APUNTES DEL DIARIO DE NAVEGACION

Observaciones escritas en el diario del 1º viaje, el del descubrimiento, de Cristóbal Colón.

Los seguidores de todos los acontecimientos relacionados con Cristóbal Colón y la magna tarea del descubrimiento de un nuevo mundo, estamos convencidos que fue un adelantado a su tiempo, por acontecimientos, conocimientos y capacidad intelectual, características que encumbran al gran marino.

Entre lo anecdótico leyendo el diario del 1º viaje, donde se hayan todos los acontecimientos que se produjeron durante dicho viaje, dos anotaciones en días distintos sobre dos fenómenos naturales que acontecieron durante el trayecto, llaman poderosamente nuestra atención.

El primer suceso ya iniciado el primer viaje ocurre en Las Islas Canarias:

Diario de Colon en el 1º viajeDía: Agosto de 1492 – Vieron salir gran fuego de la sierra de la isla de Tenerife, que es muy alta en gran manera.

En la Biografía del Almirante, escrita por su hijo, hace D. Fernando Colón el siguiente comentario del mismo acontecimiento:

Recogió al hombre que lo guiaba (El del carabelón) y paso aquella noche cerca de Tenerife, en cuya montaña se veian salir grandísimas llamas, de lo que maravillándose su gente les dio a entender el fundamento y la causa de tal fuego, comprobando todo con el ejemplo del monte Etna de Sicilia y otros muchos montes donde se veía lo mismo.

En el libro de A. Fernández Fernández (Colaboración a la solución del problema coloniano) explica que El conocimiento de Colón sobre volcanes y el hecho de explicar mas o menos exactamente el fenómeno, a su maravillada gente, demuestra una vez mas, sus conocimientos generales” “Aunque esta observación no constituye un descubrimiento científico, si es una contribución al progreso de la ciencia geológica”. Como recuerda también Humboldt al nombrar este volcán recordaremos que a Cristóbal Colon deben los geólogos las noticias de la fecha exacta de la erupción del Pico de Tenerife.

Este extracto, que esta tomado del libro antes citado, muestra no solamente el conocimiento que Cristóbal Colón poseía de ésta materia, muestra además otros dos aspectos muy significativos del descubridor: Uno la didáctica, cómo explica detalladamente, según refiere D. Fernando Colón, a su gente el fenómeno que están presenciando maravillados. El Almirante con estas disertaciones proporciona a la tripulación un conocimiento de carácter científico inusual en su tiempo, con ello consigue además generar cierto sosiego ante la intranquilidad generada en la tripulación por las posibles consecuencias que la erupción pudiera acarrear.

La segunda lectura que se aprecia es, que al nombrar el volcán Etna, está afirmando conocerlo, por lo que entendemos navegó por las aguas del estrecho de Mesina, presenciando el mismo fenómeno en la susodicha isla de Sicilia. El que surcara el Mar Mediterráneo no es ningún descubrimiento, el mismo Colon lo menciona al hablar de la colaboración que tuvo con el Rey Reynel de la Provenza, el solo apunte al nombrar el volcán italiano, que entra en erupción casi de forma constante, ratifica una vez mas, que él estuvo allí.

El siguiente fenómeno que anotó en el diario de a bordo, se trata de un maremoto. Desgraciadamente en estos últimos años hemos presenciado dos acontecimientos catastróficos de consecuencias desastrosas, fruto de la fuerza de la naturaleza, concretamente el poder de destrucción que puede generar el mar, concretamente nos referimos a los maremotos (Tsunami en japonés). Cristóbal Colón describe el paso de un maremoto en la ruta que seguía hacia las Antillas en el diario de a bordo:

Diario de a bordo, día 23 de Septiembre de 1492.
Navegó al Norueste, y a las veces a la cuarta de Norte, y a las veces a su camino, que era el Oueste, y andaría hasta 22 leguas; Vieron una Tórtola y un Alcatraz, y otro pajarito de rio, y otras aves blancas; las yerbas eran muchas, y hallaron cangrejos en ellas, y como la mar estuviese mansa y llana murmuraban la gente diciendo: que pues por allí no había mar grande que nunca ventaría para volver a España; pero después alzose mucho la mar y sin viento, que los asombraba, por lo cual dice aquí el Almirante; así que muy necesario me fue la mar alta, que no pareció, salvo el tiempo de los judíos cuando salieron de Egipto contra Moisés que los sacaba del cautiverio.

Alzóse mucho la mar y sin viento, previamente dice que la mar estaba mansa y llana. Esta descripción tan exacta no corresponde a otra cosa que no sea un maremoto.

Cristóbal Colón describe claramente que pasó un maremoto en el Atlántico, además es el primer personaje de la historia que menciona tal fenómeno en dicho Océano.

En este párrafo no parece haya ilustración por parte del Almirante, por la forma en la que narra el hecho, él es uno más de los sorprendidos por la aparición de la ola gigante, que a modo de muro se les acercaría inexorable pasando las tres naves por encima como papel en el agua. Muy posiblemente fuese la primera y única experiencia de un fenómeno como éste, y es muy descriptiva la forma en que lo hace, la mar estaba mansa y llana, justo como se comporta antes de la llegada de la ola. Aludiendo a la huida de Moisés y los suyos de Egipto, no hace mas que hallar en la Biblia un hecho singularmente comparable, que hoy está justificado científicamente que fue un maremoto en la costa del Mar Mediterráneo, anticipando Colón una explicación científica de aquel fenómeno en cinco siglos, solo alguien de prodigiosa inteligencia podría hacer algo así.

No es extraño que un maremoto se presente en el Océano Atlántico, y mas en la ruta que siguieron las tres naves de Colón, ya que se encuentra dentro del área de influencia ignea, y por lo tanto susceptible de terremotos submarinos.

Esta imagen de la gran ola, es sobrepasada por un barco, de igual forma debió ocurrirle a las Carabelas.

Acto Hispanidad en Pontevedra

Hoy se cumplen 520 años del descubrimiento del Nuevo Mundo, o continente americano, por el Almirante pontevedrés Cristóbal Colón,  el acontecimiento más grande y trascendental que registran los anales de la historia.

En la noche del jueves 11, al viernes 12 de octubre de 1492, vieron tierra frente a ellos cuando navegaban con buen viento y gran velocidad; 12 millas por hora. Esta vez no se trata de una voz de alerta en falso, como en otras ocasiones. Esto ocurrió dos horas después de medianoche y a pocas leguas de la costa. Los tres patrones ordenaron al instante que se arriasen las velas y mantuvieran las carabelas al pairo hasta la mañana, en el diario de a bordo, Colón dice:

 

“Jueves 11 de octubre….Después del sol puesto, navegó a su primer camino, al Oeste; andarían doce millas cada hora y hasta dos horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vio primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, y díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y viola”

 

El nauta gallego, para honrar a su tierra, fue bautizando a los territorios descubiertos con más de 125 nombres que conforman la geografía de Galicia, principalmente las costas pontevedresas.

 El diario de a bordo de Colón, trasmitido por fray Bartolomé de las Casas, quien asegura transcribir de los autógrafos originales del descubridor, comienza con los bautizos geográficos el 12 de octubre de 1492 imponiendo a la primera tierra descubierta, con el muy gallego nombre de San Salvador, en conmemoración a la parroquia que lo vio nacer San Salvador de Poio, el diario dice así:

 

“El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores……poniéndole por nombre San Salvador”

 

El segundo bautizo geográfico que Colón implanta, le da el nombre de Santa María de la Concepción, que es la copatrona de la parroquia de San Salvador de Poio, lo expresa en su diario:

 

“Lunes 15 de octubre…..Y como de esta isla vi otra mayor al Oeste, cargué las velas por andar todo aquel día hasta la noche, porque aún no pudiera haber andado al cabo del Oeste, a la cual puse nombre la isla de Santa María de la Concepción…”

 

Sucesivamente en el diario de abordo se encuentran varios nombres que corresponden con la geografía de la zona de Pontevedra, el 28 de octubre, a un rio y un puerto volvió a denominar con el nombre de San Salvador y al día siguiente, a una de las  montañas “altas y hermosas” bautizo como “Peña de los Enamorados”, topónimo que se localiza en las inmediaciones del castillo de Sobroso, el día 24 de noviembre, bautizo un puerto, un rio y una montaña, con el  gallego nombre de “Moa”, el 27 de noviembre denomino a un cabo como “punta Maisi” expresión genuinamente galaica:

 

“Sábado 27 de noviembre…. Volviéronse a los navíos y alzaron velas a mediodía, para ir a un cabo hermoso…que llamo Punta Maisi….que quedaba al Este, que habría hasta él ocho leguas…”

 

Ese mismo día, descubrió una bahía a la que llamo “Porto Santo”, la similitud del “Porto Santo” descubierto en las Antillas, y el de Poio es asombroso, posteriormente a tres accidentes geográficos los denomino con el mismo nombre que a tres salientes de las islas Cies: Punta Perna, Punta Lanzada y Punta Aguda.

 

“viernes 14 de noviembre….Salió de aquel Puerto de la Concepción con terral, y luego desde a poco calmó, y así lo experimentó cada día de los que por allí estuvo. Después vino viento Levante; navegó con él al Nornordeste, llegó a la isla de la Tortuga, vio una punta de ella que llamó la Punta Perna, que estaba al Lesnordeste de la cabeza de la isla, y habría doce millas; y de allí descubrió otra punta que llamó la Punta Lanzada, en la misma derrota del Nordeste, que habría dieciséis millas. Y así, desde la cabeza de la Tortuga hasta la Punta Aguda habría cuarenta y cuatro millas, que son once leguas al Lesnordeste…”

 

Colón conocía detalladamente la geografía de las costas pontevedresas, el 21 de diciembre descubrió una bahía bautizándola con el nombre de “Mar de Santo Tomé”, la configuración de este mar, con el “Santo Tomé del Mar”  de Cambados, son tan iguales que se puede superponer la una sobre la otra.

 

“Viernes 21 de Diciembre.- Hoy fue con la barca de los navíos a ver aquel puerto; el cual vio ser tal que afirmó que ninguno se le iguala de cuantos haya visto, y excusase diciendo que ha loado los pasados tanto que no sabe como lo encarecer…. Púsole nombre el «Puerto de la Mar de Santo Tomé»

 

Estos son algunos de los nombres que utilizo Colón, para bautizar las tierras descubiertas, recordando su añorada Galicia. A partir de 1493, y los restantes viajes, la toponimia gallega sigue presidiendo las denominaciones del Nuevo Mundo: Cabo Serpe, Punta Ferro, Punta Seca, Rio Miño, Isla de las Ratas, Punta Galea, Punta Muros, Punta do Corvo, rio Xallas, Rio Bao, Isla Gallega y así hasta más de 125.

 

Como buen nauta pontevedrés, en su primer viaje, la única celebración que festejo Cristóbal Colón, fue el día 18 de diciembre de 1492, para conmemorar el día de Nuestra Señora de la “O” que es la patrona de Pontevedra, fiesta que hasta el día de hoy se sigue celebrando en Pontevedra, el día de Santa María de la “O” es el día tradicional  de los marineros de Pontevedra, así lo conto Colón en su diario de a bordo:

 

«Martes, 18 de diciembre….Luego en amaneciendo mandó ataviar la nao y la carabela de armas y banderas por la fiesta que era este día de Santa María de la O, o conmemoración de la Anunciación. Tiráronse muchos tiros de lombardas»

 

En los documentos de puño y letra de Colón queda  constancia como este insigne gallego, a pesar de que por circunstancia políticas o de estado, estuvo obligado a no revelar su origen,  nunca olvido su tierra natal,  su gallegidad resalta en su escritura,  sus cartas dirigidas a sus hijos, a sus hermanos y amigos, sus  libros, memorándums, cuadernos de navegación e instrucciones, sus gastos, sus deudas, todas están escritas en Castellano con términos y palabras galaico portuguesas y  muchas palabras de uso exclusivo del idioma gallego, Cuando no encontraba el término adecuado en castellano, empleaba uno gallego, en la carta que le escribió a la Luis Santangel anunciando el descubrimiento, escribe “agoraen vez de ahora:

 

“…pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro quanto ouieren menester con muy poquita ayuda que sus altezas me darán agora…”

 

Escribe longura en vez de longitud:

 

“….; las cuales prouincias no pueden tener en longura menos de L (50) o de LX (60) leguas,…”

 

Escribe non en vez de no, en dos ocasiones y trayan en vez de traigan:

 

“…dellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y uandera rreal estendida, y non me fue contradicho….”

 

“…después de hauer el corazón seguro de nos, venían que non cadaua grande ni pequeño, y todos trayan algu de comer y de beuer que dauan con un amor marauilloso….”

 

Escribe recebir en vez de recibir:

 

“…como otras cosas muchas, sin recebir por ello cosa alguna, mas son así temerosos sin remedio…”

 

Cristóbal Colón escribía perfectamente en gallego. Algunas de las frases que empleaba en esta lengua eran «Cativo como estaba«(pequeño como era), «A longo da costa«(a lo largo de la costa), «Anduvo a la relinga» (como en la actualidad siguen empleando los marineros gallegos para referirse al viento contrario), «Non sinte fame ny sede» (no siente hambre ni sed), faser(hacer), falar(hablar), dixéreme (me digo) y una larga lista de palabras y frases.

 

Colón prefería para navegar naves armadas en Pontevedra, prueba de ello es la carabela Santa María  “la gallega”, construida en los astilleros de la Moureira, de la que fue capitán en su aventura del descubrimiento, para su segundo y cuarto viaje también pide a los monarcas embarcaciones armadas en Galicia, el 4 de agosto de 1493 los reyes católicos le escriben una carta:

 

“….En los navíos que decís son menester para ir los caballos, además de los acá llevasteis mandado, si en las dos naos no pueden ir, que la de Galicia….”

 

Siempre reconoció Colón, el apoyo de otros gallegos, como es el caso de fray Diego de Deza, del cual escribe en una carta a su hijo Diego el 21 de diciembre de 1504:

“…..fue causa de que sus Altezas hobiesen las Indias y que yo quedase en Castilla, que ya estaba yo de camino para afuera…”

 

En otra carta también dirigida a su hijo Diego el 18 de marzo de 1505, relata la amistad que tenía con Diego de  Deza, desde la niñez:

 

“Si el señor obispo de Palencia (Diego de Deza) es venido o viene, dile cuánto me ha placido de su prosperidad, y que si yo voy allá, que he de posar con Su Merced, aunque él non quera, y que habemos de volver al primero amor fraterno, y que non lo puderá negar, porque mi servicio le fará que sea ansi….”

 

El ilustre pontevedrés consiguió un acuerdo con los monarcas, donde recibiría el Almirantazgo perpetuo, el Virreinato y la Gobernación de todas las tierras que descubriese.

Para terminar queremos desde la “ASOCIACIÓN CRISTÓBAL COLÓN GALEGO” dar a conocer que el descubridor del Nuevo Mundo Cristóbal Colón nació en Pontevedra, queremos divulgar la nacionalidad gallega del Almirante, buscando la rectificación y el reconocimiento histórico.

 

Prestemos mayor atención a nuestras glorias gallegas, de las cuales, Colón es uno de los personajes más importantes de la historia, un gallego que cambio para siempre la percepción del mundo, hagamos nuestras las palabras del señor Letelier, ex rector de la universidad de Santiago de Chile:

 

“…No hemos de renunciar jamás al parentesco que nos une al Cid Campeador y don Alfonso el Sabio, a Cervantes y Quevedo, a Murillo y Rivera, y muchos menos al que nos une al más grande de los españoles, al hijo inmortal de Pontevedra a Cristóbal Colón…”

Manuel Doval

¿Donde reposan los restos de Colón?

LOS RESTOS DE COLÓN

Así como el origen de Cristóbal Colón, no ha sido todavía perfilado. Así como cada día que transcurre, la hipótesis de que el descubridor era de Pontevedra es menos descabellada y tiene, de momento, tantos visos de verosimilitud como la tesis genovesa; también sigue existiendo gran polémica acerca del sitio exacto donde reposan los restos de Cristóbal Colón. Todo ello conforme nos acercamos al V Centenario del Descubrimiento, cobra actualidad.

restos-de-colon

En la «Guía Colombiana», editada con ocasión del IV centenario del descubrimiento, su autor, Manuel Jarreto Panlagua, recoge las palabras que Colón dirige a su hijo:

«Poco, hijo mío, me han valido veinte anos de servicios, pues he servido con tanta fe que hoy no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir, no tengo salvo el mesón o taberna, y las más de las veces, ¡hijo mío!, falta para el escote.»

 

El autor de la mencionada obra en homenaje al inmortal marina, se lamenta de ingratitudes y suplantaciones de esta guisa: «Y como si el infierna agrupara contra él desgracias, Vespucio da su nombre a las regiones descubiertas; los que ignoran su miseria le llaman avaro; Cortés y Pizarra eclipsan su gloria; se le cree plagiario; se dice que había tenido noticia de la existencia del Nuevo Mundo por un libro de la biblioteca de Inocencio VIII; se atribuye el primer viaje a daneses, a noruegos, a normandos, a germánicos…
Colón todo lo oye, todo lo sabe; todo lo sufre; nadie le visita; vive en la miseria; la gota lo rinde; el sepulcro lo llama y dicta su testamento…» Muere en brazos de su hijo Diego, en Valladolid, el 20 de mayo de 1506.

 

LOS DISTINTOS ENTERRAMIENTOS

Está claro que al primer enterramiento de Cristóbal Colón fue en el convento de San Francisco, de la ciudad del Pisuerga.
En fecha ignorada, sus restos fueran trasladados a la Cartuja de Santa María de las Cuevas, extramuros de la ciudad efe Sevilla. Tiempo después, respondiendo a los deseos expresados por él, fue— ron depositadas en la iglesia catedral de Santo Dominga, hecho que se hizo valer por haber aparecido en unas reparaciones verificadas en el templo por Fray Roque Coccia en 1877, una urna de plomo que contenía unos restos mortales que el creyó pertenecían a Colón.
Percatada de tan trascendente tema el Gobierno español, el entonces ministerio de Fomento encargó al historiador Colmeiro el estudio del asunto, pero el informe redactado no resolvió la cuestión de si los despojos correspondían al famoso marino.
Fue en 1945, con ocasión de unas declaraciones del historiador americano Álvarez Pedroso al «Diario de la Marina», en la que se insistía que los restos de Colón estaban en la catedral de Santo Domingo, dio motivo a que Antonio Ballesteros Serete, catedrático de la Universidad Central de Madrid, presentará un extenso informe, ampliando la documentación dada a la luz par Colmeiro, que fue hecho suyo por la Real Academia de la Histeria en sesión plenaria de diciembre de 1946, en el que se rebaten la mayoría de los argumentos de Álvarez Pedroso, haciéndose constar que las aludidos restos fueran trasladados de Valladolid a la Cartuja de las Cuevas, en 1509, partiendo desde ésta a la isla de Santo Domingo, en 1536, suponiéndose que el cabildo catedral se resistió a recibir sus restos, llevándose éstos a la catedral de La Habana en 1795, y después de la guerra con los EE.UU. (1898), fueron trasladados a España.

 

LA VERSION DOMINICANA

La versión anteriormente expuesta tiene su réplica. Remontémonos al año 1795, fecha en la que firma el Tratado de Basilea, por la que España cede a Francia la isla de Santo Domingo. Un militar, Gabriel de Aristizábal, sería el encargado de evacuar, con todos los buques disponibles en la zona de las Antillas en mayor número posible de españoles; pero también tiene otro firme propósito, llevarse a la Catedral de La Habana los restos de Cristóbal Colon.

 

No eran muchos los datos, ni rigurosamente fiables, Habría que fiarse de lo que afirmaba la tradición, y ésta aseguraba que «las reliquias de Cristóbal Colón habían sido depositadas en el presbiterio de la catedral, del lado del Evangelio, el lugar don de solía colocarse el dosel arzobispal». El militar dio estos datos al arzobispo que procedió a la exhumación que tendría lugar el 20 de noviembre de 1795.

 

A partir de aquí comienza la polémica. ¿Fueron o no los restos de Cristóbal Calón los que se exhumaron?. Lo que diversos historiadores han deducido del acta que levantó el escribano, es que no se puede afirmar que los restos sean de Cristóbal Colón.
Desde 1887, o 1898, esta cuestión enfrenta a dos ciudades; Sevilla, que tiene unos restos, traídos en 1858 de La Habana, llevados allí desde Santo Domingo, donde fueron precipitadamente exhuma dos en 1795. Y en la Catedral de Santo Domingo hay otros restos, que se dicen fueron encontrados durante unas obras de readaptación del presbiterio el 10 de septiembre de 1877.
Muy recientemente, una innovadora y original tesis ha revolucionado a los seguidores de las dos históricas existentes hasta el momento: la dominicana y la sevillana. José de la Pena Cámara exdirector del Archivo General de Indias, expone que los restos de Colón se encontrarían repartidos entre las catedrales de Santo Domingo y Sevilla. No obstante la contestación a esta hipótesis por parte de los historiadores de Santo Domingo no se hizo esperar. Carlos Esteban Deive, antropólogo, diplomático dominicano, respondió a De la Peña, en un artículo en la revista «Sevilla’92», en el n-2 de fecha, febrero 1985, en la siguiente forma: «La hipótesis del historiador De la Peña nos perece una solución Salomónica y, por ser una mera especulación, sin asidero documental que la apoye, en modo alguno resulta convincente».

 

Es indudable que la ciencia histórica tiene cada vez más medie para la investigación, tampoco se puede olvidar que la posibilidad de los testimonios directos, no existe. Pero no obstante nuestros expertos no deben, ni pueden renunciar a «Cristóbal Colón» como un enigma, quizá el más grande de la Historia de España. ¿Donde nació? ¿Donde descansan sus restos? La investigación debe proseguir. Tenemos un reto científico e histórico en ello.

 

Por: Roberto Taboada Rivadulla (1986)

Nota: El 1 de agosto de 2006 el equipo de investigación dirigido por José Antonio Lorente, médico forense y director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada, que estudia los huesos atribuidos al almirante que están en la catedral de Sevilla desde 1898, confirmó que «sí son los de Cristóbal Colón». Esta afirmación está basada en el estudio del ADN comparado con el de su hermano menor Diego y con los de su hijo Hernando. Según los estudios de ADN, se determina que Cristóbal Colón era varón, de entre 50 y 70 años, sin marcas de patología, sin osteoporosis y con alguna caries. Mediterráneo, medianamente robusto y de talla mediana. Todavía se espera que las autoridades de la República Dominicana permitan el estudio de los restos atribuidos al Almirante que están en ese país, lo cual permitiría completar la historia en torno a esta cuestión. Pero este estudio ya no es determinante para identificar los restos del descubridor. Se estima que pueda haber restos en otros lugares, ya que los que hay en la capital andaluza no llegan al 15% de la totalidad del esqueleto, por lo que podría resultar que los que están en Santo Domingo también correspondan al descubridor de América. Todavía se cree que parte de los restos están en Sevilla y otra parte en Santo Domindo.

Bartolomé Colón, la verdadera identidad

BARTOLOMÉ COLÓN

BartolomeColon[1]Todas las teorías que proponen una identidad a Cristóbal Colón esquivan con mayor o menor elegancia la exigencia de hacer lo mismo con sus hermanos, Bartolomé Colón y Diego Colón. Basta decir «Colón era tal persona» para que tengamos que dar por sentado que esa tal persona tenía dos hermanos, ya que Colón los tenía. No se considera necesaria prueba alguna a ese respecto, ya que es la figura del Almirante la que es motivo de estudio. A Bartolomé Colón y Diego Colón debemos suponerlos o imaginarlos.

Pero sucede que no, que quien quiera demostrar quién era Colón, inexcusablemente debe ligarlo a sus hermanos. Cualquier candidato a Colón que no presente dos hermanos que respondan a los perfiles, bien distintos uno del otro,  de Bartolomé Colón y Diego Colón, debe ser descartado por no reunir una de las mínimas condiciones exigibles.

Hasta hoy, la tesis gallega formulada en 1898 por Don Celso García de la Riega fallaba en ese punto. Ni los mejores investigadores de la tesis, como Prudencio Otero, Constantino Horta, Rafael Calzada o Enrique Zas, por citar a algunos de ellos, ni Philippot, quien propuso a Pedro Madruga como Cristóbal Colón, daban un respuesta satisfactoria, al menos en cuanto a la verdadera identidad de Bartolomé Colón. Philippot asegura que Colón-Madruga es hijo de las relaciones adulterinas mantenidas entre Fernán Yáñez de Sotomayor y una vecina de Porto Santo, Constanza Gonçalvez Colón, punto en el que coincidimos. En cuanto a Bartolomé y Diego, sostiene que ambos son hijos de esa misma mujer y su legítimo esposo, con quien contraería matrimonio algunos años después, llamado Juan Gonçalves de Ribeiro. Si bien en lo referido al hermano menor, Diego, no hemos de poner objeciones por el momento, no parece que Bartolomé Colón responda a la figura de un hijo de humilde familia. Veamos por qué:

Uno de los principales motivos que nos llevan a aceptar a Colón como Pedro Álvarez de Sotomayor, aparte de abrumadoras pruebas, es el perfil del descubridor. Por sus conocimientos, por sus aptitudes, por sus relaciones, por la educación recibida y por mil motivos más, Colón era sin duda un miembro de la nobleza, y en esa dirección apuntan desde hace décadas todas las teorías alternativas a la genovesa. Pero ocurre que, si bien de su hermano Diego no podemos decir lo mismo, del otro, Bartolomé Colón, sí, pues presenta un perfil en muchos aspectos similar al de Cristóbal Colón. Bartolomé, por poner un ejemplo, negociaba con reyes de Inglaterra o Francia. Los reyes europeos no negociaban nada con simples plebeyos hijos de nadie. Por esos motivos y muchos más cuya explicación sería muy larga para este espacio, debemos descartar que Bartolomé Colón, siempre en el contexto de la tesis gallega, sea el que propone Philippot.

No encontrando en Galicia a ningún otro hermano de Pedro Madruga que pudiese responder a la identidad de Bartolomé Colón, trasladé la cuestión a António Pedro de Sottomayor, investigador portugués de quien conozco sus cualidades y que viene trabajando en la tesis gallega desde hace algunos años con resultados sorprendentes.

Y sorprendente fue su respuesta: Pedro Álvarez de Sotomayor tenía un hermano residiendo en Portugal, hijo ilegítimo también de Fernán Yáñez. El sujeto respondía al nombre de João Gonçalves de Sotomayor. Ese apellido Gonçalves encajaría con el de la misma madre que ropone Philippot para Pedro Madruga, Constanza Gonçalves Colón, por lo que serían hermanos por parte de padre y madre. El personaje, referenciado en diferentes genealogías y documentos, fue escudero del Duque Fernando de Bragança (o Braganza en España). Ocupando tal cargo es lógico suponer como señala António Pedro de Sottomayor, que tuviese alguna participación en los hechos más destacables que protagonizó el reino de Portugal en su época:

«Ao ser escudeiro do Duque de Bragança (penso que o terá sido depois da batalha de Alfarrobeira em 1449), por certo participou nos acontecimentos em que se viram envolvidos os titulares da Casa: a expedição de 1458 a Alcacer-Ceguer; a de 1463 a Tânger; a regência do reino durante a campanha de Arzila em 1471; e a guarda de D. Juana «a Beltraneja» durante a guerra de sucessão peninsular em 1476.»

Coincidimos con el investigador, pero fuera como fuese, el hermano de Pedro Madruga, como el propio Madruga y como tantos otros, desaparece entre los convulsos acontecimientos que se vivieron en Portugal tras la subida al trono de João II y las subsiguientes conjuras contra la Corona organizadas por los más destacados miembros de la nobleza. En 1483, el Duque de Braganza es ejecutado en Évora acusado de alta traición. Probablemente, siguiendo el ejemplo de otros nobles leales a Fernando de Braganza, João Gonçalves de Sotomayor se unió a Diego, Duque de Viseu, quien asumió el liderazgo de la conjura. Pero Viseu es asesinado personalmente por el rey de Portugal. Los restantes nobles son apresados o escapan, quizás el más destacado de entre ellos, el Conde de Penamacor, Lopo de Albuquerque, quien tras una estancia en Londres se refugia en Sevilla, en principio bajo un nombre falso, como pudo haber hecho el mismo Bartolomé Colón.

Sucede que la familia Sotomayor tenía grandes lazos con todos los conjurados. Un hermano de Pedro Madruga, como acabamos de ver, era escudero de Fernando de Braganza. El único hijo de Diego de Viseu era fruto de su relación con una Sotomayor; el Conde de Penamacor era por su parte pariente de los Sotomayor. En esas condiciones, lo óptimo para el hermano de Pedro Madruga era desaparecer. Se sabe que Bartolomé Colón permaneció en Londres en las mismas fechas en que el Conde de Penamacor se ocultó allí, así como que ambos recalan en Sevilla. Se da la circunstancia añadida de que uno de los mayores hombres de confianza de Cristóbal Colón fue su secretario Diego Méndez de Segura, quien era hijo adoptivo del Conde de Penamacor.

Lo cierto es que el hermano de Pedro Madruga ya no da desde entonces señales de vida en Portugal, como lo prueba el hecho de que el matrimonio de su hija Guiomar fuese concertado por los hermanos de Guiomar hacia 1485, lo que demuestra que su padre se encontraba ya ausente, sin que por otra parte se haya encontrado prueba alguna de su muerte, lo que nos permite suponerlo vivo y entre el grupo de los escapados.

Por todo lo antedicho y otros datos más engorrosos o transversales que harían demasiado pesado este texto aproximativo, podemos atrevernos a proponer a João Gonçalves de Sotomayor como verdadera identidad de Bartlomé Colón. Cuenta con la primera de las condiciones necesarias: haber existido, algo que sólo podemos suponer en el caso del Bartolomé Colón propuesto por Philippot, cuya existencia no se encuentra documentada. Reúne a su vez otra condición inexcusable para quienes creemos en la tesis Colón-Madruga: ser hermano de Pedro Madruga y por tanto hermano de Cristóbal Colón; y por si eso fuera poco, cuenta con un perfil coincidente con el de Bartolomé Colón, por su experiencia de mando, por su pasada actividad militar, por su formación y educación y por su condición de miembro de la nobleza gallega ligada al Reino de Portugal, ninguna característica que siquiera podamos suponerle al Bartolomé de Philippot, una figura esta última simplemente conjetural cuya existencia ni se ha probado ni se probará.

Quedamos, lógicamente, a la espera de nuevos datos que nos permitan reforzar o descartar esta propuesta, pero con lo que tenemos hasta el momento, y tras haber efectuado todas las comprobaciones posibles sobre el personaje, creemos poseer elementos suficientes como para sostener que nuestro candidato es Bartolomé Colón.

http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2011/07/la-verdadera-identidad-de-bartolome.html

Cristóbal Colón ¿Natural de Pontevedra?

 

Ha pasado más de un siglo desde que tuvo lugar la gran polémica que se suscitó con motivo de la aparición, de un libro de García de la Riega en el que bajo el título de «Colón, Español», desarrollaba una revolucionarla tesis, según la cual, Colón habría nacido en Pontevedra. Días después de la aparición de este libro fallecía su autor, y algunas semanas más tarde la tesis era impugnada por Serrano Sanz en la Revista, de Archivos, Bibliotecas y Museos, por considerar que los documentos en los que se apoyaba habían sido falseados.

Fácil es imaginar la sorpresa y el desconcierto que la publicación de esta impugnación hubo de producir en Pontevedra, cuando en los dieciséis años transcurridos desde que G. de la Riega había dado a conocer por primera vez los expresados documentos en la Sociedad Geográfica» de Madrid, nadie había dicho nunca nada que afectara a la autenticidad de los mismos. Y, precisamente cuando llegó la noticia, una comisión que, bajo el nombre «Pro—patria de Colón», había sido designada por aclamación popular, estaba gestionando el que alguna entidad oficial declarara solemnemente que Colón, había nacido en Pontevedra.

Documento Pontevedres
Documento Pontevedrés encontrado por Don Castro Sampedro a principio de siglo, en el archivo del Concello de Pontevedra. Aparecen los nombres de «Domingos de Colon» y «Benjamin Fontereosa».

Al tener esta comisión conocimiento de dicha acusación de falsedad, se apresuró a personarse en el domicilio del extinto escritor, donde en presencia de su hijo pudo comprobar el hecho denunciado y, consecuencia de ello, se acordó la disolución de la misma.

Todo parecía haber terminado, cuando tres años después, el diputado provincial Prudencio Otero Sánchez, apoyado por la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Pontevedra, reconstituyó la comisión «Pro—patria de Colón», que él mismo pasó a presidir, yreanudó las anteriores gestiones pidiendo, ahora, a la Real Academía de la Historia que enviara una comisión que estudiase sobre el terreno las pruebas que decía, existían, pese a la alteración de algunos documentos, de que Colón había tenido su cuna en Pontevedra, reconocía como antes lo había reconocido la comisión Pontevedresa que ahora presidía, que algunos documentos habían sido recalcados; pero juraba por su honor constarle que los nombres que ahora se leían antes del recalcado y que, en todo caso había otros documentos de cuya autenticidad no dudaba nadie, que probaban el hecho fundamental de que en la época del descubrimiento vivían en Pontevedra unas gentes que llevaban el mismo apellido que el descubridor del Nuevo Mundo. Aparte de esta alegación fundamental, aducía otras razones que sería prolijo exponer aquí.

En un principio, la R.A.H. accedió a su petición, llegando a comunicar los nombres de los académicos designados al efecto. Pero más tarde hubo dificultades y, tras un aplazamiento en que ya se vislumbraba el propósito de desistir de enviar la prometida comisión, la Academia comunicó al presidente de la Diputación que daba por terminada su intervención en aquel asunto.

Coincidió este fracaso con la aparición, casi simultánea de dos nuevos informes contrarios a la tesis ponteyedrea. Uno de ellos consistente en una comunicación que hizo la R.A.H. el censor de la misma, Ángel Altolaguirre y Duvale –que había de presidir la comisión antes cita–, en la que, a la vez que refutaba la tesis de G. de la Riega, hacía una detallada exposición de la prueba documental en que se apoya la tesis tradicional genovesa, de la que se declaraba decidido partidario. El otro informe, suscrito por Oviedo Arce, recogía el sentir de la Academia Gallega en el sentido de que era preciso silenciar la campaña en favor de la tesis de García de la Riega porque, estando basada «decía» en documentos falsificados por dicho escritor, según había denunciado Serrano Sanz, y él mismo probaba, era un desprestigio para la intelectualidad gallega la difusión de semejante tesis.

Pese a estos informes, durante los diez o doce años siguientes, la tesis pontevedresa siguió abriéndose paso, principalmente entre las colonias gallegas de América cuando, inesperadamente, en octubre de 1928 la Real Academia de la Historia hizo pública una resolución por la que, haciendo suyo el ya casi olvidado informe de Oviedo Arce, se pronunciaba en contra de la autenticidad de los tan discutidos documentos.

La publicación de esta resolución cerró ya el paso definitivamente, a cualquier otro intento encaminado a conseguir que un organismo de rango académico se ocupara de esta cuestión, que quedaba, así, prácticamente enterrada.

Es de notar, ahora, que conformé fue declinando el prestigio de la tesis de García de la Riega hasta ser anulada como consecuencia de los ataques de que fue objeto, y que tanto habían de beneficiar a la tesis tradicional genovesa, tampoco ésta salió muy bien librada de los duros golpes que, tanto la Riega como sus seguidores, le habían asestado en la parte destructiva de sus alegaciones por la necesidad, en que se encontraban de negar la veracidad del estado histórico hasta entonces constituido, antes de pretender instaurar una nueva teoría sobre el lugar de nacimiento del descubridor del Nuevo Mundo. Tan es así,  que en modo alguno puede decirse que esta parte destructiva de la tesis pontevedresa haya caído en el descrédito en que cayó la parte constructiva de la misma. Antes, al contrario, esta parte de la obra de G. de la Riega está vigente, siendo frecuentemente aprovechada por quienes pretenden dar otra solución al enigma referente a la patria de Colón. Respecto a este punto, son ya muchos los que han perdido el respeto «digámoslo así» a la tesis genovesa.

Fue así como en 1927 surgieron nuevas teorías sobre el «verdadero» origen de Cristóbal Colón; una de ellas la portuguesa, defendida por Patrocinio Ribeiro; otra, la catalana, defendida por Luis de Ulloa; otra, la mallorquina, defendida en 1964 por Renato Llamas de Niubó, según la cual Colón había nacido en Felanitz; otras son la extremeña, la ibicenca, etc. etc. En todas ellas se repudia la tesis de G. de la Riega, pero se acepta, en una u otra forma, la parte destructiva de la misma.

Aparte de todas estas teorías, se han publicado algunos trabajos en los que, sin atribuir a Colón una patria determinada, se resisten a admitir la idea tan generalizada de que éste haya nacido en Génova. Entre otros, podemos citar a Beltrán y Rózpide que, en dos famosos fascículos probó como Cristóforo Colombo y Cristóbal Colón no pudieron ser la misma persona.

En 1964, Merry de Val, embajador de España en Estados Unidos, molesto por la «omisión» que reiteradamente se venía haciendo de España en las  fiestas conmemorativas del Descubrimiento, advertía en sendas cartas que dirigió a ilustres personalidades del mundo americanista que, «pese a las Innumerables investigaciones dedicadas a resolver la muy discutida cuestión de lugar y fecha del nacimiento de Cristóbal Colón, nunca se ha podido resolver  este misterio; e igual que Génova  diversas poblaciones españolas afirman ser él lugar de su nacimiento.

Finalmente, un trabajo del profesor Roméu de Armas en el que, tras exponer algunas .objeciones al reconocimiento de la extranjería de Cristóbal Colón, dice textualmente: «El proceso histórico sobre la patria del descubridor del Nuevo Mundo sigue abierto;  acaso más abierto que nunca».

Ante opiniones tan autorizadas sobre la inconsciencia de la tesis tradicional genovesa sobre la patria de Colón, algunos intelectuales gallegos han vuelto sobre esta cuestión, pese al informe de la R.A.H., y sin que esto suponga desacato a la autoridad, ya que su informe sólo objeta algunos documentos utilizados por G. de la Riega y no se entra en él fondo de la cuestión, lo que deja libre un ancho campo para seguir defendiendo, de una u otra forma, la tan maltrecha tesis pontevedresa.

Entre los trabajos publicados en este sentido se pueden citar los siguientes: Luciano Rey Sánchez; el Ingeniero vigués Antonio Fernández Fernández; el capitán de la marina mercante, José Mosqueira Manso; Francisco Romero Lema; Emilia Rodríguez-Solano Pastrana, que ha demostrado científicamente la autenticidad de los documentos de Pontevedra; etc. etc.

Aparte de otros trabajos análogos llevados, al libro, es muy frecuente la aparición de artículos en los periódicos que, con el más leve motivo se ocupan de este tema, manteniendo constantemente viva la creencia de que Colón nació en Pontevedra.

En hora, pues, de que la desacreditada tesis sobré la cuna pontevedresa de Colón, que pesa tanto como una l osa en la conciencia de todos los gallegos, sea nuevamente -revisada- con la seriedad debida. Debe imponerse la tarea coherente de la investigación, del saneamiento de pruebas documentales, etc., y llegar definitivamente, concluyentemente al conocimiento de la realidad histórica. Los ayuntamientos de Poyo y Pontevedra, así como la Diputación Provincial deberían conceder, desde ahora, el apoyo decidido sobre este asunto, del que parece que todos tienen mucho que decir menos nosotros.

(Por Roberto Taboada Rivadulla, Agosto de 1986)

Pavia e o Colón Galego

Hernando Colón garantiu preto no branco na “Historia del Almirante” que o pai, na sua juventude, aprendeu as letras e estudou num lugar chamado Pavia. Não há pois quem pretenda discorrer sobre as origens do “descobridor” que se arrogue passar ao lado desta questão assaz particular.

E se a Pavia italiana – com o seu Studio Generale fundado em 1361 – sempre foi a escolha óbvia sendo a Lombardia região vizinha da Ligúria, também logo houve quem estranhasse a frequência de tão elevado lugar a imberbe cardador de lãs. E mais se pesquisando, se não achou registo que ali colocasse o futuro navegador.

Aventou-se então que o biógrafo – em parágrafos anteriores sempre avesso a afirmar o que não sabia – sucumbira ali à compreensiva tentação de valorizar a sabedoria paterna, usando de inverdade! E se assim não aconteceu, crédito se lhe dê que, melhor ou pior filtrada, tal informação lhe terá chegado por palavras do próprio pai, nalgum momento calmoso da última viagem de Cristobal às Illas e Tierra Firme de Castilla.

Dado em finais do século XIX o mote contestante por Celso Garcia de La Riega, surgiram adiante catalães identificando o minúsculo povoado de Pavia na região de Segarra, e portugueses a vila alentejana de Pavia, sem que em ambos os casos se entenda como se poderia então ter educado um menor de forma a poder vir a “entender os cosmógrafos”, sem a existência local de estudos-gerais, ou mosteiros que lhos ministrassem!

Muito recentemente, Fernando Branco – o português que mais se aproximou de uma identificação credível para um Colón exclusivamente lusitano -, lembrou o rio beirão de Pavia que atravessa o que em tempos foram as terras centrais do ducado de Viseu, título criado para o Infante D. Henrique – o das “descobertas” -, e integrado na coroa com a elevação de D. Manuel a rei de Portugal. Naquela região pôde igualmente identificar um mosteiro mendicante, com fundação de 1410: São Francisco de Orgens. Sendo o almirante devoto franciscano, facilmente se deduz ser esta referência à região do rio Pavia, um dos pontos de maior crédito na tese do engenheiro português.

Esgotando-se em tal Pavia as hipóteses esgrimidas até esta parte, estranha-se que a “mãe” de todos os enunciados não-genovistas, nunca tenha “baixado a terreiro”, reivindicando premissas semelhantes para a educação de um Colón nascido galego! Porque enquanto foi ilustre nativo de Pontevedra sem face conhecida, sempre se supôs instruído entre os beneditinos de São Xoán de Poio; e quando Philippot lhe deu o rosto de Pedro Madruga, se considerou sem mais demandas que a criação se dera entre os dominicanos de Tui, por influência da tutoria de frei Esteban de Soutelo.

Santo Domingo de Tui

E de facto, São Domingos de Tui foi o convento onde este professou e se fez mestre em Sagrada Teologia antes de 1424, ano em que Aureliano Pardo Villar o documenta, ainda ali residindo e ensinando. No entanto, em 1430 já é outro o convento de sua morada, onde é prior, e anos depois, em 1449 por ser eleito Provincial de España, é obrigado a visitações sistemáticas e a uma maior permanência em Castilla, perto da corte. Destituído por bula papal de Fevereiro de 1454, acusado pelo bispo Barrientos no âmbito da reforma da província, só então regressa ao ponto de origem da sua carreira, vivendo em Tui os anos que lhe restaram.

Não se sabendo pois onde se encontrava aquele tutor de Pedro Madruga no início do ano de 1441, impossível se torna atestar o que Alfonso Philippot e Suso Vila garantem: Pedro de Sotomaior “ingressa en el convento de Santo Domingo de Tui, donde cursa sus primeiros estúdios”.

Asseguram por outro lado os fundos documentais da colecção diplomática de São Domingos de Ribadavia, que frei Esteban de Soutelo ali exerceu o cargo de prior em 1430, eleito provavelmente para o triénio 1430-32, uma vez que em 1433 é já frei García de Cusanza o responsável máximo pelo mosteiro.

Prova a listagem da sucessão de priores no convento de Pontevedra afecto à mesma ordem – também publicada por Pardo Villar -, ser corrente que uma vez findo o tempo para que foram eleitos, permanecessem no mesmo convento assumindo novas ou resgatando antigas funções, chegando por vezes a ser reeleitos alguns anos mais tarde. Foi disso caso paradigmático em Pontevedra, frei Pedro de Salnés, prior entre 1432 e 1437, entre 1440 e 1441, em 1445, e num último período entre 1448 e 1451.

Santo Domingo de Ribadavia

Viabilizam estes factos supra mencionados a hipótese de frei Esteban de Soutelo ter continuado a leccionar no convento de Ribadavia, assistindo mesmo ao incêndio que poucos anos mais tarde afectaria parte das instalações. Essa possibilidade autoriza a eventualidade de ainda ali residir quando, por manda testamentária de Fernan Yañez de Soutomaior (Novembro de 1440), tomou a seu cargo a educação para clérigo do jovem Pedro, bastardo que a história conhecerá pela alcunha de “Madruga”.

Acontece que nesses tempos medievos, a vila nascida na margem do rio Avia se conhecia pelo nome latino de Ripa Avie. Cabe ao padre Samuel Eiján tal afirmação, constante nas páginas da sua “Historia de Ribadavia”, e mais atesta que o nome porque actualmente se designa, só foi oficialmente adoptado em sessão camarária de 8 de Dezembro de 1860! Foneticamente soaria então como “Ripavia”, provavelmente com acentuação esdrúxula que lhe adviria pela aglutinação do “a”.

Decerto se não reunirão consensos avaliando semelhanças e igualdades. Nem tampouco se admitirá discutir, se a um velho almirante septuagenário coube pronúncia velada, ou a um jovem grumete ouvido menos atento em terras do Novo Mundo. Porém, a ninguém será indiferente que Ribadavia não tem por que não ser a Pavia onde o Colón galego, no entender do padre Las Casas “estudió los primeiros rudimentos de las letras, mayormente la gramática, y quedó bien experto en la lengua latina”.

 

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Colón Gallego. Breve resumen de la tesis.

http://correctoresdesabor.blogspot.com.es/2009/10/colon-gallego-breve-resumen-de-la-tesis.html

Hemos recibido algunos correos a lo largo de los últimos meses en las que se nos piden datos o se nos plantean ciertas dudas sobre el Colón Gallego. La última que ha llegado viene firmada por Agustín Lara, veracruzano, compositor e intérprete de canción melódica, difunto, de edad imposible de determinar (en la dimensión en la que vive, dice, no existe el concepto tiempo. Todo lo miden en galones), astuto y tremendamente persuasivo.

Dice Agustín que escribimos sobre el Colón Gallego, y particularmente sobre elColón-Madruga, como si el lector tuviese que estar previamente iniciado, y tiene razón. Exige explicaciones sobre los siguientes puntos:
– ¿Cómo sabemos que Colón no es genovés?
– ¿De dónde sacamos que Colón es gallego?
– ¿Por qué creemos tener más razón que quienes sostienen que Colón es catalán, francés, mallorquín, portugués o de cualquier otro lugar?
– ¿Quién fue Pedro Madruga y por qué afirmamos que Colón es Pedro Madruga?

También nos plantea Lara otra pregunta a la que no sabemos responder. Desconocemos, querido Agustín, si las cabras comen papel de aluminio, aunque creemos que no. En cuanto a las otras cuestiones, hemos decidido elaborar un resumen para que tú y aquellas personas que tengan interés en la teoría del Colón Gallego puedan en adelante saber de qué hablamos cuando escribimos sobre el asunto. Allá vamos.

Hace muchos años, a finales del S. XIX, un historiador pontevedrés llamadoCelso García de la Riega leyó un libro escrito por un pariente suyo en el que se daba cuenta de un documento que mencionaba a una persona apellidada Colón. El documento databa del S. XV. García de la Riega se preguntó si ese Colón podría tener alguna relación con el descubridor de América y con ayuda de varios investigadores, se puso a la búsqueda de más documentos que le permitieran conocer si existían más personas que en tiempos próximos a Colón llevaran ese apellido en Pontevedra. Para su sorpresa encontró unos cuantos.

El siguiente paso fue el de estudiar a fondo los textos y la documentación que existía sobre Colón. Necesitaba saber todo lo que se sabía entonces sobre Colón y se puso a trabajar. Entonces todo comenzó a chirriar. Los documentos que se referían a Cristóbal Colón como un humilde genovés apellidado Colombo eran confusos, inconclusos y contradictorios entre sí; hacían al descubridor residiendo en Génova en una época en la que hay constancia de que ya se encontraba en Portugal; existían varias ciudades italianas que se disputaban la cuna de Colón, cada una con su propio Colombo, formando un batiburrillo de Colombos italianos y descubridores de América todos y cada uno de ellos; ninguno de los candidatos italianos tenía relación alguna con actividades marítimas, siendo alguno cardador de lana, el otro vinatero, otro quesero, un hostelero, un tabernero…

Colón no hablaba ni escribía en italiano ni en ninguna de las lenguas o dialectos que se hablaban por aquellos tiempos en Italia. Cuando escribía una carta dirigida a un italiano lo hacía en un castellano plagado de giros gallegos. Incluso en sus cartas a sus hermanos, supuestamente italianos como él, utilizaba invariablemente ese castellano sospechosamente gallego. Se da el curioso caso de una carta enviada a Italia en la que sugiere al destinatario un intérprete para que le traduzca . Y aún por encima, Colón se apellidaba Colón y no Colombo. A pesar de que su apellido se escribía de infinitas formas (algo muy común en la época, por la costumbre de adaptar y traducir nombres y apellidos), lo importante era establecer cuál de aquellos era el correcto. Y García de la Riega descubrió que Colón era el nombre utilizado en las capitulaciones de Sante Fe, Colón el apellido con el que se dirigía a sus hijos y hermanos, Colón en su “Libro de las Profecías”, Colón en las cédulas reales y todos los documentos oficiales redactados por él o dirigidos a él. Colón le llamaban los Reyes Católicos, hasta el Papa, (y no es una frase hecha). Nunca, jamás, en una sola ocasión, Colombo, ni de ninguna otra manera. En los documentos oficiales en los que el apellido había de escribirse de la única manera correcta, esa era siempre la misma: Colón.

Hay a la regla una excepción, como siempre: en una carta dirigida al navegante por João I de Portugal, el Rey le llama de dos maneras diferentes: Colón en una y Collon en otra. Las dos formas que se utilizaban para nombrar a los Colón de Galicia.

No había entonces un único motivo que llevara a García de la Riega a creer que Cristóbal fuera realmente genovés. ¿De dónde salía entonces que Colón era italiano? Encontró el historiador la respuesta o más bien las diferentes respuestas, que en líneas generales pasamos a exponer:

Por un lado, el descubridor se cuidó mucho de no revelar su verdadero origen. Su propio hijo Hernando, en la biografía que escribió sobre su padre, deja muy claro que todo lo referente a su pasado debía permanecer en la oscuridad por expreso deseo del mismo Colón.

Por otro, el deseo y la conveniencia o necesidad de sus herederos de cumplir esa norma. Y en tercer lugar un fenómeno bautizado por La Riega como el “Dogma Petrificado”, que puede ser descrito de la siguiente manera: alguien hace una afirmación basada en una suposición errónea, otro la escucha y la repite y otro y otro más. El tiempo va pasando, los autores repiten el error consciente o inconscientemente hasta que la afirmación errónea se convierte en dogma. El dogma se va asentando hasta petrificarse y convertirse en una falsa verdad universalmente aceptada.

Contra un dogma petrificado solamente puede contraponerse una prueba incuestionable que demuestre una realidad alternativa, y eso es lo que hizo García de la Riega. Es necesario resaltar que todos los que en adelante han propuesto una teoría diferente a la del Colón italiano empiezan por repetir los argumentos de don Celso, aunque casi nadie se molesta en citarlo. Hay incluso quien se atreve, hoy, en pleno año 2009, a afirmar que acaba de descubrir que Cristóbal Colón no es italiano, y basa su jactanciosa pretensión en repetir como un loro aquello que señaló nuestro historiador hace más de cien años largos.

Seguimos. Una vez adquirida la certeza de que aquellos Colombos italianos no tenían absolutamente nada que ver con el descubridor de América, García de la Riega acometió una siguiente etapa. Ya que Colón no era italiano, ¿de dónde era? El apellido no existía (insistimos, en su forma correcta), en ningún otro lugar del mundo. Solamente en Galicia, y expresamente en un lugar de Poio (Pontevedra), llamado Porto Santo. Allí vivían en el S. XV varios miembros de una pequeña familia que mantenía una residencia estable a lo largo de varias generaciones. No era en absoluto descabellado entonces pensar que a esa familia perteneciera Cristóbal Colón. Era una familia de navegantes. Aquello explicaría esas palabras y expresiones gallegas con las que el descubridor trufaba su castellano. Y a todo ello se sumaba un anterior trabajo realizado por el propio García de la Riega en el que demostraba (y eso es hoy comúnmente aceptado) que la nao “Santa María” se llamaba originalmente “La Gallega” y había sido construida en los astilleros de Pontevedra. Siguiendo con sus investigaciones, don Celso encontró otro sorprendente hecho que reforzaría su convicción: algunos de los nombres utilizados por Colón para bautizar lugares descubiertos por él en América coincidían con lugares relacionados con los Colón de Galicia y con las costas de las Rías Baixas gallegas.

Con todo ello, Celso García de la Riega acudió a Madrid. Y allí pronunció, en sede de la Sociedad Geográfica, una conferencia en la que expuso sus conclusiones. Estamos en diciembre de 1898.

Años después, en 1914, publicó su libro titulado “Colón Español”.

Los trabajos de don Celso causaron gran impacto y controversia en todo el mundo. Y pronto surgieron los detractores, algunos de los cuales se embarcaron en un combate contra el Colón Gallego en el que emplearon una saña desmedida. Afirmaron que algunos de los documentos aportados desde Pontevedra habían sufrido retoques o adulteraciones e invalidaron toda la tesis. Nada importó que los supuestos retoques no afectaban en ningún caso al apellido Colón, ni que no todos los documentos los sufrían, pues hubo varios que fueron declarados totalmente válidos por los mismos que atacaban a La Riega (por cierto, recién fallecido). Nada importó la toponimia, ni el lenguaje gallego de Colón, ni la constatación de que la existencia del apellido en Pontevedra quedara sobradamente acreditada con los documentos que se salvaron de la criba. Colón no podía ser gallego porque ALGUNOS de los papeles de don Celso presentaban dudas. Y ya que no tenían elementos para desacreditar la investigación de La Riega, optaron por desacreditar al propio La Riega. Pero por suerte para nosotros, no sólo habían sido incapaces de anular todos los documentos, sino que la teoría tenía otros pilares, como el de la toponimia, que no había manera de tumbar.

La teoría del Colón Gallego de Celso García de la Riega provocó una consecuencia inesperada, que fue el surgimiento de decenas de tesis alternativas basadas en la premisa de que, no siendo Colón italiano y puesta en duda la tesis gallega, el descubridor podría ser de cualquier otro lugar. Y así fueron naciendo las más disparatadas teorías que hasta hoy siguen apareciendo por doquier y que, simplemente, están basadas en casi nada, cuando no en nada de nada. No obstante, creemos (entre otras cosas porque lo hemos sufrido), que el trabajo consiste en que cada uno trate de probar su tesis, no en desacreditar las ajenas, principalmente por un motivo: demostrando al Colón Gallego, las otras alternativas se caen por sí solas.

Y, contra lo que hoy se cree, tras la muerte de don Celso, el Colón Gallego vivió sus mayores años de esplendor. Decenas de autores recogieron el testigo y ampliaron las investigaciones. Poco a poco se iban acrecentando las listas de vocablos exclusivamente propios de la lengua gallega utilizados por Colón, así como las de la toponimia. La lista de nombres impuestos por Colón aumentaba en progresión geométrica, y aun hoy sigue dando sus frutos. Porto Santo (Poio), en honor a su lugar de nacimiento, San Juan (Poio), San Salvador (Poio), Lanzada…, hasta alcanzar una lista de cien nombres, todos ellos situados en un radio de 40 ó 50 kilómetros alrededor de Pontevedra. También estaban reflejados los nombres de todas las cofradías de navegantes de Pontevedra, de sus iglesias. Algunos de esos cien nombres pertenecen además a lugares de las costas gallegas que ni siquiera eran conocidos popularmente, pues son propios de accidentes solamente conocidos por los marineros y que fueron llegando gracias al estudio de antiguos derroteros marítimos. ¿Cómo alguien que no conocía las costas gallegas podía utilizar cien de sus nombres para bautizar otros tantos lugares en América?. Se da la circunstancia además de que esos nombres figuran en los diarios de a bordo del propio Colón, transcritos por Bartolomé de las Casas, en las relaciones de otros viajes redactadas por el propio descubridor que bautizaba esos lugares, en cartas también redactadas de puño y letra por Colón, y por tanto, constituyen prueba de valor absoluto.

Se supo también, por textos y documentos de la época que dos naves más, utilizadas por Colón en su segundo y en su cuarto viaje, se llamaban también “La Gallega”, nombre impuesto igualmente a una isla. Los argumentos eran cada vez mas sólidos y libros publicados en lugares tan dispares como La Habana, Manila, Buenos Aires, Madrid o México exponían con mayor o menor fortuna la teoría del Colón Gallego, contribuyendo a su difusión.

Pero era indispensable avanzar en dos frentes: por un lado, buscar más documentos y nuevas pruebas que despejaran cualquier atisbo de duda y que pudieran soportan los más estrictos análisis. No por que los documentos declarados válidos de entre los aportados por don Celso no sirvieran ya de demostración, sino para acallar de una vez las impertinentes voces que seguían armando ruido sobre los documentos parcialmente invalidados. De eso se encargó don Prudencio Otero, quien presentó en su día una nueva relación de papeles que no generaron ni la menor sombra de duda y fueron aceptados por los expertos más exigentes.

Por otro lado, se hacía necesario dar un nuevo paso. La teoría, tal como estaba formulada en origen, presentaba ciertas lagunas, carencias y errores, algo que sucede con todas las teorías. Todas necesitan evolucionar y la propia Teoría de la Evolución evoluciona cada día. Por otra parte, el propio García de la Riega reconocía en su libro que su precaria salud le impedía avanzar más.

De ese trabajo se encargaron varios autores, pero el más determinante de todos fue el insigne historiador don Enrique Zas, una eminencia en su época. Limpió, por decirlo de alguna manera, la tesis del Colón Gallego y la consolidó con rigor y eficacia, aportando nuevos elementos demostrativos y, sobre todo, mucho sentido común. Revisó la genealogía propuesta por La Riega, eliminando de la ecuación a los judíos Fonterrosa, nombró por primera vez a Cristóbal de Sotomayor relacionándolo directamente con Colón (aunque cometió el error de suponerlo hijo de García Sarmiento de Sotomayor, y no de Pedro Madruga), presentó los planos del sorprendente parecido entre las bahías de Cambados (Galicia) y Acul (actual Haití), ambos lugares llamados Santo Tomé. Y, sobre todo ello, dotó al Colón Gallego de una coherencia argumental aplastante. En mi opinión, Enrique Zas, Prudencio Otero y el propio García de la Riega conformaron los tres pilares básicos en los que se apoya el Colón Gallego. Ningún otro autor ha alcanzado, ni de lejos, a ninguno de éstos.

El asunto fue tomando forma y políticos, artistas, literatos, en todo el mundo, se sumaron con entusiasmo al Colón Gallego, que comenzó a tener tal fuerza que llegó a preocupar en Italia hasta el punto de que el propio Mussolini tomó cartas en el asunto contratando a un historiador, Ángel Altolaguirre, para intentar contrarrestar el impulso de la teoría.

Hacia los años 50 del S. XX, sin motivo conocido, el dogma petrificado del Colombo italiano fue recuperando posiciones en detrimento del Colón Gallego. Ello no se debió en absoluto a motivos académicos o históricos, ni a nuevos elementos que afianzaran al Colón genovés. Simplemente, la falta de apoyo institucional y la desidia intelectual hicieron que poco a poco aquella inercia se fuera perdiendo, hasta caer casi en el olvido.

Y durante el período subsiguiente, principalmente fuera de España, comenzó a surgir una corriente de investigación que, más que aclarar la nacionalidad de Colón, buscaba conocer al personaje, sobre el que seguía existiendo un profundo desconocimiento. Se trataba de responder a una serie de preguntas que hasta entonces nadie se había planteado: ¿quién era en realidad Colón?, ¿por qué su obsesión por ocultar su origen?, ¿cuál era su pasado y por qué esa necesidad enfermiza de esconderlo?, ¿quiénes eran sus amigos y sus enemigos? Para resolver estas y otras cuestiones se hacía necesario partir de cero e investigar al personaje desde ópticas diferentes. La idea era conocer al Colón oculto, al de antes del descubrimiento, a ese que había decidido esconder su pasado.

Así fue surgiendo un perfil de Cristóbal Colón hasta entonces desconocido. Y fueron saliendo a la luz sorprendentes obviedades en las que nadie había reparado. ¿Cómo era posible que antes de descubrir América, Colón tuviera acceso casi ilimitado a los palacios de los reyes más poderosos de la tierra?, ¿por qué se carteaba con el Rey de Portugal?, ¿por qué era amigo de cardenales, condes, duques y marqueses? Solamente cabía una respuesta: Colón era a su vez un noble, pues de otra manera ese acceso al poder le hubiera estado vetado. Nadie que no fuera noble en el siglo XV se sentaba a comer a la mesa de un conde. Los nobles solamente se codeaban con nobles. Y éste no era más que el primero de los datos obtenidos para el nuevo perfil deseado, pues pronto fueron llegando en cascada otros muchos. Su conocimiento del latín y de las Sagradas Escrituras y otros textos religiosos y teológicos sólo se podían haber conseguido con una sólida formación religiosa, que solamente se podía obtener en un monasterio; tenía que haber cambiado su identidad anterior, pues sabemos que nadie llamado Cristóbal Colón respondía a ese perfil, por lo que es obligado pensar que anteriormente había utilizado otro nombre. Además se supo, por declaraciones del propio Colón, que había tenido un pasado como hombre de armas (condición que poseían casi todos los miembros de la nobleza). Y a todo ello había que sumar su experiencia naval.

A esa persona era a la que había que buscar y ninguna persona que no reuniese todas y cada una de esas condiciones podía ser el descubridor de América.

Con esos datos se caía para siempre el Colón de extracción humilde, y con él la mayoría de los candidatos, y ello planteaba un serio problema a la tesis gallega, como a las demás, pues los Colón de Poio eran marinos, alguno de ellos con una posición económica acomodada, pero en ningún caso nobles.

La criba era obligada, y muchos, no encontrando a nadie que respondiera a ese perfil, comenzaron a tirar por el camino más corto, la invención de personajes. El rey Fernando de Aragón podría haber tenido un nieto secreto, y ese nieto sería Colón.

-Demuestre usted que ese nieto existió.
-No. Demuestre usted lo contrario.

Podría ser Colón un hijo secreto del Papa.

-Demuestre usted que el Papa tuvo ese hijo.
-No, demuestre usted que no lo tuvo.

Podría ser un hijo secreto de un infante portugués.

-Demuestre usted que el infante tuvo un hijo.
-No quiero. Demuestre usted que ese hijo no existió.

Así, decenas de personajes que (estamos hartos de decirlo) no reunían ni la elemental condición de haber existido, pasaron a engrosar la lista de candidatos. Personajes ficticios. El motivo de esa profusión de Colones imaginarios era claro: nadie encontraba a un personaje real que reuniera las condiciones exigidas.

Así llegamos al último tercio del S. XX. Dos investigadores, el Sr. Xosé Lois Vila Fariña, cronista oficial de Vilanova (Pontevedra) y Philippot llegan a una arriesgada e innovadora conclusión: Colón era en realidad Pedro Álvarez de Sotomayor, conde de Camiña (Portugal), conocido como Pedro Madruga. El trabajo de Vila Fariña pasa casi desapercibido, mientras el de Philippot alcanza cierta difusión. En su obra “La identidad de Cristóbal Colón”, afirma que Colón era Pedro Madruga basándose en una serie de datos que pasaremos a exponer tras detenernos unos minutos a contar quién era ese señor.

El conde de Camiña (Caminha en portugués) era hijo bastardo del Señor de Sotomayor, Fernán Yáñez de Sotomayor. Fue el más famoso y poderoso miembro de la nobleza gallega de su tiempo, mantuvo un enfrentamiento directo con los Reyes Católicos al apoyar a Juana la Beltraneja en sus aspiraciones a la corona de Castilla y se alió con Portugal en la Guerra de Sucesión. Está perfectamente demostrada su educación eclesiástica (fue canónigo en Tui y aspiró al arzobispado de Santiago), su experiencia militar, su experiencia naval. Era amigo personal de dos reyes portugueses, Afonso V, quien lo hizo conde y JoãoI y estaba emparentado con todos los nobles castellanos y portugueses que apoyaron a Colón.

En realidad, la familia Sotomayor estaba revoloteando alrededor del Colón Gallego desde el origen de la teoría, pues ya García de la Riega demostrara la vecindad de un miembro de los Sotomayor con los Colón de Pontevedra, yEnrique Zas había ya marcado el paso al sugerir una relación directa entre Cristóbal de Sotomayor (hijo de Pedro Madruga) y Colón. Pedro Madruga había sido criado por su madre, Constanza Colón, hasta que, en su testamento, Fernán Yáñez, el padre, dispone integrarlo como miembro de la familia, con lo que adopta el apellido Sotomayor y se desprende del Colón, que retomaría años después.

Resultó que Pedro Madruga encajaba perfectamente en el nuevo perfil del descubridor y, además, toda su vida coincidía cronológicamente con los pocos datos conocidos sobre la etapa oscura de Colón. Pedro Madruga se da por desaparecido en el mismo lugar y en la misma fecha en que Colón tiene su primera entrevista con los Reyes Católicos y la enigmática firma del Almirante de Indias, compuesta por una serie de siglas, coincide exactamente con las letras que conforman el árbol genealógico de Pedro Madruga. Y los motivos por los que, tanto Colón como los Reyes habían decidido ocultar su anterior identidad estaban claros. Los reyes no podían nombrar Almirante y virrey a su mayor enemigo, pero por otro lado, sólo él, Pedro Madruga, estaba en condiciones de ofrecerles el descubrimiento, pues contaba con planos e información procedentes de Portugal, el verdadero país de los descubrimientos (con intervención de destacados gallegos) en aquellas fechas.

Hasta ahí, en líneas generales, se había llegado cuando yo decidí, convencido de todos (o casi) los argumentos expuestos por las decenas de investigadores, en su mayoría olvidados, desde García de la Riega hasta nuestros días, emprender mi propia investigación. No encontrando nada nuevo en las bibliografías y la documentación que se vienen manejando sobre el asunto, decidí recurrir a fuentes alternativas. Encontré, por ejemplo, que Alessandro Geraldini, amigo personal de Colón, afirma que el decubridor había estado en Galicia. Encontré el texto de Francesillo de Zúñiga en el que se afirma que Diego de Sotomayor (otro hijo de Pedro Madruga) “parece hijo bastardo de Colón”. Encontré documentos en los que se demuestra la estrecha relación entre Diego Colón y el antes mencionado Cristóbal de Sotomayor. Encontré que aquellos monasterios tan frecuentados y queridos por Colón, como el de Las Cuevas o el de Guadalupe, estaban bajo la influencia directa de la familia Sotomayor. En realidad, por donde busqué, encontré siempre una relación directa entre Colón y Pedro Madruga. Publiqué mis conclusiones en la obra “Colón, Pontevedra, Caminha”.

Y la cosa no para ahí. En estos momentos, varias investigaciones se encuentran en curso, y otras pendientes. Destacaría el trabajo de Fernando Alonso Conchouso (quien nos facilita la imagen de arriba) sobre la relación entre pedro Madruga y el corsario Coullon, citado como pariente por Hernando Colón, o el descubrimiento de una serie de documentos en los archivos pontevedreses aún sin investigar conocidos como “Lista Arbolí” en honor a su descubridor, el Sr. Arbolí Cervera-Mercadillo.

Y pronto saldrán a la luz nuevas y sorprendentes conclusiones fruto de una minuciosa investigación que lleva a cabo en Portugal un descendiente del propio Pedro Madruga y cuyo avance estaríamos encantados de publicar si no fuera porque los datos pertenecen a quien los encuentra y debe ser el propio investigador (créanme, es un genio meticuloso al que pronto conocerán) quien administre la información obtenida.
Y con eso esperamos, amigo Agustín Lara, haber saciado tu curiosidad. Un abrazo.

CRISTOBAL COLON Y PEDRO ALVAREZ DE SOTOMAYOR SON LA MISMA PERSONA

 

Algo que no deja lugar a dudas es que Cristóbal Colón procedía de la nobleza, era natural de los reinos de Castilla,( lo asegura la reina Isabel la Católica, entre otros datos), escribía con giros gallegos, conocía perfectamente las costas de Galicia principalmente las de Pontevedra, tenia tratos con la alta nobleza portuguesa, hay que buscar a algún noble con estas características, un noble súbdito de los reinos de Castilla de origen gallego, que se desenvuelva entre Portugal y el sur de Galicia (Pontevedra), que además era el único lugar del mundo donde existía el apellido Colón.

 

Gracias al trabajo de historiadores e investigadores hoy se sabe que Pedro Álvarez de Sotomayor mejor conocido como Pedro Madruga era Cristóbal Colón, noble en dos regiones Galicia y Portugal, Conde de Camiña (Portugal),  Señor de Sotomayor, Mariscal de Bayona y Vizconde de Tuy (Pontevedra, Galicia).

 

Pedro Álvarez de Sotomayor (Cristóbal Colón), y su hermano João Gonçalves de Sotomayor (Bartolomé Colón), eran hijos bastardos de Fernán Yáñez (Eannes) de Sotomayor, fruto de sus relaciones con Constanza Gonçalvez de Colón, tenían dos medios hermanos uno por parte de su madre, de nombre Diego Colón, y otro por parte de su padre de nombre Alvar Páez de Sotomayor (heredero legitimo de la casa de Sotomayor).

 

Cristóbal Colón tenía conocimientos de latín y de las sagradas escrituras,  por haber sido  seminarista en Santo Domingo de Tuy, entre 1440 y 1446, por deseo de su padre Fernnan Yáñez de Sotomayor, en 1446 cambia los libros por la espada y la navegación.

 

Su hermano Don Alvar Páez de Sotomayor, heredero de la casa de Sotomayor, sin tener descendencia y antes de morir, consiguió de Enrique IV, en 1468, la legitimación en orden de sucesión en los bienes y derechos de la casa Sotomayor a favor de su medio hermano Pedro Álvarez de Sotomayor, a la muerte de Alvar P. Sotomayor en las revueltas Irmandiñas, Pedro toma posesión de la casa Sotomayor, recuperando el patrimonio familiar perdido por la revuelta  y aumentando su señorío, convirtiéndose en uno de los señores feudales con más poder de la época.

 

Durante la guerra de sucesión  entre Isabel de Castilla (la Católica) y Juana de Castilla (la Beltraneja) apoyo la causa de Juana y de Portugal, al ganar la guerra Isabel la Católica, le despoja del señorío de Sotomayor, y Pedro A. de Sotomayor se refugia en Portugal.

 

Cristóbal Colón  aparece cuando desaparece Pedro Álvarez de Sotomayor, en una supuesta y misteriosa muerte que nadie investigo, ni apareció cadáver alguno ni sus hijos y descendientes reclamaron la herencia ni su testamento. Posterior a la fecha atribuida a su muerte se han encontrado varios documentos en donde se confirma que está vivo (pleitos, reclamaciones de deuda, etc.).

 

Por los escritos que dejo Colón se puede ver que los personajes son el mismo, Colón decía que la forma de vivir de sus antepasados fue el de mercaderías por la mar, como  los Colón de Pontevedra, que eran mercaderes, todos relacionados con las actividades marítimas de aquella época, su padre Fernán Yáñez de Sotomayor era un importante armador de Pontevedra, tenía la capitanía de barcos  propios, de mercancías y de “al corso” y están relacionados con los de Colón de Pontevedra.

 

Colón decía que vivió de las armas, Pedro Álvarez de Sotomayor se enrolo como mercenario, adiestrándose en el manejo de las armas.

 

Colón decía que estuvo veintitrés años en la mar y Pedro Álvarez de Sotomayor comprueba que estuvo veintitrés años en la mar,  hay constancia que justifican a Pedro A. de Sotomayor sus conocimientos náuticos y su ausencia de 23 años, existen varios documentos y cronistas de la época que lo avalan, entre otros, Vasco De Aponte que nos dice “Pedro Álvarez de Sotomayor llega a Galicia con muchas riquezas por sus correrías marítimas y grandes alianzas portuguesas” o como nos narra L. Ferreiro: “una vez liberado de la tutela de Fray Esteban de Soutelo, en 1446 “cambió los libros por la espada”, y en 1469 regresó a Galicia después de veintitrés años de ausencia”

 

El fraile Diego de Deza estudio junto con Pedro A.de Sotomayor, y fue de los que más ayudo a Colón en su empresa del descubrimiento. El cardenal de Toledo que también lo ayudo era pariente de los  Sotomayor, los amigos de Colón son también los amigos y valedores de Pedro A.de Sotomayor, los enemigos de Colón que siempre lo estuvieron fustigando son curiosamente los enemigos de Pedro A. de Sotomayor.

 

El comportamiento de Pedro Álvarez de Sotomayor a los que sus enemigos lo tenían por cruel, es igual que el comportamiento de Colón pese a lo que muchos creen Colón era cruel y déspota como lo aseguran sus marineros y contemporáneos, que es el clásico comportamiento de un señor feudal de la época.

 

Lucio Marineo Siculo, capellán y confesor de los Reyes Católicos, que conoció en la Corte a Colón, escribe un libro contando todo lo relacionado con la «gesta del descubrimiento» y en un párrafo refiriéndose a Colón, lo nombra como Don Pedro Colón, al igual que el historiador portugués  Gaspar Fructuoso, también contemporáneo a Colón, lo llamaba Pedro Colón, la propia Academia de la Historia, llega a la conclusión de que su nombre de pila completo era Cristóbal Pedro,  como se refleja en la abreviatura del documento de 1496: XPº de Colón. Los primeros nativos americanos que llevo Colón a Europa los bautizo con los nombres de Cristóbal y Pedro.

 

Felipa Muñiz quien tuvo un hijo de Colón, era prima de Teresa de Távora, mujer de Pedro Álvarez de Sotomayor de la que se separo después de exiliarse en Portugal. Colón escribió a los reyes una carta donde dice que dejo tierras, mujer, e hijos al desplazarse a Castilla, pero si lo acompañaba su hijo Diego y su otro hijo Hernando todavía no nacía además que ya no tenía mujer, se refería a la familia que dejo en Galicia.

 

Colón nos dice que tenía otros hijos en una carta que le escribe a su hijo Diego desde Sevilla el 1 de diciembre de 1504, le hace referencia al cuidado de otros diez hermanos «… Diez hermanos no te serían demasiados, nunca yo falle mayor amigo a diestro y siniestro que mis hermanos…». Pedro Álvarez de Sotomayor tuvo con Teresa de Távora, 9 hijos que sumados al que le nació de Beatriz Enríquez, serian los 10 hermanos de Diego.

 

Cristóbal Colón velo por los hijos de Pedro A. de Sotomayor a excepción de Álvaro de Sotomayor, al que Pedro A. de Sotomayor había desheredado.

 

En la corte de Carlos V existe un texto que menciona a Diego Sotomayor el hijo de Pedro A. de Sotomayor, como hijo de Colón.

 

La criptica firma de Colón es el árbol genealógico de Pedro A. de Sotomayor.

 

Pedro Correa de Acuña era cuñado de Pedro Álvarez de Sotomayor y es conocido como cuñado de Colón

 

Colón afirmo que conocía los secretos más celosamente guardados de Portugal, Pedro A. de Sotomayor, era del pequeño grupo de personas que conocía esos secretos.

 

El primer lugar donde fue enterrado Colón pertenece a la familia “de la Cerda” familiares de los Sotomayor, es el mismo lugar donde enterraron a Fernán Yáñez de Sotomayor, padre de Pedro A. de Sotomayor. La segunda sepultura de Colón se hizo en Sevilla en el monasterio de la  Cartuja junto a unos primos de Pedro A. de Sotomayor.

 

Se han realizado serias investigaciones sobre la escritura de Colón, el 14 de octubre del 2009  se dio a conocer un descubrimiento asombroso, gracias al adelanto tecnológico,  la perito calígrafo y grafo psicológico  Teresa Torres Legarreta, realizo un estudio comparativo de la escritura de Cristóbal Colón y Pedro A. de Sotomayor (Pedro Madruga).

 

La perito calígrafo mostró con gráficos y superposiciones de escrituras como las formas de las letras son muy similares en ambos personajes, tantas coincidencias  son una prueba más de que se trata de la misma persona.

 

Las investigaciones de la perito fueron comunicadas a la Universidad de Barcelona para la revisión del estudio y los expertos calígrafos coinciden en que aparecen todas esas similitudes entre las letras y sus formas. Lo que no deja lugar a dudas Pedro A. de Sotomayor y Cristóbal Colón es la misma persona.

 

 

 

Manuel Doval                                 

 

El mito de Cristóbal Colón

La propuesta de Marcelo Gaya plantea muchas cuestiones, todas diferentes entre sí, dejando constancia de un conocimiento muy profundo de la tesis gallega, se atreve a discutir muy acertadamente la disonancia  existente del comportamiento de Colón, posterior y anterior al descubrimiento.

Hace un relato pormenorizado del Colón que todos conocemos, profundizando en sus costumbres, lenguaje, personalidad, comportamientos, aptitudes y actitudes. Cómo, sistemáticamente, oculta su origen, incluso a sus hijos, por mas que se investiga, no hay rastro de la vida anterior al descubrimiento del insigne marino. En esencia es lo que todos conocemos del Almirante, enriquecido con aportaciones y apreciaciones personales del autor.

La vida “anterior” del Almirante que nos han enseñado, hoy, como dice E. Zás, dogma petrificado, es la descripción de un personaje con unas características completamente distintas a las conocidas, tal es así que Marcelo Gaya llega a plantear la posibilidad que los dos personajes existieron realmente pero  independientes, y que el descubridor hubiese tomado, o copiado o usurpado, el nombre del genovés. Cita en su libro el siguiente párrafo “Desgraciadamente, sin hablar de las contradicciones que presentan entre sí tales documentaciones  (Se refiere a los documentos genovistas  )y a pesar de que cada una esté sostenida por numerosas pruebas de su exactitud aparente, todas adolecen del mismo defecto: las consecuencias de las noticias que se dan del Cristóbal Colón antes de 1485 están en desacuerdo con los actos del Cristóbal Colón después de 1845, o sea: la reconstrucción de la vida del descubridor de América antes de que entre en la historia no es compatible con lo que de él se sabe después de esa misma entrada en la Historia. Las piezas del rompecabezas de su existencia no concuerdan”.

Las razones de que el Almirante ocultara su pasado antes de 1485, presuponemos que tienen que ver con la vida de P. Madruga, pero eso lo sabemos en la actualidad, M. Gaya coloca a C. Colón en Tuy,  porque evocando el lenguaje del Almirante, mezcla de castellano, portugués y gallego, le hace pensar que su origen estaba en tierras fronterizas, que    mediante tratados entre reinos rectificaban fronteras.

En la primera lectura del libro,  sorprenden algunas ideas del autor que plasma en forma de preguntas, como quien quiere aclarar determinadas lagunas correspondientes a los misterios que rodean “el mito de Cristóbal Colon”.

Al final de segundo capítulo hace una descripción del Almirante en lo tocante a su aspecto físico y rasgos personales donde establece claramente una sustancial diferencia entre el antes y el después de hacer historia.

“En lo tocante al aspecto moral, su personalidad es indiscutible. Volveremos sobre ciertos rasgos característicos de su mentalidad, además de un afán de lucro que le hacía caer en mezquindades indignas de su posición social, una falta total de generosidad, una egolatría sin límites, una grandilocuencia natural rayando a veces en lo poético, una constancia confundible, casi, con la obstinación, el desagradecimiento mas grande cuando su interés estaba en juego, y una bajeza sin límites cuando podía favorecer ese mismo interés. Añadamos a esto una gran irascibilidad, sobre todo para con sus iguales e inferiores, y un auténtico valor ante los peligros acostumbrados de la vida marítima. En una palabra, el carácter de un hombre llenísimo de ambición, falto de escrúpulos, pero en nada el carácter de un viajante corredor de comercio.»

¡El Cristóbal Colón posterior a 1476 no era, pues, el Cristóbal Colón de antes de 1476!

¡Si señor!

 

El mito de Cristóbal Colón. 1953. Marcelo Gaya y Delrue.

Edito: Capitulo 27 de la propuesta Mallorquina de Colón «El enigma de Colón»

La reseña  a continuación escrita pertenece a una publicación del propio Académico efectuada al publicar su libro.

La impresión que se saca de toda la Colombotecapublicada y sin publicar aún, hasta la fecha, pero que nadie se ha atrevido a formular abiertamente, es que Cristóbal Colón, a partir de 1485, y más aún después de 1492, cuando hubo alcanzado la fama, cuenta acerca de su pasado una fábula aprendida, pero mal aprendida, la historia de otro y que se compone, con la historia de este otro, una personalidad de juventud que no es la suya…

Esta impresión notada al leer las biografías más serias y más modernas del Almirante, así como las de sus contemporáneos, se la comunicaba un día a una de mis alumnas cuya vivísima inteligencia y perspicacia siempre me habían seducido y decíale cómo, cualquiera que fuese la hipótesis admitida, uno siempre daba con unas objeciones de tal peso que, en conciencia, veíase obligado a abandonarla para repetirse un constante, irritante y desesperante «¡¿Qué sé yo?!».

Séame lícito dar aquí públicas gracias a esta alumna, la señora doña Genoveva Dire de Boudoire, no sólo por la valiosísima ayuda que aportó en la labor preparatoria de este trabajo, sino también porque me alentó en los momentos de impaciencia (por no decir peor) provocados por el enigma colombino, cuya clave me dió su genial intuición.

«-¿Qué sé yo? -repetíale, pues, un día de perplejidad mayor que la de otros…

-Pero… ¿Y si hubiera habido sustitución de personalidad? -me preguntó, de repente, mi interlocutora.

-¿Cómo es eso?

-Sí, si el Almirante, por una razón o por otra, ¿hubiese tomado el nombre de «Colón» cuando la desaparición del verdadero «Colón»?… En este caso, las biografías del Colón genovés serían exactas pero no se aplicarían al Almirante puesto que serían dos personas diferentes, lo que explicaría esas dudas y esas contradicciones cuando de su juventud se trata y también el que no haya tenido nunca ninguna relación con su supuesta familia genovesa…».

Esta hipótesis, aunque muy atrevida a priori, fue para mí un rayo de luz en esta enmarañada historia.

 

Marcelo Gaya y Delrue
Zaragoza, 1953

La tesis de Marcelo Gaya y Delrue

Como todo en esta vida, la tesis del Colón Gallego y su vertiente Colón Madruga, tiene precedentes, aunque a veces y por diferentes motivos, unos y otros prefiramos ignorarlos. En 1953, Marcelo Gaya y Delrue formulaba una teoría que refutaba en parte la de García de la Riega. Sólo en parte porque también se apoyaba en ella en aquellos elementos que consideraba válidos. El caso es que este señor nos da las claves precisas para llegar a Pedro Madruga. Analizando la vida conocida de Cristóbal Colón, su lenguaje, la toponimia del descubrimiento, y los apuntes biográficos que el propio descubridor había ido dejando en sus escritos, llega a la siguiente conclusión:

¿Quien era este hombre? Por ahora, todavía no lo sabemos. Por su lenguaje, ya lo vimos, debía ser un galaico-portugués de la región de Tuy. Circunscribiendo aún más el problema y para basarnos en sus porpias afirmaciones, es problable que fuese oriundo de uno de los pueblos que, cuando la rectificación de fonteras, cambió de nacionalidad a consecuencia del Tratado de Trujillo, en 1479, fin de la guerra de sucesión de Castilla, entre este país y Portugal. Que naciese en un lugar anexionado entonces a Castilla, no mentía al decirse «extranjero», puesto que en el momento de su nacimiento, se había cedido a Portugal, tampoco mentía, puesto que, aunque nacido castellano, se había convertido en «extranjero».

 

Si analizamos a la luz de los conocimientos que en 1953 se tenían sobre el asunto el texto de Marcelo Gaya, descubriremos que solamente le faltó poner un nombre al descubridor: Pedro Álvarez de Sotomayor, nuestro Pedro Madruga, conde de Camiña. Pedro Madruga, además de conde de Camiña, fue tituladovizconde de Tuy. Allí se formó como clérigo, llegando a ejercer al menos formalmente como tal. Conquistó la ciudad varias veces, algunas de ellas bajo bandera portuguesa. Era en la práctica el propietario de la frontera entre Galicia y Portugal, pues además de las villas de Tuy y Camiña, llegó a controlar por diferentes períodos, las de Pontevedra, Vigo y Baiona. Nacido en Galicia, educado en Tuy, Señor de Sotomayor (Galicia) vizconde de Tuy (Galicia), conde de Caminha (Portugal), casado con la portuguesa Teresa de Távora, pasó la mayor parte de su vida en Portugal. Por tanto, la descripción que hace Marcelo Gaya es la de Pedro Madruga, aunque no haya acertado a ponerle el nombre, quizás porque ni lo conocía. Y lo hace en 1953, allanando así el camino a quienes vendrían décadas después. Mérito suyo y de nadie más.

Debemos unas cañas y mucho más a Fernando Alonso Conchouso, gran bibliófilo y recopilador de textos, quien nos hace llegar la obra de Marcelo Gaya.

Por Rodrigo Cota González