon Ylarriategui.

» Genealogia del Licenciado Don Francisco
Colon Ylarriategui Collegial del insigne Collegio
de Sancta Cruz de Valladolid naturai de Madrid
pretendiente del auito del Senor Santiago.

»En lo demàs igual a la anterior y firma Li-
cenciado Francisco Colon Ylarriategui.»

 

D. Antonio Colon de Portngal,

(Ano 1683).

Por Real Cédula fechada en Madrid a 1 2 de
Febrero de 1683 se hizo merced del habito de
Santiago al Capitan Don Antonio Colon de Por-
tugal en consideración de sus servicios, los de
su padre el Sargento mayor D. Fedro de Por-
tugal y dos hermanos suyos que los contimi an
en la Armada.

 

Apéndices. 5 1

En el Consejo de 17 de Julio de 1683 el «des-
pàchese titillo. »

«Genealogia del Capitan de Infanteria espa-
nola D. Antonio de Portugal Pretendiente del
hauito del orden de Santiago, naturai de la ciu-
dad de Badajoz.

PADRES

»E1 Sargento Mayor D. Fedro de Portugal
naturai de Madrid y Dona Francisca de Cabre-
rà su muger naturai de la dicha ciudad de Ba-
dajoz.

ABURLOS PATERNOS

»D. Nufio de Portugal Duque de Beragua
cauallero de la orden de Calatraua naturai de
Seuilla y Doiìa Luisa de Aragon naturai de
Madrid.

ABUELOS MATERNOS

»D. Antonio de Cabrerà y Dona Cathalina
Sanchez naturales de la dicha ciudad de Ba-
dajoz =firmado=D. Antonio Colon de Por-
tugal.»

 

Apéndices.

 

D, Fedro Manuel Colon de Por tu gal.

(Ano 1703).

Con fecha 5 de Diciembre de 1703 firmo
S. M. Real Cédula de merced de habito en la
orden militar de Santiago para D. Fedro Ma-
nuel Colon de Portugal, quien presentò la si-
guiente

GENEALOGIA

«D. Fedro Manuel Colon de Fortugal, de la
Cueva, Henrriquez y Sandobal, naturai de Ma-
drid, Duque de Beragua y de la Vega, Conde
de Jelves, Marqués de Jamayca y de Villami-
zar, Almirante de las Indias, Caballero del Tel-
son de oro, del Consejo de Estado de S. M. y
a quien ha hecho merced de la Presidencia del
Consejo de las Ordenes, con el habito de Caba-
llero de la de Santiago.

PADRES

 

»D. Fedro Nuiìo Colon de Fortugal, Castro
y Sandobal, Duque de Beragua y de la Vega,

 

Apèndices. 5 3

Conde de Jelves, Marqués de Jamayca y de Vi-
llamizar, Almirante de las Indias, Caballero del
Toison de oro, Capitan General de la Armada
del Oceano y Birey de Nueva Espana. Y Dona
Isabel de la Cueva y Henriquez, naturales de
Madrid.

ABUELOS PATERNOS

»D. Albaro Jacinto Colon de Portugal, Duque
de Beragua y de la Vega, Marqués de Jamaica,
Almirante de las Indias, y Dona Catalina de
Portugal, Castro y Sandobal, Condesa de Jelves
y Marquesa de Villamizar, naturales de Madrid.

ABUELOS MATERNOS

»D. Francisco Fernandez de la Cueva, Duque
de Alburquerque, Marqués de Cuellar, Conde
de Ledesma y Huelma, Caballero del Orden de
Santiago, del Consejo de Estado y Presidente
de los de Aragon y Italia, naturai de su Villa
de Cuellar. Y Dona Ana Henriquez de Cabre-
rà, naturai de Madrid.

» Madrid y Diciembre 5 de i703=Firma (no
se lee).

 

54 Ap è ridice s.

»Por decreto del Consejo de 7 del inistno
mes y aiìo, se le mandò espedir el titulo de Ca
ballerò.»

 

D. Fedro Niino Colon de Portugal,

(Aiio 171 1).

Por Real Cédula fecha en Zaragoza a 1 2 de
Enero de 171 1 se hizo merced del hàbito de
Santiago a D. Fedro Nuiio Manuel Colon de
Portugal, Duque de Veragua.

«Genealogia de D. Pedro Nuiio Manuel Co-
lon de Portugal Ayala y Faxardo Gentilhombre
de Càmara de su Magestad, Almirante de las
Indias, Duque de Veragua y de la Vega, Conde
de Gelbes, Marques de Jamayca, y de Villanue-
va del Ariscal, Conde de Villalonso, naturai de
està villa de Madrid a quien su Magestad (que
Dios guarde) ha hecho merced de la Encomien-
da de Azuaga, de la orden de Santiago Preten-
diente del Anito de ella.

 

Apéndices. 5 5

PADRES

»D. Fedro Manuel Colon de Portugal de la
Cueba y Henrriquez Cauallero que fue del Toy-
son de oro, y despues de la orden de Santiago,
del Consejo de Estado, Presidente de el Real
de las Ordenes, y de la Junta de Gobierno, Ai-
mirante y Adelantado de las Indias, Duque de
Beragua y de la Vega, Conde de Gelbes, Mar-
ques de Jamayca y de Villanueva del Ariscal,
naturai de està villa de Madrid. Y Dona There-
sa Marina de Ayala y Toledo su legitima mu-
ger, Condesa de Ayala, Marquesa de la Mota,
Senora de las Villas de Coca, Alaejos; Villorias
y Doncos naturai de està villa de Madrid.

ABUELOS PATERNOS

»D. Fedro Nuno Colon de Fortugal Castro y
Sandoval Cauallero del Toyson de Oro, Almi-
rante y Adelantado Mayor de las Indias, Duque
de Beiagua y de la Vega, Conde de Gelbes
Marques de Jamayca y de Villanueva del Aris-
cai, Capitan General de la Armada del mar
Occeano, y Virrey de Nueba Espana naturai de

 

56 Ap éndice s.

Madrid. Y Dona Isabel de la Cueba y Henrri-
quez su legitima muger naturai de està villa de
Madrid.

ABUELOS MATERNOS

»D. Fernando de Ayala Fonseca y Toledo,
Gentilhombre de Camara de su Magestad, Co-
mendador de los Bastimentos de Castilla y Tre-
ce de la orden de Santiago, Conde de Ayala,
Senor de los Estados de Coca, Alaejos, Villo-
rias y Doncos, del Consejo de Estado y Virrey
de Sicilia naturai de està villa de Madrid. Y
Dona Cathalina Faxardo de Mendoza su legiti-
ma muger Marquesa de San Leonardo, Seiìora
de Alberca de las Torres naturai de la ciudad
de Valladolid.

»Suplica a V. M. se sirva de dispensar que
los informantes vayan a la ciudad de Vallado-
lid a prouar la naturaleza de la Marquesa de San
Leonardo Dona Cathalina Faxardo de Mendoza
su Abuela materna mandando se haga en està
Corte por de paso. Madrid y Enero 22 de 1 7 1 1 .
Firmado El Almirante Duque.

»En el Consejo de 30 de Enero de ] 711 se

 

Apéndices. 5 7

puso el decreto «despachese titulo ^ y se cum-
plimentó.»

 

D. Felix Colon de Larreategui,

(Ano 1794)

Con fecha 21 de Febrero de 1794 tirino S. M.
Real Cédula de merced de habito en la Orden
militar de Santiago, para D. Felix Colon quc
la presentò con la siguiente

GENEALOGÌA

«El Brigadier D. Felix Colon de Larreategui,
Jimenez de Embun, Capitan de Reales guardias
de Infanteria Espaiìola, a quien S. M. (D. 1. g.)
ha hecho merced de habito de Caballero de la
orden de Santiago, naturai de Madrid y no ha
residido en Indias.

PAURES

»E1 limo. D. Fedro Colon de Larreategui y
Angulo, del Consejo y Camara de Castilla, Ca-
ballero del orden de Alcantara, naturai de Ma-

 

58 Ap endice s.

drid, y Dona Maria Antonia Jimenez de Em-
bun Guerrero y Mateo, naturai de la Villa de
Almunia, Arzobispado de Zaragoza.

ABUELOS PATERNOS

»D. Francisco Colon de Larreategui, Caba-
llero del orden de Santiago, y Dona Isabel Ven-
tura de Angulo y la Barra, aquel naturai de
Madrid y està de la Villa de Navarrete en la
Rioja.

ABUELOS MATERNOS

»D. Tomàs Jimenez de Embun y Guerrero,
naturai de la Ciudad de Calatayud y Doiìa Ma-
ria Josefa Mateo Fernandez de Moros, naturai
del lugar de Ojos Negros, en la diocesis de Ca-
latayud.

» Presento y firmo està genealogia. Madrid
26 de Febrero de 1794. Firmado: Felix Colon
Jimenez de Embun.

»En el Consejo de 18 de Junio de 1794 se
puso decreto de «despachese titulo», que se
cumplimento.»

 

ORDEN DE ALCANTARA

 

D. Fedro Manuel Colon de Pori ugni.

 

(Ano 1705).

«El Rev
»Los de mi Consejo de las Ordenes de San-
tiago, Calatrava y Alcantara, cuya administra-
ción perpetua tengo por autoridad Apostolica,
Atendiendo a los particulares méritos de Don
Fedro Manuel Colon de Portugal de la Cueva
Henrriquez Duque de Veragua, de mi Consejo
de Estado y Presidente de ese de Ordenes, le
hice merced por Decreto de siete del corri ente
mes de la Encomienda de la Zarza en la orden
de Alcantara que ha vacado por muerte del
Conde de la Monclova, y por lo que toca al lui-

 

6o Apéndices.

bito de la dicha orden (por haberse de quitar el
de la de Santiago que tiene puesto y en que no
es profeso) os mando que presentàndoseos està
mi cédula dentro de treinta dias contados des-
de el de la fecha de ella proveais que se reciba
la informacion que se acostumbra para saber si
concurren en él las calidades que se requieren
para tenerle conforme a las Definiciones de la
dicha orden, y pareciendo por ella que las tie-
ne, le libreis titulo del refendo habito para que
yo le firme, que asi es mi voluntad, y que de
este Despacho se tome la razon por D. Juan
Manuel de Heredia mi Secretario del Registro
General de mercedes dentro de dos meses, y
no se haciendo asi sea de ningun valor ni efec-
to, fecha en Madrid a i 2 de Noviembre de 1 706.
=-Yo el Rey.

» Genealogia de D. Fedro Manuel Colon de
Portugal Castro y Sandoval Duque de Beragua
y de la Vega, Conde de Gelves, Marqués de
Jamaica y de Villamizar, Almirante de las In-
dias, del Consejo de Estado de su Magestad y
de la Junta de Gobierno de està Monarchia,
Presidente del Consejo de las Ordenes, a (^uien

 

Apéndìces. 6i

 

su Magestad ha hecho merced de la Encomien-
da de la Zarza en la orden de Alcantara. Es
naturai de Madrid.

 

PADRES

»D. Fedro Nuiio Colon de Portugal Castro y
Sandoval Duque de Beragua y de la Vega, Con-
de de Gelves, Marques de Jamaica y Villamizar
Almirante de las Indias, cavallero del Toison
de Oro, Capitan general de la Armada del
Occeano y Virrey de nueba Espana, y Dona
Isabel de la Cueva y Enriquez su priniera mu-
ger ambos naturales de Madrid.

ABUELOS PATERNOS

>;D. Alvaro Jacinto Colon de Portugal, Duque
de Beragua y de la Vega, Marques de Jamaica,
Almirante de las Indias, y Dona Cathalina de
Portugal Castro y Sandoval, Condesa de Gel-
ves y Marquesa de Villa Mizar ambos naturales
de Madrid.

 

62 Apéndices.

ABUELOS MATERNOS

»D. Francisco Fernandez de la Cueba, Du-
que de Alburquerque, Marques de Cuellar, Con-
de de Ledesma y de Gùelma, Cauallero de la
orden de Santiago del Consejo de Estado y
Presidente de los de Aragon y Italia naturai de
su villa de Quellar, y Dona Ana Enriquez de
Cabrerà y CoIona naturai de Madrid.

»El pretendiente suplica a V. M. que respec-
to de tener hechas pruebas para el Auito de
Santiago, y que el Duque de Alburquerque su
abuelo materno fue Cauallero de la misma or-
den corno tambien lo fueron sus hijos D. Bei-
tran Xptoval de la Queba Marques de Quellar
Comendador de la Puebla de Sancho Perez,
D. Francisco Duque de Alburquerque Comen-
dador de Guadalcanal y Trece, D. Gaspar de
la Queba Comendador de los Bastimentos de
Leon y D. Balthasar de la Queba, Marques de
Malagon, y en las pruebas de todos se justificó
el nacimiento del dicho Duque de Alburquer-
que en Quellar, se sirva V. M. de mandar que
este quarto tantas veces comprobado se haga

 

Ape Ji dice s. 63

por depaso en està Corte cn que reciuira mer-
ced=la firma no se lee=:En el Consejo de 20
de Noviembre de 1706 se mando despachar ti-
tillo de Caballero de la orden de Alcantara al
Excmo. Sr. ì). Fedro Manuel Colon de Portu-
gal Duque de Veragua.»

 

D, Fedro Colon de Larreategui

 

(Ano 1727).

«El Rey

Presidente y los del mi Consejo de las Ordenes de
Santiago, Calatrava, Alcantara y Montesa cuia
Administracìon perpetua tengo por authoridad
Apostolica: sabed que en atencion a los servicios
de D. Francisco Colon y Larreategui Alcalde
que fue de mi Casa y Corte, tuvo por bien el
Rey mi Senor, y tio, que santa gloria haya, en
Decreto de 9 de Febrero de 1698 hacerle mer-
ced de Avito de una de las tres ordenes militares,
para un hijo suyo; Y haviendo justificado Don
Pedro Colon de Larreategui y Angulo Colegial

 

64 Apéndices.

Huesped en el mayor de San Salvador de Ovie-
do, y Cathedratico de Codigo en la Universidad
de Salamanca su tal hijo vnico varon del ex-
presado D. Francisco Colon y Larreategui su
Padre, y elegido el Avito de la Orden de Al-
cantara, OS mando que presentandoseos està mi
Zedula, dentro de treinta dias contados desde
el de la fecha de ella, proveais que se reciba la
Información que se acostumbra para saber si
concurren en el las calidades que se requieren,
para tenerle, conforme a las Definiciones de la
misma orden, y pareciendo por ella que las
tiene, le librareis titulo del refendo Avito, para
que Yo le firme, que asi es mi voluntad; y que
de este Despacho se tome razon en la Contadu-
ria General de la Distribucion de la Real Ha-
cienda en que estan incorporados los libros del
registro General de Mercedes en el termino de
dos meses, y no se haciendo asi sea de ningun
valor ni efecto. Fecha en Madrid a 21 de Di-
ciembre 1727. =Yo el Rey.

» Genealogia de D. Fedro Colon de Larreate-
gui y Angulo Colegial huesped del mayor de
San Salvador de Oviedo y Cathedratico de Co-

 

Apcudiccs. 65

digo de la Universidad de Salamanca naturai
de Madrid a quien Su Magestad a hecho mer-
ced del Avito de Cauallero de la orden de Al-
cantara, no a residido en Indias.

PADRES

»D. Francisco Colon de Larreategui Caualle-
ro del orden de Santiago del Consejo Real de
Castilla naturai de Madrid y Dona Isabel Ben-
tura de Angulo y La Barra naturai de la villa
de Nauarrete en La Rioxa.

ABUELOS PATERNOS

»D. Martin de Larreategui Cauallero del or-
den de Santiago del Consejo Real de Castilla
naturai de la Villa de Heybar Prouincia de Gui-
puzcoa y Dona Josepha de Paz y Colon natu-
rai de Madrid.

ABUELOS MATERNOS

»D. Joseph de Angulo Zespedes y Mendoza
Cauallero del orden de Santiago Gentilhombre
de Cam ara de Su Magestad y Dona Isauel Ma-

5

 

66 Ap éndice s,

ria de la Barra naturales ambos de la Villa de
Nauarrete en la Rioxa.

»Como madre tutora y Curadora del preten-
diente presento y firmo està genealogia. =Dona
Isabel Bentura de Angulo y la Barra.

»En el Consejo de 2 de Marzo de 1728 se le
mando espedir titulo de Caballero de la orden
de Alcantara a D. Fedro Colon de Larreategui
y Angulo naturai de Madrid.»

 

ORDEN DE CALATRAVA

 

D, Ntifw de PortugaL

(Ano 1602).

Por Real Cédula fecha en Valladolid a 16 de
Marzo de 1602 se hizo merced del hàbito de
Calatrava a D. Nuno de Portugal, casado con
dona Aldonza Portocarrero.

«Genealogia de Don Nuiìo de Portugal para
el abito de cauallero de la orden de Cala-
trava.

»Don Nuno de Portugal nació en la ciudad
de Seuilla en la Collacion de la Magdalena don-
de se baptizó, es de edad de treinta anos poco
mas ó menos.

 

68 Apéndices.

PADRES

»Es hijo de Don Aluaro de Portugal y de
Dona Leonor de Milan Condes de Gelbes, el
dichò Don Aluaro de Portugal fue Naturai de
Seuilla, y la dicha dona Leonor de Milan es na-
turai de Madrid, y ay duda si la susodicha fue
naturai de està ciudad de Valladolid, solo se
sabe que se casaron los susodichos en Madrid.

ABUELOS PATERNOS

»Es nieto por la parte de su padre de Don
Jorge de Portugal y de Dona Isabel Colon Con-
des de Jelbes, el dicho Don Jorge fue naturai
de la ciudad de Lisboa, y la dicha Dona Isabel
Colon fue vecina y naturai de Seuilla y los su-
sodichos se casaron en la dicha ciudad de Se-
uilla Para mayor noticia de la dicha Dona Isa-
bel Colon se aduierte que fue hija de Don Die-
go Colon Almirante de las Indias, y nieta de
Xpoual Colon el que las descubrio.

 

Apciidices. 69

ABUELOS MATERNOS

»Es nieto por parte de su madre de Don Al
uaro de Cordoua Cauallerizo mayor del Rey Don
Philippe segundo, el qua! fue naturai de Baena
y hijo del Conde de Cabra y Dona Maria de
Aragon su muger, la qual fue naturai de la ciu-
dad de Lisboa fue hija de Don Nuno Manuel
y dona Leonor de Milan=firmado=Don Nuno
Colon y Portugal. En Valladolid 26 de Junio
1602.»

 

FIN

 

Imprimióse este opihculo de la Patria de Colon

en la imprenta de D. Ricardo Fé,

a II dias contados del nies

de Junio de 1892

ahos.

 

*

 

i^^

 

LIBRERIA DE FERNANDO FÉ

Carrera de San Jerónimo, nùm. 2.

 

OBEAS DE FONDO

 

Ptas.
Acuùa (Cristóbal). Nuevo descubri-
miento del gran rio de las Amazonas;

un voi. en 8.» 4

Asensio (José Maria). Lo5 restos de
Cristóbal Colon estan en la Habana.
Demostración (segunda edición); un

volumen en 8.° mayor 2

Bernaldez (El Bachiller Andrés).
Historia de los Reyes Católicos Don
Fernando y Dona Isabel; dos volii-

menes en 4 « 25

Cappa (P. Ricardo). Estudios criticos
acerca de la dominación espanola en
America:
I. — Colon y los espafioles (tercera edi-
ción) _ 3

II. — ;Hubo derecho a conquistar la
America.^ Anàlisis politico del Impe-
rio incàsico (tercera edición) 2,50

III. — La conquista del Perii; (id.) … 3

IV. — Las guerras civiles y la anarquia;

(idem) 3

V.— Industria agricola-pecuaria lleva-

do a America por los espafioles. … 3
VI. — Continua la misma materia, y se
coleja el estado agricola de las colo-

nias con el de la metròpoli 3

VII.— Industria fabril que los espafio-
les fomentaron y arruinaron en Ame-
rica – 3

Vili. — Industrias mecànicas 3

Castellanos (Juan de) Historia del
nuevo reinado de Granada, publicada
por primera vez por D. Antonio Paz
y Melia; dos voliimenes en 8.0 io

Colon (Fernando). Historia del almi-
rante de las Indias D. Cristóbal Co-
lon, escrita por D. Fernando Colon,
su hijo, en la cual se da particular y
verdadera relación de su vida y de
sus hechos y del descubrimiento de
las Indias Occidentalesllamadas Nue-
vo Mundo; dos voliimenes en 8.0.. . . 6

Coli (P. Fr. José). Colon y la Ràbida.
Segunda edición, aumentada y corre-
gida; un voi. en 8.0 mayor 3

I>anvìla y Collado (Manuel). La
expulsión de los m )riscos espafioles,
conferencias proiiunciadas cn el Ate-
neo de Madrid; un voi. en 4.» 5

Fernàndez I>nro (Cesàreo). Pin-
zón en el descubrimiento de las In-
dias. Con noticias criticas de algunas
obras recientes relacionadas con el
mismo descubrimiento; un voi. en 8.0 5

 

Vtas.
Il’A^ing (Washington). Vida y viajes

de Cristóbal Colon; un voi. en 4.°.. 2,50

— Viajes y descubrimientos de los
companeros de Colon; un voi. en 4.0 0,75

liOrenzo y Ijeal (Baldomero de).
Cristóbal Colon y Alonso Sànchez ó
el primer descubrimiento del Nuevo
Mundo; un voi. en 8.*> 3

Ijlovente Vàzqnez (Manuel). Cua-
dros americanos (Venezuela, Brasil*
California, Guatemala, Montevideo y
Ecuador); un voi. en 8.° 4

Wovo y Colsón (Pedro). Viajes apó-
crifos de Juan de Fiicar; un volumeji
en 4.0 6

Prescott (Guillermo H.). Historia de
los Reyes Católicos; un voi. en 4.0
maj’or con làminas 4,50

— Conquista del Perii; un voi. en 4.0
mayor con làminas 2,75

Rocìia (Diego Andrés). Origen de los
indios del Perii, Méjico, Santa Fé y

Chile; dos voliimenes en 8.° 6

Rodrìauez Piuìlla (T.). Colon en
Espaiìa. Estudio histórico-critico so-
bre la vida y hechos del Descubridor
del Nuevo Mundo, personas, doctri-
nas y sucesos que contribuyeron al

descubrimiento; un voi. en 4.» 4

Rniz Bianco (P. Fr. Malias). Con-
versión en Piriti! (Colombia) de in-
dios, cumanagotos y palenques, con
la pràctica que se observa en la ense-
nanza de los naturales en lengua cu-
managota, Seguido de los Francisca-
nos en las Indias, por Fr. Francisco
Alvarez de Villanueva un voi. en 8.». 3

.Santamaria (Braulio). Huelva y la
Ràbida, tercera edición, corregida y
aumentada; un voi. en 8.<> 3

«epnlveda (Ricardo). Madrid viejo,
costumbres, leyendas y descripciones
de la villa y corte en los siglos pasa-
dos (segunda edición con numerosas
ilustraciones de Juan Comba); un vo-
lumen en 8.» 6

Solis (Antonio). Historia de la con-
quista de Méjico, población y progre-
so de la America septentrional, cono-
cida por el nombre de Nueva Espa-
na; un voi. en 4.0 con grabados. . . 2,50

Torre y Velez (Alejandro de la).
Estudios criticos acerca de un perio-
do de la vida de Colon; un voi. en 4.0 5

Xerez (Francisco de). Conquista del
Peni (1534); un voi. en 8.» 2

 

MAORIO.— Kst. Tip. «la Ricavrto Fé, Olmo, 4.— Telèfono 1.11 .

 

:LJ BINDER

Cuál es, entre las Lucayas, la isla que denominó Colón de San Salvador

 

Cesáreo Fernández-Duro

Desde que empezó á profundizarse en el estudio de la historia americana la identificación de la primera tierra que miraron absortos Cristóbal Colón y sus compañeros en el descubrimiento, al abrir la aurora el memorable día 12 de Octubre de 1492, ha sido objeto preferente de consideración y controversia, reconocidas las dificultades que para la resolución del problema ofrecen los extractos del Diario del Almirante transmitidas por el P. Las Casas, y la vaguedad de indicaciones del diario mismo tratando de lugares vistos á la ligera, sin nombres propios y con accidentes de fácil transformación en el transcurso del tiempo.

Los rumbos, las distancias recorridas, la graduación y la variación de las agujas, hasta la apreciación de las medidas de que hablan las relaciones del viaje, son otras tantas incógnitas que imposibilitan la solución matemática. La hipótesis aplicada á cualquiera de ellas complica la indeterminación, por lo cual personas de tan gran autoridad como Humboldt, Wallienaer, Prescott, Irving, Robertson, han dudado al señalar por correspondencia de la isla que se dice nombraban los naturales Guanahaní, y   —362→   á la que denominó de San Salvador el jefe de los nuevos argonautas españoles, alguna de las que forman el grupo de las Bahamas.

Sin entrar en el pormenor de las opiniones variantes; limitando la referencia á los historiadores españoles, mientras D. Martín Fernández de Navarrete, fiado en la derrota que encargó á don Miguel Moreno, daba por equivalencia á isla Turca, D. Juan Bautista Muñoz determinadamente la fijaba en la que ahora se llama Watling. Esta misma indicó como probable el Derrotero de las Antillas formado en nuestra Dirección de Hidrografía, y como al acercarse el cuarto centenario del descubrimiento, se estimulara en Cuba el laudable deseo de salir de dudas, hubo polémica en que con mucha laboriosidad tomaron parte hombres de ciencia y letras, produciendo, entre varios, dos estudios notables; de don Juan Ignacio de Armas, el uno; de D. Herminio C. Leyva, el otro, conformes en la identificación de la isla Guanahaní con la de Watling.

Antes que estos, por iniciativa del centro hidrográfico de los Estados-Unidos de América, emprendieron algunos oficiales de su marina y de la de Inglaterra, reconocimientos en las islas Lucayas; con preferencia en las nombradas Turk, Mariguana, Cat ó San Salvador, Watling, Salnaná ó Altwood (que son las que han dividido los pareceres), uniendo el examen pericial práctico al de las memorias escritas, y dieron á luz por resultado monografías muy interesantes.

Resumen ó condensación de todas ellas puede considerarse un opúsculo de M. Clements R. Markham, que con el título de Sul punto d’approdo di Cristoforo Colombo apareció traducido del inglés en Roma1, pues más que de original discurso es de crítica y comparación de los anteriores, de Muñoz, Navarrete, Kettel, Gibbs, Major, Irving, Humboldt, Slidell, Mackencie, Varnhagen, Fox, Becher, Peschel y Murdoch. En conclusión considera el autor demostrada ya la coincidencia de Watling con Guanahaní, y juzga que se debe á D. Juan Bautista Muñoz la identificación   —363→   del lugar de recalada de Colón; á M. Major la situación del punto en que las carabelas anclaron, y á M. Murdoch la derrota que desde allí siguieron hasta Cuba.

Sin embargo, en lucha todavía la evidencia con la desconfianza, D. José María Asensio, que acaba de dar á la estampa una historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón2, sea por el respeto que la opinión de Washington Irving generalmente le merece, sea porque la semejanza de nombre le seduzca, se pronuncia por la isla actual de San Salvador al buscar identidad con la que San Salvador denominó el Almirante, y la señala en el mapa con la derrota de las carabelas, que ilustra su dicha obra.

En los Estados-Unidos de América tampoco han admitido llanamente las últimas deducciones, por grande que sea la competencia y responsabilidad de los oficiales de marina que las han hecho. La empresa del periódico el Herald, de Chicago, ha querido comprobarlas, y emulando con la de Nueva York del mismo nombre en el hecho de comisionar á M. H. M. Stanley para la exploración del África Central, ha costeado una expedición con objeto exclusivo de volver á reconocer una por una las islas Lucayas, examinando de paso los datos que sirvan al fin de determinar fijamente la situación de la problemática.

Da cuenta de la misión reciente la Gaceta de las islas Turcas3, diciendo que después de organizarse en la de Nueva Providencia, capital del archipiélago, embarcó en el vapor Nassau el 10 de Junio último, dirigiéndola M. Walter Wellman, secundado por el artista M. Charles Lederer. Empezaron el reconocimiento por la isla del Gato y costearon las otras con el Diario de Colón en la mano, haciendo las marcaciones y enfilaciones indicadas en el precioso documento. Llegados á Watling, impresionados desde luego favorablemente, volvieron á alta mar y buscaron la situación en que debían estar las carabelas al avistar la tierra. Desde allí se fueron aproximando con atención á la vista de las puntas, escollos, eminencias y cualquier otro objeto notable, por ver si   —364→   coincidían con las que marcó el descubridor. Guiados por el Diario desembarcaron en las inmediaciones de un altozano, en puerto situado 4,50 millas al Sur de Graham’s Harbour, y desde el que se descubre la colina de Dixon donde se eleva el faro. Como el seno con playa de arena respondía completamente á la descripción escrita, estimaron los expedicionarios que allí plantó Colón el estandarte de Castilla, y que terminada la ceremonia de la posesión subiría al altozano, distante unos 200 m., para gozar del panorama y descubrir en el interior la laguna y hacia la mar la isla cubierta de verdura de que habla.

Compulsados los rumbos y distancias de la derrota seguida por Colón desde la primera isla á las otras, adquirieron los comisionados el convencimiento de estar definitivamente resuelto el problema de la recalada, como se ha creído, y volviendo al altozano, asentaron un monumento sencillo que abordo llevaban dispuesto por sostén de lápida ó inscripción en que se declara ser aquel el sitio en que el gran navegante y descubridor de las Indias Occidentales desembarcó el venturoso día de su arribo.

Al tiempo mismo que la Gaceta de la noticia, ha llegado aquí otro impreso peregrino, obra de D. F. Rivas Puigcerver, de México4, que al lugar de llegada del Almirante también se refiere. Cuenta el articulista, con propósito de probarlo pronto, que en las carabelas de Palos iban no pocos judíos y moriscos, cristianos nuevos, forzados por los decretos de expulsión de los Reyes Católicos. Uno de ellos hacía guardia á proa la noche del 11 de Octubre de 1492, y no queriendo aventurar la impresión de sus ojos, dijo por lo bajo en hebreo:

 

í, í (¡tierra! ¡tierra!). Otro de su misma raza que al lado se hallaba preguntó:

 

weana (¿y hacia dónde?).

—365→

 

hen-i (¡hé ahí tierra!) respondió Rodrigo de Triana, primero que había hablado.

 

waana-hen-i (¡y hacia allá, hé ahí tierra!) afirmó el compañero con profunda convicción. Un cañonazo de la Pinta anunció entonces á todos el feliz descubrimiento.

 

haleluyah, exclamaron los judaizantes.

 

alhamdo lil-lah, dijeron los moriscos: ¡alabado sea Dios! los cristianos. Eran las dos de la mañana.

Contempló admirado Colón lo que ignoraba fuera un Nuevo Mundo, y al desembarcar, preguntando al intérprete judío como llamaban los naturales á la isla, Luis de Torres, que no los entendía, dijo: Guanahaní. (Honni soit qui mal y pense.)

Acaba el Sr. Rivas Puigcerver asegurando que de vuelta en España fué adjudicada á Colón injustamente la pensión ofrecida al que primero viera tierra; y Rodrigo de Triana, el judío converso cuya voz la anunció, viendo que se le arrancaba el merecido premio, pasó el Estrecho renunciando religión y patria. En Berbería contó á los hebreos esta fidedigna historia, por la cual Guanahaní, esto es, waana-hen-i, dará siempre testimonio de la influencia ejercida por los judíos en los cabos del Universo.

Bueno fuera que en vez de ofrecer á plazo diera al contado el autor las pruebas de su historia fidedigna.

Cristóbal Colón español, como nacido en territorio perteneciente al Reino de Aragón

Cristóbal Colón español, como nacido en territorio perteneciente al Reino de Aragón

Luis Franco y López

  —240→  

De las últimas investigaciones del abate Casanova resulta que no nació en Génova Cristóbal Colón, como generalmente se creido, sino en Calvi, ciudad fuerte de la isla de Córcega; y de ahí que, según dice el Temps de Paris, hayan empezado activamente en aquella ciudad los preparativos de las fiestas para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de las Américas. Y como consecuencia del resultado de las investigaciones indicadas, los Estados -Unidos, no sólo se proponen tomar parte especial en esta solemnidad, sino que se asegura, según se lee en algunos periódicos, que por un decreto del Presidente serán declarados ciudadanos de la república americana los habitantes de aquella isla.

Este importante descubrimiento del abate Casanova, que viene á confirmar el que en la primera mitad del presente siglo hizo M. Guibega, prefecto de Córcega1, demuestra que no es Italia   —241→   sino España, la que puede envanecerse de ser patria del que la dió un Nuevo Mundo. Y la razón es sencillísima. Cuando nació Colón, bien se coloque la fecha de este nacimiento en el año 1430, como quieren algunos, ó en el 1435 ó 36 como asegura uno de sus contemporáneos é íntimos amigos, la isla de Córcega formaba parte de la corona de Aragón. Sabido es que fué cedida en 1297 al rey D. Jaime II por el pontífice Bonifacio VIII; y aun cuando fuera cierto que los genoveses se apoderasen de aquella isla en 1481, cosa que hasta entonces, según dicen algunos historiadores, no habían podido conseguir á pesar de sus reiteradas tentativas, y aun cuando lo fuera, como dicen otros, que en el 1440 la hubiera conquistado por su propia cuenta la familia de los genoveses Campo Fregosa, siempre sería el resultado el que, habiendo estado hasta entonces instalados en ella los aragoneses, á quienes de derecho pertenecía, era aragonés Cristóbal Colón cuando nació; con tanto mayor motivo, cuanto que según refiere Zurita en el lib. VIII, cap. 28 de sus Anales, D. Pedro IV de Aragón en 1348, agradecido á la fidelidad y constancia que en los acontecimientos de aquella época manifestaron algunas compañías de corsos, que estuvieron en la defensa de Sácer (Cerdeña), todo el tiempo que los barones de Oria la tuvieron cercada, mandó que de allí adelante todos los corsos que estuviesen y morasen en cualquier ciudad y pueblo de Cerdeña fuesen tratados como catalanes y aragoneses.

No es necesario referir la multitud de hechos con que los reyes de Aragón manifestaron en aquellos siglos el ejercicio de la soberanía que tenían en Córcega, tales como el nombramiento de los   —242→   gobernadores que habían de regir la isla, según Zurita, lib. VI, cap. 56; lo que el mismo refiere en el lib. V, cap. 60, acerca del legado que mandó el Papa en el año 1303 á los prelados, condes y barones de Cerdeña y Córcega, para que reconociesen y obedeciesen por rey al de Aragón, y lo que asimismo dice en el lib. X, cap. 78, de que «en el año 1404, Vicentelo de Istria, sobrino del Conde Arrigo de la Roca, que era muy poderoso en Córcega, imitando á su tío que fué muy fiel á la corona de Aragón, juntando las gentes que eran de su parcialidad con mano armada y con diversos medios, hizo de manera que la mayor parte de la isla se pusiese en la obediencia del rey, habiéndose enviado para que se defendiese aquella parte de Vicentelo y se fuese ganando lo restante algunas galeras y gente con las que pasó este á la isla, yendo por capitán García de Latras, que se puso en el castillo de Cinerca, etc.» Tampoco hay gran necesidad de recordar lo que dice otro de nuestros historiadores2 acerca de la armada que juntó D. Alfonso V para pasar personalmente con ella á los reinos de Sicilia y Cerdeña, y asegurarlos en su obediencia; y que después de haber acabado de sujetar al segundo de ellos, juntamente con el estado de tierras del juzgado de Arboréa, pasó á Córcega para asistir á los condes de Istria sus vasallos, y rindió á Calvi (patria de Colón) y la principal fuerza de la isla en la ciudad de Bonifacio. Ni hay tampoco para qué detenerse en sacar las consecuencias que podrían deducirse (atendidas las circunstancias de que frecuentemente corrían la misma suerte esta isla y la de Cerdeña, y de haber venido á pasar la de Córcega á poder de Génova) de lo que el mismo Zurita refiere en los capítulos 15 y 36 del libro XX de sus Anales, y Mariana en los 5, 11 y 18 del libro XX de su Historia de España. Y no hay para qué ocuparse de ello, por la razón de que, aun cuando fuera cierto que de hecho hubieran dejado de poseer aquella isla los aragoneses en 1481 y aun en 1440, continuaron considérandose soberanos de derecho, y lo fueron efectivamente, por lo menos hasta el tiempo de Felipe II, puesto que el mismo Zurita refiere en el lib. XIII, cap. 8,   —243→   fué entonces cuando se aseguró á Génova en el señorío de la isla, aunque debajo de la protección y amparo de aquel rey. Y tanto es así, que, en el juramento que con arreglo á los fueros de Aragón prestó el mismo rey en La Seo de Zaragoza el año 1563, comprometiéndose, en cumplimiento del estatuto y ordenación hecha por el rey D. Jaime, á conservar unidos perpetuamente y bajo un solo cetro los reinos y condados que componían la corona de Aragón, dijo entre otras cosas á este propósito: «Ita quod quicumque sit Rex Aragonum idem etiam sit Rex Regnorum Valentiae, Maioricarum, Sardiniae et Corsicae, ac Comes Barcinonae Rossilionis et Ceritaniae» ( Murillo, trat. 2, cap. 8).

Por consiguiente, con idéntica razón, con el mismo derecho que sostiene Francia que fué francés Napoleón I por haber nacido en un territorio que solo desde pocos meses antes pertenecía á aquella nación3, con el mismo, y aun con mayor si cabe, puede sostener España que fué español, como nacido dentro de los estados de Aragón el descubridor del Nuevo Mundo.

El que en el documento de 22 de Febrero de 1498 en que fundó Colón su mayorazgo, dijera de «la cual ciudad de Génova he salido y en la cual he nacido,» y el que contestando el tribunal de San Jorge en 8 de Diciembre de 1502 á una carta suya, le llamase «amatissimus concivis» y á Génova «originaria patria de vestra claritudine,» que son las principales razones con que hasta ahora había aquella ciudad combatido á las muchas que le disputaban este honor (Cogoleto, Bugiasco, Finale, Quinto, Nervi sobre la Rivera, Savona, Pavestrella, Arbizoli cerca de Savona, Cosseria entre Millesimo y Carease, Val de Oneglia, Castel de Cucaro entre Alejandría y Casales, Placencia y Pradello en el Placentino)4, no son motivos suficientes á destruir lo que de las investigaciones del abate Casanova, según parece, resulta;   —244→   pues independientemente de que por haberse criado, según dicen algunos, en Génova, sería tenido por sus contemporáneos como natural de aquella ciudad, y de que en la época en que se escribieron tales documentos se habían apoderado los genoveses, según parece, de Córcega, por lo que considerarían como conciudadanos suyos los nacidos en aquella isla, es de creer que no se opondría á este concepto, porque su vanidad quedaría más lisonjeada con aparecer hijo de una ciudad tan ilustre y esclarecida, y que tan importante papel representó en los acontecimientos de aquellos siglos, que con serlo de una isla de poca valía, que no tenía existencia independiente, sino que por el contrario, iba pasando de unas manos á otras de los que tan frecuentemente se la disputaban5.

Los Cabotos – Cesareo Fernández Duro

Los Cabotos

Cesáreo Fernández-Duro

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Juan y Sebastián Caboto, padre é hijo, descubridores del continente americano por la región que propiamente se denominó Terra nova, han sido en Inglaterra objeto de la consideración á que les hacía acreedores el caudillaje en empresas arriesgadas de marinos britanos cuando estos marchaban perezosamente á la zaga de las demás naciones marítimas de Europa.

En 1831 publicó en Filadelfia el abogado Ricardo Biddle una memoria razonada de viajes de los Cabotos1 que tuvo mucha aceptación: se reimprimió en Londres el año siguiente. En 1882 el escritor, también americano, Henry Harrisse, dio á la imprenta en París estudio más amplio2, dividido en cuatro partes: dedicó la primera á los dos navegantes, discurriendo en las otras acerca de la cartografía en la primera mitad del siglo XVI y de la cronología de los viajes al Norte de Cabo Bretón.

Este último libro no tiene el carácter definitivo que el autor atribuye á todos los suyos; apenas esboza los servicios de Sebastián en los treinta años que estuvo en España; recopila, sí, noticias   —258→   dispersas y ofrece en apéndice algunos documentos, con item la bibliografía más completa que de lo concerniente á estos navegantes se haya formado.

Con motivo de la celebración del cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, los Cabotos han salido de nuevo á luz: el mismo Sr. Harrisse ha debido tratar de sus condiciones en El descubrimiento de la América del Norte3, obra que no conozco todavía: bástame, sin embargo, que haya sido anunciada al público como modelo de las historias del porvenir para que la ponga sobre mi cabeza, y basta que el autor haya declarado en otra posterior4, con todo el peso de su autoridad, que fué Sebastián Caboto un farsante que no descubrió nada, para presumir que tampoco ha descubierto él datos que añadir á los del libro de 1892.

En el programa de la Real Comisión de la Raccolta Colombiana, presidida por el Senador Marqués Doria, se comprende un estudio de Giovanni Caboto hecho por el Sr. V. Bellemo, que tampoco ha llegado aún á las librerías españolas, más no interesa nuestra curiosidad tanto como los que comprenden á Sebastián, por capitán y piloto al servicio de la corona de Castilla. En este caso está la Memoria documental formada por el Sr. F. Tarducci para la colección de la Real Diputación de Historia patria de Venecia5.

Es libro redactado con vista de los de Biddle y de Harrisse, teniendo á la mano algunos otros recientes en que se discute la nacionalidad italiana del padre y del hijo, cuestión ociosa á juicio del Sr. Tarducci, que ilustra largamente, no obstante, si bien con argumentación no del todo convincente, por inclinarse con facilidad á admitir indicios en virtud de los cuales tiene por italiana á Felipa Moniz, esposa de Cristobal Colón.

Juan Caboto obtuvo carta de naturalización en la ciudad de Venecia; el documento por sí solo parece acreditar que no había nacido entre los canales, y por ello escritores italianos como Desimoni,   —259→   lo suponen genovés, y acaso de Saona. Que fuera italiano nadie pone en duda, y que es natural admitir por apelativo el que Sebastián escribía al firmar escrituras conservadas, no menos se generaliza, por más que Mr. Harrisse mantenga, porque bien le suena, el de Cabot.

Era Juan hombre de mar, entendido en cartografía, emprendedor, y más rico de imaginación que de dinero; en busca del que le hiciera falta, salió de Venecia con su mujer é hijos, habiendo hecho antes las escalas de Oriente hasta el fondo del Mediterráneo y embarcado las mercancías aportadas por las caravanas. Iba á establecerse en Bristol, donde florecía el comercio de sus compatriotas, y presúmese que definitivamente lo hizo el año 1477, sin dato alguno seguro en que afirmarlo; los hay de que con anterioridad había tentado á la fortuna en nuestra Península, residiendo en Sevilla y en Lisboa y enterándose de los presupuestos y de las expediciones con que portugueses y castellanos intentaban con insistencia llegar á las islas del Brasil y Siete Ciudades, que se suponían hacia el Occidente; de aquellas empresas azarosas alimentadas por la tradición, que han venido á condensarse en la leyenda de Alonso Sánchez de Huelva.

«Yo he visto la carta que ha fecho el inventador, que es otro genovés como Colón (escribía al rey Católico su embajador don Pedro de Ayala), que ha estado en Sevilla y en Lisbona procurando haber quien le ayudase á esta invención. Los de Bristol, ha siete años que cada año han armado dos, tres, cuatro carabelas para ir á buscar la isla del Brasil y las Siete Ciudades con la fantasía deste ginovés»6.

Caboto halló, pues, en Bristol la ayuda ó asociación que no había conseguido en nuestras costas y por ello sin duda se domicilió en la Gran Bretaña llevándose la familia. El hecho es, si la referencia no engaña, que desde 1491, al tiempo que Colón instaba más y más en Granada para que se aceptaran sus proposiciones, navegaba ya Caboto hacia Occidente, no con el propósito, todavía reservado, de alcanzar por allí los mercados de la India,   —260→   sino con el de repetir una y otra vez el intento de nuestros marineros, de dar con islas perdidas en el Océano.

Llegó en esto á Inglaterra la nueva sorprendente del regreso de los argonautas que habían visto las tierras del Gran Can, y fué acicate para los que costeaban el armamento de los barcos guíados por Caboto; pero éste dejó de pensar en islas más ó menos ricas ó pobladas; quiso tocar en las costas asiáticas como el otro ligur y al emprender en 1497 nuevo viaje, en vez de cruzar lo mismo que en los anteriores, hizo rumbo directo al Oeste, y en la mañanita de San Juan topó con una isla que nombró Prima terra vista.

El Sr. Tarducci avanza la fecha, como antes otros lo han hecho; fúndase en la que lleva una nota del mapa-mundi grabado de Sebastián Caboto existente en la Biblioteca nacional de París, y aceptando la de 1494 consigna el descubrimiento de la Tierra Firme ó Continente nuevo, cuatro años y treinta y siete días antes que Colón. No hay para qué examinar sus razones, por demás sutiles; la cuestión ha sido dilucidada tiempo há por la crítica, de modo que no deja lugar á duda. En esta parte está la razón del lado del Sr. Harrisse, que explica cómo nació el error y por tiempo se ha sostenido, sin que por ello se niegue á Caboto la precedencia, pues que Colón no vió la Tierra Firme, en el tercer viaje, hasta el 1.º de Agosto de 1498.

A falta de otros datos determinaría la fecha la carta antes citada del embajador D. Pedro de Ayala, entre cuyos párrafos se lee: «El Rey determinó de enviar porque el año pasado le trujo certenidad que habían hallado tierra», noticia envuelta con otras de curiosidad, como son la de haber salido en segunda expedición cinco naos avitallados por un año; la de haber arribado una de ellas á Irlanda, destrozada por la tormenta, en la que iba un frey Buil, y la de presumir que ya tendría su Alteza el mapa-mundi que Caboto había hecho.

Así se explica que en la carta de Juan de la Cosa, acabada en el Puerto de Santa María el año 1500 figuraran las tierras descubiertas por el Norte.

Por lo demás, no tienen los ingleses noticias más explícitas que las de esta carta; lo mismo que la fecha se discute qué tierra   —261→   fué la primera vista y qué barcos y qué hombres la vieron. El descubrimiento está envuelto en niebla mucho más densa que la que rodea á las expediciones españolas, sin que de los anales y crónicas contemporáneas del reino se desprenda luz que pueda penetrarla. Queda una carta patente ó privilegio expedido por el rey Enrique VII en favor de Juan Caboto y de sus tres hijos, Luís, Sebastián y Sancho (Santio) con fecha 5 de Marzo de 1496, autorizándoles para navegar bajo su bandera por los mares orientales, occidentales y septentrionales con cinco navíos y los hombres que quisieren elegir, á fin de descubrir islas, regiones ó provincias de infieles, á sus expensas, con poder para ocuparlas y ejercer en ellas jurisdicción por el rey de Inglaterra con títulos de gobernador y lugares tenientes, quedando á beneficio de la corona el quinto de los beneficios que alcanzaran.

Parece que en virtud del privilegio salió Caboto de Bristol por el mes de Mayo de 1497 en un navichuelo con 18 tripulantes, acompañándole, al empezar, otros tres ó cuatro no mayores. A principios de Agosto estaba ya de vuelta con la nueva de haber descubierto una isla, de haber corrido 300 leguas de costa y visto señales de gentes y animales.

Cualquiera que conozca las declamaciones de los escritores contra la ingratitud de España por no haber satisfecho á Colón en lo que correspondiera á los productos futuros de Méjico y del Perú, creerá que el soberano de Inglaterra adivinara al punto haberle dado el navegante veneciano minas más ricas en Terranova, minas subsistentes, minas inagotables, y con ellas el fundamento de la prepotencia marítima, y que excediendo á la largueza con que los Reyes Católicos acordaron al Almirante, Virrey y Capitán general de las Indias occidentales, honras y ovenciones, subsanando al mismo tiempo el olvido del nombre de Colón en cualquiera de las regiones nuevas, aplicara el de Caboto á las que éste había visto y afirmaba eran parte del imperio del Gran Can, fijándolas en el mapa-mundi.

La esplendidez de Enrique VII no fué más allá que todo eso: otorgó al descubridor la recompensa de diez libras esterlinas7.

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Verdad es que en 3 de Febrero de 1498 expidió segundo privilegio tratándole de muy amado8, recordando el descubrimiento que había hecho y facultándole para requerir en cualquiera de los puertos del reino hasta seis naves, la mayor de 200 toneladas, con las que emprendiera desde luego segunda expedición.

¿La emprendió? Parece que sí, aunque no cabe asegurarlo. En caso de salir á la mar debió allí alcanzarle la última hora y encargarse del mando su hijo Sebastián. No se conoce escrito que mencione la muerte ni que de él, de su mujer y de los otros hijos Luís y Sancho, diga palabra, siquiera fuera en elogio ó remembranza.

Juzga el Sr. Tarducci que no fué Juan Caboto de los hombres de segunda fila en los descubrimientos; que está en la primera y muy próximo á Cristobal Colón, reconocida cabeza de todos. No sería difícil, realmente, señalar puntos comunes y condiciones paralelas entre los dos navegantes; paréceme no obstante que es poco lo que de Caboto se sabe para intentar la comparación.

De Sebastián, el hijo, se ha reunido caudal algo mayor de noticias, gracias á los archivos españoles. Mr. Harrisse no llegó á verlas todas al escribir el libro publicado en 1882; el Sr. Tarducci consiguió pocas más para el suyo; otro literato, D. Eduardo Madero, sin propósito de estudiar al personaje más que en la expedición que hizo al Río de la Plata, por ser el objeto suyo historiar el puerto de Buenos-Aires, ha sacado del Archivo de Indias y de otros depósitos, considerable número de documentos hasta ahora desconocidos; ha logrado reproducir retrato y autógrafo del navegante, haciendo parecer incompleta ó atrasada la obra que al mismo tiempo daba á luz la Diputación Veneta de historia patria á pesar de la diligencia y del interés con que la formaba el citado Sr. Tarducci9.

Presúmese que Sebastián Caboto nació en Venecia y empezó á instruirse en la ciudad del Adriático antes de abandonarla su   —263→   padre. Harrisse, Madero y, no hay que decir, Tarducci, lo tienen por cierto aunque hay documentos que lo consideran inglés y se sabe que él mismo declaró ser natural de Bristol, si bien en ocasiones afirmaba lo contrario por conveniencias. Que por inglés se le tuviera es lógico, habiendo sido criado y educado en Inglaterra, y pareciendo, según algunos de sus biógrafos dicen, inglés en las afecciones y en las costumbres. Observa de todos modos el Sr. Madero que el amor patrio no fué, de cierto, su pasión dominante, y que de haberle dejado la elección acaso hubiera preferido nacer en el Atlántico. Bien puede ser; yo encuentro, sin embargo, rasgos morales que acreditarían á Caboto de veneciano y de veneciano genuino de su siglo, á falta de otros indicios.

Embarcado en tierna edad, los rudimentos de Humanidades y de la Esfera que aprendió en la escuela, sirvieron para desarrollar su inteligencia bajo la dirección del padre en aquellas expediciones en que se buscaba la isla ideal de Siete Ciudades. Así fué formándose á semejanza suya, marinero ante todo, piloto después, geógrafo, cosmógrafo, cartógrafo, sucesivamente, con subordinación á la idea mercantil y utilitaria de tales conocimientos.

Iba asimismo en la navichuela que descubrió el Continente Americano por el Norte: años adelante (1544) escribió de su mano en el mapa-mundi en que situaba la costa. «Esa tierra fué descubierta por Ioan Caboto Veneciano, y Sebastian Caboto su hijo, anno del nascimiento de nuestro Salvador Iesu Christo de M.CCCC.XCVII»10. Iba en el viaje del año siguiente durante el cual se supone murió el padre, quedando á su cargo el mando y dirección de la empresa en demanda del Catay y de Cipango. Del laberinto de contradicciones que se notan en los escritos del tiempo procura deducir el Sr. Tarducci que los expedicionarios reconocieron la costa desde el Lavrador ó desde los Bacallaos hasta la bahía de Chesapeake y aun que intentaron fundar alguna colonia, no consintiéndoselo la aspereza del clima. En realidad de verdad sólo se sabe que la empresa fracasó, produciendo en la opinión pública una de esas impresiones extremosas á que fácilmente se inclina por cualquier desengaño desde el optimismo de   —264→   las ilusiones. El Rey se negó á favorecer nuevos ensayos y así transcurrieron sin mención de Caboto catorce años en los que alguna que otra tentativa por su cuenta cree que haría, el biógrafo veneciano.

Había ascendido al trono en este tiempo Enrique VIII, casado con la infanta Doña Catalina de Aragón, y aliado con D. Fernando el Católico contra Francia, envió ejército en que Caboto aparece. Ofreció desde allí ponerse al servicio de España ó á él quiso atraerlo D. Fernando instándole á conferenciar con los que entendían en los asuntos de Indias, como lo hizo en Burgos11, y de resultas recibió nombramiento de capitán de mar con 50.000 maravedís de salario, fecho en Logroño á 20 de Octubre de 1512.

Había de informar y tratar acerca de la navegación de los Bacallaos, trayendo á Castilla su mujer y casa, según en otra carta real dirigida en la misma fecha al Embajador de España en Londres, se dice; lo de la mujer es, con todo dudoso; ni Harrisse ni Tarducci lo ponen en claro. Se llamaba Catalina Medrano, española en toda probabilidad, y pareciendo poco natural que se enlazara con ella en Inglaterra se piensa que pudiera haber venido Caboto con cualquier objeto antes del año 1512 , ó bien que se casara con posterioridad.

Preparaba en 1514 un viaje al Norte que había de emprenderse en 1516 y que se suspendió ó anuló quizás por muerte del Rey, acaecida al empezar este último año12. Quedando sin ocupación en principios de reinado nuevo, con licencia ó sin ella hubo de volver á Inglaterra y de gestionar en su provecho, consiguiendo   —265→   de Enrique VIII el mando de ciertos buques descubridores. Como también fracasó este proyecto, es de estimar que la fortuna no favorecía tantas y tan activas diligencias, hechas simultáneamente en los dos reinos y extendidas luego á la Señoría de Venecia sin que la moral acomodaticia que profesaba le reprochara el aprovechamiento del secreto profesional como mercancía que podía darse al que mejor la pagara.

Tal cual destello de las crónicas viejas sirve al Sr. Tarducci para adjudicar á su héroe el hallazgo del estrecho y bahía conocidos con el nombre de Hudson desde 1610, presumiendo que la noticia del mar Pacífico que descubrió Vasco Nuñez de Balboa y la de tantas tentativas para buscar entrada desde el Atlántico, le espoleaban á buscarlo por las regiones á que los españoles no llegaban. La hipótesis del viaje no impide que el autor reconozca no haber producido otro resultado positivo que el de aumentar el despecho de Caboto y llevarle otra vez á Sevilla á pulsar la suerte.

Consta que el rey D. Carlos le expidió nombramiento de piloto mayor con 125.000 mrs. de salario en 5 de Febrero de 1518, para sustituir á Juan Díaz de Solis, que había muerto. El cargo debía satisfacerle tanto por la autoridad y atribuciones como por la honra en que se tenía y se le daba, juzgando por la narración del anónimo de Ramusio, contemporáneo13.

«¿No sabéis, á propósito de ir á buscar las Indias por el poniente, lo que hizo un vuestro conciudadano veneciano, que es de tanto valor y práctica en las cosas de la navegación y la cosmografía, que al presente no hay par suyo en España, y su mérito ha hecho se le anteponga á todos los pilotos que navegan á las Indias occidentales, que sin licencia suya no pueden hacer tal ejercicio, y por esto lo llaman piloto mayor? Y respondiendo que no lo sabíamos, continuó diciendo: que hallándose hacía algunos años en la ciudad de Sevilla, y deseando saber de aquellas navegaciones de los castellanos, se le dijo que había allí un veneciano de gran mérito, de ellas encargado, llamado el Señor Sebastián Caboto, el cual sabía hacer cartas marinas de su mano y entendía el arte de navegar más que otro alguno…».

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Tiene siempre la elevación inconvenientes, y no sin ellos la alcanzaría Caboto. En aquella almáciga de pilotos y descubridores formada á la sombra de la Casa de la Contratación; entre los compañeros y discípulos de los Pinzones, La Cosa, Solís, Ojeda y tantos más, la idea de ser regidos y examinados por un extranjero no dejaría de crear prevenciones y celos, aumentando las primeras la repetición de sus viajes á Inglaterra sin dejar de cobrar en Sevilla el sueldo. Por mucha que fuera su sagacidad, acaso no dejara de traslucirse que el movimiento de la persona no respondía á las necesidades de la salud. Ello es que metido en negociaciones secretas, mientras ofrecía en Inglaterra la golosina de las riquezas del Perú, instaba á la Señoría de Venecia á participar del beneficio de los descubrimientos, sobre todo, desde el momento en que la vuelta de la nao Victoria con Sebastián del Cano había rasgado el velo de la figura de la tierra.

No era hombre de los que se contentan en el juego con dos barajas; sus manejos con los embajadores ó por medio de los agentes oficiosos abarcaban mucho más, y ello á tiempo en que el Gobierno de España le empleaba en comisiones de tal entidad y confianza como la situación del cabo San Agustín en el Brasil y la determinación de la propiedad legal de las Molucas. Mr. Harrise, con buen sentido, ha condenado la perfidia con que toda la vida se condujo Caboto; el Sr. Tarducci, refiriendo al pormenor sus enredos, no encuentra que lastimaran á la moral, porque los compromisos con España no pasaban del ejercicio de un destino sedentario; el de piloto mayor, mientras que lo que á otras naciones proponía era el empleo de su actividad é inteligencia para buscar nuevas vías al comercio. Esto le parece lícito con tanta más razón cuanta había de estar persuadido que la riqueza y la prosperidad de España y de Portugal herían de muerte á Venecia, su patria . No queriendo España -dice- servirse de su aptitud de navegante, ¿en qué afectaba á la conciencia, que la empleara en beneficio de otros?

El criterio del Sr. Tarducci sería singular, aun cuando Caboto no ofreciera en realidad otra cosa que despedirse del servicio de España y pasar al de otro Gobierno que mejor se lo remunerara; pero las ofertas con tanta insistencia y precauciones de reserva   —267→   hechas, ofertas cuyo alcance no ha podido nunca penetrarse, no habían de ser tan sencillas, y no cabe dudar que en perjuicio de España se hacían por el que tenía en la mano bajo la garantía de la buena fe, los secretos del padrón de cartas, los hilos de la navegación española. De cualquier modo, debieron ser las exigencias del negociador tanto ó más grandes que la perspectiva de su desleal defección, toda vez que al fin y al cabo, ni Venecia ni Inglaterra la admitieron.

A todo esto, las muestras que la nao Victoria trajo de las especias y otras cosas de las Molucas, dieron ánimo á los mercaderes de Sevilla para proyectar el apresto de una expedición exclusivamente comercial y de provecho, cuyo mando ofrecieron al piloto mayor Caboto, obtenida la venia real. Quiso tomar parte en la empresa el Emperador, muy interesado por entonces en allanar el camino del Maluco, y pocos días después de la victoria de Pavía, el 4 de Marzo de 1525, firmó el asiento ó Capitulación, por la cual Sebastián Caboto, con título de Capitán general, había de llevar tres ó hasta seis naves, si fuese necesario, en viaje á las islas dichas de Maluco y de las otras que fueron descubiertas por Magallanes y Sebastián del Cano, para hacer rescates y cargar los navíos con oro, plata, piedras preciosas, perlas, drogas, especería, seda, brocados y otras cosas de valor. Caboto prestó juramento de cumplir lo estipulado y empezó el armamento en discordia con los mercaderes que lo costeaban, porque pretendía nombrar lugarteniente á su gusto, y aquellos mostraban empeño en que, por fiscal de sus intereses, fuera un Martín Méndez que como contador de la nao Victoria había hecho el primer viaje de circunnavegación, y con cualquier empleo un Miguel de Rojas, hombre de valor y experimentado marinero.

La contienda tomó proporciones serias por no ceder ninguna de las partes, y hubo de intervenir no sólo el Consejo de Indias con su autoridad, sino el Rey mismo, «poniéndoles por delante el escándalo é inconveniente que de aquella división sucedería», con lo cual Caboto se aquietó pareciendo conformarse, y el 3 de Abril de 1526 salió de Sanlúcar la Armada, compuesta de tres naves y una carabela.

El Sr. Tarducci, poetizando su relato, presume que las diferencias   —268→   entre los armadores y Caboto consistían en que los primeros tenían por norma y perspectiva la utilidad de la expedición, lo cual es muy natural, mientras que el capitán sólo pensaba en la gloria que había de reportarle; en que exigían aquellos que por el camino surcado por la Victoria les trajera pimienta y clavo, y se determinaba él á buscar islas y tierras que hombre alguno hubiera visto.

No está bien informado el autor italiano; aunque ha logrado ver algunos documentos más de los que conoció Mr. Harrisse, según queda sentado, no era la colección incompleta de que disponía suficiente para penetrar la oscuridad en que la expedición estaba, según él mismo reconoce, y sus juicios adolecen, por tanto, de la debilidad con que están fundados. El Sr. Madero ha sido más feliz: teniendo á mano la Capitulación firmada por Caboto, las instrucciones del Emperador, el asiento de Diego García, la extensa relación de Luís Ramírez, purgadas las alteraciones que introdujo el Sr. Varnhagen, la memoria del dicho Diego García, el pleito de éste, el islario que formó el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz, las Reales cédulas de nombramiento del Estado Mayor en que se consignan los nombres de las naves y los oficios principales de los tripulantes, con otras piezas de enlace y complemento, ha disipado muchas dudas.

Por de pronto ninguna queda de que Caboto demostró la carencia de las altas dotes de caudillo. Una vez en la mar desautorizó al teniente nombrado por el Rey, confiriendo caprichosamente las funciones al que había sido objeto de la protesta de los armadores. Aunque blasonara de conocimientos científicos, los marineros prácticos ridicularizaron sus teorías por la recalada al Brasil y el bojeo de la costa, en que malgastó tres meses. Habiendo puesto nombre de Santa Catalina á la isla donde le alcanzó el cumpleaños de su mujer Catalina Medrano, y seguido á la bahía de Patos, encalló con la nave capitana en ciertos bajos, donde totalmente se perdió con gran cantidad de provisiones de boca y guerra. El siniestro excitó los ánimos ya enconados, exacerbando el suyo; desde el momento dió por caducada la empresa cuyo cumplimiento había jurado, proponiéndose registrar el río de Solís, donde le aseguraron había grandes riquezas,   —269→   algunos rezagados de expediciones anteriores, disipándose por encanto aquellas ideas gloriosas entrevistas por el Sr. Tarducci. Empezó á construir con tal objeto una galeota de poco calado, desoyendo observaciones y requerimientos por la detención, que originaba enfermedades y muertes, y por el proyecto contrario á los intereses de los comerciantes, y una vez concluída la embarcación, abandonó en aquel lugar selvático al lugarteniente Méndez, al capitán Rojas y á otro que le estorbaba, llegando á la embocadura del río encarecido el 21 de Febrero de 1527.

Indicadas las correcciones que por más hay que aplicar al relato del biógrafo italiano, justo es decir que las necesita por menos el juicio de Mr. Harrisse de no haber descubierto nada Caboto. Muy lejos de esto, embocó el primero el río Paraná, que es la tercera en magnitud y extensión de las corrientes fluviales del globo, y la remontó hasta Itatí, desde donde retrocedió para subir por el Paraguay, con trabajos y sufrimientos que no es ocasión de contar.

No menos requiere reparación la apasionada diatriba que hace el Sr. Tarducci de Diego García, presentándolo como figura vulgarísima, explorador adocenado, ignorante, malicioso y despreciable. García, maestre de una de las naos en la expedición de Juan Díaz de Solís, compañero de Magallanes, de los que regresaron con Sebastián del Cano, no sabía escribir ni leer, y era, sin embargo, de los hombres de mar bravos é inteligentes que mirando á la aguja y á las estrellas tienen lo suficiente para encontrar su camino. Tanto conocía prácticamente los vientos y corrientes, lo que hoy llamamos Geografía física del mar, que se burlaba de la estrulugía de Caboto, por no saber aprovechar en su derrota los fenómenos naturales. Solicitó la gobernación y descubrimiento del río de Solís y fuéle concedida por asiento en 1525. Al encontrar á Caboto dentro del espacio de su concesión, no era él ciertamente el intruso, y el otro, sin embargo, se le impuso, pretendiendo que obedeciera sus órdenes é impidiendo por fuerza que acudiera en queja á Castilla. Si por prudencia ó por falta de medios no resistió García á mano armada, reservó la defensa de su derecho planteándola oportunamente. Considéralo el Sr. Madero como de los marineros que por más justos títulos son acreedores   —270→   á la simpatía de los platenses; estima por el testamento que tenía conciencia honrada y sentimientos de gratitud, y para juzgarlo, mucha mayor copia de datos ha tenido que el Sr. Tarducci, dedicado á buscar los que favorezcan á su problemático compatriota.

Después del encuentro con García y de los conatos de someter su voluntad, quiso prevenirse Caboto enviando á España la carabela con cartas encomendadas á Hernando Calderón y á un inglés de su confianza nombrado Jorge Barlow, dando razones por no haber continuado la navegación á la Especería, encareciendo la extensión y riqueza de las regiones del Plata y pidiendo gente y licencia para poblar.

De buen grado le diera el Emperador cuanto pedía á estar en su mano, mas no lo consentía el estado del Tesoro. Estimuló á los armadores de Sevilla á un nuevo dividendo pasivo, manifestándoles que con el acuerdo del Consejo de Indias estaba decidido á fomentar la empresa; los comerciantes respondieron «que no esperaban bien del provecho que ofrecía Sebastián Caboto».

Habían los expedicionarios remontado entre tanto hasta el Pilcomayo y construído una fortaleza en que depositaban lo que iban rescatando de los indios. Estos sorprendieron á los cristianos una madrugada, degollando buen número y llevándose la riqueza. Reunidos, por consecuencia, en junta los oficiales el 6 de Octubre de 1529, decidieron esperar socorro no más que hasta fin de Diciembre, y dar la vela para España en caso de que no llegaran.

El 22 de Julio de 1530 entraba Caboto por el Guadalquivir con la nao Santa María del Espinar, trayendo 20 hombres de los 210 que le acompañaron al salir cuatro años atrás. Pocos días después llegó Diego García conduciendo á bordo al capitán Rojas, uno de los abandonados en la isla de Patos, y no transcurrieron muchos sin presentación de demandas contra el Capitán general á pedimento de interesados, que fueron:

1. Catalina Vázquez, madre de Martín y de Fernán Méndez, difuntos, é Isabel y Francisca, hermanas, por haber privado al primero del oficio de teniente general y dejándolo en la isla de Santa Catalina, entre indios.

  —271→  

2. Francisco Leardo, Francisco de Santa Cruz y compañeros, armadores de la expedición, por quebranto de intereses.

3. Diego García, por intrusión y actos ejercidos en el río de Solís.

4. El capitán Rojas, por sufrimientos en la isla en que fué abandonado.

Decretada la prisión, en consecuencia, por orden de los oficiales de la Casa de la Contratación, sugiere el hecho al Sr. Tarducci melancólicas consideraciones. «Por exento de culpa que se hallase, dice, era en realidad un general que regresaba de la batalla vencido y sin ejército; no podía ocultársele el odio profundo de algunos de los oficiales sometidos por la dureza de la disciplina. Todos eran españoles; él solo extranjero; á aquellos hacían coro los parientes y favorecedores falseando los sucesos, inventando acusaciones calumniosas; él no tenía más que la verdad por disculpa en la narración de la desgracia que le había perseguido. A su imaginación debía ofrecerse la ira de la compañía de armadores sedientos de venganza… No hay documento alguno que dé á conocer estos angustiosos pensamientos; pero, fundados en la naturaleza humana, tienen que ser ciertos»14.

En la condición humana entra por mucho el error, y en la ocasión presente induce al biógrafo á creer que, muerto Pedro Mártir y otros amigos de Caboto, había llegado el ánimo del Emperador al colmo del despecho contra él, siendo su nombre objeto de maldición é improperios15. La acogida dispensada por el soberano á Calderón y Barlow, portadores de la carta escrita en el río de la Plata, y las gestiones que hizo para enviarle los elementos pedidos, contradicen plenamente al juicio del Sr. Tarducci, deshecho por los documentos conocidos. Dice la demanda interpuesta por Catalina Vázquez, que «el conoscimiento pertenescía al Consejo de Indias, por ser como era mujer viuda y pobre y persona miserable, y el dicho Sabastián Caboto hombre rico y favorescido.» Dice una Memoria del Consejo que preguntó Su Majestad desde Alemania la causa de la prisión del navegante, y   —272→   se le respondió fué «á pedimiento de algunas personas que dicen es culpado en muertes, y por otros que desterró, y también á pedimiento del fiscal, por no haber guardado las instrucciones que llevó.» ¡Con esto y con el resultado de las causas piensa todavía el Sr. Tarducci que fuera Caboto hombre desvalido y menospreciado en España; piensa que fué inmotivada é inicua la prisión que con menos motivo soportaron Díaz de Solís, Cristobal Colón y tantos otros desdichados en el cumplimiento de los deberes! Después de todo, no era muy grande la severidad del tribunal, que le daba la corte por cárcel, con fianzas, ni tan escasa su influencia, habiendo encontrado quien las suministrara.

Recayó sentencia definitiva en el proceso, pronunciándola el Consejo de Indias en Avila á 4 de Julio de 1531, condenándole en pena de destierro de estos reinos por un año, en la isla que fuese señalada, después de cumplir destierro de otro tanto tiempo por la causa del capitán Francisco de Rojas; pero las partes suplicaron, y en la segunda instancia se falló en Medina del Campo, á 29 de Febrero de 1532, confirmándola, si bien con modificación de que los dos años de destierro fueran en Orán, sirviendo á Su Majestad á su costa, y obligándole á pagar á Isabel Méndez y su hermana Francisca, en término de nueve días, 16.433 mrs. que importaban las costas. Esto relativamente á las demandas privadas, no pareciendo que por parte del fisco se le exigiera la responsabilidad en que había incurrido.

Las ejecutorias, que no ha podido ver el Sr. Tarducci, se hallan en la Colección manuscrita de Navarrete16 y en el Archivo del duque de Alba, habiéndose impreso con motivo del Centenario, juntamente con otros documentos de la información de Leardo y Santa Cruz17.

Con no acreditar tampoco la sentencia la tempestad que el señor Tarducci ha visto levantada contra el mísero capitán18, no llegó á cumplirse. El Sr. Madero escribe: «No se le mandó al destierro   —273→   porque Carlos V, que tenía alta opinión de los conocimientos de Caboto, estaba en Alemania, y la Emperatriz sin consultarle no quiso exilar al ya célebre cosmógrafo, que continuó residiendo en Sevilla.»

En efecto, restituido en el oficio de piloto mayor, se ocupaba en la corrección de los mapas. Uno especial que se le había encargado, concluyó en Junio de 1533, según carta enviada al secretario Juan de Sámano, y otros dos tenía hechos para entregar á Su Majestad, que esperaba habían de contentar al Consejo, «porque verían cómo se puede navegar por redondo por sus derrotas, como se hace por una carta, y la causa por que nordestea y noruestea la aguja, y cómo es forzoso que lo haga, y que tantas cuartas ha de nordestear y noruestear antes que torna á volverse hacia el N., y en qué meridiano, y con esto tendrá Su Majestad la regla cierta para tomar la longitud.»

En esta época hubo de trazar el mapa-mundi fechado en 1544, cuyo original, con los de las otras cartas, se ha perdido, no conociéndose más que un solo ejemplar, grabado, existente en la Biblioteca nacional de París, como título suficiente para acreditar el concepto científico de Caboto; mas no parece que el trabajo de bufete satisficiera á su espíritu inquieto. Suponiéndole de continuo fascinado por la gloria, cita el Sr. Tarducci una orden expedida en Inglaterra en Octubre de 1547 para librar á su favor 100 libras esterlinas, con objeto de cambiar de domicilio; y esto, juntamente con lo que se irá viendo, podría más bien indicar que había reanudado los manejos del negocio de su suficiencia. Sin duda los estuvo perfilando un año, emprendiendo el viaje sin pedir licencia ni renunciar el cargo que tenía, pues otro decreto del rey Eduardo de Inglaterra, dado el 6 de Enero de 1549, le acordaba pensión de 166 libras, 13 chelines y 4 dineros anuales, á pagar desde el día de San Miguel del año anterior, en atención á los servicios que de él se esperaban.

Purchas vió en el palacio real de White-Hall un retrato al óleo con inscripción que rezaba Effigies Sebastiani Caboti angli, filii Joannis Caboti militis aurati, y supuso (otros lo han discutido) que fué recompensado con la orden de caballería. Es de suponer este retrato el mismo que poseyó Mr. Charles J. Harford, de Bristol,   —274→   y que en grabado se encuentra reproducido en la obra del Sr. Madero. La inscripción en la lámina de este autor, dice Effigies Sebastiani Caboti angli, filii Joannis Caboti veneti militis avrati, primi inventoris terranovae sub Henrico VII Angliae Rege. La figura representa un anciano de alta estatura, corpulento, cabello largo, la barba partida por la mitad, vistiendo tabardo con pieles y gorra del tiempo; gruesa cadena de oro, al cuello, de las que se dicen de barbada; un globo sobre la mesa, al lado, y el compás abierto en la mano derecha.

Cualquiera admitirá, aunque contraríe á las creencias del señor Tarducci19, que el pintor del retrato escribió en la inscripción Sebastián Caboto inglés, al dictado de la persona que él presenta y defiende como veneciana, á la persona cuya defección á España se pagaba acaso con el retrato mismo, y cuya falta de delicadeza, contra la presunción benévola é igualmente arbitraria, de que antes de marchar había renunciado el sueldo, está probada. En 22 de Septiembre de 1549 informaban los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla, que servía el cargo de piloto mayor Diego Gutiérrez, con poder que para ello le dejó Sebastián Caboto20. El Emperador reclamó, pues, la repatriación, alegando, con toda verdad, ser criado suyo y á su sueldo, y con toda malicia se le negó, respondiendo que Caboto estaba en Londres por su voluntad, que rehusaba volver á España y á la presencia de D. Carlos, y que siendo libre y súbdito de Inglaterra, no había razón de compelerlo á ir contra su voluntad. Pidió el embajador español que si tal era la decisión del Cosmógrafo la declarara en presencia de testigos, y así lo hizo.

Cambiadas las condiciones de la política inglesa con la muerte de Eduardo y sucesión de María Tudor, el ambicioso é impaciente piloto, aunque viejo, abrió nuevas negociaciones secretas con   —275→   Venecia, ofreciendo no se sabe qué proyectos maravillosos de viaje, que había de explicar personalmente al Consejo de los Diez, siempre que éste manifestara por escrito su indispensable presencia para litigar la recuperación de bienes de familia, con lo cual no se despertarían los recelos del Gobierno en la Gran Bretaña. Prestóse el Consejo á la ficción, manifestando por conducto de su embajador que le sería muy grata la comunicación con el fidelísimo Sebastián Caboto; no llegaron, sin embargo, á entenderse, sin que conste por falta de qué parte.

Ahora, ¿daremos razón á las alegaciones del Sr. Tarducci, que continúa presentando á su héroe en persecución de la gloria, con preferencia al juicio severo de Mr. Harrisse calificándole de traidor?

Veamos antes un documento que ni uno ni otro han conocido; que no ha llegado tampoco á manos del Sr. Madero, aunque se publicó en Madrid cincuenta años há21. Lo comentó é ilustró con gran competencia en lo que atañe á las fechas y personajes citados, M. Girard de Rialle, director de los Archivos del Ministerio de Negocios Extranjeros de Francia, y apareció impreso en opúsculo curioso22.

Los despachos de la embajada de Venecia en Londres se cursaron en el mes de Septiembre de 1551; pues bien, en 15 de Noviembre escribía Caboto al Emperador tentando el vado de la reconciliación, después de haber despachado emisario que la procurara verbalmente. Temiendo morir pronto, por la avanzada edad en que andaba, quería declarar á Su Majestad un secreto, y habíaselo enviado por escrito. El caso era que el embajador de Francia, Bodofin23, le había pedido con insistencia informaciones sobre el Perú, con objeto de prevenir buena armada, de acuerdo con Nortarbelan24, remontar el río de las Amazonas   —276→   con 4.000 soldados y alzarse con la tierra. Bodofin llevó dos mil libras que le dió el Duque para empezar el armamento, y convenía, por tanto, apercibirse.

Tocante á situar la costa de Guinea «conforme á la variación que hace la aguja de marear con el polo», si el Rey de Portugal cayere en ello, el remedio ya lo había dicho á Su Majestad.

Lo que sigue merece copia al pie de la letra:

«Asimismo lleva el dicho Francisco de Urista, para que Vuestra Majestad las vea, dos figuras que son un mapa mundi cortado por el equinocio, por donde Vuestra Majestad verá las causas de la variación que hace la aguja de marear con el polo, y las causas porque otra vez torna á volver derechamente al polo ártico ó antártico, y la otra figura es para tomar longitud en cualquier paralelo que el hombre estuviere, de las cuales el dicho Francisco de Urista hará relación á V. M. para el efecto que son, porque yo acá le he informado de todo ello y él, como es hombre que entiende el arte marítimo, es también en ello. Y en lo que toca á la carta de marear que tiene el dicho Francisco de Urista, yo he escrito á Vuestra Majestad antes de agora sobre ella lo que importa á su servicio, y también dí una relación firmada de mi mano á Juan Esquefe, su embajador25, porque á Vuestra Majestad se la enviase, y según me ha dicho está en poder del secretario Eraso, á la cual me remito, y digo que la dicha carta conviene mucho al servicio de Vuestra Majestad para lo tocante a la línea del repartimiento hecha entre la Corona real de España y de Portugal, por las razones que en la dicha relación dejo.-Suplico á Vuestra Majestad reciba mi voluntad buena y el deseo que he tenido y siempre terné, mediante la gracia de Dios y de su Sanctísima Madre, de servir á Vuestra Majestad, la cual tenga por cierto que si no fuera por mi indisposición, yo quisiera más irle á besar las manos, y hacer la relación por mi persona de todo lo que aquí digo, que no enviarle por escrito.-Dios guarde, etc.-De Londres á 15 de Noviembre 155426.-Sebastián Caboto.»

  —277→  

No dejó el Emperador de tener en cuenta la denuncia de amagos al Perú, escribiendo al Príncipe D. Felipe desde Bruselas en 16 de Febrero de 1554 con inclusión de la carta de Caboto, tratando en otras sucesivas27 del refuerzo de la Armada, y de prevenciones que D. Felipe ofrecía adoptar en el próximo viaje á Inglaterra, donde se había concertado su casamiento con la Reina María. A Caboto no consta que se contestara nada, ni acusándole siquiera el recibo de los mapas ó cartas de marear.

Ocupado en otros asuntos creó una asociación por acciones que se tituló «Compañía de mercaderes aventureros de Inglaterra, para descubrir tierras, islas y señoríos incógnitos», reservándose ú obteniendo de los accionistas mismos, la dirección ó presidencia con título de gobernador. Decidióse la expedición hacia el Nordeste que rigió con mala estrella Sir Hugo Willoughby, redactando Caboto las instrucciones con fecha 9 de Mayo de 1553. Vuelven á oscurecerse luego sus pasos, ya lentos y premiosos como de hombre octogenario. Parece le fué suprimida la pensión que del Gobierno disfrutaba, restaurada á poco y al fin reducida á la mitad, en lo que acaso influyera el contacto de los hombres de Estado de Inglaterra con los de España, y por consecuencia el descubrimiento del juego del Cosmógrafo, aunque el Sr. Tarducci á ingratitud lo achaca.

Ello es que no se sabe á punto cierto dónde ni cuándo murió el descubridor de la costa septentrional de América, el primer explorador del Paraná, el hombre de quien razonadamente escribió Campbell28 «que fué autor de la riqueza y del poder naval de Inglaterra por origen de sus colonias», no pasando de presunción las noticias vagas que ajustan su fin con el del año 1557, en Londres ó en sus alrededores, donde se hallaba Ricardo Eden, el traductor al inglés de las Décadas de Pedro Mártir de Anglería, amigo que le asistió en la hora postrera y le cerró los ojos, habiéndole   —278→   oído decir en la agonía «que por revelación divina conocía un método infalible para calcular la longitud, y no podía confiarlo á ningún hombre.»

Es equitativa la apreciación honorífica que hace el Sr. Tarducci de Sebastián Caboto como cartógrafo: el ejemplar único del mapa-mundi que se conserva en la Biblioteca nacional de París, esa hoja solitaria, muestra de tantos otros trabajos mencionados en la correspondencia del piloto mayor, y de los que vieron Kochaf, Hakluyt, Ortelio, Willes, Eden, Worthington, Ovando y Bautista Gesio; ese papel en que con emoción se lee: «Sebastián Caboto, capitán y piloto mayor de la S. C. C. M. del Imperador don Carlos quinto deste nombre y Rey nuestro sennor, hizo esta figura con sus vientos como carta de marear, imitando en parte al Ptolemeo y en parte á los modernos descubridores, así españoles como portugueses, y parte por su padre y por él descubierto, por donde podrás navegar como por carta de marear, teniendo respecto á la variación que hace el aguia de marear con estrella del Norte»; esa hoja monumental, «figura extensa en plano, fecha anno del nascimiento de Nuestro Salvador Jesu-Christo de MDXLIV annos», basta para dar fama al autor entre los primeros maestros. Juzgada está con unánime calificación que condensan las observaciones de un crítico competente: «Si se confrontan el globo de Martín Behaim y el planisferio de Sebastián Caboto, nótase al primer golpe de vista el prodigioso adelanto que había hecho la ciencia geográfica en el breve espacio que separa el año 1492 del 154429

En lo que toca al secreto del piloto mayor, lo mismo que á las misteriosas gestiones que hizo para utilizarlo, no está, á mi entender, tan acertado el biógrafo italiano. El prejuicio de que se ha dejado influir le ha extraviado, esterilizando la investigación erudita y el examen crítico de antecedentes buscados en la antigüedad por su diligencia. Llega á penetrarse de que los pensamientos, las esperanzas fundadas en profundo estudio, el anhelo, la fiebre de gloria de Caboto, consistían en la certeza de hallar   —279→   por el NE. el camino de Catay; de acaparar el comercio de China franqueando el mar polar. «No era Caboto, escribe, hombre inconstante que cambiara de ideas á cada momento, ni menos de aquellos que por la codicia se venden al mejor postor; era el hombre de genio que vislumbra un alto ideal y que, tratando de realizarlo sin medios propios, acude á la vía que le parece mejor, y si la encuentra obstruída, busca por otra y otra la salida á la meta buscada.»

Convengamos por el momento en que así fuera. ¿Qué interés podía tener para España, para Portugal, para Venecia, ese camino de los hielos? Pudiera tentarlo cuando más Inglaterra, como á lo último lo hizo, con alguna probabilidad de beneficio; mas ¿qué atractivo había de tener la empresa para los mercaderes del Adriático? ¿Cabe suponer que fuera esto lo que una y otra vez, con insistencia y rodeándose de precauciones, ofreciera á la Señoría el navegante que se decía hijo suyo? Además, si al fin descubrió el secreto á la compañía de aventureros creada en Londres, quedaría satisfecha la ansiedad viendo partir las naves que habían de regirse por sus indicaciones. ¿Por qué entonces le acompañaba la amargura en el lecho mortuorio y el secreto asomaba todavía en el delirio de la agonía?

Tratemos de acercarnos á la verdad, utilizando algunos de los datos que el Sr. Tarducci no ha interpretado con su ordinario acierto.

En 1522, tratando el embajador veneciano Gaspar Contarini de las negociaciones secretas con Caboto, escribía al Senado: «Discurriendo conmigo de cosas geográficas, me habló de un método que había ideado por medio de la brújula para conocer la distancia entre dos lugares, de Levante á Poniente, muy bello y no conocido de nadie, como podrá saber vuesa señoría por él, yendo allá»30.

En 1533 el mismo Caboto comunicaba al secretario Juan de Sámano, como se ha visto, que tenía hechas cartas de marear que habían de dar contento al Consejo de Indias, porque verían   —280→   cómo se puede navegar por redondo… y con esto tendrá Su Majestad la regla cierta para tomar la longitud.

Transcurridos doce años sin que las indicaciones dieran resultado, pasó á Inglaterra en la forma que se sabe y por noticia que á Livio Sanuto se debe, explicó al rey Eduardo la desviación del eje magnético, demostrándole cuánta era y que en ningún lugar de la tierra era igual, secreto que habia descubierto en su navegación á la India31.

Poco después, en 1551, habiéndose negado á volver á España y reanudando las diligencias en Venecia, recomendaba el Consejo de los Diez al embajador Soranzo que se esforzase en conocer pormenores e il disegno suo di questa navigatione32.

Finalmente, en 1553, ensayaba el postrer recurso en la carta al Emperador, transcrita en la parte de interés, relativamente á las dos figuras que servían para ver las causas de la variación que hace la aguja de marear con el polo… y para tomar la longitud en cualquier paralelo.

Sin parar mucho la atención en los términos de la oferta repetida, se han sorprendido algunos, como el Sr. Tarducci33, de que presumiera Caboto la primacía de observaciones que había hecho anteriormente Cristobal Colón, sobre todo en el segundo viaje de 1496. Nuestro D. Martín Fernández de Navarrete, conforme con Muñoz, fué aún más lejos, admitiendo á Colón por primer observador de la variación de la aguja y censurando á los que trataban de rebajarle este mérito por levantar los de Caboto, en su número el P. Feijóo, M. de Fontenelle y el P. Fournier. A tal extremo le llevaron las impresiones del P. Las Casas y de Antonio Herrera. Hoy se sabe:

Que la variación se había observado desde que la aguja se montó sobre estilete que la consentía girar libremente; es decir, desde que vino á ser en verdad instrumento, constando que Peregrini la conocía ó la presintió desde 1269.

  —281→  

Que lo que observó Colón, lo mismo que los pilotos y marineros que le acompañaron en el viaje de descubrimiento, fué que la variación de la aguja no era la misma en todos los lugares de la tierra, antes bien que al llegar, pasadas cien leguas de las Azores, á una línea de Septentrión en Austro, como quien traspone una cuesta, las agujas de marear que fasta entonces nordesteaban, noruestean una cuarta de viento todo entero; mas ni se persuadió bien del fenómeno ni menos llegó á explicárselo34. La prueba mejor de no haber penetrado Cristobal Colón el fenómeno está en las frases escritas por su hijo D. Fernando, más de veinte años después: «Ninguna certinidad hay, ni hasta agora se sabe la diferencia precisa que el aguja hace, ni hay regla que tal diga, ni los pilotos tienen instrumento ni otra cosa con que lo puedan saber»35.

El sabio Humboldt insinuó que lo ideado por Caboto era valerse de las curvas de variación para determinar la longitud de la nave36, y esto es lo exacto. Bastan las frases de la carta escrita á Juan de Sámano en Junio de 1533 afirmando enseñaría al Consejo de Indias la causa porque nordestea y noruestea la aguja y como es forzoso que lo haga, para dar á entender que formuló la primera teoría del magnetismo terrestre, adelantando considerablemente á los hombres de su tiempo, pues en el Arte de navegar del maestro Pedro de Medina, impreso en Sevilla en 1545 y sobre cuya excelencia dió Caboto parecer en su calidad de piloto mayor, no hay siquiera noción de la existencia de la variación de la aguja, cuanto más de las alteraciones que esta experimentaba37.

Caboto consolidó sus ideas antes de 1522, año en que ofrecía ya el aprovechamiento á la Señoría de Venecia; recogió sin duda los datos existentes en la Casa de la Contratación de Sevilla; examinó los diarios de navegación, comprendiendo á los de la   —282→   nao Victoria; compulsó las observaciones de muchos pilotos con las suyas, y discurrida la teoría la aplicó al trazado de las curvas en las cartas de marear, que no otra cosa puede significar la figura de mapa-mundi cortada por la equinoccial que envió al Emperador, por donde se veían las causas de la variación que hace la aguja con el polo.

Comprendiendo la importancia que la resolución del problema de la longitud en la mar tenía, sino el primero ó el único, pues sábese que otros lo concibieron y que Alonso de Santa Cruz escribió memoria estudiando seis métodos, hubo de ser Caboto el que inició el de la variación, conocido por entonces con los nombres de Punto fijo y de Navegación leste-oeste, objeto en el transcurso de más de un siglo, de estudios, aberraciones, supercherías, ideadas ante el brillo de los 8.000 ducados de renta vitalicia que por premio vino á ofrecer el Gobierno del rey Felipe III, ó de las 20.000£ á que se extendió después el Parlamento británico38.

Caboto creyó haber resuelto el problema, y este era su secreto; esto lo que brindaba á Venecia, á Inglaterra, á España, porque á todas las naciones marítimas interesaba igualmente. Las últimas palabras pronunciadas en el lecho de muerte, amarga desilusión tras cincuenta años de lucha; lo que delirio creyeron los testigos; la íntima exclamación de conocer «un método infalible para calcular la longitud que no podía confiar á ningún hombre», descubren la disposición de su ánimo y el móvil de las acciones de su vida no comprendido entonces, y no es mucho, pues, que aun en nuestros días ofrece materia de estudio á los biógrafos.